Marilina Bertoldi volvió a Rosario para la edición local del festival GRL PWR. Relajada, tomó perspectiva sobre el presente de su obra y sus responsabilidades como referente generacional.
Un viaje al corazón magnético de una de las artistas más relevantes de la actualidad.
I
Cuando Marilina Bertoldi y su banda toman el escenario del GRL PWR, casi sobre las once de la noche, el Galpón de la Música luce lleno por primera vez en las seis horas que transcurrieron de festival. Ese lleno no es simplemente de presencia física y asistencia completa. Es una plenitud porque llegó EL momento. Avanzar entre la multitud se torna imposible, sin chances de acercarse al escenario. Nadie se mueve. No hay espacio entre lxs cuerpxs, lo que multiplica el calor atípico para un otoño ya instalado. Más temprano, cada mención a Marilina había resultado en aplausos entre tímidos y descontrolados. Ahora todo eso se siente como una tensión justo sobre el punto de ebullición.
La banda arranca a tocar “China”, en una puesta de brumas azuladas que va armando el ambiente. Es una introducción que flota mientras entra en escena la cantante y compositora. Inmediatamente, cientos de brazos se alzan multiplicando las pantallas de celulares en clave de registro.
Antes de tomar su micrófono, Bertoldi recorre el escenario con pasos cadenciosos. Tiene una remera de la escudería Street Fighter y unas gafas de cristales amarillos. Abajo, la presión de los cuerpos se ajusta y emprende un movimiento en bloque hacia adelante, buscando estar lo más cerca posible.
Con las líneas finales de la primera canción (“tanto hablar de desnudarme ante ti/que me hace desvanecer”) las luces se aletargan, todavía azuladas, hasta que se extinguen. Una explosión le da a Bertoldi la bienvenida a Rosario. Cuando las guitarras insinúan “O no?”, un delirio de gargantas se eleva, confirmando que la suerte está echada. Cada palabra de la canción es acompañada por un efecto de eco, una sincronía polifónica que late rabiando de manera colectiva. Si otros artistas populares pusieron las canciones en los walkmans, Marilina ingresó al cancionero nacional cuando en 2018 le puso palabras a las calles marchando: “Quiero avisarles algo/ estaba enojada y ahora estoy preparada”.
Tocar ese tema casi desde el arranque significa salir a la cancha con todo, pero también presupone el riesgo de marcar el pico del show demasiado temprano. Sin embargo, con Bertoldi nada está librado al azar. “Correte” se canta como un himno reciente que explota en dos matices. “Si no hay amor que no haya un carajo” se siente como un mantra definitorio para encarar cualquier día de la vida. Esa línea de impacto inmediato -una de las más representativas del disco- contrasta dulcemente con la resignación reflexiva y liberadora que llega más adelante: “Uno, dos, tres/silencio otra vez/silencio/cae la lluvia en los pies/vos nada más merecés”. Se siente ligera y reconfortante, una posibilidad de aceptación y de seguir adelante sin ataduras lacerantes.
Suenan “La casa de a”, “Cosas dulces”, “Tito volvé”, “Sexo con modelos”, “Y deshacer”, entre otras canciones que tienen a Marilina portando su guitarra. En los silencios en medio de los temas Bertoldi responde algún comentario del público. Lo hace con tono cómplice y en pocas palabras, subiendo la apuesta verbal con ingenio.
Los tracks de Sexo con modelos son reimaginados con sutileza, procurando una oxigenación para el público pero también para el grupo. Si en el periodo anterior la banda brillaba por su contundencia al dominar una propuesta industrial reznoriana, hoy apuesta por sumar elementos y aportes más orgánicos, con un resultado más expansivo.
Prender un fuego está enraizado en los moods, por eso tanto el disco como el vivo se sienten bien sueltos y sintonizados en el presente de una Bertoldi explorando las facetas de frontwoman consumada (probablemente para el año que viene todo cambie otra vez). Esa soltura se manifiesta en sus paseos entre lúdicos e histriónicos, jugando con las coristas, o con los guiños de situación frente al público.
Durante la mayor parte del concierto se suceden problemas técnicos arriba del escenario, siempre ligados al micrófono de la cantante. De manera intermitente aparecen una y otra vez, desde la primera canción hasta la última. Lejos de empañar el ánimo general, los inconvenientes no pasan desapercibidos para Bertoldi, una detallista consumada.
Cuando llega el cierre con el simple “RACAT” lxs cuerpxs otra vez se desatan, bailando hasta un final declarado. Bertoldi termina arrodillada buscando sacarle más combinaciones a su loopera. Allí permanece por unos minutos, recibiendo la devolución final del público.
Entre aplausos y gritos, todo termina dejando necesidad de más.
II
El 19 de abril de 2019 el Festival GRL PWR realizó su primera edición en Rosario. Se trata de una propuesta compuesta, en su totalidad, por mujeres e identidades disidentes, desde la producción general y ejecutiva hasta el resto de las participaciones necesarias para llevar a cabo un proyecto de este tipo. La grilla rosarina contó con la música en vivo de Ana Tijoux, Fémina, Marilina Bertoldi, Evelina Sanzo, Alto Guiso, AGUAVIVA y Sara Hebe. Además las DJs Wayra y Triganigga estuvieron compartiendo su magia desde las bandejas de manera intermitente. Ofelia Fernández, Barbi Recanati y Gabriela Borrelli Azara estuvieron a cargo de las charlas que tuvieron lugar entre los recitales. La poesía llegó de l mano de Dalia Desamor, Alejandra Benz, Marianela Luna, Anabel Martín, Valentina Lopiccolo, Rocio Muñoz Vergara, Martina Sierra y Julia Enríquez.
III
Pasadas las 20, en las catacumbas simétricas que hacen de camarín, Marilina Bertoldi se divierte con las coristas de su banda. Están relajadas en los sillones, mientras sobre la superficie el GRL PWR se agita fuerte con las rimas de Ana Tijoux. Desde bien temprano, cada una de las menciones de su nombre desde el escenario principal resultó en una potente respuesta por parte de la gente. La primera ocurrió durante la charla de Barbi Recanati y Gabriela Borrelli. “Marilina es la reina del rock”, dijo su colega y amiga, al abordar el protagonismo de las mujeres en una nueva configuración de la industria musical.
Esas manifestaciones espontáneas de las pibas que colmaron el festival no fueron presenciadas por Maru, quien sobre el mediodía estuvo probando sonido para luego partir al hotel junto al resto de la banda por un poco de descanso. Esta noche, luego de la fecha rosarina, tampoco habrá mucho lugar para el descanso: a las 5 AM parte el micro del tour hacia Capital Federal. El jueves la rutina fue la misma en ocasión de la fecha cordobesa del convocante festival. Unas pocas horas de sueño luego del concierto que concluyó con un crowdsurfing y a la ruta otra vez.
En su jardinero full denim, vaso en mano, propone ir a fumar afuera. Pero antes es fundamental hacerse con un encendedor. La mujer que escribió canciones como “Incendios”, “Fumar de día” y lanzó discos como Fuego al universo y Prender un fuego no tiene lumbre. “Ni lo digas, no tengo, te juro. Totalmente, sé que es un chiste”.
Subiendo las escaleras, pasando la trastienda del escenario, Bertoldi le explica a la seguridad que custodia la puerta que sale a fumar un rato, que ya vuelve.
En la calle, el fresco de la noche se percibe renovador, en contraste con el calor interior del Galpón. Con algunas pocas personas caminando hacia el ingreso principal, todo luce en calma. Sentada en posición de loto, Bertoldi dispara “re falta para el reci, aprovecho para armar”.
Un throwback sobre la última vez que Marilina se presentó en el Galpón de la Música (abril 2017), muestra una sala con una multitud de alrededor de quinientas personas conformada por fans de Connor Questa que acompañaba a su artista favorita en la -por entonces- recién conformada etapa solista. Era el mismo público que agotaba las fechas en el desaparecido Pugliese, un fandom siempre fiel a la joven sunchalense que seguía evolucionando en una carrera sin ataduras ni obligaciones.
A finales del año pasado, Maru copó el teatro Vorterix ya con las canciones de Prender un fuego bien escuchadas. La sala de calle Salta no le pesó a Bertoldi y su grupo, que supieron encontrar la vuelta al sonido problemático de caja de zapatillas Converse que siempre caracterizó al lugar. Esa noche, en el público se reconocían las mismas caras de siempre más un importante porcentaje extra de público nuevo, evidencia lógica de un periodo de creciente popularidad.
Desde el escenario de Vorterix, Bertoldi se mostraba entonces en un estado de transformación: enfundada en una camiseta de Boca, la frontwoman dejaba su guitarra como compañía estática sobre un pie a su derecha y se reclinaba ciento por ciento en su banda. Dando un certero paso adelante, se adueñaba por completo del escenario, caminandolo con autoridad, bailando, saltando, jugando. Esa exploración se fundaba en una comodidad recién desarrollada; un nuevo rol donde se sentía suelta y potenciada. La guitarra, de lado pero no olvidada, apareció por unos minutos para el solo de “La casa de a”. Fue un momento celebrado por aplausos y gritos histéricos, generando un microclima dentro de la canción y de ese trayecto del recital. Ese tipo de detalles (y otros que mejor no spoilear) eran la prueba fehaciente que Bertoldi venía trabajando las posibilidades de evolucionar sobre el escenario, llevando al público en su viaje transformativo.
Ahora, en el GRL PWR la audiencia es una sola, con fans de todas las épocas y diversas edades. Están aunados en una completa actitud de entrega por la Bertoldi del presente, diferente a la de ayer y distinta a la de mañana. Sobre el escenario, Bertoldi ya no explora, es dueña de todo el recinto. Se mueve, camina, canta; mientras tanto, está pendiente de cada detalle de su banda, de la iluminación y del público. Es una sola, pero está en todos los aspectos.
Desde 2018 la guitarra no es punto de partida para Marilina. La viola quedó atrás. No es prioridad al momento de componer así que tampoco es la herramienta principal sobre el escenario. La dinámica, tanto del show con banda como del solo set, es indagar los escenarios, cubrirlos desde otro lado, atacar dejando de lado el camino más obvio.
“La guitarra está corrida desde el vamos”, explica Bertoldi. “Totalmente”, agrega acompañando con ambas manos, sin dejar dudas. “Me pasó de ir a ver shows y los que más disfruto son de los artistas que eligen los momentos para tocar sus instrumentos. Generan ese misticismo. Este disco es un poco más movido, lo quiero bailar. La guitarra me pone en un lugar medio atado. Y ni hablar que no es mi primer instrumento. Me pasa que me tengo que concentrar mucho, re pienso cada paso porque quiero tocar bien. Prefiero que lo haga alguien más que esté dedicado a eso. Yo toco mi solito, que es lo que más me gusta, los audios y ya, me olvido. Ahora que puedo pagarle a un músico más para que esté ahí ¡vamos con la empresa! “
– Estás atravesando un periodo de transición en cuanto a la convocatoria. Siempre preferiste los lugares cerrados para potenciarte mejor con el público. ¿Cómo se siente pasar de Niceto a fechas con miles de personas en los festivales? ¿Sentís distancia?
– No siento distancia. Siendo sincera, mi objetivo no es tocar en un Luna Park o lugares así de grandes. Me gustaría tocar en algún lugar un poquitito más grande, sola, como para ver ese show; explorar y desarrollar ese tipo de show con luces, escenario y sonido. Vengo disfrutando e investigando. Me gusta lo más íntimo, de una que lo prefiero toda la vida. Estoy en un proceso de transición, sin dudas. Esa transición me la dieron los festivales, tengo que aceptarlo. Yo siempre estuve medio en contra de los festivales y esta época fue como “OK, voy a empezar a meterme en estos lugares donde me están llamando”. Obvio que te resuelve un montón de cosas de producción, es un alivio. Te conectás con otros músicos, con otros públicos. Eso es muy importante, también. Pero definitivamente quiero volver a a la producción propia. Me parece que es increíble poder elegir las bandas con las que tocás y compartís. Más allá que en los festis siempre medio que estás exigiendo ver qué grilla hay, ver quién toca. Los festivales te dejan siempre una sensación de ser un poquito una más en una situación, quiero ser algo distinto, llevar todo. Ya vendrán épocas de eso.
Así como cada nuevo álbum se despega del anterior, el repertorio de Bertoldi siempre está en estado de reinvención. Es tanto un acto reflejo inconsciente como una regla personal: cuando se aburre, cambia. Mantener los shows atractivos y dinámicos es un principio que se mantiene a rajatabla pensando en el otro. Con Maru no hay posibilidad de caretearla. No hay chances de fingir alegría, diversión o alguna respuesta conformista.
Además de su obra musical (con su catálogo solista y de proyectos anteriores) parte del magnetismo de Bertoldi reside en su personalidad. Es una mujer elocuente, de palabra justa, siempre frontal y con una capacidad de análisis abrumadora basada en su empatía y sensibilidad. Es cálida e histriónica; divertida cuando se pasa un rato con ella.
Esas cualidades parecen ser una armadura donde subyace su personalidad introspectiva; una mujer de silencios prolongados que se moviliza entre sensaciones e instinto más que por la expresividad de sus sentimientos.
Traducir esa procesión para convertirla en música es parte del desafío que se presenta al momento de encarar un nuevo trabajo. Cada uno de los lanzamientos solistas de Bertoldi poseen un idioma personal que va cambiando disco a disco. Es la evolución propia de una artista permeable a su curiosidad insaciable.
Esa constancia por los descubrimientos, por encontrar un equilibrio entre nuevos sonidos estimulantes y lo que aflora de su interior, hizo de su cotidianeidad un laboratorio donde la curiosidad tiene piedra libre y se rige bajo la premisa libertaria del vale todo. Bertoldi busca para expresar; investiga hasta saber qué decir; indaga hasta saber con certeza por qué dice eso.
Algunos pantallazos de esa vida casera que Bertoldi deja entrever por las redes muestran una cotidianidad de laboratorio casero; imágenes de un mini arsenal de instrumentos, equipos y cables que ocupan parte de su rutina. Postales hogareñas de una curiosidad non stop por herramientas, sonidos y procesos que van descubriendo nuevas formas y procedimientos musicales.
En los últimos años, simplemente jugando sin un fin determinado, Bertoldi movió el punto cero de sus canciones. Dejando de lado el piano y la guitarra, sus herramientas iniciáticas, empezó a construir desde bases de batería y bajo. Desde ahí fue armando Prender un fuego.
Sabiendo que la única constante es el cambio, en los últimos diez meses el procedimiento de construcción volvió a cambiar, ahora dejándose llevar por una fascinación por los sampleos. Ese trabajo tendrá estreno pronto, según aclara Bertoldi, pero algo de eso ya se manifiesta en varias formas. Una de ellas es el solo set que está presentando con una frecuencia intercalada entre festivales y presentaciones de Prender un fuego.
Batería, guitarra, loops, voz. Ella sola y un montón de aparatos encantadores sobre el escenario; una artillería que ofrece una perspectiva apreciativa de la capacidad evolutiva de Bertoldi; un army of me que deconstruye su catálogo reciente, posibilitando oxigenar rutinas y huyendo de lo repetitivo.
“Aburrirse no es opción”, sentencia, de manera rutilante sin necesidad de agregar más. Sin embargo, lo hace, cigarrillo apagado en mano: “Para quedarme cómoda no sirvo. Capaz que sí debería bajar un cambio, pero ¿para qué? No quiero apostar a una fórmula, a sonreír y hacer mi gracia, lo que se espera de mí”. Pide fuego, otra vez, antes de terminar la idea: “No le sirve a nadie, tampoco, seguir una onda solo porque sí. Esa inercia hay que cortarla”.
Para Bertoldi cada nueva etapa es sinónimo implícito de cambios. Cada disco es un proceso de cambios internos necesarios para lograr algo nuevo. Encarar la composición tanto musical como lírica de un nuevo álbum es una crisis interna para saber comunicarlo. Las canciones son su momento de decirlo todo. Ese todo tiene un énfasis especial porque ella se reconoce como una persona que se guarda mucho, que no exterioriza. Cada periodo de composición tiene algo de diálogo interno; de Maru escuchando a Maru, de sorprenderse, a veces.
“En Prender un fuego hay un hilo que son los moods, creo. Después cada canción es un mundo diferente al anterior. Hay sensaciones precisas, hay rabia como puede ser “O no?”. Se trata de exorcizar la impotencia, de ya no aguantar más”, observa.
Las canciones se van armando en soledad, buscando el punto específico sugerido por la espontaneidad, nada de andar obsesionandose de manera quisquillosa. Más tarde se suman sus colaboradores de confianza al proceso, siendo Brian Taylor el primero en escuchar las novedades.
“En el disco las canciones se fueron descubriendo a partir de bases de bata. Siento que fue liberador arrancar desde ahí. Por eso el groove es tan protagonista de todo el disco, casi la única constante”, detalla.
“Todo fue surgiendo con naturalidad. No hubo apuro ni hacia el final. El disco se anunció con título y arte aunque todavía nos faltaba. Sumé tres canciones después, pero aún así no hubo apuro”, confía.
– Laburando en casa, demeando y experimentando en comodidad. ¿Cuánto cambió cada canción desde la maqueta a la versión definitiva?
– En este último disco me permití dejar las maquetas más presentes. Para lo que se viene ahora estoy usando mucho más samples. Amo los samples, no puedo creer lo que descubrí. Me zambullí. Siempre me gustaron discos muy sampleros tipo Bocanada. Es EL disco, está todo bien. Me gustan esos audios. Como lo hifi fue hace muchísimo, como la identidad que tienen ciertos audios que no los podés tocar mucho y que nacen de una situación están tocados de una manera, en alguna situación determinada, hay solos que los dejamos tal cual. Todos mis solos están tocados de maqueta y directamente de línea. Hablando más específicamente del audio, eso me empezó a gustar mucho. Las violas son de línea, la mayoría. Muy pocas pasadas por amplis. El audio de línea, todo por línea. Es un audio para empezar a resignificarlo. Hay algo como de home studio que es muy de esta época. Es hermoso todo lo que empezó a pasar con eso. Todas las posibilidades de las nuevas tecnologías; los nuevos precios que hay y todo lo que eso posibilita. Los plugines, los VTS, todo hermoso
IV
En su banda Panza, Mariana Bianchini cantaba “Yo no soy tu puto payasito”, dejando en claro que no iba a interpretar el papel que la sociedad esperaba de ella. Con Prender un fuego y todo el camino que siguió al celebrado disco, Marilina Bertoldi hizo un elocuente manifiesto expresando lo mismo que Bianchini afirmó unos quince años atrás.
Lo seguro se hace a un lado. Las fórmulas esperadas por los demás no tienen importancia. Lo complaciente se patea lejos porque siempre se busca incomodar. No quiere ser condescendiente con su música, mucho menos con ella misma. Busca movilizar.
Se escapa de lo fácil, mostrando cero interés por sonreír o bailar el ritmo que la industria le propone. No le da lo mismo todo.
¿Qué son las encuestas? ¿Qué resultados arrojan en décadas de votación? ¿Quiénes votan? ¿Cuál es la cara de lo que no se vota? ¿Cuál es el legado que invisibiliza y por qué? Bertoldi eleva esas preguntas en cada oportunidad que tiene. Bertoldi se planta. Con humor, carisma y filo dispara esos interrogantes, sin desperdiciar oportunidad.
Con los pies en la tierra y la certeza de su tiempo y lugar, Marilina sabe que es una habitante más de una burbuja donde se está gestando el sacudón social y político más importante de las últimas décadas. Es una revolución de ahora, un fuego de hoy.
Bertoldi es una artista en crecimiento en medio de lo que siente como un periodo de fuertes contrastes: el movimiento feminista y la certeza de un paradigma en transformación, por un lado. La contracara es un gobierno neoliberal que cercena libertades con impunidad y hunde a la población en la miseria.
Acompañar su arte con un mensaje bien articulado y claro es una de las principales responsabilidades de Bertoldi, que poniendo cuerpo y voz aprovecha cada oportunidad para abrir la discusión y amplificar las problemáticas de una actualidad urgente.
La consciencia y la responsabilidad sobre un presente que la tiene como protagonista aparecen con frecuencia al conversar con Bertoldi. Esa frecuencia parece nacida de una charla interna, una conversación mental que se reitera una y otra vez adentro suyo, a veces generando ruido e impulsando nuevas formas de catarsis. Pareciera que, en ocasiones, las canciones no son suficientes, ni tampoco hay suficientes recitales como para descargar las energías. Hay que saltar e ir por más.
– Recuerdo que hace dos años, en ocasión de Sexo con Modelos, me dijiste que lo más probable es que hicieras dos discos más y chau, querías dedicarte a lo audiovisual. Hoy planeas un siguiente paso muy diferente al Prender un fuego ¿Por qué siempre la idea recurrente de correrte?
– Siempre tengo ideas muy estúpidas. Nah, no es estúpida, pero imaginate que ahora tengo otra. No lo puedo decir porque la voy a hacer. Es una deformidad total. Pero sí, es cierto lo que señalás. Quiero moverme. No me vuelve loca la idea de ser yo la que esté sacando un disco cada dos años. Me parece medio agobiante y cansador. Me gusta cuando el artista desaparece un tiempo, se toma un tiempo para vivir, escribir sobre eso. A medida que vas creciendo, las temáticas empiezan a ser otra. Tenés que permitirte hablar de otras cosas. Crecer con tu público es, me parece, muy importante. Experimentar es fundamental. Siempre estoy cambiando el estilo, las producciones. Obviamente siempre estoy investigando. Ya estoy componiendo para algo que seguro voy a sacar. La verdad, de más grande me veo haciendo otras cosas. No me veo haciendo exclusivamente música. Me gustaría relajar esa parte, lo máximo posible, para que sea esa foto de mi vida, que cada tanto va a estar ahí. Además hay algo de lo que cada día estoy más consciente: mi rol en este movimiento es darle ese lugar a otras artistas. Está bueno que no siempre sea yo la figurita.
– Pero hay una responsabilidad en ese rol, creo. Como dijo el tío de Peter Parker, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Ahora que estás preparada es momento de correrse?
– No, me queda un poquito más. Todo lo que está pasando es una bola de energía inexplicable que no puedo terminar de plasmar. Creo que algunas decisiones ya no pasan por mí, es un momento en el que tengo un gran poder, una gran responsabilidad, viene bien lo del tío. Es un momento que voy viviendo como lo siento. Todo el tiempo estoy hablando de feminismo porque es lo que más me enseñó en esta misma época. Todo esto es más grande que una. Entender eso es lo principal. Es más grande que yo y lo que me está pasando. Todo esto lo tengo que usar bien. Cada vez que tenga un micrófono enfrente, cada vez que me dan un premio, lo que sea, hablar de algo, decir algo. No quedarme en el gracias CAPIF por este premio, tipo chupamedias. No, está todo mal. Lo voy a decir. Ésto está mal, no está bien. Hinchapelotas, así. Este festival medio que surge a partir de una boqueada mía. Ojo, no me hago responsable de la persona que gestionó todo esto que es un animal, tremendo todo. Está bueno usar ese espacio para ser parte del cambio que una quiere hacer. Para mi, artísticamente, lo repito, el artista que se renueva, el que se da un tiempo, el que no es adicto a su imagen en los diarios, a siempre estar presente, uhh, éste chabón sigue sacando discos y no pasa nada. No quiero que pase eso con mis discos. Realmente, si digo algo, quiero que sea porque se necesita. Sino, me lo quedo yo, listo. Componer voy a componer siempre. Me puedo armar discos yo, tener una discografía personal mía. Además eso me parece re divertido. Ya tengo videitos así. Te juro. Subo los que más me gustan, después los bajo. Tengo mi serie de videitos pelotudos, es lindo tener tus cosas para vos. Ahora nos acostumbramos a que todo es público. Estás acá haciendo algo y sale storie, público. No, guardemos algo, es lindo el misterio.
– Al momento de tener un micrófono periodístico enfrente podés relajarte o cada oportunidad es buena para comunicar?
– Siempre. Porque posta siento que es más grande yo. No puedo no verlo así. Me alegra que me haya tocado en este momento. Siento que el hombre puede estar mucho más relajado en esa situación. Te empiezan a pasar cosas y podés sentir más tipo ok, gracias, qué sé yo, listo, la paso re bien, fotito mía acá con los pibes y hablar de mi música y listo. Nosotras estamos en una lucha que no puedo evitar mencionarla, es todo más grande. No se puede bajar la guardia.
– ¿No te parece que el único rock posible en la actualidad es el feminismo? El deseo de romper lo establecido era el motor del rock. Hoy solo el feminismo tiene ese deseo, a su lado el resto de las bandas de terminan siendo un ejercicio de estilo y puros lugares comunes frente a un movimiento que verdaderamente busca un quiebre.
– Todo está buenísimo. Vengo pensando eso mucho eso. Lo charlo con mi gente. Está bueno tener la oportunidad de profundizarlo más específicamente. Cuando apareció el rock fue la contra. La voz de los que no tenían voz; se hablaba representando a una juventud que no encajaba en cómo debía ser en condicionamientos y distintas situaciones. Eso ya trascendió y no es específico del rock, es una actitud que persiste. Hay artistas dentro del trap que la están rompiendo, están diciendo cosas. Hay artistas dentro de cualquier género que están tirando data valiosa. Dentro del pop hay artistas que fueron rompientes, cosas muy muy zarpadas que le quemaron la cabeza a la gente. Incluso Madonna fue algo así. ¿Más rock que ella? Olvidate. Hay artistas diciendo y mostrando cosas distintas. Me parece que por más que un hombre hetero-cis quiera subirse al escenario y romper con algo, nunca va a poder generar lo mismo que una mujer subiéndose al escenario. Ni hablar de una disidencia. Ni hablar de una trans que cante un tema. No importa qué haga, ya rompe con algo porque no estamos viendo eso en el centro de atención, en el foco del escenario que es ese lugar de exposición y entender cosas, de conectar con otras voces. Me gusta ser parte de eso porque también me educa de otra forma. A mi me hace entender mi situación y abrazarla, quererla, y exponerla con orgullo. Es algo que nunca viví de este modo. Siempre viví bien mi sexualidad pero muy en privado, como algo que no tenía intenciones de estar hablándolo porque no encontraba una forma respetuosa de hacerlo. Ahora entiendo la importancia, ya trasciende a mí. Pienso en pibas que están en la misma situación en la que yo estaba cuando era más chica y no tenía nadie con quien hablar. Yo no sabía qué era una lesbiana. Para mi lesbiana era una mala palabra. No sabía cómo ser lesbiana. Es muy loco lo que genera la necesidad de tener referentes…ideas…si no lo ves, muy poco probablemente lo puedas hacer. Creo que va por ahí.
V
Marilina Bertoldi nació en septiembre de 1988 y creció en un mundo donde lo digital iba conformando un nuevo panorama comunicacional en el que las distancias entre artista y público se borraron, eliminando la necesidad de discográficas como agentes intermediarios.
Compartir sus canciones crudas por YouTube fue una de las primeras acciones de una jovencita Maru, hace más de una década. Desde entonces esa relación siempre se mantuvo activa generando un prolífico feedback entre artista y público. Luego de sus canciones y conciertos, la Internet ha sido el medio predilecto de Marilina para conectar con una audiencia y el resto del mundo que está ahí afuera.
En contacto directo con una audiencia igual -o más- hiperconectada hay una diferenciación en el uso puntual de cada medio. Facebook es para informar novedades, fechas y contenidos de prensa. Instagram, de manera orgánica, igual, pero con una mayor complicidad cotidiana, además de la posibilidad de usarlo en comunicados o descargos o lo que dicte la espontaneidad.
En Twitter, otra herramienta de uso bien personal, Bertoldi comunica los contenidos relacionados a su música, así como también chistes y ocurrencias varias. Pero por sobre todas las cosas, Twitter es una herramienta ágil para compartir información ante cualquiera que esté dispuesto a leer más allá de cercos mediáticos o agendas definidas desde arriba. De la misma forma, ante cada oportunidad, micrófono, grabador o cámara que se le presente para amplificar el mensaje, su cuenta de Twitter permite la circulación de información sobre diferentes problemáticas que ocurren por toda la extensión argentina.
Lejos de mantenerse a un margen sin ofender a nadie y sin miedo alguno porque sus declaraciones o posturas la dejen afuera de un circuito oficialista de provincia o de capital, Bertoldi no se consagra a la comodidad ni a la tibieza en pos de encajar en la nómina. Desde ahí abre fuego con opiniones sinceras y bien directas, extendiendo el panorama sobre que lo sucede en Felicilandia.
“Con Macri me pasa que ni lo tengo que pensar. No me se me ocurriría cuidarme en ese sentido”, precisa la cantante. “Él irrumpe los derechos de tantas personas. Siento que estamos viviendo un hermoso momento y lo único malo en mi vida es Macri. Me la baja. Entro a Twitter y comparto. Me parece una falta de respeto silenciarse, no compartir información sobre lo que le está haciendo a la gente. No es un cuestión de posturas que podemos pensar diferente, esto nos está cambiando y arruinando la vida a todos y a todas, de manera rápida y violenta. Nadie pensó que iba a ser de manera tan veloz. Me parece que es una falta de respeto no compartir información, es como decir cuidado, fijémonos en lo que está pasando. Además, sinceramente, no tengo ganas que en mi público haya macristas. No tengo ganas de lidiar con esa gente. Quiero hablar y discutir con gente que piensa como yo, construir desde allí. Se sigue enfocando en la grieta, en que está todo dividido en dos, pero es algo mucho más profundo que algo político de Peronismo o Cambiemos. Es otra cosa. Es cómo te parás frente al otro.
– Es empatía y conciencia de clase. Poder ver y sentir más allá de uno o de su círculo. Quién te representa, cómo se piensa un proyecto de nación en un contraste tan salvaje como el de nuestro país.
– Totalmente. Es una cuestión de empatía. Hoy es Macri, pero es la manera en que nos paramos cada día. No merece nuestro silencio, mucho menos nuestro conformismo. La verdad, cero ganas de estar tocando en un lugar donde el Macrismo tenga redes. Al mismo tiempo pienso que esos lugares en Capital Federal o Provincia son nuestros. Hay que estar ahí, reclamarlos. Es diferente al chabón privado que dice pelotudeces y hace un festival. Ahí no me quiero meter, ya. Que hagan su vida. A los espacios públicos hay que reclamarlos, son para todos nosotros, hay que tomarlos. Me parece super fundamental expresarse, compartir data de lo que sucede por todo el país. El artista que, sin importar su relevancia, habla claro con su público y blanquea su opinión y sentimientos, me parece perfecto.
– En los últimos quince meses venís viviendo una exposición enorme. Es mucha la gente que descubre tu música y se acerca, a veces, no conociéndote a fondo. Cobain escribió “In bloom” sobre ese periodo en que todo se volvió enorme desdibujándose hasta el punto mismo en que a sus recitales caían rednecks, jocks, gente en las antípodas de lo que él expresaba. ¿De qué manera se vive todo esto?
– El tema de la masividad no me interesa mucho. Realmente no me seduce la idea de alejarse del anonimato. No me gustaría que me reconozca un tachero o la gente por la calle. Espero que no me pase. Quiero seguir yendo al chino a comprar algo en ojotas y medias. Real. Me gusta ese plan. Que me conozca la gente que me tiene que conocer. Quizás me equivoque, ojo. Creo que lograr mayor masividad se debe, principalmente, a dos situaciones que rara vez se dan: mientras más cosas callás, más empatizás con muchas más personas. Cuánto menos decís de ciertas cosas más estás sintonizando. Otra que puede pasar es que justo des con una ideología masiva y estés pegando con todo. Eso habla muy bien de un espacio y tiempo, de la gente, de la cultura. Pero no está pasando eso, siento que no somos mayoría. Siento que es una burbuja que está creciendo y creciendo y espero que en algún momento explote hacia todos lados. Ojalá que todos los géneros tengan un compromiso con el cuidado del otro. Es eso. Es querer al otro. Así de simple. Todo bien, vamos a bailar, vamos a cantar de esto y aquello, pero te están cagando. Todo lindo, pero nos están cagando, a vos y mí. Sabelo. Sigamos con el show. Es muy grave lo que está pasando. Es muy radical el daño que se está haciendo al país. Esto nos va a afectar por muchos años.