POP DEL FUTURO Y DEL PRESENTE: UNIDOS POR EL SONIDO

En su primera edición, el ciclo Pop del Futuro y del Presente celebró la comunión musical con Gladyson Panther, El Club Audiovisual, Los Cristales y Las Aventuras.

Sábado a la noche, se abren las puertas del evento. Todavía es temprano: gran parte de la población está apenas digiriendo la final de la Copa Libertadores que se extendió con la prórroga, otro grupo de gente se tarda un poco paseando por la Feria de Colectividades que se realizan a un par de cuadras del Galpón de la Música, y otros se ven atrasados por las vicisitudes diarias y el cuelgue. Bajo esta dinámica ya conocida de los recitales (donde a veces el show empieza horas más tarde que el supuesto horario de inicio) el festival abre con tranquilidad, recibiendo a los curiosos tempraneros en un ambiente chill.
Adentro, suena en los parlantes un megamix de música electrónica, seleccionado por Gladyson Panther junto a Lusio, música con rítmicas aceleradas al estilo drum and bass y con melodías lo-fi que generan un ambiente ambiguo de relajación y energía. A un costado del escenario, se proyecta Polémico Afecto una muestra de pinturas hechas por Sweet Jocelyn, artista argentina radicada en Berlín, cuyas obras de colores vibrantes y de estilo fauvista atraen las miradas de quienes van llegando. A un par de metros se encuentra también una instalación artística hecha con televisores de tubo y monitores viejos, junto a una cámara. La imagen que la cámara (similar a las de seguridad) capta es transmitida en el momento por las pantallas, cada una con cierto efecto de distorsión. Es una especie de espejo electrónico, pequeño detalle que suma al entorno y que en los interludios del evento recibe a varias personas. Al lado, está el stand de merch, donde se pueden conseguir remeras, discos, fanzines de las bandas y hasta casettes con el diseño del festival. En época de difusión digital de la música, lo analógico se vuelve objeto de colección. Cada artista de este festival tiene su forma de proyectar su arte hasta en los mínimos detalles, en lo complementario. Así se verán los distintos elementos decorativos y ambientales en la presencia de cada banda, en la escenografía y en las visuales proyectadas, pero antes, y como último paso previo al show es menester visitar la barra que vende cerveza artesanal, amargo obrero y una deliciosa sangría en happy hour. Vaso en mano, aclimatado, el público registra a los integrantes de la primera banda subir al escenario y comprobar la afinación, tocando un par de notas comunicándole al público “Vengan, que esto empieza”.

La primera banda en subir es Los Cristales, grupo que después de muchos cambios de formación y experimentación de distintos sonidos, en esta ocasión se presenta como un quinteto con guitarra, bajo, batería, voz y una clarinetista comodín que por momentos acompaña con la pandereta y con coros, pero que se destaca cuando deslumbra con las increíbles melodías de su clarinete. Todos llevan puestos unas cintas con la inscripción “LC” en el brazo, al estilo Charly García con su icónico “SNM”.
La música empieza con un ritmo movido y unos riffs poperos que amagan a ser alegres pero que contrastan con las letras de tono melancólico, más notable en las canciones que hacen de su último EP Popstal (presentado en 2022), del cual la banda alguna vez dijo que tiene temas bastante “para arriba”. En cambio, cuando tocan material de su álbum El Valle de Los Espejos (2018) la cosa se torna más oscura e íntima. La voz de Pablo Holsman (vocalista y líder del proyecto) refleja esa dualidad con su tono y forma de cantar que combinan la diversión con lo sentido de las palabras. La canción «Talismán» arranca con melodías tenues, se intensifica en el estribillo y explota hacia el final con distorsiones y la voz al máximo cantando “Quisiera que hoy no me hables / Quisiera destrozar, destrozarte antes”.
En una pequeña pausa entre tema y tema, agradeciendo al público presente y tomando un poco de agua Holsman toma la posta y dice “Nunca más y con Milei a ningún lado” “Esto peligra, y esto es hermoso” (textual). La gente aplaude. En la tensión de un año electoral y de los miles de problemas que nos rodean, la reunión a través de la música es un lugar de refugio y de resistencia. A pesar de las diferentes posturas, hay unanimidad en las personas que forman parte de esto.
Sin más dilaciones, Pablo también agarra una guitarra para potenciar aún más el sonido y sigue el show. “No existe la vanguardia” empieza diciendo en «Martha Vickers», de tono un tanto más indie y suave, con un espléndido acompañamiento de los coros. A continuación presentan Isla de Cristales, el primer (y hasta el momento único) single publicado de su próximo disco El río fantasma, con un sonido mucho más electrónico. A diferencia de su versión de estudio, donde todos los instrumentos son sintetizados, en el vivo la fuerza de las cuerdas y de la batería le dan un mayor cuerpo a esa instrumental techno. Incluso al clarinete se le suma otro viento tocado por el guitarrista, una zampoña que añade cierto matiz andino a la ecuación logrando un contraste muy original.
Los Cristales es una banda que navega amplios mares sonoros, yendo desde el surf y el garage, hasta intimistas baladas rock con música electrónica ambiental, sin abandonar una lírica propia cargada de símbolos: talismanes, caleidoscopios y espejos reflejando amores nostálgicos. Su camino es dictado por el cauce del río musical que los lleva hace tantos años por diversas búsquedas, cambios de formación y de sonido. Lo resaltable de esto, además de su naturaleza, es que la banda logra hacer parte al oyente de esos cambios, nos invitan a experimentar con ellos, a bailar pero también a conmoverse. Después de un show muy completo, anuncian “Nos despedimos dejando una falta” y tocan como último tema «Falta», canción que sigue esa lógica in crescendo y revienta en un colchón de distorsiones, gritando como mantra “Siempre te hace falta y es / por eso que haces lo que haces”. La búsqueda sigue y la noche recién empieza.

22:30: El Club Audiovisual conecta sus equipos. De fondo se proyectan visuales sencillas con el nombre de la banda en una tipografía estilo VHS. Hay mucho de estética vintage y retro en esta banda. Delfina, la cantante y bajista, cuelga una bandera LGBT del escenario asumiendo, de nuevo, una postura frente a la situación social que atravesamos. El gesto, además, deja saber que no se olvida que en Buenos Aires está ocurriendo la Marcha del Orgullo. Un guitarrista porta una Telecaster y el otro una Jaguar, modelos que para los entendidos son premonición de que el sonido que se viene será intenso y cargado de efectos. Así empiezan a rasgar sus guitarras lentamente con distorsiones que van creciendo y construyendo una pared de ruido. La gente se acerca enérgica y empiezan a tocar «Qué más puedo hacer?». Oscilando entre el grunge, el dream pop y el shoegaze, manifiestan los padecimientos de la juventud, la inconformidad, la incertidumbre. “Qué más puedo hacer si todo me sale tan mal?” se preguntan rockeando. Después tocan «Hoy quiero hacer lo que me gusta» donde el estribillo (igual al título) parece responderle a la canción anterior: ante las dificultades y los problemas, la mejor respuesta (quizás la única) es hacer “lo que nos gusta”, y esto va más allá del hobbie, es un mensaje de fomento al arte joven, es una invitación a la comunidad que se enmarca de forma precisa en este festival. Invitan al escenario a Efe, guitarrista de Gladyson Panther, quien se suma a tocar un tema con ellos. Tres guitarras eléctricas desquiciadas desarrollan riffs psicodélicos y repetitivos al estilo de Sonic Youth y explotan en solos agresivos.
Después de tal demostración sonora, se da el contraste más grato, tocan «Una canción de amor» su hit popero grabado junto a OddMami, que cuenta con samples de sintetizadores retro y guitarras afiladas. Sus melodías pegadizas y esa letra cargada de ternura son abrazadas por el público que baila coreando y saltando.
Empiezan a despedirse con la canción «Solo un momento» inundando la sala de melancolía. La guitarra principal se desgarra en un solo hipnótico, la gente revolea la cabeza al compás de la música. Las distorsiones alcanzan su máximo, dieron todo lo que tenían y dejaron a la gente con la cabeza volada. El Club Audiovisual contiene en su esencia el punto justo de reinvindicación noventera y de sonido moderno. Sus canciones energizan a los oyentes más pasivos y dejan “de cara” a los rockeros más desconfiados.

Mientras Las Aventuras arma, se empieza a reproducir de fondo un videojuego, Crash Team Racing. Entra un hombre con una caja en la cabeza con una cara dibujada, y con el joystick en mano se pone a jugar mientras el resto de la banda se acomoda. Los detalles performáticos que hay en cada presentación de Las Aventuras siempre sacan unas cuantas sonrisas entre el público y llaman la atención. En un fuerte compromiso conceptual, los personajes de Las Aventuras salen de los fanzines y suben al escenario, se vuelven parte del show.
Con las luces bajas empieza a sonar una intro bien atmosférica que da paso a «Tiene Sentido» como primer tema. Tocan también «Encendedor» y «Sombra». Las Aventuras trae al escenario una sensibilidad minusciosa. “Solo resta el accionar” canta Marco, frase que le da nombre a su disco debut Resta el accionar y que impulsa la actitud de sus canciones. De fondo, el gameplay de Crash… es cambiado por unas visuales caricaturescas y psicodélicas.
Después tocan «Merienda» canción que con su solo al final logra animar al público a empezar a armar algo de pogo, aunque mucha gente disfruta de la música atentamente sin meterse. Entonces suena «El Perro» y la gente se suma al coro con euforia. Esa letra minimalista y de una temática tan simple logra llegar a todos por igual, divirtiendo y conmoviendo por igual. Sigue en el repertorio la relajada «Quedan Rayos». “Última” anuncian y entonces tocan «Está rota», un último descargo de energía que empieza con un arpegio de sintetizador acelerado, que relaja en un corte y dicta “ayúdame a encontrar un lugar”, entonces explota el outro con una voz distorsionada repitiéndose “No, no lo puedo creer, no me podés ver, no te puedo ver a vos” con una intensidad que aumenta hasta que desaparece de golpe en el silencio.
Hay un bonus track. El happy hour de sangría activa a una juventud que poguea bajo luces rojas. Explota el tema, un guitarrista patea al otro, desde el piso la guitarra da sus últimos gritos. Las Aventuras vuelve a dejar huella.

Promediando la jornada, sube a escena la última banda de la noche, la anfitriona. Gladyson Panther vuelve a presentarse con formación completa después de haber sacado su disco Tengo mil amigos con el cual giró en formato electrónico. Quizás el más experimental de los artistas del festival, apuesta en esta ocasión por una impronta rockera, punky. Arrancan el show con la canción «Mefisto» y para la segunda canción, «El que dice la verdad», invitan al escenario a Milo Salvatierra, quien se suma con su saxo. Aunque durante algunos segundos y por dificultades técnicas el saxo no se escuchaba, rápidamente se acomodó llenando de cuerpo esa canción. Le sigue «Lo que no me dijiste», rock sónico melancólico y romántico. Luego tocan el single Black Alien por primera vez en vivo (de manera oficial), reciente lanzamiento de Gladyson en colaboración con Cyberangel, quien no pudo estar presente. Continúa con «Traicionad4» y «Anoche soñé con vos», explotando de la manera más curiosa su voz con efectos de modulación y distorsión. Gladyson usa su “voz de ardilla” (como él mismo le llama) como insignia. No se trata de una cuestión de afinación, no es un clásico “autotune”, me atrevería a decir que por el contrario es un anti-autotune, es la herramienta forzada hasta la exageración para lograr un efecto creativo, distinto. Lo logra. «Me Odian» sigue en ese camino, con una instrumental acelerada al estilo breakcore, pero ahora con guitarra distorsionada, bajo y batería, adopta una actitud más punk.
“Vamos a hacer Courtney Love, a la gente le gusta. Escuchame, no hicieron pogo en todo el día, quedan tres temas” dice Gladyson provocativo, llamando a que la gente termine de animarse y se sume al quilombo. Es cierto que durante el festival fueron pocos los momentos de pogo y no fueron tan intensos, eso no quiere decir que las bandas no hayan logrado captar al público sino que se disfrutó de otra manera. Pero Gladyson sabe que él puede subir la apuesta y espera de la gente tanto como la gente de él. Invitan a tocar a Zona Sur (Iván Jiménez) músico de la banda Gay Gay Guys. Gladyson pide que la gente arme una ronda y entonces explota una de sus canciones más populares y también más desgarradoras. “Quiero que entiendas que yo ya sé que vos sabés: algún día me voy a matar” canta desde sus entrañas.
Se despide finalmente con «Tengo mil amigos», otra de sus canciones banger. Enérgica y protestataria, funciona a la perfección para terminar el show. Después de una ola de emociones, vuelve la inseguridad: “Tengo mil amigos pero ¿para qué? / siento que me odian pero no sé bien”. Gladyson carga con sus experiencias al hombro, lleva años participando de la escena musical sin descanso, acompañado de amigos y músicos. Sin embargo, en esta letra que hasta parece un poco burlona, lo que sale a luz es la inconformidad latente que lo lleva a hacer música, a comprometerse con su arte. El show termina allá arriba, entre distorsiones, platillos y aplausos.


Llega el fin del festival, pasada la una de la madrugada la gente se empieza a retirar. Las mentes se quedan tratando de asimilar toda esa data musical. Se suma una experiencia única, iniciática (el #1 en el título da a entender que podemos esperar más festivales por el estilo). Los cuerpos, cansados, emprenden sus respectivos viajes de regreso. Un zumbido queda sonando en los oídos de quienes estuvieron presentes, consecuencia del disfrute sonoro máximo. Este encuentro logra lo que se propone y quizás más, porque lo que para algunos es juntarse con amigos a tocar para otros es descubrir todo un mundo inspirador de artistas que están dedicando su vida a que esto crezca, dando muestra de la potencia de la música rosarina y de su conexión activa con Buenos Aires, resaltando la creatividad y la originalidad en comunión. Pop del Futuro y del Presente nace de una necesidad imperiosa de expresarse, de crear y de compartir unidos. Unidos por el sonido.

 

Texto de Matías Vazquez  / Fotografía por Kiki Valentini

 

¿Querés más RAPTO? Chequéa nuestra plataforma de podcast con + 100 episodios

comentarios