Flores acaba de publicar Sintomatología, un LP que refleja el malestar contemporáneo del capitalismo con canciones de pop sónico imbuidas en un espíritu post Mark Fisher. Desde Chile, la joven artista comparte su mirada sobre ser música independiente, visibilizar el deseo lésbico y la canción como lenguaje transversal.
A medida que se acerca junio, es menester mirar hacia atrás, tomando algo de perspectiva sobre la primera mitad del año. En Sudamérica, 2024 transcurrió con fuertes contrastes entre países hermanos. Brasil, Chile, Argentina y Uruguay transitan sus respectivos derroteros, con procesos preocupantes, en algunos casos. Con una cosecha cultural que avanza, son varias las voces que reflejan los padecimientos de dichos procesos en la Patria Grande.
Con tanto, no hace falta ponerse ni tan serios ni tan protocolares. Los ceños fruncidos sobran, pero, al final del día, no son garantía de solución alguna. La procesión, a veces, va por afuera, tomando forma de canciones para cantar en voz alta.
Desde Chile, llega el álbum Sintomatología, gestado casi por completo por Flores, también conocida como Natalia Flores, artista nativa de La Calera, provincia de Quillota. Hecho desde la frescura propia de los espíritus jóvenes, el disco se anota entre lo mejor de los primeros meses de 2024, por una fortaleza contagiosa, capaz de canalizar el malestar de un tiempo en canciones que merecen atención. ¿Son canciones de post-adolescencia o son canciones sobre la depresión crónica del capitalismo tardío? ¿Estamos escuchando letras acerca de un sistema embrutecido que se traga todo o simplemente es catarsis por entrar en una adultez imposible de sostener? ¿Es que somos nosotros quienes estamos enfermos o acaso será que sencillamente sufrimos un caso terminal de capitalismo?
Sintomatología es un disco de pop sónico que transita por varias sonoridades usando a la canción como lenguaje universal. Hay ganchos, estribillos, expansión de recursos sin perder el eje fundamental: contar, contener, reflejar, sublimar. La voz grave de Flores encuentra buen cobijo en la espacialidad etérea, algo que captura desde el primer minuto para desenvolverse hacia el final.
Pérdida; dislexia emocional; depresión; informalidad laboral; salarios que nunca alcanzan; la adultez frágil que intenta encontrar algo de sentido en ese sinsentido capitalista cotidiano: desde un lenguaje popero, entre angustia a regañadientes y corazón encendido, Flores intenta decirnos, en clave markfisherista, que todo esto no es un fallo en el sistema, más bien es el sistema funcionando exactamente como se espera.
Afortunadamente, las canciones eluden la bajada literal, permitiendo que cada escucha encuentre su propia dirección. Entre tanto, hay algo especial en lo que dice Flores: no estás en completa soledad, somos varias las personas que estamos en la misma.
Es necesario mencionar que no se trata únicamente de un disco sobre malestares contemporáneos: a través de las 16 canciones el amor está presente de diversas formas. Flores es tan joven como perceptiva. Parece componer a partir de sus antenas encendidas que captan todo alrededor.
Las ruinas de una relación se entremezclan con el sexo; las discusiones probables se internalizan como un monologo loopeado (ya lo digo Charly: “Cada cual tiene un trip en el bocho”). Desde una calidez intimista que se comparte, como susurros cómplices entre amantes que caminan sin rumbo, contagiándose la energía.
Las canciones tienen llegada. Más importante: Flores se revela como cantautora a la altura de las circunstancias. No escapa de los dolores, tampoco del disfrute. Logra un balance correcto: su fuego puede quemar la Iglesia o el Congreso (como Anwandter sueña), o, simplemente, iluminar con canciones animadas cualquier guitarreada playera.
Con 55 minutos de extensión, este disco es atípico para las “necesidades” que sugiere la industria cultural actual, sostenida por consumos rápidos y efectistas. El transcurso del álbum revela arreglos trabajados, nada demasiado ostentoso, aunque se evidencia un proceso de elaboración paciente que no corre detrás de nadie ni intenta encajar.
Sintomatología se editó el 22 de abril. Natalia es autora de todas las canciones, mientras que la producción corrió por cuenta suya, junto a Juan Fernández. Además, Flores se ocupó de las guitarras, los bajos, los sintetizadores, así como también de la voz principal y los coros. Tranqui. Por algo ella misma se define como una workaholic. El camino hacia el disco comenzó hace tiempo, entre procesos que fueron cambiando, permitiendo una apertura estética diferente para la discografía compuesta por La intimidad de los peces y Aporías en el corazón.
A principios de 2024, cuando todavía reinaba el verano, Flores presentó: Tu corazón perfecto, single adelanto que hacía bandera del synthwave en un pop de orgullo e intimidad.
“Es una canción que refiere al synth-pop, al new wave incluso. La canción viene a sumarse a otras que he compuesto respecto a mantener una relación lésbica y lo que eso implica a nivel social. Sobre todo, para aquellas que tenemos una procedencia territorial más de pueblo, donde es mucho más complejo disidir”, explicaba la artista en el comunicado de prensa.
Antes habían llegado los sencillos Marisol y Decidí Levantarme del Suelo, pero con inspiraciones en The Human League, A-Ha, Mecano, Depeche Mode y Javiera Mena, la novedad veraniega se sintió como una carta pegadiza y hasta escurridiza: antes de un LP de sonido más expansivo en el uso de guitarras, Flores nos hacía flotar sobre colchones de sintetizadores de ensueño. Para los oídos atentos, la jugada fue ideal, equilibrando y despistando, pero fundamentalmente generando curiosidad sobre qué estaba por venir.
No hay una fecha oficial para hablar de los inicios de Natalia Flores como música. Empezó entre los 16 y 17 años, aunque no haya más registro que su memoria, o algunas grabaciones en teléfonos ya perdidos en la nebulosa tecnológica.
Tampoco sabe bien cómo fue que empezó. Lo cierto es que, cuando hace memoria, Natalia vuelve hacia unos primeros esfuerzos, intentando sacar Fa mayor, en la habitación de su abuela. Sobre el mismo rastro, la locación cambia: en la escuela, sacando temas de Nirvana. Pero hay otro salto en el tiempo y la memoria, cuando era bien pequeña y asistía a las fechas de la banda de su tío. “Lo miraba tocar con ilusión”, comenta.
“Es difícil saber la génesis de la música en mí, porque a veces creo que somos una unidad. Empecé cuando pude empezar. En cuanto pude componer, lo hice”, afirma.
Buscar a Flores en las habituales plataformas de música arroja resultados varios. Sencillos, álbumes y EPs. Mi sin sentido, de 2020, es la data más antigua que encontramos en Spotify.
En los últimos años viene sosteniendo una actividad musical constante. Junto a su capacidad para acumular canciones, deben destacarse sus formas ocurrentes para comunicar su proyecto sin encasillarse en formalidades ni protocolos. En Spotify su perfil la presenta como “Proyecto solista. Pop-rock dicen algunos, synth-pop dicen otros. Lesbiana dicen todos”. Sello Invisible, label a la que pertenece, la presenta como “prolífica artista de La Calera quien a través de sus melodías pop y letras cargadas de sentimientos y cotidianidad nos transporta a la pista de baile…o a querer romperlo todo”.
Ante todo, inquieta, Flores se perfila como una hacedora de canciones que captura nuestra atención. Ahora, tras la publicación de Sintomatología, llega el momento de presentar la nueva música, de salir a tocarla ahí donde se presente la oportunidad. En esa instancia, Flores estará bien acompañada por una banda completa, lista para tomar la ruta.
“Voy a hacer el lanzamiento en La Calera, Valparaíso y Santiago. Quizás pueda sumar Concepción. Guardo muy buenos recuerdos de Conce”, anticipa.
“Es un privilegio estar rodeada de tan buenos músicos y músicas. Tengo una fortuna muy grande en ese sentido”, comparte con RAPTO. “Estoy preparándome con las dos formaciones de la banda. La antigua y la nueva. Voy a hacer una presentación híbrida. Tocaré como un lado A y un lado B, por decirlo de alguna manera”.
“Estoy verdaderamente feliz de compartir esto sólo con mujeres. Porque necesitamos presencia. Urge que los datos de presencia femenina en la música cambien y pronto”, agrega.
-Ser solista tiene muchas ventajas, como la libertad total de tus movimientos, al igual que las decisiones finales sobre cada canción, videos o producción. Con todo, la responsabilidad absoluta recae sobre vos, lo que a veces puede ser abrumador.
¿Cómo te llevás con esa responsabilidad?
Es complejo, además yo soy bien trabajólica la verdad. Entonces mis niveles de exigencia siempre están a la cresta. Al menos con la música y la gestión me pasa de esa manera.
Es súper difícil en realidad, a veces no me alcanza la plata para hacer prensa, o hasta pagarme los ensayos, cosas así. En un proyecto musical hay mucha pega y esto es algo super poco visibilizado. De verdad es pega componer, grabar, producir, desarrollar un concepto, hacer una propuesta visual, tener un formato para hacerlo realidad en vivo. Es todo un tema. Muy dependiente de lo económico, ciertamente.
Trabajo bien duro para poder invertir en mi música. Aunque principalmente por entregar un buen trabajo artístico. Me gustaría hacer más, pero las monedas no me dan siempre. Además, todas las labores relacionadas a la música, como editores, directores de arte, fotógrafos, ilustradores, sonidistas, todos merecen pagas dignas.
-Cuando llegó Tu corazón perfecto, algunos meses atrás, la sonoridad estaba algo más centrada en los sintetizadores. Sin embargo, cuando se editó Sintomatología, encontramos que persisten los sintes, pero hay un sonido más integral de banda, donde la guitarra tiene relevancia. ¿Cómo se dio eso?
Creo que eso tiene que ver con el avance natural de un proyecto musical. Uno tiende a ir a experimentar otros espacios. Sentí que el synthpop ya lo había manoseado caleta. Pero claro, tampoco lo pude soltar totalmente.
La verdad es que no sé si esto va a llevarme a un disco aún más rockero o me devuelva más al pop. O quizás a otra cosa. Quién sabe. Y sí, me he ido volviendo más guitarrista de guitarra eléctrica con el tiempo. Me está gustando mucho solear. Además, descubrí con este disco, que muchos arreglos de sinte que hacía, a veces podían ser muy bien reemplazos por arreglos de guitarras. En este disco hay, efectivamente, mucha guitarra.
– ¿La visibilidad lésbica se vuelve compleja en ciertas regiones de Chile? Imagino que hay diferencias entre habitar una ciudad capital que algún pueblo o región más pequeña.
Sí, todo se hace más complejo según el territorio que uno habita. Aunque la verdad también tiene otras ventajas. Me gusta vivir en un pueblo como La Calera. No sé si toleraría las distancias y el bullicio de Santiago. Pero si es cierto que pago el pato con otras cosas. Es cierto que en los territorios más rurales hay más homofobia, porque hay a su vez menos diversidad. Quizás un día me vaya. Aunque en el presente prefiero resistir. Aquí se necesita más. Por eso me quedo.
-En Sintomatología se reflejan problemáticas, angustias y padecimientos socio-políticos de Chile, pero especialmente de nuestra era de capitalismo tardío. ¿Te parece que son cuestiones generacionales o que trascienden hacia algo más general en Latinoamérica?
Me costó entender lo de cuestiones generacionales, o sea me surgió la pregunta de en qué sentido. Pero respondiendo un poco, creo que efectivamente esta era de capitalismo tardío como tú le llamas, ha trascendido evidentemente a Latinoamérica y de hecho al mundo. El sistema de vida que tenemos nos está enfermando. En el fondo el capitalismo y su forma de privatización ya está muy por sobre lo económico. A este punto son nuestros derechos más esenciales, tales como: educación, salud, el mismo arte, la ciencia, qué se yo, lo que está siendo colonizado. Es preocupante. Es cosa de mirarnos como sociedad. Estamos de algún modo todos rotos mentalmente por este estilo de vida, que nos lleva sin lugar a dudas al precipicio. El álbum habla de eso, pero también de otras cosas.
– Escuchando encuentro influencia de artistas del rock argentino, por ejemplo, Gustavo Cerati y Charly García. Son canciones que tienen al pop como lenguaje.
Sí, efectivamente Cerati y Charly, y en realidad todo el rock argentino me ha influenciado muchísimo. Aunque Chile tampoco se queda atrás. Está la Violeta (Parra), Víctor (Jara), Los Jaivas, Los tres, Lucybell, Los prisioneros, Javiera Mena, Pedropiedra, es caleta de buena música también.
Tengo un fanatismo incurable por Charly García. Es mi maestro. Y sí, yo me siento muy atraída por ese lenguaje. De hecho, una de las bandas que más ha marcado mi vida es Sui Generis, por eso mismo. Creo que al final el pop es un poco ser un buen arquitecto de música y letra. Y el pop está presente más allá de su género mismo. Yo escucho temas de Megadeth y digo esto que hizo aquí es muy popero.
-Ahora que el disco está publicado las canciones empiezan a girar por sí solas. ¿Cómo viene siendo la repercusión entre tu público?
Más que mi público, me gusta decir mi gente. Más Zalo Reyes. Sobre ello, siento que ha crecido un poco este conjunto de personas oyentes. Eso, primeramente. La verdad me llena de alegría poder conectar con todas estas personas nuevas. Igual, ahora con mi música estoy apostando más a la calidad que a la masividad. La gente que me escucha lo entiende bien. De hecho, me da gusto cuando me escriben directamente expresándome cómo les hace sentir tal o cual canción. Al final de eso se trata. Eso es lo valioso.
– Hay mucha música de calidad en Chile. Sin embargo, cuando pude recorrer la movida más de cerca, noté que en el mercado casi no hay espacio para la producción vernácula. Se privilegia a lo foráneo por sobre lo local. Ciertos artistas independientes comentan que en Santiago esa cultura existe en un paralelo subterráneo concurrido por poca gente y que hay una idea falsa de que está todo bien en la movida.
¿Cómo es el circuito musical en tu región? ¿Hay posibilidad de alcanzar un público amplio o la tendencia siempre es trabajar a un costado de una industria que apuesta a lo foráneo?
Encuentro que el círculo de la región es un poco engañoso. Concuerdo sobre la falsa idea de que está todo bien. A mí, directamente me choca que tengamos que terminar aceptando migajas. Encuentro que la industria chilena siempre llega tarde a sus coterráneos y es miserable. Todo es demasiado tardío. Y sí, creo que si hay posibilidades de llegar a un público amplio, hay bandas que así lo demuestran. Pero de repente me causan cuidado estos tipos de carreras musicales tan bien acomodadas a una industria musical tan pobre, tan de nosotros te estamos haciendo un favor. Creo que hay que parar un poco los carros.
No sacamos nada con tener espacios en festivales ponte tú, si te tiran al lado a un hueón extremadamente famoso y ni siquiera una puede darse a entender, a conocer como corresponde. Es una falta de respeto. Si te ponen a tocar a las 10 am. Ahí pienso: ¿esos espacios que da la industria, son realmente significativos, o cumplimos más bien un rol de banda que rellena? Pero claro alguno puede decir, pero hay harta prensa, sales en muchos lados, qué sé yo.
Creo que el chileno es bueno para la migaja. En muchos aspectos. Eso pasa porque tenemos tan poco, que cualquier cosa viene bien. Pero hay que cuidarse. Hay que cuidar el lugar que tiene el arte.
La industria para mi es cochina y no le interesa el desarrollo de la música, sólo su explotación económica. Por eso los radio edit y toda esa mierda. Por eso el llamado a sacar singles y EPs, no discos, menos largos. Por mi parte se pueden ir bien a la chucha. Al menos conmigo no. Nadie me mete cuchara en mi música. Porque para mí también es sinónimo de libertad.
Por Lucas Canalda
¿Querés más RAPTO? Chequéa nuestro encuentro con Mariana Enríquez