El ciclo Va como piña convocó a 650 personas en la Asociación Japonesa de Rosario, en una noche de comunión rítmica con Alto Guiso y Sara Hebe.
I
Minutos antes de las 20, calle Iriondo se oye silenciosa bajo la arboleda tupida. La puerta de entrada a la Asociación Japonesa de Rosario está custodiada por un portero que fuma tranquilo mirando hacia la noche. Dos flacos llegan y se asoman a ese ingreso, topándose con un pasillo vacío que no arroja ninguna novedad. Desde el fondo de ese mismo pasillo se escucha una reverberación que parece ser “I follow rivers”, el hit de Lykke Li. Sobre el escenario, Sara Hebe, Ramiro Jota y Edu Morote prueban sonido tocando el tema de la intérprete sueca en una versión igual de irresistible pero más cruda, comandada por una batería desnuda que marca el paso decidido.
Sobre la barra unos chicos pegan un cartel con el precio de las bebidas: cerveza, fernet y agua. También hay comidas en lo que parece ser un esmerado servicio de buffet. Cubriendo la zona de la barra y hacia una mesa de descanso, las Alto Guiso están desperdigadas en un relax concentrado. Sofía se apoya en la barra y conversa sobre el pasado Festival Otro Río, que el cuarteto estuvo cerrando. A su izquierda, Flor Crocci, bajista, tiene colgado su instrumento e, inquieta, juega con las cuatro cuerdas tirando un slap atrás del otro. “Es que hoy no toqué en todo el día”, comenta. Melina Spizzirri, cantante y trombonista, está sentada y luce concentrada sobre un anotador. Birome en mano está enfocada en ¿cuentas?, ¿letras?, ¿notas? Da curiosidad, pero mejor no molestar. La última Guiso, Ani Books, charla con Paola Kremer, una de las invitadas para el toque de hoy.
Sobre la consola de sonido, las Mona con Navaja, encargadas de las bandejas, lucen preparadas para darle rosca a la selección de hip hop que trajeron para esta fecha del ciclo Va como piña. El dúo pinchadiscos va a tirar beats desde el momento en que se abran las puertas hasta que las luces se prendan bajo la señal del no va más. Pero para eso falta mucho.
Pasados unos veinte minutos de las ocho, Sara Hebe y sus compinches terminan de probar sonido. Inmediatamente se escucha un “Vamos” de las Guiso, que ya se suben a dejar todo seteado para cuando llegue el momento de arrancar.
II
Sara Hebe cruza Iriondo encapuchada y, disfrutando del aire nocturno, comenta que está re lindo afuera. La rapera carga, en su espalda, una enorme mochila donde se lee un parche de Viejas Locas. En confianza, entre entrevistas, comenta que las cámaras la incomodan. Por eso, ante el grabador, se suelta, relajada.
Si la trelewense se fue del pueblo para que la escuchen más y para escuchar del otro lado, en todas las entrevistas la rapera comparte data, trafica movidas ante los micrófonos, de un lugar a otro, de fecha en fecha, conociendo gente, atestiguando iniciativas. Si en su participación en el Festival Malla, en marzo pasado, agitó el hostigamiento burocrático a los espacios culturales independientes ante los micrófonos, ahora, ante cámaras y micrófonos, apuntala la lucha de los estudiantes santafesinos por la implementación de la ley de educación sexual integral. Cada grabador o cámara que se le acerca es una oportunidad para echar luz sobre problemas que va encontrando en su ruta musical.
Al adentrarse en política y en los tiempos de cambio que corren por el país, se la escucha determinada, sabe cuales son los elementos de resistencia en las calles, en las instituciones, “las calles están jodidas pero organizadas”, dice. Como referente parece comprender el momento histórico en donde su vida y su música tienen lugar, sabe ser una narradora urbana de la realidad que cotidianamente salpica horror, tiene en claro que vive un proceso, tanto individual como colectivo, donde la deconstrucción lleva tiempo y esfuerzo, paso por paso, gesto por gesto, palabra por palabra.
Sara cuenta que desde chica estuvo metida en la danza y en expresiones urbanas, de calle, como la murga; que siempre fue de escuchar todo tipo de música y creciendo con el baile y el teatro popular fue encontrando elementos nuevos. Desde el baile llega al rap, al dance hall, a la cultura del hip hop, encuentra ahí una forma inmediata de expresión pero aclara que, igual, no viene de ese palo. Que ella viene desde la murga, desde la expresión callejera del carnaval y del teatro popular. Para Hebe, el rap es poesía, una forma de expresarse, un elemento más para comunicar lo que encuentra y ve. Los métodos mediante los cuales da forma a sus canciones son varios y diferentes. Cuenta: que no hay uno específico; que a veces salen canciones por si solas o brotan inspiradas en un beat que le acerca su colega Ramiro Jota. Siempre destaca que su química artística con Jota fue un quiebre, un momento especial en su camino musical. Con calidez cuenta su amplitud musical, que nunca vivió los prejuicios estilísticos de otras épocas, que siempre disfrutó sin culpas y lejos de los dogmas. Todo es influencia para Sara, la música, el baile, las lecturas que uno encuentra.
– Recién prestaba atención a tus palabras con otros medios y notaba el uso que tenés del lenguaje inclusivo. ¿Te sale de manera natural en lo cotidiano? ¿Cuando te pones a escribir cómo lo manejas?
Nada me sale de manera natural, sobre todo porque tengo mis años y tengo mucho aprendido que tengo que desaprender. Yo incorporo nuevas formas de lenguaje que son inclusivas pero me cuesta. Creo que es importante poder incorporarlas y aprender a deconstruirnos. Yo, personalmente, tengo mucho que deconstruir. Es hora de empezar a entender. Llegó el momento de sacarnos este binarismo mental que tenemos muy metido y no banalizar las nuevas formas de autopercepción que se reflejan en el lenguaje, en las maneras de hablar y comunicarnos. Claro, las artistas…la palabra artista me resulta medio rara, igual (risas). Pero bueno, las artistas, las cantantes, las escritoras, las poetas, toda aquella persona que se dedique a la comunicación social tiene que pensar bien antes de hablar. Yo ahora estoy pensando muy bien antes de hablar. Mi primer disco fue como un vómito. El segundo te diría que también. Ahora, cada vez más, voy tratando de repensar para reescribir. Hay mucho que aprender. Yo no tengo mucha información de filosofía feminista ni de género, no he leído tanto. Creo que las nuevas generaciones, las más jóvenes, tienen otro chip, viven todo más cotidianamente pero yo que tengo treinticuatro años tengo mucho que aprender. Hay muchas autoras y autores, mucho material de género para leer. Hay mucho que aprender de las luchas de las travestis, de las y los trans. También es necesario entender que, si bien tenemos leyes que han sido importantes como la de Identidad de Género y la de Matrimonio Igualitario, la sociedad argentina sigue siendo lesbofóbica, homofóbica y racista, entonces hay que meterle ahí.
– Recién dijiste que tus primeros discos fueron como un vómito. ¿No te quedaste conforme con ellos? Es valioso ese momento de vomitar, de escupir todo lo que se siente, es una energía cruda.
Hay temas que ya no canto porque no me gustan más o no me gustan tanto. Sí hay cosas que no diría ahora, tendría más cuidado en decir. Cosas que he cambiado de opinión, uno va cambiando, también. Es encontrar el equilibrio justo, el equilibrio entre vomitar y pensar un poco cómo decirlo. Decir realmente lo que uno siente y lo que uno piensa. También las maneras justas de decirlo, saber ir encontrando mejores y nuevas formas de decirlo.
– Alguien que escribió “Patria de patrullas” tiene mucho caminado. ¿Qué observás hoy cuando los más jóvenes se topan un déjà vu de lo que vivimos cuando nosotros eramos chicos?
Los pibes la tienen re clara. Los centros de estudiantes de los colegios secundarios la tienen muy clara. Como te decía antes, las generaciones más jóvenes están muy muy pillas. La tienen muy clara en cómo está la cosa y cómo fue antes. Ahora hay una obscenidad y una impunidad represiva. Éste gobierno que es abiertamente de ultra derecha y fascista habilita a la sociedad a discriminar y a la policía a reprimir de la manera más feroz. Eso se empieza a naturalizar de nuevo. En todos los gobiernos hubo desaparecidas, desaparecidos, es parte del gobierno, de la forma del Estado. Ahora está más jodido que otros años y los pibes y las pibas lo saben y se están organizando. Hay que aprender de ellas y de ellos porque en los centros de estudiantes están tomando escuelas y exigiendo leyes. Por ejemplo ayer en Santa Fe capital me contaban que están pidiendo por la ESI (ley de Educación Sexual Integral). El centro de estudiantes de una secundaria está haciendo una campaña para que se incorpore la ley de Educación Sexual con toda su diversidad, con información de género, no que se tape todo y se vuelta para atrás. Estamos en un contexto donde pareciera que estamos volviendo a la inquisición.
– Sí, es por la ley de Educación Sexual Integral, se está luchando en Santa Fe y en toda la provincia.
Sí, de una. —toma el celular de su bolsillo y se pone a revisar los archivos recibidos en WhatsApp– Acá lo tengo. Agitazo por la ESI. En la explanada frente a la legislatura hubo una clase pública, radio abierta, Carpa de sociabilización de experiencias. Todo por la ley de Educación Sexual en Santa Fe. Los pibes la tienen clara. Están luchando por esto. Por una Ley inclusiva y con conciencia de identidad de género y de diversidad. Los dinosaurios fascistas quieren volver para atrás pero no pasarán.
– Vos y yo somos parte de una generación que creció soportando muchos prejuicios en cuestiones musicales. Creciendo en los noventa en Argentina muchos tiraban que el rock tenía que ser de tal forma, que tenía que sonar así, que el rap no pegaba acá, que el rock no se mezclaba, que el punk por un lado, que la cumbia era de negros. Esa mixtura estilística en ustedes siempre fue bien natural.
¡Noooo! Sí, siempre fue natural lo mío. Desde siempre escucho muchos tipos de música. Siempre me gustó mucho el rap y sobre todo me gustó bailar hip hop. Pero el rock siempre estuvo. La cumbia también gusta. Cuando conocí la murga me metí a pleno, bombo al frente. En Rosario y en la provincia de Santa Fe hay muchas buenas murgas, hay mucha cultura de murga, es una cultura que tiene que ver con la denuncia y la voz del pueblo. Me gusta todo tipo de música. Cuando me encontré con Ramiro Jota, mi gran amigo y colega, resultó que éramos re parecidos, a él también le gusta de todo. Es productor de todo tipo de estilos. Nunca tuvimos ningún rollo al pasar de un estilo a otro. Disfrutamos de todo y vamos por la diversidad.
Más tarde, Ramiro Jota, un curioso que supo atravesar distintos estadios musicales, se refiere a las épocas en que cada tribu y estilo sonoro parecía mirarse bien desde lejos sin llegar siquiera a rozarse, por estar mal visto. “La verdad que es loco. Nosotros crecimos en una cultura de mayor confrontación, punks, rolingas, era irreconciliable. También el tema del rock que fue muy predominante acá en Argentina” sostiene el beatmaker. “Los más jóvenes no vivieron todo eso. En nosotros esa mixtura se dio naturalmente. Nunca fui muy cerrado. De adolescente tenía una banda de rock, tocaba la guitarra, pero nunca me cerré. El hip hop me empezó a gustar más de grande. Cuando terminé con una banda de rock en la que toqué diez años hice un click con la electrónica y el hip hop. De adolescente era medio anti electrónica, me gustaba que hubiera siempre una batería, no me cerraban las bases electrónicas. Cuando empecé a escuchar Beastie Boys me encontré con ellos mixando rock con bases”.
Al igual que su socia creativa y compañera de rutas, Jota apunta que no viene del palo puro del hip hop y que siempre su idea siempre fue hacer una mixtura elementos y estilos musicales. “No quería copiar algo tal cual, no buscaba trasplantar la cultura de hip hop norteamericano para acá, siempre busqué una vuelta. El primer tema que hicimos con Sara, “Desesperada”, usamos un sampler de Marta Sánchez, algo que tenía que ver con las radios de nuestra niñez. Sara tampoco tuvo problemas en mezclar cosas, de hecho ella empezó a meter cumbias cuando nadie en el rap se lo ocurría hacer eso. Hicimos el “Asado de fa” y yo le dije “Che, ¿te parece que da? ¿No será demasiado descolgado?” y ella me dijo que no, que le meta. Tuvo toda la razón. Tampoco hacemos bandera de mezclar todo sin criterio, de meter cualquier cosa con tal de mezclar. Creo que si lo hacés de manera honesta y sin forzar, sale bueno”.
– En vivo son pura mezcla musical, rap, cumbia, dancehall, meten punk y velocidad. ¿Cuánto de eso se puede preparar desde las bases y cuánto tiene pulso de la espontaneidad del momento? ¿En algún recital van alterando lo programado según la respuesta del público o lo que sientan ustedes en el momento?
Sí, hay bastante mixtura. Todo se prepara desde las bases y también mucho en los ensayos. Allí le damos lugar a la improvisación, bastante te diría. Muchas veces surgen temas desde allí mismo, con Sara y yo jugando tirando bases o con la guitarra, también con Edu que es el batero. Yo le doy mucho valor a la improvisación. En vivo, a veces, salen cosas improvisadas que nos ponen a flashear y que casi siempre quedan copadas. Tenemos buena conexión con Sara en ese sentido. Ella es muy buena para crear melodías y tirar letras. Hay un poco de las dos cosas, cosas preparadas y cosas desde la improvisación.
– La presencia del baterista me encanta porque las bases potentes son de un período en que los pioneros y grandes raperos de los 80 sampleaban bateros del rock, por ejemplo, lo que hacía Rick Rubin. ¿Te parece que ese pulso en vivo, esa dinámica cruda y ese acelere/desacelere los hace diferentes a ustedes?
Qué bueno que alguien mencione a Rick Rubin, que es uno de mis productores preferidos. A todos nos gusta ese hip hop de los 80. Rubin es un referente, desde la producción que hizo en Def Jam hasta con los Red Hot Chili Peppers. Hasta el tema que le produjo a Shakira, un tema que me encanta que se llama “Las de la intuición”. Es un groso Rick. Edu le suma mucho al vivo. Hace dos años que está tocando con nosotros y se volvió algo fundamental e imprescindible. Edu tiene otra banda que es Sr. Tomate y cuando a veces no puede tocar con nosotros, directamente no hacemos nada, él se volvió fundamental, ya no nos gusta tocar sin batería. Durante mucho tiempo tocamos sin bata en vivo, simplemente lo hacíamos con las bases del sampler y con bata cambia todo. Me encanta. Yo, la verdad, no esperaba que cambie tanto antes de sumar una batería en vivo pero es tremendo cómo cambió, sumó una potencia bárbara en el vivo, hace mucho la diferencia. No es algo muy común lo de batería, creo que hace la diferencia, realmente el show de hip hop es con un DJ entonces mucha gente flashea con lo que proponemos. Además Edu es muy bueno, él tiene que seguir un click que yo envío desde el sampler, porque obviamente todos los sintes están ahí en el sampler, él nunca había tocado de esa manera, todo re bien, es un reloj. Además tiene una potencia bárbara, hace que explote todo.
III
Tocando con una regularidad asombrosa, las Alto Guiso parecen haberse propuesto no aburrirse entre ellas y menos aburrir a su público. Con hasta seis toques por mes, el cuarteto cambia de fecha en fecha, incorporando nuevas herramientas sobre el escenario y siempre valiéndose de la autosuficiencia que ellas mismas, como multiinstrumentistas que son, pueden generar. En el Va como piña el grupo presenta al scratch de Facundo Salvarezza, que acompaña durante todo el set. En la batería aparece nuevamente Lautaro Canals y el pulso percusivo en vivo realza toda la propuesta. También invitan al escenario a Kremer, para unas rimas en portugués, y al Larva, guitarrista de Los Vándalos. Una especie de big band desgarbada vibra sobre el escenario, en pleno disfrute de todos sus integrantes. Como sorpresa final se despachan con una versión de “Sabotage”, de Beastie Boys.
Más allá de la transmisión musical que genera con el público, Alto Guiso ha crecido debido a una forma amable de trabajar y producir. En un microclima donde mayoritariamente parecen reinar los intereses mezquinos o los egos super inflados, el grupo propone una autogestión afectiva que sirve como ejemplo para el resto de la movida.
Cuando Alto Guiso y sus GuisoAmigues están promediando su set, el panel izquierdo de bafles empieza a rugir rotura que, desde entonces y por lo que resta de la noche, persiste en un riguroso vaivén. Un detalle que molesta pero no alcanza para empañar una ocasión que se vive como una fiesta celebrada por poco más de seiscientas cincuenta personas.
Desde el momento en que comienza el set con “Pucha” hasta que se despide con el tandem “I follow rivers” y “El marginal”, el trío es una cocktelera adrenalínica que fusiona cumbiarap y dispara canciones de punk crudo y velocidad. A diferencia de otras propuestas que en la actualidad fusionan el rap con ritmos latinos, el trío Hebe-Jota-Edu se hace fuerte al sonar con una contundencia libre de aditivos lúdicos o parafernalia. Sobre el escenario es todo sudor, rimas y conexión. Morote presenta una base gruesa desde la que Ramiro Jota arma un arsenal que Lasara explota por algo más de ochenta minutos.
Suenan “Lujo popular”, “Esa mierda”, “Quemar”, “El pedido”, “Los rastas de mi barrio”. Las letras de Hebe son crudas, ásperas, cargadas de hastío y descreimiento hacia lo impuesto con la naturalidad de los que siempre mandaron sin mirar a los costados y la violencia que arrecia desde arriba o de los peones que azotan desde el llano. Sin embargo, sus rimas nunca muestran siquiera un dejo de cinismo o resignación. Por más golpes que lleguen y sangre que brote, los suyos son gritos que parecen destinados a perdurar. Será por eso mismo, por lo que canta, que tiene la cara dura como los boxeadores.
El sistema cardiorespiratorio de la rapera chubutense es la envidia de cualquier atleta profesional, el aire nunca parece agotarse. Rima, canto, salto, arenga, patadas al aire. Hebe ni se inmuta, ella agita al público pero su respiración no se agita, cargando una canción detrás de otra, un nonstop al que riega con un ocasional trago de cerveza o fernet. La rapera parece estar en control de toda la escena y mientras lxs presentxs gravitan hacia lo que propone el escenario, LaSara no se pierde de leer y compartir banderas –“Vulva la revolución”–, o remeras que le acercan. Así como logra que el público –ochenta por ciento mujeres– se entregue al acto de liberación físico vía baile y salto, Hebe detiene toda la escena para dedicar un momento a la memoria de Santiago Maldonado y exigir justicia y un genuino esclarecimiento sobre lo ocurrido.
Hoy es una de esas ocasiones donde tiempo y espacio se conjugan para dejar claro que este es el lugar donde había que estar, una de esas raras ocasiones en que el devenir se vislumbra, corpóreo, entre la transpiración de la gente que empuja hacia adelante. En otras palabras: hoy es todo lo que está bien. Hay comunión entre artistas y audiencia, talento, formas sanas de construcción. La energía de esta noche para ser el pulso que da pelea al horror que actualmente desciende desde el Estado y el ruido extendido del cinismo comunicacional. Cuando la anarquista Emma Goldman, desde su verba filosa, inmortalizó la frase “Si no puedo bailar no me interesa tu revolución”, seguramente tenía en su cabeza y corazón una visión de acciones como la de hoy. Lo que sucede aquí en la Asociación Japonesa no es una revolución pero sí es uno de los eslabones de la poderosa cadena que va a derribar al patriarcado.
Poco importa que ningún medio masivo de la ciudad o la región esté cubriendo el recital y todo lo que se propone. Lo que se vive en la Asociación Japonesa es una verdadera experiencia colectiva donde cada uno de los presentes aporta emoción, compromiso y disfrute. Las seiscientas cincuenta personas presentes están siendo parte de un movimiento, están fortaleciendo una construcción de espacios que alberguen formas empáticas de gestión y consumo cultural. La de hoy es una noche de manifestación de una virtud colectiva. Luego del concierto nadie se fue en soledad, todxs estaban abrazadxs por la certeza de que un tiempo nuevo se acerca.