FANÁTICA VICIOSA: APOLOGÍA DE LA CONFUSIÓN Y LO INCONCLUSO

 

Desde el concepto de Órbita Performática, Casa Mona se transformó, durante cinco horas, en un sistema orgánico regido por la profundización sensorial y la poética de lo inconcluso. Con un gran acompañamiento del público, La Fanática volvió a confirmarse como el núcleo de una comunidad artística disidente que escapa a la Rosario conservadora y predecible.

 

Casa Mona suele ser el escenario habitual de grupos en vivo, muestras, instalaciones y fiestas varias. Pero durante la noche del viernes 11, Fanática Viciosa transformó la casa en un territorio habitado por una fantasía articulada por lxs cuerpxs y la poética que construye significados.
La Órbita Performática se extendió por todas las habitaciones de la sala ubicada en calle Sarmiento. La idea de “sistema vivo”, propuesta por la organización, fusionó atrevimiento físico con incitación sensorial.
Desde la llegada, el público fue recibido con una bienvenida atravesada por gestos, sonidos y presencias que activaban la percepción.
Arriba, en simultáneo, Agus Lofi hace sonar su set ÉPICA. Luego sigue Nico Zanni, quien toma la posta con una transición sonora. Más tarde, llega Robert Libera DJ.
Durante toda la noche, los ojos se notan atentos, porque la noche avanza desde los pasillos y las habitaciones. Sin embargo, el sentido que parece funcionar como conductor es la audición.
Órbita Performática pone especial dedicación en el sonido. En primer lugar, el sonido actúa como un paisaje general que matiza la energía del evento. Por otro lado, entre transiciones, perfos, DJs y la circulación de la gente, las sonoridades marcan distintas latitudes que convocan, casi ajenas a la mirada. La gente acude a cada sector interpelada por lo que escucha.
Los elementos reos son instrumentos de llamado. La musicalidad atípica presenta texturas que cautivan.
Brazos que chocan contra el piso. Palmas sobre la madera. Globos que explotan, aplastados con furia lúdica. Cuero contra piel, una y otra vez. Una bala vibradora repiqueteando sobre una bandeja de acero inoxidable, como una campana perturbadoramente irresistible. Las aspas de una batidora sobre una olla planetaria, rascando una frecuencia grave hasta escupir monedas y tornillos. Dos plataformas de lata, repletas de municiones, que marcan una cadencia rota al caminar sobre los pisos de madera. Agua que cae sobre el cabello. Chorros que empapan el piso. Un sable que se arrastra, apenas rozando el suelo.
Esa naturaleza sonora experimental y vanguardista, arma un plano sónico. Los murmullos, la música que suena desde otras habitaciones, desde ruidos ambientales hasta palabras habladas: cada parte constituye una paleta poco convencional, algo que se manipula de manera inconsciente en cada habitación, creando un microclima que tiene un marcado afuera.
La postura provocadora hacia una convivencia orgánica se lee como una mueca irónica: todo sistema vivo convive de manera caótica dentro de su propio equilibrio. Las normas de lo correcto, así como también de lo equilibrado, no tienen lugar. Es una manera propia de traspasar límites; una provocación lúdica inmersiva que resulta cuando unx se deja llevar.

De principio a fin, Alma de Camaleón, Elfo Doméstico, Lima Limón, Nico Bastanzo, Camila Asat y Carmela Caramela entregan su perfo sin condescendencia, capturando al público desde aquello que no se dice.
Unx clown anémicx se desdobla ante la imagen de su propio reflejo. Un capullo onírico florece hasta parir. Unx esfinge de hijab negro portando una metralleta Uzi. Unx policía motorizadx que controla la fila de ingreso, interponiendo su cuerpx entre lxs cuerpxs, imponiéndole lógica horizontal a un pasillo ascendente. Una Bene Gesserit susurra al oído de quien no lo espera.
Esas acciones, sin narrativa continuada aparente, así como también la invitación a completar significados, funcionan como un manifiesto en sí mismas.
Las perfos suceden en simultáneo, aunque desarticuladas entre sí. Salir de cada habitación es respirar profundo y adentrarse más en el viaje.
Cada perfo ya se hizo, ya resonó, ya detonó. Llega una nueva etapa crucial: la de la interpretación.
“La liberación de mis juicios”. “Yo estaba sentada en una silla”. “Me quito las capas de culpa”. Las palabras resuenan. Son sentencias. Son reclamos. Son confusión.
Litoral Kinky anfitriona una sala -la principal- donde la química se condensa en una forma única. La exposición de lxs cuerpxs queda en la confianza propia de prácticas basadas en el consentimiento y la comunicación fluida.
El límite de lo sensorial se encuadra en una óptica que se corre del vértigo del mundo exterior. En ese sentido, las pautas también marcan una burbuja saludable que escapa a lo exhibible: no todo es registrable; no todo tiene que ser compartido en la inmediatez de las redes.
Ese pacto de confianza, tanto hacia adentro como hacia afuera, habla del sentimiento comunitario que impregna a la noche.
Nada de lo que sucede en Fanática Viciosa tiene destino autoconclusivo. El interrogante flota, palpable en el aire, percibible en lo sensorial, tanto en el sudor de lxs cuerpxs protagonistas como en la reverberación de las voces y las extremidades puestas en acción.
Esta serie de perfos resulta atrapante no por contarnos una historia lineal, sino por su capacidad de sorprendernos desde una narrativa desarticulada.
La experiencia expande nuestra realidad minuto a minuto, pero somos nosotrxs, lxs espectadorxs, quienes atamos cabos y le damos significado.
Parece lógico que la primera reacción al salir de la habitación sea el silencio. Por dentro, estamos trabajando por colmar ese silencio. Interpretamos. Reinterpretamos. ¿Qué sucedió? ¿Qué hacemos con ese silencio? ¿Qué nos decimos?
El silencio, entonces, significa tránsito. Estamos yendo hacia otro lugar. Salimos de la habitación para ir a otro lado, no necesariamente físico.
Fanática Viciosa apela a lo inesperado y nos genera expectativas, aun cuando no sabemos qué esperar. Parte del encanto radica en ese factor: entre la sorpresa y la confianza de entregarse. Esa confianza es el valor definitivo. Habla de una relación construida y sostenida a través del tiempo.
La confianza es todo, más que la expectativa y la sorpresa. Es un vínculo único entre el ciclo y su comunidad; entre lxs artistas y el público; entre la acción y la determinación.
La palabra “público” nos lleva a una pregunta: ¿es correcto hablar de público? ¿De espectadores? ¿La gente presente constituye, precisamente, un público? ¿O sería mejor hablar de devotxs? ¿Fieles, tal vez?
Agotan las entradas, llegan puntualmente, dicen presente en cada fecha del ciclo.
Lo cierto es que hay una comunidad alrededor de Fanática Viciosa. Es algo para destacar en una ciudad donde hasta los ciclos más establecidos la tienen cuesta arriba.
Desde esa comunidad, los lazos vinculares se expanden hacia otros ámbitos, generando un circuito que se atreve a ir por más en una ciudad que necesita desesperadamente voces que propongan por afuera de la gentrificación y el conservadurismo.

Fanática Viciosa surge en 2016 con la urgencia de visibilizar las artes emergentes. Como productora interdisciplinaria, fusiona múltiples expresiones dentro del circuito artístico, buscando resaltar las diversas cosmovisiones de género e identidad que coexisten en la sociedad, a partir de distintos universos estéticos y poéticos.
Desde sus primeros días, propone una apuesta por el circuito underground, donde las expresiones disidentes encuentran un espacio seguro, fecundo en formas alejadas de los consumos culturales regidos por el mercado.
En ese entrecruce, el arte performativo siempre se mantuvo como protagonista rutilante.
Temporada tras temporada, el ciclo se fue actualizando para sorprender y evitar cualquier línea predecible. Fanática supo mutar hacia lugares inesperados: desde planes intimistas hasta escalas superadoras en tamaño y forma, ocupando salas de diversa índole. También propuso fiestas, siempre sosteniendo encendido el fuego performático.
Hace décadas que la perfo es una fuerza vital en el arte underground, no solo como lenguaje en sí mismo, sino como herramienta que moldea la estética, la comunidad y la urgencia. Será que, en esas acciones y gestos inacabados, salvajes e irrepetibles, encontramos un contraste vital que sacude existencias predecibles, encastradas en el ritmo de un capitalismo embrutecedor.


A diferencia de las esferas artísticas convencionales —a menudo limitadas por el mercado y las normas sociales—, los espacios under fueron históricamente un terreno fértil para que las voces no normativas florezcan sin pedir permiso ni aprobación externa.
Estos espacios surgieron porque las salas, las galerías y las instituciones tradicionales ignoraban las narrativas no heteronormativas. Al encontrar un lugar propio en el circuito subterráneo, lxs artistas underground pudieron representar sus vivencias de forma cruda y sin filtros, mientras construían espacios seguros, activados con pasión y trabajo afectivo.
Si lo personal siempre es político, en la Rosario de 2025 —atravesada por una fuerte avanzada conservadora a nivel municipal, provincial y nacional— Fanática Viciosa es algo más que un espacio seguro: es un estandarte político sostenido por la imaginación poética, la fantasía libre, el deseo contagioso y cuerpxs que encuentran solaz en la otredad.
Como espacio, La Fanática es resistencia, supervivencia e invención de horizontes inexplorados. Aquí es donde la expresión renegada no solo se muestra: se encarna, se ejecuta y se reinventa sin cesar.  El arte disidente no es solo una etiqueta: es una estética, una política, una trinchera y un grito de guerra.
Mientras el mainstream continúa mercantilizando las disidencias de manera frívola, el terreno imaginativo y afectivo de Fanática Viciosa sigue siendo fundamental: un lugar donde la autenticidad, lo sensorial y el deseo aún tienen poder.

Texto por Lucas Canalda – Fotografías por Renzo Leonard

¿QUERÉS OTRA LECTURA? CHEQUÉA NUESTRO RAPTO A PERRO FANTASMA

comentarios