ELECTROCHONGO: UNA VIDA MENOS ORDINARIA

A pleno desenfado e ironía, Fok Electrochongo supo narrar con encanto una era de pasiones descartables y la frivolidad del medio pelo nacional.
En Rosario para tocar y grabar un video, nos sentamos con el productor, tecladista y cantautor que vive tras “el auténtico electrochongo argentino”.

 

En un sábado que funcionó como una postal de pop argentino hecho en los 2000, Rosario reunió a Miranda!, Adicta y Fok Electrochongo en un radio de pocos kilómetros.
Al pub Berlín el público se acercó al renovado Adicta con cierta curiosidad y escepticismo. En La Sala de Las Artes Miranda! despidió sus primeros dos discos ante una concurrencia post televisiva y una catarata de gestos nostálgicos.
Algunas horas después de la medianoche, en Anderson, casi en el corazón de Pichincha, Fok Electrochongo y Daddy Rocks hacían sonar la química de su segundo encuentro del 2018. Despojados de gestos de añoranza por épocas pasadas, la dupla certificó que saben potenciarse para brindar una noche de puro presente.
Tras el lanzamiento de su EP Cumple de Miki hace un año, Daddy Rocks mantiene su fuego tocando con una regularidad mensual por los espacios autogestivos donde tan cómodos se sienten. Como anfitriones regulares de propuestas de afuera (Las Piñas o el propio Fok)  o compartiendo noches con una nueva camada del under rosarino como Gladyson Panther, Lxs Daddy están en perpetuo movimiento.
Revolviendo su catálogo de cuatros discos (más extras) buscando la manera de reconfigurar su playlist y evitar la repetición, el trío integrado por Jota, Kimi Neptune y Topo califica con el título de la banda ideal para cualquier fiesta animada. Puede que el secreto de su frescura resida en estar tocando las canciones de la vieja escuela mientras el terror arrasa las calles con cervecerías artesanales y alegría neoliberal. Lo esencial es siempre mantener el espíritu y Daddy Rocks sabe hacerlo.
Cuando el invitado especial toma su lugar, el público disperso entre barra, patio y living se concentra frente al escenario. Los grupitos se ubican dejando una distancia prudente con otras personas. La razón es obvia: se necesita espacio bailar. Desde el primer segundo que la música se dispara Fok Electrochongo pone a la concurrencia a sacudir su cuerpo.
Arriba del escenario, entre baile, outfits, canto, pistas, teclados y proyecciones, Fok es parte performer, parte one man army, 100% músico. Por momentos parece demasiado que una sola persona esté a cargo de todo, pero Fok está ahí, con presencia y musicalidad, cubriendo detalles.
Suenan “Sos tan fácil”, “Capo”, “Devolveme mis CDs”, “Das guapísima por chat”, “Bandas chetas” y “Música de putos”. Infaltables, también aparecen las versiones de “Sé vos” y “Azúcar amargo”. A viva voz, se escuchan pedidos. Cada uno tiene su favorito. Suenan reclamos por “Constitown” o canciones de la primera época. “Esos son pedidos muy anacrónicos, debería aprenderla otra vez”, se sincera Fok desde el micrófono.
Se baila. Se salta. La persona desconocida ahora es cómplice de una noche de éxtasis y desenfado. El movimiento está construyendo un momento que es algo más que un show o un recital. Se trata de un cúmulo de sensaciones que, mientras los cuerpos y las cuerpas se tocan, se rozan en éxtasis, forman una comunidad tan espontánea como resistente; una comunidad que hace la vida un poco menos ordinaria, al menos un rato.
Cuando el show concluye, cerca de las cuatro, el fuego arde.

I

Por la tarde, bajo el sol primaveral Pichincha luce un fuerte contraste con la escena nocturna. El silencio de barrio se apodera de las calles y en las veredas no se ve nadie. Las puertas de Anderson, a unos pocos metros de la Estación Rosario Norte, están abiertas respirando la tranquilidad de Callao.
Kimi Neptune está acostada sobre un sofá negro, dormitando. A su derecha, estirado en un sillón, Fok revisa su celular, también en clave relax.
Además del recital, Fok está en Rosario para grabar el video de una nueva canción. Vienen de una jornada de grabación de ocho horas por varios puntos de la ciudad, desde las playas del Paraná hasta el Parque Independencia. La bajista, además de anfitriona y organizadora hizo de asistente de cámara, productora y  fotógrafa. Tranka.
Entre tomas, repeticiones y sesión de fotos, Fok y Neptune están algo filtrados. Tanto trabajo bajo el sol primaveral les reclama un merecido break.  Además, anoche toda la crew se dio una vuelta por La Sala de Las Artes para agitar un poco en el concierto de Kumbia Queers.
Cortando solo un rato para almorzar, ahora buscan algo de calma, minutos antes de la prueba de sonido.
Mientras el equipo técnico de Anderson arma luces y sonido, el protagonista y la multifacética Kimi, descansan de una manera que da pena interrumpir. Pero, Coca Cola y Powerbar mediante, la nota comienza.
Fok está contento con toda la producción. “Fue re lindo todo. Nos divertimos”, comenta. “Fue hermoso. Le propuse hacer el video a Kimi porque la ciudad me parece muy linda, ideal para hacer un video. Rosario tiene hermosos paisajes de ciudad”, agrega.
“Quería un video rosarino porque la canción tiene algo de cumbia santafesina. Tiene algo medio de Leo Mattioli, pero no es cumbia. Como iba por ahí, no quedaba otra que hacer el video acá. Usamos de referencia dos videos: uno de Daddy Yankee y otro de Sergio Dennis. Hicimos una mezcla entre uno y otro y el resultado ya lo verán”, anticipa entusiasmado mientras su musculatura de fisicoculturista luce enrojecida por las largas horas bajo el sol.

A principios del otoño pasado Fok tuvo su primera incursión rosarina del 2018. Esa noche el público presente en Club 1518 parecía no tener suficiente del performer, reclamando más música en su deseo de seguir bailando y cantando. En ese éxtasis, Electrochongo no podía bajar del escenario. Con casi veinte minutos de bises, hubo improvisación y hasta algún hit repetido a pedido.
Estaban todos prendidos. Fue re divertido y largo.  Me acuerdo que improvisé canciones de Billy Idol”, recuerda.
Más allá de algún tiempo acompañado por otro músico o banda, sobre el tablado, bajo las luces y ante el público, está únicamente Fok. Un hombre orquesta, un performer, una experiencia completa con un grado considerable de impredecibilidad gracias a un factor X que representa la entrega del público y que, a veces, excede lo estipulado del set.
“Uno va resolviendo dependiendo la ocasión. Más allá de lo que uno prepare o estipule para cada show, siempre hay algo que escapa al cálculo”, confía Electrochongo.
Con cientos de presentaciones en directo, en fiestas, recitales o festivales, Fok experimentó salas semivacias con veinte personas completamente sacadas y descontrolando todo, pero también cientos de brazos arriba bailando sus ritmos en armonía. “Es un factor del vivo, de la espontaneidad, el que termina potenciando todo”, apunta. “Tengo el show que preparo y tengo formas de resolver. Es importante saber dejarse llevar y potenciar lo que el público te da. Para hoy  tengo un set que no admite demasiado modificación pero que puede ser muy largo. Es cuestión de ir eligiendo canciones. Siempre salgo con una especie de multipistas con visuales cargadas. Siempre puedo ir por más en el vivo. Tanto si el público está sacado y extasiado como si anda medio distante. Me permito improvisar porque tengo siempre algo más”.

II

Juan Pablo Malvasio, Juampi para las personas más cercanas, comenzó la aventura de Fok Electrochongo en el año 2006. El proyecto fue desarrollándose en una dinámica nacida desde la espontaneidad y el feedback del público. Al principio, ni el pequeño pero creciente grupo de fans ni la prensa tenían una idea clara sobre qué consistía la propuesta de Fok. Para algunos se trataba de un performer, para otros era una anomalía de la escena electrónica. Mientras tanto, un circuito de rockero moderno entendía muchos guiños que Electrochongo proponía. Nadie estaba muy seguro de qué se trataba la cuestión. Malvasio reconoce que cuando arrancó tampoco tenía muy en claro hacía dónde iba. Sin embargo,  el quórum había sido dado: Fok Electrochongo era una propuesta diferente y cautivante.
Pop electrónico. Coqueteos industriales. Lo-fi. Synth pop. Italo disco. 8 bit. Power disco. Canciones directas, pero con una ironía que alcanza conexiones en oídos cómplices. Actitud. El Bandcamp de Fok es un muestrario abierto a todo público que deja en claro que la inquietud es una de sus principales virtudes. Nadie podría acusarlo de quedarse cómodo agotando una etiqueta o haciendo lo que los otros esperan de él.
“Lo mío son canciones”, aclara Malvasio mientras silencia su celular recostado sobre uno de los sillones de Anderson. “Más que nada, al principio, hice mucho performance. Fue bastante tiempo antes que se pusiera de moda hablar de performance. Hacer siempre la de uno se debe a que uno nunca se pone de moda. Uno hace la suya porque nunca te llega ponerte de moda. Te da libertad, básicamente. Siempre me corrí solo de los estilos, sin importar los demás. No es electrónica lo que hago, son canciones. Además son canciones que llevo adelante en vivo, tocando, más allá de lo que uno prepara. La cultura electrónica se identifica mucho más desde el DJ Set. Si bien, hago algún que otro DJ Set, lo mío está en el vivo. En el rock es la banda, batería, guitarras. Supe hacerlo en algún momento, tener la compañía de esos instrumentos en vivo, pero son estructuras que hay que sostener. El tema es que realmente me cuesta mucho mantener las estructuras humanas”.

Pivotando entre la picardía y la acidez, muchas de las canciones de Fok Electrochongo narran vivencias de las relaciones personales mientras que otras hacen foco sobre el medio pelo argentino. Boliches porteños, billeteras de papá, escapadas a Miami o vida pseudo bohemia en Barcelona, crisis, construcciones e histeriqueo por las redes: las canciones de Malvasio son la narrativa de una argentina frívola y wannabe. Berretadas nacionales de ayer y hoy que asoman por doquier en una era de pasiones descartables y que en los discos de Electrochongo cobran vida en ritmos poperos de poco más de tres minutos.
“Lo mío nace desde lo que me divierte. De lo que escucho, de lo que recibo de los demás. Por supuesto, observo, pero no sé si tanto. Las canciones que hablan de relaciones calan más rápidamente en el público en comparación con las canciones más sociales. Eso lo noté desde el principio. Muchas de esas canciones las hice para que sean entendidas así, de manera rápida, bien asimilables. “Un buen polvo (solo sos)”, “Fiesta negra”,  “Sos tan fácil”, son ejemplos de eso. Las hice para que fueran muy, pero muy rápidamente captadas. Venía de un disco anterior que era más metafórico, tal vez demasiado. Era como que nadie entendía nada, o al menos me quedó esa sensación. Me propuse hacer algo más directo. Se debe también a una época donde hacía todo muy en plan performer y tenía que ser bien directo. No había tiempo para tocar, había que ser concreto. Desde allí salieron esas canciones. Las canciones sociales vinieron con el segundo disco. Generalmente considero que las mejores canciones son aquellas que me divierten. Son esas mismas que surgen a partir de un chiste. Las armo a partir de allí. Otras surgen desde cero, las construyo sin pensar en un público o en que haya gente mirándome. Esas son las canciones que suelen quedar como lados B. Es un material que toco cada un millón de años. Las que tienen un chistecito son las que más me divierten a mi. No importan si son sociales o más de la nocturnidad”.

III

Creciendo con un soundtrack nutrido por guitarras, sintetizadores, estribillos, e impulso valvular y sintético, el joven Juampi desarrolló desde temprano una amplitud musical que luego sería el universo creativo de sus discos. Referentes británicos como Gary Numan, Depeche Mode y Pet Shop Boys se entremezclaban con el cancionero argentino de Virus, Charly García, Soda Stereo y Violadores. Más tarde, con un paladar más desarrollado, llegaría la inmersión en sonidos alemanes y la escuela industrial.
Amante del rock argentino de mediados de la década del ochenta hasta los primeros noventa, eventualmente, Malvasio daría sus primeros pasos en un circuito musical heredero de muchas represiones que calaron profundo en una generación y se hicieron sentir por años. La rigidez de los cuerpos era obligatoria y cualquier expresión fuera de lugar en la marcada cultura del aguante era “de putos”.
– ¿Cómo fue crecer en épocas o circuitos donde entregarse al movimiento, liberar el cuerpo, era mal visto?Si bien nunca perteneciste a la cultura rock, sí te moviste en un circuito donde la cultura del rock nacional ejercía influencia. Desde allí, por muchísimo tiempo, hubo un fuerte sentimiento homofóbico ante cualquier divergencia estética o expresiva. Afortunadamente, eso quedó atrás. O al menos, ya no es común.

Siempre me identifiqué mucho con el pop nacional. Más allá de mi interés por algunos grupos de rock, siempre fui por el pop. Si tuviera que elegir, iría por ahí. Ahora estoy más neutral. Puedo ponerme un disco de Redondos y escucharlo entero. Antes yo ni en pedo te escuchaba algo así. Me sentía totalmente expulsado de eso, sin dudas. Los Redondos me parecen unos recontra artistas. Callejeros y todo, directamente… (se agarra la cabeza), no, ni loco. De Callejeros no te pongo ni un tema. Según una amiga mía que es periodista y también hace electro pop, esas bandas son de derecha. Ella distingue así a esas bandas, son de derecha. Yo estoy de acuerdo. Quizá yo no me identifico tanto en la política con derecha o izquierda, ni tampoco sé si yuxtaponerlo con la música. Pero sí entiendo que tienen una cosa de derecha, una cuestión ultranacionalista. Además es muy difícil encontrar que en alguna de esas bandas haya una mujer que sea la cantante. Eso, desde el vamos, habla elocuentemente. Ese rock me chupa un huevo, básicamente. El último contacto que tuve con ese tipo de cosas y que parecía que iba a ser algo violento fue hace algunos años en C5N. Fui como tecladista de Leandro Viernes al programa De 1 a 5, ibamos a tocar como invitados, justo la misma noche que Salta La Banca. De repente, nos empezaron a bardear por Twitter los seguidores de Salta La Banca. Justo tocábamos esa semana en el Roxy y me acuerdo que nos amenazaban con que iban a buscarnos para pegarnos. Yo les decía “dale, dale, vengan, loco, vengan a pegarme, boludos. Soy uno solo y ustedes son como veinte”. Me acuerdo que Leandro me decía “Juampi, pará un poco, dejá de agitarla así”. Con cada respuesta se iba poniendo más espesa la cosa. Leandro me pedía que pare, pero ¿qué podía pasar realmente? Le dije, “Lea, ¿y qué si vienen a buscarnos? Es prensa. Si nos vienen a buscar, nos sale bien, es prensa. Tendremos que llamar al 911, en todo caso. ¿Qué más puede pasar? En el peor de los casos, nos fajan, pero no se van a animar”. Al final, no pasó nada, pero sí me quedé pensando en cómo nos habían atacado simplemente por la manera en que estábamos vestidos. Fue por eso, no hubo ningún otro motivo. No sabían qué pensábamos o nada de eso. Arrancaron por como nos vieron vestidos. Esa vez sí sentí que volvíamos a los 90. Es otra galaxia ese mundo conformado por La Beriso y esa onda. De hecho, yo hice un cover de Pier en un momento, me parecía bueno ese tema (“Sacrificio y tecnopop”, Como destruir canciones, 2012). Reconozco que a veces encuentro cosas buenas dentro de eso. La Renga me parecen unos re artistas comparados con los innombrables.  Dentro de un rock que nos puede parece recontra machista y misógino hay cosas que están buenas pero discursivamente es otro tema.

IV

Fok Electrochongo es un artista de culto. Quizás Malvasio desconfíe o reniegue de esa etiqueta por considerarlo un lugar común. De culto o de nicho, puede que eso no haya cambiado tanto, pero sí hubo un cambio significativo y notable en el universo electrochongo en los últimos años: su público se renovó. Tanto en Buenos Aires como en Rosario, Córdoba o La Plata, sus shows convocan a una audiencia diferente. Lejos de haberse quedado atado a una novedad de época, Fok fue conquistando nuevos espíritus que se acercan a sus fechas para disfrutar. En sus recitales, bajo las luces y los flashes, los centennials se mezclan con seguidores de la primera época. Esa renovación, esa diversidad de su público, es una prueba contundente de un artista que supo mantenerse fresco.
Con la juventud presente en sus shows y las fechas compartidas con artistas que crecieron escuchando su música (Daddy Rocks, por ejemplo) una pregunta se vuelve inevitable: ¿Fok es un referente? La respuesta no se hace esperar. De manera elocuente, con sonrisa, palabras y manos volando, llega un “No, no. Dejate de joder”. Incrédulo ante lo sugerido, se explaya: Que nadie me tome como referente. Me resulta rara esa palabra. Yo hago canciones con humor, pop para divertirse. Hago canciones, discos y shows. Lo que se genere más allá de eso es medio ingobernable. Veo que a muchos bandas que arrancaron en mi época, y a las que les ha ido mucho mejor que a mi, hoy en día están denunciadas por acoso. Me resulta muy fuerte eso. Grupos que tocaron cuando yo arrancaba y después despegaron, ahora todos violines. Eso me flashea. Yo no sabía de eso. No dudo de los testimonios. Siempre creo en lo que dicen las chicas. Es muy fuerte saber que hay otra consciencia. También es parte de un cambio de paradigmas. De repente, las estructuras que en otro tiempo tenían artistas de una compañía hoy encuentran que hay medios independientes que hacen ecos de las denuncias. Por supuesto, también las redes sociales”.

– Como tanta otra gente dedicada a una pasión artística vos dividis tus días entre la música y tu trabajo como personal trainer. ¿Fue jodido tomar una decisión definitiva?

Siempre hay que dedicarse a otra cosa. Es muy difícil todo esto. En cierto punto es Argentina, pero también es el tipo de canciones que hice. Hay que dedicarse a otra cosa. Entiendo que es algo para cierto nicho. Estaría bueno si fuera algo popular, sería otra historia, pero no lo es. Hay que reconocer el lugar en el que uno está. Me gustaría que fuera algo popular, obvio. La gente que lo entendió, lo entendió, otra gente no lo entiende y listo. Hay que dedicarse a otra cosa y seguir haciendo lo que querés hacer.

– ¿Creciendo tuviste referentes que estuvieron en esa misma situación? ¿Hubo alguien con quien identificarse ante los mismos tirones de la vida?

No. No lo hubo. (Federico) Moura estaba entre el diseño de indumentaria y la música, y eso que Virus estaba con Sony Music. No sé qué hubiera pasado si me sacaba un sello. Nunca tuve uno. Por ahí cambiaría todo trabajando con un sello. Pero tendría que cambiar mucho todo para que algo así suceda. Dejar mi trabajo como personal trainer para dedicarme tiempo completo a la música dependería de un cambio enorme, casi radical. Pero si no cambia, no cambia, es así. En cierto punto, al final, todos tenemos una vida ordinaria.

Texto – Lucas Canalda
Fotografías – Renzo Leonard

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