MUG: UNA CIUDAD BAJO EL GROOVE COLECTIVO

El Movimiento Unión Groove se presentó en sociedad con dos noches colmadas en el Galpón de la Música.
La primera edición del FestiMUG congregó a cientos de jóvenes involucradxs en nuevas formas de construcción cultural en Rosario.

Las noches del  26 y 27 de Abril el FestiMUG concentró un maratón musical de funk, hip hop, soul y fusión jazz-back beat con poesía y expresión performática en el tradicional espacio municipal. El festival fue producido íntegramente de manera autogestiva por el Movimiento Unión Groove, colectivo que agrupa los esfuerzos de Alto Guiso, Budajipis, Caliope Family, Cortito & Funky, Chokenbici, Depto de Islas, Ex Empleades de la Nasa, Grooving Bohemia, Kunyaza, Latelonius, Lilu3 y Río Chino.
El  Movimiento Unión Groove se activa bajo el objetivo de diseñar y ejecutar pequeñas acciones colectivas. Dejando de lado la competencia y tomando problemáticas comunes, en 2019 se potenciaron bajo tres grandes objetivos: mejorar las condiciones de trabajo, consolidar la escena local e insertarse en el mercado nacional.
Desde este acuerdo debaten y articulan, de manera asamblearia, posicionamientos en cuanto a arreglos comerciales (tanto con privados como frente al Estado), mecánicas de producción, herramientas para presentarse frente a distintos actores de la actividad (formación en técnica de escenario, confección de gacetillas de prensa, gestión de redes sociales), adhesiones y colaboraciones con otros colectivos.
El día viernes la grilla estuvo conformada por Lilu 3, Budajipis, Kunyaza, Latelonius y Groovin Bohemia. Además hubo sideshow en Berlín protagonizado por Ex Empleades de la Nasa. El sábado, hicieron de las suyas Río Chino, Cortito & Funky, Caliope Family, Chokenbici y  Alto Guiso. La seguidilla recitalera estuvo matizada por lecturas de poesía con Paola Santi Kremer y Tanga Feroz además de contar con la pinchaduría de DJs varios.

II

El groove en Rosario viene generando vibración intensa desde hace varios años. Primero latiendo en puntos específicos, paulatinamente la movida fue ganando espacios hasta coparlos de manera definitiva. Los esbozos iniciales nacieron en las Jams en Club 1518 y también en Casa Huayra. Allí se dieron los primeros contactos entre músicxs a veces desconocidos.
Hermanarse en la música fue el primer episodio. Más tarde extendiendo el vínculo a otros momentos,  la química estaba clara. Luego, conversando como colegas de un circuito consumado, una enorme familia tomó forma. Mientras los vínculos se iban estrechando, los discos se aparecían con resultados excitantes. Las fechas se iban acumulando en la agenda de cada fin de semana. Ante cada recital un público ávido de nueva data iba multiplicando el mensaje.
Prueba contundente del crecimiento de la movida fue la proliferación de fiestas y toques que proponían al groove como el principal combustible de emociones. Pronto todo se esparció más allá del Club o Casa Huayra, ganando protagonismo en espacios como Mono, Capitan, Puerto de Ideas, los bajos de Berlín o venues más mainstream como el Centro Cultural Atlas o Casa Brava.

Desde temprano en la noche del viernes, el FestiMUG daba señales de ser un encuentro atípico. El primer signo fue la asistencia puntual del público, cuando pasados unos veinte minutos de la apertura de puertas ya estaba adentro. Esa puntualidad invitaba a desconfiar del origen de las doscientas personas presentes. ¿Rosarinxs siendo puntuales para un recital? ¿Adónde se ha visto semejante cosa?
Pero era la primera de muchas sorpresas positivas. Otra causa de asombro inmediato fue la contundente respuesta que tuvo el evento: días antes volaron las quinientas anticipadas y otro centenar llegó a la puerta para pagar su entrada. De esa manera, ambas fechas estuvieron colmadas ignorando condiciones climáticas, veda electoral y la escasez monetaria típica de fin de mes.
Pasearse por cada espacio del festival (Escenario principal, balcón exterior, feria, baños) arrojaba observaciones interesantes. El grueso de la asistencia estaba entre los diecisiete y veinticinco años. Quienes transitaban los treinta parecían ser los músicos de algunas bandas o el equipo del Galpón. Lxs presentes con más de cuatro décadas eran padres, madres, parientes y/o productorxs . Entre cabelleras de colores, glitter, y un código de vestimenta espontáneo y fluido, las cabezas con canas se contaban con las manos.
En sector de feria se encontraban discos, remeras, stickers de sellos como Rock Villero y Rompe además del propio MUG con mercadería de cada proyecto.
El festival supo contar con la asistencia de muchxs músicxs que llegaron para disfrutar de propuestas nuevas o prestar atención a grupos en particular. Pero excepto por la presencia de Pabliko, fue llamativa la ausencia de integrantes de sonidos del funk o el rap de décadas pasadas. Esa ausencia, por contraste, apunta un rasgo característico de la nueva movida comandada por la juventud.  Cada recital es un punto de encuentro donde todos y todas confluyen apoyando y disfrutando la magia de sus pares. Mientras las fechas se multiplican por la ciudad, no existe el “voy si me ponés en la lista” o “la próxima te juro que estoy”. Los pibes y las pibas del circuito groovero se apoyan, se escuchan, se disfrutan, se bailan, se sienten unos en otros. Así, potencian el mensaje.
Si hace seis años atrás el Festival Otro Río supo generar una certera cartografía nacional de la autogestión en tiempos donde las políticas culturales de Nación, Provincia y Municipio se alinearon provocando una favorable inercia, el FestiMUG es prueba que en épocas de macrismo explícito la única forma de crear, resistir y sobrevivir es estando juntxs.
Con sus diferencias estéticas, el acierto de ambos festis made in Rosario es haber creado una propuesta sincera y fiel a su público, un reflejo genuino de su movida/circuito de pertenencia; una identificación generacional que sencillamente busca ser espacio de encuentro y construcción en su propio tiempo.
Cabe destacar, asimismo, que en un contexto de campañas de doble discurso impulsadas por gastos millonarios y de festivales/franquicias bajo nombres chauvinistas la respuesta masiva del FestiMUG, un evento ciento por ciento rosarino, habla elocuentemente de la fuerte identidad cultural que tiene la ciudad. Las campañas electorales, los productores mercenarios y el marketing podrán gastar millonarias cifras, pero nunca serán capaces de comprar la identidad de un sentimiento colectivo. Estxs pibxs se acompañan. Copan en manada cada fecha de cada banda amiga. Están logrando lo que casi ninguna otra movida musical pudo: ser una fuerza unificada que va ganando espacios desde el esfuerzo colectivo dejando a un costado la competencia. Dejar de percibir al otro como competidor, correrse del propio ego, es uno de los mayores logros que hasta ahora supo demostrar esta camada. El otro no es competidor. Al otro se lo abraza como par. Cada integrante del MUG se reconoce en el otro. Se siente parte de lo que el otro hace. El otro es compañero, es hermano de construcción. Entre todos son movimiento marchando hacia un mismo fin.
Con este contundente primer paso el MUG eleva interesantes interrogantes que los años sabrán responder: ¿Qué sucede cuando lxs protagonistas se organizan y se plantan ante el Estado y los productores? ¿Cuál es el efecto inmediato que este frente unificado puede generar sobre las otras movidas de la ciudad? ¿Es posible lograr algo similar en otros géneros? ¿Se puede crecer de manera colectiva sin contrarrestar el brillo personal de cada artista?
El tiempo lo dirá. Mientras tanto este viaje recién comienza.

III

Para encarar el recital lxs integrantes del Movimiento se dividieron diversas tareas con antelación. Meses antes de la fecha se armó un plan de trabajo, ipso facto surgieron las comisiones dedicadas a la técnica, gestión, prensa, catering, diseño y finanzas. En los últimos días, los deberes de prensa se dividieron en notas radiales, respuestas por Whatsapp para los medios gráficos y otros actos de presencia necesarios.
Llegando el finde tan ansiado las labores volvieron a repartirse para cubrir todas las demandas de un evento que agotó entradas anticipadas y se perfilaba como algo de magnitud considerable.
En el Galpón se tomó una dinámica de rotación donde lxs muguimentarixs iban cubriendo y toma la posta en diversas tareas. Algunxs de lxs músicxs que tocaron el viernes el sábado estaban en las ferias, o ayudando en la parte técnica o backstage, mientras que lxs números del sábado hicieron su parte el viernes.
El expendio de cerveza artesanal -una parte significativa de los ingresos del festival- tuvo a lxs muguimentarixs de un lado para al otro, reponiendo vasos y barriles en la barra, atendiendo al público y, en la noche del sábado, sembrando consciencia sobre el horario de veda, un gesto más que bienvenido por las gargantas sedientas.
“Todo esto son meses de trabajo. Está buenísimo. Una locura”, observa Ani Books, feliz con la gente que desde temprano colmó el Galpón.
Ani es una de las cuatro Alto Guiso. Además integra los proyectos Chokenbici y Ex empleades de la Nasa. Siempre cálida y energética, Books dividió su última semana entre recitales del Guiso, una charla organizada por Futurock-Goza Discos junto a Barbi Recanati y Patricia Pietrafesa y los deberes promocionales del Festi.
Al aire libre, se toma un minuto entre las idas y venidas que demanda el concierto. Cigarro en mano, convidando birra fría, toma la posta: “El MUG surge para generar espacios y cambios. Hablamos sobre cómo resolver problemáticas acerca de lugares para tocar, pagos de la muni o de productores, asuntos técnicos, también. Las respuestas llegaron al juntarnos. Hoy estamos todos unidos, es la que va”.
Observando cómo la gente va copando el interior del Galpón, para Books tampoco pasa desapercibido el enorme porcentaje de sub-21 que celebra cada canción como si fuera la última. “Cuando algo es tan fuerte no lo podés frenar. Los Cortito & Funky son once. Re pibitos todos, tocan bárbaro, está buenísimo, mueven un montón de gente. ¿Qué vas a hacer contra eso? Todo toma su cauce natural”.
“El amor prima siempre. Juntándonos podemos aliviar el peso” indica la cantante acerca de los caminos de producción que se abren al laburar codo a codo con sus compañerxs. “Es sentirse parte de lo que le otre hace y que le otre se sienta en una. Reconocerse en ese proceso, sentirse familiar, compartir. Juntos podemos muchísimo más de lo que podemos compitiendo. Como en cualquier rubro de la vida, como en cualquier cosa, aliando fuerzas con pares se puede mucho más que competir por algo que no existe”.

“La cosa es organizarse. Si nos conocemos tanto, compartimos integrantes, somos amigos, nos conocemos, armemos algo. Es un paso lógico salir a lucharla juntos”, comenta Camilo Corradín, baterista de Cortito & Funky y de Calíope Family.
Corradín tiene diecinueve años y desde hace un tiempo está abocado a la música con el deseo puesto en sus proyectos musicales así como también en el desarrollo de una escena más saludable para los sonidos hiphoperos. Meses atrás fue uno de los presentes cuando la idea de organizarse bajo un mismo sonido empezó a cobrar sentido en los pasillos de salas de ensayo. Todo nació en conversaciones informales. Simplemente charlando al pedo en los tiempos muertos entre ensayos o también en los recitales nocturnos, intercambiando información sobre fechas que se venían: “La idea aparece porque todos compartimos integrantes. Nos empezamos a conocer a partir de compartir salas de ensayo. En ese tiempo que se daba entre nosotros empezamos a ver problemáticas que teníamos todas las bandas. Por ejemplo, la contratación de las bandas por parte de privados y el Estado, o las complicaciones de producir fechas propias. Decidimos armar algo por esos motivos”.
Según Corradín a medida que el circuito iba demostrando su capacidad de convocatoria tanto productores privados como el Estado empezaron a mostrar interés invitando a los grupos a participar de toques y eventos. Pero mientras que el circuito groovero trabajaba a pulmón apostando a la autogestión,  desde afuera empezó una danza de divide y reinarás buscando cooptar a los grupos protagonistas. “El tema de las contrataciones se nos presentó a todos cuando nos pusimos a hablar. Caímos en cuenta que a todos nos pasaba lo mismo. Por la misma fecha le hablaban a cuatro bandas y la que pedía el cachet más bajo, era la que agarraban”, puntualiza.
El baterista admite que al principio la idea de un festival no estaba en mente de nadie. Se trataba de generar un camino para resolver los problemas que sobrevolaban a las bandas de una movida cada vez más convocante. Entre planes trazados a futuro una idea surgió, irresistible, poderosa, impostergable: un festival que señale el punto iniciático del movimiento; una MUGseñal que brille sobre la ciudad declarando un aquí y ahora.
“Al comienzo del año nos empezamos a reunir y craneamos una lista de objetivos. Decidimos hacer una primera actividad para generar un ingreso y también un ruido inicial” recuerda Corradín. Luego, maravillado por la respuesta de la gente, se agarra la cabeza y señala “pasó todo esto, mirá lo que es”.
La tremenda respuesta del público ante esta aventura conjunta lo hace renegar de una frase hecha que define al encuentro: “La unión hace la fuerza”.  “Ya lo dije cincuenta veces pero posta que es así”, recalca.

Sofía Maiorana es la frontwoman de Kunyaza. El viernes incendió el escenario con su neo soul contagioso, mientras que en la noche del sábado está sentada atendiendo la feria del MUG. Entre discos, remeras, gorros y otros artículos para el fandom, se entusiasma hablando del festival: “Los dos días sold out. Todo el MUG está super feliz. Una alegría enorme cuando la gente canta los temas y los públicos se conocen y se comparten los ánimos. Es increíble que la gente pueda vibrar con la energía de cada canción. Es una sensación re linda”.
Maiorana es precisa al describir los esfuerzos del Movimiento. Desde las primeras reuniones informales hasta la certeza concreta e inconmensurable de llenar dos noches seguidas el Galpón, cada paso del MUG le transmite alegría, estímulo y la gratificación de saberse partícipe de algo que es más grande que cada individualidad por separado; es parte de un corazón que desde hace meses late en el mismo sentido y sintonía que los pares que tanto admira.  “Estamos en marcha generando diferentes cuestiones. Vamos unidos desde la horizontalidad. Las fuerzas se suman y de manera colectiva se logra lo que es tan difícil cuando vamos por separado”, detalla.
En términos musicales se atreve a imaginar una respuesta al sentimiento irresistible que todxs lxs jóvenes presentes sienten por la música que hoy los convoca: “Creo que el neo soul, el funk, el género de toda la música groovera está tomando preponderancia. No es solamente es nuestra región, es algo a nivel mundial. Siempre la generación nueva, la juventud que descubre, le inyecta una nueva energía creativa. Ahora es el momento del groove. Antes fue el rock o el pop. Super felices de tener una audiencia joven y acompañar una movida renovadora”.

Lucía Cerfoglio es cantante y actriz. Descartando la formalidad legal del DNI, en los circuitos musicales y teatrales de Rosario es conocida como La Negra. Durante ambas noches fue la Maestra de ceremonias, oficialmente dando la bienvenida al público y cerrando de manera protocolar. “Lo hacemos todo como corresponde”, aclara ella por tan acabado trabajo. “Una presentadora con todas las letras”, agrega divertida.
Además de su desempeño como MC, La Negra tuvo oportunidad de lucirse con todo el poderío de su voz viernes y sábado. Primero junto a Budajipis con una versión de “Rock Steady”. El sábado con Alto Guiso, tirando magia ya casi sobre el final.
Porque siempre diva nunca indiva, el histrionismo de La Negra fue un hilo conductor que le aportó una dosis extra de calidez a todo el evento. Micrófono en mano, fue recorriendo cada ambiente del galpón, desde el balcón exterior hasta feria de discos o las gradas a oscuras a las que ocurrentemente denominó “el reservado donde están apretando” antes de subir e interrogar a lxs espectadorxs sentadxs.
Cuando Cerfoglio se enteró que sus amigxs del MUG estaban preparando semejante movida, no lo dudó un segundo, quería participar de alguna forma y sabía que su vida entre música y teatro le posibilitaba una oportunidad: “Me propuse como anfitriona, no podía ser otra. Me gustó el rol de presentadora, estar arengando y conectando entre bandas. Lo vi como un juego, una manera más de acercar a la gente”.
Además de ser parte del primer paso de un esfuerzo colectivo que admira y cree necesario, La Negra remarca que el factor musical tiene una virtud extra que resulta atractiva tanto para lxs músicxs como para el público.“El groove te invita a bailar. Es una onda que propone soltarse y dejarse llevar por lo liberador”, explica.  “Tiene un beat muy pegadizo. Quizás esto de moverse sin necesidad de saber un paso. Hay que dejar los miedos de lado, hay que entregarse al movimiento dejando de lado las inhibiciones, el miedo al otro. En Rosario pasa mucho que siempre estamos pendientes del otro. A ver qué hace, o si me mira. Todo esto tiene que ver con correrse de ahí, dejemos las inhibiciones”.

IV

Algo se respira y se contagia en el aire del FestiMUG. Una libertad de expresión atrapa a todxs lxs presentes. Una sensación de cantar, de mover lxs cuerpxs en sincera comunión. Este groove es un pulso que se baila y se siente de maneras muy distintas. Puede ser un beat de impacto directo o la sutileza climática a base de arreglos finos de flauta o teclas virtuosas. Las diferencias que hay en el sonido de la grilla enriquece los oídos y enciende los sentidos, buscando lo novedoso, capturando una data que estimule nuevas sensaciones. Un sentido vital se identifica en cada unx de lxs presentes. Todxs se reconocen en el movimiento, construyendo desde la expresión, siendo conscientes o no.
Cada persona disfruta el momento de la manera en que mejor le sienta. Nuevas formas se entremezclan con las viejas. Una nueva era se está gestando en esta conjunción de pibes, pibas y pibis. Los lenguajes están en transformación, fluctuando entre  fuegos generacionales.
Budajipis es uno de los grupos responsables que el circuito groovero hoy tenga tanta banca. La constancia es una de sus virtudes. Es una entrega de años con toques, discos compartidos, onda constructiva y trabajo afectivo. Desde el vamos tienen la batalla ganada. El público reclama canciones, salta, bailan con un paraguas luminoso marcando el camino. Funki psicodélico rockeado y febril, imposible de resistir. Por un rato el paraná es testigo de un ritual de transfiguració:, Budajipis es todxs y todxs son Budajipis. Kunyaza enciende un espíritu neo soulero que tiene basamento en virtuosismo y el calor de sus vocalistas. Su público, agradecido, conecta cada vibración con soltura y un mismo canto unificado. Sobre mitad de la sala, entre el tumulto danzante, un amigo le dice a otro “mirá si te perdías esto, hermano”. Luego se abrazan y empiezan a saltar hasta llegar frente al escenario, siguiendo el paseo escénico del grupo.
Groovin Bohemia ejecuta un exorcismo. Tienen el honor de cerrar la primera noche y lo hacen con maestría. Bien pasada la medianoche, la entrega de la audiencia llega con el pedido de que todo siga, que nada se corte. Entonces la Bohemia acelera, subiendo la apuesta y empapando la ropa con sudor natural.
El sábado por la noche entregó un regreso: Río Chino. Jazz, funk, fusión, afrobeat en su forma completa y en clave narcorsarina. Apenas asomados al escenario, el grupo fue recibido con una lluvia de aplausos. Lo mismo al despedirse. Fue reencuentro y expectativa de continuidad.
El set de Calíope Family es una experiencia einsteniana. No queda claro si tocan durante cuarenta minutos o durante cuarenta segundos que son un fuego en carne viva. Las palabras se escupen, los ritmos se descargan, la data golpea; una bomba adrenalínica que no sabe de quietud y expone la dilatación del tiempo. Tan excitante como breve, tan memorable como imposible de aferrar a la posteridad con total claridad. Entre el público se genera un desafío a la gravedad cuando bien adelante unxs doscientxs cuerpxs saltan buscando las alturas y rebotan sobre su lugar. Sobre la izquierda, un pequeño grupo forma un círculo y tira movimientos de protobreak dance. Todo es avivado desde arriba del tablado con movimientos incesantes.
“Acá el fuego es libre. El fuego y el juego son libres. Por eso genera semejante respuesta y se retroalimenta”, comenta Books antes de tomar el escenario con Chokenbici. Se refiere a un fuego en continuado que circula entre público y bandas. Las bandas se suceden sobre el escenario y el público rota, yendo y viniendo, cervezas y aire fresco, mediante. Pero el Galpón nunca queda liberado. Es una fuerza de ocupación insaciable, queriendo -y esperando- que algo más baje desde el escenario.
Luego de su participación rutilante en los festivales Ultravioleta y GRL PWR, Alto Guiso viene de una cuasi residencia en el Galpón de la música. Sería fácil apuntar que el cuarteto juega de local, pero la realidad es que El Guiso copa cualquier parada adonde vaya.
Afiladas luego de una seguidilla de fechas locales y en Buenos Aires, las fab four rosarinas, sacuden el lugar con las canciones de Psicoguiso y algunos adelantos de Sudando milanga, de próxima edición. Suenan “Chinito” y “Gogonauta”, entre otras.
La clausura del festival llega sobre la 1 AM con una resignación que obedece a la veda electoral de un domingo de PASO. La demanda popular pide que “Birra fría” sea el tema final, sacudiendo todxs lxs cuerpxs presentes. Mientras arranca la canción el escenario es invadido por integrantes de todas las bandas del MUG. “Un cierre a la We are the world, tira Books ante el micrófono antes de pasarlo y abrazarse a sus compañerxs mientras la zapada se estira.
Con la gente prendida fuego entre baile, agite con brazos arriba y corazones liberados, todo va llegando al cierre mientras cada minuto se disfruta al máximo. Sobre el escenario, compartiendo voces en los micrófonos e intercambiando instrumentos, lxs integrantes del Movimiento cierran el festival bajo la misma premisa con la que se gestó la aventura: todxs juntxs. Es por ahí, no hay dudas.

Txt – Lucas Canalda
Ph – Renzo Leonard

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