El músico español llegó por primera vez a Rosario para un concierto sin pausas.
Un encuentro para conocer el arte de correrse del ego, disfrutar con libertad y hacer de la vida en la ruta un pastiche de sensaciones.
Bigott es el proyecto del músico español Borja Laudo. Con una decena de trabajos editados, las canciones afluyen siempre para delante sin mirar atrás. El género no importa. Un recetario de dream pop, folk, americana, country, rock, punk, y algunas baladas de forajido con corazón criado a base de Julio Iglesias, funcionó a la perfección para gambetear siempre las expectativas de su audiencia mientras que, con elocuencia, dejó en claro que Bigott está aquí por la aventura de la música en toda su forma.
Tras algo más de una década de lanzamientos, conciertos, festivales, rutas, aviones e idiomas, Bigott alcanzó el pasado mes de enero la decena de producciones con Friendly Monsters, una colección de siete canciones que en la Argentina encontró edición mediante el sello Fuego Amigo Discos y en España por Drácula Records.
Prócer desaliñado del indie español y artista pionero de la escena de Zaragoza de principio de los 2000 -que los fans del género también recordarán como colaborador de proyectos como Tachenko y La Costa Brava-, Laudo/Bigott escribe canciones con el ímpetu y la velocidad de un disco por año.
Después de recorrer Festivales internacionales como Primavera Sound (Barcelona), South by Southwest (USA), Rock Al Parque (Colombia) y Europa Vox (Francia), Bigott regresó a la Argentina para presentarse en La Plata, Capital Federal y Rosario.
Con la excusa de presentar Friendly Monsters, Bigott se lanzó a las rutas argentinas junto a toda su banda, integrada por Cristian Barros (teclados y guitarra), Clara Clarin Carnicer (coros y bajo) y Juan Gracia (batería).
Sábado a la noche
Sobre el final de un sábado ya transmutado en domingo la puerta de Casa Brava luce atiborrada de gente. Fumadores en la vereda y una fila que dobla por la esquina. Bon Scott está ocupado como siempre y el resultado final es el de una postal típica desde el mes diciembre.
La novedad de hoy en la inercia nocturna de Pichincha es que el español Bigott está en la ciudad para presentarse por primera vez. La esperada (y tal nunca imaginada) ocasión es gratis como cada concierto que propone Casa Brava. Es sabido, las cientos de personas que aguardan para entrar vienen a bailar y a disfrutar de la nocturnidad. Por eso, en el ingreso, no hay fans desesperados por procurarse una buena ubicación frente al escenario. Devotos y devotas de autor de “God is gay”, “Echo valium” y “Dead mum walking”, ya están adentro desde hace tres horas. Sin embargo, siempre hay una excepción. Sobre las 23:15 hs, hay dos fans recién llegados que esperan entrar. Se trata del dúo tecno pop Matilda que acaba de telonear la primera de las dos noches de Auténticos Decadentes en el teatro El Círculo y salieron volando para llegar al concierto del barbado songwriter. Meses atrás, cuando se confirmó la visita de Bigott a nuestro país, Juan Manuel Godoy e Ignacio Molinos fueron los principales agitadores para gestionar una parada rosarina. Ahora, felices por la primera noche junto a los Decadentes, van por más emociones ante el impredecible español.
Entre el público abundan los treintañeros y varios fans de la primera época que acusan más de cuatro décadas. Algunos reconocen que ante la confirmación de la visita a Rosario tuvieron que volver a revisar la discografía de Bigott para ponerse al día. “Siempre hace lo que se le canta”, observa alguien que admite que nunca jamás se le cruzó por la cabeza escuchar al grupo en vivo en Rosario.
Cualquiera sea la edad, cualquiera sea el nivel de experticia en el gran bigotón musical es claro que para todos los presentes es una ocasión especial, una noche atípica para una ciudad que está recibiendo las visitas predecibles de siempre.
La banda toma el escenario bajo una marea de luces violáceas. Sin mediar una palabra, alcanzan una intro que pronto se traduce en “Apple girl” y una seguidilla que incita al baile en la proximidad del escenario. Inmediatamente se forma una especie de burbuja entre el público convocado por el recital y el resto de una asistencia bolichera. La burbuja bigottera se mueve mientras la lista de temas se sucede. Del otro lado parecen ajenos a la magia que amplifica el sistema de sonido.
Dueño de una magia modesta, el cuarteto tiene como virtud hacer que todo aparezca sencillo. De la balada country ensoñadora al rock más oscuro y narcótico, los músicos dominan cada canción y pasaje con simpleza. Arremeten tema tras tema, sin interrupciones. Eventualmente, Bigott tira algún gracias, apenas. Dejando de lado la palabra, opta por hacer morisquetas, posar para las cámaras o formar corazones con sus manos en dedicatoria amistosa con su público.
Suenan “God is gay”, “I love you”, “Cannibal dinner”, “She’s gone” y “Baby lemonade”, entre otras, con Laudo tomando pasos al costado y hacia atrás. Clarin, con sus cuatro cuerdas, es el dínamo escénico del grupo. Flequillo largo y remera ramonera, canta, salta, hace coros, arenga al público de adelante, empujando su disfrute.
En forma de gritos, llegan pedidos de canciones. Algunas suenan, otras quedarán para una futura visita. O tal vez no. Habrá que ver si existe. Por eso el reclamo se repite, sin perder esperanzas.
El momento es ahora. La acción no se detiene y hay baile, disfrute y acompañamiento del público que contrasta con el sonido ambiente de los presentes que no están interesados en el concierto. “Esta canción le va a gustar a todos, incluso a la gente que está hablando de otra”, comenta Borja, divertido, antes de arrancar otra ráfaga de canciones. Casi sobre el final, el cuarteto se despacha con dos joyas de post punk inglés, “10:15 saturday night” y “Hong Kong garden”, la última cantada por la bajista.
Todo llega al final y algunos gritos reclaman por más, pero la primera vuelta de Bigott en Rosario se acabó. Imaginar un regreso no cuesta tanto.
Laudo
Sobre las seis de la tarde del sábado, la ciudad está sumida en una oscuridad otoñal en la que se vislumbra una neblina incipiente. El frente de Casa Brava luce en calma, con puertas cerradas y luces apagadas, bien lejos de la concurrida postal de medianoche con cientos de personas en la calle haciendo una fila interminable para poder ingresar.
Cruzando la puerta principal, el living de ingreso está en penumbras, la única iluminación disponible viene de la sala principal, que alberga unos movimientos silenciosos y concentrados.
Borja, Cristian, Clara y Juan prueban sus respectivos instrumentos, pero parte del equipo se atrasó por lo que todavía no pueden probar todos juntos. Cada uno se ocupa de lo suyo. De rodillas, doblado sobre su guitarra, el cantante ajusta cuerdas y cables de sus pedales.
Los representantes de Fuego Amigo Discos saludan y comentan lo contentos que están con los resultados de la muestra de Borja y Clara en Berlín Grafika y los recitales en La Plata y Buenos Aires.
Toda la banda interrumpe sus actividades para saludar de manera afectuosa y comunicar su predisposición. Están contentos de conocer una nueva ciudad, de tocar ante un público que es un interrogante, de seguir siempre dando un paso más en estos recorridos por un mundo que siempre les presenta algo novedoso.
“Cuando estén listo estoy con vosotros”, comenta Borja antes de volver a doblarse sobre su guitarra.
Con los flashes y las pantallas listas, el zaragozano entra en acción. Posa para las cámaras de manera desfachatada, tirando magia entre posturas, gestos y algún chiste. Alrededor, tour manager y compañerxs de banda se ríen del desparpajo de su compañero.
Promediando los quince minutos de sesión fotográfica, uno de los trabajadores del bar se acerca con timidez. “¿Y este personaje quién es?”, consulta por lo bajo. Sale una respuesta a lo Yahoo! Respuestas: “Bigott, es un músico español”. Pero nada es tan sencillo en la vida real como en la Internet como para merecer semejante respuesta. Una aproximación apropiada debería ser: Bigott es un artista de culto que nunca se interesó en alimentar esa misma figura o cliché del mundo artístico y lleva adelante una carrera llena de gambetas a la industria, los productores y hasta para con su propio público.
El español es un artista independiente demasiado desinteresado en la planificación segura y previsible. El plan es no tener plan. El plan es el momento, el disfrute del ahora, articular al máximo el aquí y ahora. ¿Por qué esperar a más tarde o mañana? ¿Por qué elegir los momentos de magia? ¿Por qué agendar las vivencias cuando todo puede ser de otra manera? Simplemente hay que saber (y estar dispuesto) a correrse.
Borja se relaja ante la posibilidad de un intercambio. La probabilidad de un encuentro lo entusiasma, lo activa y lo predispone a aventurarse en su vida personal y los aprendizajes que vienen aparejados con derrotas, triunfos, con los ánimos propios de cualquier vida moderna.
Sus piernas no se cruzan, se entrelazan, al igual que sus brazos casi atados entre sí, con los dedos atrapando una botella de agua mineral que aprieta y hace sonar durante toda la nota.
Sobre el borde de un amplio sofá, se inclina hacia adelante, comunicativo, dado y bien lejano al personaje que hace sudar la gota gorda a periodistas televisivos protocolares y agarrados a un guión preparado por otras personas. Está metido en la charla y desde ahí, dispara veloz, yendo y viniendo.
“Soy muy intuitivo para todo, incluso para trabajar en mi música. Pero tampoco lo siento como un trabajo, el día que así lo sienta lo dejo todo, tienes mi palabra en eso”, confía Laudo desde el vamos, anticipando lo que será una charla de ida y vuelta sin tapujos.
“No hay un proceso de creación muy particular en nada de lo que hago”, remarca sobre su obra. “Si la cosa va bien con la guitarra, me pongo, lo saco adelante. No soy tan cerebral. Hago música, no me corre el tiempo, encuentro resultados así. Si no me gusta, no sale”.
– En un cancionero muy tupido tuviste aciertos y pormenores, algunas cosas resultaron muy bien y otras no tanto. Siempre fuiste muy dueño de todo tu trabajo. ¿Nunca tuviste un productor o representante de un sello que te observe y analice qué potenciar o cuáles son tus fuertes?
Nunca hemos hecho nada de eso. Nunca pensé en hacer nada de eso para afuera. Si caes en eso, has picado, vuelves a caer una y otra vez. Terminas esclavo de eso. No tiene sentido. Simplemente tú, haz. No pienses en que vas a tener feedback o dinero. No necesitas la felicitación ni aprobación del otro. No hace falta absolutamente nada de eso. Sé tu mismo. Haz lo que sientes. Mejor sin lo haces sin mirar hacia adelante o hacia atrás porque entonces ya descarrilas y entra la depresión, entra el mal rollo, solo quieres conseguirlo de mil millones de maneras para tener un reconocimiento, algo que ni siquiera es nada. El reconocimiento es tuyo. Disfruta.
– ¿Sos de pensar la música como una carrera profesional? ¿Tenés la disciplina necesaria para eso?
La música forma parte de mi vida, es la manera más honesta que yo he encontrado para ganarme la vida, me hace feliz y hago feliz a otros, nunca he tenido la sensación de estar trabajando mientras hago música, es natural, espontáneo y desde ese sitio se ha ido formando mi carrera profesional. Mi única disciplina es estar concentrado en lo que hago.
– ¿Editar discos con una frecuencia anual se debe a un deseo de siempre querer tocar algo nuevo o es simplemente una manera de sacarte las canciones de encima?
El deseo es algo que no forma parte de mí. Solo hago canciones porque es natural en mí, no pienso si van a gustar o dejar de gustar, las hago sin ninguna excusa, solo porque me place.
– Siempre hablás sobre el significativo logro que fue haberte corrido del ego y del deseo. ¿Cómo se llega a eso?
A eso se llega pasando por el sufrimiento. Hay que pensar sobre lo que significa llegar a lo más bajo. Una vez que has tocado fondo, ¿qué te queda? Suicidio o vivir. Tú eliges. Las dos opciones son igual de válidas, no existe ni bueno ni malo. Yo decidí que quiero ser yo mismo. En ese proceso es cuando el ego va cogiendo distancia. Siempre está ahí pero tú lo observas. Simplemente eso. El ego siempre va a estar ahí. Siempre va a estar ahí la mente. En este viaje, en esta realidad, siempre va a estar ahí. Otra cosa es que ella te domine o tú la observes. Tampoco se puede cambiar ni tú la puedes mandar. Estás hablando con un músculo. Es increíble. Cuando nos duele el hígado no estamos ni dialogando con él, solo vamos al médico y se cura. Pero con la mente que es otro músculo, al revés: te manipula y te arrastra. Todo te gira demasiado rápido. Una vez que se desbloquea todo eso, como en el teléfono, ya tienes todas las aplicaciones ahí, está todo. Es como catarsis, vomitar, vomitar, vomitar. Luego ir donde te lleve, no tener temores.
– En la dinámica de girar, tocar, conocer gente, compartir momentos, ¿cuál es el momento que más se disfruta?
El momento que más se disfruta es el momento. Todo el rato. Si tú te sales del momento es cuando empieza a torcerse todo. Ahí, en el momento, es absoluto, no hay espacio ni tiempo. Sales de tu casa, vas a tocar, conoces gente, amplias los conocimientos, todo es genial. Entonces por eso te digo que la fiesta es todo el rato. Si separo, ¿qué sentido tiene? Pudiendo tener todo el rato, ¿por qué separar? Ahora voy a estar de fiesta, ahora voy a estar en calma, ahora en no sé qué. Es absurdo. Es un chip que nos han implantando. Es exagerado, pero una vez que lo localizas se puede desprogramar, se puede resetear. Vale, me ha traído hasta aquí, me ha servido o no , pero ahora ya está, chau, au revoir.
Parte del todo
Finiquitando detalles para el recital, una mesa doble frente al escenario exhibe la feria de Bigott. Tanto en las remeras como en los cassettes, compactos y vinilos de Friendly Monsters, Candy Valley y My friends are dead se leen fuertes impresiones de la cultura pop: Marilyn Monroe, Plaza Sésamo, Star Wars.
En los más de diez años de travesía musicales del español la diversidad de elementos se fueron multiplicando formando un imaginario tan difícil de predecir como su propia música. Pastiches nutridos por el pulp, John Waters, Luis Buñuel, Ramones, tiendas de segunda mano, Disney World, filmes norteamericanos ochenteros de fantasía y aventuras, y mucho más toma forma en la cosmogonía que es Bigott, tanto individuo como personajes y banda.
Una fascinación cutre por las franquicias de colores estridentes que siempre proveen una oportunidad ideal de reinsertarse como parte de un juego camp de recorrido mundial. Bigott lo toma, lo absorbe, se divierte y luego sigue de largo, yendo por más, aprovechando la circunstancia que proponga cada camino, sin importar el idioma o la frontera. Esas vivencias y guiños se destilan luego en canciones plenas de ironía y con letras absurdas, pero que jamás se radican en el cinismo. Otra gran gambeta para su audiencia es, precisamente, reírse siempre sin reírse de todo. En el fondo, su romanticismo es genuino.
“Ese pop forma parte de lo mismo, para mí” explica Borja enfundado en un buzo super holgado de Mickey y Minnie Mouse. “Todo lo que encuentro lo tomo. Hay color, hay diversión, hay juego. Mientras exista eso va a seguir fluyendo. Luego la puedes aprovechar para meterla en canciones, letras, en videos”, específica divertido mientras estirado sus dedos con gracia acompañando la gesticulación facial.
“Hace poco hicimos un cartel para nuestra gira en Argentina de nosotros como banda si fuéramos los Simpson, ¡super guapo! Claro, la gente preguntaba por qué copiar a los Simpsons, y ¿por qué no? La idea es simplemente aprovechar lo que vemos, lo que tenemos alrededor. Es visual y sencillo. Si lo vemos en alguna página de Internet y nos gusta simplemente decimos que estaría bien arriba nuestro”.
– Debés considerarte afortunado porque siempre tuviste la complicidad de una banda que deja todo por marcharse a la ruta. ¿Cómo se siente eso?
Por supuesto. Tienes razón en observarme eso. Te diré: es un sueño. Lo considero un regalo, un privilegio. Desde el minuto uno hasta el infinito lo importante es compartir y tener la idea clara. Es lo único. Si tú no tienes alguien al lado que respeta y comparte lo tuyo, no va a haber equipo; va a haber disputas, va a ver lucha de egos, no es el camino. Si necesitas equipo, que sea ese, que vuelve libre contigo. Muchas bandas han parado por tensiones entre ellos, aquí no hay tensión. Aquí decimos cada uno lo que pensamos, lo que sentimos, y está bien. Siempre vamos hacia una misma dirección.
– Salir a la ruta cuando las cifras apenas acompañan es una prueba de esa misma dirección. Prevalece una apuesta por la aventura y el compartir experiencias.
¡Ni acompañan! Forma parte de un esfuerzo común y de ganas de vivir y de pasarla bien. De que se extienda todo lo que creemos. Es una cuestión de emoción, de pasión. No necesitamos un feedback inmediato de dinero. Eso, por un lado o por otro, va a venir. Yo siempre tengo esa disposición. Todo eso va llegando. Pasa una temporada que no tienes dinero, tranquilo, vendrá luego. Simplemente hay que aguantar el tirón mientras se sigue haciendo lo que tú dices. El proceso musical es ese, seguir haciendo y seguir haciendo. Cuando empiezo un disco no sé cómo se hace el siguiente, no sé cómo se hacen las canciones. Es una cosa rara. No hay un método. Por eso sale esa música tan esquizofrénica de estilos variados. Todo bien aleatorio.
– Bigott es un apodo que te dieron a raíz de tu bigote. Ahora bien: Bigott remite al inglés (pero también al ruso (“retardado”). Al mismo tiempo cantás en inglés, medio renegando del español. Hacés música de acá, de allá y de cualquier lado que te plazca. ¿Te parece que representás alguna herencia cultural de Zaragoza?
Mi vida hasta que cumplí los 19 años fue la vida que habían ideado mi familia; mi educación, mis amistades y todos los condicionamientos que te puedas imaginar hasta que decidí romper con todo eso y empezar a ser la persona que era realmente, sin todas esas presiones y libre de mi ego empecé a hacer lo que me agradaba todo el rato, y apareció la música. No me siento representante de ninguna herencia cultural ni nada en particular, hago lo que hago porque me siento libre.
– Más allá de las visitas a estas latitudes, siempre tuviste una inclinación por sudamérica. Grabaste en Brasil, te gusta la salsa, siempre tuviste referentes de distintos países. ¿De dónde proviene esa fascinación?
La historia está en que como no diferencio, podría estar aquí como en la Antártida. Si nos dan la oportunidad, iríamos. Siempre absorbes algo de absolutamente todo. El sitio, la gente, la energía, la comida, la bebida, todo. Da igual que sea aquí o en Marte. Todo es genial. Se disfruta cada momento. El otro día me preguntaron cuáles eran mis cinco discos favoritos. Por qué voy a elegir cinco si puedo con todos. Es como pegarte un baño en un charco teniendo el mar al lado. Es ridículo.
– ¿O sea que la diversidad de Bigott que desconcierta a los fans, críticos e industria discográfica es simplemente no diferenciar?
Siempre me dicen que soy esquizofrénico, que no sigo una línea, pero es que esa es la idea. Un poco de todo, irnos por donde no nos esperan. Así es más divertido, no hay ataduras.
– El cierre es un poco el principio de nuestro encuentro, ¿cuán importante es el humor en tu vida? Tanto arriba del escenario como en lo cotidiano o ahora mismo, aparece como una virtud.
Creo que el humor está implantado ya en el ADN de cada uno. Otra cosa es que se manifieste o no, pero es como las necesidades que tiene cada uno; dormir, beber, comer, es exactamente igual. Me ha llegado de esa manera el humor. Lo transmito en escena o en la música, en otras maneras de creatividad. Sin humor no hay nada. Si te lo llevas a lo serio puede que el ego te machaque y que se vaya todo a la mierda.
Lucas Canalda – Texto
Renzo Leonard – Fotografía
Ed – Agostina Avaro