Desde sus bandas tributos a Ron Wood, los acústicos con Paula Soka, el funk de Hijos del Reina, su participación en La Bolsa y finalmente su incorporación a Los Vándalos, el Chino Aguilar es un guitarrista inquieto que cruzó caminos y estilos de música desde los tiempos del rock barrial hasta el presente. Aquí el testimonio de su recorrido y las reflexiones de un músico que gastó suela en nombre del blues y el rock periférico.
No es un virtuoso de la guitarra pero porque nunca le interesó serlo. Tampoco es un gran conocedor del instrumento. No son especulaciones. Son afirmaciones que él mismo sostiene pero te asegura que toca con mucho sentimiento, amor y compromiso con sus compañeros y compañera de banda. Dígase amor al arte. Quien lo escucha no duda que así sea y se puede agregar que sí sabe del instrumento y que es un gran guitarrista (al menos a título de este cronista). La humildad siempre es un gran atributo que a veces cuesta encontrar. O que lleva a la grandeza.
Juan Pablo “Chino” Aguilar es el guitarrista de Los Vándalos desde el 2004. Desde ese día se ganó un lugar en la banda. Enseguida armó una dupla maestra con su compañero el Larva. “Con el paso del tiempo creo que con el Larva hicimos un dúo imbatible, no digo que seamos buenos o malos pero funciona muy bien”. También confesó que le costó horrores acostumbrarse a tocar a dos violas ya que siempre hizo de guitarra solista en sus anteriores bandas. “Cristian (el larva) y Diego (Popono) me orientaron mucho en ese sentido”.
Nació un 11 de junio de 1974 en la localidad de Baigorria en el seno de una familia trabajadora. A los 9 años tuvo su primer acercamiento a la música producto de la casualidad: “No tuve una familia del palo de la música, mi entrada fue a través de la radio”. Soñaba con ser un Kiss porque le fascinaba como rompían sus guitarras en los conciertos. Ahí empezó con ganas de aprender a tocar y le regalaron una criolla –“a la que no podía romper”- pero como su profesor (el único de la zona) solo enseñaba folclore, desistió enseguida. Seis años más tarde encuentra su guitarra arropada en un ropero y de nuevo intentó a aprender pero estaba vez solo. Y aquí comienza su historia.
En la secundaria, escuchando que había un vecino de la escuela que tocaba la batería todas las tardes decidió, junto con un compañero, tocar su puerta y preguntarle si quería formar una banda. La respuesta fue inmediata: un sí rotundo. Encontrar músicos en una localidad de pocos habitantes era una odisea. Así fue que su primer agrupación (Barón Asle en referencia a la saga a un personaje de Mazinger Z) donde homenajeó a sus héroes de adolescentes: Guns and Roses y Skid Row. Pero será un reencuentro con la música lo que lo marcará hasta el presente: redescubre a los Stone en profundidad. Comenzó a escuchar más atento cada disco y se impactó con dos cosas: de su imagen, estilo y forma de ser en el escenario; y de Ron Wood (llegó a armar una banda tributo a él: “Los desvirtuados gitanos del agua” (con Popono en batería) y “Los vinos caros”). “Su entrada a los Rolling fue tremenda (en Black and blue,1976) mete una rítmica y unos yeites blueseros alucinantes. A partir de ahí los Stones, para mí, pegan un salto cualitativo tremendo”. “I ve got my own álbum to do” y “Now look”, los discos del guitarrista que impactaron en el Chino. Desde los títulos –Ronnie- desafía a quien todavía desconfiara (o desconfía) de su desempeño como músico compositor. Lo curioso de esta búsqueda fue que se encontró con los verdaderos responsables de esta historia: el blues. “Es a través de los Stones que llego al blues, de libros que conseguía por ahí. En uno de ellos me entere que su primer disco eran casi todo de covers (Willie Dixon, Jimmy Redd, entre otros). Empecé a buscar y descubrí que eran montón, uno mejor que otro y de diferentes estilos”.
De ahí en más su mejor y única escuela fueron sus compañeros de banda. Un autodidacta desde que adquirió su primera guitarra eléctrica (una Faim Strato Laim que hasta el día de hoy se arrepiente de venderla). Sus mejores lecciones fueron las que aprendió ensayando con amigos del barrio que devinieron en bandas (que fueron muchas) o el hecho de compartir escenario con pibxs que recién comienzan. “Se aprende mucho con el que sea, no solo con gente que uno le gusta. De todas las bandas. A veces hay chicos que te invitan a tocar, pibes que no tienen un disco pero ya tienen temas propios, y tocar eso suma un montón”. En este acercamiento que tiene con colegas músicos celebra que poco a poco se vayan apartando los malditos prejuicios: “Ahora hay una variedad tremenda que mezclan estilos. Me gusta mucho la gente nueva que mezcla varios estilos como el rock con el reggae, no se encasillan. Veo mucho crecimiento en esas cosas.” Además, esto permite un crecimiento musical, una apertura mental que, en buena hora, enriquece las producciones musicales.
– ¿Porque pensás que hubo que esperar tanto tiempo a que finalmente se hayan levantado esas barreras y puedan volcarse a varios estilos sin caer en ningún casillero?
No sé si hay alguna explicación. Todos venimos de ese lugar. En cualquier ámbito te quieren encasillar, en cualquier parte de la vida, el humano es así, es como que necesita hacerlo para saber qué tiene en frente. Calculo que antes había más y mucho prejuicios. El que iba a ver un rock and roll no podía ir a ver reggae, ni pop, ni heavy. Es genial que hoy se puedan hacer festivales y convivan bandas como Kapanga y Almafuerte. Me parece que está bueno que se haya roto eso. Es una forma de crecer en y con la música.
– ¿Consideras que es parte del ADN de cualquier banda saber auto-gestionarse, apoyarse unos al otro, en todo momento?
Creo que toda banda debe pasar por ese proceso de autogestión. Es lo que te da frutos. Está bueno hacerse de abajo para después valorar aún más lo que ganaste. Eso te hace poner los pies sobre la tierra y te hace saber de dónde venís. Después ves como seguís y qué desafíos te planteas. O seguís independiente o intentas moverte por otros lados como nos pasó a nosotros con Pop Art que nos dio la posibilidad de distribuir un poco más nuestros discos. A Los Vándalos nos dio una mano importante porque sin el apoyo de las discográficas no hubiésemos podido grabar. Para mí las dos cosas son buenas, son valorables. Depende de lo que quiera o busque cada uno también. A nosotros por ahí nos piden ser soportes nuestros pero eso es algo que nos excede porque lo decide el boliche o el que organiza el show. Obvio que después les explicamos y lo entienden. Estamos lejos de creérnosla, no tengas dudas. Vamos donde nos pidan. Si sirve para que lo subas a YouTube y lo vean 50 personas más, vamos. Yo, como Cristian o Popono.
La Bolsa
Banda referente para los amantes del blues. El mérito es propio: la banda es muy potente, con rabia rockera, sentimiento blusero y unos vientos que flamean las notas claves. Blues suburbano, del cordón industrial de San Lorenzo. Con la voz ronca (y única) de un cantante como Mario Pardal. Tienen dos discos dando vueltas: uno grabado en estudio, con composiciones propias (no es menor este dato dado que los bluseros suelen grabar muchos covers), y otro en vivo. “Mario cada vez canta mejor. Tiene mucha impronta tanguera. Su padre cantaba y le quedó eso. Y no nos olvidemos de su parte blusera. No me gusta comparar pero tiene mucho de Manal: ese tipo de blues urbano con letras tangueras”.
Llama un poco la atención que la banda no haya repercutido tanto como sí pasó con Los Vándalos. Después de todo es una banda profesional que ya lleva casi 25 años tocando, pese a tener solo dos discos, y uno es en vivo. “No sé por qué no se le dio ese reconocimiento. Pero se lo merecían porque que son una gran banda. Por empezar es una banda de San Lorenzo. Para entrar a Rosario, quieras o no, es bastante difícil que si vos no estas acá. Yo soy de Baigorria y veo gente que viene gente de afuera y les cuesta meterse en el circuito. No sé bien por qué. Con La Bolsa incluso tuvo una época que le fue muy bien. Ganaron un festival Rock en el Rio (1992 en el Anfiteatro).
Cuando menciona de lo difícil que es asentarse en Rosario siendo de afuera se le preguntó qué pasa cuando las bandas intentan hacer pie en Buenos Aires: “Es un desgaste ir allá. Es como volver a empezar y no sé si esta tan bueno. Es hacer lo mismo que hiciste acá. Es preferible buscar difusión acá, más con la movida que hay ahora de músicos organizados. De ultima si nos quieren escuchar en Buenos Aires, ellos tienen los medios para que nos escuchen y listo”. Aquel lema de que Dios atiende en Buenos Aires es mejor dejarlo de lado y fortalecer la movida rosarina, que es mucha y necesita que su público lo banque.
Volviendo a La Bolsa, su ingreso se produce producto de la amistad que forja con el cantante y que nació en un show que compartieron en Baigorria con su primera banda León en celo. Cuando esta se separa, Mario lo invita a tomar los rieles de la banda. Fue un salto en su carrera. “Encima yo era fanático de La Bolsa, fue como subir diez escalones, aprendí un montón”, confesó. Con el tiempo se convertirá en referente junto a Mario (aunque él lo niegue) de La Bolsa. “En un momento me tocó ser la única viola hasta que llegó Elías, el hijo de Mario quien toca una barbaridad, yo no toco ni la mitad de lo que él. Dice que aprende mucho conmigo y yo también aprendo con él. Hablamos mucho, somos muy compañeros”.
El paso de la periferia al centro de Rosario cuesta mucho por lo visto. Pero en los últimos tiempos bandas como Farolitos, Perro Suizo, incluso Los Vándalos supieron llegar al público con mucha autogestión desde los barrios, tocando en clubes, generando una identidad barrial.cómo ves esa movida. “Yo si bien no estuve desde los comienzos, sé lo es que el paso de la periferia al centro. Perro y Farolitos se auto-gestionaron más que Los Vándalos y cualquier otra banda. Si bien ya no les sigo mucho los pasos sé que se laburan todo. Te alquilan el boliche, te hacen la barra, las luces, sonidos, afiches. Eso es genial. La Semilla también está en esa. Es muy valorable y son ejemplos a imitar, desde ya. Y, hoy por hoy, si querés, ya pasaron a ligas mayores, tienen su público, ya llenan un club. Como te decía antes, eso también hace al ADN de una banda y cómo experiencia garpa un montón. A la distancia eso florece”.
Vándalos
Una leyenda que nace en 1988, el año que se edita “Un bajón para el ojo idiota” de los Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y en que se va gestando el siempre bastardeado rock barrial. Época donde el abrazo a los jóvenes comenzaba por pedirles protagonismo. Pibes y pibas que gritaban contra la policía, prendían bengalas y desataban pogo en cada melodía. Necesitaban el grito contra el conservadurismo que empezaba a oscurecer los días bajo el menemato. El neoliberalismo se imponía desde los votos. No importaba que las bandas sonaran mal, tengan letras sencillas y logos horribles. Había que hablarles de la familia, los amigos, el barrio, el asado, el vino y la birra. Era un rock que asomaba rompiendo (y abriendo) vanguardias. El periodismo lo bautizó rock barrial o chabón. Y de acá aparecieron Los Vándalos cantándole al repudiable indulto decretado por Carlos Saúl. En Rosario se cantaba “si tengo ganas te voy a tirar/ y si se me ocurre te voy a golpear/Total me van a indultar”. Eran Popono y compañía bancando la movida de Derechos Humanos que copaba las calles en busca de escrache a represores y pedidos de Memoria, Verdad y Justicia.
– Los Vándalos siempre tuvieron un público muy asentado, son los que estuvieron desde el primer día, están y van a estar siempre. ¿Es un desafío que se pueda llegar a más gente, ampliar el abanico ya sea por edades o a un público que no sea tan del palo, por llamarlo de alguna manera?
En una época nos pasaba que el público era siempre el mismo. Con la llegada del Dixon creo que la cosa fue cambiando. Era bastante heavy nuestro público y estaba eso de “tené cuidado si vas a ver a Los Vándalos”. Me acuerdo en unos shows que había uno que abría un matafuego y lo tiraba para todos lados, eran una cosa rarísima. Tuvimos ese estigma por un tiempo. Después fue cambiando un poco. La gente empezó a ir gente más “normal” (aclaremos que todo es dicho con cariño). Lo revertimos con la música que fuimos haciendo. Los primeros discos son rock y funk bien rockeados. Creo que a partir del tercer disco, “Cosecha Propia” (2001), se empezó a meter más reggae, algunos pianos. Lo mismo en el cuarto disco, la banda empezó a abrir la cabeza. Fíjate que hasta en “No significa nada” (2009) se sumó Dani Pérez metiendo cosas electrónicas. Es parte de un crecimiento musical. Como decía antes, no hay que encerrarse. Hay que dejar los prejuicios de lado, las canciones cuando están bien hechas, son hermosas y listo. Después ves cómo repercute en el público pero lo importante es que vos estés conforme, de eso se trata. El primero que lo tiene que aceptar es el músico. Al menos así laburamos nosotros.
¿La cuestión de las letras como la manejan? Si bien las hace todas Popono, puede ser que ese lenguaje juvenil, bien de calle, haya ayudado mucho a que muchos pibes se hayan acercado en busca de esa simpleza tan barrial. Algo tan sencillo, como “con alegría che” repercutió mucho y se podrían mencionar más. Es una cuestión 100% urbana.
Diego lo que tiene es que siempre está feliz. Vos lo ves y siempre tira buena onda. Fijate vos, esa frase surgió de una profunda baja como fue el fallecimiento de Cristian Cataldi (Bajista del grupo que sufrió un fatal accidente en 2003) y una seguidilla de cosas malas que nos venían pasando. Ahí Diego tiró “bueno basta de tanto bajón, con alegría che”. Fue como un grito de liberación. Y fue genial la verdad. Diego está escribiendo como nunca. “Babilonia Bastarda”, cuando la terminó, me quedé mirándolo porque me sorprendió, para bien, obvio. Le dije “donde sacaste eso si vos no lees mucho” (risas). En ese tema veo un crecimiento muy bueno. Es de la vieja escuela: escribe en servilletas, anota frases que escucha y arma todo de a poco o de un tirón. Un fenómeno.
– En “Trabajo Duro”, su último disco, se nota una producción más elaborada en cada tema. Incorporaron coros de Flor Croci y Paula Soka, algunas voces invitadas como Coki y Pablo Pino, entre otros, además de teclados. En algunas presentaciones llevaron a todos y se notó mucho el salto cualitativo.
Eso que decís fue en la presentación “No significa nada” . Si, a nosotros también nos dio esa sensación. Se nota que aprendimos (risas). En “Trabajo duro” intentamos seguir por esa senda de trabajo. Creemos que lo logramos. Para mi es el mejor de la banda, no porque sea el último. Pero lo destaco porque fue el primero que lo produjimos nosotros. Lo laburamos en (el estudio de grabación) Blue Room. El Tano (el encargado de grabar todo) nos tuvo mucha paciencia porque nosotros no entendemos nada de cuestiones técnicas. Pero el producto, el audio el bastante rockero, a las violas le buscamos unos sonidos más de los 70 y lo combinamos con una batería más moderna. Estoy muy conforme. Imagínate que iba ser un disco doble pero nos decidimos que sean solo 12.
– ¿Cuánto hay del mito de que cuando grabás por primera vez querés demostrar todo lo que sabes y con el paso del tiempo eso se va modificando?. Es un proceso de maduración, imagino.
Sí, hasta el año pasado Popono me pedía que tocara menos (risas). Me acuerdo en mi primer banda los temas eran míos, éramos dos violeros y nos pisábamos un montón, queríamos tocar todos juntos. Cuando entro a La Bolsa, año 98 o 99, entro como único guitarrista. Ahí tuve que hacer todo, no me quedó otra. Después a fines del 2004, que fue mi primer show en Los Vándalos (Willie Dixon) ahí me frenaron los chicos. Me estaba volviendo loco casi (risas). No sabía lo que era respetar el sonido del otro violero. Estaba muy acostumbrado a ser única viola. Me costó horrores, con cagadas a pedo todo el tiempo. Me olvidaba que había otro violero, sentía que estaba vacío pero nada que ver. Aprendes a escuchar diferente y con el paso del tiempo creo que con el Larva hicimos un dúo imbatible. No digo que seamos buenos o malos pero funciona muy bien. Me sirvió mucho la orientación de Popono y El Larva.
– ¿Y ahora como te sentís cuando tocas solo, sin una segunda viola atrás, por ejemplo lo que haces con Pau Soka?
Ahora me cagó las patas (risas). Ya me acostumbre a tocar con otro. Con Soka cantando es otra cosa. Lo que tenes que hacer es compenetrarte con cada formato de banda. Eso lo aprendes con la experiencia, tocando todo el tiempo y con todo el mundo, ya sea como invitado o en bandas propias.