En una entrevista exclusiva desde Inglaterra, Syd Minsky-Sargeant presenta Fear Fear, el segundo álbum de Working Men’s Club.
Recargado de sintetizadores, el disco se entiende como la bitácora de un tiempo oscuro marcado por la pandemia y la inestabilidad mundial.
En los últimos tres años hubo un giro argumental en un mundo ya demasiado complejo. La existencia cotidiana se vio matizada por una seguidilla de noticias alarmantes: enfermedades inesperadas, muerte por doquier, desastres naturales, guerra, vaivenes económicos, conflictos sociales y una lista que podría seguir. Un joven de apenas 18 plasmó lo impredecible de una época en dos líneas concretas: “I love you, now you’re dead”. Además de la volatilidad contemporánea, la canción titulada «Widow» logra sintetizar un tiempo de distanciamientos, de comunicación sin emociones, de tentaciones omnipresentes aunque vaciadas de calor: “I fuck inside my head but not outside”.
El creador de ese sencillo, junto a un puñado de otras canciones-bitácora del suceso histórico que marcó a una generación, está lejos de experimentar una sensación de seguridad en la vida que nos toca transitar desde marzo de 2020. Ya no volvió a encontrar cierta paz duradera. Falta mucho para que vuelva a sentir que la tranquilidad llegó para quedarse. Por otro lado, contrastando con ese miedo, ponerse a hacer música lo emociona, casi salvando su estado de ánimo, levantando su espíritu hasta pensar que todo puede ser posible, inclusivo hasta pensar que puedan llegar una bonanza para el maltrecho planeta tierra.
La justificación de semejante entusiasmo es Fear Fear, el segundo álbum de Working Men’s Club que finalmente fue editado la semana pasada, luego de una larga espera para quienes en 2019-2020 fueron considerados como la nueva banda favorita de los medios especializados. Allí reside una trampa: detrás del grupo reside el control absoluto del compositor y cantante Syd Minsky-Sargeant, hoy con apenas veinte años. Cuando la banda estalló, Syd apenas era un adolescente. Ahora responde a la distancia, vía Zoom, desde la casa de su madre en Todmorden, localidad ubicada en el condado de Yorkshire del Oeste, en Inglaterra.
Canciones creadas a la sombra del terror y la pérdida, que crepitan y estallan con frenesí. Fueron creadas durante uno de los periodos más extraordinarios de la historia reciente: 2020-21, año cero de la nueva normalidad. Se trata de bosquejos desde la pandemia y el aislamiento que exigen compartir para celebrar. ¿Celebrar qué, precisamente? Una declaración de desesperación, por un lado. Por otro, la certeza de que, al menos por ahora, estamos vivos. Fea Fear llega como la celebración catártica de una época minada por temores y desesperación.
A fines del verano boreal de 2020, con Inglaterra transitando los confinamientos más rigurosos, Working Men’s Club lanzó su álbum debut homónimo, alabado por la prensa para inmediatamente convertirse en los niños mimados de NME, Clash, The Guardian, Inrocks, entre otros medios.
Las canciones que integraron ese debut fueron escritas por un adolescente de 16 años. Syd Minsky-Sargeant estaba atrapado en la desesperación adolescente viviendo en un pequeño pueblo de apenas 12.000 habitantes. La angustia de las tierras altas dejaba una única salida: escapar. Irónicamente, por entonces, nadie podía ir a ningún lado. Ni los integrantes de la banda ni cualquier ciudadano del resto del Reino Unido. Minsky-Sargeant tuvo que valerse de su imaginación.
En los primeros días de junio de 2022, Syd luce como un adolescente más. Frente a la cámara, parece disperso, con su mirada yendo a todos lados, mientras que sus manos parecen imposibles de aquietarse. Como un centennial arquetípico, está en todos al mismo tiempo. Verborrágico, comparte cada tramo del proceso que devino en Fear Fear. Todavía libre de protocolos mediáticos y diplomacia en general, sus respuestas llegan evitando formalidades. Por momentos, acepta que no está seguro de nada de lo que pueda llegar a venir en su carrera, su música, el resto del grupo o del mundo en general. Parece ir paso a paso. Quizás sea la experiencia que dejó el estallido del 2020, con un disco volando alto mientras él se quedaba en casa, experimentando todo desde su cuarto.
Además del nuevo disco, Working Men’s Club tiene un tendal de fechas por delante. El pasaporte está listo para girar, al igual que todo el equipo. Minsky-Sargeant, por su parte, lo toma con calma: “para serte sincero, con la banda estamos volviendo en estos mismos días. Estamos trabajando para lograr encontrarnos. Hubo cambios, distancias, ¿algo más? Todavía estamos destilando cosas. No puedo revelarte demasiado porque verdaderamente no hay demasiado”.
Syd responde con una sonrisa incrédula mientras se rasca la cabeza. Descartando las evasivas, se ríe. Prefiere lograr cierta complicidad desde la sinceridad: “tenemos una gira enorme por delante y no sé en qué estado estaremos para julio y septiembre, pero creo que vamos a poder lograr canalizar las nuevas canciones y ese ánimo tan particular. Puedo confirmarte algo de lo que no tengo dudas: la dinámica del disco va a ser enfatizada. Veremos cómo terminamos. Hablemos de nuevo en septiembre así te cuento mejor”.
PRODUCIENDO MIEDO
Desde la formalidad Fear Fear es un disco de Working Men’s Club. Desde lo fáctico, el disco es el resultado del trabajo cercano de Minsky-Sargeant y el productor Ross Orton, conocido por sus asociaciones con Tricky, Arctic Monkeys, MIA y The Fall.
Las sesiones que resultaron en el disco fueron el esfuerzo de una dupla que supo plasmar la química personal y artística en canciones de hibridación.
El comienzo del viaje tomó forma cuando Syd demeó todo el material en su cuarto antes de avanzar hacia el estudio. En soledad grabó todas las partes antes de pasar al estudio en Sheffield en compañía del productor.
Escribiendo y maquetando en la habitación de su infancia, el joven de -por entonces- 18 años estaba munido con un Korg Volca FM digital, una caja de ritmos y secuenciador MIDI Roland Rhythm Composer TR-505 de 1986, y una computadora portátil MacBook Pro bastante maltratada. Desde los confines de su habitación Minsky-Sargeant trabajó en completa soledad hasta que terminó la maqueta general desde el disco.
Concluido el periodo de confinamiento, el líder del grupo abrió la apuesta para el resto de sus colaboradores. El principal aporte llegó por el as de Sheffield, el productor y copiloto Ross Orton. El refuerzo se complementó con sus compañeros de banda Liam, Mairead y Rob. Allí Fear Fear fue tomando forma definitiva, canalizando synth-rock, Krautpop, Afrobeat, la energía de la pista de baile y los sonidos de Cabaret Voltaire.
Para Minsky-Sargeant, el acierto que determinó una atmósfera diferente desde el inicio de la realización fue lograr grabar las baterías, para luego insertarlas en el sampleo. Mezclar pulso humano y sintetizadores generó una descarga cruda, casi frenética, que marcó el tono del disco. Cada uno de los sonidos que componen Fear Fear fueron creado por la dupla, entre sampleos y paciencia. Se trató de un proceso de grabación muy detallado, aunque instintivo.
El concepto de producción estuvo volcado íntegramente en las canciones para el disco, sin pensar demasiado en los pasos siguientes. De esa forma, la gran incógnita que reside detrás de Fear Fear es cómo será trasladado a la experiencia en vivo. Syd reconoce que, durante la grabación, con los confinamientos y sin soluciones a la vista, nunca pensaron demasiado en el futuro. Así, se volcaron de lleno en un trabajo de laboratorio con pulso humano y patrones sintetizados.
“Nada fue tocado con anterioridad. No tuvimos esa oportunidad”, señala Minsky-Sargeant. “Es una creación de estudio con corazón humano que jamás premedita ideas de gira o algo así. Las canciones fueron de mi pieza, en casa de mi mamá, hacia el estudio profesional. ¿Tocarlo en concierto? Nunca lo pensé demasiado. Nuestra intención fue lograr el mejor resultado sónico posible”, explica con las manos en alto.
La dupla se concentró en el diseño de sonido. La meta fue terminar un disco diferente, que capture la atención por el detalle técnico, además de las canciones irreconocibles para la banda. Se trató de una producción dedicada, corrida de los tiempos externos. Con las calles sumidas en el silencio del confinamiento, ni fechas en vivo, ambas partes se entregaron sin interrupciones.
Con todo el Reino Unido sumido en el confinamiento absoluto, Orton y Minsky-Sargeant tenían una única seguridad: lo suyo es la música. Mientras que el afuera era demasiado complejo para arrojar cualquier seguridad o probabilidad sobre el futuro (¿Habría alguno? ¿Alguna podrían reencontrarse con su gente en una fecha en vivo?) ambas mentes se pusieron a hacer un disco como el acto definitivo. Puede que mañana ya no haya nada, mejor hacer un trabajo esmerado, algo digno para dejar atrás. Desde allí, construyeron.
“Con Ross tenemos una química muy buena” apunta el líder de Working Men’s Club. “Creo que la pasamos bien y ahí radica la relación. Lo tomamos demasiado en serio. En un punto es algo bien egoísta: hacemos todo para nuestro propio divertimento. No sé cuán pendientes estamos del oyente mientras estamos haciendo lo nuestro”, reconoce.
Con Fear Fear recién editado es prematuro asegurar que Orton y Minsky-Sargeant vuelvan a repetir la colaboración para un tercer disco. Sin embargo, el magnetismo entre partes logra resultados.
Para Syd, explicar la química entre ambos es fácil. Según explica, se trata de algo del momento. Ambos se meten en una búsqueda y no aflojan hasta que lo encuentran. Al principio, la tarea es del compositor. Luego la apuesta llega con ambos buceando entre procesos, pruebas y errores. Podría ser entretenimiento puro, remarca Syd, aunque la responsabilidad es demasiado grande y lo tienen bien claro. Prefieren no pensar demasiado en eso, eligiendo seguir buscando.
“Nos gusta ser bastante frontales, no nos guardamos nada. Lo digo tanto en nuestra comunicación como en el hacer musical: creo que somos directos y sin demasiados reparos”, afirma Minsky-Sargeant. “Somos atrevidos, sin pensar en los de afuera”, remarca. “Hay un elemento de sarcasmo y algo de comedia que compartimos únicamente los dos. Eso deja afuera a mucha gente. Ahí está lo musical, también. Lo tengo claro. Pero creo que eso mismo genera una producción más libre”.
VIEJA NORMALIDAD
La banda publicó su álbum debut homónimo en el verano de 2020, logrando un excelente recibimiento por la crítica del Reino Unido, además de Alemania, España y Países Bajos. En Inglaterra el grupo se convirtió en un favorito absoluto de las nuevas tendencias en redes, pero especialmente ganándose un lugar como los nuevos indie darlings.
Los medios especializados encontraron algo especial ese debut: el sonido del cantante y compositor Minsky-Sargeant procesando una vida adolescente en Todmorden en Upper Calder Valley. Entre hastío y encanto, un dejo de arrogancia hacía irresistible al disco. Además, por supuesto, las canciones dejaban en claro que este adolescente mostraba dotes de compositor. Syd tenía 16 años cuando escribió algunas de esas canciones.
A sus veinte años, ya habiendo escapado del valle, observa: “el primer álbum fue principalmente una documentación personal, esto es un borrón entre la perspectiva personal y la de una tercera persona de lo que estaba pasando”.
Desde el año 2020 los cambios en Working Men’s Club tomaron varias formas. Entre vieja y nueva normalidad hubo modificaciones dentro del grupo, con cambio de integrantes incluido. Si bien el nombre de la banda termina funcionando como un sinónimo de Minsky-Sargeant, es llamativo que los comunicados de prensa apenas mencionan al resto de la banda, centralizando toda la atención en Syd. Discursivamente parece no haber errores: Minsky-Sargeant se refiere a cualquier experiencia de la banda desde la primera persona. En ese sentido, quien más crédito en el desarrollo de Fear Fear es Orton. Los integrantes de la banda no son mencionados en ningún momento.
La responsabilidad absoluta recae en el líder, quien aboga por todo lo sucedido en los últimos dos años. No se trata tanto de ego, más bien parece la acción de alguien con una ansiedad importante. Mientras que el tiempo dirá si tenemos en Minsky-Sargeant un nuevo Robert Smith/The Cure o Trent Reznor/Nine Inch Nails, lo cierto es que el jovencito supo ponerse la empresa al hombro, pilotando una banda prometedora en una propuesta sorprendente que se corrió de lo esperado.
“Sí, fue mucha responsabilidad para mí”, indica Syd a propósito de tomar el control de una banda que recibe tanta atención de los medios y de una industria que espera resultados. “No te voy a mentir: fue un proceso intenso. La composición y producción fueron lo más exigente, en ese sentido. Me quedé solo, rodeado de instrumentos, viendo cómo terminar, tratando de lograr lo que tenía en mi cabeza y había armado también solo en mi habitación”, comparte.
“En lo que respecta al resto de la banda y todo el equipo, estoy acompañado por gente valiosa. Son fundamentales para ayudarme a trasladar estas ideas en un escenario diferente. Me siento bendecido por esa gente”, observa, logrando salir de la primera persona.
“La presión llegó cuando hubo que mostrar las canciones. Uh, fue terrible. Mucho peso ahí. Esa responsabilidad fue tremenda. El gran mandato es seguir haciendo que cada disco sea mejor que el anterior. O al menos, lo suficientemente diferente. Creo que eso todavía está por verse. Eso lo sé”, cuenta.
Sintiendo la demanda que llega con volver a las giras y probar estar a la altura de las expectativas externas, busca bajar la ansiedad. Admite que tiene ganas de volver a eso que supimos llamar normalidad. Quiere volver a disfrutar, confirma. Sin embargo, pronto se ve embargado por cierta incertidumbre: “¿Podremos traducir todo esto en las instancias en vivo? Hay que ver cómo reacciona la gente, si logramos despertar su curiosidad. El desafío es lograr curiosidad en el oyente para que se acerque a vernos como banda en vivo. Si no podemos, mejor que se vaya a escuchar algún DJ”.
Fear Fear documenta los últimos dos años de su vida. Allí la sombra de la pandemia crece fuerte, marcando cada aspecto de su crecimiento personal, lo que termina reflejado en su labor como cancionero. El nuevo disco tiene una cantidad considerable de desolación que Minsky-Sargeant trata de equilibrar ciertas luces. Podría ser algo así como esperanza. Es un intento noble que no siempre llega a buen puerto puesto que la oscuridad aprieta fuerte. Allí radica parte del encanto de Fear Fear: el contraste constante se traduce en tensión mientras que los sintetizadores suenan fuertes para una danza claustrofóbica envolvente. Con cuerpos y neurosis entregados al movimiento frenético, una especie de baile condenado y prisionero del miedo contemporáneo, Fear Fear profundiza rebasando estrictamente al tópico pandémico: la atmósfera claustrofóbica sintetiza los temores propios de una época que no ofrece demasiada tregua con una guerra en Europa, inestabilidad financiera global, incertidumbre política en las potencias occidentales, descreimiento institucional en los países occidentales. Fear Fear podría ser el soundtrack drone de un zeitgeist donde reina el hastío.
Este segundo trabajo de Working Men’s Club no dejará indiferente a su público. Quienes esperaban una continuación guitarrera de su debut tendrán una sorpresa importante. Aquí aflora el acid house mancuniano a medida que desarrolla un tracklist donde las guitarras quedan enterradas sin siquiera pedir un protagonismo secundario. Los samples se estiran al máximo y progresan en una cámara de eco que les otorga una potencia hipnótica, irresistiblemente screamadelica.
La reacción del público está por verse, cuando apenas pasaron cinco días del lanzamiento de Fear Fear. Mientras tanto, el futuro inmediato del grupo está enfocado en la gira más larga de su carrera, atravesando seis países con más de quince fechas presentando un nuevo repertorio.
Minsky-Sargeant es el primero en admitir que tiene curiosidad por descubrir la respuesta del público por la renovación estética que llega con el estreno. Las reacciones están por llegar mientras las disquerías reciben el nuevo material y las reproducciones se multiplican en las diferentes plataformas.
Fear Fear es una completa sorpresa. Para algunos estará bien, para otros será demasiado difícil de soportar. De acuerdo a su mirada, cualquiera de las dos opciones está bien. No obstante, se siente en la necesidad de señalar algo: se trata de la misma persona que hizo las canciones del primer disco. Después de todo, dice, las cosas no cambiaron tanto: “creo eso está ahí. Ojalá pueda haber una claridad que deje paso hacia la evolución entre ambos discos. Creo que hay un cruce entre el primero y el segundo. Funcionan de una forma similar porque tienen el mismo patrón de canciones y una progresión entre oscuridad y claridad. El tono del disco es decididamente oscuro, obviamente. Hay cierta agresividad que se vuelve más intensa. Mi cabeza estaba ahí en ese tiempo. Ese ánimo está impreso en el producto final. En ese sentido, creo que es sincero, al igual que el primero”.
Expectativa mediante, Minsky-Sargeant entiende que la suerte está echada. Pase lo que pase, junto a Orton compartieron momentos memorables. Desdramatizando desde el vamos, el jovencito sabe que nadie le quita lo bailado: “creo que hicimos un buen esfuerzo. Con un poco de suerte tendrá un buen recibimiento por parte de la gente. Si no pasa nada, está bien, igual. Se trata de volver a salir, de ponernos de pie para volver. La cosa es volver al ritmo de conciertos, de llevar al disco a otro contexto mientras mantenemos las emociones. Seguiremos haciendo lo nuestro”.
Por Lucas Canalda