La película documental dirigida por Liv Zaretzky acompaña a un grupo de preadolescentes de la orquesta juvenil Vamos Los Pibes durante un periodo de crecimiento y descubrimiento.
Pibas del viento es un filme documental de Liv Zaretzky que captura el día a día de tres niñas preadolescentes integrantes de la Orquesta Vamos Los Pibes, que funciona en el Centro Cultural Osvaldo Miranda del Club Atlético Atlanta. Vamos Los Pibes es tanto una orquesta como un espacio de enseñanza musical y de contención social para chicas y chicos de 6 a 13 años. La orquesta es dirigida por el trompetista Hugo Lobo, el líder de Dancing Mood, quien la fundó hace siete años.
Pibas del viento se enfoca en Guadalupe Baberena, Maitena Ortiz y Sofía Verón, tres amigas que atraviesan su último año en la orquesta y van transitando un periodo que anticipa cambios fuertes: comienzo de la escuela secundaria, el despertar a la adolescencia, tensiones con las instituciones y hasta allí llegan nuestros spoilers.
El documental fue estrenado a principios de julio en el cine Gaumont de Capital Federal y se encuentra disponible en la plataforma Cine.ar mientras se espera que en los próximos meses las proyecciones emprendan el circuito INCAA para poder disfrutarse en las salas.
Liv Zaretzky nació en 1986. Creció en el Oeste del Gran Buenos Aires donde reside hasta hoy. Se formó en el IDAC (Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda) con especialidad en cine documental.
Su recorrido laboral comenzó en la productora “Blue” que contaba en su staff con Pucho Mentasti, José Luis García, entre otros. Luego se desempeñó como camarógrafa, editora y asistente de dirección en producciones de diversa índole.
En 2014 se une a Florencia Franco y comienzan a producir de manera independiente sus propios documentales. En el año 2015 estrenan La lluvia es también no verte de Mayra Bottero, que tiene como tema central la tragedia de Cromañón.
En diciembre de 2016 estrenan Extramuros, primera película de Zaretzky, en el 30 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana.
Entre Extramuros y Pibas Del Viento hay una conexión que dice mucho de la directora: ambas películas remarcan al arte como refugio y una forma de habitar el mundo.
Extramuros cuenta la historia de un preso político durante la dictadura militar que pierde a la mayoría de su familia y encuentra en la literatura un sostén. Esa ópera prima de Zaretzky observa la supervivencia al dolor y las herramientas que sostienen a las personas durante ese dolor. Pibas Del Viento camina por la misma senda: una sociedad rota en muchos sentidos, donde los lazos son frágiles y hay una notoria falta de vínculos comunitarios. Zaretzky elige narrar la historia de las tres niñas y la de la orquesta desde una perspectiva de alegría natural. De manera sutil, pero con pulso firme, la directora amplifica los lazos que existen y funcionan. Las carencias (y falencias) se denotan a partir del buen tino de Zaretzky de retratar la tenacidad de una construcción que resiste y se sostiene.
“Conocía la existencia de Vamos Los Pibes a través de mi cuñado Gastón Gelblung (Hincha de Atlanta y uno de los fundadores de la orquesta), pero no la conocía directamente”.
El acercamiento de Zaretzky a la orquesta se dio a partir de una discusión que entró en la agenda de los medios hegemónicos algunos años atrás: durante la presidencia de Mauricio Macri se presentó un proyecto para bajar la edad de imputabilidad de los menores. La discusión, por entonces avivada con intensidad por la exministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich, encontró un eco en los sectores más conservadores de la sociedad argentina.
Desde la orquesta hubo un comunicado claro: no había que meter a los chicos y las chicas a la cárcel, había que abrir más orquestas, generar más espacios de encuentro; entender más a las juventudes y el contexto social que las van formando. Según la experiencia de la orquesta, la llegada de los chicos a un espacio contenedor y creativo impacta de una manera positiva sus vidas.
Liv llegó a partir de esas instancias, involucrándose de cerca en las experiencias de la orquesta. “Me acerqué a los ensayos y me enamoré del lugar” confía la directora, recordando aquellas épocas no tan distantes.
Sin imaginar todo lo que habría de venir, los contactos iniciáticos fueron, sin dudas, atrapantes. “Era un caos disonante. Me conmovió cómo podían, desde un lugar muy lúdico, ordenar todos esos sonidos que parecían caóticos”, cuenta.
El esfuerzo colectivo fue lo primero que atrapó la curiosidad de la directora. El sentido de pertenencia de sus integrantes y las familias hacia la orquesta y hacia el club fue otro factor determinante.
A partir de entonces, con mayor atención, la directora fue descubriendo matices propios de la inercia de trabajo del espacio creativo. No faltó mucho para que una idea empezara a rondar. Había que hacer algo.
La directora y la productora Florencia Franco concurrieron a los ensayos de la orquesta por casi un año. Además de presenciar los ensayos, fueron conociendo a la gente del club, entablaron vínculos con las familias de la orquesta, al igual que con los profesores. Por supuesto, ambas fueron haciendo buenas migas con los integrantes de la orquesta, desarrollando una relación de cercanía que resultó beneficiosa cuando llegó el momento de grabar.
Merendando, tomando mates, escuchando la música, Zaretzky y Franco se hicieron parte del lugar. Recién entonces fue cuando la directora se sentó a escribir el proyecto junto a la guionista Maira Botero. Un año después, ya con el apoyo del INCAA, empezaron el rodaje.
El equipo grabó desde septiembre hasta finales de año. En los primeros meses de grabaciones fue cuando se decidió enfocarse en las tres protagonistas. De esa forma, las realizadoras les comentaron la idea. Algo enigmáticas, Guada, Maite y Sofi dieron el OK inmediatamente. “No demostraron un super entusiasmo, ni tampoco un rechazo. Fue todo tipo ´dale , nomás´, re natural” , recuerda Zaretzky, riéndose.
Con el foco puesto en las tres jovencitas surgieron jornadas de rodaje fuera del club. La idea fue permitir que la espontaneidad fluya en la rutina cotidiana. Con ese objetivo, lograron una aproximación intimista con las tres protagonistas sin invadir su privacidad. El rodaje las acompañó a la escuela, durante una pijamada, en soledad, en el club o en sus hogares.
Luego de un primer montaje, Zaretzky encontró que el material observacional producía un filme sutil y cálido, pero algo estaba ausente. Para la directora era necesario que las voces de las protagonistas estuvieran presentes, que la propuesta sea algo más directa. Con el rodaje concluido, la producción realizó una serie de entrevistas con cada una de las jóvenes protagonistas, buscando su palabra para un relato en off. Contando con esa espesura, Zaretzky se sintió más cómoda, lista para seguir adelante.
Aunque tangencialmente, Pibas del viento echa luz sobre puntos relevantes como la migración, la relación entre madres e hijas, y las instituciones cayendo sobre los chicos justo en un periodo donde comienza a formarse la subjetividad. El acierto Zaretzky es lograr mantener en claro su norte sin correrse para indagar en otros aspectos. Así, logra un equilibrio saludable que profundiza la temática principal sin desmerecer otras problemáticas subyacentes en las tres protagonistas y sus familias.
Desde el principio la directora tuvo algo claro: no quería proceder desde el golpe bajo, ni victimizar a sus protagonistas. Por el contrario, optó por darle entidad a la cercanía con Guadalupe, Maite y Sofía, a la igualdad de los integrantes de la orquesta, a la humanidad de todo el proyecto colectivo, a la comunidad que abraza a la orquesta y al club.
“Me gustaba la idea que esa cosa más espesa y dolorosa fuera como una capa de sutileza, que se mantuviera pero que no se punzara”, observa la directora.
Ejerciendo una mirada atenta, Pibas del viento logra un retrato de la preadolescencia de tres amigas que se disponen a tomar un camino diferente luego de años de cobijo en la escuela, la familia y la orquesta. A su forma, las tres entienden el proceso de cambios que se avecina. Lo conversan entre ellas, lo dejan saber en charlas con sus mayores y lo comunican en el núcleo afectivo que significa el club, un espacio más cercano que sus respectivas escuelas o algunos de sus maestros.
La preadolescencia marca el comienzo de una nueva etapa de construcción de la identidad de las niñas y los niños. En la construcción de su subjetividad intervienen cambios corporales, conductuales y emocionales. El contexto social e histórico, por supuesto, juega un rol importante en ese periodo de cambios.
Pibas del viento logra capturar el principio de todo eso. La manera en que lo hace es respetuosa, evitando prejuicios o distancias generacionales, y la exposición gratuita inherente a un tiempo transmitido en directo a través de redes sociales y pantallas omnipresentes.
Zaretzky decide contar la historia de Vamos Los Pibes a partir de tres preadolescentes en un contexto sociopolítico difícil: el Macrismo. “Ese cobijo que reciben las tres, al igual que todos los integrantes de la orquesta, hace muy bien. Es super necesario. Quería mostrar desde ahí. Es un momento clave de la vida. Hay cambios físicos y emocionales, en la preadolescencia es fundamental tener un lugar donde apoyarnos” explica.
La orquesta es un espacio comunitario que brinda contención, pertenencia y formación en las buenas y en las malas. Mientras que afuera del club muchas cosas pueden complicarse, la orquesta es un abrazo constante que refuerza la creatividad y los vínculos saludables.
Si Zaretzky hace hincapié en la preadolescencia en su documental se debe a una decisión que llega desde su empatía, mirando atrás a sus propias vivencias: “es un momento clave en la vida de las personas. Conecté mucho con lo que fue mi propia preadolescencia. Necesitaba contención, necesitaba hacer pie. Las amigas que me hice en ese periodo son mis mejores amigas en la actualidad. Es una etapa crucial para todo lo que vendrá después”.
De nuevo destacando la importancia del otro en nuestras vidas, la directora señala que “necesitamos mucho de los demás en ese tiempo”.
Pibas del viento originalmente iba a estrenarse en el BAFICI 2020. El documental había sido seleccionado para su proyección mientras que también se había confirmado una primera función con la presentación de la orquesta en vivo. Con la pandemia, los planes estipulados tuvieron que suspenderse, empezando un derrotero que nunca jamás se había cruzado por la mente del equipo realizador.
Para la directora, fue una gran decepción la cancelación del BAFICI, puesto que el estreno del documental en compañía de toda la banda y el público era algo soñado.
El COVID obligó a redefinir los pasos a seguir. Con el transcurso de los meses, la situación viró hacia una realidad inesperada: no solamente era imposible estrenar, sino que además la realidad pandémica y sus cimbronazos económicos golpearon fuerte a muchas de las familias involucradas en la película.
En diciembre de 2020 las productoras tomaron la decisión de lanzar la película mediante un pre estreno en Vimeo con el objetivo de recaudar fondos para la orquesta, comprando alimentos y otros productos de primera necesidad.
La iniciativa sirvió como un necesario aliciente para la orquesta, sus familias y el equipo de producción. Sin embargo, la movida del pre-estreno complicó los movimientos del año siguiente: considerando estrenada la película, se malogró la posibilidad de presentarla en el BAFICI 2021.
No todo estaba perdido, puesto que la película finalmente tendría su merecido lugar en las salas. Ese momento llegó en el marco del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos, el pasado mes de mayo. Después de un año de espera e incertidumbre, Pibas del viento encontró su lugar, también recibiendo una cálida bienvenida de la asistencia.
“Estrenar en el Gaumont fue una verdadera sorpresa”, apunta la directora. “Lo que más queríamos era compartir la proyección con las protagonistas. Pudimos darnos ese gustito, al menos, en este tiempo afectado”.
“Verla todos juntos, que la banda toque, abrazarnos todos, sigue siendo un plan frustrado”, admite Liv, con algo de impotencia pero entendiendo el contexto histórico que atraviesa el mundo. “Espero que en algún momento lo podamos hacer”, observa, esperanzada.
El estallido pandémico cambió casi todo lo que conocíamos como normalidad. Desde entonces, entre el vaivén de las olas covidianas y sus respectivas medidas preventivas, habitamos un tiempo que intenta posibilitar
Darle play a Pibas del viento en el invierno de 2021 significa, además de lo comentado previamente, un viaje directo hacia lo cotidiano de una vieja normalidad que todavía no sabemos si habrá de volver en algún momento.
A través de los 71 minutos de duración del documental encontramos postales que hoy resultan distantes, o hasta casi impropias de un contexto de prevenciones: abrazos estrechados ante alguna llegada o despedida; ronda de mates; instrumentos compartidos; colectivos sin divisiones; talleres rebalsados de energía infantil donde chicos, padres y profesores comparten cumpleaños, actos, tardes, noches y algo más.
Sin dudas, Pibas del viento funciona como la cápsula de un tiempo donde todo parecía más sencillo.
“Me produce una extrañeza muy grande cuando lo veo”, cuenta la directora. En ese sentido, aclara que para las chicas y los chicos integrantes de la banda, la sensación de extrañeza es todavía mayor, especialmente por la carga emocional de estar alejados tanto tiempo debido a las restricciones y cuidados sanitarios propios del contexto.
“Parece que en agosto, vuelven con los protocolos, adaptándose para retomar las actividades“, comenta.
“Me produce una nostalgia total. Ese mundo donde podíamos abrazarnos, estar cerca, compartir un mate, estar con los demás“, agrega Zaretzky. “Creo que ahí debemos apuntar el deseo: cuando todo esto termine, encontrar y disfrutar todo esto que es tan lindo, que es crear algo colectivo con otras personas”.
Por Lucas Canalda