FESTIVAL Ne:RD: ENCUENTRO DE LA COMUNIDAD DIGITAL Y APUESTA AL MAÑANA

La primera edición del festival de expresiones digitales se realizó en el CEC, bajo la dirección de Fernando Molina. Fomentando el encuentro de la comunidad creadora, se puso el foco en las posibilidades de experimentación y en la integración de procesos formativos.

 

Una señora profundiza su flor de loto. Mantiene sus ojos cerrados. A pocos metros, un niño corre a su hermana. Ambos rodean, con poco cuidado, a una bailarina que se desliza, casi en puntas de pie, hacia una postura egipcia. Sobre almohadones, unas treinta personas, dispersas, siguen las instancias de estos protagonistas: la niña, el niño, la señora y la bailarina se proyectan sobre una pantalla que estalla en colores, revelando una sinestesia que estalla en colores reveladores, tan vividos como las primeras impresiones de una infancia desatada. Todxs tienen auriculares.
La postal es posible gracias a Istigkeit, Ser-encia y Sonodelia,  instalación audiovisual de Javier Casadidio inspirada en la obra de Albert Hofmann, químico suizo, célebre por haber sintetizado los efectos psicotrópicos del LSD. La música en los auriculares es parte de una zapada silente de Sonodelia, el proyecto liderado por Iván Topolevsky. 
Si las primeras impresiones son todo, ingresar a Ne:RD significa habitar cierta poética de lo paradojal. La entrada a un festival de expresiones digitales parte desde el pulso analógico de la corporalidad humana. 
La palabra digital proviene del latín “digitālis”, que significa “relativo a los dedos” o “como un dedo”. En Ne:RD, los dedos se mueven con intensidad. Sobre las cuatro cuerdas de un bajista que toca la jam silente. En estas líneas que se escriben en un anotador. En el movimiento sutil sobre el pad de una computadora. Dedos. Manos. Electricidad.
A tres meses de 2025, lo humano y lo digital se atraviesan hasta lograr sinergia. Sean bienvenidxs a Ne:RD.   

Ne:RD es un festival de expresiones digitales que tuvo lugar en el CEC, sábado 21 y domingo 22 de septiembre, como una recepción primaveral atípica. La apuesta estuvo curada por Fernando Molina, quien llegó desde Buenos Aires luego de una invitación de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario.
Esta primera edición puso el foco en las posibilidades de experimentación y comunicación que nos brinda la tecnología y el universo digital por el que estamos atravesados. El objetivo es aportar al desarrollo y crecimiento de esta práctica creativa que se tornó una profesión contemporánea.
Lxs artistas involucrados fueron Luciana Aldegani, Esteparia, Unexcoder, Anormal, Javier Medialdea, Javier Casadidio, CyberAngel, Nait Saves, DJ Karen, Fede Gonzalez, Prisma, Dana Cozzi, DJ Pasta, Leila Sergi, Lucas Collosa, Javier Bustos, Dana Cozzi, Hernan Roperto, Fede Gonzalez, Morita Vargas, Fede Kehm, Mariano Balestena, Nacho Díaz, Juani Cabruja, Iván Topolevsky, Ariel Antinori, Sara Degaetano, Gabriel González Suárez, Matias Achilli, Esteban González, Maria Laura Ruggiero, Daiana Pettit y Sasa Fontana. 
Las expresiones digitales de Ne:RD están atravesadas por la imagen, el sonido y el movimiento. Detrás de cada conversatorio, performance, instalación y sets de VJ y DJ, hay formaciones intelectuales y personales diversas, lo que resulta en un pequeño mar de posibilidades.
¿Cómo se piensa un evento con treinta artistas de seis ciudades, disciplinas varias y conceptos en constante movimiento? La iniciativa, si bien es estimulante, puede resultar abrumadora. 
“Prefiero pensarlo desde un plano general porque la concepción de esto fue que fuera un encuentro, una muestra, una instalación o lo que fuera audiovisual, como una unidad”, explica Molina. 
Entonces, para mí fue mucho más importante que podamos dividirlo en bloques de preguntamos, digamos: ¿Cómo transmitir la comunicación de esto? ¿Cómo hacen los que hacen? Formativo, que haya un bloque netamente expositivo para la persona que prefiere entrar, mirar y que inundarse de data. Una pata interactiva para que vea que también lo digital te puede generar una respuesta audible, una respuesta visual”.
“Después la parte de performance, donde ves a lxs artistas sonoros y artistas visuales en vivo interpretando sus instrumentos como si fueran una banda. Entonces, se parte de lo audiovisual como una unidad y de esa unidad tres o cuatro pilares curatoriales”, comparte el director. 

Durante ambas jornadas Molina se mueve por todo el espacio. Sonriente e inquieto, hace las veces de curador, director, anfitrión y maestro de ceremonias, invitando a la gente, anunciando, explicando y guiando.
Molina es arquitecto, artista audiovisual, músico y habitante de conciertos desde su primera adolescencia. Tiene una trayectoria internacional con exposiciones en ciudades como Buenos Aires, Ámsterdam, Tokio, Barcelona, Roma y Nueva York. Ha participado en festivales de renombre como MUTEK, Public Visuals, Radion y Live Performers Meeting.
Ajeno a lo protocolar, Molina se desentiende de las formalidades que puedan definir al festival, evitando restringirlo a dogmas o fórmulas. Tiene muy claro algo: el concepto siempre va evolucionando. 
En pocas palabras, Ne:RD es un festival que está atravesado por lo eléctrico, sea visual o sonoro; sea digital o analógico. Fuera de narrativas predecibles, música y visuales se vuelven un entretejido instintivo y cerebral que entiende a lo lúdico como gancho. ¿Gancho para qué? Para sumar. Para captar. Para atraer nuevxs adeptxs.
El festival ofrece formación, información e interacción. En cada etapa, el diálogo es parte de la ecuación, siempre desde la horizontalidad.    
En ambas jornadas lxs protagonistas de la grilla se vuelven público: cuando no están en sus respectivas actividades, disfrutan desde las gradas, estudiando y disfrutando. La concurrencia de atención está en constante flujo. 

El sábado, con la primavera impactando en las calles de la ciudad, el CEC alberga una postal contrastante. A salvo del sol impertinente, unas cuarenta personas bajo luces cenitales escuchan una charla. 
Se trata de un conversatorio sobre composición y procesos, con Mariano Balestena, Nacho Díaz y Lu Aldegani. El moderador es Molina. Utilizan algunas máximas del productor Rick Rubin como disparadores. Las experiencias contrastan tanto como empatizan. El público asiente. Se identifica.
Cada persona presente tiene algo para decir. Importa tanto lo que dice cómo el derrotero que lo llevó a desarrollar ese aprendizaje. En los conversatorios del sábado, los procesos son fundamentales. Cada historia conduce hacia un resultado. Detrás de la frustración aparecen aprendizajes que se vuelven herramientas. 
Cuando se abre el micrófono al público, las preguntas van desde abordajes técnicos hasta curiosidades cuasi filosóficas o resoluciones sobre presupuestos y deadlines. La situación de intercambio tiene algo de taller, así como también algo de catarsis. La perspectiva, entonces, arroja un resultado: aquí se celebra el encuentro de una comunidad. 
¿De qué clase de comunidad se trata? De una creativa. De una profesional. De una comunidad amalgamada por la curiosidad. Una comunidad que, a pesar de las distancias físicas, estéticas y generacionales, halla su lugar en la red. 
En la última década, las comunidades digitales creativas emergieron como un fenómeno clave en el ámbito del arte y la cultura. Estas comunidades, conectadas por un impulso creativo expansivo, transformaron la forma en que los artistas se conectan, colaboran y distribuyen su trabajo.
Las comunidades digitales pueden entenderse como no lugares dado que, por encima de todo, sus vínculos prosperan sin necesidad de enraizarse físicamente, aprovechando la variedad de oportunidades. De esa manera, la comunidad digital estira sus raíces en la internet y en cientos de aplicaciones, aunque se fortalece a través de ámbitos heterogéneos como academias, laboratorios, recitales, raves, museos, estudios de grabación, universidades, teatros y cuevas del underground.
Las comunidades permiten a artistas de diversas disciplinas —desde la lutería y la música hasta el diseño y la animación— colaborar de maneras que antes eran inimaginables. Plataformas como YouTube, Instagram, Behance y TikTok han facilitado la creación de redes donde los artistas pueden compartir su trabajo, recibir retroalimentación y formar sinergias creativas.
Este entorno no solo impulsa el talento emergente, sino que también permite la creación de proyectos colectivos, como exposiciones virtuales y publicaciones colaborativas. En ese sentido, estas comunidades muestran un rasgo característico que es virtud: las voces más jóvenes conviven con las experimentadas, logrando potenciación y renovación. Creación y evolución son resultado de la curiosidad conjunta. 
“Muchas de estas disciplinas son autodidactas. Los conocimientos que vamos adquiriendo son, justamente, de experiencias de otros artistas, como pueden ser los famosos tutoriales o encuentros como este mismo Ne:RD, donde cada persona cuenta lo que hace y utiliza”, considera Hernán Roperto, artista e ingeniero audiovisual. Desde 2008 trabaja como VJ y creador audiovisual, acompañando artistas de diversas estéticas, siendo un referente de la ciudad de Rosario y la provincia de Santa Fe.
Roperto tiende a relativizar la idea de nuevas formas. En su perspectiva todo es un remix. El aprendizaje es permanente. El arte digital, entonces, progresa desde la multiplicidad. 
“No hay brecha generacional porque hay una evolución constante. Desde ese lado, es una renovación constante. Algunos trabajamos lo digital, vía software o aplicaciones, mientras otros trabajan lo analógico, usando equipamiento de obsolescencia programada”, agrega.
“Esta sinestesia de visuales con música data de décadas de funcionamiento. Es más, si lo pensamos, en 1700 ya había gente que usaba visuales para usarla con la música. Estamos aprendiendo de los maestros, como siempre. Siempre estamos remixando, apropiándolo con nuestra estética. El aprendizaje es continuo”.   

La responsabilidad de cerrar el evento recae en Nait Saves, junto a la práctica artística de Esteparia y el videoarte de María Laura Ruggiero. El tridente suma otros dos talentos: Sasa Fontana, en lectura, además de Daiana Pettit en voz lírica.
Se trata de la obra transgénero Guerra Sagrada, compuesta y producida por Nait Saves. La trama llegó desde lo onírico para volverse primero experimento y luego realidad. La música es etérea, con elementos que la encauzan en matices narrativos. 
“La historia la soñé”, explica Nait. “Al despertar la escribí enseguida porque me pareció un flash que no podía dejar pasar. En 2023 le compuse una suerte de banda sonora, pero sentí que le faltaban imágenes. Ahí fue cuando la invité a colaborar a María Laura Ruggiero. Y ella hizo su magia visual generativa, inspirada con la música, alimentando varias IA con el relato y usando sus propias habilidades”, detalla la compositora y productora rosarina. 
Para Nait, llevar al vivo este “meta-relato” en Ne:RD, cobró una dimensión más allá del texto, la música y las visuales.
Contenta por la presentación en el festival, anticipa que en octubre Guerra Sagrada se estrena por YouTube
La interactividad que caracteriza al multiverso digital ha fomentado un ambiente propicio para la experimentación creativa. Artistas, escritores y desarrolladores pueden probar nuevas ideas y formatos en plataformas que antes no existían. 
La integración de tecnologías como la inteligencia artificial y la realidad aumentada promete abrir nuevas vías para la creación artística y la interacción con el público.
Las plataformas en línea seguirán siendo primordiales para conectar a los artistas con audiencias globales, desdibujando las fronteras geográficas y culturales. Para Nait, la colaboración con otrxs artistas es fundamental porque, ante todo, confía en la comunidad para potenciarse y crecer.
Guerra Sagrada se conforma en un hilo colaborativo de inquietudes y aprendizajes. De lo onírico a la realización, con sociedades que lo hacen posible. 
“Al principio no tuve dudas en que usemos la IA para poner en imágenes este sueño”, recuerda Nait, sobre las etapas tempranas del proyecto. “Hacer una peli o un videojuego requería de un presupuesto literalmente multimillonario. Entonces quizá estas nuevas tecnologías son una forma de hacer realidad las ideas de una forma que antes no era posible”, comparte. 
“Hoy, por otro lado, creo que es clave que se regule mejor la manera en que se alimentan esas IA con el trabajo de artistas. Porque lo que hoy parece idílico puede convertirse en distópico si no tenemos cuidado”, afirma. 
Sin embargo, tengo fe. En esta carrera contra la máquina, siempre le hemos encontrado la vuelta para que lo humano prevalezca”, concluye. 

¿Nos vemos el año que viene? se pregunta alguien, cuando el domingo se va apagando. Es una pregunta que se siente justa. Entusiasma saber que algo nuevo acaba de surgir.
Quedan detalles por pulir, errores para corregir, oportunidades para explorar.
El sábado, en el marco del jolgorio primaveral, la música de la explanada se filtraba hacia la nave 5, donde tomaron lugar las performances. Al día siguiente, se colaba la corneta del churrero. 
La noche del sábado con un valioso despliegue de DJs y VJs, se precisaba una extensión de horarios, proponiendo un recambio de público -como un tercer turno en el evento- invitando a ocupar la pista de baile de la última nave.
A propósito de bailar: ¿sería errado pensar futuras ediciones incorporando colectivos de improvisación y jam para ciertas perfos? La corporalidad estuvo presente sábado y domingo desde el ímpetu del disfrute espontáneo. Hay algo ahí. 

Cuando Ne:RD llega al final, entre aplausos cálidos de un público cautivo, la sensación escapa a la formalidad de las etiquetas. El festival de expresiones digitales deviene en algo más valioso: una comunidad que renueva ciclos y apuesta al mañana.
Es imposible definir a la gente sentada en el piso y en las gradas, afortunadamente. Unas cincuenta personas. Se reconocen músicxs; bailarinxs; gestorxs culturales; escritorxs; fotógrafxs y docentes universitarios. Hay un par de familias. Adolescentes. Gente. Se trata de espíritus curiosos que llegan al final. Cuando el público instruido, ya sean académicos, profesionales o especialistas, se mezcla con el público general, se crea un espacio para el intercambio de ideas. No se trata de debatir ideas como una conclusión de cierre. En todo caso, cada quien se vuelve a casa con algún interrogante. Queda un ruido zumbando en las cabezas presentes. 
Lo experimental, lo abstracto, lo vanguardista y lo disruptivo son parte de la experiencia, aunque todo queda relegado hacia algo superador: un equilibrio adecuado de interrogantes para seguir indagando y creando, cada cual en su respectivo mundo. 
Al final, el resultado de Ne:RD está orientado a lo colectivo, lo mancomunado. Se trata de seguir vinculando curiosidades subjetivas promoviendo la evolución mediante códigos comunes, creando (en) comunidad.
“Me da una felicidad enorme ver que la gente entra y se queda”, afirma Molina. “Por eso estratégicamente se pensó que coincidiera con el 21 de septiembre, día de la primavera, en un lugar como el CEC. Dada la escala de este lugar, si lo tenemos que llenar con gente del nicho solamente, nos queda holgadísimo”, añade. 
“Lo bueno es cuando se produce esa hibridación entre la gente del palo y la gente que estaba paseando con su familia. Viene, se instala ahí. Eso es un logro. La gente que entra, sale manchadita, empapadita de alguna visual, algún sonido. Algo queda. De esa forma arranca algo nuevo”. 

 

 

Texto por Lucas Canalda
Fotos por Gaby Terre

 

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