Matte Kudasai, pintura y música en locaciones secretas

Matte Kudasai propone una dinámica distinta dentro del circuito cultural autogestivo rosarino. A puertas cerradas y en una locación secreta, exposiciones, recitales e intervenciones funcionan como punto de encuentro para las generaciones más jóvenes. 
Con dos volúmenes en su haber, el surgimiento del ciclo viene a probar que, en plena temporada de cierres y clausuras, el virus de la cultura independiente sigue expandiéndose, encontrando nuevas formas y reinventándose en la sangre nueva. 

 

Estas líneas empiezan a escribirse sobre la madrugada del sábado 6 de marzo. Faltan algunas semanas para la cuarentena total y el Covid-19 todavía es coronavirus, una noticia que todavía no ganó el status de alarma y que Latinoamérica mira de lejos, libre de casos positivos. En la lejanía del viejo continente, los gobernantes y líderes están cayendo en cuenta que la subestimación de la epidemia les ganó la partida de antemano, y ahora sólo juegan la carta del control de daños. Las personas siguen muriendo, los medios siguen desinformando y apostando al metier que más dominan: manipulación de masas.  
En Argentina, más precisamente en Rosario, la referencia al coronavirus sigue en plan de chiste. Una y otra vez vuelve la mención de “culonavirus”, cuando la gente comenta con incertidumbre sus planes de viajes de estudio o de placer. Antes de la especulación de una pandemia, hay otros riesgos inmediatos y presentes que golpean de manera irremediable: la ciudad atraviesa su propia epidemia. La de una burocracia con predilección a las clausuras y con necesidad de un aplauso de la platea más conservadora del electorado. Mientras tanto, el aparato propagandístico sigue con el motor a pleno funcionamiento. Una consigna se replica en loop por los medios adictos al dinero estatal: “Respetamos la cultural. Respetamos los artistas”.  
Estamos, por supuesto, en el Verano del Respeto, temporada de preocupación donde cientos de trabajadorxs de la cultura temen por sus puestos de trabajo. Mientras tanto, la voluntad política no aparece. Sí aparecen los oportunismos mediáticos de llamados telefónicos y, sotto voce, la confesión que las reglamentaciones de la nocturnidad rosarina atrasan a tiempos de la dictadura. “Me chupa un huevo que la gente baile”, confiesa una alta figura del municipio, respecto a la problemática. Se dice mucho, se hace poco. 
Entre tanto, cada semana un lugar se queda sin abrir. Club 1518, Feuer y Casa Brava se ven afectados.  Bon Scott, Anderson, Berlín, entre otros, reciben inspecciones exhaustivas semana tras semana. En tiempos de malaria, los controles intensifican la precariedad. Cientos de fuentes de trabajo penden de un hilo. La desesperación empieza a tomar forma, con justa razón, ante un Estado al que solo le interesa la recaudación y tiene como principal objetivo seguir dinamitando todo para darle paso a torres y edificios con su correspondiente aluvión de TGI y demás ingresos que genera cada nueva construcción. Los bares cierran. Los centros culturales bajan sus persianas resignados y hastiados. El modelo, por supuesto, no aminora su velocidad ni un solo segundo.

En medio de semanas de clausuras, multas, controles variopintos (la última sensación en inspecciones es la modalidad de Punto Fijo) llega, por lo bajo, una propuesta interesante. Se trata de la invitación a una nueva movida. Un nuevo ciclo que surge en un contexto, a priori, minado de inconvenientes.   
La realización de Matte Kudasai es un estimulante oasis pleno de frescura y renovación. El llamado a un ciclo indoors llega en un momento crucial, donde la asfixia de los controles viene golpeando duro. 
Satisface saber que surge una convocatoria impulsada por sangre joven que se embebe en una energía subyacente que está empezando a tomar protagonismo; es un indicio de las señales que están ahí afuera desde hace tiempo; otra pauta que lo nuevo está, simplemente hay que tener el deseo de experimentarlo. No se trata de apenas conocerlo, se trata de dejarse permear por lo nuevo.  
Hay una sensación especial esta noche. Más que sensación, una certeza. No es una noche más, es un viernes cargado (otro más) donde los recitales se enfilan, pero afortunadamente no se superponen. Esta noche, además, tocan Daddy Rocks, Arlen y Deschu & Los Parrilleros del Paraná en Club 1518, la última jornada antes de cerrar por quince días. En esa incertidumbre, hay mucho palabrerío de si es la noche final o no. Claro que no es así, pero un poco de humo sensacionalista nunca hirió a nadie.  La noche está determinada con una hoja de ruta que tiene contrastes y puntos de coincidencia; tiene tanto de bajón como de empuje: mientras que el Club navega en la incertidumbre, jugado a la suerte de reglamentaciones que atrasan literalmente más de cuarenta años, La Matte está apenas surgiendo, mostrando nuevos colores, demostrando que todo se transforma. En ese encontronazo de sensaciones, abunda algo embriagador: saber que todo este circuito que alberga a cientos de almas va a seguir, no matter what. Como tan acertadamente dijo la songrwiter porteña Paula Maffia, recordando las difíciles épocas tras la tragedia de Cromañón y la llegada de Mauricio Macri a la Jefatura de Gobierno, “cada golpe, cada cierre, nos hizo mejores. Aprendimos y seguimos. Somos el virus de la cultura independiente”. Díganme inocente, pero elijo creer; elijo tener confianza en que vamos a poder sobrellevar este periodo. De lo contrario me quedaría en mi casa escribiendo sobre lo último de Netflix, pop macrista y la cultura oficialista propuesta por lxs oportunistas que pululan por los ministerios y secretarias. No, gracias. Opto por seguir creyendo, sigo eligiendo estar aquí. 
Ante los reiterados embates municipales, la falta de decisión política por resolver la problemática (un tándem de responsabilidad compartido por la intendencia y el Palacio Vasallo), bolsillos en dieta post macrista e impuestazos, la cultura independiente (under, indie, emergente, como quieran pensarla) está buscando hacer pie en un contexto calamitoso. Y eso sin mencionar pandemias históricas. 
A pesar de todo, las noticias no son completamente negativas. Esta noche hay algo especial, algo que puede narrarse parcialmente, sin señas específicas de ubicación, ni detalles reveladores. 

En una latitud sin revelar del macrocentro rosarino, temprano, sobre las nueve de la noche, un largo pasillo de casi 90 metros deja vislumbrar una luz prometedora. A la distancia se asoma una puerta, bien adentro del corazón de la manzana. 
Luego de tocar el timbre de la dirección compartida solamente por DM, tras anotarse previamente en una lista, un jovencito recibe a la gente en el ingreso. Primero un checkeo de los nombres, luego cobra el dinero de la entrada: 100 pesos per cápita. Un dato que no pasa desapercibido: esos 100pe va directamente para lxs músicxs. Inusual en Rosario, resaltarlo es menester.  
Esta noche toma lugar el segundo volumen del ciclo Matte Kudasai. La propuesta de hoy consiste en música en vivo por parte de Fermín Sagarduy e Imaginario, más una exposición múltiple de lxs artistas Manu Armoa, Lucho CandiotiMamarrachese, Max Bartomucci y Leo Sekul. Finalmente, hay una intervención por parte de la pintora Signora Panda.  
El debut del ciclo fue a finales de enero, también con múltiple muestra y música en vivo. Ese 31 de enero tocaron Bu y Franco Esperanza.  
Hoy viernes 6 de marzo, la ocasión viene bien acompañada desde el principio. Temprano, cuando todavía falta un rato para la música en vivo, unas sesenta personas copan la casa, distribuidas por los múltiples ambientes del hogar anfitrión, una antigua casa de dos plantas que responde a la arquitectura de una ciudad horizontal.   
La barra principal ofrece algunas delicias veganas y cervezas. En el piso de arriba funciona otro espacio de muestra. Allí, además, hay una pequeña barra que ofrece tragos sencillos. Salen clásicos como Fernet y Gin Tonic. Los precios son amables y las medidas generosas.  
La propuesta es simple mas por ello no menos lograda: la oportunidad de encontrarse entre diversidad mediante un espacio limitado que es apropiado para intimidad, tramando lazos, procurando algo más que mero entretenimiento pasatista. Tomando sede en una casa, lejos de lo impersonal de un bar o una galería de arte, el ciclo genera más cercanía entre las partes de la ocasión; la frivolidad y la pose desaparecen dando lugar a una calidez genuina donde los elementos se potencian.  
A priori cada sector parece estar delimitado por música, muestras e intervención, sin embargo, la curiosidad gana la partida, rebasando límites, convirtiendo cada espacio en un considerable punto social. El pasillo de entrada, intervenido por Signora Panda, se conecta mediante un pasillo de gente con la muestra de Mamarrachase. A pocos metros, sobre el patio, lxs fumadores se mezclan, usando su vicio como contraseña de complicidad. El piso superior, entre muestra, espacio de descanso y segunda barra, funciona como refugio, respirando distención bajo la calma de las luces azules.  


En el living que aloja al recital unas cuarenta personas están atentas a lo que sucede. La puesta es sencilla: dos amplis, teclado, guitarra acústica y una eléctrica, también hay un saxo, perteneciente a Juan Duque, uno de los invitados. Allí hacen lo suyo Fermín Sagarduy e Imaginario, el seudónimo solista de Martín Miguez, alma matter de Jimmy Club y joven productor.  La mayoría de lxs presentes están sentadxs. El resto está apoyado sobre las paredes, otros simplemente se asoman desde el pasillo, siguiendo con atención el concierto. Sobre una de las esquinas de la sala, un proyecto dispara anime, cubriendo gran parte del techo y salpicando colorido a los músicxs.   
Este público se compone, principalmente, de jóvenes de poco más de 20 años. Algunxs ni siquiera llegan a los 18, tal es el caso de algunxs músicxs adolescentes. Entrando en detalle, el público presente está casi completamente compuesto por hacedorxs de música de la más nueva generación de la ciudad. Entre los más chicos, se cuentan integrantes de Afrikan Koalas y Como me gusta ser el Willy. Amelia Sagarduy, sentada adelante tiene un palco privilegiado para disfrutar de la música de su hermano. Cerca suyo, también dicen presentes miembros de Gladyson Panther, Jimmy Club, Lichi, Otros Colores y Groovin Bohemia.  Algunos integrantes de Los Cristales son los únicos que escapan la marca sub 23, ya rozando las tres décadas. Este living, al final, reúne a casi todo el roster de un nuevo sello que está por salir al ruedo: Quema. Integrado por Los Cristales, Fermín Sagarduy, Amelia y Otros Colores, la reluciente label pronto tendrá presentación oficial. Las novedades todavía están por llegar, puesto que la pandemia está reescribiendo agendas con la misma rapidez con la que el mar rediseña un castillo de arena.  
Sobre las once de la noche Fermín Sagarduy levanta su guitarra y comienza a tocar sus canciones. Productor, cantante, guitarrista y algo más, Sagarduy (24) habita un paisaje musical que abreva en corrientes particulares. Un buceador de su propio laboratorio sonoro, toma elementos del ambient y de un pro-rock post Radiohead que se lleva bien con aires spinetteanos y rioplatenses. Construyendo moods, la sensibilidad aparece a flor piel. Sus canciones se equilibran sobre el punto justo donde la emoción se encuentra con algo de ruptura. Su más reciente simple “No autorizado”, cumple y promete mucho más. Se espera que el álbum completo llegue próximamente. 
Entre canciones, una observación sorprende de sobremanera: no hay cámaras, tampoco CMs ni ningún tipo de despliegue de parafernalia de registro. Apenas una analógica que dispara cada media hora, a un punto detallado, sin desperdiciar rollo. Doble contundencia para derribar un prejuicio: un lugar repleto de centenial donde ningunx tiene el celular en la mano. Pareciera que lxs presentes fuesen parte de un contrato tácito de silencio; un pacto de complicidad para vivenciar (y atesorar) un momento más allá del frenesí contemporáneo que captura y reduce todo a la marquesina efímera de un swipe.  Este detalle no menor habla elocuentemente de Matte Kudasai. A diferencia de otros ciclos indoors que buscan generar un contenido para compartir a posteriori, La Matte parece tomar sede en el momento, corriéndose de la urgencia, concentrando energías en maximizar un disfrute apartado del mundo exterior.  
Imaginario es un proyecto paralelo de Martín Miguez, líder de la escuadra psicodélica Jimmy Club.  De raigambre melancólica, Miguez se suelta en Imaginario, despojado de pedales que afectan tanto su guitarra como su voz. Aquí no hay ropajes sónicos, solo el tono delicado e íntimo de su voz. En este ambiente, Miguez toma control; las canciones parecen haber nacido en un cuarto así, pequeño, lleno de cercanía, pero cuidando su volumen, tratando de no molestar a lxs vecinos. Es un bedroom pop cálido que aún en su color no logra cortar con el gris.  
Si un rato antes el saxo de Juan Duque le otorgó vuelo a la propuesta de Sagarduy, Lucio Sánchez hundió a lxs presentes en el ensueño al tomar control del teclado como invitado de Miguez. 2/5 de Jimmy Club entregaron una versión dreampopera de “Peces en guerra”, ante una ovación generalizada. El último invitado fue el cómplice creativo de Miguez, el adolescente Santino Martín (17) también conocido como Gladyson Panther. Subiendo la adrenalina, la dupla se despachó con “Confesión”, guitarreando y disparando estallidos lofi. 
Concluidos ambos músicxs, la noche continuó, siempre manteniendo un tono discreto, tratando de no irrumpir en el radar de la GUM y su red de denunciantes anónimxs. El acto de clausura fue la intervención del pasillo por parte de Signora Panda, quien concluyó su trabajo acompañada de las miradas del público presente, entre curioso y ansioso por el resultado final.  
Un rato más tarde, cuando el viernes había devenido en las primeras horas del sábado, Matte Kudasai llegó a su final con un segundo volumen exitoso y un porvenir auspicioso (Pandemia y GUM mediante).

Tiempo después de la segunda fecha, Mía y Franky, responsables de Matte Kudasai, se adentran en la génesis, desarrollo y evolución del ciclo autogestivo que captura una colección de hermosas experiencias en la profundidad del centro rosarino.  
El ida y vuelta se hace dinámico. Por momentos las respuestas son específicas, a veces debido a la disciplina artista a la que se apunta. Además, el intercambio tiene lugar en horas de nebulosa de cuarentena, donde la incertidumbre impone un halo de imposibilidad a trazar un camino de certeza inmediata.  Entre pandemias, controles municipales asfixiantes y el deseo de crear, unir y generar nuevas olas, se traza lo que todavía está por llegar del intenso 2020.  
Matte fue producto de mucho trabajo, quisimos crear una marca con nuestros valores y otorgarle una identidad y estética innovadora”, comentan les organizadores del ciclo, sabiendo de los primeros ecos que está generando el ciclo a pocos meses de su aparición. “Si bien nos amigamos mucho con el lugar físico donde surgieron los dos eventos que realizamos, queremos que Matte Kudasai sea la firma de un ciclo con todas estas cualidades que nos definen, independientemente de donde se lleve a cabo”, comparten, a sabiendas que la naturaleza de la movida es cambiante, buscando nuevas formas orgánicas y afectivas para seguir creciendo. 
Matte surgió a raíz del deseo de generar un nuevo espacio de expresión artística”, explican desde el vamos. El planteo presupone una inquietud de dos personas que busca encontrarse con las necesidades y prioridades de la otra parte fundamental del ciclo: lxs artistas. El concepto los hizo moverse en busca de algo, pero, como prioridad, buscaron generar condiciones ideales para todxs lxs involucradxs. Además de ganas, la construcción necesita compromiso y entrega. Tomando acción en el deseo, sumando su propia experiencia, Mía y Franky armaron las bases para lo que habría de venir.  “Quisimos plasmar nuestras propias inquietudes como músicx y fotógrafx, uniendo así dos ejes del arte, uno visual y otro auditivo. En este proyecto buscamos darle un lugar y un buen trato a lxs artistas locales, que les pueda rendir a ellxs, y a nosotrxs para seguir sustentándolo”.  
La raíz más primigenia apareció sobre finales 2019 de manera espontánea. Entre amigxs, la dupla organizadora imaginó la posibilidad de construir un espacio seguro y amigable tanto para otrxs artistas invitadxs como para ellxs mismxs 
La organización de Matte Kudasai está conformada, principalmente, por Mía y Franky. Junto a ellxs, hay un equipo sobre el cual delegan distintas tareas. Ese grupo de trabajo está integrado por amigxs, también artistas.  Las edades del team en su conjunto grita juventud por todos lados: de 18 a 22. Mía y Franky tienen 19 y 21, respectivamente. 

Como se mencionó previamente el ingreso al ciclo está supeditado a una inscripción previa. Por cada músicx y artista expositorx hay una correspondiente lista de inscritos. El objetivo de la lista es, controlar la capacidad de ingreso, que, por supuesto, es limitada. Además, el listado ayuda a llevar un control estricto del dinero de las entradas.  
Junto a la dinámica indoors, la locación secreta y las fechas esporádicas, debe mencionarse que el trato financiero entre Matte y lxs músicxs es otra característica que marca diferencia con la mayoría del circuito cultural de música en vivo. La meta es que en cada encuentro tanto la organización como lxs músicxs y lxs artistxs se lleven una ganancia. Obviamente, estarán pensando muchxs mientras estas palabras, pero, realmente, cuántas ocasiones de recitales o muestras genera un billete para quienes tocan, exponen y organizan.  Las palabras de Mía y Franky: “tenemos un trato con todxs lxs artistas que participan en el evento, por un lado, lxs musicxs que se llevan el 100% de las entradas de las personas que hayan invitado y asistido, las personas que exponen o intervienen, el 50%”.  
Teniendo experiencia en ambos lados del mostrador, lxs organizadorxs saben que no es sencillo encontrar un buen arreglo, ni hablar de una propuesta estimulante que llegue a concretarse lejos de cuasi espejismos estimados de algún encargado o productor chamuyero que al final de la noche termina siempre cayendo parado. En nuestra experiencia, es difícil ubicar lugares con un convenio que permita sustentar nuestro trabajo. Debido a todo esto, queríamos generar un espacio por y para lxs artistas, que les incentive a seguir creando”. 
Como expositorx, lo pienso dos veces antes de exponer en un lugar, ya que nunca llego a cubrir lo que gasto en imprimir mis fotografías” apunta específicamente Mía. 
La mayoría de los espacios donde hoy se puede tocar no están a disposición delx artista, su foco está en la rentabilidad de lx mismx para el lugar, te piden rendir un monto, que, si no llegas a cubrir con entradas lo tenés que poner de tu bolsillo”sostiene Franky.
Sin eludir la realidad del contexto tomando en un refugio de idealismo desconectado, lxs organizadorxs de La Matte, observan sobre lo que significa apostar a la construcción independiente en una ciudad donde la verdadera entidad la tienen las campañas de marketing sobre la cultura y no la cultura en sí misma. “Sabemos que hoy sostener un espacio cultural se hace muy difícil, principalmente por la presión reglamentaria y económica ejercida sobre los locales, vinculada a la ausencia de interés, por parte de la municipalidad, de mantener estos lugares. También somos conscientes de los efectos generados por la crisis que sufrimos a nivel nacional durante el último gobierno, la cual forzó a muchos locales a cerrar, lo que claramente repercutió en el ámbito artístico. Por esto mismo, ya que el arte siempre fue utilizado como medio de denuncia y reclamo por parte de los pueblos, hoy estos espacios son más que necesarios”.  
En una coyuntura de malaria económica de bolsillos raquíticos y de controles baja persiana, el circuito se resiente, sufriendo cierres y obligando a muchos emprendedores a repensar estrategias o apostar a otro target dentro del rubro. Así, la diversidad atestigua como los espacios para disidencias y emergentes se reduce, alcanzando niveles críticos. Llegado este punto, Mía y Franky señalan que la delicada situación va más allá de nuestra ciudad, alcanzando ribetes internacionales. Mientras la necesidad cataliza la inventiva generando rincones ad hoc donde el arte puede refugiarse para sobrevivir, hacerse fuerte y, en muchos casos, reinventarse en formas y estrategias, la realidad es que el circuito se contrae, restando oportunidades para la existencia, convivencia, interacción y potenciación entre diferentes expresiones de las minorías dentro de un mismo espacio.  
A nivel global ya existe una problemática en el ámbito artístico en cuanto a la diversidad. Por un lado, podría decirse que la música es más comerciada que otras ramas, lo que le da cierta prioridad a la hora de realizar un evento. Esto muchas veces lleva a dejar de lado a personas que practiquen otras disciplinas. También es inevitable hablar de que, por ejemplo, en el ámbito musical predominan por sobre todo varones cisgenero. Ahora, hablando de la movida local, podemos decir que hay un intento por apalear esta realidad, trayendo el tema a la mesa y generando espacios “seguros” para todas las identidades. Sin embargo, todavía no se ha logrado revertir la situación, aunque muchxs apostamos por esta lucha. Desde La Matte proponemos hacer caso a estas desigualdades sociales, buscando darle lugar a todxs y prioridad a las minorías”. 
 
Sobre el final se hace necesario enfocar sobre un aspecto que aparece una y otra vez en la entrevista: gestión cultural. ¿Quieren, ambxs jóvenes, dedicarse a la gestión cultural autogestiva? ¿O acaso el ciclo responde a una necesidad del presente?      
Pensarse a sí mismxs como gestores, interpela a lxs dos jóvenxs, sabiendo que todo va más allá de la inquietud de construir en el presente. A la larga el compromiso se torna en una militancia que propone desafíos y exige perseverancia. En Mía y Franky hay una combinación entre un deseo construcción en tiempo presente y la construcción de un camino que pueda extenderse a largo plazo. El objetivo, claro, nunca es sencillo. Sin embargo, la energía está concentrada en ir más allá, resistiendo. El ciclo surge a partir de inquietudes y deseos que nos conforman a nosotrxs como artistas, nos mueve la idea de seguir buscando nuevas propuestas y dedicarnos a la organización de este tipo de eventos culturales profesionalmente”. 
Insertos en el halo de incertidumbre que actualmente atraviesa al mundo, el ciclo aguarda en gateras, esperando volver al ruedo. Mientras tanto, las ganas se acumulan, las ideas se anotan, algo ansiosas por ser concretadas, por ser ejecutadas. El estado de cuarentena en medio de una pandemia es algo inédito para varias generaciones.  Ante la imposibilidad de planear con antelación, todo se reconfigura, resignándose a la paciencia e incertidumbre como ingredientes de la fórmula del presente. Entre tanto sí hay una certeza, el ciclo continuará luego del COVID-19. “La idea era en un principio organizar un evento mensual, viendo la posibilidad de en un futuro cercano hacerlo dos veces por mes. De momento, dada la situación que estamos atravesando es incierto con qué frecuencia vamos a poder volver a realizarlo. Pero estamos ansiosxs ya de volver, con muchas ideas nuevas”.

 

Lucas Canalda

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