MORA Y LOS METEGOLES: “NO HAY QUE PERDER EL DESEO”

El cuarteto platense presenta Suerte, un segundo trabajo de estudio compuesto por melodías deformadas y estribillos coreables.

El Buen día, día de Miguel Abuelo era mucho más que un disco solista: era un pacto cotidiano que se renovaba en cada nueva jornada. Entre las partes había un compromiso: saludarse gratamente y, en señal de absoluto respeto, mantener siempre una franqueza anímica. Para bien o para mal, acá estamos, otra vez. Nos tenemos, a pesar de todo. ¿Pudo eso devenir en un subgénero? Está por verse. Mientras tanto, hay un puñado de mentes que sigue el pacto iniciado por el mentemaestra de Los Abuelos de La Nada.  Varias décadas, generaciones y ciclos estéticos después, Mora y Los Metegoles llegan para reafirmar la posibilidad de universo cancionero que recibe al día con la disposición anímica de un cotidiano ciclotímico que lo hace tan humano como univemigrsal. Entre la decena de colores de los vaivenes personales, la banda liderada por Mora Palvi logra un puñado de canciones pegadizas, listas para saludar al día y ser cantadas en cualquier lugar, de acuerdo a cómo pegue el ánimo. Entre guitarras despojadas y distorsiones llegadas de principios de los 90, Suerte afirma a la propuesta platense dentro del radar de novedades de la música independiente que promete. 
El cuarteto está integrado por Mora Palvi en guitarra, voz y sintetizadores; Narf Álvarez en guitarra; Joaquín Millón en bajo; y Lautarín Osacar en la batería.  Desde la ciudad de las diagonales, Palvi responde las preguntas de RAPTO en una semana que depara novedades varias. Primero con el estreno del videoclip Semáforo y una fecha en Guajira, el sábado pasado, en La Plata. Es un diciembre ocupado que recién acaba de comenzar y seguramente depare alguna que otra sorpresa.
“No hay que perder el deseo”, afirma Mora Palvi en una declaración que deja en claro algo: está enfocada en hacer música. Más que carrera, prefiere hablar de trabajo.  En lugar de llenarse de pretensiones, mantiene los pies sobre la tierra, entendiendo que la música es un oficio que se construye, sostiene y valida cada día. Hacer prensa es parte de la aventura.
Suerte, es el segundo trabajo de estudio de la banda. Se trata de un disco de siete canciones coproducido por Aziz Asse (Isla Mujeres, Lara91k) y Ramiro Sagasti (Pérez) en el que la banda muestra sonoridades cercanas al grunge, el rock clásico y la psicodelia.
Este nuevo esfuerzo llega tres años después de Dejen dormir, un material que los encontró iniciando un camino de trabajo independiente luego de quemar algunos puentes de eso llamado vida real. Completamente entregada al hacer musical, las canciones se convirtieron en el norte de Palvi, quien años después sigue fiel a la causa. ¿Fácil? Nunca. ¿Divertido? Claro, se trata de una vida de aventuras. Entre tanto, pagar el alquiler, la sala de ensayo y seguir creciendo, disco a disco, forma parte de una épica cotidiana que no conoce de arrepentimientos. 
“Tener una banda es como tener una familia. No tenés idea de cómo se hace y para todo el mundo es diferente”, afirma Mora sobre los aprendizajes que llegaron en estos años de sostener la banda. “Cada paso que damos es un aprendizaje y una apuesta al presente y al futuro tanto laboral como personal. Creo que tener un proyecto musical autogestivo te enseña sobre el trabajo y la disciplina sin perder de vista el deseo. Se mezclan mucho la vida personal y el trabajo, hay que estar muy atenta y contar con un buen grupo humano para no abrumarse”. 

Hubo un tiempo en que Mora Palvi estudiaba y tenía un trabajo formal. Mientras transitaba los últimos años de su adolescencia, hubo un quiebre determinante: dejó todo para dedicarse a la música. ¿Vivir de la música? Una empresa demasiado compleja. Primero afirmarse en lo fundamental: el deseo. Palvi parece tenerlo bien claro desde hace años. Desde entonces, camina con paciencia, sin desesperar. 
“Fue un poco impulsivo y no muy premeditado” comenta Palvi, mirando atrás sobre aquella decisión de renunciar a su trabajo y abandonar la facultad. “Primero llegó mi desencuentro con la universidad, me di cuenta de que no iba a aguantar ese ritmo mucho más. Al mismo tiempo, entendí que me gustaba la música y quería tiempo para desarrollar esa parte que era muy reciente”, comparte. “Empecé a tocar la guitarra a los 19 años, no tenía ninguna certeza de que era algo que me iba a seguir acompañando tanto tiempo. Y la parte laboral la sostuve todo lo que pude, sabía que necesitaba algún sustento mientras me dedicaba a ensayar. Pero la cuestión decantó sola cuando empecé a tener como prioridad tocar”. 

Mora Palvi tiene 27 años. Sus primeros recuerdos musicales están marcados por los discos compactos. CDs aquí y CDs allá. Saltando atrás en el tiempo, tiene una imagen suya eligiendo discos para poner en el equipo del living familiar. En su casa siempre había música sonando. Esa constante no respondía a unos padres melómanos, en todo caso, estaban acostumbrados a musicalizar cada momento de la vida cotidiana. Era un disfrute de sus viejos. Para ella fue el comienzo de algo más.
“Los CD eran un regalo común en los 90 y 2000, así que teníamos material muy variado”, señala sobre aquel periodo formativo. “Entre todo, me gustaban mucho James Brown, Fabiana Cantilo, Beach Boys y Caetano Veloso”, agrega.
La niña fue creciendo entre un soundtrack random hasta decantar en un interés más propio, algo inherente a su subjetividad. Cuando llegó la guitarra, hacer la suya fue necesario. Primero se trató de curiosidad. Luego fue algo así como la vida misma.
Entre las múltiples influencias que denotan las canciones de la banda, sobresale el perfil de cancionera de Mora. En ese sentido, los ropajes sonoros se sienten intercambiables, como juegos de ocasión, para siempre presentar las canciones de otra forma. 
“Me encanta el rol de cancionera”, confirma Palvi. “Me gusta mucho la música que se puede cantar, es con la que más conecto. Después, los sonidos elegidos y las estructuras con las que se presente, son circunstancias y pueden cambiar todo el tiempo”. Acerca de la naturaleza cambiante del grupo, apunta que “nuestros discos suenan de una manera que nunca se va a repetir. En vivo seguimos siendo dos guitarras, un bajo y una batería y las canciones se adaptan a ese formato muy cómodamente”. 

Para Suerte la banda completa se juntó con Aziz Asse, un viejo compinche con quien vienen colaborando desde 2017. Asse estuvo presente desde la formación de Mora y Los Metegoles e impulsó varias de las primeras canciones de Palvi. Conociendo al proyecto desde adentro, el productor parece sacar adelante lo mejor del conjunto. “Para nosotros Aziz es garantía de que las cosas van a salir bien y nos vamos a divertir”, señala la principal compositora del grupo.
El nuevo material sumó un oído fresco al proyecto: el experimentado Ramiro Sagasti, compositor, cantante y guitarrista de la mítica banda Pérez.  “Queríamos alguien que no esté tan empapado de Mora y Los Metegoles”, comparte Palvi.
Ambos hacen una muy buena dupla de trabajo”, cuenta acerca del proceso de trabajo que devino en Suerte. “Les dimos rienda suelta para que se metan y opinen en todo. Hay temas que terminaron dados vuelta y para nosotros fue un ejercicio de no casarnos con ningún arreglo y tomarnos con libertad la instancia de producción y grabación”. 

Las siete pistas transcurren en poco más de veinte minutos. En Suerte abundan las melodías deformadas que nunca reniegan de su esencia. Cinco de los siete temas, se pegan, necesitando un repeat inmediato. «Modificador» puede ser la canción que mejor defina el disco: sencillo, pegadizo, breve y de estribillo coreable. Tiene una cadencia de indie platense que fue patentado y perfeccionado por décadas. Ahí, tanto 107 Faunos como Pérez y Él Mató se mezclan con los Pixies más relajados y el Weezer universitario. Los arreglos de voces -a cargo de un pequeño coro de niños- logran un estribillo de hit. ¿Algo radial? ¿Un éxito masivo en YouTube? No. Hablamos de algo más íntimo, algo más contagioso. Sin dudas será el momento más esperado de cada fecha, deparando una postal donde banda y público se fundan en un coro unificado. Después de todo, se trata de dejarse llevar.
Las canciones versan sobre percepción ajena, cuerpos expuestos -o no tanto-, abulia postadolescente, de abandonar el pasado, o al menos, de dejar de percibirlo como un ancla. Hay sensaciones y ánimos varios en Suerte. No se trata tanto de ciclotimia como de un transcurrir de las horas, cierta apatía veinteañera mezclada con un “laissez faire, laissez passer” de un presente que no ofrece demasiada perspectiva de mañana. Más que no-future, hablamos de un largo languidecer post pandémico. De esa forma, la nebulosa se vuelve otra vez noventera. Por eso aparece algo de filo grunge con «Alimentarte» o «Tu maestra», donde cierta arrogancia termina volcada, desganada, dejando todo librado a la suerte.
Las canciones de Mora y Los Metegoles nacen de melodías o frases que se le ocurren a Palvi en situaciones poco musicales. Completamente fuera de contexto, llega algo parecido a la inspiración y ella toma nota, sin desperdiciar la oportunidad. Quizás la palabra inspiración sea demasiado grande. Mejor pensarlo como disparadores; como bosquejos de probabilidad. Lo importante, siempre, es guardarlos. Eso puede terminar en una canción.  “Generalmente saco el celular y me empiezo a mandar audios con las pequeñas ideas que se me ocurren para no olvidarlas y se arma una cadena de audios y texto en la que lo voy desarrollando”, cuenta la joven platense. “Después viene la parte de sacar los acordes que lo acompañan”.
Otra manera de empezar algunos es temas es, sencillamente, jugando. Ahí entra la guitarra en la ecuación. No se trata de buscar de forma concienzuda. Darse a las cuerdas hasta que pinta algo es una posibilidad. Con la guitarra y algunos escritos, van surgiendo cosas. Después, selecciona. Algunas terminan en conciertos y en discos.

 

 

Por Lucas Canalda

 

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