Con la reciente publicación de Aquatic and other worlds el mundo está descubriendo la obra de una pionera de la música electrónica venezolana que se mantuvo en la sombra por demasiado tiempo.
Mientras medios como la BBC le dedican artículos, reseñas y especiales, Linde prefiere optar por la calma y concentrarse en seguir haciendo música que refleje tanto la naturaleza como los conflictos que atraviesan a la humanidad.
Desde Venezuela, una entrevista exclusiva con una artista diferente que se desmarca de todo, especialmente del reconocimiento.
Oksana Linde es una sucesión de sorpresas. Cuando su obra como música experimental empezó a aflorar en los últimos años -gracias a editores de perfil antropológico, pero especialmente a un cambio de paradigma mundial- sus obras magnéticas la confirmaron como un tesoro latinoamericano que la conectaba con pioneras de otras latitudes como Laurie Spiegel (EEUU) o Delia Derbyshire (Inglaterra).
Entrevistarla arroja desconciertos varios, desarticulando cualquier solemnidad. Linde explica que su hacer musical es empírico. Puede ser cuestión de horas, metiéndole a puro instinto, buscando bajar en una canción la sinestesia que la atrapa. Además, aclara que no acumula equipos. Nada de tecnocracia anquilosada en grandilocuencia para las fotos. ¿Veinte sintetizadores? ¿Para qué? No es necesario semejante despliegue.
A sus 73 transmite frescura, demostrando una actitud que la desmarca de cualquier perfil previsible. Quien espera toparse con una artista cerebral y concienzuda se va a llevar una sorpresa considerable: Oksana parece estar más cerca de una rockera urgente que de una mente fría que pasa largas temporadas encontrando el arreglo definitivo para concluir una obra.
Linde acepta el desafío de cada pregunta. En sus respuestas hay amplitud. Comprende los interrogantes como una cuasi asociación libre, dejando fluir la palabra. Cumple con generosidad en sus respuestas, pero hay mucho más: se queda pensando. Se la percibe estimulada, con ganas de echar algo de luz sobre los procesos que la acompañaron durante períodos complejos de su vida.
Hay energía en Oksana, una pasión que se adivina en su música, aunque también se advierte como parte esencial de sus días en la vida. Ella misma deja saber que, cómo artista, actúa de forma instintiva. Eso parece trasladarse a una cotidianidad donde no siempre las cosas son ideales.
Para Linde la música está intrínsecamente vinculada con episodios de toda una vida. Las fotos más antiguas, donde aparece tocando el piano junto a sus hermanos (Irma, nueve años mayor, o Vasyl, el menor) son prueba de una biografía que actualmente se revela para los melómanos de todo el mundo: la niña de apenas tres años que empezó a tocar el viejo piano familiar sorprendiendo a toda la familia; la mujer que marcó una vanguardia en la música experimental de su país, sin lograr asomar con su obra más allá de los círculos inmediatos.
Nacida en Caracas, en el seno de una familia de inmigrantes ucranianos, el trabajo de Oksana se dio a conocer iniciada la década de los 80s, coincidiendo con el surgimiento de una nueva escena de música electrónica de sintetizadores venezolana, con nombres como Ángel Rada, Miguel Noya, Musikautomatika, Vinicio Adames, Oscar Caraballo, Aitor Goyarrola y Jacky Schreiber.
En 1981 y a sus 33 años de edad, Linde dejó su trabajo como investigadora debido a serias complicaciones de salud lo que resultó en más tiempo dedicado a la familia, a la música y a la pintura.
Pidió un préstamo para adquirir un sintetizador Polymoog, luego una grabadora de carrete abierto Teac, y un Moog Source. Con esa modesta logística armó su pequeño estudio en casa y empezó a componer sus primeras piezas. La creación de música electrónica había empezado. No había vuelta atrás. Ella no lo sabía, todavía.
Más tarde fue ampliando su equipamiento con un mezclador de 16 canales, una Roland Tape Echo, una caja de ritmos TR505, un Korg M1, y ya años después un Korg TR88.
Sus herramientas fueron una extensión de su curiosidad. Haciendo uso de ellas fue dejándose llevar por una búsqueda tan inconsciente como necesaria. Otra vez: ella no lo sabía.
Entre 1984 y 1986 grabó más de treinta piezas. Entre 1989 y 1996 siguió produciendo otras treinta piezas más, acumulando así un gran archivo que se ha mantenido inédito.
Linde supo crear un universo personal a partir de la exploración de los sonidos electrónicos y hacerse un lugar en un entorno eminentemente masculino, pero debido a la discriminación de género y a los prejuicios, la falta de oportunidades hizo que su archivo haya permanecido inédito hasta ahora.
El sello peruano Buh Records acaba de editar Aquatic and other worlds, una recopilación de su trabajo inédito que está generando admiración entre cultores de la música electrónica de América, Europa y Oceanía. Se trata de doce obras inmersivas, generosas en paisajes progresivos de sintetizador, que pueden transitar ciertas atmósferas abstractas para finalmente consagrarse en corrientes de ensueño que pueden ser poperas. Evitando el onanismo academicista, Linde parece entregarse a su fascinación por la naturaleza, logrando momentos de complejidad orgánica mediante ritmos elásticos y melodías astutas en medio de cambios de tonalidad.
Aquatic and other worlds hace pensar que Linde merece su lugar entre la Progressive Electronic Music, un estadio que la ubica justo entre la probabilidad de lo experimental, lo expansivo de lo onírico y ciertos ganchos pop que saben explotar un sentido eficaz de estructura, algo que tal vez se deba al periodo que Linde pasó componiendo para TV y teatro.
Linde hace música por el placer de entregarse a un acto creativo exento de redundancias intelectuales: para ella lo más importante es lograr reflejar los sentimientos y colores que la atraviesan por momentos.
Oksana desea abocarse a la creación desde un lugar cálido. Ahora que su nombre resuena hasta en la BBC, su fantasía mayor es darse a una música que refleje la naturaleza, aquella que la rodea, con su verde inexpugnable, así también como los océanos infinitos, una fascinación que la conmueve desde su más tierna edad.
Para tratarse de una artista con la capacidad de imaginar paisajes sonoros oníricos, Linde está demasiado atravesada por una realidad urgente. En un primer plano, la guerra. La invasión rusa a Ucrania la angustia. En ningún momento lo oculta. Su padecimiento es claro.
Además, sus devoluciones parecen impregnadas de una realidad sudamericana donde el oficio musical sigue siendo una apuesta compleja. De esa forma, la experimentada compositora que ahora estalla por los medios especializados de cinco idiomas diferentes, padece los mismos altibajos económicos que son endémicos para casi todos los países latinoamericanos. Los aparatos funcionan la mitad de las veces; la Internet es para renegar; los costos son astronómicos. El equipamiento exclusivo o el software de avanzada quedan a un lado, poniendo en primer plano el deseo, el tesón creativo y los recursos accesibles.
Sincera, Oksana comparte un mundo -el suyo- con las asperezas y los encantos que hacen a la persona detrás de esa referente y pionera que ahora encuentra lugar en los titulares periodísticos.
Su abuelo, Vasyl Krychevsky, fue un destacado artista y arquitecto que diseñó el emblema del estado de Ucrania en 1918, así como los billetes y otros artículos de importancia nacional e históricos. Como arquitecto construyó el Edificio Poltava Zemstvo (ahora el Museo de Estudios Regionales de Poltava). Su diseño del edificio inauguró un nuevo estilo basado en las tradiciones de la arquitectura popular ucraniana y marcó una nueva tendencia entre los jóvenes arquitectos.
Sus padres escaparon del país durante la embestida nazi de la Segunda Guerra Mundial y finalmente zarparon hacia Venezuela, donde nació Oksana, en 1948, en Caracas.
Desde niña sintió curiosidad por la música. Fue un interés que manifestó con algo más que preguntas: la pequeña niña pasó a la acción aprendiendo a tocar el piano en un hogar familiar que se iba adaptando a su nueva vida en Caracas. Sus hermanos, siempre bien cerca, disfrutaban de su talento.
Su entrega musical es espontánea. En ese sentido, Linde lo tiene bien claro: sus procesos internos se relacionan con lo sinestésico, por eso prefiere correrse de cualquier intento de explicar su creación musical desde un análisis cerebral que recorra la totalidad de su catálogo. Ahora tiene mucho para compartir, pero siempre con respuestas abiertas, dejando que las posibilidades floten con libertad, obviando cualquier tipo de anclaje en lo concreto. Para eso ya hay demasiado en la vida real, repleta de sucesos maravillosos, pero también de sinsabores que, en ocasiones, pesan demasiado.
Linde disfruta de la música porque le permite acceder a espacios de libertad casi absoluta, allí puede volar, entregarse a cierta levitación donde la premisa es disfrutar. Ese goce no necesariamente significa creatividad para Oksana. En la creación musical aparece la frustración, también. Esa parte la tiene bien clara, por eso comparte sus experiencias sin mitificar nada.
Cuando le preguntan sobre su figura de pionera responde con los pies en la tierra. No tiene tapujos en compartir que eso la desconcierta. Tampoco en encontrarse abrumada con la excelente respuesta que Aquatic and other worlds encontró en medios especializados de Inglaterra, Francia, Estados Unidos y otros países.
“Siento diferentes sensaciones”, apunta desde Venezuela sobre finales de mayo. “Desde incredulidad, agradecimiento, satisfacción, hasta stress, querer volver a estar en la sombra”, enumera con sinceridad.
Con Aquatic and other worlds generando reverencias y logrando reproducciones en diversas plataformas, parece difícil que Oksana vuelva a estar entre claroscuros. El mundo está familiarizándose con la obra de una artista diferente, una figura que en los últimos dos años logró una visibilidad que le fue esquiva por décadas.
Mientras el revisionismo musical latinoamericano se pone a tono con la obra de decenas de realizadoras experimentales, el descubrimiento de Linde sirve como un faro para seguir adelante descubriendo una riqueza de legados e historias. “No sabemos cuántas realizadoras están allí afuera”, señala.
– «Viaje hacia la luz» tiene un tono ominoso que evoluciona lentamente hacia algo luminoso. Siento que allí hay un trabajo de expandirse desde el punto de partida probando hasta dónde se puede evolucionar.
Cómo hacés para trabajar ese tipo de ánimo en tus composiciones: ¿Surgen de forma natural? ¿Te gusta desarrollar ese mood hasta hacerlo evolucionar en algo diferente?
No encuentro que el tono sea ominoso. Veo que algunos lo encuentran así. Tal vez sea por las tonalidades menores. Es interesante percatarse de que ciertamente diferentes personas perciben algo de maneras diversas.
Creo que la idea, entonces, fue un largo viaje y de alguna forma quería terminar la pieza de manera que no fuese abrupta. Al parecer el final suena más suave.
Simplemente, hay veces que se me ocurre algo e intento componer lo que está en mi cabeza. Surge de forma natural casi siempre. No estudié lo suficiente como para poder escribir lo que quisiera hacer. A veces lo he hecho con rayas, símbolos, letras. Cada caso es diferente. No busco algo específico, no intelectualizo. Sale lo que sale por ser empírica, intuitiva, por decirlo así.
Si no me gusta, puedo borrar pistas o desecharlo. Necesito estar aislada, completamente sola para “componer”. Me sumerjo en lo que hago. Si a veces alguna pieza es muy dramática, pero me parece bien, pues no modifico el mood.
He hecho la mayoría de las piezas guiada fundamentalmente desde lo que llamo mi mundo interior. A veces hago piezas como «Chaotic dance». Luego alguna para relajarse. Estuve años sin saber si alguna vez iba a poder sacar un disco. No tenía esa intención pues ¿cómo?. Solamente tocar lo que se me venía a la mente. Hay piezas relacionadas con eventos tristes como «The ghosts of Chernobyl», «Attack on Donbass», que requieren modificación. Así como las que suenan muy abstractas, desprovistas de melodía, descriptivas, como las que tengo en stand-by, dedicadas a la extinción.
– ¿Cuánta influencia o inspiración tomás de la naturaleza? Siento que Aquatic and other worlds resulta un diálogo constante con aquello que te rodea de forma más inmediata.
Creo que bastante. Tienes razón. Hay un diálogo. La naturaleza es una fuente inagotable de inspiración. Parte de las piezas tienen que ver con el mundo interior, con la imaginación. De alguna manera, parte de mi obra visual también se relaciona con la música, la naturaleza, mundos imaginarios.
– ¿La música estuvo ausente en alguna etapa de tu vida? ¿Podría ser posible algo así?
Varias veces. Cuando mi padre se murió, faltando poco para cumplir yo 13 años. No tengo recuerdos ya de cuánto tiempo estuve sin tocar piano. Cuando murió mi hermana Irma en 1974. Terrible también. Una depresión de mucho tiempo. Mi segunda hija nació a los pocos meses y tenía a ambas por cuidar, y debía trabajar, claro. Siempre les cantaba. Les “componía” cancioncitas. Luego, cuando tuve que desmantelar el pequeño estudio para tener a mi madre en cama clínica entre 2000 y 2006, cuando falleció. Escuchaba algo de vez en cuando. Después de su muerte me derrumbé también y no quise escuchar música ni tocar. Ella siempre me pedía que tocara piano. Pude comprar en diciembre de 2007 el TR88 a buen precio y me sumergía cuando me era posible. Cosas tristes, sombrías, con aire de misterio, pero intenté hacer piezas más alegres.
– ¿La maternidad ejerció algún cambio en tu sensibilidad artística? ¿Pudiste redescubrir el arte a través del descubrimiento de tus hijas?
Es probable. Pero no sabría explicar, pues creo que no estoy consciente de cómo ocurrió. Todo influye en uno. Y parece tan natural. Sin embargo, no dudo que su adorable presencia, de alguna manera, me inspiró de diversas formas. Uno aprende de sus hijos muchas cosas. Y agradece el poder aprender cada día.
– ¿Cómo fue la reacción de tu familia cuando empezaste a tocar el piano a los tres años? ¿Ese oído de dónde lo heredaste o de dónde apareció?
No tengo recuerdos de cuando tenía esa edad. Supe que se asombraron. Y al parecer pensaron que era bueno que estudiase música. Mi abuela estudió en Ucrania con un excelente compositor. Le daba lecciones de piano a mis hermanas y por ello me compraron un pianito de juguete. Pero me senté ante el piano viejo y grande.
Las investigaciones indican, que ciertas etnias tienden a tener mayor porcentaje de personas con oído “absoluto”, armónico, tonal. Quienes hablan lenguas tonales, por ejemplo, mandarín, cantonés o vietnamita, tienden a tener mayor porcentaje de personas con oído absoluto en su población. En África, en Latinoamérica, también hay y hubo lenguas tonales.
En ciertas regiones de Europa hay familias con notable porcentaje de personas con sinestesia. Y en cualquier parte puede haber personas que la tengan.
En familias con miembros que presentan sinestesia también se encuentra un porcentaje de personas con oído absoluto. Mi madre tenía sinestesia. Lo mismo mis dos hijas. Creo que mi abuelo por parte de mi madre, por su increíble capacidad creativa, también.
Cuestión de suerte: Yo tengo sinestesia con ciertas manifestaciones menos notables, y oído absoluto- no sé cuán absoluto.
– ¿Cuáles fueron tus primeros intentos de hacer música por tu cuenta? ¿En qué contexto fue?
Alguna cosa hice para piano cuando era niña, joven y luego. En una mudanza, las anotaciones rudimentarias se perdieron con el robo del automóvil, en el cual había dos cajas llenas de libros y cuadernos.
En 1980, ya estaba cada vez más enferma por la gran cantidad de tóxicos que inhalé en diferentes laboratorios. Algunos tóxicos interactúan en el organismo y entre sí, y ocurren procesos que pueden potenciar su efecto sobre diferentes órganos y generan daño irreversible. Producen depresión en muchos casos. A principios de 1981 me ordenaron reposo médico. Pero ya al tener seis meses de reposo, el jefe del laboratorio me indicó que necesitaba entonces pagar a otra persona y que yo debía renunciar. No conocía mis derechos y renuncié. Tuve una depresión larga y seria. Fue devastador tener que abandonar mis queridos laboratorios.
Durante años, yo había tenido la oportunidad de escuchar a una buena cantidad de músicos y bandas de los 70 ́s y de antes, grabaciones en casetes, discos. Cuando me fue posible, solicité préstamos y adquirí un Polymoog de segunda mano. Luego un grabador TEAC 3440, luego un Moog Source, un CZ1.
Fueron años bastante complicados. Llevar a las hijas al médico, a la orquesta infantil y luego juvenil. Formé parte de movimientos ecologistas. Pintaba para ver si lograba obtener ingresos para la familia. De reposo frecuentemente.
Errores médicos en el tratamiento, por desconocimiento de que tenía lesiones.
Sumergirme en la música fue un proceso terapéutico. Tenía mucho que aprender y practicar. Muchas veces hacía música como si estuviese en trance.
– ¿Qué tipo de procedimiento seguís a partir de una idea básica? ¿Tenés algún tipo de método o preferís buscar y desarrollar desde un lado más instintivo?
Prefiero buscar y desarrollar desde un lado más instintivo. Si hay que hacer algo que esté dentro de ciertos parámetros por alguna razón, tengo que pensar más y hacer una estructura o “esqueleto” previo.
– A partir de esa idea inicial, ¿cuánto producís una canción hasta que la das por terminada?
No sabría decir. Pues no siempre es de la misma forma. A veces borro pistas y las rehago. Hasta que sienta que está más o menos bien la pieza.
Hay veces que una canción me sale en tres horas, en seis. En dos días. O la dejo esperando por semanas o meses. Por ejemplo, «Reggaetronic» (se me ocurrió hacer algo así “de la nada”) creo que duré como cuatro a cinco horas, de noche- madrugada. Aún requiere algo de pulitura. Realizada con el TR88, en 2008. De esa misma época es «Chaotic dance», también realizada en poco tiempo. Y otras como «Scytheland» (ese nombre por ahora), que según algunos, recuerda a Van Halen. Como actualmente no tengo la posibilidad de corregir casi nada como desearía, pues tuve que dejar algunas como están. Por ahora.
– ¿Te parece que tus estudios sobre química se traducen en tu creación musical?
No lo sé. La Ciencia requiere mucha disciplina y estudio. A veces los errores pueden ser fatales. Con la música no es fatal si cometes errores, solamente que no sonará bien. El subconsciente nos maneja en muchos aspectos sin nosotros percatarnos. El inconsciente colectivo nos une de infinidad de maneras con todo lo que existe. El tiempo no es precisamente lineal. Siempre me ha inquietado el no comprender como es el Infinito. Cómo es lo insondable, lo inmenso, lo desconocido. Nuestra capacidad sensorial es minúscula. La tecnología ayuda al conocimiento, pero falta mucho y ni siquiera sabemos qué. El cosmos tiene para mí resonancia con los océanos, por su inmensidad (aunque los océanos son una gota en ese sentido, pero nuestra comprensión y nuestros sentidos son sumamente limitados, y uno asocia algunas cosas de forma rudimentaria). En esa onda, siempre me interesé en la física atómica, nuclear. A medida que pasa el tiempo, se descubren más cosas que no se conocían. Desde las sub-partículas más inimaginablemente pequeñas, hasta lo que está sucediendo con la expansión del universo donde estamos, y no han podido dar con las explicaciones que describen lo que sucede. Es complejo y al parecer hace ya unos años se encontró que las leyes físicas que se aceptaron como tales no se comportan de manera rígida.
Pudiese haber otros universos con otras leyes físicas.
Se ha hecho muchísima música para películas de ciencia ficción y documentales. Pero uno sabe que hay muchísimo que nunca sabremos.
De repente uno imagina cosas extrañas, formas en movimiento, “escucha” sonidos y quisiera correr a los teclados para traducirlos a música, que de alguna manera transmita esa sensación de que hay misterios que no han podido ser resueltos.
– ¿A lo largo de toda una vida haciendo música desarrollaste alguna preferencia por algún instrumento en particular? ¿Algún equipo te marcó más que otro?
Creo que el Polymoog fue uno de mis instrumentos preferidos. Por esa posibilidad de la síntesis de sonidos que entonces era posible, aunque de alguna forma limitada. A veces no conseguía volver a lograr lo mismo, debido a sus características. El grabador de cuatro canales TEAC 3440. Cuando tuve que venderlo por casi nada, tuve que respirar profundo y decirme que hay cosas más importantes en la vida. El moog source, el cual me robaron, fue un instrumento que me fue muy útil .La magnífica cámara de eco. La respuesta no es fácil pues los diferentes teclados y módulos que tuve transitoriamente fueron importantes en su momento.
– ¿De qué forma integraste las múltiples posibilidades de la Internet cuando llegó la era de la hiperconectividad?
Tal vez no la aproveché lo suficiente. Mis computadoras siempre han sido limitadas. Comencé a estudiar otros secuenciadores (ya había trabajado con un par). Pero por diversos conflictos con la PC, no aproveché el mundo de la era digital. El internet en Venezuela se conoce como uno de los más lentos, no solamente en este continente. Y falla con altísima frecuencia.
También tiene que ver mi dedicación a la Educación ambiental por un período considerable. Absorbente.
Me he dedicado también al arte digital con mi viejo Photoshop. Y otras cosas. Sobre todo a leer mucho sobre temas científicos, y sobre salud. Traducía del inglés al español algunos artículos destinados a la difusión de temas científicos. He aprovechado la posibilidad de estudiar un poco más, idiomas que necesito para comprender lo que me interesa. Subí a la red, ya no recuerdo cuándo, hace bastantes años, parte de mi música. De vez en cuando lo hago.
Me parece que tal vez no respondí la pregunta…
– ¿Qué sentiste cuando pasaste del piano hacia los sintetizadores? ¿Qué encontraste en esas sonoridades?
Ya tenía años escuchando esos sonidos y quería poder hacer algo menos “plano” que lo que se logra con el piano (a pesar de que el piano es muy versátil) Ese mundo de sonidos digamos que de rango casi infinito. La posibilidad de lograr sonidos interesantes, extraños, que lo hiciesen sentir a uno transportado a otros mundos, al fondo del mar, al espacio, lograr lo que se me ocurría en el momento.
– ¿Cuál es tu relación con los sonidos acústicos?
De amor incondicional. Amo muchas piezas musicales acústicas. El sonido de una flauta, clarinete, guitarra, violín, violonchelo, arpa. Cualquier instrumento.
Nuestras canciones folclóricas. Amo muchas sinfonías, conciertos para piano y orquesta, preludios y muchas otras manifestaciones, géneros musicales.
Los sonidos acústicos pueden ser fuente inagotable para la composición y experimentación también. Me gustaría saber lo suficiente como para componer de manera profesional conciertos, sinfonías.
– En la cantidad de artículos y reseñas que fueron apareciendo en los últimos meses se repite una palabra: PIONERA. ¿Qué sentís al ver que tu nombre y tu obra están hermanados a esa palabra?
Ese reconocimiento como pionera significa muchas cosas: constancia, vanguardia, curiosidad, incomodidad, y podría seguir. Remarco un detalle: ser pionera también significa llegar antes que el resto; puede haber cierta soledad hasta que otras personas alcancen ese espacio que vos habitaste antes. ¿En algún momento te sentiste sola en la música electrónica experimental?
Me siento extraña…¿pionera yo? A veces siento que ello sucede porque los últimos años se le ha dado importancia a la mujer en muchos campos. Y entonces se va descubriendo la obra de una cantidad apreciable de mujeres que han hecho contribuciones fundamentales a la ciencia, a las artes. Pero cuando se hace referencia a la Música Electrónica, hay confusión entre las diferentes generaciones en cuanto a qué es precisamente la Música Electrónica. Hay diversidad de estilos, técnicas, etcétera, y todo cae usualmente bajo una sola etiqueta. La mía no es académica. Es afín o pretende serlo, así sea de lejos, a la compuesta por Jarré, Vangelis, Oldfield, Kítaro,Tomita, Tangerine Dream, Fripp, Eno y otros.
Como escribió Gustavo E. Pazos Peinado al referirse a los músicos electrónicos de Venezuela de los 70s y 80s: “…se estaba creando un movimiento, un nuevo lenguaje musical, e increíblemente un nuevo segmento de público melómano a quienes el estilo, y esa nueva música les atrapaba…”
Me sentí sola y a la vez no. Conocí a varios músicos electrónicos venezolanos y sigo en contacto con algunos (a distancia). Pero mujeres que empleasen sintetizadores no. Asistía a conciertos de Música Electrónica académica. Pero no hubo oportunidad de encuentros. Me sentía siempre como una principiante, empírica.
No tuve oportunidad de participar en jams de músicos. Algo que me hubiese encantado. Y tal vez ello contribuyó a que me sintiese algo apartada de -¿por?- mis amigos músicos.
Debo añadir que ahora la situación es otra. Cher-ee-lee (ingeniera radicada en Madrid, productora de un programa por radio) y Andrea Zarza Canova (archivista de sonido en la British Library), se comunicaron conmigo en 2019. La idea era editar un disco, ya que Andrea y su socio Kent tienen una disquera en Londres: Mana. Con la pandemia las cosas se complicaron. Pero Mana incluyó «Ensueño II» en una compilación de 2020 con seis otros artistas conocidos.
Estoy en contacto con músicas latinoamericanas y algunas de otros países. Es un grupo maravilloso, y es imposible sentirse sola. Son mujeres sensibles, con experiencia, gran dedicación a lo que hacen en el campo de la música. Conocerlas virtualmente ha sido una de las mejores experiencias que he tenido con la edición del disco por Luis Alvarado, de Buh Records. Ahora esa gran sorpresa de estar a la vista y ser escudriñada por muchos, ¡me quiero esconder!.
Por Lucas Canalda
Fotografías archivo personal de Oksana Linde / Buh Records