SOBRE “LOS PLANES” DE PRIMA LIMÓN

El simple “Los planes” marca el regreso de Prima Limón luego de un periodo de silencio por parte de la cantautora.

 

Prima Limón es una especie de hija pródiga del circuito rosarino.
Hay dos puntos engañosos en esa línea de apertura. Más que una oración, es un MacGuffin
Si hasta la primera semana de marzo había una especie de circuito rosarino de música en vivo, luego del triple golpe de los últimos años de Desinterés municipal/Macrismo/Pandemia habrá que hacer autopsia sobre lo que quede tambaleando y ver qué camino seguir.  
Por otro lado, Prima Limón (AKA Julia Capoduro) no es rosarina per se, puesto que viene de Marcos Juárez, sudeste de la vecina provincia de Córdoba. En la fiel tradición de nuestra ciudad (y en la de cualquier otra urbe universitaria que funcione como crisol/usina cultural) claro que decimos –y diremos- que es rosarina, apropiándonos del talento, reclamando semejante artista para nos. Prima Limón es rosarina. 
La espantosa no-definición de una especie es tan rosarina como la apropiación del talento foráneo. Sin embargo, al pensarlo, esa incertidumbre sirve para abordar varias perspectivas sobre nuestra ciudad: Rosario tiene una especie de escena cultural; Rosario tiene una especie de circuito musical independiente; Rosario es una especie de metrópolis; Rosario es una especie de pueblo gigante. Podría seguir, pero este artículo es sobre Prima Limón que tiene nuevo simple. 
Como dije: esa primera línea fue un MacGuffin. Simplemente un arrojo narrativo que capture la atención. (Yahoo! Respuestas: ¿WTF es un MacGuffin?) Pero mientras que esa primera oración puede resultar engañosa en dos puntos, no termina de calificar como una mentira concreta. 
Julia Capoduro, con dos EP y siete años de camino bajo el seudónimo de Prima Limón, es una especie de hija pródiga de un circuito endeble como el rosarino. En nuestra ciudad se formó como cancionera, grabó y sacó discos. Acá también creció, trabajó, vivió, se enamoró, se rajó, volvió y todo de nuevo, otra vez.
Entre tanto, Prima Limón se hizo un nombre. Pequeño, pero significativo. Prima Limón se hizo sinónimo de canción. Capoduro se forjó como una cancionista diferente; naif y corrosiva; sutil y vulnerable; poderosa e hipnótica.
Creciendo dentro de un circuito inestable, supo comprenderlo para potenciar sus virtudes.  Vibró cuanto tuvo algo que compartir. De no tenerlo, se guardó, esperando el momento oportuno. Hizo cuando hubo que hacer. Luego, supo correrse, dejando que el silencio añeje un puñado de canciones hasta que tiempos favorables la llamen de vuelta a la acción. 
Quizás los días que transitamos sean ideales para la cantautora. A la par de la inmediatez hegemónica y la sobredosis de información cotidiana que precisan contenidos marketinables y de rápida absorción está creciendo un espectro de música bastarda y exenta de fórmulas, bien libre de etiquetas y descripciones fáciles. Se trata de canciones que crecen a la sombra de todo lo demás, como hongos libertarios en clave de pop orgánico.
Corrido del timeline urgente el pop de Capoduro gana, encontrando el tiempo justo para que una nueva audiencia llegue a su música y sea escuchada como se merece. 
Las canciones de Prima Limón no pueden devorarse de un tirón, son intensas. Lleva tiempo para que caiga la ficha justa. Es casi como la obra poética de Silvina Ocampo: la medida justa te hace más fuerte mientras te abre la puerta a otro lado. 

Retomando: Prima Limón es una especie de hija pródiga del circuito rosarino. 
Autodidacta y virtuosa, algo enigmática, definitivamente esquiva de todo lo que constituye una “carrera”, en los últimos siete años apareció y desapareció haciendo gala de una magia imprevisible: dijo presente cuando había algo que compartir o que valiera la pena tocar. Ante la primera distracción, se volvía invisible. 
Tímida y discreta. Dueña de sus impulsos, jefa de sus caprichitos, Capoduro es puro despiste; difícil de predecir, imposible de rastrear. Un día, un disco, al otro, un viaje-estadía al sur para bucear y reconsiderar toda su vida. 
Imaginen a una joven música que se corre hacia el silencio absoluto, afuera de todo, en un paradigma donde reina la exposición, el culto a la primera persona y la esclavización de una producción que intente atrapar constantemente la atención del público.
Así, en los últimos treinta meses, Capoduro desapareció del mapa para luego incorporarse como dínamo guitarrero de Chiquita Machado, saliendo a la ruta, midiéndose con nuevas audiencias, hermanándose con ocho músicas de otras raíces. Entre todas engendraron el irresistible Té Verde de cosecha 2019.  
También, en una de esas desapariciones drapereanas, organizó una gira por México y allí se fue, volviendo lista para la acción.
Leer sobre ese accionar en el actual contexto le otorga un halo casi prodigioso; parecen capítulos de una épica al alcance de la mano, pero aun así imposible. Sin embargo, no es ficción, fue solo un tirón de aventuras de Prima Limón en 2019.


La guitarra toma un protagonismo fundamental como instrumento principal en las páginas de Prima Limón. Julia es una 
herua de las seis cuerdas en su propia ley. Sin embargo, más allá de su Ibanez Roadstar II  (la que usa Marty McFly con su banda The Pinheads) y otra construida por un luthier, hay una habilidosa pluma. Capoduro ejerce una magia modesta con el uso de las palabras, son asequibles, necesarias y exactas: saben de equilibrio. 
Su narrativa es ambigua; son fichas que tardan en caer, pero cuando lo hacen, son como un hachazo parte cabezas.
La Capoduro letrista (¿Escritora? ¿Le interesa revelar su pasado como blogger?) es ambigua, ácida y vulnerable. El amor es odio; la verdad, mentira; la celebración, duelo; lo feo, bello. Muestra paisajes diferentes, plenos de colores nuevos. Algunos son placenteros, dulces; otros no tienen piedad, hacen doler. Se trata de nuevas sensaciones y colores que estallan sin advertencia previa.  
Sus canciones están atravesadas por una diversidad de elementos y sucesos. Hay exorcismos y frustraciones; también posturas sociopolíticas y ejercicios dramáticos. Las canciones son todo eso y más, o quizá nada de lo anterior, simplemente disparos/ posibilidades de acuerdo a cada escucha. 
Todo responde a una imaginación visual que engendra barrios incendiados, maldiciones y monstruos acechadores.

Julia supo a los quince años que quería hacer canciones. Desde esa revelación pasó un tiempo considerable hasta que empezó a componer: una década.
Capoduro nunca estudió música de forma tradicional, es autodidacta. (¿El curso de Robert Fripp cuenta como educación formal?) Encontró la autosuficiencia buscando, sabiendo que el error no existe en el terreno de la curiosidad.  Según cuenta, no haber estudiado de forma tradicional le trae algunas limitaciones al momento de comunicarse con otrxs músicxs. Pero allí también radica una virtud: una libertad total para dedicarse a la exploración de las múltiples posibilidades de su instrumento. 
Desde la libertad y el desprejuicio asume riesgos, saltando a lo imprevisible. A Chiquita Machado se sumó sabiendo que todo estaba por descubrirse. Desde la cuasi aventura, le imprimió una renovación al grupo mientras ella mismo iba aprendiendo de un mundo distinto. Sinergia pura entre nuevos universos y nuevas hermanas. 

A nivel creativo Capoduro está siempre produciendo. Lo hace, claro, desde la discreción. Nunca se sabe con qué va a salir. Habita en ella una dedicación extra musical, produciendo, armando, moviendo. 
Algunas las canciones aparecen rápido. Otras demandan más tiempo para completarse. Hay que buscarlas con dedicación; indagar bien, pero nunca obsesionarse. No da. Es necesario darse el tiempo correcto. En ese sentido, “Los planes” le demandó un año de trabajo. 
“Mi tiempo dedicado a la composición es más una búsqueda analfabeta de cómo ejecutar lo que quiero que suene según lo que tengo en la cabeza. Voy tanteando, hasta que lo encuentro”, me contó hace años. 
“Los planes” es un drone pop dulzón; un loop entrópico que toma rasgos de mantra.  Capoduro se introduce en la canción, la transforma, pero nunca llega a romperla. Desde adentro de la canción pop, incorpora eclecticismo. Como ese animal fantástico que fue Nick Drake, Capoduro le esquiva al estribillo: sabe que lo tiene, que lo podría usar, pero elige ejercerlo de otra manera, repensarlo; probar que hay otras formas sueltas. 
El simple es el lanzamiento de una alumna autodidacta graduada de la academia exploradora de un tridente guitarrero diferente y único: Fripp-Fernando Kabusacki-Juana Molina. Son cuatro minutos Avant-pop que se corren de lo aglutinado en las playlists estandarizadas de la industria, redundantemente atiborradas de corrección y solemnidad. Allí donde –desesperadamente- se busca simpatizar, el estilo y la personalidad generan un magnetismo que la ubica en otra liga. Lo mismo puede decir decirse de su colega Maia Basso, quien irradia un poderío que va más allá de la norma seteada por el mercado. 

“Los Planes” constituye el primer lanzamiento oficial de Prima Limón a través de Remedio Casero Discos, sello independiente junto al que viene trabajando en los últimos diez meses.
El simple fue producido por Cesar Seppey (integrante de Rayos Láser) y mezclado por Ezequiel Fructuoso. Finalmente, la masterización corrió por cuenta de Daniel Ovie, múltiple ganador de Premios Grammy por su trabajo junto a Rubén Blades.
El single llegó acompañado por un videoclip realizado por el director cordobés Daro Ceballos, un talento avezado en el cine de género. Ceballos, oriundo de Villa María, supo trabajar con grupos como Los Miedos, Miss Konde y De La Rivera.  
Luego de esta primera empresa conjunta, Capoduro ya piensa en el segundo clip junto al realizador. 

 

Por Lucas Canalda & Enana Ojerosa

 

 

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