El cuarteto indie pop repasa 20 años de carrera y describe las vicisitudes de House, su reciente LP.
Crecer formando parte de una banda, recorrer el mundo tocando y mantenerse relevantes en la era de la exposición, en una conexión exclusiva desde Suecia.
Entre los últimos días de diciembre y primeros de enero, algunos meses antes que Vladimir Putin decidiera invadir Ucrania, 2022 despuntaba como un año donde la nueva normalidad post COVID empezaba a transitarse de manera efectiva. Para Shout Out Louds, el combo sueco de indie pop con veinte años de trayectoria constante, 2022 significó la oportunidad de volver a su ritmo habitual: publicar un nuevo disco, promoverlo ante la prensa, salir de gira a compartirlo con los fans entusiastas de diversos, continentes e idiomas. Todo eso a un costado de una Europa en estado alterado. Entre tanto, las cosas marchan bien para el cuarteto.
Para Adam Olenius, encarar un tour de reencuentro con el público, viajando con sus amigos de toda la vida, se trata de lo que más disfruta en el mundo. El cantante, guitarrista y compositor duda un poco antes de jugársela del todo, afirmando que es lo suyo, pero cuando se decide no hay vuelta atrás: viajar con amigos es la que va. ¿Luego de 20 años de carrera con Shout Out Louds, qué es lo más que disfruta? La pregunta inicial de un encuentro vía Zoom lo sorprende, pero en ningún momento esquiva el bulto, actuando con responsabilidad y una sonrisa tímida, la esperada para un tipo cálido de perfil introspectivo. Con los brazos cruzados sobre su falda, se entrega al juego: “¡Me agarraste! Necesito pensarlo un segundo”. Lo dejamos pensar, después de todo, es un profesional ocupado.
Olenius está en su departamento en Estocolmo. Se conecta desde una habitación rebalsada de luz solar donde no se evidencia ningún tipo de mueble, excepto la silla donde se encuentra sentado. ¿Minimalismo? Nada de eso: se está mudando. Es el último día en ese hogar que lo cobijó por varios años. La mudanza se estuvo preparando por semanas. Anduvo empacando, limpiando, yendo con el auto ida y vuelta entre su nueva y vieja casa. Está medio agotado, admite. La entrevista con RAPTO es la última actividad oficial en ese departamento. Además, hay otro detalle considerable: en 72 estarán presentando de manera oficial House, su reciente LP, en su ciudad natal. Es entendible que quiera tomarse un minuto para responder de forma consciente.
“Mi parte favorita de toda esta aventura es algo difícil de indicar”, cuenta Adam. “Pensando rápido podría decirte que, para mí, salir de gira, estar grabando en el estudio o componer, son vivencias muy diferentes. Creo que son tres estadios constantes en la vida de Shout Out Louds. Tocar y viajar, creo que es lo más disfruto. Ensayar, grabar y producir dentro del estudio es otra cosa. Ahí hay una etapa donde, generalmente, estoy solo tratando de crear las canciones, haciéndolas sonar en mi cabeza. Creo que prefiero el momento en que estamos todos juntos tocando y viajando. Sucede que cuando estás de gira tenés un montón de ideas que se te vienen la cabeza, muchas cosas que de repente querés hacer. Son etapas muy conectadas, cada una depende de la otra. Pienso que, cuando te subís a un avión o llegás a una ciudad por la ruta o aterrizás en un lugar desconocido, sabiendo que estás ahí para tocar tu música, es un sentimiento maravilloso”.
Olenius confía en la nueva etapa que comenzó con la aparición de House, hace cuatro meses. Se trata de un periodo donde la música recién aparecida se entrelaza con los clásicos de su discografía previa. La lista de los conciertos se va transformando al igual que sus creadores y parte considerable de su audiencia. Shout Out Louds comenzó como el juego de tres amigos adolescentes que probablemente nunca imaginaron que harían una vida de su música.
La experiencia acumulada se siente mejor con cada año que pasa. Para Adam, el entusiasmo de la carretera está siempre latente. Cada disco augura nuevas vivencias, generalmente asociadas al disfrute de experiencias compartidas como cuatro compinches y socios musicales. “Me alegra estar de vuelta en la ruta con mis amigos”, confía.
“Uno siempre espera tener la esperanza y la energía y la pasión necesaria para dejarte llevar por los conciertos en vivo”, señala días de iniciar oficialmente el nuevo periodo con un concierto en Debaser Strand. “Como tocamos desde hace tanto tiempo creo que eso corre por mi sistema circulatorio. Apenas estoy arriba del escenario me resulta sencillo entrar en esa frecuencia. Eso no quiere decir que todo sea seguro, claro. Tengo ganas de que hayan pasado dos o tres fechas, de estar en modo activo, con unos diez recitales encima, ya relajados y confiados”.
Shout Out Louds se mantiene en actividad desde hace dos décadas. A mediados de 2022, estos cuatro espíritus sensibles llevan la mitad de su vida conformando un grupo que pasó de ser la vanguardia pop de Suecia a una referencia obligada dentro del mapeo indie pop de toda Europa.
Trabajadores, melodiosos y constantes, los Shout Out Louds hoy son influencia mentada en decenas de grupos jóvenes de varios países. Su llegada al público u a otras bandas no debe medirse en sus ventas, en sus reproducciones en plataformas, ni tampoco en el agotador sistema de conteo de followers de las redes sociales: la magia de la banda pasa por una conexión donde la emoción se vuelve una intimidad entre cómplice y necesaria.
Girando por el territorio europeo, Shout Out Louds comparte festivales y fechas con muchas bandas jóvenes, músicos que recién están comenzando y que, entre sus influencias marcadas, figuran los discos del cuarteto de Estocolmo.
“Es muy complicado de imaginar eso”, comenta, algo extrañado por la idea de ser referentes. “Nosotros siempre quisimos que la gente escuche nuestra música para que se sienta bien, para que cada persona pueda hacer lo suyo, armando su propio grupo, o desarrollando su propia identidad creativa. Cuando eso empieza a suceder es algo maravilloso que también se siente extraño. Me acuerdo que cuando empezamos a tocar compartimos escenarios con bandas grandes y consagradas, lo que no dejaba de sorprenderme, ahora siento que nosotros estamos en esa etapa: somos esa banda consagrada”.
De manera espontánea aparece un tópico que atraviesa toda la entrevista: el tiempo. Para Olenius, nunca podría tratarse de una carga, en todo caso, se trata de un cúmulo de aprendizajes que actualmente le proveen una atalaya desde donde tomar una saludable perspectiva hacia pasado, presente y futuro. “Se trata de todas vivencias que forman parte de crecer. De repente, prendés la televisión y todos son más chicos que vos. Cuando eras joven todo el mundo era mayor. Es un proceso”, cuenta, sonriendo. “A veces, nos sentimos como unos chicos. Creo que nuestra banda todavía conserva esa inocencia en el sonido. Además, todavía tenemos hambre, siento que eso se evidencia en la forma en que nos comunicamos con los demás a través de nuestra música”.
“Se siente bien ser la banda vieja”, apunta Olenius. “Sabemos que tenemos bastante para compartir, mucho sobre que respaldarnos”, agrega. “Creo que lo fundamental es vivir el momento, sentirte cómodo con lo que hacés”, concluye.
Shout Out Louds surgió sobre los albores de la década del 2000 con un sonido cautivador que variaba en tono desde un pop de guitarra acogedor hasta algo más cinematográfico. En octubre de 2003 llegó su álbum debut Howl Howl Gaff Gaff. La versión estadounidense de ese trabajo se lanzó en mayo de 2005 incluyendo canciones del lanzamiento sueco, además de algunos de los primeros sencillos y pistas de un EP primigenio. Una gira por los EE.UU. con The Dears ayudó a impulsar el perfil de la banda, al igual que una inclusión de su música en el programa The O.C.
Su álbum de 2007, Our Ill Wills (producido por Björn Yttling), alcanzó el Top 10 en Suecia, mientras que Work (producido por Phil Ek), de 2010, le permitió al grupo incursionar fuerte en Estados Unidos.
Aunque su producción en los años siguientes no fue prolífica, cada lanzamiento exploró una faceta nueva de la paleta de Shout Out Louds, desde el pop aventurero de Optica de 2013 hasta los reflejos pulidos de Ease My Mind de 2017.
En 2022 el cuarteto está integrado por Olenius, Ted Malmros (bajo), Carl von Arbin (guitarra) y Bebban Stenborg (voces y teclados).
House de 2022 apuntala la quintaesencia de un grupo cancionero que define al pop como su lenguaje predilecto para explorar desamor, alegrías, desencuentros, alienación, lecciones de crecer y pasiones varias. Aquí Shout Out Louds parece volcar las lecciones aprendidas durante una vida ya bien entrada en los 40, sabiéndolas conjugar con sencillez en su experiencia dentro del estudio. Hay un equilibrio orgánico en estas canciones, son ligeras, ideales para salir a tocar, listas para la acción de encontrarse con el otro: el público.
Se trata de una banda madura que todavía tiene mucho para cantar puesto que, en definitiva, son artesanos de la canción, siempre en la noble empresa de buscar historias que aparecen en los alrededores de la cotidianidad. Se trata de un disco directo, genuino; libres de pretensiones, los Shout Out Louds saben quiénes son.
El LP reencuentra al grupo con el productor Björn Yttling de Peter Bjorn and John, que supo colaborar con artistas como Lykke Li, Sahara Hotnights, Lana Del Rey, Franz Ferdinand y Primal Scream, entre otros. En 2007 ambas partes coincidieron para Our Ill Wills, disco bien recibido por la prensa y público de un mundo todavía libre de redes sociales que iba descubriendo su música a través de medios y blogs especializados. Se trata de un esfuerzo con sonoridades sombrías y melancólicas, aunque siempre poperas, manteniendo la calidez distante del combo sueco. A través de las doce canciones abundan los arreglos de voces, los sintetizadores melódicos y ganchos pop que fueron una delicia para las generaciones post Belle & Sebastian y los millones de cultores del indie británico de The Smiths y The Cure.
Como un buen vino Our Ill Wills envejece mejorando con el tiempo. Se trata de un disco que encuentra el equilibrio justo entre un productor en estado de gracia y de una banda joven con canciones frescas que empezaban a salirse de la comodidad habitual para estirarse hacia otras direcciones.
En 2006, cuando Shout Out Louds encaraba los procesos de preproducción de su segundo álbum, entraron en contacto con Yttling. El timing parecía perfecto: él era un productor nuevo logrando un revuelo en los medios especializados y ellos eran una banda nueva, generando expectativa en ámbitos similares.
Consultado por la química que la banda maneja con el afamado productor, Adam prefiere remitirse al principio de su relación, hablando sin demasiados filtros: ”Cuando nos conocimos entendimos inmediatamente que él era un tipo mucho más experimentado que nosotros. Apenas estábamos jugando, éramos unos chicos. Björn tomó el control de la banda durante el proceso de grabación. Ahora esa ecuación cambió porque creo que estamos en el mismo nivel”.
“La verdad es que trabajamos rápido”, comenta Olenius sobre el desarrollo de House junto a Yttling. “Nos sentamos los dos y le toqué todas las canciones simplemente con mi guitarra y le mostré las melodías. En ese momento Björn nos ayudó con el arreglo de las canciones. Cuando estuvimos preparados para entrar al estudio básicamente fue grabar en vivo. Fue muy rápido, unos trabajadores eficaces”.
Las diferencias entre Ease My Mind y House aparecen casi inmediatamente al darle play al disco. Hay una sensación más orgánica en cada de las canciones. House es directo, con una factura simple para canciones que enganchan de inmediato. Quizás se deba a que transmite movimiento, sintiéndose ideales para una temporada donde el COVID aprieta menos y el reencuentro en la pista de baile de los conciertos está declarado.
“A diferencia de Ease My Mind acá no hubo nada de experimentación. En ese entonces trabajamos por completo dentro del estudio”, comparte Olenius. “Esa decisión fue saludable. En House quisimos capturar el sonido de la sala de ensayo, lograr que suene de forma correcta, conservando cierta crudeza. Björn es muy bueno con los detalles, con los paisajes minimalistas que nos permite trazar, por ejemplo. Creo que fue una gran combinación, especialmente para estas canciones”.
La nueva colaboración entre Yttling y la banda logra algunas preciosas canciones que reclaman lugar de nuevos favoritos entre el público. «Sky And I (Himlen)» ofrece prueba férrea que los arreglos de voces entre Olenius y Stenborg siempre son una delicia, ubicando al tema entre lo más selecto de la cantera de hits que tiene el grupo.
«Sky And I (Himlen)» y «Sometimes Sometimes» parecen destinadas a ser clásicos de los conciertos puesto que están repletas de las virtudes propias de los himnos que unifican a las bandas con sus fans: melodía tarareable, ritmo sencillo para acompañar con palmas, estribillos coreables.
Más allá del destino que les espera a sus canciones, cada composición de Olenius nace de forma inesperada. Las ideas llegan cuando está despreocupado, volcando su atención en actividades cotidianas: andar en bicicleta, manejar, mirar algún documental. Se trata de pequeñas nociones que llegan de forma espontánea y lo iluminan de la nada. A partir de allí comienza un proceso que despega cuando los cuatro integrantes se ponen a trabajar de forma conjunta.
Shout Out Louds tuvo la oportunidad de tomar las rutas europeas desde el principio de su carrera. La banda ha realizado giras por todo el mundo, disfrutando con plenitud, siendo conscientes de la oportunidad que representaba cada propuesta.
Aviones, trenes, ferries, furgonetas o colectivos: la banda supo moverse en todos con el objetivo siempre puesto en tocar para su público, así como también nuevas audiencias. Principalmente giraron como cabezas de cartel, pero también acompañando a grupos de la talla de The Strokes, Kings of Leon, The Dears, Depeche Mode y The Magic Numbers. Veteranos del circuito de festivales veraniegos de Europa, además tocaron dos veces en Coachella.
Otra prueba de su largo alcance, así como de su romance con Estados Unidos, es que tocaron varias veces en la televisión, habiéndose presentado en los programas de David Letterman y Jay Leno.
El grupo cuenta con un kilometraje considerable. Siempre están preparados para salir hacia destinos conocidos donde ya juegan como locales, o para aceptar invitaciones a embarcarse hacia latitudes todavía por descubrirse.
Entre 2003 y 2005 las canciones de Howl Howl Gaff Gaff llevaron a la banda en direcciones jamás imaginadas. El paradigma de la industria musical todavía intentaba descifrar qué postura tomar frente a la avanzada digital que estaba revolucionando todo. Por aquellos años, un puñado de canciones del grupo se fueron diseminando por la red, especialmente mediante blogs especializados en música emergente. En esos espacios valiosos, que podían escribirse desde Estados Unidos, Inglaterra, México, Francia, Chile o Bélgica, había una búsqueda de información que respondía a una lógica horizontal, interesada en compartir estableciendo vínculos a la distancia, marcando una diferencia sustancial con los medios del mainstream. En ese cruce generacional, que ya anunciaba el inminente cambio de formatos y el alzamiento de un nuevo paradigma, el material de Shout Out Louds cruzó fronteras, océanos y barreras culturales, burlando prácticamente cualquier límite. De esa forma, cuando la banda ni siquiera tenía cinco años de trayectoria, ya contaba con fans acérrimos que hablaban portugués, inglés, francés, castellano o japonés.
“Es algo que todavía charlamos, qué hermoso es saber que nuestra música se conozca en tantos países”, confirma Adam, levantando la palma de su mano, como tratando de ponerle un gesto a lo inimaginado. “Siempre me pareció algo maravilloso ese alcance impredecible. Como banda no tenemos un público masivo, pero sí tenemos público por todo el mundo. Por supuesto, sería algo fantástico tocar ante 3000 personas donde fuera que vayas, sin embargo, tener gente en Argentina, Filipinas, Australia, Japón, Sudáfrica, es algo maravilloso, más que eso: ¡es irreal!”
A través de los años Shout Out Louds tocó en Brasil, giró por toda la extensión de Australia, además de llegar a Japón para varios shows. El Midsommar de 2022 encontrará a la banda viajando por Alemania, para ocho conciertos. Semanas atrás estuvieron en Estados Unidos, haciendo sonar bien fuerte las canciones de House en nueve fechas. Por ahora no parece haber ninguna intención de detener el odómetro del grupo. Según explica Adam, “se siente como un mundo mágico que vamos conociendo por etapas. Ojalá algún día podamos conocer todos esos países que nos faltan. Tocar, cantar junto a la gente, compartir una cerveza. Pero no depende siempre de nosotros. Lleva tiempo y cuesta dinero”.
«Normandie», «South America», «Glasgow»: a través de sus canciones más concretas y otras más conspicuas, Olenius supo retratar la fascinación del grupo por el mundo que está allí afuera, esperando. Escribiendo historias que suceden en diversos escenarios del planeta, sus canciones siempre supieron evitar la obviedad de lo concreto, logrando narrativas introspectivas que toman lugar en calles por las que nunca anduvo. Lo real, por supuesto, es el sentimiento que evocan.
En House, la narrativa se enfoca en una ciudad fundamental para Shout Out Louds: Estocolmo, su propio hogar, el terruño que los nutrió, los vio desarrollarse y que los cobija una y otra vez.
Esa narrativa local, que toma forma en las calles familiares, en las esquinas llenas de historias personales, con vivencias reales que aún persisten en la memoria de sus integrantes hacen del disco algo diferente. Es la primera vez que Adam escribe de manera tan directa acerca de su ciudad. Estocolmo, al final, podría entreverse como protagonista destacada de House.
La apuesta de Olenius fue escribir sobre su territorio habitual desde un principio, casi respondiendo a una necesidad interna. Precisaba escribir sobre las calles que transita de manera cotidiana, retratar el barrio que lo rodea, bajar al papel sus caminatas hacia la sala, de las cervezas que sirven como colofón de esos ensayos.
Las canciones estaban escritas antes de febrero de 2020. Entonces la pandemia pegó fuerte, cubriendo al mundo con un manto de incertidumbre absoluta. Ese efecto pandémico le imprimió otra perspectiva al sentimiento hogareño del disco. Mirando atrás, Adam acepta que el COVID terminó resignificando el material. Dice que es inevitable. Sin embargo, volviendo el tiempo atrás, la historia fue diferente: “Creo que como compositor uno tiene que ir hacia ciertas direcciones, encontrar tópicos para seguir escribiendo. Tenía la intención de encontrar esa fortaleza local. Siempre escribí sobre Estocolmo, creo, ahora el disco se siente como un sentimiento reforzado. No te voy a decir que me enamoré de la burbuja que habitaba, pero sí estaba re metido en eso. Hasta puede ser algo claustrofóbico, casi”.
Si bien Shout Out Louds siempre se caracterizó por su perfil mediáticamente discreto, siempre supieron generar lazos directos con su audiencia. Dejando de lado las distancias físicas, lograron utilizar las herramientas disponibles en la era de la información para generar material extra musical que fue fortaleciendo su experiencia.
De forma simultanea a la experiencia de atravesar miles de kilómetros hacia culturas diferentes, la banda generó iniciativas transmedia que estuvieron algo adelantadas a la masividad de las redes sociales. Valiéndose de herramientas digitales como cámaras, laptops o micrófonos, siempre documentaron cada paso de forma espontánea, logrando establecer códigos en común con una audiencia que, además de escuchar su música, seguía cada paso de sus tour.
Paisajes deslumbrantes, sorpresas gastronómicas, bandas desconocidas, tramos aburridos de ruta o lados ocultos de los mayores festivales del mundo: ahí había algún fotógrafo amigo o algún integrante de la banda logrando documentarlo para compartirlo a través del sitio de la banda. Aquello que ahora es una sobredosis de información que se multiplica en miles de ventanas de nuestro teléfono móvil, Shout Out Louds lo hacía de manera saludable, con inteligencia e interés genuino hace unos quince años.
Hoy su apuesta sigue adelante, sin embargo, la saturación de información hace que la experiencia esté atravesada por cierto sinsabor. El disfrute se volvió obligación. Más allá de la bajada de línea que pueda recibir de su sello, todavía genera contenidos amables para compartir.
“Eso es muy curioso” apunta Olenius respecto a la necesidad de exposición digital de nuestros tiempos. Cuando habla se rasca la barba prolija y entrecana. Se evidencia que es un tema que ya fue tratado con anterioridad. “Cuando empezamos la banda nos encantaba tomar fotos, compartir muchas imágenes de cuando andábamos de gira, teníamos iniciativas de mostrar nuestros descubrimientos, de compartirlo con el público. Nosotros somos amantes del Hazlo Tu Mismo. Había un disfrute real. Ahora, en cambio, cuando lo tenés que hacer por obligación, se vuelve una presión que te quita ganas. Ya no se siente como algo natural”, confía.
Según explica, dentro de la banda charlan mucho sobre esas exigencias que bajan desde arriba. Confiesa que intentan lograr un equilibrio que conforme a todas las partes. No obstante, la tarea parece complicada, aun cuando se trata de un grupo de trayectoria.
“Siempre quisimos ser una banda pequeña con ideas inquietas de producir pequeños filmes, afiches especiales, dedicarnos al artwork. Pero se trataba de algo que queríamos nosotros, era algo que la mayoría de la gente no hacía. Ahora, cuando hay una presión real en eso, con todo el mundo mostrando hasta cuando va al baño…se vuelve una carga“, comparte.
“Nos encanta hacer nuestra parte, generar una faceta más creativa, pero tiene que ser algo natural, no una imposición. Quizás las generaciones más jóvenes tienen otra perspectiva puesto que nacieron en este mundo de exposición. Para ellos se tiene más orgánico, para nosotros, todo cambió. Creo que cada uno debe encontrar la forma para comunicar sus novedades. A nosotros nos pasa que, en ocasiones, nos retan: “tienen que hacer más”. Lamentablemente, parece que las redes sociales son la medida de cuán exitoso sos. No debería ser así. Todavía hay gente que encuentra la música de la forma clásica”.
Por Lucas Canalda