Conversamos con White Lies sobre As I Try Not to Fall Apart, su flamante sexto disco, compuesto en pandemia.
En una conexión desde Londres, la banda se adentra en su permanencia dentro de la industria musical y los tensos procesos creativos de su nuevo trabajo.
Luego de quince años de sostener una marcha firme, generando música, sobreviviendo al hype y resistiendo los embates de una industria cada día más convulsa, White Lies se ganó nuestro respeto. Sobre finales de los 2000 lograron atención con un puñado de sencillos que debían mucho a los tiempos efervescentes del post-punk, poniéndonos en aprietos ante el disfrute: ¿era un material genuinamente bueno o simplemente llegaba directo a nuestros corazones porque evocaba lo más profundo de nuestra educación romántica? Revisando aquellos éxitos iniciáticos podemos afirmar que se mantienen en plena forma, pero el interrogante trazado todavía permanece sin responderse.
Oscilando entre banda de culto con buena predisposición para éxitos masivos y una discreta constancia de trabajadores musicales, 2022 los encuentra en estado saludable.
En medio de un zeitgeist extraño que destila pandemia, conspiranoia, un planeta deteriorado y aires de perturbación geopolítica, llega As I Try Not to Fall Apart disco que nos deja saber que la obstinación del trío con la pulsión tanática, al final, era acertada. Hay que reconocer que esa obsesión del trío pudo haber sido vanguardia más que una mera casualidad.
As I Try Not to Fall Apart (editado por PIAS) continúa por un camino seguro, sin renovar demasiado, pero entregando canciones sólidas, dramatismo y algunas entradas new wave como «Step outside» casi irresistibles. En la canción se combinan piano, bajo y sintetizadores para un efectismo tarareable.
La voz de Harry McVeigh, otra vez, termina siendo el factor determinante de las canciones, con un tono barítono que va madurando bien. McVeigh impone identidad desde el comienzo de la banda y quince años más tarde su garganta permanece como el rasgo distintivo para canciones que, por momentos, pueden ser algo genéricas y demasiado interesadas en ser contemporáneas.
Debe destacarse lo melódicos que son los ritmos en este álbum, con las líneas de bajo de Charles Cave llevando casi todas las canciones a la perfección con un groove lacónico, algo ideal para la rotación fuerte de alguna FM de música indie (si es que todavía existe algo semejante).
Lo más destacado de As I Try Not to Fall Apart es «Roll December» una épica climática de siete minutos que crece y decrece entre sintetizadores analógicos y ataque de guitarras.
Por supuesto, a través de las diez canciones aparecen estribillos pop perfectos para que banda y público logren una comunión total en los conciertos.
As I Try Not to Fall Apart es el sexto álbum de la banda del trío formado por Harry McVeigh (voz/guitarra), Charles Cave (bajo) y Jack Lawrence-Brown (batería). Fue grabado junto al colaborador de larga data Ed Buller, además del aporte adicional de Claudius Mittendorfer (Weezer, Panic! At The Disco).
El trabajo se llevó a cabo en los estudios Sleeper and Assault & Battery en un periodo de tiempo que se extendió sin demasiado apuro, ni presiones externas.
Apreciando las bondades de la independencia, Lawrence-Brown destaca desde el principio lo disfrutable de trabajar a un ritmo propio, sin marcar tarjeta o responder a los contadores de una discográfica. En ese sentido, de acuerdo a las palabras del baterista, pudieron enfocarse en lo esencial aun cuando las tensiones fueron en aumento.
Otro factor considerable para esa tan bienvenida calma fue la situación pandémica que durante el calendario de grabación apretaba fuerte en Londres, al igual que toda Inglaterra. Pero lo que al principio parecía algo amable pronto se develó como una especie de trampa.
El baterista vuelve sobre esas instancias y se ríe. Entiende que su relato alberga ambigüedades acerca de un proceso que resultó exitoso, pero que demandó demasiado emocionalmente.
Con el disco terminado y un cálido recibimiento por parte de los fans, ahora la banda respira tranquila.
“El trabajo se dividió en dos sesiones importantes. Generalmente apostamos todo a una sesión enorme, pero la realidad nos presentó a una nueva forma. Debido al covid, básicamente, tuvimos tiempo para concentrarnos de otra manera”, explica Lawrence-Brown.
“Con Claudius empezamos a trabajar durante el verano, una época hermosa. Sabíamos que no podíamos dejar Londres por eso la predisposición cambió. Entendimos que podíamos concentrarnos sin tener que andar planificando giras, ruedas de prensa, o lanzamientos. Todo eso estaba demasiado lejos. Por eso nos relajamos, al principio. Pero después, de repente, entramos en un nuevo confinamiento. Eso nos metió de lleno en momentos estresantes. Súbitamente estaba todo cerrado, no podíamos salir a la calle. Charles no podía llegarse a la casa de Harry, no pudieron componer de la misma forma que lo hicieron siempre. Tuvieron que ponerse a trabajar por separado”, recuerda.
“Cuando finalmente llegamos al estudio hubo ciertas rispideces porque teníamos muchas canciones de Charles y otras tantas de Harry, pero muy pocas eran colaboraciones de ambos. Eso generó una tensión que, al final, creo que terminó jugando a favor”, observa. “En retrospectiva, creo que fue la grabación más problemática que tuvimos que atravesar, pero eso generó energía”, confiesa.
“Hicimos dos sesiones. En la primera quedamos conformes con las canciones que salieron, entre ellas el tema principal que titula al disco, pero entendimos que hacían falta más”, apunta el baterista.
La banda decidió reservar horas de estudio destinadas a esas canciones que todavía no aparecían. Entendiendo que la situación jugaba a favor del tiempo que precisaban para componer, agendaron la sesión para principios de 2021.
Para trabajar con Ed Buller el trío se reportó con otra mentalidad. Fue como volver al hogar familiar luego de una extensa travesía. Buller fue productor del debut del grupo To Lose My Life or Lose My Love de 2009 y en 2013 tomaría las riendas de Big TV, su tercer esfuerzo.
Buller es una presencia constante en la trayectoria de White Lies. El baterista corrobora esa afirmación de manera categórica: “es la figura externa más influyente en la banda“. “Ed nos educó, básicamente. Nos impulsó a encontrar nuestro sonido. Ayudó a definir la identidad de White Lies“, agrega.
“Cuando se enteró que necesitábamos una mano para enderezar la composición de las canciones que faltaban nos invitó a su casa y desde ahí retomamos. Tuvimos unos meses abocados a componer. Fue intenso. Después nos fuimos con Ed para el estudio. Ahí salió el single I Don’t Want To Go To Mars”.
Buller supo perfilar la banda hacia su faceta más rockera. Los elementos más crudos llegan de su parte, puesto que el productor sabe tocar la fibra más íntima de White Lies, logrando reflotar una educación sentimental forjada al fuego del post-punk y el rock alternativo de la década del 90.
Cuando concluyeron la segunda parte de la grabación el grupo se sintió aliviado. Sabían que lo tenían. Comprendieron que tanto esfuerzo había valido la pena.
“Queríamos que las melodías se sintieran como himnos”, cuenta Jack. “Entendemos que nuestra música es pop, pero partiendo de la canción confesional. Hay mucha visceralidad y honestidad. Allí se produce una energía catártica que puede estallar, contagiar”, señala con entusiasmo.
– La canción «Roll December» tiene una duración de casi siete minutos. Es una épica considerable. ¿Cómo va a funcionar eso en vivo? Ese crescendo va a exigirlos.
Estoy expectante de eso. Quiero saber qué canciones van a funcionar mejor en vivo. También poder experimentar la reacción de la gente con el nuevo repertorio. En mi mente tengo una idea de qué canciones van a funcionar. Estoy seguro que «Roll December» va a ser un gran éxito en vivo. Esa energía trasciende. Además, es algo así como un White Lies vieja escuela.
Va a ser todo un viaje. ¿Tenemos la paciencia de tocar algo de siete minutos? ¿Cómo va a reaccionar la gente? Los últimos dos minutos de ese tema son pura intensidad, pero no únicamente eso…hay una agresividad allí. Es algo climático. Vamos a darle especial cuidado a la construcción de ese clima. Los primeros cinco minutos son bastante pesados. Ahí tenemos que darle énfasis a lo atmosférico. El tempo es toda una responsabilidad. No puedo equivocarme. Es algo enorme esa canción. Nunca podría ser editada como sencillo, pero creo que va a convertirse en favorita de los fans más acérrimos que aprecian todo el álbum. Obviamente que la vamos a tocar, lo que nos preguntamos es qué frecuencia darle. Es una épica que necesita la energía correcta. Toda la banda tiene que estar en la misma frecuencia. Además, siéndote sincero, hay otro aspecto a tener en cuenta: es muy difícil recordar cómo era esa energía en vivo.
-Puedo entender que luego de un parate tan extenso se pierda la forma, ¿pero realmente se olvida esa adrenalina del vivo que te deja afilado?
Hace tanto tiempo que no tocamos en vivo que casi me olvido de esas situaciones donde estás agotado, pero acelerado, que estás ahí, en el punto justo. Es el periodo de inactividad más extenso que atravesamos en nuestra carrera. Fuimos parte de algunos festivales en Bélgica, pero hace meses que no hacemos un show propio o una gira. Entonces pasa que no conocemos las nuevas canciones de tocarlas en directo para la gente. Eso no es un dato menor. Le agrega otro elemento a lo que se viene, con suerte, este año. Las canciones toman otra dimensión cuando se las ajusta en directo y hace mucho tiempo que no podemos hacerlo. Creo que va a ser una experiencia extraña, para nosotros y para el público.
-En los últimos días estuve conversando con músicos de Estados Unidos, Francia y ahora vos desde Inglaterra. El sentimiento general es: precaución. Hay mucho entusiasmo por volver a girar, pero se muestran cautos porque no hay nada seguro. Todo puede suspenderse de un momento a otro.
Es la verdad. La actitud es esa. Puede que pase o que no. Cruzamos los dedos. Si pasa, pasa. La realidad es que pocos bookers ofrecen garantías. Es entendible, está fuera de su alcance.
-Al final esa fijación de Charles con cierto fatalismo omnipresente parece acertada. Supo captar algo del zeitgeist que estaba por llegar.
Parece que Charles escribe pensando en lo que sucede, pero no. Eso lo hace más curioso, porque aparentemente puede medir algo que está flotando en el aire. Siempre sucede que, más allá de la libre interpretación que tengan las canciones, sus letras aciertan con algo que sucede. Nunca escribimos sobre COVID, pero sí siente que hay algo de eso dando vueltas.
-Lo que me resulta curioso acerca de White Lies es que pudieron alcanzar a una audiencia amplia que atravesó los guetos. Mientras que parten de la canción pop manejan cierta aura oscura que los identificó de inmediato con las huestes del goth más accesible y cultores del post-punk.
Ahora bien, eso no fue necesariamente buscado por ustedes. Cayeron justo durante el revival de post-punk y de repente las fichas encajaban: la iconografía de sus discos, los tintes más dark, algo de introspección.
¿Qué pasó cuando eso se esfumó y las tendencias viraron hacia otro lado? Porque ustedes sostuvieron la convocatoria y todo ese público de la primera hora sigue ahí.
Me gusta eso. Me parece una buena pregunta que justo llega cuando nosotros mismos nos preguntamos sobre el lugar en el que estamos parados ahora. Nos preguntamos sobre dónde ubicarnos con respecto a nuestra audiencia y en el circuito. Creo que la llegada que tuvimos en algún momento se debe a que captamos algo muy puntual, fue un momento justo. Una de las razones, creo, es que nos criamos rodeados de música pop, básicamente. Somos fans de las diversas formas que toma la música pop. Creo que la manera en que escribimos melodías siempre tiene ese proceso inconsciente detrás. Las melodías pop son las que uno recuerda por siempre. Esa cualidad oscura, más allegada al post-punk de nuestros inicios, se debe a nuestra juventud. Creo que la música punk es muy sencilla, puede ser rápida, agresiva, apenas con dos acordes. Cuando arrancamos no éramos músicos demasiado dotados, para serte sincero. Abordábamos todo de una manera muy punki. Una canción como «To lose my life», que fue un éxito enorme para nosotros, la escribimos cuando teníamos apenas 19 años. Por supuesto no dominábamos nuestro instrumento. Es una canción muy sencilla. Las partes son muy básicas. Harry tiene una voz profunda de barítono que suena muy oscura, un timbre que tienen la mayoría de las bandas góticas. Creo que por ahí nos acercamos a un sonido ajeno, una frecuencia que llegó a otro lado. De repente terminamos enfilados como cultores de Joy Division y la verdad que éramos ajenos a ese tipo de movimiento. Teníamos ese sonido, sin saberlo, además de lanzar canciones como «Death». Ahora nos resulta claro todo, pero en aquel momento fue extraño. Fue una enorme coincidencia. Cuando éramos jóvenes Harry estaba escribiendo canciones en una profundidad diferente, era lo que sucedía en ese momento. Creo que el factor determinante fue que conectamos con varios públicos al mismo tiempo. De alguna manera fue una sorpresa. Creo que todo contribuyó a qué el grupo tuviera una llegada en un momento justo, cuando no había una hegemonía determinante. Hoy lo que nos preguntamos, con mucha curiosidad, es quiénes constituyen nuestra audiencia a medida que vamos creciendo.
-Recién hablaste de su juventud. Tuvieron un éxito masivo en la primera hora de la banda cuando recién estaban saliendo de la adolescencia. Lentamente van rebasando a los quince años de carrera.
¿Qué se siente crecer y madurar dentro de la industria musical?
Mirando hacia atrás, creo que fuimos muy afortunados. Hasta el día de hoy lo siento así, tanto cuando pienso en lo que vivimos en el pasado como en la compleja situación que atravesamos en los últimos dos años con la pandemia. Los tres sabemos apreciar cómo logramos armarnos y manejarnos cuando apenas habíamos terminado la escuela. Éramos muy chicos. Es algo raro todo lo que atravesamos. Hay mucha gente ahí afuera, especialmente gente joven, que le encantaría vivir todo lo que pudimos lograr nosotros. Somos conscientes de eso. Estoy muy orgulloso de lo que pudimos lograr como banda. Hoy puedo decir que somos buenos en lo nuestro. Lleva un tiempo aceptar eso, especialmente siendo ingleses. La gente de Inglaterra odia los cumplidos, entonces eso nos llevó a renegar bastante tiempo sobre las devoluciones positivas. Pero tu pregunta tiene ese lado medio filoso. La industria musical. Qué tema. Cuando nosotros arrancamos en esto la industria musical era taaaan diferente. Mirando atrás es una postal extraña: nos ofrecieron un contrato, nuestro sello discográfico financiaba todos nuestros gastos para salir de gira en Estados Unidos, para que no perdamos dinero. En nuestras primeras épocas como banda nunca perdimos dinero, ni un céntimo. Ese tipo de apoyo ya no existe. Básicamente no existe más ese apoyo debido al streaming. Tengo sentimientos encontrados con el streaming, no te lo voy a negar. Pago mi suscripción a Spotify como todos los demás, pero al mismo tiempo soy consciente que no es una solución práctica para la mayoría de los artistas que están allí. Creo que como banda fuimos muy afortunados porque llegamos justo en un tiempo en que las discográficas todavía vendían muchísimos CDs. Nuestra experiencia en la industria musical es muy diferente a la de un grupo que comenzó hace apenas cinco años. De jóvenes tuvimos muchísimo apoyo de sellos grandes. Más tarde, cuando decidieron que no querían editar más música de White Lies, pudimos ser una banda independiente, controlando todo nuestro material, teniendo todas las decisiones en nuestro poder. Creo que tuvimos un poco de lo mejor de ambos mundos, al final.
– Imagino que gestionar todos los aspectos de la banda les otorga una perspectiva concreta de todo el proyecto. Están obligados a poner los pies sobre la tierra.
Tomar todas nuestras decisiones me encanta. Nos hace más libres. Tenemos una base de seguidores importante con la que podemos dialogar de manera más directa, sin intermediarios. Por supuesto, creo que no estaríamos aquí siendo una banda exitosa, quince años después, de no haber recibido ese tremendo impulso de las compañías discográficas en el principio de todo. ¿Podríamos estar hablando nosotros sin esa estructura inicial? Entiendo que no. El mundo es un lugar diferente del que nos tocó vivir en aquel momento. Creo que fuimos muy afortunados de transitar tantas cosas en la industria. Supimos aprovecharlo. Como banda nos mantuvimos atentos a las posibilidades de viajar, tocar, trabar vínculos. Tocar afuera es una oportunidad que agradezco. Es un privilegio que pocos tienen en su vida. Una banda existe siempre que quieras ser una banda. Por ahora es algo que todavía amamos. No sé si a los cincuenta voy a estar tocando detrás de una batería.
-¿Por qué no? No son una banda dañada físicamente por el exceso o un desgaste de décadas. Además, ser músico ya se convirtió en un trabajo más, no carga prejuicios de otras épocas.
No sé. La verdad que ni idea. Tal vez me imagino haciéndolo de manera menos asidua. Girar es un desgaste considerable. Pronto volvemos a girar y me tiene muy entusiasmado. Al mismo tiempo, soy consciente que tengo que prepararme física y mentalmente. Es una gira muy larga. Antes de la pandemia necesitaba mucho tiempo de descanso para una gira. Ahora ya no sé cómo voy a responder. Sé que voy a necesitar dormir mucho más. Ya me preparé muchos lentes oscuros para taparme las ojeras. No sé. Quizás pueda ser un baterista cincuentón gordo, siempre escondido detrás de los lentes. Veremos. No quiero descartar nada, todavía. Puede que en quince años White Lies todavía siga existiendo. Eso significaría que tuvimos una carrera de locura. Ahora llevamos poco más de catorce años tocando, para mí ya es una locura eso. Aprecio cada año que seguimos en actividad, pero supongo que llegará algún momento en que los tres aceptemos que ya tuvimos suficiente.
-A partir de su salida de Fiction y Geffen ustedes marcaron su propia agenda. Supieron apreciar otra velocidad, tomándose su tiempo para producir música nueva o arreglando giras, fechas y festivales priorizando sus necesidades. Establecieron un perfil bastante discreto que mantienen hasta hoy.
¿Cómo sostienen ese lado más discreto en tiempos de exposición constante desde redes sociales y otras plataformas? El balance se alteró, hoy ya no es suficiente con dar notas y hacer fotos, se espera una ventana aún más directa.
Es complicado. Entiendo eso porque nos pasa. Afortunadamente, entendimos hasta dónde podemos manejarnos y cuál es el límite. Obviamente que ahora tenemos que hacer muchísimo más de eso que nunca antes en nuestra carrera. Creo que el cincuenta por ciento de las ideas que tienen los sellos para promocionar un disco o una banda es “vayan a las redes”. Nosotros controlamos la totalidad de los contenidos de la banda. Lo hacemos nosotros, pero nos consume tiempo. Somos realistas: es un trabajo, pero la verdad que tampoco tenemos mucho para hacer ahora. Estamos parados. Aceptamos que es una realidad que va a desaparecer. No vamos a negar su impacto ni las oportunidades que presenta. No voy a ser tan necio de negarte que, si de repente una canción de White Lies se viraliza por redes llegando a millones de chicos que no saben quiénes somos, podría despertar curiosidad en una nueva generación. Es tan impredecible eso. Lo más difícil para un grupo como nosotros, creo, es lograr llegar a un público nuevo.
– Claro. De alguna manera u otra, en los últimos diez años las bandas por sí mismas tuvieron que buscar otras formas de llegada. No se trata únicamente de redes, ahí entran a jugar las posibilidades de sonar en series de televisión, películas, Twitch, lograr atención de algún podcast, por ejemplo.
Claro. Estamos agradecidos por lo que logramos y nos permite seguir adelante, pero no hay garantías de una renovación para nuestra banda. Por ejemplo, te cuento algo que nos pasa: cuando tocamos, siempre estamos agradecidos de ver la amplitud etaria del público. Creo que hay un rango de edades considerable. Sin embargo, la mayoría de la gente presente tiene nuestra edad, alrededor de 30 a 35, se trata de personas que fueron creciendo junto a la banda. Estoy muy agradecido de ese apoyo, no quisiera que suene como una falta de respeto o como un ingrato, pero cuando más me entusiasmo es cuando veo que tenemos seguidores más jóvenes. Con TikTok e Instagram hay un potencial para eso. Mi actitud es “probemos”. Tampoco es tanto trabajo.
Por Lucas Canalda
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