The Art Of The Lie es el nuevo álbum de John Grant. Con nostalgia de tiempo pasado y preocupación por el alzamiento de otro periodo trumpista, el compositor hace gala de su clásica honestidad brutal.
Entrevista exclusiva desde Islandia
Nadie podría afirmar que John Grant es un tipo perezoso. Lo suyo es producir nuevas canciones. No importa tanto si son para él u otros artistas. Grant es un gran activador. También sabe sufrir. Lo suyo es un arte en sí mismo.
Tras el gran éxito de su último lanzamiento, Boy From Michigan, que se coló en el Top 10 del Reino Unido en julio de 2021, el cantautor John Grant regresa con su tan esperado sexto álbum, The Art Of The Lie.
Nacido en Michigan y criado en Colorado, John Grant pasó gran parte de sus años de formación en el armario. Para defenderse del espectro de su juventud con el alcohol y la cocaína, decidió abandonar los paliativos cuando su banda The Czars se desmoronó en 2004, una década después de su creación. Después de mudarse a Nueva York y tomarse un año sabático como compositor, sus compañeros rockeros de Midlake lo convencieron de regresar al estudio y coprodujeron su debut en solitario Queen of Denmark en 2010.
Habiendo encontrado la paz en Reykjavik, Islandia, responde las preguntas de RAPTO a propósito del nuevo material.
The Art Of The Lie es un disco confiable. Grant demuestra su crecimiento, así también como su dolor. Aquí Grant sigue su senda familiar. Sustituyendo el folk por el funk y encubriendo su sedosa voz con capas de vocoder. Grant parece haberse bañado en una suave nostalgia del vocoder y para gestar un paisaje onírico que, por momentos, se convierte en pesadilla.
El disco fue producido por Grant y el productor nominado al Grammy Ivor Guest, quizás mejor conocido por su trabajo con Grace Jones. Cuenta con una variedad de músicos célebres, incluidos Dave Okumu, Seb Rochford y Robin Mullarkey.
La apertura con «All That School for Nothing establece un tono contagioso, combinando una línea de bajo terrenal con la voz sintetizada de Grant, invocando al maestro del P-funk George Clinton. Lo más destacado del álbum es «It’s a Bitch» continúa la odisea del funk mientras Grant expone sarcásticamente las pruebas de la vida.
Los patrones de batería electrónica que se arrastran marcan el sensual «Meek AF», pero otros momentos más tranquilos funcionan con menos eficacia, con la escasa balada «Daddy» desarrollándose demasiado lentamente sobre sus patrones sintetizados. Aún así, este es un disco lleno de confianza, divertido y conmovedor que presagia una nueva y emocionante etapa para Grant, mientras su mundo -o sea, EEUU- vuelve a encaminarse hacia el trumpismo.
Lo que el álbum logra no es una crítica absoluta de su país de origen y su estado actual. Tenemos un intento de desenredar cómo crecer allí, entre elementos tanto del lado bueno como del malo de la sociedad estadounidense.
-Tenés un nuevo álbum: The Art of The Lie. Es orgánico. No creo que sea tan sencillo manejar esa soltura cuando llevás décadas haciendo discos.
La forma en que hago música es que dejo que se desarrolle naturalmente. Quiero decir, tengo muchas ideas para canciones escritas, como conceptos y cosas así. Luego empiezo a escribir y veo qué funciona y qué no.
Definitivamente están sucediendo muchas cosas en los Estados Unidos en este momento sobre las cuales tengo fuertes sentimientos. Me hace pensar en mi infancia y mi crecimiento en allá, y en lo que significa ser estadounidense, lo que significa ser un hombre gay, lo que significa ser religioso. ¿Qué es el capitalismo? ¿Qué tipo de sistema tenemos en los Estados Unidos? Entonces pensé mucho en mis relaciones con mis padres y mi familia. Ese es básicamente el concepto. Pero también estaba pensando en este libro de Donald Trump, llamado The Art of the Deal. Y luego se me ocurrió la idea de El arte de la mentira porque creo que muchos negocios en Estados Unidos son eso. Como personas, también nos mentimos a nosotros mismos sobre las cosas, ya sabes, a veces para hacernos la vida más fácil.
Estaba pensando en todas estas mentiras, y de ahí viene básicamente todo esto.
-Las canciones tienen cierto contraste. Que sean orgánicas no quiere decir que sean sencillas. ¿Sentís esa tensión entre tus propias canciones?
Esa es una buena pregunta. La última canción, «Zeitgeist», era muy sencilla. Simplemente salió de mí y lo terminé en un día. La más difícil, creo, fue «The Child Catcher», porque durante mucho tiempo realmente no sabía cómo iba a ser la estructura de la canción. Luego me tomó diez meses conseguir toda la letra de esa canción. El fraseo de las palabras dentro de la música también fue difícil. Y luego me tomó mucho tiempo escribir el estribillo y escribir los acordes para la progresión del estribillo. Cuando estuvo terminado, estaba muy feliz con él. Estaba feliz de haberle dado tiempo para desarrollarse, ¿sabes?
-¿Alguna vez pensaste que ibas a poder dedicarte a la música? Tendrías mensajes para el John adolescente?
Creo que no importaría lo que dijera, porque él no podría escucharme. Como el joven John adoctrinado, simplemente habría dicho: “Este es el diablo, tratando de influenciarme para que vaya por el camino equivocado”. Ya sabes, aceptarse a uno mismo es una fucking aventura. Pero creo que intentaría decir algo como “Salí y viví tu vida” y “Prestá atención y no creas que no hay lugar para ti”. Participá en la comunidad, participá en la vida y sumá, porque hay un lugar para ti.
-¿Te resultó complejo ese “salí y viví tu vida? En tus canciones, a través de los años, hay mucho dolor padecido.
Salí del armario cuando tenía 25 años. Resultó que bebía demasiado. Una cosa estuvo ligada a la otra. Fue complicado por el hecho de que mi madre estaba muriendo de cáncer de pulmón en ese momento y estaba decepcionada de que su hijo no estuviera siguiendo al Señor. Por eso, me resultó difícil llorar por ella durante mucho tiempo. Aunque la amaba. Mi hermana y yo estábamos hablando de cosas que recordábamos de ella el otro día y yo estaba teniendo un pequeño problema en ese momento, y pensé que ella habría dicho: “Oh, cariño, ¿por qué no sales afuera? ” Lo peor que le podés decir a alguien cuyo imperio se está desmoronando. ¡Pero es verdad! Hacer ejercicio y cuidarme mejor me ha resultado enormemente beneficioso.
-Más allá de tus canciones sentiste alguna vez que tenías que dar un mensaje “para la comunidad” sobre tus vivencias. Siempre fuiste honesto en tus canciones, pero teniendo en claro tu rol.
No creo que a nadie le importa una mierda mi historia. Sólo estoy haciendo lo que tengo que hacer: música.
-¿Cómo te sentías antes de aceptar tu sexualidad? No me refiero a tu vida pública como artista, sino a lo personal.
Me costó mucho aceptar mi sexualidad porque me enseñaron a odiarme a mí mismo. Tomé el odio que ejercían hacia mí y lo volví hacia adentro. Mi crianza religiosa sostuvo un martirio sobre mí. Así que he estado en modo de lucha o huida la mayor parte de mi vida. Entonces aprendí a bailar como un payaso y a ser gracioso. Fue un caso de síndrome de Estocolmo que duró una década para evitar ser atacado.
-¿Es la música un medio para afrontar tu vida?
Sí, en cierto modo es un estudio antropológico de la experiencia de un pequeño grano de arena en el planeta Tierra. Sólo una entre siete mil millones de historias. Cuando tienes la oportunidad de hacer eso a través de tu arte, es una experiencia increíble.
-Siempre hubo un elemento de nostalgia en tu música. ¿Esa nostalgia es un artilugio compositivo o una reacción a un presente sombrío?
Siento mucha nostalgia por el pasado. Los niños han crecido con la tecnología moderna, por lo que probablemente no les afecte tanto como a quienes no crecimos con ella, porque ha sido un gran impacto para el sistema. Cambia totalmente la forma en que interactúas con el mundo. Pero creo que todavía somos individuos y todos reaccionamos a estas cosas de manera diferente y, para mí, Internet es un lugar increíble donde puedes ver cualquier cosa en cualquier idioma.
Pero le ha dado a mucha gente una plataforma para tener diarrea verbal todo el tiempo, y eso es bastante asqueroso. Simplemente no me parece real. Creo que es algo bastante difícil lo que tenemos por delante.
Por Lucas Canalda