Con su novela “La solución” el escritor Agustín Alzari sitúa a protagonistas y lectores en un dinámico juego que demanda a gritos una redención
Publicada sobre finales de 2014 desde la editorial Yo Soy Gilda, La solución es una confluencia de géneros que toma vida en una Rosario que se desdobla por la opresión tropical de la humedad. Alzari recorta al centro de la ciudad de manera inusual y le otorga un pulso que vibra gracias a rutinas, recovecos olvidados y un ánimo social que recibe cimbronazos del conflicto del campo de 2008. Eduardo Almohada es un adolescente tardío con un incipiente emprendimiento de soluciones gráficas. Su único cliente es el soberbio catalán Albert Briñas, regurgitador de certezas monopólicas pero tacaño y monologuista estelar, por sobre todas las cosas. Juntos marchan hacia un proyecto editorial que se vislumbra como la “salvada” para el abúlico Almohada, mientras que para Albert significa el espaldarazo que lo confirmará como el genuino empresario intercontinental que tanto tiene para enseñarle a estos argentinos a los que mucho les falta aprender. Almohada soporta las estocadas mezquinas de Albert gracias a su madre, su mejor amigo El Chocado así como también por el anhelo del romance, del deseo. Así, el antihéroe, espera con apatía el futuro salvador, recorriendo una porción del centro que yace frente al Paraná con sus barrancos, claroscuros y rincones de complicidad que permiten soñar, delirar o caer de bruces a lo real. La Solución es una novela donde lo protagonistas se buscan a sí mismos pero terminan encontrando redención mientras circulan en un juego supuestos que capturan al lector y lo obligan a mantenerse alerta hasta el punto mismo de tomar posición y alentar sucesos. Desde sus primeras páginas, Alzari acierta en narrar al centro rosarino como un paisaje de costumbres propias de un barrio, dejando de lado la frialdad de anonimatos e inquilinos indistintos que uno supondría de los edificios. “Me gusta llevar un diario y dentro suyo un listado de los personajes del barrio” comenta con entusiasmo Alzari mientras extiende sus brazos y continua “tengo una lista con las altas y las bajas como si fuera un libro contable ya que lo que tiene el centro a diferencia del barrio por ejemplo con los negocios, en los kioskos y verdulerías, es que muchas veces cambian los personajes pero no la instancia del verdulero, el kioskero, el diariero, el repartidor de soda, los siempre presentes operarios de la EPE destruyendo las veredas. Hay algo entrañable en cada barrio y en cada lugar, que se da a partir de las personas, o sea, la geografía está determinada por esas personas. Es el reflejo de una experiencia pero también de la posibilidad de trazar una ficción entre esas personas que sirven como puntos de vista: el verdulero que ve pasar al protagonista, el diariero que le comenta algo a Almohada”.
– En el libro hay una clara convivencia de géneros. A priori podríamos hablar de costumbrismo pero es engañoso ese costumbrismo, genera sorpresa en quien se acomode ahí
Excepto un par, hay una coincidencia general en todas las críticas que salieron hasta ahora, un tono general que hace hincapié en el costumbrismo. Yo veo con cariño el costumbrismo, me parece que es un arte muy difícil y un arte que está en el filo de no serlo. Como si vos decís, sos un descriptor de la costumbre, un cronista, casi un periodista, pero me parece que como recién dijiste, es una novela que tiene cero costumbrismo, es más bien parte de la fortaleza de los personajes. Es una novela de personajes donde el costumbrismo se da por la cercanía de algunas costumbres del personaje que pueden crear identificación en el lector.
– Tampoco se sostiene por sí mismo ese costumbrismo, pronto se ve anulado por una ansiedad que generan algunos personajes, lo montan al lector en cierta desesperación
La falta de costumbrismo es precisamente lo que ocurre, ocurre por fuera de la corriente normal de los acontecimientos aunque no es tan anormal sentir esa presión cotidianamente y eso también hace que uno se identifique con ese personaje, el personaje del oprimido y sobre todo, el personaje que está tratando de cobrar una deuda, es algo que todos hemos vivido en algún momento y Almohada lo representa bien. Insisto, el cruce de géneros y el cruce de distintos tonos o escrituras atenta muchísimo contra el costumbrismo, el costumbrismo tiene algo dulce y algo ramplón que acá me parece que no está, acá hay algo filoso.
– El conflicto con el campo marcó el punto de no retorno, desde allí fue hostilidad declarada en varios frentes, incluidos los medios. ¿Por qué tomar ese momento en particular?
Primero por una cuestión de fidelidad a la época, como tenía algunos datos de los personajes, es una época de un enorme conflicto. Esa fortaleza del conflicto me permitía delinear muy bien los personajes. Es decir, si el conflicto es muy grande, ¿cómo reacciona cada personaje? El gallego que se engancha muchísimo y que se vuelve un lector apasionado de Clarín y Almohada que directamente soslaya totalmente. Entonces me parecía que como ruido de fondo de la novela era ideal. Es un contexto donde claramente uno puede reconocer ese momento de la historia, era muy definido y me permitía delinear muy bien los personajes. Por otro lado, hablar de cuánto costaba el peso en ese momento que es una cosa muy graciosa.
– Y ahora toma otra dimensión
Sí, eso es impresionante. Cuando yo lo escribí habían pasado solamente dos años del 2008, yo comencé a escribir en 2010, y todavía no estaba la perspectiva de un cambio de época, sin embargo pareciera que sí, como si el libro capturara algo de una época que ya es imposible de reproducir, ahora, en las condiciones actuales.
– Tenemos la construcción de ambos pilares que son Almohada y Albert, más allá de ellos, tenemos otros enlaces: los tramos de teatro, con la aparición del Buda enigmático; los momentos de buddy movie que transcurren en charlas con birras compartidas entre Almohada y el inefable Chocado. Esos tramos funcionan como desvíos narrativos que oxigenan al relato.
Son desvíos totalmente narrativos casi como episodios, podríamos decir. Tenemos las distintas charlas del Chocado que podríamos poner una detrás de otra, están repartidas en la novela. La obra de teatro tiene que ver muchísimo con el amor; el amor al teatro propiamente, un amor que yo tengo por el teatro independiente rosarino del que soy un asiduo espectador, pero también un amor del personaje hacia Carla, más allá que Almohada, como la mayoría de la gente en Rosario, no va a ver teatro independiente rosarino, y sin embargo, él trasciende esa barrera con mucho placer y se sorprende. Son desvíos y son también desvíos del lenguaje porque el teatro se vuelve teatro, se vuelve dramaturgia dentro de la novela. Así como también hay otros géneros, me divirtió incorporar el teatro dentro de la novela.
– ¿Se puede tomar una distancia para escribir sobre Rosario desde afuera? ¿Se puede volver a ser un tipo recién llegado para describir desde la perspectiva de la distancia?
No, hoy no me pudo identificar como un escritor no rosarino. Menos como un escritor juninense que escribe sobre Rosario, no me parece que sea una perspectiva cierta. Así como tampoco me podría identificar como un escritor juninense si escribiese sobre Junín. Hace muchos años que vivo acá y no es mi primera etapa, viví otros seis años antes. Sí me identifico con Rosario como una ciudad en la que elegí vivir y cuyos paisajes me enamoran fuesen El Cairo, no sé, es extravagante por momentos. Por ejemplo, ayer pasando por detrás del Coto, un lugar totalmente aborrecible, la parte de atrás que da a los fondos, la entrada y salida de camiones por calle Tucumán, en la novela hay algunas imágenes de esos mismos camiones de descarga, esas imágenes que son como de ciudades grandes, con los camiones saliendo del supermercado y la vez hay una cortada, eso me captura entero y me llevan a otro lugar. Es como si tampoco fuese Rosario. Hay una cosa de ciudad de grande que me parece fantástica. Al mismo tiempo, creo que si conservo algo de juninense, es esa cuestión del barrio, saludando a todo el mundo. Esa relación que es un poco pueblerina entiendo que viene de ahí pero la visión sobre la ciudad está establecida por la experiencia cotidiana de que yo vivo y trabajo acá.
En las páginas de “La Solución” los protagonistas se aferran a posibles redenciones como si fueran el último recurso de sus vidas. Con habilidad Alzari reparte un compendio de horizontes y objetivos ilusorios en sus criaturas: Almohada y su arma definitiva, una impresora multifunción Risograph; Albert y sus inversionistas europeos listos para invertir y cosechar los beneficios de la relación Euro/Peso argentino; El Chocado y su anhelo de publicar un comic junto a su mejor amigo que los saque de la rutina. “Pareciera que cada uno está atado a su ilusión” comenta, “creo que hay distintos grados de inocencia y también distintos grados de nobleza, como si uno tuviese que juzgarlos, eso lo va estableciendo el lector en base a sus intereses. Hay una gran diferencia entre especular sobre el financiamiento de ciertas empresas europeas acerca de un proyecto a mantener con muchísima ilusión, como si fuese un pequeño empresario, aferrado a una máquina, conociéndola del primero al último tornillo, como es la Risograph de Almohada. La parte técnica y la parte física de la existencia de una máquina que pueda llegar a salvarte extrañamente me parece una de las cosas más tiernas que tiene la novela. Esa relación de Almohada con su máquina”.
– Es el último refugio, lo que va sacarlo adelante cuando todo lo demás se caiga
Tal cual. Es un mecanismo también, es algo que funciona por fuera de él. Almohada es un personaje que está completamente trabado y la Risograph no, la máquina funciona y mientras él haga funcionar la Risograph pareciera que el mundo puede seguir adelante.
– Sobre el final el lector logra un sentimiento implícito, un deseo impostergable de que sucedan las cosas
Las devoluciones que recibí de lectores y críticos también fueron, en general, una o dos sentadas de lectura, lo cual para mi es una maravilla porque tiene que ver con un ritmo y con una duración del libro. Los libros se pueden hacer de diferentes maneras, la mía fue hacer un libro breve y que atrape. Esa sensación está, por supuesto, jugándose con la idea de una resolución, algo tiene que suceder, una solución tiene que haber, esto no puede seguir así. La solución siempre tiende a ser ir para adelante. Todo el mundo me dijo que se sintió redimido pero también hay algunas otras personas que se sintieron mal. Frente al final, frente a la solución, hay muchas diferentes versiones pero no frente a la idea de que hay algo en el libro que te precipita a la necesidad de que suceda algo, sea lo que sea, independientemente si te gusta o no la solución
En vivo
“La presentación la hicimos junto a la actriz Ludmila Bauk y ocho actores. Hicimos ficción en vivo, o sea pasajes del libro transcurriendo en un pasillo. Abrimos tres casas además del pasillo, por lo que contamos con cuatro escenarios diferentes en los cuales los personajes de la novela tomaron vida. Estuvieron los personajes españoles con momentos de los pirineos catalanes y teniendo 35º grados en Rosario era completamente inverosímil la lluvia que caía en la novela. Fue un espacio limitado pero por suerte pudimos grabarlo. Contamos con los actores que más nos gustan de la ciudad, entre otros. Vinieron a ensayar a la casa por lo que los personajes resonaban en el living, en la cocina. Fue toda una experiencia desde lo teatral, desde lo escénico, además de lo diferente que fue para una presentación de libro”.
Txt: Lucas Canalda
Ph: Renzo Leonard