Loris Z publicó El mundo extraño, un libro autobiográfico sobre desamor y deconstrucción situado entre Rosario y Buenos Aires.
Sumergido en canciones, angustias e interrogantes, el historietista ítalo-argentino entrega el trabajo más logrado de su carrera.
Loris Z publicó El mundo extraño (Szama Ediciones, 2019) un libro autobiográfico que lo encuentra en su mejor forma y donde se evidencian los años de esfuerzo dedicados y evolución como historietista.
A priori, El mundo extraño es la historia de una separación, de un amor que se acaba. Sin embargo, luego de una lectura (o de varias un mismo día) hay algo subyacente que reclama prioridad y protagonismo: la historia de una transformación y de alguien que se pierde para reecontrarse. En estas páginas hay mucha angustia. Definitivamente hay asfixia. Pero, principalmente, hay un deseo de transformarse, un deseo de evolución.
Mediante una narración que opta por la austeridad, el libro se adentra en terrenos que resultan bravos, pero que no desaniman su decisión de ir a fondo. Loris eleva preguntas. Dispara, con vulnerabilidad, interrogantes sobre el amor romántico, la sexualidad, la confianza, la construcción de la pareja y busca llegar a una respuesta sobre lo que es esencial para ser amado.
En El mundo extraño, por momentos la acción le gana a la narrativa, pero no logra opacar nada. La del autor es una inmersión total. Lo mismo le sucede al lector. El relato avanza, te arrastra. Es una velocidad humana, que logra la armonía, que busca la superación pero tampoco siente la necesidad de restar sentimiento por detalles perfeccionistas.
I
Loris Z aguarda sentado en una de las tantas esquinas desiguales de Barrio Martin. La térmica de 33° lo encuentra sobre el pasto fresco de un jardín que le ganó a la vereda y refugiado del sol gracias a la sombra de un edificio.
Esperando en este laberinto de calles amplias en subibaja donde cada día abundan más las megatorres de la soja, Loris está muy lejos de las montañas italianas donde nació en 1981. Del Véneto, directo al litoral argentino. En realidad, no tan directo. Esta nota, siendo sinceros, va sobre algunas de las escalas pertinentes que lo depositaron hoy acá.
Para arreglar un punto de encuentro en estas cuadras no hace falta mucha vuelta. Loris conoce la ciudad. Se trata de una Rosario que lo cobija con fidelidad desde hace tiempo. Loris es un residente de Capital Federal que sabe putear cuando algún refugio rosarino cierra en manos de la burocracia municipal. El tipo conoce las verdaderas entrañas de la ciudad.
Gracias a Crack Bang Boom (CBB) con los años Rosario se convirtió, al menos por una semana, en el segundo hogar de mucha gente dedicada al mundo de la historieta. Por un puñado de días la ciudad ribereña se transforma en un gran campus atravesado por la convención de historietas más importante del país.
Son jornadas que están en la mente de lxs habitantes de la industria durante todo el año y que deparan un arsenal de novedades, charlas, expectativas, y vivencias. Entre todo eso, claro, se producen re-encuentros. Algunos memorables, otros pasatistas o indiferentes. Sin embargo, en ese micromundo de encuentros puede existir la posibilidad de un encuentro que modifique sustancialmente el rumbo de algunas vidas. Eso fue lo que pasó con Loris, durante la séptima edición de la convención liderada por Eduardo Risso, cuando conoció a Carolina, rosarina con la que se cruzó durante estas jornadas.
En tono autobiográfico, El mundo extraño trata sobre el nacimiento, transcurso y final de la relación entre Loris y Carolina. Pero, por supuesto, las cosas no son fáciles como la descripción de una oración.
II
Loris Ziggiotto A.K.A. Loris Z presentó El mundo extraño en dos ocasiones durante el mes de diciembre: primero en Espacio Moebius (CABA) y luego en Bon Scott (Rosario). Ambas ocasiones fueron en compañía del colega Ernan Cirianni (autor de la novedad Guapo, también de Szama Ediciones), en una amistad que exuda complicidad y química.
Ya con algunas semanas en las bateas, la prensa reseñó con calidez la llegada de El mundo extraño. Sobre el final de año, Maia Debowicz incluyó al libro entre los diez acontecimientos queer más importantes del 2019.
Ahora, a casi cuatro meses de su edición, las lecturas se siguen sumando, potenciando un feedback considerable. De las devoluciones, Loris, comenta: “las devoluciones y el contacto con lectores y lectoras fueron muy bellos e interesantes, me deja tranquilo en cuanto a que toda la peripecia de hacer el libro fue para bien. Hubo comentarios de todo tipo, pero el más común que recibí fue de haber pasado por lo mismo al romperse la pareja de la persona que me escribía. Todos y todas hemos tenido alguna ruptura fuerte e intensa en nuestras historias, imagino”.
Para el nativo italiano, 2020 luce con el camino (o la cabeza) libre de pesares. Excepto por la aparición de alguna pandemia inesperada, Loris Z se encuentra listo para empezar a cranear su próximo movimiento, sabiendo que todavía resta por decir, imaginar y dibujar.
A paso cansino, pero constante, Loris Z supo construir un universo propio a través de los años. Primero llegó Persona. Cada movimiento es una conquista., luego Diario. Más tarde Navidad de reserva, el primer vistazo hacia lo que habría de venir con El mundo extraño.
Con sus virtudes, errores, inexperiencias, tonos y características, cada uno de sus trabajos probaron ser bien personales, atreviéndose a salir del molde de lo esperado de un zine o de una trazado autobiográfico. Siempre bancando los trapos del fanzine; agitando orgulloso aquello que supo hacerlo diferente; comiéndose la angustia para vomitarla en un obra genuina, el presente luce estimulante para el autor.
Tomando algo de perspectiva, su obra nos revela un universo donde los patetismos cotidianos se reflejan en su dimensión real, retratando la absurda insignificancia de nuestra vida, lo épico de sobreponernos a nosotros mismos.
Si bien Loris es un biógrafo de sus días, hay algo universal en contar sus (nuestros) padecimientos, poniéndonos frente al espejo, dejándonos saber que la luz y la mierda alcanzan a todo el mundo.
III
El mundo extraño llegó a las librerías en noviembre de 2019 y se publicó a través de Szama Ediciones, que forma parte del colectivo editorial BS. Fundado en 2014, desde entonces el colectivo estuvo presente en la mayoría de los principales eventos comiqueros, cubriendo un territorio federal real, representando a varias provincias. BS está integrado por editoriales Le Noise, La Pinta, Szama Ediciones y la reluciente Multiversal Ediciones. Moviéndose, publicando y resistiendo los embates de una economía argentina tan estable, BS es uno de los últimos colectivos editoriales que todavía respira de manera saludable.
Ya pasado el benigno auge de los colectivos y tras duros años de neoliberalismo que golpearon fuerte en la historieta nacional (mainstream, independiente y artesanal, la Macrisis no hizo diferencias), la resistencia de los colectivos editoriales fue una de las discusiones más pasionales durante una de las charlas abiertas en la pasada edición de Crack Bang Boom. La defensa de la unión y el esfuerzo colectivo corrió por parte del ilustrador Manuel Loza (uno de los talentos de BS) quien recibió un apasionado aplauso por parte del público presente. Mientras el panorama busca recomponerse entre incertidumbre, pandemia e inflación, el camino de la historieta sigue, y las historias continuan.
Llegado el momento de observar el presente de la historieta, Loris es realista, pero no deja de tener una perspectiva futura con algo de luz. Por eso, elige poner los pies en la tierra para trazar su mirada. “El panorama actual es que acabamos de salir de cuatro años de macrismo y de lidiar con muchas cosas a nivel operativo que fueron complicando todo: costos de impresión, distribución y esos laaaaargos etcéteras, sin que ello nos implique cancelar cosas o un parate definitivo, fue más bien un bajar velocidad e ir recalculando a medida que sucedían las cosas”.
Sin hacer futurismo de largo plazo, el ilustrador agrega: “somos optimistas en cuanto a lo que viene, hace poco Mariano Abrach anunció la creación de Multiversal Ediciones y este proyecto editorial se unió al colectivo desde el minuto uno”.
“Creo que una cosa que nos caracteriza es que todos y todas las partes del colectivo somos muy cercanos y tenemos una relación que, si bien se inició en la historieta, no es lo único que nos termina uniendo, y creo que eso se termina notando”, reflexiona sobre el núcleo que lleva a BS a sobreponerse a los tiempos duros y prevalecer entre la inestabilidad del contexto.
IV
Como se dijo previamente, El mundo extraño no tiene una historia feliz, pero su entramado está pleno de una luminosidad que marca cada paso cotidiano entre la angustia: amistad, melomanía, historietas, ñoñadas, fandom, paisajes de río o de ciudades que nunca duermen, pogo, birra, asados, viaje, fiestas, recitales y encuentros. Digamos todo: también hay muchos dinosaurios.
En medio de todo eso, hay varios procesos que toman lugar. Entre los más significativos asome el proceso de deconstrucción. Loris lo hace de manera genuina, a su forma, lejos del sendero de la obviedad. Así, el libro toma algo de luz en un contexto donde las masculinidades están en un proceso de interpelación (o, al menos, eso elegimos creer).
Pero mientras hay genuinos procesos de cuestionamiento como El mundo extraño, las redes se pueblan de autodesignados ministros de la deconstrucción, llevando el fenómeno del aliadx a proporciones de epidemia, la obra de Loris plantea interrogantes necesarios para las masculinidades sin entrar en la retórica de la obviedad ni emplazarse sobre la calesita de la corrección política. Uno de los aciertos más destacados del libro es saber contar y expresar mucho sin revelarlo todo, dejando espacios necesarios en blanco para una lectura que involucre, atrape e interpele. Loris no es cínico, ni canchero, tampoco es pedante. Es un tipo que se interpela cuando llega a su propio crack up y a partir de su soul searching (real, sufriente y patético, nada de tilinguismos new age de libros de autoayuda) interpela a quien quiera que esté leyendo.
Sería fácil pensar que El mundo extraño tiene como cometido la sanación del autor, pero eso constituiría una injusticia tanto para la obra y como para el tipo responsable. Loris Z aquí muestra una robustez como narrador. Es un tipo que supo aprender cada paso de su camino, supo depurar su narrativa, apostar con sabiduría: menos es más; el silencio puede ser apabullante; cada página encuentra un equilibrio y se mantiene por casi todo el libro. La obra marca diez pasos para adelante para el Loris Z historietista. Es una evolución que golpea fuerte cuando se repasa, ahora, toda su obra.
Al repasar lo positivo de su libro, el tipo responde desde una posición similar a lo antes escrito: no se deja comer por ningún papel. Por eso, explicando los detalles de una acertada narrativa, salta sin un rol determinado, despojado de un discurso prefabricado, acercando pura espontaneidad. “¡Son mis poderes ninja de historietista! Ellos me dicen cuando callarme la boca y cuando decir algo”, señala al momento de referirse los espacios en blanco que acertadamente supo elegir en su libro. “Lo cierto es que uno con los años va puliendo sus herramientas narrativas y aprende a usarlas mejor. El silencio en particular me parece un recurso muy fuerte, en la vida real como en el papel. Después, hay una decisión consciente de dejar en blanco dos diálogos en la historia, básicamente por cuestiones de proyección. Contar lo que se dijo en esos diálogos no suma nada, pero dejarlos vacíos le permite al lector hacer una proyección muy fuerte con esos momentos”.
Entre las páginas del libro de Ziggiotto se encuentran, además, valores que ya forman parte de su mundo: el laburo de hormiga en pos de una obra que en la ansiedad luce difusa pero que es fructífera a largo término; las amistades como verdadera familia, la amistad como banda de resistencia, de nosotros contra el mundo; finalmente, la resistencia: la resistencia de uno encerrado en sí mismo, soportar, sobrevivir y evolucionar del intimidante encapsulado mental tripartito de ansiedad/neurosis/angustia.
Un momento muy especial de El mundo extraño sucede cuando Loris Z narra e ilustra un ataque de pánico. Casi sin palabras, utilizando un contraste de coloración, logra capturar un momento asfixiante del que no hay escape; se trata de una urgencia de pensamientos, ansiedades, delirios y más. Chequear ‘ataque de pánico’ en Google arroja el resultado de “miedo, tales como hipertensión arterial súbita, taquicardia, dificultad respiratoria (disnea), mareos e inestabilidad, sudoración o náuseas”. OK. Es un montón. Loris Z logra dominarlo en una página atrapante, casi un clímax para el libro. Combinando neurosis y autobiografía, Loris pudo haberse entregado al torrente de palabras para narrar ése (no se detalla más para no spoilear) ataque de pánico; Loris pudo haberse entregado a la autoindulgencia de alargarlo mediante palabras y dibujo. Sin embargo, eligió correrse de esa neurosis, logrando así, otro acierto. Dibujo; silencio; contraste: gol.
“El par de episodios que tuve fueron justamente eso, un tsunami de pensamientos todos juntos, a la vez, cada uno tirando para un lado distinto pero todos en dirección a la mierda. Fue cosa de encontrar el silencio en medio de la cacofonía”, comparte. “En las muchas reescrituras que hice del guión esa secuencia, la del ataque de pánico, es una de las cosas que prácticamente se mantuvo intacta”, recuerda el historietista.
Para Loris el proceso de escritura y reescritura fue bastante duro. Lo confiesa sin tapujos. En ese trabajo, además de presentarle un desafío por creer como narrador, lo encontraba, por supuesto, habitando los momentos angustiantes que refleja la obra. “Bastante duro, y me quedo corto”, dispara, antes de una risa que parece descomprimir. La ciudad, otra vez, se entrecruza entre libro y autor, marcando un timeline: “Volví de Rosario de la CBB de octubre de 2017 y al poco tiempo comencé a trabajar en el libro, pero no fue hasta mayo de 2018 que terminé de escribirlo del todo”.
“Creo que lo más difícil de todo el proceso fue lo que yo llamo ‘llegar al hueso’ de la cuestión”, confía.
El tiempo, por supuesto, jugó un papel considerable en el proceso. Con el correr de los meses, luego de un túnel algo frustrante, empezaron los resultados: “En los primeros borradores escribía y escribía y escribía y, todo eso que escribía, no iba a ninguna parte. Era más bien un vómito continuo de lo mal que la estaba pasando y no mucho más. Hizo falta que pasaran unos meses, un par de reescrituras, vivir un par de cosas y enfriar un poco todo como para llegar al guión final que fue publicado”.
– ¿El método o ritmo de trabajo que te impusiste tiene que ver con una disciplina anti procrastinación o es un ejercicio para exprimir con fidelidad cierto timeline personal antes que la memoria se vaya borroneando?
En Diario, mi segundo libro, tenía una serie de reglas autoimpuestas a la hora de hacerlo, que eran: una página por día, de cuatro viñetas, y toda la página debía hacerse en una hora, todo esto cinco veces por semana. Obedecía a que quería hacer algo autobiográfico para subir a Internet pero no quería estar todo el día trabajando sólo en eso. Otros proyectos y cosas en las que trabajaba, no todas ellas estaban relacionadas con la historieta y no quería quedarme sin ejercitar el músculo narrativo. Más que un ejercicio anti procrastinación te diría que era anti atrofio.
– ¿Cómo es lo autobiográfico cuando involucra de manera considerable a otra persona? ¿Hay límites auto impuestos o son convenidos con la otra persona?
El único verdadero límite que me impuse fue no mentirme con lo que había pasado, no guardarme nada. Por supuesto que uno al contar su lado de la historia está haciendo un recorte de los hechos, me parece que el chiste está en reconocerse en el hacer ese recorte y ser consciente de lo que uno está diciendo. En un momento dado, me di cuenta que para querer llegar a lo que quería contar necesitaba meterme en una cuestión muy íntima pero que era necesaria a los fines de lo que quería decir. Pensé bastante en la secuencia y en qué mostrar y que no pero siempre con el objetivo de que todo eso que se muestra no sea gratuito sino que tenga un objetivo, desde lo narrativo y lo personal. No tuve un diálogo con mi ex mientras realizaba el libro, como cuento en el epílogo, recién al terminarlo volví a tener una conversación con ella.
– Al trabajar en soledad, escribiendo y reescribiendo, uno puede terminar embotado, viciado en su propio aire. ¿Te fue necesaria una perspectiva externa?
En este libro hice algo distinto a cómo trabajo normalmente. Por lo general mi ‘guión’ es una escaleta con unas notas hechas en dos patadas, es más un ayuda memoria de donde van algunos elementos del relato, y el grueso del trabajo lo hago directamente en la página. De esta manera hice Navidad de Reserva, la primera parte del libro. En El Mundo Extraño hice un guión propiamente dicho, en cuanto a hacer una descripción cuadro a cuadro del relato. Tanto por la extensión del mismo (Navidad… tiene 12 páginas y El mundo…, 36) como por el tema que estaba tocando, quería tener todo lo más definido posible antes de sentarme a dibujarlo. A ese guión lo terminé en mayo de 2018, después de unos meses de reescrituras continuas. En ese momento les mostré el guión a mi grupo de amigos y amigas cercanos, que estuvieron presentes durante los hechos, y bueno, terminamos todos llorando alrededor de una mesa. Por suerte todas esas reescrituras dieron en el clavo y siento que logré llegar al hueso de la cosa. Las cosas que terminé editando en el guión fueron mínimas, cambiar una palabra por otra aquí y allá, pero no hubo reescrituras una vez que sentí que había terminado de escribirlo.
– Luego de tres publicaciones donde compartís tus días y vivencias, podríamos decir que tenés cierta autoridad en el tema y estás canchero en el tema. ¿Pero realmente se acostumbra uno a exponerse? ¿Se puede mejorar ese ejercicio de exponerse o, al final, solo se trata de narrativa?
Creo que con El Mundo Extraño llegué a una especie de cúspide de la exposición, sobre todo en cuanto a la intimidad. Ahora mismo me encuentro trabajando en la segunda parte de Diario, que cuenta la llamada ‘primavera del fanzine’ de 1999/2000 y esos veinte años que pasaron me permiten cierta distancia que hace todo mucho más sencillo en cuanto al recorte de momentos. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, me parece que la cosa no pasa tanto por mejorar en el ejercicio de exponerse sino que no creo que repita algo con el nivel de exposición de El Mundo Extraño. Por un lado no quiero que mis vínculos terminen en ataques de pánico y depresiones paralizantes, pero por el otro tampoco quiero encarar el resto de mi obra desde ese lugar. Es un problema típico de la autobiografía, cierto. Uno encuentra un chiste que le funciona y pasa a ser la única cosa que cuenta, y al final del día la vida no es eso. Es un poco de eso, un poco de lo otro y un poco de otra cosa más. Es algo que veo mucho en la historieta autobiográfica… Poca vida siendo vivida.