Alucinaria y la construcción de un horizonte superador con Días de Fuerza
Luego de tres años de espera el pasado otoño Alucinaria presentó Días de Fuerza el segundo LP de su dedicada carrera. Este nuevo trabajo de los rosarinos está marcado por un proceso de cambios dentro del grupo y por la decisión de virar el poético indie rock nutrido de las corrientes alternativas de su disco debut hacia el campo del pop barroco. Una extensa gesta a puertas cerradas nutriría la fortaleza creativa y la hermandad del núcleo de Alucinaria logrando atravesar un proceso desafiante que tendría como resultado uno de los álbumes más inspirados del rock local en la última década. Las instancias de construcción de Días de Fuerza son la bitácora de una banda joven enfrentado limitaciones y demonios en pos de un horizonte liberador.
El final es el principio
En 2012 Alucinaria edita su ópera prima, La última rotación del sol. Por entonces el grupo estaba formado por Pablo Comas, Guido Piccolini, Federico Oti, Mikle Culaciati y Federico Toscano. El disco es una atrapante narrativa sobre alienación, urgencia y amor, en un impulso musical que contagia. La dinámica columna rítmica conformada por el bajo de Oti y la batería de Toscano son los cimientos sobre los que se erige el tridente ofensivo del grupo: la sofisticada arquitectura construida por los sintetizadores y programaciones del ecléctico Mikle, Piccolini y su instintiva guitarra disparan hacia donde Comas teja su poesía. Piezas de encanto pop como “La canción del mirlo cantante” y “Bailarina del futuro” o la épica de “La quimera”, “Ella respira” y “La fuente” son lo más sobresaliente de un excelente álbum.
En el año del nunca ocurrido final del mundo, las once canciones de La última rotación del sol dejaban en claro que Alucinaria tenía una valiente aspiración de libertad además de una completa independencia de cualquier dogma estilístico. La comodidad de lo seguro tampoco era tentación para del grupo. De acuerdo a Comas, “Nos fue bien con el debut pero en lo personal ya estaba aburrido. Ese primer disco nos encantó y nos dio mucha satisfacción pero no había más nada que ofrecer a partir de ahí. No nos queríamos aburrir”. Llegado el momento de seguir adelante con un nuevo trabajo, el grupo se encontró con un quiebre en su historia. “Guido dejó de tocar en los primeros ensayos de las canciones nuevas, desde un principio dejó ver que la nueva estética musical no le gustaba mucho. Lo de Mikle fue más sorpresivo porque él estuvo con nosotros en la grabación de bajos y baterías en Buenos Aires; en su caso creo que fue por cuestiones personales que dejó de tocar” recuerda el baterista y pronto agrega que ”en ambos casos fueron momentos dolorosos para la banda pero lo bueno es que la amistad sigue, no hubo peleas ni conflictos, respetamos sus momentos y seguimos nosotros que ya teníamos bien en claro lo que queríamos hacer. Hubo un periodo de adaptación. Todo se fue dando naturalmente”.
El transcurso de los meses fue encaminando la construcción de la nueva música y mientras las canciones se gestaban con un disfrute a fuego lento nuevos socios creativos fueron llegando al mundo de Comas, Oti y Toscano. El experimentado Pablo Yuliett Giulietti (Degrade, Killer Burritos, Päl Das Shutter) pronto se sumaría como guitarrista, encontrando en Alucinaria otra oportunidad de demostrar su filosa versatilidad. “Al principio tal vez estaban medio raros los pibes, pero re contentos y con muchas ganas de hacer cosas” cuenta Giulietti rememorando su llegada al grupo. “Era una prueba lo de tocar sin teclados y con un integrante nuevo en la banda; desde el primer ensayo que tuvimos intenté llenar todo lo que pude con la guitarra, cambié algunos arreglos en los temas viejos, traté de tocar partes de los teclados y cosas así. Por suerte nos adaptamos enseguida, era una etapa nueva y eso siempre está bueno” concluye sobre sus primeros días. Eventualmente quien llegaría para tomar posesión de los teclados en los recitales es el veterano Dani Pérez, mente maestra de Sucesores de la Bestia, que con más de veinte años de experiencia en el circuito local se sumaría a la aventura Alucinaria aportando en las teclas y disparando un arsenal de arreglos en midi.
Cuando despierto
“No quiero paz / quiero pelear para no desaparecer” claman las primeras palabras de “Paz (excepto para las almas despeinadas)”, simple editado en febrero de 2015, que maravilló a las expectativas con una contundencia demasiado mágica como para tratarse simplemente de un adelanto. Se trataba de una canción que reverberaba aires de revolución para Alucinaria, el grupo estaba adentrándose en un universo sonoro de infinitas posibilidades y lo mostraba en una pátina de tres de minutos que pronto tocaría la fibra sensible de curiosos y desprevenidos. Una pompa de hammond y la inflexión de un corno francés anunciaban un libertad barroca que desconocía tiempo y espacio. Un umbral se había cruzado y la curiosidad por conocer el cuerpo de la obra era significativa. Mientras tanto “Paz” se viralizaba hasta acumular más de diez mil reproducciones en bandcamp y youtube y su impulso se traduciría en auspiciosas devoluciones, la atención de nuevos oídos y hasta versiones en vivo por parte del consagrado Coki Debernardi. Sin embargo, faltaba para darle play a un álbum completo. “No fue sencillo llegar a terminarlo. Cuando salió nuestro primer disco, a finales del 2012, ya estábamos componiendo éste, estaba naciendo allí mismo” comenta Pablo Comas y mientras disfruta un cortado, se sincera tras su enorme barba, “tardamos casi cuatro años en terminarlo.Tiene que ver con varias decisiones que tomó la banda, producir el disco puertas adentro, ese fue el desafío absoluto. El otro, fue elegir hacer otra cosa. Al primer disco le había ido bien y de alguna manera se esperaba que Alucinaria repitiera el tipo de canciones, la estética. Desde ese momento hubo una ruptura, sabíamos que íbamos a discontinuar ese tipo de material. Creo que esas dos decisiones nos catapultaron a estar tres años trabajando en el disco ”.
2016
Una bruma de teclados preceden a un confesional y decisivo “Bueno, ves / no me duele y a la vez / hoy no siento nada más / todo es nuevo”. La línea inicial de “El control de las estrellas”, canción que abre Días de Fuerza, marca la avanzada de un tour de force que atraviesa la vulnerabilidad, supervivencia, superación y sanación del ego. Días de Fuerza es un diario de guerra interior que estimula al grupo a lanzarse, sin redes aparentes, hacia territorios colmados de nuevos lenguajes y formas. El cantante y compositor afirma que “fueron tres años de aprendizaje. Se abrió una puerta. El disco está unido físicamente con el momento en que lo estábamos haciendo. Hay un vínculo extremo, emocional y físico con la época. Este trabajo no es una cosa teórica que salió de un huevo. Tres años no es nada, el disco va a estar toda la vida. Fue un momento de días de horror, de días de fuerzas. Se disfrutó mucho y se sufrió mucho pero se sufrió, justamente, porque el tiempo mismo del disco era eso y lo respetamos. Había que esperar que se diera solo, que tomara forma en algún momento, que terminara de hacernos sentir que esto era lo que teníamos en el corazón, en el alma. Creo que ahora ya está”. Mientras afuera reinaba el silencio una recomposición extrema se sucedía en el laboratorio sonoro de Alucinaria . Su primer estadio de melodías, arreglos, climas y sintetizadores pasó por una revuelta de libertad descontracturante que dio paso a nuevas formas de pensar espacios, texturas y climas. Wiro, viola, corno francés, cello, trompeta, Hammond, Wurlitzer: una multiplicación de elementos y las infinitas posibilidades que permiten la experimentación y el aprendizaje. “Todo surgió por el embrión de la composición” señala Comas, agregando que “allá cuando empezamos estábamos escuchando como banda un periodo en especial, el pop barroco y el rock psicodélico de los 60, empezando por Smile y Pet Sounds de los Beach Boys. Esos discos se convirtieron en lo único que escuchamos por dos años, por ahí también algunas cosas de Rubber Soul y Abbey Road de los Beatles. Eso ya lo teníamos como hilo conductor del rock. Al momento de componer ya estaba como presupuesto que iba a haber mucha instrumentación, muchos coros, por ejemplo en nuestro primer disco casi no hay coros, salvo en dos temas, acá sólo hay un tema sin coros entre los catorce, y cuando hay, es casi a treinta voces, no son coros sencillos, son coros de armonía. Se trató de buscar esa espectacularidad pensándola como un gesto, algo consciente hasta el punto de saturar con arreglos y sonidos. Obviamente que fueron surgiendo cosas pero desde el vamos sabíamos que íbamos a tener cuerdas, vientos, teclados”.
Oti: Una diferencia del primer disco es que la mayoría de las canciones fueron compuestas desde la guitarra, acá vinieron compuestos por los teclados.
Comas: Acá ocho de las catorce canciones nacen en un teclado o en un piano. Creo que todo eso alimentó el viraje. También desde la parte rítmica, hubo un planteo desde el principio, queríamos sugerir algo distinto, algo nuevo. Toscano fue el baterista y percusionista de todo el disco y desestructuró muchísimo lo que veníamos haciendo.
Toscano: Fue algo muy divertido, casi como un juego. Desde un comienzo la idea era hacer algo distinto tanto desde lo musical como desde el instrumento de cada uno. Las canciones de Pablo tenían muchas partes y espacios, a diferencia del primer disco estas canciones nuevas nos dejaban mucho lugar para trabajar lo instrumental. Hubo un par de discos claves que me influenciaron para armar las bases, casi todos de bandas de mediados de los 60 pero sobre todo la parte más experimental de los Beatles y Pet Sounds de los Beach Boys. Lo que más nos gustó de todo eso fue el rol de la batería y las percusiones casi como instrumentos de decoración, no hay bases firmes y derechas que sostengan la canción, por momentos la batería entra y sale, donde antes había un tambor aparece una pandereta, en vez de platillos bien marcados hay shakers, maracas y cascabeles, quisimos emular eso, buscar otros sonidos pensando la base entre batería y percusión como un solo bloque, por momentos más suave, otros más marcados y al frente pero siempre dejando lugar al resto de los instrumentos del disco e interactuando con la melodía de la canción.
– ¿Cómo fue el entendimiento de ustedes tres en el origen del disco? ¿Cómo desarrollan el bosquejo que trae Pablo?
Toscano: Somos los que venimos tocando más tiempo juntos, tenemos muchas discusiones musicales todo el tiempo pero también compartimos muchas cosas que nos gustan a todos y a la hora de ponernos a trabajar en la sala se da todo muy rápido, para los dos discos pasó lo mismo, hubo canciones que fueron arregladas y terminadas en un solo ensayo. Es algo que se da naturalmente, cada uno ya sabe el espacio que ocupa en la banda y la verdad interactuamos muy bien entre nosotros, con Yuliett paso lo mismo y Dani también se incorporó muy rápido.
Oti: Entendemos lo que quiere Comas cuando presenta las canciones. Hace tanto que tocó con él que ya entiendo por dónde quiere ir, por dónde va a ir apuntando la canción, entonces ya la entiendo y va saliendo sola. En este último disco Pablo aportó mucho más con lo que son las líneas de bajo que en el disco anterior. El anterior fue todo, prácticamente, hecho por mi. En esta ocasión estuvimos juntándonos los dos, viendo qué se podía agregar o quitar. Con Toscano hicimos sesiones de batería y bajo como dos semanas enteras. Estuvimos trabajando concentrados en su casa de zona sur. Bien intenso.
Toscano: Con Fede también nos entendemos mucho, en este caso, al haber tantas partes distintas trabajamos de forma fragmentada cada tema, primero ensayamos con los demos que teníamos hechos de fondo y después la parte más difícil fue tocar sobre las pistas del metrónomo ya que había varios temas donde el tempo cambiaba abruptamente de un compás a otro. Creo que llegamos bastante bien al estudio. Para lo único que no nos preparamos fue para grabar con 45º de térmica ya que fue en enero y no andaba el aire en el room de grabación, igual la pasamos muy bien.
– Llevar adelante la producción por sí mismos puede, a veces, dilatar las cosas con un efecto cuelgue, ¿tuvieron que disciplinarse con sus tiempos?
Toscano: El primer disco también llevó un tiempo. Ahora fueron varias etapas, por ejemplo, la base fue lo primero que hicimos con Oti. El disco después se fue reformulando en el camino pero siempre hubo absoluta confianza en la producción de Pablo hasta que en un momento ya lo tuvimos que apurar, apagarle la computadora (risas)
Oti: Se volvió un obsesivo completo del audio. Pasabamos horas hablando del audio.
– La experiencia en el estudio va desde el aprendizaje a la excitación aunque también puede llegar a ser extenuante ¿Cómo fue ese proceso en el laboratorio?
Toscano: Estar en el estudio es algo que nos gusta mucho, para este disco la base bajo y batería la grabamos en El Attic, un estudio en Buenos Aires que estaba en una casa quinta enorme. Nos quedamos todos un fin de semana ahí, fue una experiencia buenísima, si fuese por nosotros lo ideal sería internarse un mes en un estudio y vivir ahí, tocando y grabando todos los días. Después el tema de la mezcla ya es otra cosa, ahí no sé si a todos nos gusta esa parte, en este disco fue lo más tedioso.
Giulietti: Las guitarras se grabaron en dos días, traté de aportar todo lo que fui aprendiendo en estos años en los cuales grabé discos y conocí mejor cómo funciona el estudio. Más que nada en cuanto a audios, elegir qué tipo de guitarra usar, ecualizar pedales y ver qué efecto funcionaba mejor en alguna parte de la canción. Si bien Pablo ya tenía muy pensado y decidido qué clase de arreglos y cómo quería que se escuchen sus guitarras, traté de aconsejarlo y bajar un poco a tierra eso que a él le sonaba en la cabeza y por ahí no se daba cuenta cómo debía sonar o cosas así. Traté de aportar todo lo que pude en cuanto a audios y arreglos; por ejemplo “El control y las estrellas” y “Espejo de mi” estaban vacías en cuanto a guitarras, había solo teclado, bajo y batería. Me encantó tener la libertad de tocar lo que quisiera.
Comas: Yo disfruto mucho tanto del estudio como del vivo. El estudio es el lugar donde más siento un proceso de creatividad real. Hay un goce, una cuestión genital, me excita. El estudio me produce ansiedad pre producir canciones, ver a los chicos ensayar, ver cómo van mutando, probar micrófonos, todo eso me entusiasma mucho. Allí creo que está el legado fuerte que puede llegar a dejar esta banda. El vivo es disfrute puro pero sin tanta racionalidad o consciencia sobre el hecho. Nosotros realmente actuamos, interpretamos el disco. No importan otras cosas, es lo que se siente ahí.
Demasiado
Las catorce canciones que integran este nuevo trabajo de Alucinaria presentan una excursión al ego; una viaje hacia un terreno donde las minas yacen silentes pero están consagradas a su finalidad. Cualquiera que decida avanzar debe tener la certeza, desde el primer paso, que no será un camino impoluto. Una crisálida de protección que se abre para buscar un camino, una ruta permeable a los colores de la vida. Días de fuerza para las mil cimas por andar y para el fuego que impulsa a vencerlas. Este es un camino sinuoso con el eventual encuentro de peregrinos que inyectan imprevisibles matices. “Mancha” es un carnival que se anuncia a la distancia, seductor e irresistible; un delírium trémens orquestal; una conspiración de voces, las mismas que susurraban en los oídos de esos audaces peatones de las fauces penumbrosas, Wilson, Syd Barrett y el Miguel Abuelo lisérgico. Con una canción como “Si el cuerpo sano quieres, tomar té feo debés”, Comas, recibe créditos como un febril padawan del Maestro Yoda: preludia tímido al principio, “mi comedia es fatal /mi pasión no deja huella ¡jamás!” y más tarde será un guerrero que grita romántico a los cuatro vientos una declaración de principios digna de Moura, “con el mundo hay que hacer remolinos y poemas / o ver que el cielo se tiñe / de ayer”; los sentidos, la carne y el alma formando un pararrayos conversor de cicatrices que dispara endorfinas para jugar con lo impredecible de los días. Aquí el caminante logra percibir y hasta acariciar la certeza de que hay algo más en el horizonte, es posible algo diferente; no es algo que se ve, difícil definirlo como algo tangible; es instinto, es caminar con confianza a ojos cerrados siguiendo la música, es Comas que induce a una cartografía de los sentidos con sus canciones. “Componer es parte de una dinámica orgánica. Yo no espero que haya un tema para componer, me siento y compongo” explica con calidez el barbado cancionero y rápidamente detalla, “cuando estábamos componiendo para Días de Fuerza estaba en el horizonte el disco mismo, había un grupo impresionante de canciones que se fue seleccionando y había algo ya en el ánima del disco que conducía a la temática más existencialista, si se quiere. Teniendo en cuenta también la transferencia que hubo con Brian Wilson, con los Beach Boys, eso no queda aparte, es tan fuerte el punto de contacto ahí que es usual extraer algo de la temática que él utiliza. Después sí hay situaciones personales que le ponen la palabra particular a la cuestión. El concepto final lo terminó tomando mucho tiempo después. Originalmente era un álbum donde el tema de la pérdida estaba satelitando todos las canciones, lo que descubrimos sobre el final es que en realidad, no es tanto sobre la pérdida, hay una cuestión del impacto que esos temas como la pérdida te implican a vos y dónde está tu ego no pudiendo soportar algo que es parte de la vida. El afán de controlar, el afán de no controlar la pérdida y de tapar donde hay agujeros, rellenar. El disco mismo se vio imbuido dentro de esa situación, eso no se eligió, hubiésemos preferido que no sea así, se extendió, se complicó, yo me obsesioné mucho, se nos iba de las manos hasta que me di cuenta que lo bueno era no negarlo, acá hay algo, vamos adelante con eso. Evidentemente el disco habla de eso, y yo haciendo el disco, hablo de mi mismo, al final uno habla de todos los casos que están alrededor de uno y uno los ve. De hecho, con Oti hemos tenido muchas charlas de cómo la temática nos implica en nuestras vidas personales de distintas maneras.
Oti: Cuando Pablo empezó a hacer el disco, los dos estábamos en un momento personal que nos involucraba aún más y nos representaba. Las canciones, las letras, lo armónico. Íbamos a ensayar y nos volcabamos en eso.
– Deseo, control, ambición, liberación: el derrotero de un antihéroe que busca redención a través de la libertad. ¿Este camino se trazó en las letras desde el principio o fue algo que descubrieron a posteriori?
Comas: Me acuerdo de estar tratando de terminar “Paz” con los chicos, la canción tenía que salir en determinado momento y estaba entre la letra, la mezcla, toda una cosa medio caótica, era imposible no verlo a eso. Uno se da cuenta que el disco no se empieza trazar porque me pasó tal cosa, el disco se empieza a trazar porque yo no quiero encaminarlo, no queremos soltarlo porque evidentemente hay algo ahí, un ciclo que es horrible pero no lo querés cerrar porque te une a todo un estado previo. Paradójicamente hay un momento inicial donde se compuso el disco que es un momento super feliz y optimista. Creo que eso también se recoge mucho en el disco, mucho color, mucha espiritualidad linda, fresca, liviana pero en un momento empezó todo a tomar otro color. A la larga me pareció que era algo terapéutico tanto en lo personal como en lo artístico. Un disco que hable un poco de lo que nos pasa a todos y que no creo que se haya tocado demasiado. Sí lo han tocado al tema en la Argentina algunos grandes, yo diría que Charly García es el gran escritor sobre el tema. Me parecía que era como una lectura contemporánea y actual de la situación. Especialmente relacionado con la cuestión del exceso, de la cantidad de información en la que estamos, como un hipertexto permanente todo, y donde nosotros estábamos buscando también excederlo al disco, que no quede un silencio…
Oti: …ni una semicorchea libre.
Comas: Que no quede nada libre. Por momentos me produce ahogo el disco. Parece alguien tratando de demostrar algo. Y nos reconciliamos con eso.
– La idea de la comodidad, abrirse a cierta vulnerabilidad, hay allí algo de enfrentarse con las propias limitaciones de uno así como también ustedes tuvieron que luchar con unas cuantas limitaciones al encarar semejante empresa musical
Comas: Para la banda fue autosuperación total. Nosotros venimos de ser una banda de garage y punto. Fue toda una cuestión proponer estos temas, con esas estructuras, con esos instrumentos. También fue todo una cuestión, a diferencia del primer disco, meternos en un tema en el que estábamos implicados. Ya no es una narrativa de otra cosa, no es un esmero literario, estábamos hablando de nosotros. Hay cosas que se salieron de la terapia, palabras que están metidas. Quizás por eso tenga la llegada emocional que no tuvieron las canciones del primer disco, desde ese primer trabajo nos llegan impresiones más esteticistas, tal cosa del audio, tal frase. Hay otra llegada con estas canciones ya que evidentemente se está hablando de algo que ya no es meramente literario, es otra cosa.
– ¿Cómo se llega al punto específico de vulnerabilidad?
Comas: Empezamos a ver que hay una cosa generacional. Entendimos algunas cuestiones sobre limitaciones nuestras: donde por ahí la abundancia se convierte en un obstáculo, donde por ahí, lo que te da fuerza te debilita. Ahí empezó a surgir el título, ese juego de palabras. Lo que te sobre acompaña, lo que te sobre sostiene, es un exceso de comodidad, se convierte en un peligro, te fragiliza mucho. Ante situaciones de pérdida como las que se vivieron, que no fueron nada del otro mundo, situaciones comunes, la pérdida de algún pariente, etcétera, de repente había un no saber qué hacer. Nosotros nos criamos con el discurso de nuestros viejos que era como mucho más cruenta la realidad, mucho más jodida. Nosotros no sabíamos cómo hacer, estábamos desesperados y ahí empezó ese jueguito, de cómo hay algo en esa narración mental consciente que te sobreprotege todo el tiempo y que te impide llegar a tu deseo ante las cosas y a reconciliarte con tu fuerza. Por eso al título nosotros lo vemos como paradójico, es un disco sobre un antihéroe que al mismo tiempo expresa un deseo a través del título a través de la consigna. Eso vale para cualquier cosa. Es todo muy Paulo Coelho en definitiva (risas) ya hay memes sobre esto “salí de tus lugares de comodidad”, bla, bla, bla. Pero bueno, esto es un disco, tiene todos los colores, está enfocado desde distintos ángulos, todas las letras hablan de eso.
– ¿Les da curiosidad saber qué generan las letras? El disco es una criatura que parece susurrar algo diferente en cada escucha. Siempre pienso que para cualquier creador hay algo que hasta roza lo perverso por ver qué genera en quien lee o escucha.
Oti: Pasó mucho con “Paz”, fue la canción que más repercusión tuvo. Nos venían a hablar desde un lugar muy personal, se sentían muy representados. Fue muy linda la respuesta de la gente.
Comas: Hasta lecturas políticas recibimos de “Paz”. Hay una multidimensión de lecturas que nos encanta. Sabemos que los temas dan para eso. También sabemos que están hechos a propósito de esa manera, estamos hablando de varias cosas al mismo tiempo. La intención es esa, que sea un disparador permanente. En algún punto hay en el autor una impunidad que es la de no tener que hacerse demasiado cargo. Uno a través de una canción puede sostener tantas cosas. Aparte la poesía y sus metáforas, tiene la posibilidad de que uno afirme cualquier cosa que por ahí, situado históricamente en el momento de hacer públicas algunas cuestiones, es otro tema. No hay nada más interesante que cuando se está satisfecho con lo que se escribió, dejarlo libre. Esa es la contraparte del control, lo controlás y lo controlás hasta que de repente ya está, ahora la está escuchando todo el mundo y cada uno hace lecturas. Hay gente que lo escucha y piensa que son canciones de amor, por ejemplo. Gente que en todas las canciones encuentra referencia a un otro que está interpelado desde ese lugar. Hay muchas lecturas. Me encanta eso. Nosotros somos grandes lectores de discos, grandes porque lo estamos haciendo todo el tiempo. Leímos discos, tuvimos que tener transferencia para hacer este disco. No lo digo en términos de un arqueólogo que va a un museo e investiga, lo escuchamos con libertad y mucha falta de respeto, lo que agradecerían quienes los hicieron. A propósito de “La canción del mirlo cantante” una vez me mandaron un dibujo donde hay un pájaro cortándole la cabeza a otro (risas). Me pasé un rato largo para encontrarle esa vuelta, me interesó el juego mismo. Tremendo, sanguinario, estuvo buenísimo.
TXT – Lucas Canalda
PH – Renzo Leonard