En medio de una nueva gira nacional Claudio Gabis conversa sobre sus cinco décadas de vida musical
Gabis llega munido de su guitarra enfundada y una pequeña valija con cables. Porta un ánimo inmejorable y mientras se prepara para un rato de prensa no descuida ningún detalle: se asegura que su compañero de ruta, Frans Banfield esté cómodo y pueda disfrutar de algún refrigerio antes de la hora señalada, acto seguido, el guitarrista y pedagogo pregunta si ya llegaron los talentos locales que lo acompañaran a la noche. Lucas Russo (teclados), Pachi Castaño (bajo) y Pupe Barberis (batería) todavía no están en el edificio así que pide, por favor, que le avisen cuando lleguen, que quiere saludarlos y recibirlos. Por último, Gabis está supervisando los pasajes para Corral de Bustos, Córdoba, la próxima parada de su gira.
Pionero del rock argentino y del blues en castellano. Pedagogo. Compositor. Docente. Eterno estudiante de las formas de su arte. Conductor de radio y podcaster. Viajero. Emprendedor autogestivo. A los sesenta y ocho Gabis disfruta de la vida en plena forma. Cada nuevo paso parece darlo con alegría, goce y entrega. Amable y gracioso, dispensa ocurrencias y respuestas creativas con miradas cómplices para sintonizar la misma frecuencia que sus interlocutores. Es un hombre con don de gentes, no hay dudas. Directo de una siesta reparadora para su garganta, Gabis se dispone a charlar y cuenta que “tuve que darle a los antibióticos porque estoy con la peste” mientras señala su garganta. La conversación tiene lugar en la Sala de las Miradas donde está emplazada la muestra “Días de Wincofón”, que alberga fotos, afiches, volantes, discos y publicaciones de más de tres décadas de rock en la ciudad de Rosario. Rodeado de revistas Algún Día, Pelo y Expreso Imaginario, y parafernalia de alta fidelidad, el guitarrista sonríe y presta particular atención a los tocadiscos, algunos muy parecidos a los que solía tener en su juventud. Cuando se sienta en el bar Gabis bromea “yo quiero tres whiskies en tres vasos diferentes” para finalmente pedir un “cortado en jarrita con leche fría”. En su abrigo luce una brújula-prendedor. “Es para no perder el sur”, bromea. “Me la regaló mi hijo, la llevo como compañera de viaje y amuleto” explica el hombre mientras espera el café.
Rutas argentinas
Gabis está de regreso y en sus propias palabras “tampoco es que uno se va”. Eso se aplica a la Argentina, a los escenarios, y también a Rosario, una parada constante ya desde la época de Manal. Hace poco más de un lustro que Gabis encontró buenas razones para visitar la ciudad y a pesar que a veces la logística se complicaba imposibilitando llegar, cada veinte meses se puede contar con su presencia. Sus visitas, siempre relacionadas al mundo de la música, fortalecen el vínculo creado por discos, conciertos y clínicas. Ahora el guitarrista se encuentra en medio de una extensa gira que comenzó en mayo y que por dos meses lo tendrá recorriendo la patagonia, el litoral y el centro del país. Ayer jueves brindó un seminario y hoy sube al escenario para entregarse a sus canciones.
En los últimos diez años Gabis viajó por la vastedad del territorio nacional, tocando en las capitales provinciales así como también en ciudades grandes y pueblos. Activando la Red Argentina del Blues, este viajero de corazón y huesos, se convirtió en uno de los músicos de rock más privilegiados, recorriendo casi la totalidad del país, una empresa difícil de lograr aún para los artistas más exitosos. De hacer un chequeo en el kilometraje del guitarrista el resultado seguramente lo ubica en el podio de los más viajados. “Bueno, uno de los tipos que más ha viajado en el rock, en el rock y aledaños” señala Gabis rodeando con sus manos el cortado espumoso. Mientras le agrega azúcar al café explica que “en otros tiempos, y en otros géneros, se recorrían hasta el último pueblo más insignificante del territorio, de eso hace muchos años. Lo que es cierto es que dentro de la tradición de nuestro movimiento, no se hacían cosas así. Ayer me decían “Claro, vos en éstas giras debés extrañar las giras que hacían con Manal” y pensaba que “¿Qué gira con Manal?” ¡No existían! Me acuerdo que venir a tocar a Rosario era una proeza, una hazaña, era como un show internacional, un show en otro país. A Rosario veníamos a tocar a El Túnel. Córdoba era más inaccesible todavía. Después estaba la costa argentina, que era una extensión, durante el verano, de lo que se hacía en Buenos Aires”. El nativo de Villa Crespo agrega que “Yo me estoy dando el gusto, sí. No es fácil, es cansador, la imagen esa del bus con Sexo, Drogas y Rock & roll es de las pelis y pronto va a ser de los dibujos animados. Es cansador porque la profesión no está en un momento en que sea jerarquizada, con lo cual el tratamiento que reciben los músicos no es un tratamiento, digamos, de nivel. Se piensa que el músico puede dormir en cualquier lado”.
– O que puede comer cualquier cosa
No, cualquier cosa no. Está lo que yo llamo Alimento Balanceado para Músicos que es pizza y empanadas. Los sanguchitos de miga ya son un lujo. Pero estoy recorriendo el país, estoy tocando con gente de todas partes, eso es fantástico. Estoy conociendo público de todas partes, me estoy encontrando con una respuesta, no solamente a mi persona sino a lo que yo represento, que es muy potente, mucho más de lo que uno se puede imaginar desde Buenos Aires o desde el exterior, donde vivo yo. Recorro la geografía que es maravillosa, la verdad que estoy aprendiendo muchísimo sobre este país.
– Vos tenés una agenda bien cargada y entre tus contemporáneos son muy pocos los que tienen tanta actividad.
Sinceramente no sé sobre las agendas de los demás. Sé que yo he trabajado mucho para conseguirlo. Tengo testigos (risas) entre otros mi mujer, la familia. He trabajado mucho. Este tipo de giras las coordino yo con la colaboración de mucha gente: con la ayuda de Franz, de productores regionales, de otros músicos que tocan conmigo. No es que yo organizo ciento por ciento pero la coordinación final es mía. Me lleva tres o cuatro meses la preparación de una gira, son meses de muchas idas y vueltas, de mucho teléfono, mucho skype, mucho WhatsApp, cosas que se caen. Lo que sucede, por otro lado, es que a mi me gusta viajar. Hace poco charlaba con un amigo, con un guitarrista de blues muy famoso y me decía que no le gusta viajar. Entonces ¿Cómo hace para bancarse la ruta? Yo me banqué el lunes la vuelta de Rafaela a Buenos Aires, nueve horas de ómnibus. O el periplo patagónico, que es un raid, todas las fechas son con distancias de 500 kilómetros. Creo que yo aporto un elemento más que es la buena onda. Yo intento que el trato con toda la gente con la cual voy estableciendo contactos y estableciendo fechas tenga buena onda conmigo y yo con ellos. Si no la gente se enoja y tiene razón. Hay veces que hay gente que arriesga mucho dinero y mucho tiempo para que uno vaya. Yo no pertenezco al circuito del show business, yo pertenezco al circuito que está más cerca de lo cultural y del atrevimiento que del show business. Entonces la gente que apuesta por lo que yo hago, por nosotros, es gente a la cual siempre hay que demostrarle agradecimiento.
Instalado en la capital española desde finales de la década del 80, Gabis destaca lo sorprendido que está por encontrar tantos jóvenes en sus últimas visitas al país. “Muchos chicos en los recitales” comenta sonriendo y agrega que “es algo que siempre se lo menciono a los periodistas porque me alegra”. El eterno hombre de barba -ahora de una blancura intensa- quiere conversar sobre eso, le interesa escuchar la palabra de los demás sobre ese pequeño fenómeno que observa en sus conciertos. Será por la constancia con la que Gabis sale de gira, siempre en ámbitos de intimidad, lo que crea una cercanía entre el público y el maestro blusero. También, tal vez, se deba al sencillo acceso que el presente propone para con el catálogo de Manal, La Pesada y de sus discos solistas luego de años de material inhallable. En los últimos siete años un aluvión de reediciones en formato CD y vinilo, más la disponibilidad digital de los discos de los pioneros del rock argentino, pusieron en contacto a nuevas generaciones con la música de artistas fundamentales del movimiento. Luego de extensos períodos de fidelidad malograda por CDs mal remasterizados -cortesía de compañías apáticas- o MP3s ripeados en pésima calidad, la experiencia sonora volvió a tener entidad y llegó en el momento justo en que cientos de jóvenes sentían curiosidad por esos tiempos fundacionales y asimismo buscaban data sobre proceso creativos y formas diferentes de abordar la creación de un disco.
A las reediciones de discos se le suman las decenas de libros que periodistas, académicos y músicos publicaron analizando catálogos, discos, producciones y entramados del rock argentino. Junto al merecido respeto que se vuelca sobre Manal, Los Gatos, Almendra, Lito Nebbia, Luis Alberto Spinetta, Moris, también se debe enfocar la atención en La Pesada y en las diversas facetas de eso que fue un proto colectivo experimental que por un periodo determinado llevó adelante un ímpetu creativo y vanguardista que pocas veces fue repetido en el rock argentino. La Pesada era un colectivo de hermandad liderado por el inefable Billy Bond y con la presentes guías Pedro Pujó y Jorge Álvarez, quienes tuvieron la inteligencia y sensibilidad necesarias para dejarlos fluir con libertad. Por el grupo pasaron muchos de enormes talentos del rock argentino, Kubero Díaz, Pappo, Spinetta, Pajarito Zaguri, Pomo, Isa Portugheis, Black Amaya, Charly García, David Lebón, Rinaldo Rafanelli y muchos músicos. Javier Martínez, Alejandro Medina y Gabis, Manal, también fueron parte, por supuesto. La Pesada podía ser una revuelta de free rock expansivo o la perfecta banda de estudio que, a lo wrecking crew, le diera forma a los hits inmortales del cancionero popular.
Con sus conformaciones fluctuantes La Pesada se entrega a la exploración del territorio sonoro dentro del rock argentino cuando casi todo estaba por descubrirse y había una historia que escribir. Gabis sonríe mientras escucha hablar su otra banda, moviendo sus dedos alrededor de la taza con ganas de responder sobre ese periodo de exuberante creatividad que paradójicamente ya iba tiñendo sus horizontes de negro. “Después de los tiempos de La Pesada todo se volvió mecánico en los estudios de grabación” aclara Gabis que bien atento al desarrollo, inmediatamente se adentra en aquellos días: “Lo que sucedía era que estábamos obligados a la autoproducción porque no existía en la industria, como se llama ahora, productores de una música como la que hacíamos nosotros en la argentina.Sí existía en los Estados Unidos, sí en el ámbito anglosajón pero aquí no. Tampoco, ni siquiera en una discográfica revolucionaria y vanguardista como fue Mandioca, ni Jorge Álvarez ni Pedro Pujó ni nadie que estuviera ahí, tenía capacidad como para ponerse a producir. Billy Bond ya venía produciendo y había sido un tipo con ese rol. Durante la época de Manal, el grupo era tan excluyente, de un carácter explosivo dentro de sí mismo, que nos producíamos nosotros bancándonos nuestros enfrentamientos, conflictos, o no eran conflictos, eran divergencias, digamos, hasta que lográbamos consensuar opinión. Tres tipos produciendo, tres mezclando, un quilombo negro pero es que no había nadie que lo hiciera. La Pesada se formó basada en ser acompañamiento de un tipo que era productor, era también un performer, pero era productor. Billy, en ese momento, era el único tipo capacitado que conocía el mundo de las máquinas y la psicología de los músicos y sabía cómo combinar todo eso para que fuera creativo. Además de eso, tanto en Mandioca como en los sellos con los que trabajé con La Pesada, que eran todos, Talent que era de Microfón, donde estaba Jorge Alvarez, Music Hall, RCA, Odeón EMI, cada uno de nosotros tenía contrato con esos sellos pero La Pesada con ninguno. Billy Bond tenía contrato con Music Hall, Alejandro Medina con Music Hall, yo con Microfón, otros con EMI, y de esa manera todos aparecen como “Fulanito & La Pesada” El criterio de grabación era muy libre, muy espontáneo. Creo que los puntos más altos de ese concepto, de ese modelo de grabación como decías vos, son mi primer disco con La Pesada, que es un disco muy curioso, lo es para mi, un disco ciento por ciento psicodélico y de plena libertad. Casi todos los temas de una primera toma. Yo mostraba un tema, nos poníamos a tocarlo, hacíamos la prueba y cuando terminaba la prueba resulta que ya lo había grabado. “No, hay que grabarlo de vuelta porque me equivoqué acá y allá” decíamos nosotros y Billy nos respondía “Es lo que hay ¿Te equivocaste? Es lo que hay” Así uno se encuentra con un montón de momentos que bueno… la psicodelia (risas).
– La psicodelia los apañaba, estaban bajo su paraguas en esos momentos.
Claro. Yo creo que, dentro de lo que es el panorama cronológico del rock en la Argentina, lo que se hizo con La Pesada, además del trabajo que no fue tan libre, trabajos como Vida (Sui Generis, 1972), Cristo Rock (Raúl Porchetto, 1972), etc etc, son uno de los puntos más altos de la etapa artística cultural y creativa de la vida del rock en la argentina.
– ¿Pensaste alguna vez cómo hubiese sido tu vida si te quedabas en Argentina? ¿Hubo alguna vez sensación de arrepentimiento?
No, no porque cuando me fui, me fui a Brasil y era un momento en que uno quería irse porque se estaba poniendo todo muy denso, muy denso. 1972 y 1973 todavía no eran el 76 pero ya había una represión y una persecución total de las ideas. Además era un momento en el cual nosotros, la verdad, pensábamos que se iba a terminar el rock en la argentina. Siempre lo repito en los shows y en todas partes: a la clase media no le gustábamos, a la clase alta no le gustábamos, a la clase baja no le gustábamos, a los militares no le gustábamos, a los civiles no le gustábamos, a la policía no le gustábamos, a los chorros no le gustábamos. A nadie le gustábamos. A la izquierda no, a la derecha tampoco y al centro tampoco. Éramos considerados una lacra social despreciada por todos y los esfuerzos que se hacían a nivel oficial, en todos los aspectos, eran para liquidarnos. La Pesada aguanta hasta que no pudimos más y nos vamos. Cuando me fui, me fui sin mirar atrás, por lo menos sin arrepentirme de haberme ido. Me fui a Brasil, todavía libre de inseguridad y muchos otros males que llegaron después. Después, no arrepentido pero sí deseoso de participar en la democracia, volví en el 85, me volvió a no ir bien y entonces ya me fui definitivamente a España. Digo definitivamente pero es sólo una forma de decir. Como primera medida cuando uno se va, al menos en la forma en que me fui yo, uno tiene que ir y cerrar la puerta de la nostalgia y la melancolía y ponerse a trabajar, adaptarse a otra forma de vida siendo que además, es bastante sencillo porque parece ser un lugar donde se vive bien. Después el poder haber recuperado, en los últimos años, mi relación artística y vivencial con la Argentina ya me colocó en una situación en la que no hay arrepentimiento, lo que hay es agradecimiento por haberme ido a un país que me recibió bien y adonde estoy bien, y agradecimiento al país del cual provengo, donde puedo volver y tocar y donde me está yendo bien. Es muy gratificante lo que me está pasando ahora.
Mientras la conversación se desarrolla muchos visitantes de la muestra lo reconocen y varios se acercan a saludarlo con respeto y efusividad. Gabis es pura simpatía y para todos tiene un apretón de manos y alguna ocurrencia. Al retomar la entrevista, lo hace sin dispersión alguna, volviendo sobre las mismas palabras en las que se detuvo. Ante las preguntas sobre los frustrados intentos de un regreso de Manal junto a sus compañeros Martínez y Medina, Gabis abre sus manos y brazos como un mago que demuestra que no oculta nada. Es un gesto de sinceridad que acompaña con una descripción acerca de lo ocurrido: Qué pasó no te lo podría decir porque fue una decisión de la productora. Fue una decisión debida a cuestiones formales, organizativas, económicas y anímicas, con lo cual cubro el espectro entero. Lo de formal es porque probablemente el momento no era el apropiado; lo organizativa es porque implicaba una organización muy grande y no había tiempo suficiente; de lo anímica porque no sé si había ganas y en eso involucro a la productora y a los tres Manales; lo de económica porque probablemente no estaban dadas las condiciones económicas como sí estuvieron en la reunión que hicimos en Red House, previamente, como para que hubiese un factor lubricante económico que limara un poco esa resistencia que tenemos los tres a juntarnos. Desde el día que me dijeron “Lo hacemos” hasta el momento en que avisaron que lo cancelaron pasaron tres o cuatro días en los cuales yo dispuse una cantidad de medidas tales como comprar los pasajes para mi mujer, mi nieto, el mío, cantidad de cosas que después lo reconvertí (risas). Yo reconozco que si bien es una pena que Manal no se junte, al mismo tiempo, desde mi punto de vista, me parece mejor que si no están dadas todas las condiciones, sobre todo las condiciones humanas y anímicas, para hacerlo, no se haga. Eso lo pude comprobar mediante una serie de declaraciones de Javier, algunas de Alejandro y mis propias declaraciones, si es por la guita es mejor que no lo hagamos.
Acerca de la experiencia de 2014 en la que Manal se presentó por una noche en el club de blues Red House y marcó el reencuentro del trío luego de más de treinta años Gabis apunta que “No fue un regreso, fue un sólo encuentro. Algo muy bien imaginado por la gente de la productora La Roca (Industrial), esa productora que de alguna manera dirige Corcho Rodríguez que es un amante de toda nuestra música. Desde la productora llegó una propuesta de hacer un concierto privado en la inauguración de las nuevas instalaciones de su productora en el barrio de Florida y logró lo imposible: que todos nosotros dijéramos que sí.Todos pusimos una condición y fue de que no se planteara ningún tipo de continuación, que sólo fuera un reencuentro entre nosotros. Fue un reencuentro muy gratificante, el cierre de una etapa de alejamiento entre nosotros tres. Fue algo amistoso, que abrió la posibilidad de que nos podamos ver con cariño y con amistad para tomarnos un café. Esa fue la condición fundamental, que fuera sencillamente un concierto puntual. Fue un concierto fantástico, sonó como si no hubieran pasado treinta y tres años de la última vez que tocamos juntos. Ensayamos unos días previamente, por supuesto. Me puso contento haberme reencontrado con Javier y con Alejandro. La música surgió con magia y sonó potente. Luego cada uno siguió el curso de su carrera, algo que planteamos nosotros como condición”.
– ¿Los resquemores que hay entre ustedes alimentan el motor de Manal?
Cuando aparece la música desaparece todo lo demás. Cuando se cuenta cuatro y se empieza a tocar se supera el individualismo, se superan las diferencias y se produce el milagro ese que fue el de siempre, el de tres personas que tienen mucho en común, tienen una historia importantísima. Al instante que todo empieza a sonar se produce una sensación que yo no puedo describir realmente, una sensación única de estar en resonancia con otros dos tipos y ahí empieza a hablar la música y todo se va al carajo.
– ¿Eran conscientes, en su momento, que estaban haciendo algo verdaderamente diferente e histórico?
Nosotros queríamos hacer cosas que tuvieron valor. Algo que pueda superar la barrera más dura que existe en las carreras artísticas que es el tiempo. El tiempo mata cualquier cosa. Si no vale lo que hacés, el tiempo, rápidamente, te borra del mapa. Son casi cincuenta años. Para nosotros, una de las grandes satisfacciones, es saber que lo que hicimos en su momento perdura y hay chicos de la nuevas generaciones que valoran lo que hicimos y se inspiran en eso. Por eso fue muy importante el hecho de habernos encontrado y de poder recuperar una situación ética entre nosotros, algo que estaba un poquito tocado porque Manal fue un grupo con una ideología y una estética muy noble, muy sincera, muy honesta. No correspondía que estuviéramos alejados. Ese reencuentro abrió la posibilidad a que se recupere nuestra relación humana y podamos dar una imagen digna a la gente; la imagen de tres personas que pueden tener sus diferencias pero se respetan y se quieren.
– Vos siempre hablas de “movimiento” o de “nuestro movimiento”, muy pocas veces hacés mención del “rock argentino” o “rock nacional”.
Claro, yo creo no es correcto hablar de movimiento de rock argentino porque ya es un movimiento que tiene tanta diversidad, tanta. Verdaderamente es un movimiento con características muy marcadas y propias. El hecho de que se haya difundido por todas las provincias del interior hace que se hayan incorporado un montón de elementos que en Buenos Aires no. En Buenos Aires podemos decir que Manal era tanguero y acertamos.
– ¿Qué diferencias encontrás entre el presente y la época en que se dio ese movimiento pionero?
Yo provengo de una época en que la cultura estaba de moda. Estuvo de moda, digamos. Eso es muy importante para entender porqué determinadas cosas sucedieron en esa época. En todo el mundo era, además. Esa es la explicación de porqué una figura como Luis Alberto Spinetta pudo llegar a ser popular y convertirse en un personaje legendario tan propio y tan importante como el Martín Fierro o como Carlos Gardel. Fue un periodo, que no llegó a una década, donde la cultura, la vanguardia, lo joven, lo sofisticado y aún lo de calidad se pusieron de moda, la gente quería eso y el mercado vende lo que le piden. Eso fue lo que pasó con las discográficas: el mercado dijo “qué raro, mirá lo que están comprando” y lo tuvieron que vender hasta que lo fagocitaron y volvió todo a la normalidad; eso que en su época los griegos llamaban Etapa de Corinto que era una etapa en que la cerámica de Corinto, que según parece era la peor de todas, se vendía en todo el mediterráneo porque era la más barata. La clave, entonces y ahora, es la cultura y la educación.
– En ese mismo periodo la cultura le abrió las puertas a muchas personas que venían de sectores más relegados o con historias más jodidas como Miguel Abuelo o Tanguito.
Más Miguel que Tanguito, te diría. Miguel fue un tipo que realmente adquirió una cultura en la calle pero muy importante, muy interesante, cosa que Tanguito no. Miguel era un tipo muy talentoso. Cuando Miguel, en su momento, volvió en los 80 con los Abuelos de La Nada supo reconvertir su origen de orfanato o reformatorio, admitió su éxito y cambió totalmente. Un tipo que antes era un chico malo, un naranja mecánica a full. La categoría de Miguel era completamente diferente a la de Tanguito. Lo que tenía Tanguito era la cualidad del salvaje de Rousseau, esa cualidad de poseer cierto encanto y sabiduría, que le hicieran preguntas los intelectuales y que supiera acertar con las respuestas y sorprenderlos. Pero Tanguito era mucho más débil que Miguel, en definitiva, terminó mucho más interesado en una bohemia destructiva que en su arte, cosa que no pasó con Miguel.