Extreme Witchcraft es el nuevo disco de EELS, el proyecto liderado por el cantautor y multiinstrumentista Mark Oliver Everett desde la década del 90.
En una entrevista exclusiva desde EEUU, se adentra en sus procesos creativos, el reencuentro con el productor John Parish, su vida durante la pandemia y los logros alcanzados con oficio discreto pero constante.
Corren los últimos días de 2021 y Mark Oliver Everett está de buen humor. Por momentos, podría afirmarse que se pasea por varios tópicos de manera apasionada. Sin embargo, todo es relativo. Algunos puntos le interesan más que otros y lo deja saber. Entre nueva música, una inminente gira internacional, la pandemia interminable, la paternidad, John Parish y la industria musical, el polifacético ser que encarna a EELS escarba buscando el equilibrio ideal para sobrevivir a una jornada de prensa.
Extreme Witchcraft, su nuevo álbum, lo entusiasma porque ratifica que su oficio de músico sigue adelante mientras todo alrededor se siente como un centrifugado impredecible. Entre tanto, lo que más lo entusiasma ahora es su impensado rol como buceador de profundidad: hace apenas 24 horas que el videoclip de «The Magic» acaba de estrenarse en YouTube y Everett está feliz de verse investigando el universo oceanico, rodeado de animales animados. El público lo está recibiendo bien. Le gusta que lo sigan en sus juegos.
A través de toda la conversación Everett abraza el presente. Se dice agradecido por poder tocar, por compartir horas en el estudio casero junto a su hijo. Prefiere enfocarse en lo bueno, dejar de lado “tanta mierda que hay ahí afuera”.
Elaborando entre verborragia declarada y una apatía reaccionaría al aburrimiento repetitivo del marketing, Mr E se va moviendo entre balizas que le aseguran llegar a buen puerto. Se suelta, se contrae, corre con profundidad.
El tiempo reaparece como una comezón recurrente. La pandemia marcó un parate considerable. Volver al ruedo trae aparejado algunos nervios. “Con algo de suerte, la gente no se habrá olvidado de nosotros”, observa.
Eels vuelve a la ruta después de un periodo de quietud extendido. Girar significa salir a domar las nuevas canciones mientras, fecha a fecha, se intenta renovar el vínculo con el público de una decena de países.
¿Se habrá olvidado el público de EELS? El Lockdown Hurricane Tour que comienza en algunas semanas será una buena manera de comprobarlo. De cualquier manera, el feedback positivo que arrojó la Internet ante cada anticipo hace pensar que las casi 45 fechas de la gira serán celebradas por sus seguidores de Europa y Estados Unidos.
Para Everett las instancias de un tour prolongado prometen un puñado de sorpresas. Lo expresa de manera puntual: “es esperar lo inesperado”. Más que una nota negativa, el líder de EELS se refiere a una situación que, por encima de protocolos de seguridad, cuidados extremos y controles diversos, esconden cientos de variables que rebasan su responsabilidad. ¿Pero qué otra cosa puede hacer? ¿Quedarse adentro mirando televisión? Eso ya lo hizo. Ahora el escenario llama. Es hora de volver.
Dejando de lado el perfil de hipster huraño que supo construir con esmero a través de los años, Mark Oliver Everett es un tipo bastante sencillo. O al menos así se describe a sus 58 años.
Lejos de cualquier caricatura de genio torturado encerrado en su palacete de sombras neuróticas sus días son simples. Es un aburrido promedio, según sus palabras. Su vida transcurre de forma rutinaria entre grabaciones o fechas de EELS y su rol como padre.
Hay proyectos paralelos que ocurren de forma inconstante: escribir, podcastear, hacer música para películas o televisión. Ni hablar de su cameo en Bill and Ted face the music. Incluso, supo incursionar en la televisión dentro del universo de Judd Apatow, participando en algunos episodios de Love. No es raro encontrarse con gente que todavía se sorprende al descubrir a E intercambiando insultos con Mickey Dobbs, el personaje interpretado por Gillian Jacobs en la serie de Netflix. De nuevo: E es un tipo común con un cotidiano bastante predecible. Lo suyo es paternar, tocar, componer, grabar, repetir lo anterior.
“Básicamente esa es mi vida. La resumiste bien”, reconoce. “No hay mucho misterio en mis cosas. La verdad es que me dedico a asuntos familiares, eso ocupa mucho de mi tiempo”, confirma.
“Por supuesto, hace poco revelé mi vida secreta como explorador marítimo. Me cansé de ocultar esa faceta mía”, señala divertido.
Tan constante como predecible, durante tres décadas de hacer música Everett logró una de las carreras musicales más aclamadas del ámbito indie rock norteamericano contemporáneo.
El proyecto en cambio constante conocido como EELS lleva editados trece álbumes de estudio desde su debut en 1996, el celebrado Beautiful Freak. El álbum Earth To Dora de 2020 recibió grandes elogios de la crítica y The Independent lo describió como “su álbum más dulce”, recibiendo cuatro estrellas en MOJO y NME.
Además, sus desvíos por fuera de la música supieron lograr un justo reconocimiento. En 2008, el inquieto E publicó su libro Cosas que los nietos deberían saber (prologado por Rodrigo Fresán para su edición en castellano) y protagonizó el premiado documental Parallel Worlds, Parallel Lives sobre la búsqueda para comprender a su padre, el físico cuántico, Hugh Everett III.
Entre tanto, supo mantener una regularidad funcional a prueba de bajones. Los ciclos laborales antes mencionados lograron una estabilidad financiera y emocional para Everett, mientras que los conversos podían contar siempre con una canción nueva de EELS.
Everett hace refugio de la rutina. Se siente seguro conociendo los pasos cotidianos. “Hay que aprender a no forzar lo que nos da satisfacción”, observa a propósito de la dinámica de las últimas décadas que lo llevó a editar más de un centenar de canciones (algunos clásicos inoxidables y un puñado de hits transversales aparecidos en series como Six Feet Under, Scrubs, Misfits y United States of Tara o en películas como Shrek, Hellboy, American Beauty y The Anniversary Party, entre otras), tocar en cuatro continentes, sustentar dos divorcios y otros logros considerables.
– ¿Qué se siente sobrevivir y envejecer dentro de la industria musical?
Es algo extraño pensar en eso. De alguna forma, estoy constantemente maravillado que haya durado tanto. Me maravilla simplemente haber logrado hacer un disco. Yo nunca tuve esperanza o sueños de nada. Nunca pensé que tendría la posibilidad de hacer lo que amaba hacer. Mucho menos pensé que iba a dedicarme a eso. ¿Ganarme la vida con esto? Nunca soñé sobre algo así. Simplemente lograr grabar un disco es algo increíble. Seguir tocando es algo maravilloso. Soy muy afortunado. Entiendo, además, que no es un oficio sencillo. Muchos van y vienen.
– Lograste grabar muchos discos además de publicar un libro que tuvo buen recibimiento. Pudiste dedicarte a la música al punto de sostener a tu propia familia con esa carrera.
¿Pensás en ese adolescente apático que solías ser a partir de tus logros?
Completamente. Vuelvo ahí de manera recurrente. No tenía esperanza de nada cuando era adolescente. Jamás soñé algo semejante como hacer discos, giras internacionales o publicar un libro. Nunca imaginé que podría llegar a hacer las cosas que pude lograr. Pensar en mi adolescencia y todo lo que vino después me hace sentir optimista sobre la vida. Ojalá eso pueda inspirar a la gente joven que anda en la misma situación que yo cuando tenía quince años. Podés tener cero esperanzas en la vida y aún así pueden salir bien las cosas. Seguir aquí significa mucho para alguien como yo.
Extreme Witchcraft fue coproducido por E y John Parish, productor y guitarrista de PJ Harvey, marcando la primera vez que los dos graban juntos desde el álbum Souljacker de 2001.
El disco cuenta con doce canciones que exudan sus característicos guiños repletos de ironía, self loathing, romanticismo hipster y dardos punzantes sobre la bella frustración de aceptarnos como rotos.
La primera mitad del álbum tiene una dosis considerable de garage rock retro. La dupla Everett/Parish disfruta el reencuentro por eso el salto temporal hacia aquella colaboración de 2001 es inevitable. Pero el buen ánimo en canciones que no alcanzan los cuatro minutos tiene un propósito superador, hay algo más que la mera nostalgia por lo que supieron hacer juntos: E está con ganas de salir a rockear, de pasarla bien luego de dos años enfrascado viendo como el panorama afuera de su ventana se marchitaba entre coronavirus y cuatro años de Make america great again.
El buen ánimo de E puede leerse también como un acto reflejo neurótico: yo me pasé treinta años cantando sobre alienación, existencialismo extraviado en los pasillos de la sociedad de consumo, desesperación, muerte y desapego, pero ahora que todo el mundo anda en esa, así reacciono a todo para divertirme un rato.
Everett se corre -un poco- de su propio eje para volver a riffear, bailar y rezumar tanto encierro nocivo. Sin embargo, como dijimos antes, todo es relativo: Mr E no cambia tanto, por eso en «Better living through desperation» nos recuerda que sigue siendo el áspero de siempre.
Al final el disco deja una sensación de cauto optimismo. Se trata de un ritmo oxidado para bailar ante una realidad distorsionada que exige perder el miedo y salir a ver qué está pasando ahí afuera. Everett deja atrás el confinamiento armando un cancionero que lo prepare para lo que está por venir.
Extreme Witchcraft es un disco tan sólido como cumplidor. Es un trabajo que suena familiar, que contiene la dosis justa para quienes conocen al dedillo cada una de sus épocas. Everett es un gran compositor que, luego de años de ansiedad, se toma las cosas con calma. No quiere revolucionar nada, tampoco cambiar la piel. Volver a trabajar con Parish lo puso a vibrar sobre una frecuencia saludable pero transitada. Ambos invitan al disfrute sin mayores pretensiones. En ese sentido son sinceros: están acá para acompañarte sin promesas abiertas.
E se deshace en elogios por su coequiper inglés. “John Parish es una de las personas más ecuánimes y educadas que he conocido. Un verdadero caballero. En realidad, es probablemente LA persona más educada que he conocido”, comenta en las notas de prensa del nuevo disco. “Pero cuando entra al estudio se convierte en un científico loco. Si hacés música con John Parish, obtienes cosas que nadie más hace. Tiene una caja de herramientas y una perspectiva musical realmente únicas. Tal vez su cortesía es un mecanismo de defensa para mantener a Mr. Hyde bajo control cuando está fuera de su laboratorio”.
En la informalidad de la charla, Everett vuelve a referirse al otrora socio de Polly Harvey con sincera admiración: “John siempre me está sorprendiendo. Es como un aljibe infinito de sabiduría y creatividad. Siempre se aparece con ideas únicas. Nunca puedo habituarme a eso, solo me queda disfrutar sus ocurrencias creativas”.
Everett y Parish tuvieron que valerse de mucha calma para encarar la nueva aventura conjunta. La virtud de la paciencia llegó para todas las partes involucradas en Extreme Witchcraft debido al abordaje diferente que demandó el trabajo a distancia y los tiempos propios del confinamiento: “Me escabullía fuera de la cama para escuchar lo último que John había enviado, y trataba de agregar mi parte. Entonces John lo devolvía y yo se lo enviaba a Koool G Murder (bajista y teclista de EELS) si queríamos que tocara, modificara o mezclara”.
El trabajo remoto significó una novedad para todo el equipo. Everett confirma que el proceso demandó un periodo de ajuste que devino en resultados positivos. Admite, claro, que se perdieron muchos momentos de intimidad compartida. “Esos chistes y anécdotas que dan color a la experiencia del recuerdo”, dice. “Lo importante es que sobrevivimos sin bajas”, remata con un tono seco. “No quedó otra alternativa en medio de la pandemia”, afirma.
“De alguna forma, con la tecnología, uno viene trabajando en procesos más aislados, pero siempre llegaba un punto donde nos encontrábamos cara a cara”, cuenta mirando atrás.
“Adaptarnos a muchos procesos diferentes fue otra parte del viaje del confinamiento” apunta, admitiendo que son perros viejos todavía permeables a nuevos trucos.
“Definitivamente no es la misma diversión que estar juntos en el estudio. Al trabajar en la misma sala cambiar un tono o torcer un punteo es cuestión de un segundo. Mediante esta modalidad tardaba hasta un día con la diferencia horaria entre Bristol y Los Ángeles”, comparte.
“La espera demandó mucha paciencia”, explica Everett. “En ocasiones tuve que levantarme a las 4 AM para revisar la última novedad que John me había mandado, cosa de escuchar, ver qué podía agregarle y enviarla antes que él se fuera a dormir. Fue un proceso mucho más lento”. Resoplando, el cantautor admite que “podía ser muy frustrante”.
– ¿Tuviste paciencia ante esos tiempos que escapaban de tus manos?
Para nada. No soy un tipo muy paciente. Me gusta trabajar rápido. Generalmente uno trabaja en el estudio de acuerdo a un programa: vamos a juntarnos en la sala tantas horas por día, durante una semana, un mes, depende. En ese sentido, sabés que algo va a salir. En esta situación fue tratar, constantemente, de apretar la grabación y producción entre el quehacer cotidiano. “Tengo que terminar estas voces y mandárselas a John antes que se despierte mi hijo”, cosas así. Fue extraño todo el proceso. Tuve que dedicarme desde otra forma.
– ¿Sos capaz de delegar?
Sí, aprendí que puedo hacerlo. Por eso me gusta colaborar con otros, convocando a diferentes músicos, buscando algo fresco. Lo divertido de trabajar con otra gente es sacarles algo único, algo que yo nunca podría llegar a conseguir, poder construir desde allí. Lo divertido es eso. Colaborar te enriquece la vida.
– ¿Disfrutás de aprendizajes específicos como puede ser trabajar de cerca con ciertos colegas o preferís la experiencia completa?
Creo que los procesos de grabación enseñan mucho sobre uno mismo. En ese sentido, observando en detalle, creo que las colaboraciones te enriquecen en un plano creativo y personal, digamos. Los procesos de producción y las experiencias de grabación, en un plano mayor, marcan cosas más personales, especialmente cuando no son ideales. Para Extreme Witchcraft tuve que aceptar una velocidad diferente a lo que prefiero. Pude aprender, pudimos lograr buenas canciones. Es todo parte de una curva de aprendizaje, supongo.
– ¿Cómo te das cuenta que encontraste una buena canción?
Creo que es algo instintivo. Se trata de una de esas cosas que uno puede apuntar específicamente, pero se siente. Encontrar una buena canción es imposible de describir, simplemente vas en esa dirección. Si John Parish o Koool G me mandan una parte de guitarra, simplemente me entusiasma o no. ¿Cómo describir eso? Es sencillo, pero no tan cerebral, se siente en las tripas.
– El nuevo álbum está lejos de ser un ejercicio existencialista e introspectivo sobre este período complejo de la humanidad. Al contrario: es bailable, rockero; ideal para el movimiento, para celebrarlo en concierto o en casa a máximo volumen.
Sí, creo que, a veces, simplemente me sale ir contra la corriente. Creo que pienso más en lo que necesitamos, no es tanto una cosa de reflexión, sale de forma natural. Sale lo que siento. Me parecía que no necesitaba un álbum introspectivo sobre cómo soportar la pandemia. Ya estaba haciendo demasiado de eso. Tenía suficiente pandemia en mi vida real. Necesitaba algo más…¡quería rockear! Cuando se editó Earth to Dora no pudimos salir a tocarlo. Nos quedamos con la espina por dos años, casi. Todo eso salió para el disco nuevo. Necesitamos esa electricidad.
– Cada anticipo del nuevo disco generó un feedback positivo en YouTube, redes sociales y servicios de Streaming. Para ser una persona de perfil muy discreto lograste un equilibrio interesante para mostrarte a través de la Internet. Supiste encontrar otra forma de canalizar cierto sentido del humor que está presente en tu música.
¿De qué forma llegaste a ese equilibrio saludable?
No te voy a mentir: solía ser uno de esos tipos viejos que evitaba las redes sociales. Anduve muchos años así hasta que pasó algo que me hizo ver las cosas de otra forma. Hasta hace algunas giras atrás no teníamos una cuenta de Instagram. “¿A quién le importa?”, decía. Creo que lo decía simplemente porque estoy grande, como un acto reflejo sin demasiado pensamiento pero con mucho prejuicio. En la última gira que hicimos, una noche, observé que se había formado una muchedumbre alrededor de la mujer que vendía nuestra merch. Toda la gente estaba ahí, mirando su teléfono. No entendí qué pasaba. Cuando pregunté qué pasaba me dijeron que estaban viendo el Instagram de EELS. “¿Qué? ¿Hay un Instagram de la banda?” Ella había empezado uno sin contarme. Lentamente me enganché. Ella supo cómo acercarme, logró que me involucre a mi forma, posteando cosas de la gira de forma regular. Entonces cuando terminó la gira me enseñó cómo hacerlo para que siga adelante. La verdad es que es entretenido. Hay muchas cosas divertidas, otras son negativas. En definitiva, es una forma piola de mantener informado al público sobre qué está pasando alrededor de la banda.
– ¿Sentís curiosidad por viajar y ver qué hay allí afuera? Imagino que la experiencia de una gira internacional atravesada por la pandemia será una experiencia compleja.
En cuanto a la pandemia, sí. Hay muchas conversaciones sobre cómo encarar la gira, acerca de los diversos cuidados y la problemática que sostiene cada país. Siendo sincero, la realidad es que todavía no sabemos si la gira va a realizarse. Falta mucho tiempo todavía. Como están las cosas, no hay seguridad de nada. Simplemente espero que podamos hacerla.
– ¿Ya están ensayando o prefieren manejarse con precaución?
Todavía no estamos ensayando, no. Tomamos las cosas con calma porque necesitamos saber que la gira va a llevarse a cabo. Ahora mismo todo está medio extraño. Vamos a ser pacientes. No quiero empezar a ensayar para averiguar que no podemos ir. Tenemos esperanzas de que va a realizarse sin mayores inconvenientes.
– ¿Está Sudamérica en el GPS de la banda?
Definitivamente está en nuestra To Do list. Veremos de qué manera siguen las cosas. Sé que mucha gente nos acompaña desde siempre. Estoy agradecido por eso, quiero que lo sepan.
Por Lucas Canalda – Fotografía Gus Black
Si te gusta lo que hacemos podés invitarnos un cafecito