Entrevista exclusiva desde Francia con Hélène Vogelsinger, música de ambient que viene capturando la atención desde YouTube con sus capsulas audiovisuales registradas en espacios abandonados.
Profundizar sobre la vida y los procesos creativos de Hélène Vogelsinger recuerda aquella afirmación de Oscar Wilde que sostiene que vivir es lo más raro del mundo puesto que la mayoría de la gente apenas existe. Con esa frase, el talento irlandés señalaba que hay más en la vida que simplemente permanecer en el camino firme que nos presionan a elegir o que tomamos por inercia.
Son pocas las personas que eluden la línea blanca de lo predecible para transitar un sendero propio, buscando ir hacia donde nuestros interrogantes nos dirigen.
Dar ese primer paso, ir de una existencia simple hacia una experiencia propia es lo más difícil. Mantenerse allí, indagando por encima de los lugares seguros desde la creación artística, parece ser el llamado que diariamente atiende esta música francesa que en los últimos años viene capturando la atención a través de cápsulas audiovisuales que proponen una armonía entre la música ambient, la arquitectura y la naturaleza.
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Hélène Vogelsinger es una cantante, compositora y diseñadora de sonido nacida en Francia. Su infancia y adolescencia transcurrió en Beirut, ciudad que ejerció una gran influencia sobre la manera de componer y pensar el arte en general. A los 19 años regresó a su país natal para estudiar y abocarse a la música con diversos proyectos volcados a la electrónica, el soul, el ragga y el pop. La necesidad de una mayor inflexión sobre el resultado final del material llevó a la joven a indagar en una creación más personal que pudiera satisfacer su creciente curiosidad.
Hace algo más de dos años que sus videos empezaron a esparcirse por YouTube. Eran sesiones de unos pocos minutos donde mostraba los primeros esbozos de su ambient de sintetizadores modulares. A medida que los videos iban apareciendo, su producción ganaba en robustez: la musicalidad crecía manteniendo austeridad, la realización audiovisual acompañaba con timidez pero mostrando mayor seguridad. Las primeras sesiones de apenas 90 segundos fueron extendiéndose en segundos y minutos. Las grabaciones escalaron de 4 a 6 minutos hasta sorprender con exploraciones que saltaban la barrera de los 10 minutos.
La música no era lo único que cambiaba: de la comodidad de su home studio, en compañía de sus gatos, pronto Vogelsinger pasó a proponer sesiones emplazadas en lugares dejados atrás por el resto de la sociedad. La comodidad, sin embargo, permaneció con ella, haciendo de Vogelsinger una nativa de la naturaleza que, sentada en posición de loto, se hermanaba con la tierra mientras tocaba sus sintetizadores.
Viajando por el suroeste francés y el País Vasco norte, Vogelsinger registró media docena de cápsulas que ganaron fuerza en Internet, con la atención de miles de oyentes de distintas esquinas del mundo.
La música de su proyecto personal acentúa la textura, el tono, el estado de ánimo y la atmósfera. Vogelsinger genera un clima hipnótico a partir de ondas de texturas auditivas que se entrelazan.
Todo comienza desde el despliegue iniciático de su voz. Ese instrumento natural que es su voz luego es revestido por varias texturas creadas por los sintetizadores.
Vogelsinger explora el espacio. Considerándose a sí misma como una exploradora sonora, conecta con sus energías para crear momentos únicos y suspendidos. Sus piezas son una combinación de patrones evolutivos, voces e instrumentos orquestales.
Hélène compone, produce e interpreta su propia música. Además, ella misma se ocupa de la grabación y la mezcla. Ese procedimiento se repitió tanto para el álbum Contemplation (Modularfield Records, 2020) como para su complemento Reminiscence (Modularfield Records, 2021). Stefan Eichinger estuvo a cargo del masterizado de ambos trabajos, siendo la primera persona externa que ingresa en el proceso.
Hélène trabaja con independencia, respetando sus propios tiempos, estableciendo, por sobre todo, una autosuficiencia que tiene como objetivo lograr una experiencia creativa pura y auténtica. Sin interferencias externas, se siente conforme, por eso repitió el procedimiento para los mencionados lanzamientos.
Colaborar en otros proyectos demanda un abordaje muy diferente. En ese sentido, al componer música para diferentes films, su aproximación cambia por completo. El feedback y la comunicación clara con sus colegas representan una llave dorada para lograr un trabajo satisfactorio y bien hecho. ¿Otra clave? Honestidad y transparencia.
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Hélène nació en Burdeos en el suroeste de Francia, zona famosa por sus vinos y castillos. La ciudad de Burdeos es un epicentro de actividad estudiantil que no descansa durante el día y por la noche encuentra a sus ciudadanos disfrutando de la luna bordeando el río Garona. Fue su familia quien pudo disfrutar de tan fecunda región ya que recién nacida Hélène, se mudaron.
Moverse entre pueblos, ciudades pequeñas y metrópolis era común para la familia Vogelsinger. Hélène, al igual que sus tres hermanos, entendió rápidamente que esa modalidad de vida llegaba con un disfrute particular. Cada nueva ciudad representaba un misterio enorme. Para ella, apenas una niña, el misterio era aún mayor.
El mundo era muy diferente en su niñez. Por entonces, el acceso a Internet no era algo generalizado. La pequeña Hélène pasaba ratos coleccionando imágenes que encontraba en Yahoo. Era un gusto que apenas podía disfrutar unos pocos minutos antes que alguien de la familia hiciera uso del télefono. No le quedaba otra que cortar y esperar.
Luego de recorrer varias regiones de Francia la familia Vogelsinger llegó a París. Con esa mudanza, la enormidad de la ciudad se representó en millones de descubrimientos fascinantes para la niña. Hélène todavía recuerda la primera vez que vio el tramo aéreo del Metro. Ante sus ojos era como habitar un futuro extraño.
El periodo parisino constó de dos años. Esa experiencia marcó a Hélène. Define a esa etapa como instructiva, pero dura. La ciudad capital le resultó abrumadora. Recuerda una energía que fluía sin cesar, empujando, moviendo, chocando. La sonoridad de la metrópolis quedó grabada en su memoria. Hoy la describe como una combinación de sonidos pesados y las emociones de millones de personas en tránsito perpetuo.
París fue la última parada antes de un traslado a Beirut. Llegado el momento de recordar ese quiebre en su vida, Hélène elige la prudencia. Hace dos años que no visita El Líbano. Entiende que la situación es extremadamente delicada en este momento, por eso prefiere recordar su experiencia como hija de un expatriado francés.
Sus palabras son certeras, denotando el color propio de una vivencia transformadora. En pocas palabras, Beirut significó un nuevo comienzo, un cambio de vida emocionante para toda la familia.
Hélène se entusiasma. Su tono traspasa la distancia de la entrevista, imprimiendole a las respuestas la calidez natural de alguien que supo ser feliz mientras se convertía, lentamente, en quien es ahora. Fueron días fundacionales para quien empezaba a formar su propia subjetividad. La exploración fascinante de una joven sedienta de sus propias vivencias se potenciaba con una región que rebosaba de vida. La pulsión de disfrute del pueblo contrastaba fuertemente con París. En ese contexto radiante Hélène fue conformando su curiosidad artística.
– La ciudad vivía como si cada día fuese el último. La gente disfrutaba cada segundo. Son cálidos, acogedores y amistosos. Se trata de una tierra magnética. Yo lo vivía como era. Vivía ese momento, me sentí parte de todo. Beirut era un hervidero; una ciudad llena de vida y esperanza que estaba en constante transformación y crecimiento. Era un organismo viviente.
La energía de Beirut alcanzó a toda su familia, logrando un vínculo especial entre hermanos y padres. Juntos, vivieron momentos inolvidables. Por supuesto, nadie fue igual a partir de entonces.
Hélène es la hermana menor de tres hermanos varones mayores que encararon su vida desde otra impronta generacional, formándose de acuerdo al ambiente que les tocaba vivir. El contexto propio de cada mudanza marcó a cada hermano. Por su parte, la más chica, la única mujer, se encontró criada por sus padres que ya estaban en su versión más sabia y experimentada.
Habitando su propio mundo interior, Hélène encontró de adolecente una curiosidad natural que se correspondía con la niña que investigaba el mundo usando Internet como ventana.
En lo concreto, Hélène nunca tuvo una guía real en su camino artístico. Conducida por un instinto curioso, la riqueza de su formación se basa en descubrimientos sin temores. Sus padres le dieron mucha libertad en diferentes planos. Una soltura física y mental la fue conduciendo por rumbos que, además de la música, incluían la expresión corporal y escénica.
Los años en Beirut cambiaron la mente de Hélène. Ella se permitió ser permeable a la gran transformación que sucedía alrededor. La ciudad libanesa la ayudó a profundizar en el entendimiento de ciertas cuestiones políticas, humanas y existenciales. Aprendió a ser agradecida por lo que tenía, a vivir con pasión, a encarar todos sus movimientos munida de esa misma pasión.
Cuando Hélène regresó a Europa a los 19 años el cambio fue mayúsculo, exigiendo un periodo de ajuste para reconectar con la cultura y la gente. Había una gran brecha de comprensión.
Fue en ese momento que sucedió un cambio de paradigma: un largo proceso en el cual se fueron pelando las capas de la existencia y debió comprender sus diferentes significados.
El regreso a la ciudad luz resultó ser una experiencia exhaustiva. Las posibilidades se multiplicaron a la par de las responsabilidades mundanas que paulatinamente fueron erosionando su entereza.
París era un torrente de energía pesada que demandaba trabajo, alquiler, fechas y demasiada entrega personal. Mantener una pasión intacta en una ciudad tan alienante probó ser un desafío agotador. Las energía brutales de la enorme ciudad la quemaron.
Con 31 años, terminó otra vez en el suroeste francés. En la actualidad, Hélène oscila entre Pau, Hendaya, el océano y los Pirineos. No tiene en claro si será su hogar por el resto de su vida. Por ahora, lo toma con calma. Piensa y describe su actualidad en Pau de manera relajada, sin apuro alguno. Se siente estable mientras sigue descubriendo lo que significa tener espacio. Su casa es tanto hogar como estudio. Allí, entre lámparas, sus instrumentos, muchas plantas y la amistad de sus animales está en armonía.
Entre sus videos más hogareños o algunos vistazos a través de sus redes sociales es frecuente encontrarla acompañada por animales. Puede tratarse de gatos o de pájaros. De los tres felinos de la casa, Hélène elige narrar la historia de Bouboule, una gata tricolor a quien despidió el pasado mes de diciembre luego de 16 años de compañía mutua.
De Beirut a Pau, la vida de Bouboule tiene una historia que la hermana por siempre a Hélène, a quien solía acompañar cuando estaba tocando en el confort de su casa.
– La encontré hace 16 años cuando era un bebé en Beirut. Solo tenía unas pocas semanas. En ese momento, había muchos gatos salvajes por todas partes. En 2006, pocas horas antes de la guerra, el 12 de julio, desapareció. Regresó un año después. Abrí la puerta y ella fue directamente a mi habitación, a mi cama, como si nada hubiera pasado. Desde ese día me acompañó a todas partes. Tuvimos una conexión muy especial.
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Mucho antes de que los patrones y los sintetizadores llegasen a su vida, Hélène ya contaba con un instrumento: su voz. Desde pequeña tuvo la capacidad de cantar, haciendo de su propia voz el primer instrumento que aprendió a dominar, el primero que la llevó por el camino de la experimentación, incluso cuando se trataba de los juegos infantiles de una niña con un mundo interior muy colorido.
Hélène recuerda que siempre tuvo una conexión posible con su voz. Algo preciado, íntimo y secreto. Los enormes -y repentinos- cambios en su vida, las mudanzas crónicas, y el descubrimiento constante, hicieron que muchos de sus recuerdos se hayan desvanecido. Sin embargo, entre tanta memoria extraviada, siempre supo que su voz estaba ahí, escondida, aguardando.
Desde chica su voz funcionó como la posibilidad directa de conectar consigo misma. Ella lo dice de manera clara: es el hilo conductor de su vida. No se trata de tener la voz más impresionante o hermosa, sino de tener una conexión que atraviese corazón, garganta y mente; lograr salir adelante desde ese interior.
Con muchos interrogantes en su interior, el deseo de Hélène buscaba encontrar respuestas. La música fue el lenguaje que adoptó para abordar esas preguntas. La voz fue su primera herramienta, la primera posibilidad de encontrar algo más, la primera oportunidad de creer.
La armonía entre elementos parece el horizonte definitivo para Hélène. Todos sus movimientos personales e intenciones creativas tienen esa meta: interpelar para lograr equilibrio.
Habiendo desarrollado una capacidad especial para crear paisajes sonoros amplios y emotivos, su apuesta creativa tomó otro nivel al decidir abandonar la comodidad del estudio para salir al exterior.
El afuera empezó a ser otro elemento sustancial. Al incorporar al exterior como parte de su imaginario artístico, la niña que buscaba al mundo vía navegadores de Internet se conectó con la mujer creativa que busca equilibrio con la naturaleza.
Hélène explora lugares abandonados y se conecta con sus energías para crear momentos inmersivos y suspendidos.
Llevó toda su musicalidad hacia lugares tan diversos como un castillo olvidado siglos atrás, una fábrica abandonada, galpones desguazados, y hasta un hospital en ruinas.
Cargando todo su equipo en el Volvo de 1993 que conduce, las rutas de Francia o España la conducen al lugar indicado. En algunas situaciones, la logística debe modificarse. París, por ejemplo, demanda un esfuerzo especial. La capital francesa tiene una ley que prohíbe el tránsito de vehículos tan viejos, por eso, cualquier visita exige otro medio de transporte para los más de 40 kilogramos de equipamiento que lleva.
Las sesiones en la naturaleza son algo radicalmente diferente. Todo comienza, de nuevo, por simple curiosidad. A veces, Hélène y su compañero Chalisk Pito (responsable de la grabación en video y de las fotografías) conducen por caminos internos de la zona suroeste de Francia. Otras, simplemente buscan en Internet o por Google Maps. La idea siempre es descubrir algún espacio abandonado.
La mayoría de los lugares que encuentran se mantienen en secreto debido a cuestiones de seguridad. Por esas razones, el rastreo es más demandante, obligando a ambos a profundizar, investigando bien de cerca.
Su experiencia los llevó a encontrar lugares completamente vandalizados y desguazados, propiedades ya abandonadas. En el caso de los castillos, se trata de familias que no pueden pagar su mantenimiento.
El proceso demanda tiempo y paciencia. Cuando encuentran una posibilidad, generalmente se acercan varias veces para asegurarse de que se trata del lugar ideal. Esa confirmación depende de varios factores. En algunos casos, se trata de espacios hermosos pero donde no son bienvenidos. Otro factor decisivo es encontrar la energía correcta. En ese sentido, Vogelsinger no duda: si las energías no fluyen, no es el lugar justo. Paciencia, ya llegará.
– No sé si lo que absorbo son las energías del lugar, o algo más, pero pasa algo. Se produce una conexión. Tengo emociones fluyendo, siento algunas, presencio otras. Lo que siempre viene primero son las sensaciones físicas. Al principio experimento algo bastante similar a un ataque de ansiedad: aumento de la frecuencia cardíaca, hiperventilación, sudoración, sofocos. Ese es el momento en que busco una sesión de escucha profunda, una meditación. Y luego se vuelve emocional. Cuando vuelvo para la actuación, es una experiencia diferente. Estuve creando una pieza basada en esa primera conexión durante semanas. Todo mi ser está alineado con esa conexión. Pero el lugar, una vez más, tiene un impacto final, esta vez en la actuación, y así en la creación final.
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La arquitectura y la música de Hélène tienen una relación cercana. La sesión titulada Apparition grabada en 2020 en un sanatorio abandonado indica que ambas disciplinas se complementan elevándose en una unión hipnótica.
Términos como textura, armonía, proporción, dinámica y articulación pueden utilizarse tanto en el campo de la arquitectura como en la creación musical.
La textura, en la música y en la arquitectura, ayuda a comprender los espacios físicos y emocionales. La textura es la sensación, apariencia o consistencia de una superficie o sustancia. En música se refiere a capas de sonidos y ritmos producidos en diferentes instrumentos mientras que en arquitectura aparecen texturas en diferentes materiales utilizados para el propósito de construcción.
Desde los primeros bosquejos de Brian Eno sobre ambient hasta la actualidad, la relación entre arquitectura y el subgénero musical se profundizó. Hoy en día es común encontrarse con referencias a architectural music en artículos, entrevistas y algunas tesis. En redes sociales o plataformas musicales se encuentran apartados o listados de architectural music con artistas de todo el mundo.
Para Hélène la arquitectura es una parte significativa en su proceso creativo. La luz impacta sobre ella, en especial sobre su espíritu, su cuerpo y su mente. Por eso, a veces, hay un contraste importante entre la arquitectura y las energías que ella absorbe.
– Cuando grabamos en el sanatorio abandonado, el lugar estaba bastante sucio y espeluznante a primera vista. La arquitectura era fiel a la de un sanatorio: fría y aséptica. Pero cuando conecté con el lugar, especialmente en la biblioteca, donde grabamos la sesión, pude sentir muchas capas de emociones, por todos lados, cálidas y vivas. Esto es lo que transcribo en mis composiciones. El lugar físico, la arquitectura, es la parte material y visible de la experiencia invisible.
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Desde que tiene uso de memoria, Hélène está buscando respuestas. Se trata de interrogantes íntimos que también la interpelan más allá de su propia existencia. El espacio interior es tan inabarcable como ese exterior domado y abandonado, como los territorios vírgenes, como las ciudades que rebalsan de energía ingobernable.
En cada etapa de su vida Hélène pudo funcionar gracias a lo aprendido a través de las vivencias, del poder de las experiencias en primera persona, entregándose de lleno a vivir el tiempo presente.
Al igual que la vida, la música ambient ofrece posibilidades infinitas. Por eso elige habitar ese territorio para seguir formulando interrogantes.
Crear un proceso como los de sus exploraciones sonoras le permite trazar límites y descubrir la creatividad con binoculares. Su música resulta en una perspectiva.
Esa exploración artística la estimula todos los días, hasta el punto mismo de considerarla absolutamente esencial para mí seguir adelante. Para Hélène de eso se trata la vida: de seguir adelante. Seguir creciendo; ayudar a otros en el camino; vivir cada experiencia en tiempo presente; volverse más sabia con cada etapa transcurrida.
Seguir adelante significa moverse. Quedarse demasiado estática disfrutando de la comodidad no es saludable: es como agua estancada, se convierte en veneno. Veneno para la mente, el cuerpo y el espíritu.
Hay que seguir adelante.