Juani Favre está de regreso con De pies a cabeza, un disco integrado por las inquietudes de un compositor que piensa en su comunidad. La presentación llega este sábado 9 de noviembre, en Plataforma Lavardén, junto a su banda completa.
Uno de los mayores desafíos para cualquier artista es saber cuándo una creación (una canción, una historia, una pintura) está terminada y lista para ser compartida con el mundo. Durante todo su camino Juani Favre supo demostrar su voluntad de esperar, grabando canciones y encontrarles el tono correcto. Como compositor y productor, siempre entendió que la paciencia es una virtud.
Casi todos los álbumes de Favre tienen historias paralelas: versiones alternativas; intentos descartados; demos archivados; bosquejos a medio camino; lecciones aprendidas. Nada es definitivo. Todo se transforma. El lore de Juani es así.
De pies a cabeza ofrece nuevos conocimientos sobre canciones conocidas y desconocidas por igual. Es el Juani que nos resulta familiar, que cambia, sin estridencias, volando con libertad por debajo del radar. Se trata de un testimonio de su perdurable curiosidad y su notable capacidad para cambiar la piel de forma orgánica, sin apuros.
Recorrer las canciones revelan que Favre canta -y compone- desde el interrogante. Las canciones del LP De pies a cabeza sirven como una ventana a las inquietudes de un tipo que piensa en su comunidad inmediata. Encontramos pautas sobre sus valores, costumbres y sistemas de creencias. La consideración de estas canciones está puesta en el otro.
El corazón de Favre está tan presente como siempre. Sin embargo, es un corazón en busca de sentido, que admite que no tiene todas las respuestas. Si las tiene, puede que hasta llegue a desconfiar, por temor a lo que acontece alrededor a una velocidad intimidante.
De pies a cabeza tiene canciones comprometidas, melodías animadas, algo de cuento y mucho de profundidad. Con todo, el disco nunca ofrece zonas demasiado seguras. Bajo la aparente amabilidad sonora Favre se pregunta fuerte.
Tenemos ante nosotros un tapiz, intrincadamente tejido con hilos de historia, experiencia y vida cotidiana de un mundo de procesos desbocados e impredecibles. La persona que es el compositor intenta hacer pie entre todo eso.
Cada canción eleva una pregunta. Es una forma de abrazarse a la distancia, escuchando al otro, entre el ruido reinante.
Hay algo universal en este Favre 2024: ya sea una canción para bailar descalzo, desde un rasgueo neilyoungueano, o estrofas que piden por un cambio social, o la ternura de cuidarse a su núcleo humano, las historias del disco nos recuerdan nuestra humanidad compartida.
Lanzado por el sello del colectivo cultural Planeta X, De pies a cabeza es el primer álbum desde Despierto en la sombra de 2017.
Favre nunca había estado tanto tiempo sin editar un LP. Si bien en la pandemia publicó un rastro músical -desperdigado en redes y plataformas- como para señalar que había un nuevo camino formándose, fueron años caracterizados por una actividad de puertas hacia adentro. De hecho, hasta sus presentaciones en vivo se redujeron notablemente, algo inusual para un artista que había encontrado gran estado junto a su banda completa.
El hacer de su taller itinerante, no obstante, nunca se detuvo. Favre estaba enfocado en algo. Las piezas, aunque dispersas al principio, se fueron conectando con perseverancia.
“Fueron siete años de muchísimas exploraciones, algunas compartidas, otras más en solitario, con la antena prendida, recibiendo también información, escuchando, evaluando cuándo intervenir y cuándo no, acopiando material, nunca parando de componer, pero siempre, de alguna manera, sopesando qué grado de interacción puede tener ese material con diversas expresiones en las cuales estoy conectado a partir de la música”, cuenta Juani a RAPTO.
“Más allá de lo musical, viene siendo una época de muchas exploraciones para mí. Desde otras disciplinas artísticas, como la danza, que es algo con lo que siempre estuve conectado, y también en aspectos de la docencia, en las cuales estoy trabajando más en profundidad”, explica.
Durante un tiempo Juani se presentó en vivo con Modo Eólico (Melina Spizzirri, Jimena López Zaric y Franco Santangelo), un pequeño ensamble de coros, para el cual compuso varios temas nuevos, dos de los cuales se incluyen en De pies a cabeza.
Las fechas con Modo Eólico fueron contadas aunque significativas. Dentro de Favre había una búsqueda. Esa observación no debería ser sorpresa para un artista en constante estado de evolución como siempre fue el creador de Sos mi tren. Sin embargo, su exploración se percibía diferente a otras ocasiones. Se reconocía una intención de correrse del centro de la escena, como buscando integrarse a la canción desde otro lado, casi como un elemento más.
En retrospectiva, tal vez Favre precisaba mirarse desde afuera, lograr cierta perspectiva de sí mismo, para luego volver hacia el centro y dar un paso otra vez hacia adelante, encabezando un nuevo ciclo vital.
En De pies a cabeza se conjugan tanto el hombre maduro como el artista; el docente como el padre; el compositor de olfato exploratorio con el buscador de sentido; el aprendiz eterno y la persona embebida con su contemporaneidad.
“Sin duda que están en juego un montón de aspectos y procesos que me comprenden como persona”, señala Favre, en tono contemplativo. “Empecé a componer muy chiquito. Es un hábito que sigo manteniendo y me sigue sorprendiendo la posibilidad de continuar componiendo. Me sigue atravesando e interpelando la posibilidad de hacerlo de nuevas maneras”.
El proceso detrás del disco fue heterogéneo, con ideas de Favre en solitario, sumadas a las lecciones e inspiraciones aparecidas desde los esfuerzos colectivos.
Hay una variedad de fuentes compositivas que referencian al trabajo, algunas amablemente nostálgicas. El litoral suena tan presente como las raíces folk. De la misma forma, Favre se permite algunos guiños al rock argentino.
El rango es extenso. Hay pátinas tímbricas exploratorias, señales del tipo inquieto con ganas de husmear por donde no transitó anteriormente.
Por otro lado, Favre prestó particularmente atención a las exploraciones de producción y composición electroacústicas que acopió en los últimos años.
La propuesta híbrida se fue imponiendo luego de varios intentos fallidos por decantarse por lo electrónico o lo acústico. Con todo, entre prueba y error, el compositor ecléctico prevalece.
“Siento que, por lo menos ahora, puedo amigarme con ese carácter ecléctico que tengo y trabajar desde ahí. Creo que la propuesta de producción pasa por ahí”, revela.
De pies a cabeza tiene un tenor alegre, por momentos. El movimiento es sutil, invitando a sumarse. El clima es festivo aunque la procesión va por dentro. A medida que las canciones del disco se desarrollan, aparecen interrogantes y certezas.
Los tiempos corren demasiado rápido. La sociedad fragmentada se vuelve desconocida. El compositor se pregunta varias cuestiones. Entre tanta velocidad, su rol también cae bajo la lupa.
“Está bueno asumirse como una persona activa en una transformación”, reflexiona Favre. “Desde las artes hay una posibilidad que tiene que ver con conectarse con cuestiones emocionales, con las pasiones que nos mueven, las pasiones positivas, las pasiones tristes, me parece que ahí hay mucho por explorar, mucho por todavía comunicarse”.
¿Cuál es el rol del artista en tiempos de crueldad? Imaginar es un deber, sugiere Favre.
“Es un gran desafío también poder lograr sensibilizarse y colaborar con la sensibilización de otras personas”, afirma. “Tengo claro que mi trabajo intenta ir por ese camino”.
Lo colectivo es patria y bandera. El amor se vuelve material de construcción elemental. La expresión se vuelve trinchera.
Aun cuando nada de lo mencionado en la línea anterior sea algo nuevo en el historial cancionero que Favre supo construir en sus 25 años de camino, De pies a cabeza nos deja saber que la búsqueda de significado no es una lucha solitaria.
En un presente tumultuoso Favre intenta hacer pie con su música. Se trata de canciones que ofrecen alternativas que desafían las narrativas dominantes del realismo capitalista. Juani no tiene todas las respuestas ni ensaya soluciones, solo intenta encontrar algo de claridad; busca comprender porque necesita creer que otro mundo es posible. Ese gesto de humildad en tiempos cantapostistas y canchereada sobradora, se traduce como algo que escasea: nobleza.
La música es la forma artística que más impulso transformador tiene a nivel emocional. Contiene, entonces, un elemento político muy marcado. En ese sentido, podríamos afirmar que toda obra de arte es en realidad un comportamiento social y, como tal, pretende generar una comunidad en torno a ella.
¿Para quién canta Juani en la actualidad? Para una comunidad que todavía se congrega alrededor de sus canciones. Acaso de eso se trató la necesidad de tomar perspectiva: de tomar distancia y preguntarse quién está del otro lado; quién está dispuesto a escuchar; quiénes necesitan integrarse al abrazo de la música.
Por Lucas Canalda y Flor Carrera Ph
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