Jubany presenta El Futuro mientras salta al pasado para detallar su carrera
Como todos los días de su vida Pablo Jubany viste íntegramente de negro ahora caminando bajo un sol impaciente que delata su parcialidad por el verano . Una remera de mangas cortadas y cuello tan estirado como estilizado. El negro contrasta con sus finísimos brazos pálidos; su cuerpo blanco, habitual lienzo que se pinta ante la trama que el escenario demande, acostumbra a trazar un personaje sobre las tablas desde la música. A las tres de la tarde, con un calor rosarino que agobia hasta a la propia de idea de relajada siesta, resta mucho día para que llegue la noche y se articulen personajes y sus artificios. Ante un café espresso y una medialuna dulce Jubany se dispone a charlar relajado, ya alejado del paseo promocional previo al lanzamiento de su nuevo trabajo de estudio, su segundo álbum, El Futuro. Pablo conversa sobre periodismo de rock, historietas y recitales; lo hace con pasión y curiosidad, casi glotonería pura con tópicos que lo apasionan desde niño. Una primera estirada a su café lo envía directamente al tradicional vaso de soda y desde allí comienza el camino.
El prólogo de algo más
A veces una pregunta busca una respuesta concreta, una contestación directa y puntual; asimismo, en muchas oportunidades, una pregunta es un disparador, una bengala que se lanza hacia una dirección para indicar un camino, iluminar una zona, tomar perspectiva y mucho más; formular una pregunta es encender una zona de respuestas probables, una zona de posibilidades. Jubany es la confirmación de las varias posibilidades de una pregunta. Responde específicamente, concreto, sabe trazar un contexto, ilustra la coyuntura que hicieron posible sus respuestas. Jubany se adentra en la entrevista y hace gala de una verba estimulante que entra y sale de hipervínculos y se vuelve una intertextualidad frenética. Es un hombre que está en los detalles, entiende la importancia de lo específico en la construcción final, comprende que los detalles se enlazan para tender la fotografía definitoria de las historias. El Futuro es rico en detalles para quienes quieran escucharlos y sentirlos. Entre el ímpetu y la arrogancia encantadora hay un agotamiento de las máscaras, una sequía de maquillaje que no deja otra alternativo que el rostro genuino de cada persona, de cada pequeño monstruo y cada enorme hermosor. El nuevo esfuerzo es también es un disfrute de detalles no menores para quienes conocen su propuesta desde los primeros esbozos: canciones que finalmente se editan, frases que rebotaban por ahí finalmente quedan atadas a una canción que ahora tiene título(o que finalmente se conoce su título); un rock que confía en las guitarras como lo hacía en madrugadas que no parecían tener curvatura; un sonido poderoso, directo e ideal para acompañar la insolencia de estas canciones que llaman a correr, bailar, huir, esconderse, doblarse, a hacerse cargo, perder el control y saber tomarlo, con elegancia, para poder gritar.
En 2014 Jubany hizo su debut discográfico formal tras caminar el circuito rosarino por algo algo más de una década. La Espera con sus ocho pistas orgánicas de ironía, esperanza y garbo es el síntoma de los tiempos de una ciudad y la urticaria existencial que inflama a una generación -y algo más- mareada por la vastedad de formas carentes de la probabilidad de caminos. Entrados los treinta años Rosario te entrega un rodillazo como diploma; una caída de bruces al piso y a encontrar las piezas sangrantes de tu dentadura para rearmar tu vida con una sonrisa incompleta. La idea de promesa, de un futuro con todo por ganar, lleva el sello de CANCELADO en la otrora Chicago argentina. Sobran ejemplos en el circuito y hay guías explicativas publicadas: “DAF” de Beatriz Vignoli e “Inédito” de Diego Giordano; cuando un gran salto parece ser la posibilidad, el piso se corre, burlón, y un equilibrismo precoz entra en juego. Pero el debut de Jubany escala más allá de la ciudad que colorea las letras. La Espera es un GPS emocional de Rosario así como tambíen es un mapeo exacto de treintañeros de alrededor del mundo que se duermen sintiendo solo el tacto de sus smartphones al actualizar en busca de nuevas notificaciones que hagan olvidar un rato que lo elemental no está cubierto; el soundtrack original de una época con una soledad que solo cuenta con la compulsión en loop de de F5 como reflejo protector; un tiempo de yemas gastadas, de huellas dactilares sin surcos, de personalidades chatas. La Espera conecta directo en el puerto USB de dos generaciones y los escombros que las rodean. Un disco formado por canciones que revelan los claroscuros de una soledad inconsecuente con el deber ser vendido en cada posteo en la red social del momento; canciones sobre una generación que todavía parece extraviada sobre cuáles son sus canciones o las que la identifica o define; canciones que al darle play revisten con una burbuja de conmoción la fragilidad que ningún amigo ni espejo supieron expresar.
Entre La Espera y El Futuro pueden idearse muchas teorías sobre Acción/Reacción o sobre Estímulo/Respuesta pero mejor saber que son dos pasos cuidados, movimientos meditados con anticipación. Un primer paso estabilizador seguido de un movimiento lúdico, con todo lo que esto significa para un artista como Jubany. “Podríamos decir que hasta hubo un conflicto cronológico con este disco (risas). La gran mayoría de estos temas existían desde antes que el disco anterior, incluso” señala Pablo y agrega que “cuando comenzamos el proceso de despegarnos de La Espera y darse cuenta que estas canciones no iban a profundizar en aquello que muchos, generosamente, encontraron positivo en ese trabajo, acá muchos de esos elementos iban a estar ausentes. De alguna manera fue como pegarse un tiro en el pie” (risas). Aunque el cantante, compositor, frontman, tecladista y saxofonista bromeé sobre las diferencias existe una contundente correlatividad entre las impresiones del primer disco y este nuevo material. Jubany sigue ejerciendo agilidad para vestir diferentes voces y puntos de vista; es un crooner polimorfo caminando la epidermis de hombres y mujeres sabiendo elegir el mejor lugar desde el cual narrar una historia. En canciones como “Esta noche”, “En mi habitación” y “La pulsión del dolor” el día es solo aquello que se cuela entre las líneas raquíticas de la persiana, un mero rumor de algo que ocurre en una misma noche cortada al medio por una siesta de diez horas. Jubany hace canciones del momento en que una mirada reseca y inyectada de sangre se enfrenta con toda la fotosíntesis que se derrama por las grietas de esas persianas; son postal de la búsqueda interna de un empujón de valentía necesario para salir a vivir otra parte de la vida. “En mi habitación” Jubany canta “Me propuse ser lo que quiero ser y ya ves que no ha sido tan fácil, si no me puedo levantar antes de las tres qué clase de gloria pienso alcanzar, hartos de esperar empezamos a ponernos nerviosos, en el final todo va a estar bien siempre y cuando nos quedemos aquí”. Parece que el rosarino viene a picar en pedazos aquel “No sé lo que quiero pero lo quiero ya” de Sumo y reformarlo en un “Sé lo que quiero pero no cómo lo consigo” para una generación que no sabe dónde, cuándo y cómo arrancar; que está esperando que vengan a buscarlos, no por comodidad o pereza, saben bien que no hay garantías ni caminos probados en el pueblo travestido de ciudad; donde el esfuerzo no garantiza nada, lentamente la incertidumbre va tornándose cinismo y adormecimiento; en la zona de confort de última, todo va a estar bien. “Esta noche” es un cierre de maquillaje corrido, de piel sin máscaras; una probable exposición definitoria de lo que habrá de venir mañana. “La pulsión del dolor” una pompa épica de guitarras crecientes con el final de la noche como destino. Una pieza a la que Brian Molko del 97 le rendiría reverencia. Sobre la mitad del disco se encuentra “La hora temida” es un intermezzo de gratitud para los aliados en esas batallas épicas que se libran en la almohada en orden de conquistar el sueño ante la amenaza de la ansiedad y el temor. “Traidores”, “Ella no entiende nada”, “La vergüenza”: grageas de rock para sacudirse la estática de la rigidez imperante y ser un placebo para quienes buscan romper el espejo y cambiar o escapar. Es un encantamiento de tres o cuatro minutos por canción con los riffs y el glitter que una pista de baile húmeda necesita. Jubany es una banda rockeando con un sonido que finalmente es fiel a su labor en directo, una responsabilidad del trabajo de Pablo produciendo la totalidad del disco y de Franco Mascotti grabando, mezclando y masterizando. El Futuro es un claro testimonio de esfuerzo colectivo tanto en la banda como en los esfuerzos tras la consola; una construcción en equipo liderada por un lúcido compositor, un logro que en su antecesor parecía disperso. Apunta el cantante sobre esa diferencia, “al primero lo hicimos en un estado de completa hermandad. Cuando grabamos La Espera estábamos en un estudio que armamos con Dani Sabransky y Franco Callaci en la sala de ensayo de Dani. Ahí estábamos todo el día y lo que hacíamos más que nada era jugar a la playstation y por ahí decíamos “Uh, bueno, vamos a programar una cuerda” así con cada elemento hasta que las canciones estuvieron listas. Realmente fue un tiempo de hermandad, sin embargo noté que ese empujón colectivo no estaba reflejado en el disco por deficiencias en el audio o del criterio de producción de algunas secuencias no se resaltaba suficiente”.
– ¿Por eso decidiste tomar por completo las riendas de la producción?
El hecho de producir me demanda una mirada muy amplia y muy puntillosa al mismo tiempo. Tengo que ver el todo y lo específico. De todas formas nosotros trabajamos muy relajados. Laburamos mucho con la materialidad de la banda a pesar de que algunos arreglos pueden ser concretamente imitaciones o adaptaciones de arreglos que yo pre grabé en una preproducción, es el caso de este disco porque al ser temas de tanto tiempo ya tenía muchas grabaciones caseras. Con el disco anterior me llamó la atención que ante a la oleada altamente positiva de apreciaciones que generó la poca atención que se le había dedicado a la música. Yo antes que cualquier otra me siento músico, entonces toda la dedicación primaria está puesta en eso, toda la dedicación primaria está puesta en eso y me llamó la atención que se fijaban casi todos en la cuestión de las letras, de algunas cuestiones del histrionismo de la voz. Me di cuenta que tal vez se debió a un audio que no fue tan prístino y abrasivo como este disco, eso era una deuda pendiente que había que plasmar acá, era la chance ideal por el tipo de canciones.
– Escuchando El Futuro me vino a la mente las diferencias entre ocio y pereza. El nuevo disco arranca con “Designio (Una buena razón)” que dice “Somos hijos de las drogas, la pereza y el champagne”, luego me acordé de “El ocio como única moral” de “Los hijos del aburrimiento”. Además pensaba que tanto el ocio como la pereza siempre fueron parte de tu universo.
A mi me gusta mucho lo contemplativo. Tengo mucha memoria eso me permite cruzarme con algunas cosas por primera y única vez, incluso de manera breve, y hacer un registro de eso, en general esa es mi manera de compensar la pérdida de tiempo es tratar de siempre estar incorporando información. Por eso no soy muy de leer literatura de ficción, me da mucha pereza encarar algo que no me va a reportar ningún tipo de información concreta. Entre ver un panel entre dos tipos discutiendo sobre algo en particular y una película, capaz que me entretiene lo primero, esa cuestión complentativa se compensa con esto de incorporar información con cierta rapidez. Por otro lado me pasa que yo puedo tener una idea, por ejemplo ahora hablando con vos o puedo irme de acá pensando en una canción, pero generalmente me siento incomodo cerrando una idea enseguida, me parece que no confío en ese instinto mío. Trato de convivir con esa idea y el hecho de convivir con esa idea y no realizarla me permite que cuando finalmente la lleve a cabo ya está bien pensada y corregida. Eso puede ser una idea, una canción, lo que sea. A veces pienso en el tiempo que he perdido, que es mucho, una enormidad. Al igual que mis contemporáneos, con quince años de carrera, yo podría tener cinco discos en vez de dos, podría con esos intentos de discos recopilatorios o en vivo haberle dado una entidad mayor, fui probando cosas, pero me pregunto ¿acaso perdí el tiempo? pero luego pienso que la discografía de dos discos que hoy tengo por ahora es mucho más infalible de lo que hubiera sido si yo hubiera editado cinco discos. Así como me quedo mucho tiempo con ciertas ideas, también he sido muy cabeza dura. Yo compuse una colección de canciones en un periodo que va del 99 al 2001 y no compuse más hasta fines de la década porque no quería hacerlo hasta no tener un primer disco grabado y estar conforme con eso. Eso me hizo perder mucho tiempo. Sé que no he podido hacer de mi creatividad espontánea algo con lo cual yo me sienta conforme.
– ¿Por qué ahora el ímpetu y la arrogancia?
Porque me pareció que este siglo XXI y toda su mojigatez me puso un freno a la idea que yo tenía para mi carrera. Por más que uno quiera en algo va a tener que ceder para poder conectar con la gente; el público potencial que nos toca es este, hoy, Rosario siglo XXI, año 2010, 2011, 2014, 2016. Entendí que ese nivel de arrogancia y de vocación por lo comercial que por fin había logrado obtener luego de tanto insistir con canciones que querían ser eso pero no lo eran, me dije ahora está todo bien están las canciones pero lo que evidentemente no está es el contexto. ¿En qué puedo cambiar yo para parecerme a la sensibilidad que se espera de un artista rosarino en 2010? Y bueno, no iba a resignar el nivel de histrionismo, no iba a resignar el nivel de barroquismo, aunque en un momento fue la idea pero no salió. No iba a resignar la cosa alejada de la sensibilidad del rock nacional. Era toda una serie de cosas que yo no iba a poder resignar. ¿Qué puedo resignar? Puedo resignar el nivel de hormona que pueda llegar a tener la música; podemos ponernos más humildes en el tono; podemos encontrar una temática que tenga menos que ver con lo hedonista y buscar empatizar algo que tenga que ver con la gente para preparar el terreno para eso otro. Así fue que salió La Espera, me parecía que los temas que componen El Futuro iban a chocarse contra esa pared que es la sensibilidad del siglo XXI en Rosario. Había algo que nosotros no podíamos dejar de ganarnos y eso era el respeto como artistas. Alguien como yo, tan abocado a la payasada, iba a tener que conseguir alguna valoración por algo completamente fuera de eso. Yo sentí que era particularmente necesario para una propuesta como la nuestra que hubiera un antecedente que parezca más honrosa desde lo estrictamente musical.
– Este nuevo trabajo es ideal para desplegar tu histrionismo.
Estos son canciones más arriba. La Espera tiene temas que son incómodos de cantar, medios bajos.
– ¿El histrionismo es un arte que se lleva adelante sin red?
Sí, eso está bien, la verdad que es así. Es extraño, nunca lo había verbalizado. Yo jamás pienso en lo que voy a hacer en ese aspecto. Ni tampoco en lo que se traslada a lo vocal, no es que diga “tal firulete de la voz”. Es defender lo que va saliendo. Es raro, es casi el único aspecto en que me permito hacerlo así. Será porque es, quizás, en definitiva, lo que más me gusta hacer y por lo que hago todo lo demás y lo que me demanda tanto trabajo. Salir al escenario es cabalgar sobre lo que uno ya ha hecho.
– La red puede ser el feedback inmediato de la gente, un aplauso, por ejemplo, una confirmación inmediata que esa entrega está generando algo. No sé si el artista en ese momento puede ver o realmente quiere saber lo que está generando en el público.
A veces la gente puede aplaudir o estar absorta y otras veces no. Eso va a depender de la concentración o de cierto flow. Hay una cuestión de una lectura permanente. Es un oficio con tantas aristas vinculadas a cierta sofisticación de la vanidad que uno puede que lo piense en términos de magia o talento pero en realidad es un trabajo que se aprende. Yo trabajo con lo que voy viendo. Trato de aprender, de hacer una lectura del aplauso.
Escenario
Algunas de las canciones que ahora llegan al disco fueron gestadas y fogueadas en directo por varios años en algunos espacios paradigmáticos de la corriente subterránea rosarina así como también en un puñado de lugares imposibles de recordar, de nombre, al menos. El presente del repertorio de Jubany oscila entre teatros, pequeñas salas y algunos bares, con una concurrencia heterogénea, difícil de definir en pocas palabras o reducir a una tribu. En pocas palabras, no hay una onda estética predominante, tampoco edades con las que uno pueda trazar una franja etaria, es gente, sencillamente, a la que no se le puede tirar una etiqueta encima para simplificar. Hoy la propuesta de Jubany capta la atención de los críticos de rock más escépticos y la admiración de sus colegas más perceptivos; además la mayoría que atiende a sus fechas es un público que no se repite en otros recitales o fiestas (por suerte, este sector sí se hace cargo, como se pide en “Como los demás). Desde los 2000 hasta 2016, fuere ante un puñado de espectadores teñidos de bruxismo o ante miles de curiosos neófitos, Jubany se abalanza en sus plataformas enormes hacia un histrionismo que no guarda reparos ni sabe premeditar un plan de contingencia; un cisne negro reprobo y frágil que gana robustez cuando flota en lo performático. Cambian las caras, las modas, las movidas y el circuito, pero frente al escenario los semblantes jamás lucen indiferentes. Ante las recientes canciones de El Futuro o desde los primeros aires cómplices del glitter de “Traidores” hace más de una década, las rostros cambiaron, pasaron, son pocos los que estaban en un primer momento y hoy dicen presente con canas o algunas patas de gallo sobre sus miradas.
– En las distintas casas y fiestas de Planeta X, Espacio Cero, Kasa Enkantada y otros ambientes de los que no recuerdo nombre siempre estuviste en la movida pero también allegado a los márgenes, a veces siendo participe, pero al costado, como observador. Así estuviste hasta que eventualmente tomaste una velocidad crucero , uno pensaría que tu público estaría formado por gente de esas movidas, sin embargo no es así, para nada.
Me pone contento por el público que sí capturé pero tengo que admitir que tuve que procesar con cierta tristeza la ausencia de público proveniente de ámbitos a los que yo aposté inicialmente como lugares para ya sea para pertenecer o generar de alguna manera o desde un lugar cierto interés por lo que yo hacía. Hay varias cosas que se juntan. Con respecto a los chicos de Planeta X, los conocí alrededor del año 99 cuando hacían la segunda fiesta de los 80 de varias que hicieron en su momento. Esas fiestas fueron las que ubicaron a Planeta X en el ojo público, o al menos en un ámbito más amplio, a partir de allí pudieron acceder a alquilar a lo que fue la primera casa de Planeta. Yo hice una lectura parcial, si se quiere, de lo que era el fenómeno Planeta X, desde mi aislamiento fue muy importante ir a una fiesta en que la pasaran los Smiths, no entendía de dónde había salido. Quizás para los chicos, que en ese momento eran diez o doce, no era algo tan significativo, como también le podía pasar a la gente que iba a bailar ahí, para mí pasaba por ahí el asunto, no veía todo lo demás, toda la carga ideológica que tenía Planeta X, por la cual uno podía llegar a simpatizar, yo la pasaba por alto. Después del 2001 Planeta X se radicalizó, al menos desde lo teórico, y empezó a tirarse más para el lado de lo ideológico, ideología con la cual uno incluso simpatizaba pero yo siempre tenía esta cosa de que para mi era muy importante separar una cosa de la otra, para mi el rock argentino ya venía bastante ideologizado entonces cuando PX eligió abrazar algunas causas al calor de lo que había pasado lo cual me parece completamente comprensible y hasta loable, yo ahí medio que me quedé medio frío, yo había hecho solo la lectura de que eran unos pibes fans de la música que hasta ahora yo no podía compartir con nadie. Por otro lado, hubo otra cuestión en el sentido práctico, yo siempre fui muy haragan y veía que los chicos trabajaban bastante en cuestiones de mantenimiento de sus actividades, yo ante la posibilidad de que eso genere algún tipo de fricción siempre preferí quedarme al margen, yo veía que los chicos atendían la puerta después atendían la barra, limpiaban, barrían, entre tantas otras, yo sabía que no estaban en condiciones de hacerlo. Después hay otra cuestión que sí me produce cierta tristeza o ya no sé, porque ha pasado tanto tiempo. En un momento noté que, no solo el grupo de Planeta X se empezó a ampliar mucho, cuando yo los conocí eran diez más o menos, ese grupo se fue ampliando y se empezó a armar como una escena en relación a eso y una idea y forma de hacer las cosas. Lo que noté con cierta tristeza es que lo que yo proponía, si bien viene de una extracción similar en tanto a las referencias musicales, yo había elegido algo que en los 2000 iba a estar muy mal visto por el indie, la extroversión y el ansia que me vaya bien, algo que creo compartimos todos pero yo elegí no hacerme el boludo con respecto a eso. Entonces eso no era algo visto con mucha simpatía. Ese periodo 2000-2010 de Planeta X fue fértil pero se privilegió a otro tipo de virtudes, lamentablemente denostando algunas otras. Yo siempre vi, y esto es algo que recientemente se lo escuché mencionar a Pablito Comas de Alucinaria, la prolificidad del indie, una especie de virtud por sobre otras cosas como la dedicación, la preocupación por el detalle, etc etc, ahí hubo una especie de quiebre irrecuperable entre lo que yo hacía y lo que siguió haciendo el resto la escena indie. Es raro, porque ponele yo veo que la banda de Comas es una banda eminentemente indie en un montón de sentidos, como la estética sonora y todo. Pablo Comas tiene una gran inclinación por lo que yo hago, también pasa con otro Pablo, Pablo Kravzov de Sur-Du-Monde que también viene de una extracción indie. Por eso sería muy injusto de mi parte decir que todo lo que viene del indie es incapaz de empatizar conmigo.
– Está bueno lo que mencionas sobre ambos Pablos, creo que ustedes tres tienen algo en común y es que su idea de pertenencia no va a depender de la visión de los demás, no depende que se encuadre en una estética ni en la aprobación de otros, la pertenencia que les interesa es deberse a sus canciones.
Por supuesto. Si no pasa nada uno igual va a seguir haciendo su recorrido. Igual creo que pasó algo aunque no sé cómo será en el caso de ellos. Yo veo que finalmente el público que uno terminó consiguiendo terminó siendo más ecléctico, un público que valora mucho cierta cosa clásica, la manera de hacer entretenimiento. Algo que pasó en 2015 con los 50 años de Rock en Castellano y que observamos junto a El Zorzi y Charly Egg que se había dejado una marca importante en un tipo de público que se había acercado al ciclo sin pertenecer directamente a la escena. Se metieron cuatrocientas personas en cada show en Lavardén y luego se hizo el anfiteatro, había mucha gente que no eran habitués de los recitales, gente paracaidista, gente común, gente a la cual uno aspiraría como público en última instancia, gente que en general no concurre al recital de rock. A ese tipo de público Charly, Zorzi y yo, le dejamos una marca bastante particular, y el punto común que observamos era el histrionismo. Me parece que el tipo de público común que no está influido por distintos factores de esnobismo que yo creo que es lo que más ha dañado a la escena desde el 2000 hasta esta parte, esa cosa del temor a dar un paso en falso. Hay un público que valora mucho lo que no tiene que ver con tomar riesgos al menos en la cuestión performática. Sobre el otro público, el público común, mi análisis fue: está acostumbrado a ver que prendés la TV o pagás $600 o $1000 por ir a ver una banda en un teatro y en general en el mundo profesional, que es lo que esta gente está acostumbrada a ver, el histrionismo es moneda corriente. Por supuesto que es un análisis parcial. Esa es la diferencia para ese público, lo que diferencia a un amateur de un profesional, eso es completamente falso si se quiere porque muchos de los que pasaron por ahí son más profesionales que nosotros tres juntos, por supuesto, pero digo, la percepción del público común, la diferencia entre un tipo que se dedica a eso medio por hobbie y el que lo hace en serio, es el hecho de dominar lo performático. Hay tipos que pueden cantar muy bien pero los ven cantando ahí y … (simula una pose apichonada) en cambio el público propio del indie creo que hace la valoración inversa, la cuestión de decir “si el mundo real del mundo del espectáculo y el entretenimiento tiene este tipo de señas y códigos entonces el arte independiente debería ser todo lo contrario”. Todas mis grandes influencias vienen del indie o han generado escuela en el indie, Pulp, Suede, Divine Comedy, bandas fundamentales para mi y que siempre independientes. Lo ves a Jarvis Cocker, a Morrissey, acá nadie se animaría a ser Morrissey. ¿Por qué? Guarda que alguien se anime, ahí van a estar frunciendo la nariz.
Baile mágico
Pablo Jubany es el único hijo de una psicoanalista y un prestigioso ilustrador y artista del tango. Una familia plena de estímulos para un pequeño hijo que creciendo en una atmósfera de adultos encontró una brecha generacional entre sus padres y él. No era un niño o jovencito que ya venía configurado por Beatles, Rolling Stones o Sui Generis como en miles de hogares argentinos. Entre tantas vanguardias artísticas y discusiones intelectuales que habitaban el hogar de Mamá Beatriz y Papá Tati, el pequeño Pablo se encontró buscando ciertos caminos por las suyas, guiándose por los ecos generacionales que repercutían en la esfera de la cultura pop de los años 80, para descubrir la hechicería del Rock & Roll. “Tuve que hacer mi propio camino para encontrar el rock” relata el cantante mientras sorbe café y respira profundamente, como tomando energías para saltar unas décadas atrás. “Lo que hacía era usar un grabador de periodista con el cassette clásico, un panasonic que estaba buenísimo, para grabar temas de lo que yo tenía en VHS o de la televisión. Tenía el VHS de Laberinto (Jim Henson, 1986) y entonces clavaba el rec y grababa los temas desde ahí” recuerda Jubany acerca de sus primeras búsquedas dentro del universo de la música rock e inmediatamente retoma el repaso por el ayer: no había nada de rock en mis padres si no que también había una resistencia. Mi papá es un tipo que fue militante, siempre fue un luchador de la cultura y su manera de entender eso tenía que ver mucho con la lucha cultural con la pelea dada en esos ámbitos. Para él, y en esto coincido, el imperialismo también se manifestaba culturalmente. Un día escuchaba los temas grabados de Laberinto en el equipo de música entonces llega mi papá desconociendo que Bowie era un músico inglés, él escuchaba rock en inglés y daba por seguro que era norteamericano, y me dice “Pablito, vos te das cuenta que éstos son los que tiraron la bomba atómica”. Esa primera reacción después se permeabilizó con el correr de los años y mi viejo nunca más puso una resistencia tan vehemente a nada de lo que yo hiciera o a nada que yo eligiera. No era una constante pero sin dudas pero no había que tuviera que ver con el rock en mi casa, sí un montón de vanguardias culturales que eran otras, mi papá era un apasionado de Piazzolla. Él siempre fue un tipo muy progresista en su pensamiento pero sí tenía este mambo con lo norteamericano, por lo tanto el rock era una especie de concesión al imperio, si se quiere. Después eso se empezó a diluir y creo que empezó a entender que no era tan así o que no era necesariamente así cada vez que el rock se expresaba de alguna manera. Así fui haciendo mi propio camino para encontrar el rock.
– ¿Cómo fue seguir ese camino de adolescente, cuando uno ya entra en el mundo de compañeros del colegio y otros amigos?
Al dar con Bowie medio por accidente no es que yo no sabía que el rock no existiera, sabía perfectamente de su existencia, pero no era algo a lo que yo le hubiera puesto el ojo concreto por nada en particular. A partir de Bowie notó una especie de reservorio de varias disciplinas artísticas juntas. Me gustaba todo a mí, el teatro en especial la cuestión de la actuación, me gustaba el dibujo, la música, me gustaba sobre todo la cuestión de lo performático. Por eso me pegó, tenía todo ese cúmulo de cosas que se juntaban. A partir de ahí viene todo un derrotero muy extraño por el rock, yo perdí mucho tiempo en relación a muchos contemporáneos míos que ya cuando tenían veinte años tenían un conocimiento más global sobre todo del rock nacional que yo no para nada tenía, yo lo fui aprendiendo con el tiempo y entendiendo mucho después. Durante mucho tiempo tuvo recelo con respecto al rock nacional porque me parecía que para los quince o dieciséis había leído un montón de libros sobre Bowie y distintas vertientes estéticas de rock derivadas a partir de esa cuestión casi filosófica y cada vez más estupor comprendía que el rock argentino había ignorado prácticamente toda esa corriente, sobre todo en la década del 70. Por alguna razón el rock argentino se había perdido toda una vertiente que arranca con el bubble gum pop de finales de los 60 y la transición hacia el glam que hace Marc Bolan hasta el advenimiento de la música bailable y electrónica, desde Bolan hasta Kraftwerk, pasando por todo el glam rock y Chic, una banda fundamental, no sólo fue todo ignorado por todo el rock argentino sino que además fue motivo de burla. Después entendí la razón. Entendí que al rock argentino en la década del 70 le tocó vivir años muy duros en los cuales, me parece que la manera de legitimizarse, para sí mismo y hacia los demás en una sociedad tan complicada, era tratar de evitar por todos los medios lo simple, lo chabacano, lo hedonista, un montón de cosas que venían con esas corrientes musicales que menciono. Entonces me reconcilié porque entendí que parte de la historia tenía que ver con eso.
– ¿La fantasía es un lugar de resistencia?
Sí, es un lugar de resistencia poco usado en zonas como la nuestra.Creo que eso tiene que ver en cómo el establishment, el sistema, el capitalismo, oprime en todas partes pero en ciertas partes oprime más que en otros, entonces la fantasía como forma de resistencia me parece más factible en lugares donde el sistema oprime menos. La fantasía en el rock es algo muy propio de lo británico, del inglés. Hay una cosa con los Council Estates, digamos con los suburbios, con el contraste entre los suburbios y los centros de las ciudades que de alguna manera funciona como disparador de la fantasía como forma de resistencia. Pero pasa que la vida en los suburbios de Inglaterra es gris, es una mierda, las persianas cerradas, los cielos son grises, llueve todo los días y hay un contraste importante con el glamour del centro, pero convengamos que ahí a nadie le falta el morfi. Incluso si hasta sos un vago atorrante podés ir a cobrar the dole. Entonces ahí la fantasía es muy necesaria, está buenísima, es muy saludable pero hay un margen de maniobra para que aparezca como forma de resistencia. En el caso nuestro, diría, en el caso del tercer mundo, los países con mayor grado de opresión, es más complicado, es una alternativa posible pero no tanto. Una de las cosas propositivas que tiene La Espera tiene que ver con eso en tanto que todos los protagonistas de esas historias y las personas que pueden interactuar con la obra que hacemos nosotros por una cuestión de clase, lamentablemente, son gente que tiene la posibilidad de que la fantasía sea una forma de resistencia. Se puede incluso complementar, con una lucha más territorial y tangible, cuando uno canta “usa la plata de tu padres” es una manera también de poner en evidencia a mucha gente como nosotros que tiene algunos problemas existenciales que a todas luces son menores que problemas como el hambre, sobre todo si uno puede darse el lujo de dedicarse a lo que uno le gusta, aún en situaciones en las cuales eso no es sustentable. La propuesta que nace a partir de eso es tratar de sacar lo mejor de esa escuela de pensamiento que se plasma en expresiones artísticas que nos gustan tanto como el rock anglo, tomar esos elementos como para poder seguir adelante con una vida que de todas maneras llevaríamos adelante. ¿Tener el ceño fruncido? Si nosotros somos pibes de clase media cuyas acciones concretas no se van a trasladar mucho en transformar el mundo entonces, podemos desfruncir un poco el ceño y darle para delante tomando premisas que nos serían muy útiles, como por ejemplo, la fantasía. Comprendo que en términos generales no se pueda esperar que el rock sudamericano tenga la misma inclinación hacia la fantasía que el rock inglés pero creo que, sobre todo en el ámbito que nos rodea de manera más próxima, sí es más factible. No es lo mismo ser del oeste del conurbano que ser un rosarino del centro. Ahí hay cuestión: si ser un rosarino del centro sirve para diferenciarse en tanto a la estética musical que vamos a abordar debería también servir para diferenciarnos en algunas cuestiones filosóficas simplemente porque no hace falta que filosóficamente funcionemos de esa otra misma manera. Hay algo que dijo Bowie que está buenísimo. Él se preguntaba cómo los ingleses, siendo tan orates en todo nivel, gente tan insensible, es capaz de generar semejante música y Bowie dice “la música es el sueño de Inglaterra”, pero se refiere al sueño como el ejercicio de soñar, él dice “the dreaming of England”. Está buenísimo, los ingleses son unos forros, su vida es una mierda, sin embargo son capaces de generar todo esto que despierta admiración en el mundo entero. Estaba acertado en todo.