Los Besos llegaron a Rosario para compartir escenario con Diosque en una noche de emociones pre electorales.
La primera visita oficial del grupo a nuestra ciudad funcionó como una oportunidad ideal para conversar con Paula Trama, su líder, cantante y compositora, acerca de canciones de amor, las elecciones que nos forman, ironías varias y la posibilidad de una carrera dedicada a la música.
En el marco del siempre presente Festival Otro Río, Los Besos y Diosque llegaron a Rosario para compartir una fecha de diversidad musical, sensaciones, poesía y baile en la víspera de las elecciones en la provincia de Santa Fe.
Desafiando el estatismo de sillas y mesas del Gran Salón de Plataforma Lavardén, la propuesta de ambas bandas congregó al público frente al escenario para generar una pista de baile sobre los pasillos, obligando a los iluminadores a improvisar una puesta más discotequera según las demandas de los cuerpos danzantes.
La banda liderada por Paula Trama compartió canciones como “Las melodías”, “Canción del ballotage”, “Telón”, “La cascada de tu pelo enredado”, “Copia viva” y “Albañil”, ante un público expectante en esta primera visita oficial. Repasando sus producciones Un disco de Los Besos, Helados verdes y Copia viva, el sexteto se puso a tono con los pedidos que tímidamente se escuchaban desde los asientos.
Llegado su turno, Juan Román Diosque y sus secuaces revalidaron su romance con los rosarinos y las rosarinas que una vez más se entregaron por completo a sus pegadizos temas como lo vienen haciendo en cada una de sus visitas de los últimos cinco años.
Hay un patrón que se repite en cada llegada de Diosque: todo el mundo pone su cuerpo en acción. No importa la sede ni la altura del calendario. Puede ser el Galpón de la Música o D7, un festival o una fecha propia. Nadie va a quedarse quieto ni indiferente a sus disparos de twee pop.
Mientras que la fiesta invitaba a (mucho) más, la veda electoral cerró la noche sobre las 23 horas obligando a la concurrencia a imaginar otra forma de prolongar el subidón que el tucumano generó con su set.
I
A las siete de la tarde del sábado las calles de Rosario están inmersas en un frío proto invernal bajo una envolvente humedad que no termina de manifestarse en lluvia. Por la misma hora está debutando la selección argentina de fútbol masculino en la Copa América en Brasil. Entre el clima, la macrisis y la veda electoral que tomará efecto en algunas horas, el partido parece una excusa perfecta para decidir no moverse de casa.
Paula Trama, Los Besos y Diosque están repartidos entre varios pisos de Plataforma Lavardén. Llegados hace un rato directos desde Córdoba y sin mucho descanso real, ambos grupos están separados en diversas misiones. Tres Besos están volcados frente al televisor de la residencia del clásico complejo cultural rosarino. En el sexto piso, Valentín Prieto (del sello Polvo Bureau), anfitrión local, explica que el resto del contingente está correteando por los otros pisos.
“Estamos recorriendo las galerías de los roperos” explica Paula Trama vía WhatsApp. “Encontrémonos en el quinto y hacemos tranca la nota”, propone. Mientras tanto, sus compañeros de viaje siguen dispersos: Juan Román está en el colchón de sueños, resistiendo la tentación de dormir en una cama de cuatro metros. El asesino del romance, su coequiper, está chocho de la vida montando el carrusel mientras transmite en vivo vía Instagram para todos sus seguidores.
“Qué increíble está todo eso” comenta Trama en el quinto piso. Entusiasmada por la libroteca y por el colchón gigante, no se quiere perder el carrusel, por eso baja a dar una vuelta, casi relevando al Asesino del romance. Sonríe contenta y se baja pronto.
II
El Gran Salón está en calma y perfecto orden luego de la prueba de sonido. Todo listo para abrir las puertas y recibir a la gente, pero falta un rato para eso, todavía. Algún técnico dejó sonando Highway 61 Revisited de Dylan y desapareció hasta nuevo aviso.
Un ambiente de intimidad reina en la sala, a pesar que no hay nadie. La intimidad proviene del conversar de Trama. Se ríe. Confía más allá de la respuestas. Comparte rebasando cada pregunta.
Viajes, amores, familia y algunos otros vínculos se desperdigan desde su tono amable.
Años atrás hubo una incursión a Manchester (“La leyenda que uno espera ya no existe”) donde pudo presenciar a The Fall en vivo. Experiencias que nos hacen entre amores y admiraciones, jugando entre trenes, cassettes y bandas en inglés.
Según Trama, el interés por su música en las redes la entusiasma. Lo toma como una señal de un buen camino. No busca aprobación, pero flashea con el efecto satelital que genera colgar una canción y que lleguen ondas varias desde coordinadas inesperadas.
Todo eso comparte, en un ida y vuelta fluido de apenas unos minutos. Además, entre discos, libros y recitales, sus canciones también están haciendo un círculo sobre el timeline nacional. Las elecciones de Santa Fe son un preámbulo oportuno para una pregunta irresistible: qué siente sobre su “Canción del ballotage” mientras todo se va definiendo para octubre.
“Me dan ganas que sea una canción feliz”, explica, divertida. “Que ahora sea una canción feliz sería genial”, agrega, algo expectante. “Es una canción super emotiva pero también hay una frustración considerable. Está construida en un momento que finalmente devino en una sensación muy de fracaso. Tiene un horizonte de expectativa curioso”, apunta sobre una de las pistas que integran el celebrado Helados verdes editado dos años atrás.
III
Desde 2017 la banda está creciendo. Mientras que las reproducciones en plataformas van sumando cifras considerables, cada movimiento es seguido de cerca por lo que resiste de una prensa especializada o desde melómanos que impulsan blogs donde comparten la producción de Los Besos con pasión y devoción. Según la multifacética artista esas iniciativas catalizadas simplemente por el amor a la música es lo más lindo que se puede encontrar. Se conmueve por alguien que se toma el trabajo de generar semejante gesto.
“Me resultan increíbles las repercusiones en el público y en las personas que disfrutan mucho de la música y se acercan de una manera muy interiorizada al trabajo que hacemos”, admite. “Eso conmueve porque da cuenta que ese tipo de recorrido es el que más nos satisface, nos hace bien”, destaca mientras estira sus dedos hasta tronarlos.
Mientras esos gestos aparecen de manera inesperada, en otro plano surgen fechas propuestas por espacios culturales, bares, productores o sellos interesados. La Plata, Buenos Aires, Córdoba y Rosario son algunas de las ciudades que recibieron a Los Besos en los últimos tiempos.
Aparecen personas y oportunidades de multiplicar(se). Impulsarse sobre esas chances espontáneas fue fundamental para el proyecto, donde el factor humano fue creciendo hasta evolucionar en una familia de amigues que se eligen y se potencian en formas de música.
Desde un estado primigenio de canciones en formato sencillo (voz, guitarra, bajo, batería) hasta una actualidad en forma de sexteto que exuda arreglos, colchones de teclados, juego de voces, fragilidad, juego y contagio, la expansión estética-sonora de Los Besos desconoce la comodidad.
“Tuve la suerte de empezar a recibir invitaciones de otros músicos que tocan increíble y tienen ideas muy compatibles y sensibles con mis propias ideas. Así fuimos armando Los Besos”, confiesa Trama.
“Se fueron sumando desde la amistad y armamos una especie de familia. La música fue creciendo muy lentamente. Sin envión de salir a mover la banda, sino que fue desde circuitos pequeños hasta que todo tomó velocidad sin darnos cuenta. Ahí vimos la necesidad de seguir disfrutando de viajar, conocer lugares; de seguir compartiendo la misma manera familiar de componer pero también llevar nuestra música por ahí”.
Además de los discos, el libro, los recitales y las rutas argentinas que paulatinamente invitan a recorrerlas para compartir sus canciones por las provincias, Los Besos cuentan con unos 11.000 oyentes mensuales en Spotify y poco más de 100.000 reproducciones de sus álbumes y videos en YouTube.
El crecimiento artístico y la amistad potenciadora caminan firmes junto a una audiencia que se amplía mes tras mes. Los Besos van en serio, no hay dudas. Es una aventura libre de límites que pretende seguir anexando experiencias a su universo. Pero mientras las entradas anticipadas se venden, el odómetro mide distancias mayores o el periodismo dedica más y más líneas a su obra, se vislumbra la posibilidad de hacer de Los Besos una carrera.
“No”, responde categóricamente la compositora, cantante y guitarrista cuando se le pregunta si imagina a la música como una carrera. “Justamente, es una de las cosas que no imagino”, agrega rápidamente antes de un segundo reflexivo. “Es una pregunta acertada porque me encontré pensando yo misma en eso no hace mucho. No imagino eso. Creo que mi imaginación musical tiene más que ver con componer. Sobre todo con componer. Después, tocar, mover y proyectar eso en el mundo es más como la aventura a la que nos lleva como consecuencia de las canciones. Las canciones son la conducción virtual de ese recorrido. Pero no, no imagino mucho en ese sentido. Puede que todo eso me suene muy grande. Siento que ahora, por el recorrido que estamos haciendo, un poco se va armando de manera más ordenada, pero siempre cuando lo requiere el momento. No hay tanta previsión. Creo que sí existe esa previsión en cuanto a formas de componer los discos”.
IV
Copia viva, el cuarto disco de Los Besos, grabado y mezclado por Dante Frágola en Solo Studio (El Calafate) en el verano del 2018 llegó en dos formatos: además del disco digital disponible online, es un libro que recorre toda la discografía, con letra y acordes, en formato de cancionero.
El libro llegó para aportar un nuevo elemento al universo Los Besos. Expandiendo la ofrenda poética del grupo, Copia viva llega como el manifiesto contundente de la inventiva de Paula para decir, para entablar diálogos con otras canciones (propias y ajenas) y re imaginar situaciones afectivas de su inventiva cotidiana.
Sin posibilidad de lugares comunes, ajena a golpes bajos efectistas, desconfiada de lo rebuscado, Trama se corre de todo eje previsible y canta. Le canta a las ideas, a las impresiones, canta buscando usurpar narrativas ajenas que la diviertan, que la estimulen a construir, que la desafíen.
– Hoy la idea de amor romántico está atravesada por miles de interpretaciones. Vos partís de instantes, de momentos compartidos, de gestos precisos. También apelas a la ironía. Así te corrés de todo lugar común y transitás una senda propia y acorde a la coyuntura. ¿Cómo se le canta al amor en el contexto actual? Por otro lado, ¿se canta de amor todavía?
Creo que le cantás a las ideas y al fin de cuentas vas a terminar hablando de amor siempre. En la composición siempre prevalece la frase o la idea o la sensación y en el armado de la canción va ocurriendo, finalmente no te das cuenta cómo, pero va ocurriendo que de algo de amor terminás hablando. Es indefectible. Lo mejor sería no tratar de hablar de amor. El intento es siempre un fracaso.
– En “Offline” escribís una patología de nuestros tiempos: diluir una identidad real simplemente para gustar a otro.
Esa canción es un buen ejemplo de como armar una canción de amor desde otro lugar. Es intentar salirse del lugar protagónico que uno está tomando y meterse en una historia cualquiera. Tratar de desestimar la individualidad y la propia historia de amor y salir, meterse en una historia cualquiera. Es la historia de dos personas que se engancharon, una se entusiasmó y la otra no. Esa letra debe tener cinco versos, no sé, es una letra cortísima. Me parece que lo que toca de la canción de amor es el tipo de frase y la melodía que la acompaña. Medio que es el cuerpo de la frase, no lo que dice en sí, sino que me parece que está muy rodeado por la interpretación. Eso para mi es un misterio. Tiene mucho que ver con las influencias. Me gusta mucho la canción italiana y la ópera. Hay una influencia del melodrama que ahí hace un trabajo también.
– Esa canción cabe capturar el zeitgeist de hoy, donde nos construirnos desde las redes sociales y nuestros celulares. Armamos un papel y lo interpretamos asumiendo sin fundamentos reales lo que atrae al otro.
Es una especie de armado de un producto, una burla irónica también sabiendo que uno, a veces, hace cosas y fracasa. No hay que entristecerse tanto porque era una especie de marketing.
– Pero hay gente a la que le toma mucho tiempo ser consciente de esa ironía, puede aplicarse a la canción o a sus propias vidas. Mientras tanto se prenden de un juego doloroso.
Me gusta reirme del dramatismo del amor. Ponerlo dramático pero a la vez relajado. Creo que hay una referente ineludible en eso: Alaska de Fangoria. Ella es lo máximo en eso. Qué persona tan dramática y a la vez irónica. Miranda! también, son los genios de eso en la música popular argentina.
– Hay una diversidad estética muy importante en tu obra música. Además de diferentes elementos narrativos, usás los géneros a tu conveniencia. ¿Cómo se da tu acercamiento a la música?
Hay varios afluentes de llegada. Una parte tiene que ver con una herencia familiar. Un tío que me prestó, y finalmente me regaló, una colección de vinilos de rock. Sobre todo rock sinfónico que era lo que él escuchaba en la década del 70. Después hay otra parte que tiene que ver con los paseos de los 90 en los shoppings. Yo no tenía hermanos, cuando mi mamá tenía que ir a comprar algo o de paseo, me quedaba en Musimundo viendo bateas y revolviendo sin ningún tipo de filtro o prejuicio todo lo más mainstream o lo que llegaba en ese momento. Después hay una tercera parte que siento importante: por vía de mi primo, un poquito más grande que yo, me llegaron cosas de rock nacional mientras que yo escuchaba de todo porque había ensayos de mi mamá. Convivía cotidianamente con música clásica, ópera, tango, música barroca, rock, Luis Miguel, no sé; era una cosa muy heterodoxa donde se formaba un caldo de cultivo, una especie de sensibilidad más primaria. Después, a partir que me regalaron una guitarra, empecé a tocar canciones que me gustaban. Fui aprendiendo guitarra con un profesor al que fui muchos años. Él supo acompañarme, me enseño armonía. La guitarra era mi manera de socializar en la secundaria. Desde entonces tomó elementos según lo que me parezca oportuno. Por eso me muevo así. Imposible quedarse en un solo lugar. Menos por épocas tan dispersas como la que vivimos.
– ¿Hubo una elección consciente entre música y poesía? ¿Hubo distancias formales con la música?
En realidad no ocurrió eso, afortunadamente. En un momento escribía y leía en lecturas. Yo estudié Letras entonces había mucha amistad con gente de ese ámbito. Terminaba leyendo en lecturas, pero en la medida que iba haciendo canciones terminaba tocando. De alguna manera terminé sintiendo que encontré mejor mi espacio como música que como solo poeta. Eso fue ocurriendo en la misma búsqueda misma. Hoy no siento que haya una completa centralidad musical o de lo poético. Están ahí, bien.
– ¿Cómo es volver a sobre tus propias canciones una y otra vez? Hay versiones en clave solista, con otros artistas y luego con Los Besos. Es construir y reconstruir. Además es regresar a ciertos estadios personales, puede que como persona ya no estés en el mismo lugar que cuando apareció ese tema por primera vez.
Es la magia de lo colectivo. A veces las canciones me cansan. Yo llevo mi proyecto en paralelo y muchas veces dejo de tocar ciertas canciones porque me resultan viejas para mi canto. Cuando formás un colectivo hay algo de las identificaciones del otro que te estimula; como que la conmoción del otro te vuelve a tocar, entonces canciones como “La cascada”, que es del 2011, aparece en un disco de 2018. Eso pasó porque un integrante de Los Besos dijo “tenemos que hacer esta canción”. Entonces fue probar una vez más. También pienso que lo propio es un poco lo del otro. La idea de Copia viva es que todas las canciones son respuestas a otras. Las canciones propias se vuelven ajenas, también. La reversión forma parte de una canción nueva.
Lucas Canalda – Texto
Renzo Leonard – Fotografía