Luis Fuster, uno de los más importantes guitarristas de fusión de rock-blues-jazz de Rosario, vuelve a dar la nota con “Hacia mí”, su nuevo álbum. Lo presenta este viernes en Plataforma Lavardén excusa ideal para dialogar en profundidad sobre su experiencia como referente de las seis cuerdas.
En la nueva placa, editada por BlueArt Records, Fuster se pone codo a codo con las imágenes que su cabeza dibuja y traduce en el diapasón de su guitarra. Diez canciones que permiten un recorrido bellísimo entre solos de guitarras, teclados, algún saxo y flauta, pero con el aperitivo que tanto resaltó su protagonista: la sencillez y sensibilidad que fluyen tema a tema para recorrer las emociones que quedaran libradas a quien escuche. Un viaje que invita a mirarse dentro de uno sin mediar ni una palabra. La potencialidad que solo tiene la música tocada desde el corazón.
Hacía mí
El mundo de lxs guitarristas tiene sus particularidades. Cada cual tiene su estilo, su manera de apreciar un disco, una canción o banda. Sus formas de relacionarse con el objeto también varían según la ocasión. No es lo mismo estudiar batería que tocar guitarra, de eso pueden testimoniar familiares y vecinos de los primeros. Pero, gracias a la vida, la cuestión es así y no hay otra. Es el recorrido que dará como resultado a un/a músicx. Y es parte del engranaje que requiere toda agrupación para comenzar a congeniar y diagramar lo que más tarde devendrá en música. Es un paso a paso que resulta largo, tedioso, donde en el medio conviven esfuerzos que llegan a frustraciones o grandes satisfacciones. Esto último no es una opinión, sino que es parte de lo que reflexionó Luis Fuster, guitarrista que lleva años tocando como sesionista y que ahora vuelve a marcar agenda tras editar su nuevo material.
Desde el vamos uno puede pensar que una charla en profundidad con él girará en cuestiones técnicas, marcas de guitarras, amplificadores y músicos equipados hasta los dientes para la ejecución de cada armonía o melodía. Pero no. Fuster rompe con ese modelo cartesiano que rodea a los músicos de sesión. Y no solo en lo personal sino en quienes colaboraron para llevar adelante este proyecto. Allí figuran nombres fuertes como el guitarrista-productor Palmo Adario, hombre clave en la grabación, Coco Maskivker y Leonel Lúquez en teclados, Álvaro Manzanero en batería y el bajo de Tutu Rufus. A ellos se sumaron invitados de lujo como Andrés Ludmer, gran guitarrista de Jazz fusión, Claudio Cardone (histórico tecladista de Spinetta), Jazmín Rivarola y Melina Montalto en voces, el saxofonista Roberto Ceballos y la flauta de Javier Valderrama.
Luis resalta desde el principio que en esta experiencia, su relación con los estados de ánimos fue clave; el leitmotiv del disco. Al tener como productor a Adario, que es uno de los máximos conocedores en cuestiones de grabación así como un extraordinario guitarrista, la principal anécdota fue el pedido recurrente de volver a regrabar tomas que se consideraban bien ejecutadas. “Pero él, con solo escuchar, podía sentir que a esa canción le faltaba emoción. Me decía que tocaba muy tenso o que no tenía vibración. Era impresionante, en el momento no lo veía, pero sobre el final entendí lo que me decía”. Grabar un disco tiene eso: hacer una y mil veces la misma toma, tocar cien veces el mismo riff, solo o acorde. Bajo presión o no, desgasta hasta al más profesional. La mano invisible del productor es fundamental. Una ventaja con la que corrió: grabó en su mini- estudio casero y en el de Palmo, con quien carga una amistad de años. “Se hace todo cuesta arriba cuando tocas bajo la mirada de tus compañeros, a contra reloj porque pagaste por determinada cantidad de tiempo”. Un viejo problema que muchos músicos pueden dar fe. Quizás por eso la autogestión repuntó para esquivar esta cuestión que incide, y mucho, en la cuestión artística.
En el imaginario de uno -al menos para este cronista- entrar en la intimidad de un músico sesionista es sinónimo de encontrarse con un estudio cargado de guitarras, pedales y amplificadores de todos los gustos y tamaños. Luis vuelve a dar la nota: con un Amplificador Zappy (la línea que fabrica Facundo Nardone y que en su historial lleva el honor darle sonido al disco póstumo de Spinetta) se las ingenia. “Si veo que el sonido es el que me gusta, voy con ese, no soy un gran estudioso en eso. Con un pedal, un overdrive quizas, conecto al equipo y arranco, no tengo mucha historia”. Lo mismo con las guitarras, solo dos: una DTM y una Strato, ambas retocadas por algún luthier amigo. Palo y a la bolsa. “Hacia mí” tiene esa simpleza de la que tanto habla Fuster. Dentro del virtuosismo y el talento se encuentra esa cuota de sencillez traducida en las emociones que su productor le pidió. “Cada tema representa una imagen que tengo dentro de mi cabeza”, explica en relación a componer canciones instrumentales. Además fueron pensadas para que cada invitado pueda sentirse cómodo y libre de interpretar lo que las melodías y armonías le produjeran.
– Venís tocando hace muchísimo tiempo, tenes experiencia de tocar en escenarios con gente muy profesional. ¿Cómo surge la idea del disco después de tanto camino recorrido?
Mi idea fue armar una especie de campo de juego: poner a los jugadores en su lugar, convocar a gente que hace mucho tiempo que conozco, músicos y amigos. Los quise reunir porque los temas los compuse un poco para cada uno de ellos. Le propuse esa idea a Palmo y le gustó. Yo tenía 20 maquetas de las cuales quedaron solo diez. Y empezamos a laburar sobre eso, por ejemplo, contactamos a Jota (Morelli), sabiendo que se la pasa girando, lo llamamos un día que sabíamos iba a estar y lo encerramos en el estudio. Hicimos lo mismo con el resto de los músicos.
– ¿Cómo se hace para componer así? ¿Cómo sale de tu cabeza componer una canción instrumental pensada para que otros aporten lo suyo?
Mencionaste algo interesante relacionado a los estados de ánimos: al ser música instrumental se me vienen imágenes a la mente: situaciones, momentos, el amor que siempre está presente y es el que más imágenes aporta (risas). Concepciones que tenés de la vida, recuerdos que, generalmente, bajan después de las 12 de la noche. Es tremenda la noche (risas). Me llegan melodías, ideas y lo que hago es grabar todo. Así es como voy alimentando ese campo que mencioné anteriormente. Luego elijo, no por lo que es mejor, sino lo que me parece que representa esa imagen que tengo en mente. Creo que lo logré, por lo menos yo lo siento así.
– Entonces cada título de las canciones remiten a eso. Hasta en esos detalles estuviste.
Totalmente. Los músicos venían más por lo musical. Palmo me ayudó a interpretar sobre qué músico podía tocar mejor esa melodía o lo que fuese. Ahí lo fuimos armando.
– Cualquiera no lo podría haber tocado entonces, en el buen sentido.
Pienso que músicos buenos hay por todos lados pero lo que pasó en este caso es que yo quería que además sean amigos para poder entablar una conexión. Los que grabaron estaban conectados con el tema. Y terminábamos todos conectados, dejando como resultado una energía positiva. Palmo a veces me pedía que repita otra toma y yo le discutía de que estaba bien, y me decía que sí, está bien, pero vos la podes tocar con más emoción: Tocála bien y transmitile algo más que vos podes transmitir más. Cuesta entrar en ese estado. Ahora, una vez que entraste, evidentemente sale mejor. Eso es algo que solo lo aprendés en una grabación y más en esta experiencia que tuve la suerte de tener.
– Entonces por lo que decís ¿es un disco solista o de una banda?
(Pensando) Es difícil responder, en realidad es mi disco solista. Yo he grabado con otros compañeros. Sería como un disco solista pero la idea tampoco es de banda pero porque hay invitados. Yo quise hacer una matriz donde cada uno pueda expresar lo que mejor hace. Generar un lugar donde el músico, el invitado, pueda hacer su base mediante un solo o un arreglo. Si bien los temas estaban armados, les di total libertad para que hagan lo que sentían necesario. Esa es la ventaja de hacer música instrumental. A mí no me salen las canciones cantadas, no escribo ni canto, me salen melodías instrumentales. En este caso, la intervención de la voz (de Jazmín Rivarola) es muy corta pero quedó lindo. Le dio un color.
– ¿Las composiciones nacen desde la guitarra y vas imaginando cómo enganchar con otros instrumentos? Imagino no es un trabajo fácil, más si se trata de comunicar imágenes desde un solo de guitarra o alguna armonía.
Hago todo desde la guitarra. Primero hago la base, después la melodía y finalmente los arreglos. Pero, por ejemplo, Claudio (Cardone), en “Amor Virtual”, hizo trabajo hermoso. Le dije que haga lo que sienta e hizo unos arreglos alucinantes. Y así hubo otras intervenciones que consideramos que estaban buenas y las dejamos.
– ¿Qué es lo que más rescatás de esta experiencia?
Para mí fue una escuela en el sentido de que fue un aprendizaje porque cuando nos planteamos hacerlo Palmo me preguntó, “¿Querés un nivel sencillo o profesional?”. Fui por lo profesional, con una vara alta y tratamos de hacer lo mejor posible. Eso requirió todos estos detalles, no solo para tocarlo sino para poder transmitir esa emoción que estábamos haciendo. Después en la mezcla le dedicamos un montón de tiempo, más de doscientas escuchas a cada tema. Se hizo un trabajo ultra fino. Por ahí descubríamos que la afinación estaba corrida y volvíamos a grabar, o que el sonido de la viola quedaba menos tenso con otro instrumento, o yo necesitaba relajar un poco las manos, y así. Un arduo trabajo.
– ¿Cuál es la ventaja y desventaja de trabajar así, en los ínfimos detalles?
La ventaja es que quedás realmente satisfecho y decís “hice lo mejor que pude”. Independientemente del resultado que tenga. La sensación de que hiciste las cosas bien. Después si lo escuchan sólo tus amigos, no me importa. Vos hiciste bien el laburo y le pusimos todas las pilas. El tiempo necesario, la dedicación, todos los detalles.
– Luego de grabar un disco, con todo lo que eso implica, tenés muchas ganas de presentarlo e incluso sentís que estás más preparado. En este caso, luego de dos años ¿cómo vivís los momentos previos al armado del show?
A full, por momentos muy agotador (risas). Decí que tengo buenos músicos, que llegan al ensayo con todos los temas sabidos, los tocamos un par de veces y nos vamos directo al escenario. Ellos me ayudaron mucho. Una pena que no pueda venir el Jota Morelli, justo le salió una fecha. Pero en su reemplazo viene otro animal que es Álvaro Manzanero. Yo estoy con el sonido viendo si falta algo o hay que aportar algo. Queremos que salga bien, independientemente de la cantidad de gente que vaya. Ojala lo podamos replicar en otros bares o lugares.
– Nunca se te dio por salir a buscar lugares para tocar, ya sea figurar en la agenda o auto-gestionarse un show propio. ¿Qué es lo que pasó ahí?
No me gusta esa tarea, soy medio vago ahí (risas). Yo soy muy sencillo. Así como agarro la guitarra, conecto un pedal al equipo, enchufo y si suena bien, ya está. No estoy ocho horas estudiando. Lo mismo me sucede con los shows. Por mi parte lo único que me preocupa es que todos los músicos cobren por su laburo y chau, si yo pierdo no me importa. Solo me interesa tocar. Encima no existen lugares aceptables para tocar, cada vez es más difícil.
Sobre mí
En su historial figuran colaboraciones con personalidades como Fito Páez, Rubén Goldín, Fabián Gallardo, G11 (selección de guitarristas rosarinxs), entre otros. Un EP que circula en Youtube junto a Palmo Adario, junto a la cantante Jazmín Rivarola Demarchi y el proyecto “3 + 1 Jazz-Rock Dominó”, un lúcido trabajo donde, entre otros, participa Guillermo Vadalá aportando los graves.
Saltando rápidamente hacía el pasado, la formación data desde muy joven en escuelas y profesores particulares. “Es muy importante encontrarte alguien que te motive a aprender, sino la frustración aparece en seguida” apunta Fuster, que entre otros maestros, tuvo a Gustavo Sadofchi (ex guitarrista de Pedro Aznar). Actualmente, cada tanto, viaja a Buenos Aires para estudiar blues y jazz de la mano de Rafael Nasta. Fuster asegura que es mitad autodidacta y aprendiz. Además, sostiene que es importante tener algún estudio hecho ya que “te da recursos para salir del apuro”. Con respecto a la escuela de integrar una banda resaltó “que aprendes mucho cuando te das cuenta que tenes que escuchar a tus compañeros más que a vos mismo. Cuando logras eso, la banda se consolida y no te importa si resaltás más que el resto. Muchos se pelean por figurar y se olvidan de la base, es algo que las escuelas deberían enseñar”.
Admirador de guitarristas como Larry Carlton, Frank Gambale y Andy Timmons, también se fascina con el blues y el funk. Aquello de que para tocar blues hay que hacer con sentimientos, a Fuster la camiseta le queda perfecta. Por más estudios que tenga, a la hora de expresarse dentro de esos tres tonos, el guitarrista realmente te atrapa desde las seis cuerdas. Para el futuro planea grabar algo más rockero con más funk y blues.
En los 80s y 90s integró Certamente Roma banda pop que llegó a girar por todos lados, sonar en las radios y vender discos, experiencia que puede llegar a sonar irreal. Eran los tiempos de Mortadela Rancia, Punto G, Identi-kit, Graffiti, entre otros combos rosarinos. Fuster recuerda con mucha honra esos tiempos en donde se desempeñó dentro de una banda, en el sentido clásico de la palabra.
Colegas tuyos sostienen que el mejor aprendizaje se da cuando integras una banda. ¿Extrañas eso tiempos que viviste con Certamente Roma? ¿Qué es lo que rescatas de esa experiencia siendo que, prácticamente, nunca más integraste una banda?
Ahí me quedó algo que suena como una pavada pero es fundamental. La mayoría de las bandas no se escuchan entre sí. Cada uno toca lo que tiene que tocar pero no escucha al compañero. No se escucha el bombo, el bajo, dónde va cada cosa. Hay que formar ese engranaje general que es lo que hace que las bandas suenen bien, que suenen ajustadas, como se suele decir. Ahí fue como mi primera vuelta de tuerca. Cuando conocí a Palmo empecé a entender cómo era la mano. Hicimos seis temas que están en YouTube. Pero esos cinco o seis años que giré con él fue mi mejor escuela. Me refrescó, me marcó todo lo que te estoy diciendo. Ahí notas una gran diferencia. Es otra forma de tocar. Sino, todos tocamos al máximo y no pasa nada. Empieza otra historia cuando los músicos se escuchan. Hay que difundir esta idea, estaría bueno que las escuelas de música enseñen eso porque no es solamente aprender a tocar escalas o acordes, es poder engranar todo en un conjunto. Sobre todo porque lo rítmico es el cincuenta por ciento, o más, de una canción.
Es común observar lo que Fuster destaca. El conocimiento muchas veces está pero cuesta encontrarlo funcionando dentro en una banda o por fuera de agrupaciones que se dedican a los covers. Quien presenció alguna vez una zapada de blues o del estilo que sea puede notar eso: no se respetan los volúmenes, la extensión de los solos se tornan densos y no hay coordinaciones. Por momentos no hay cruce de miradas. Algo a corregir y el que publico también deberá aprender a exigir. Que las bandas intenten llegar a este respeto antes de salir a tocar y realmente cautiven a la audiencia. Hay bandas que lo logran. Esto evita, por ejemplo, que el público se distraiga y empiece a dialogar entre sí olvidándose de ellos. Antes de contar los “Me gusta” digitales es mejor estar seguro de que las composiciones están realmente maduras y listas para ser mostradas. “Madurar musicalmente es cuando te copas en algo que suena bien y no solamente cuando te ponen de solista porque puede ser muy lindo tu solo, pero lo que estaba abajo está todo mal y el oyente no entiende nada. Te copaste vos solo. En cambio cuando tenés otra percepción, te podes copar con una base solamente” explica el guitarrista.
– ¿Y tú relación dentro de una banda? ¿Qué pasó allí? ¿No te dan ganas de volver a formar algo como lo de Certamente Roma?
Las bandas son como las parejas o los matrimonios. Sé el alto grado de fracaso que tienen y es muy doloroso. Siete de cada diez fracasan, es terrible. Es por una cuestión de ego. Uno quiere sobresalir, otro que no le dan bola, etcétera. Me pasó. Y volver a empezar es muy difícil. Encontrar músicos de nuevo, que haya onda, gente que vibre con vos, que pueda ensayar, que le guste lo mismo, es una locura y no es fácil. Lo mejor que encontré fue, si se me ocurre una canción, buscar a la gente y grabar. Después vemos, capaz lo hacemos diez veces y hacemos un tema. Capaz a los dos meses lo hacemos de nuevo. Pero no se genera eso de “la banda” aquello de juntar a la gente en una sala de ensayo.
– Por eso se valora tanto cuando una banda cumple diez o más años de trayectoria como Vudú, Vándalos o Cielo Razzo.
Una banda que admiro y reconozco mucho es a Vudú. Soy amigo del Willy (Echarte) y le dije esto que mencionamos y coincide. Ellos han generado una forma de laburo que no tienen ese problema. Pero es parte de una minoría. En bandas donde son muchos músicos, Cielo, Vándalos, ahí se generan liderazgos donde uno que indica una forma de laburo y van a todos detrás de eso. Se generan estos lugares naturales y se está en paz.
Leyendas y Escuelas
Cuando uno escucha a tipos como Luis Salinas, Claudio Marciello o David Lebon decir que nunca estudiaron guitarra y que aprendieron tocando desde los discos o escuchas aisladas de alguna radio AM, cuesta creer que semejante talento haya caído del cielo a la cabeza de estos maestros de las seis cuerdas. Algunos estudiosos desconfían de estas declaraciones e estipulan con que algo de estudio debió existir.
¿Existe el guitarrista ciento por ciento autodidacta o hay algo de estudio detrás de ellos? ¿Cómo te llevas con esta cuestión?
Sí, yo les creo cuando dicen eso. Evidentemente tienen una información que le baja vaya a saber uno de adónde, pero tienen un talento bárbaro. Yo soy una mezcla entre estudiante y autodidacta. Aprendí mucho mirando. Hoy con Internet puede ser más fácil. La ventaja que tiene estudiar es que te da recursos, si vos no tenés ese talento natural que no sabemos de dónde viene, el estudio te ayuda, te hace ir más rápido, te abre una biblioteca dónde sacar información. Si te interesa lo clásico hay escuelas y universidades. Ahora si te gusta el Jazz fusión, es más difícil, tenés que salir a buscar docentes. Acá lo tenemos a Andrés Ludmer que es un genio, de los más grandes a nivel nacional. Él estudió pero luego se reinventó él mismo. Bueno, entonces creo que hay un poco de todo.
– ¿A los que recién comienzan que le aconsejarías?
Que estudien. Nunca está demás e incluso vas a ir un poco más rápido. Después es como todo: tenés que tener tiempo, dedicación, paciencia y mucha voluntad. Yo tuve la suerte tener buenos profesores. Esa es otra clave también, que el docente sea un motivador, que estimule a los alumnos. Es muy importante eso.
– ¿Cómo te definirías como guitarrista de acuerdo a tu propios conocimientos?
Es difícil. Es una fusión entre mezcla de blues, jazz y funk. Ponelo en el orden que quieras. Jazz moderno estudié lo clásico pero no tengo nada de eso. Me gusta la fusión del jazz con el blues, la del jazz con el rock, y el rock me encanta también. El blues me fascina. Actualmente estoy estudiando con Rafael Nasta, en Buenos Aires, un perfeccionamiento. Toca blues pero con Jazz. En realidad es un guitarrista de jazz que toca blues. A mí me gusta todo ese mundo. Es una mezcla. Me encantan las baladas. Fijate que el disco la mitad son canciones y el resto son medio funk, rock, frases jazzeras pero tocadas con guitarras con over drive, no hay guitarras con sonido limpio. Los temas, armónicamente, no son complicados. Sobre esa base, vos le pones algo un poco más complejo y le da un color especial. No hay acordes aumentados, disminuidos, complejos.