Toco y Canto es el segundo trabajo solista de María Ezquiaga. Con arreglos orgánicos que apuestan a la canción directa, se trata de un álbum que entiende al oficio musical como un ejercicio colectivo.
María Ezquiaga entiende lo fundamental del viaje: no se trata tanto de alcanzar el destino como de ponerse una dirección que la haga transitar nuevos caminos. El aprendizaje es el objetivo final. La experiencia es la recompensa definitiva.
Hace tres décadas que la conocemos y entendemos una virtud que la caracteriza: la discreción. Crece, aprende y brilla desde un lugar propio que desarrolla siempre en conexión sincera con los demás. Ezquiaga es gracias a los otros.
Toco y Canto llega como una reafirmación de un principio fundamental en su carrera: hacer música es un abrazo colectivo.
Todo en la grabación es más presente, más íntimo y más inmanente. Toco y Canto es un disco de cercanía; un gesto elegante que debe interpretarse como el mencionado abrazo y algo más que se revela en la escucha sucesiva.
Es un disco de canciones que entiende a la canción como principio. Además, desde el mismo título parece una comprensión de su hacer a través de los años: cantar y tocar; hacer canciones; meterse en ellas; ser las canciones como una interprete que conoce necesidades y deberes.
Toco y Canto se mece en su disfrute. Ezquiaga tiene un sentido tan profundo de la música que puede hacer que su voz se eleve y te lleve con ella, para luego depositarte suavemente de vuelta a donde estabas ubicado.
Su oficio como cantante se sostiene, periodo tras periodo, impecable, aunque siempre está creciendo con sutileza. En ese sentido, su elegancia solo se iguala con su modestia. Quizás uno de los principales aprendizajes del tiempo: no hay que perder el tiempo en vanidades ni presunciones, simplemente brillar en su métier.
La instrumentación bien equilibrada es el vehículo perfecto para las canciones de Ezquiaga. Su ritmo y su sentir son los adecuados porque no intenta ser nadie más que ella misma.
Toco y Canto, el segundo álbum solista de Ezquiaga, llegó en septiembre a todas las plataformas digitales. La artista, conocida por su rol en la banda Rosal, presentó este trabajo conformado por 11 canciones. Fue producido por Ezquiaga junto a Manu Caizza en Spector Studios, con la mezcla y posproducción a cargo de su ex compañero de Rosal, Ezequiel Kronenberg.
El álbum se caracteriza por un sonido más directo que su predecesor del 2021, Interacción, con mayor presencia de percusión, bajos y guitarra criolla.
Las composiciones exploran una amplia gama de emociones y contrastes, desde el amor y el desamor hasta el miedo y la convicción. La apertura, con la luminosa «Lluvia», establece un tono introspectivo, mientras que otras canciones como «Donde nos dejamos», compuesta junto a Lucas Martí, muestran la riqueza melódica del disco, que va más allá del indie pop rock.
Entre las colaboraciones se encuentran Pablo Dacal, Pol Nada, Mariana Bianchini, Alfonso Barbieri. El disco también incorpora audios de WhatsApp de Silvana Meyer, Marcelo Zanelli y Lucas Martí, que aportan una dimensión personal y trazan ciertas miradas hacia la cocina de la obra.
La cantante presentó Toco y Canto a principios de noviembre, en el Centro Cultural Rojas, sobre la avenida Corrientes. Además, las nuevas canciones sonaron en la ciudad de Córdoba en octubre. En Rosario, por ahora, no tenemos una fecha oficial. Sin embargo, la cantante pasó por Plataforma Lavardén en noviembre, en el marco del festival Alumbra.
Desde Capital Federal, Ezquiaga conversa con RAPTO antes de cerrar el año, a propósito de procesos de producción del álbum y los recursos poéticos utilizados.
-Hay una cualidad corpórea en Toco y canto. Tenemos guitarras rasguedas y tocadas, percusiones jazzeras, muchos arreglos de voces.
¿Es una reacción a Interacción que fue más despojado y marcado por el contexto pandémico?
Cuando empecé a hacer las maquetas grabé las canciones con eléctrica, ya sabía que el foco iba a estar en mi guitarra y no en el dúo con Leo Fernández. Me junté con Martín Camaño (guitarrista de Rosal) para mostrarle los temas y ver qué opinaba sobre cómo producirlos y él me sugirió diferenciarme del disco anterior usando la criolla, la idea de unas percusiones mínimas y la voz como suerte de instrumento.
Interacción está marcado por el contexto pandémico, pero las bases del disco estaban armadas desde antes de la pandemia. Interacción es una reacción a lo último que hicimos con Rosal que era más de estudio y no tanto de grabar tocando juntos, además había varias canciones que no entraban en Rosal que encontraron su lugar en el dúo con Leo. Toco y canto es un poco reacción a Interacción, salimos de los arreglos más elaborados de guitarras eléctricas para pasar los rasgueos y estribillos un poco más directos, fue la característica de ese grupo de unas canciones que surgieron en 2023.
-¿Cómo fue el trabajo de coproducción que desarrollaron con Manu Caizza?
En principio hice las maquetas de todas las canciones sola en mi casa con la guitarra criolla, un bombo legüero, usado de una forma que no se nota que es un bombo y las voces a veces como suerte de instrumento, otras veces como coros a la voz principal.
A partir de ahí me junté con Manu por las percusiones porque mis ideas eran muy básicas. Él empezó a mejorar y a sugerir ideas buenísimas y lo invité a producir conmigo (el año anterior habíamos estado haciendo juntos la música de una película muda para el Festival de cine de Mar del Plata) y después de varias juntadas él se copó en producir conmigo. Grabó pianos, percus incluso voces, necesitaba tener esa consistencia musical que él tiene para darle un marco al disco, una especie de firmeza.
Manu cambió la última canción del disco «Todo va estar bien», era una canción que iba a quedar afuera pero él cambió la forma, hizo que el estribillo pase a ¾, cambió acordes y entró al disco.
Es un gran músico, un interlocutor buenísimo (musicalmente y humanamente), es un gran productor, puede arreglar y grabar cualquier instrumento. Después de eso se sumaron los bajos y la post producción de Eze Kronenberg, las idea de él y Martín Caamaño fueron re importantes conceptualmente a la hora de producir.
-A propósito de «Todo va a estar bien». Es un cierre que se siente político. Con poco dice mucho. Además, evitando la literalidad.
Durante toda instancia de tu carrera, evitaste tanto la literalidad como cualquier tipo de bajada obvia.
¿Cómo es tu relación con la literalidad? Creo que tus elecciones poéticas y estéticas siempre indagaron más allá de lo obvio y lo aparente.
Es como dice Charly, si no hay representación y vos mandás todo directamente sos un periodista, es una frase medio cínica, pero para mí es como decir que eso que contás tiene y no tiene que ver con vos, es una representación.
La representación tiene algo especial, es poética, es una nueva forma de ver, te da vuelo, abre, permite expandir el campo de visión, por lo menos es lo que a mí me gusta.
La idea de incluir el audio que me mandó mi amigo Marcelo Zanelli, aclarando algo de la ideología que está detrás de ciertos mensajes de autonomía y cómo esas ideas están en lo que creemos del amor y en lo político, al agregar ese audio sentí que la canción tenía otras posibles lecturas, y es mi forma de combatir esos mensajes que circulan y que tan mal hacen.
-En el disco sobrevuela una emoción como el miedo. Pensaba que el miedo es una emoción tan fuerte como -en ocasiones- necesaria, puesto que te moviliza.
¿Lograste usarlo a ese miedo?
A veces también paraliza. El disco fue una forma de salir de esa fijeza, de esa rigidez que te impide moverte.
-Siento que te gusta tomarte tu tiempo en cada paso, sin apurarte ni quemar etapas. Vas logrando resultados positivos, sin apurarte ni corriendo detrás de imperativos que no te pertenecen.
¿Cuesta tomar la decisión de respetar tus tiempos y tus necesidades?
Creo que está bueno reflexionar y discernir qué querés hacer, con qué te sentís cómoda, hasta dónde te podés expandir y qué cosas realmente te interesan, creo que tiene que ver con la edad, no se puede perder tanto tiempo, poner el cuerpo en cosas que no interesan. Uno trata de dejar atrás las cosas que se te imponen porque “hay que hacerlas” más relacionadas con el deber ser y pensar realmente si querés hacerlo. Creo que eso sirve en general porque te hace estar más tranquila. Por otro lado, lo que me importa es el proceso, lo que aprendo, lo que voy conociendo, los objetivos que me pongo sólo marcan una dirección.
-Recientemente te tuvimos en Rosario para el festival Alumbra. En ocasión del festival compartiste, en dos fechas, el escenario con cantantes de Buenos Aires, Rosario y Córdoba. ¿Cómo surge la experiencia del festival?
Alumbra lo armamos con Flor Otero, una colega que viene más del jazz. Ella me propuso hacer el festival en Buenos Aires. La primera edición fue un éxito y decidimos repetirlo en Capital y girar por Córdoba y Rosario con músicas de cada lugar, en el caso de Rosario con Mercedes Borrell como productora también, Dani Lesté y Sandra Corizzo.
El festival propone la canción como eje que nos convoca, la palabra cantada con la experimentación de nuevas líricas, la improvisación, la fusión de estilos como el rock y la música popular argentina.
-Hoy en día, al momento de referirse a un artista joven, lo primero que se menciona son cifras: ventas, likes, reproducciones, seguidores, visualizaciones, etc. La música viene después.
¿Cuáles son tus sensaciones cuando te encontrás con eso?
La tecnología al alcance de todos es una revolución, dicen que más grande que la invención de la imprenta, lo cual arma una brecha muy grande entre generaciones que crecieron con los celulares. Trato de entenderlas. Creo que todas las generaciones tienen lo suyo, la expansión de las redes sociales es muy problemática y recién ahora se están viendo las consecuencias del uso de la tecnología en la infancia.
Con respecto a lo que nos toca, no sé si la música viene después de los likes. Creo que es un signo de época el tema de los likes, no lo separaría. Ser popular no está mal, hay artistas geniales que fueron populares como Charly García y artistas underground malísimos.
Lo popular antes estaba en la tele, los diarios y hoy se traslada a los likes en redes sociales, pero creo que es lo mismo. Lo que creo que está bueno es analizar los discursos que se difunden, hay artistas que nos venden un discurso progresistas pero la música/cine/arte que hacen no contagia libertad, ni nos proponen ideas nuevas, eso me parece muy nocivo.
Por Lucas Canalda
Fotografías Victoria Dobaño
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