Durante quince años, Mariana Bianchini encabezó Panza, banda alternativa que la transformó en referente de feminidad no convencional para una generación que se despojó de los prejuicios de género que caracterizaron al rock argentino. Ahora, a punto de editar su cuarto álbum solista, repasa su carrera y adelanta su próximo movimiento.
Lobo está
En la tarde de la tercera jornada del Crack Bang Boom el sol aprieta fuerte el lomo marrón del Paraná. El comportamiento de los miles de asistentes a la convención de historietas más importante del país parece alterarse mientras se acercan las 16 PM. Es casi imperceptible, algo sutil, pero los movimientos se alteran y se direccionan hacia un polo magnético que los reúne en un mismo ámbito. Unas trescientas personas hacen su ordenado ingreso al Galpón de la Música para la cita más esperada: Frank Miller. Cierto, el mediodía del viernes estuvo en el teatro La Comedia pero la charla de hoy junto a Brian Azzarelo promete ser más suelta y específica. Menos para la prensa y los políticos en clave photo op y más para el fandom fundamentalista. El característico espacio musical está copado por fanáticos de la historieta que esperan con ansías a su referente. A la hora señalada se enciende la ansiedad y desde afuera se escuchan los aplausos y cánticos que piden por el creador de Sin City. A unos de setenta metros de allí, en el Café Vinilo del Centro de Expresiones Contemporáneas, el clima es diferente, casi intimista, o al menos, lo más intimista que permite una convención internacional que mueve miles de asistentes cada hora. Ante unas cincuenta personas se presenta la historieta Manta. La editorial Libera la bestia, responsable de la publicación que ya tiene tres números, explica su proyecto mientras lo proyectan sobre un telón. A medida que la exposición avanza, un rasguido sordo de guitarra apenas se cuela entre las palabras del panel. Recostado sobre extremo derecho del escenario, un sujeto de mirada profunda no deja de jugar con las cuerdas de su guitarra. A metros de allí, una mujer de vestido rojo furia se mueve sigilosa hacia el centro de la escena. Una máscara de lobo refugia su identidad, que sin decir nada, toma el micrófono y arremete con música para toda la gente presente. Es una intervención performática que en diez minutos construye una narrativa de miedos y liberación trazada por una guitarra y un rango vocal que va desde la intimidad de un secreto confesado al oído hasta el growling amenazante del villano de turno.
¿Pero quién es esta mujer rubia de rojo intenso, hocico de lobo y garganta de Patton que convoca a un pelotón de disidentes de Miller dentro de una convención de comics? ¿Quién es el guitarrista de mirada vehemente? ¿Quiénes son esos cachorros que miran con devoción desde la primera mesa? El guitarrista es Sergio Álvarez, notable músico de la seis cuerdas. Los lobeznos son Iván y Ludmila hijos de Sergio Álvarez y ella, la dama de rojo. Ella es Mariana Bianchini. Habiendo varias posibles maneras de abordar su figura, ninguna se contradice entre sí y todas se potencian: Cantante, compositora, escritora, diseñadora, artista, madre, frontwoman, guitarrista, pianista. La descripción también permite sumar poesía, poder, rock, feminismo. Con Panza, la banda de música rock que fundó Álvarez, llevó adelante una intensa actividad que duró alrededor de quince años. Los momentos iniciáticos del grupo se dieron a finales de los 90 siempre teniendo nuevas metas: primero una canción – la versión de “Demoliendo hoteles” para Cerca de la revolución, el tributo a Charly García que editó el sello Ultrapop en 1999, que fuera elogiada por el mismo hombre del bigote bicolor- un primer disco –Sonrisas de plastilina, 2000-, más discos, recitales, un álbum triple –La madre de todos los picantes, 2010-, un teatro – ND/Ateneo con quinientas personas, un DVD –Big Bang, 2012-, un disco final –Panza, 2014-. Bianchini, además, es responsable de tres discos solistas por fuera de la banda – Post incubadora, 2003, Bú, 2009, Indisciplina, 2012- y de un libro de cuentos infantiles titulado Informes desde Villa Estruendo.
¿Qué hace Bianchini en Crack Bang Boom? Según explican los editores de Manta, “En el comic tenemos a Flow, un personaje que busca modificar un sistema poco bondadoso y para ponerle música a eso se nos ocurrió convocar a Mariana, alguien ideal para ese personaje”. “Yo caí de casualidad porque soy amiga de los guionistas Johnny (Crenovich) y Marto (Martín Mazzeo) desde hace mucho” reconoce la cantante. “Ellos hicieron videos de Panza entonces quedamos con buena onda. Un día charlando me contó que estaban armando este proyecto y buscaban ponerle voz al personaje y querían saber si yo me copaba. Me encantó la propuesta porque las canciones siempre tienen historias y personajes, era poder colaborar con otras ideas y hacer una fusión con otros escritores. Me pareció buenísimo”.
Un sueño artificial
El periodo de actividad de Panza parece enmarcado entre la supremacía de estadios de rock barrial y el zenith de los sellos indies. En el medio, el grupo fue cercado por el 2001 y más tarde por el extenso coletazo post Cromañón. Panza sobrevivió creciendo artísticamente y consagrándose como una banda de culto reverenciada por algunos críticos, respetados por músicos, amados por un puñado de adolescentes y jóvenes que encontraban identificación en la acción igualitaria de Bianchini y en su grito metafórico/poético de trascender el deber ser de géneros y roles.
En tiempos de una televisión rancia, sin presupuesto ni ideas, y de radios inexpugnables para artistas independientes, Panza avanzó firme en su camino personal, tomando por asalto la chatura cultural que proponía salidas descartables y figurones ready made elegidos vía SMS o 0-600. Demasiado sofisticados para el rock ortodoxo; demasiado artísticos para el rock pesado; demasiado pop para el rock alternativo; demasiado alternativos, oscuros y ruidosos para la música pop, el grupo se consagró a estar verdaderamente en un caminito al costado del mundo. En palabras de alguien de las altas esferas del sello Ultrapop “estuvieron siempre demasiado adelantados para su época. Abrieron el camino para grupos que existen en la actualidad”.
“Arrancamos cuando estaba todo mal en el país. Bancamos hasta que no bancamos más (risas)” recuerda riendo la frontwoman del grupo. “Es la que uno puede hacer y bancarla desde ahí. La gente que yo admiro es gente que investiga, que lee, que se preocupa por saber qué está pasando o cómo decir las cosas de otra manera, cómo canalizar tu creatividad de alguna forma que tal vez no sea sólo catarsis, que se pueda hacer algo con eso. Todos los artistas que yo admiro tienen esa búsqueda. No es una celebración ni a la estupidez ni al macho ni a la cultura chatarra, es una celebración a otra cosa, no vamos a ser adolescentes toda la vida. Yo admiro artistas que están siempre buscando adentro y afuera qué decir, cómo llevar eso caprichosamente hacia el resto y si alguien se suma y percibe lo mismo, buenísimo, pero no se puede hacer algo en busca de un resultado o en busca de un posicionamiento como se transformó el rock en todo estos años. Cuando perdés ese amor y esas ganas ya no hay nada qué decir. Con Panza fue “bueno, tal vez haya que parar un poco” porque ya no había forma de seguir. O entrabas a hacer cosas que no te apasionaban para sostener económicamente un proyecto, cosas para ver si se solventaba económicamente, porque los gastos que conllevan a una banda de rock no los mismos que conllevan un dúo o un grupo acústico o una banda de jazz. Entonces es para decir “OK, lo económico está haciendo que yo no pueda ir a fondo con lo que yo quiero mostrar, bueno, por ahí hay que parar”. Entonces ahora como solista, que de alguna forma sigo con Sergio que fue el líder de Panza por muchos años, ya no hay que lidiar con muchas otras cosas que no sean mis caprichos creativos y si quiero cantar con una máscara de lobo no tengo más que ir a hacerla y ponérmela. Tal vez en una banda hay otras opiniones y hay que lidiar con eso y compartir los gastos de eso y a cierta altura ya no quería saber nada (risas). Si sos mujer y te metés en el rock tenés ya que atravesar unas barreras que sino tenés esas ganas, ese deseo y esa pasión, lo abandonás. Eso ya te pone en otro lugar, aunque vos no lo quieras”.
Creciendo su prestigio entre periodistas especializados Panza se convierte en un habitante periférico de los medios masivos. Un favorito entre críticos curiosos y colegas que admiraban su destreza musical, a pesar de apariciones, tocadas en vivo, notas, el grupo siempre se mantiene al margen de las radios y revistas que por entonces marcaban el mainstream. “La verdad es que nunca supimos la manera de meternos en los medios” explica Bianchini para luego apuntalar su visión sobre la distancia en los medios masivos, “hay gente que tiene una visión de cómo volverse masivo. O, tal vez, simplemente les pasa, sucede. Si yo escucho lo que pasan en la radio es muy raro que mi música se vuelva masiva. ¿Podría pasar? Sí, claro, pero sería muy raro que algo así pase porque a mi no me gusta tanto la música masiva. Entonces también Panza era eso, para mi era re comercial pero para el resto del mundo no (risas). Yo decía “Si es re común lo que hacemos” (risas) Fuimos ganando mucho prestigio como músicos y como agrupación artística entre los periodistas pero nunca fuimos populares. Hicimos un teatro Ateneo al que habremos llevado unas quinientas personas y ese fue el máximo de gente. Después todo el mundo decía “sí, sí, a Panza lo re conozco” pero populares nunca fuimos, éramos raros. Cuando encontrábamos un lugar como medio cómodo, que no fuera tan raro, nos corríamos, nos íbamos para otro lado”. Finalmente, mientras enrosca la tapa de la botella de Fanta, Bianchini, repite, “Sí, éramos raros”.
– Cuando comienza Panza el país ya estaba encaminado a un colisión directa con el 2001. En ese contexto, las letras enfocan parte de la realidad pero no lo hacen de manera simplista, toman un vuelo poético y van creando su propio imaginario.
Aprendí a escribir. Cuando empezamos con la banda al primer disco lo escribimos entre todos. En el segundo disco tuvimos una propuesta para hacer la música para Merkano, el Marciano que era un personaje animado. Entonces Sergio me dijo “Pará, vos podés, ponete a escribir para ésto” y ahí me di cuenta lo bueno que está la síntesis de las letras. Encontré un mecanismo donde puedo disfrutar mucho de escribir lo que me pasa a través de esa prosa. Me siento y me sentía con mucha libertad. En Panza podía escribir “Yo no soy tu puto payasito” y estaba todo bien, no me iban a decir “che, podemos cambiar eso del payasito por “Querido” o “estimado” (risas). En eso Sergio siempre fue provocador, de ser distinto.
– Me sorprendiste cuando hablaste del liderazgo de Sergio, siempre tuve a Bianchini como la conductora de ese tren que fue Panza.
Lamentablemente para él (risas) lo fue, siempre fue el líder. Sergio fue el gestor de todo. Yo iba, componía y cantaba. La dinámica del funcionamiento, de cómo mover la banda, del managerazgo todo eso, que es lo más heavy, lo hacía él. Eso mismo estoy haciendo yo ahora en mi carrera solista. El liderazgo de Panza lo llevaba él.
Nada es rosa
En medio del incesante desfile de gente de Crack Bang Boom la charla se detiene por un segundo en el reluciente Masseduction de St. Vincent, una de las artistas favoritas de Mariana. “¡Qué buen disco! ¿Ya lo escuchaste? Está tocando muchas menos guitarras” aprecia con una sonrisa gigante.
– Ante cada nuevo lanzamiento que me gusta no deja de sorprenderme la inmediatez que tenemos para escucharlo. Creo que quienes vivimos de ambos orillas del quiebre de la red nunca vamos a dejar de fijarnos en esa disponibilidad inmediata. Hace diez años estaba el BitTorrent como hoy y ya compartíamos todo pero si pienso en tiempos de Panza, había que esperar que vinieran a tocar. Ese tema de la distribución sigue siendo un problema para los grupos under.
No había disco pero tampoco había Spotify. Es cierto que hay una inmediatez, con lo bueno y lo malo de eso. Lo bueno es que hoy St. Vincent saca un disco y decís “faaah” pero ya te lo escuché todo ayer y ¿hoy qué escucho? Me pasa que también antes un CD era disfrutable de principio a fin, lo escuchaba ochenta veces. Por ahí es la edad, también (risas). Otra diferencia que noto es que al ser under, al ir a tocar a cierto lugar, tocabas para veinte personas y si cinco te compraban el disco, te ibas con plata a tu casa. Eso igual sigue pasando en las bandas que no son mainstream, para lo cual está bueno seguir fabricando discos. Por ahí se dice “No, el disco no existe más” pero si uno hace giras la verdad que es un bien de regalo y de colección que se vende.
– Los seguidores de un grupo de culto comprenden lo necesario que es su apoyo para que se siga adelante. Hay vínculo diferente.
Es tener algo de la banda. De hecho, por ejemplo, los discos de St. Vincent me los compro. Aunque sé que lo escucho en Spotify, me gusta tenerlo. Me pasó con varias artistas. Ponele que los últimos de Björk no, el último que llegué a comprar fue Medúlla.
– Ya que hablamos de mujeres en el ámbito de la música, antes dijiste que meterte el rock siendo mujer implica toparte con muchas barreras. ¿Te parece que hubo avances al dejar de percibir una mujer en el rock como una rareza? ¿Que las notas dejen de ser acerca de “una banda de chicas”?
Tremendos quiebres hubo. Y está cambiando el lugar de las mujeres en el rock. Pero cada día pasan cosas que hacen que uno diga “che, no cambió nada” en todas las áreas. No es solamente en la música. Cualquier mujer lo vive en cada ámbito. Cualquiera sea tu carrera, lo vivís. No sólo las artistas, siendo abogada supongo que si querés tener tu propio bufete de abogados no debe ser tan fácil, tampoco.
– En tiempos jodidos para salir a la calle a manifestarse las mujeres tomaron la posta ya hace algunos años en nuestro país.
Yo creo que es nuestra responsabilidad como mujeres y también como generación. La veo a mi hija que tiene cuatro y pienso que algo que modificar para que ella no tenga que ir caminando por la calle y lo primero que vea antes que cumplo los quince es una pija. Porque eso nos pasó a todas las minas y si es de quince años, seguro. O de menos, incluso. Por ahí los hombres que no hacen eso, ni acosan, que no se ponen en pelotas delante de pendejas, no lo pueden ni imaginar pero esto pasa y pasa muchísimo. Entonces creo que es importante como mujeres, es nuestra responsabilidad empezar a sembrar un freno, decir un NO. No naturalicemos esto porque no está bueno que yo tenga que bajar la cabeza cada vez que camine por la calle, tenga puesto lo que tenga puesto. No lo naturalicemos porque no me gusta, porque es invasivo, porque no me gusta que me digan porque yo no digo nada. Yo sé que pasa, sé que la vida es injusta pero de a poco podemos ir sembrando un poquito de NO, un poquito de miedo, de decir “¿Sabes qué? NO”. Empezar a responder cuando alguien te dice algo, siempre que puedas salir corriendo o que haya gente alrededor que te defienda. Las minas que hemos pasado por esas cosas si no hacemos algo esto va a seguir naturalizándose y no puede seguir así. Ayer justo hablaba con Barbi (Recanati) de Utopians. Nos tomamos unos mates para charlar sobre lo que pasó. Si ella como figura mujer no hace algo para que los demás digan “Che, capaz que no esté buene mandar fotos masturbandosé a chicas menores”, ¿quién lo va a hacer? Le dijeron conchuda, le dijeron de todo. Bueno, habrá que bancarsela para que las nuevas generaciones tengan un poquito de cuestionamiento de qué no está bueno. Está mal, no se puede hacer eso. Entonces es nuestra responsabilidad salir a calle. Yo soy de ir a marchas y creo que no sirven para nada. Creo que uno va a la marcha y es como hacer la danza de la lluvia para que acá no haya más violencia de género, no va a pasar, hay que ir a las acciones, leyes nuevas, salir a juntar firmas, salir a responder, salir a dar charlas, salir a shows, salir a concientizar, hablar con las nenas, acciones. Pero bueno, en esa estoy desde siempre.
– ¿Vos notaste que con cada nuevo disco y con la constancia de recitales tus ideas de igualdad de género y empatía iba llegando?
Algo pasaba. Yo no tomaba mucha conciencia porque no podía no ponerme en ese lugar. Simplemente hacés lo que te sale, hacés lo que necesitás para seguir viviendo vos porque sino terminás caminando por las paredes. Con el tiempo te vas dando cuenta que tenés una responsabilidad. Lo que decís, queda, deja marcas. Entonces no podés decir pelotudeces nada más. El resto a la gente le servirá o no. No fui muy consciente en el principio, es una manera de sobrevivir con lo que a vos te pasa. Después te das cuenta que no sos tan especial, que a un montón de gente le pasa lo mismo, por eso hay empatía, por eso también vienen muchos hombres a escucharte, porque entienden que también pueden sentirse identificados. La verdad que cuando uno arranca no es muy consciente pero sí está bueno serlo después. Preguntarse “OK, ¿qué puedo hacer con ésto?”. Si no todo es un ego enorme de cantante, viste, de likes. Está bien, eso existe porque uno lo hace y lo muestra pero cuando viene la devolución de “Che, a mi me pasó tal cosa” la verdad que el beneficio es enorme y ahí no podés parar.
– ¿Pudiste conocer alguien que en su momento iba a verlos y hoy son colegas?
Cuando me junto con las chicas de Eruca, chicas que hoy son mainstream, me dicen “vos me marcaste”, es como wooow, qué loco, uno no tomaba dimensión que eso podía pasar y generar precedentes en otras mujeres. Fue igual con otras minas para mi.
Anestesia general
Ludmila es una rubiecita inquieta y mientras mira con fascinación a su madre conversando y respondiendo preguntas también dispara tras algunos cosplayers que llaman su atención e inmediatamente corre tras ellos. Al repasar la agenda reciente de su madre, no sorprende que la pequeña sea un torbellino de curiosidad que va de aquí para allá, por supuesto, siempre con su máscara de loba: La misma mujer que en el sábado rosarino se apersona investida en rojo fuego, la noche previa estuvo en Palermo fusionándose con el jazz de Pájaro de Fuego, el proyecto que llevan adelante Esteban Sehinkman y Pipi Piazzolla desde 2015. Sehinkman convocó a Bianchini tiempo atrás que se sume como cantante en “Fly your dream”, primera canción de Universo Invertido, el reciente lanzamiento discográfico del cuarteto que lidera. Exactamente una semana antes, también por calles del afamado barrio porteño, fue un ángel negro que rockeaba el Roxy con su propia banda. Madre e hija, lobas inquietas, sin dudas.
– En los últimos diez días participaste de propuestas bien diferentes. Anoche a Pájaro de fuego y la semana anterior adelantando nuevo material con tu banda y una puesta bien personal. ¿Como se direcciona una carrera solista siendo que sos tan versátil?
Me gustaría tener más tiempo para hacer más cosas. En una época hasta tenía una marca de ropa de diseño freak, edité un libro, me gusta dibujar, leer, escribir, colecciono libros de ilustración, de pop up, vinilos, etcétera. Sigo un patrón que es muy caprichoso, si tengo ganas lo hago, no le busco un porqué, un fin o un resultado. Creo que, a pesar de lo diverso de las propuestas en las que me comprometo, hay una coherencia y una dirección que es ir a fondo.
Entre tanta actividad y diversidad estilística, el pasado mes de septiembre, mientras la primavera empezaba a insinuarse, Bianchini presentó “Dra Ketamina”, el primer adelanto de Matrioska su nuevo trabajo de estudio. La canción se adentra en su ya familiar mundo de protagonistas descosidos. Bajo la identidad de una profesional de la medicina trata a personas con afecciones y dolores singulares; espíritus melancólicos que buscan mejorarse o repararse a través de caminos de alquimia y cirugías burtonianas. “Me pasan muchas cosas todo el tiempo, no solamente puedo cantarle al amor o la denuncia social eso está bien, está ahí presente y visible pero hay cosas no tan obvias que naturalizamos y me interesan, como una contractura que impide avanzar, una disfonía, una borrachera, me gustan esos detalles cotidianos interpretarlos de manera fantástica que te lleven a otro nivel de la realidad” afirma Bianchini sobre el universo que ha desarrollado en dos décadas de carrera. “A todos nos han descosido alguna vez o nos hemos arrancado los hilos que nos controlan o simplemente nos hemos reciclado, no por valentía o porque somos rockeros o superhéroes, sino porque no te queda otra y esa sensibilidad es la que me gusta encontrar en las historias de las canciones”.
A la hora anticipar el que será su cuarto álbum como solista Bianchini se entusiasma ofreciendo detalles puntuales. “Matrioska es un disco muy esperado por mi, porque es el primer trabajo solista post Panza, donde la composición fué pensada para propiamente para el disco y no eran “canciones que no podían entrar en la banda”, apunta la mujer de rojo. “Me tomé el tiempo de trabajar cada canción con Sergio, que es productor y arreglador. Cada tema es una parte de mi personalidad. Las Matrioskas, o Mamushkas, esas muñecas rusas que van una dentro de la otra, representan una conexión casi telepática que siento tenemos las mujeres. Cada canción trata de un tipo de mujer que vive en mí: La Dra Ketamina es una mujer poderosa y castradora; el luchador de sumo que duerme en mi laringe son los miedos; la contractura, el autoboicot; la hermana gemela serían las dudas; la caída es la anestesia, y varias más”.
“La producción del disco estuvo a cargo de Sergio, Facundo Rodríguez -de Quarkrecords– y de Marilina Bertoldi que es una capa total. Con ella nos juntamos a trabajar las voces del disco, es muy buena arregladora, una hermosa mujer, fue el primer disco en el que se trabajaron las voces con tiempo. Marilina además jugó con una máquinas en algunos temas que quedan geniales. El equipo de producción hace que el disco esté tremendo.