Con apenas un puñado de canciones publicadas, Miedo Puro deja en claro que es una criatura diferente dentro de la marea renovadora del under argentino. Dueños de sus tiempos, se enfocan en afilar su propuesta mientras disfrutan el viento a favor.
Ya lo dijo Oscar Wilde: La verdad nunca es simple y rara vez es pura. Hay una certeza inapelable cuando se encuentra con Miedo Puro, joven banda platense: exceden los rótulos rápidos, de la misma forma en que evaden una descripción certera en pocas palabras. Desde que aparecieron tienden a quedar encasillados con el resto de una movida creciente y estimulante que no termina de hacerles justicia.
Atmósferas cambiantes, efervescencia y ganchos de new wave se conjugan en Miedo Puro. Las canciones se basan en sintetizadores, guitarra, bajo y batería. Nada nuevo bajo el sol. No obstante, hay algo aquí: Miedo Puro trabaja las texturas de forma cerebral, trazando puentes con mentes artesanales que llegan desde la subcultura industrial. Cortan, pegan, escuchan, tocan. Prueban. Resetean. Repiten. Son una banda mientras que también pueden funcionar como un dispositivo generador de ruido.
Con tanto por decirse, siempre aparece un pero. La banda navega con viento a favor la nueva ola que los medios porteños vendieron como post-punkdemia hace menos de tres meses. Sin embargo, la movida venía caminando desde antes que el hype hiciera aparición. Miedo Puro parece ofrecer algo más puesto que tiende redes hacia otras tendencias de nicho. Una escucha atenta revela que manejan un grado de información que excede la etiqueta fácil. Son jóvenes y la banda está en pleno desarrollo. No saben a dónde van. Lo importante es que están en camino, no obstante.
Guitarras con muchos efectos. Sintes preparados para descargar. Voces para estallar. Voces para atrapar. Armonías que soportan recarga hasta astillarse. Cuando todo se rompe toma otra forma. Bienvenidas las texturas: Miedo Puro las abraza. Las melodías son nota repetidas. Otra vez se recargan. Marchan hacia otro lado. Quizás se trate de una reacción natural a su educación formal en la facultad de música. ¿Reaccionarios? Tal vez. Simplemente están buscando otra cosa.
No todo da igual. No todo es lo mismo. Si todo es hermoso nada es hermoso. Si todo es post-punk nada es post-punk. Miedo Puro están cambiando ahora mismo, mientras está nota se escribe. Tienen un disco llamado Cuarto del Ruido. Las canciones ya no son iguales en las fechas. Ellxs ya no son lxs mismxs. Todo está en proceso de evolución. Lo que escuché en el disco no es la misma banda que experimenté en Rosario. ¿Emosido engañado? Claro que no. Las piezas están girando, sin pausa.
Miedo Puro parece estar en esas coordenadas precisas para moverse -aprovechar- entre la nueva camada mientras que también tiene carta blanca para estirarse hacia otras generaciones de melómanos y otras orillas estéticas. Pueden dialogar con el catálogo imperecedero de Soy Mutante, podrían tirar paredes con Futuro Anterior, combinarse con Balvanera o Belarus. Veremos el curso que toma su camino. Tienen nuestra atención.
Miedo Puro está formado por Sofía Ribotti (25) en sintetizador y voz, Mauro Góngora (28) en batería, Tomás Zapata (25) en guitarra y voz, y Franco Olguín (25) en bajo. El cuarteto se activó en agosto de 2021 y en noviembre de ese mismo año tuvieron su debut en vivo. Desde entonces no pararon, literalmente: ensayan por horas, cuatro veces a la semana, a veces más. Son una presencia regular en el under platense, siendo una data que va viajando entre recomendaciones de quienes los vieron en vivo.
A Rosario llegan para ser parte del tercer volumen del ciclo Electric Monkeys, junto a Bubis Vayins, Dum Chica y Saturnalio Vs Los Androides. La amenización musical de la velada corre por cuenta de DJ Aníbal.
Sobre finales de 2022 Miedo Puro publicó Cuarto del Ruido un disco debut que puede escucharse en excelente calidad en Soundcloud para un disfrute mayor, obviando la compresión nociva de Spotify.
El proyecto toma forma cuando se encuentran personas, fuerzas y manija. Los cuatro integrantes de la banda están inmersos en la música, viviéndola 24×7. Algunos estudian sonido, otros cursan música en la universidad. Primero se encontraron en la vida. Luego la vida los juntó en un frente común.
Es Zapata el creador de las canciones e ideólogo experimental de Cuarto del Ruido. La banda surge a partir de un proyecto en común con Franco que se fue deformando a medida que los cuatro futuros miedo iban sintonizando la misma frecuencia.
“Las canciones las grabó Tomi. A nosotros nos encantaban esas texturas que estaba trabajando por su lado. Los temas son muy del enroque suyo. ¿Y si acercamos las partes? Empezó a traer un montón de cosas. Todo servía. Después, medio que agotamos el stock, ahí empezamos a hacer cosas en conjunto”, cuenta Góngora, el integrante más verborrágico.
Zapata, por su parte, se toma el tiempo para responder, midiendo las palabras. Es medido, con una timidez que denota que apenas está surgiendo el ejercicio de hacer prensa, de tener que mostrar algo de sus procesos creativos y mundo interior. “Me encanta la movida del laboratorio”, indica. “Producir, experimentar y meterme en algo nuevo me ceba. El EP surgió así. Después nos metimos a expandir todo”.
Zapata se interna en la aventura del laboratorio porque una cosa conduce a la otra. Nunca hay resultados previsibles. La producción es una aventura en sí misma. Darle play a Cuarto del Ruido es adentrarse en una construcción paciente de texturas mediante sampleos, cut ups, asperezas, guitarras y otros aditivos noise que nos refieren a una acción lúdica: este disco también puede ser resultado de un juego, es aprendizaje liberado. “Encontré que el ruido que le da una cualidad media 3D”, explica, insinuando una sonrisa de satisfacción.
Las canciones Cuarto del Ruido son el indicio de un universo sonoro que está descubriéndose. No hay seguridad alguna sobre cuál será el próximo movimiento porque el futuro está sucediendo ahora mismo. El horizonte está abierto y se amplía mientras la banda sigue adelante. Ribotti confirma que están gozando de plena libertad, disfrutando cada momento: “tomar recortes de acá y de allá. Experimentar es jugar. Pasar tiempo tocando. Ver dónde termina eso. Quién sabe”.
Desde que arrancaron le metieron duro a los ensayos. Las ganas estaban puestas en eso. No había referencia de nada. Eran cuatro almas ensayando, bastante ajenas a lo que acontecía afuera. Se conocían de La Plata. Tenían piel. Le metieron. Afuera, mientras tanto, pasaban cosas.
Luego de un laburo considerable de meses se mostraron y llegaron invitaciones varias. En La Plata, en Buenos Aires. Cuando quisieron prestar atención a la realidad algo estaba sucediendo. Había un movimiento inusitado alrededor. Había más todavía: cayeron en cuenta que formaban parte de eso, sin ser demasiado conscientes.
La locura pandémica iba quedando atrás. También las avanzadas clausuradoras que se cobraron varios espacios culturales independientes vitales para la movida platense. La gente buscaba vibrar luego de meses eternos. ¿La cabeza era otra? Nadie podría afirmarlo con exactitud, pero el cuerpo pedía acción.
“Empezaron a surgir bandas. No necesariamente son del mismo estilo, pero hubo una explosión”, recuerda Sofía. “Tiene que ver con la vorágine de necesidad de contacto, de agite en vivo. Parece que nos pegó a todos por igual. De repente, el proyecto que empezamos sin expectativas, sin idea de nada, agarró un empujón bárbaro”.
Según Rigotti el sacudón renovador que llegó a las cuevas de rock fue ideal para generar un laburo real al envión inicial generado por las bandas. “Podés pasarte horas ensayando y perfeccionando lo tuyo para encima salir a tocar y que la gente esté expectante de lo que hacés”. Nadie se atreve a apostar cuánto va a durar este viento a favor. Tampoco importa. Lo real, de acuerdo a Rigotti, es que el público está presente, con predisposición a las propuestas. “Es único eso”, considera.
“Siento un re-aguante de colegas, amigos y gente nueva que llega a los recitales. Se trata de gente que no conocemos, está creciendo algo” reflexiona Góngora. “Nos alegramos cuando alguien se acerca para decirnos que está rebueno lo que hacemos. Nos motiva a crecer. Hay muchas cosas que todavía no sabemos hacer. Tratamos de aprender todo el tiempo para poder generar algo bueno que esté a la altura de las circunstancias”.
La noche en Rosario encuentra una colisión de expectativa contra realidad. Con cuatro bandas en la fecha, los tiempos se achican sobre la marcha puesto que Capitán tiene horarios estrictos. A la medianoche, sin demasiadas tardanzas, Electric Monkeys tiene que haber concluido puesto que arranca la nueva temporada de Wannabe, fiesta predilecta del lugar. Con puertas habilitadas desde las 20.30hs, hasta las 24hs hay un resto considerable. El problema reside en otro lado: con el público llegando tarde como es habitual en el circuito recitalero rosarino, todo se entorpece y el cronómetro corre. Así las cosas, Saturnalio Vs Los Androides es el único grupo que puede tocar tranquilo, ante muy pocas personas presentes. Mientras que el grueso del público llega para Bubis Vayins, la suerte está echada. Miedo Puro tiene que volar algunas canciones de su lista para respetar los horarios. Lo mismo pasa con Bubis Vayins, el número local convocante. Dum Chica toca con eficacia adrenalínica, llegando a tiempo. El ciclo cierra con una nota alta, aunque queda un resabio amargo por haber estado a las corridas.
A Miedo Puro le alcanzan unas pocas canciones para probarse en vivo ante el público local. Tocan «Escena», «El peligro», «Río fuego» y «DTA» hasta que la lista se corta por lo señalado anteriormente. No hay tiempo para mucho: apenas para saludar, despedirse y agradecer. Cuando concluyen el set la banda se pone a desarmar. El reloj corre. Algo queda irresuelto. Hay ganas de más.
La primera experiencia en vivo de Miedo Puro es comprender que EP y banda están fundando algo que tiene como base común cierta oscuridad, urgencia punk y elementos sonoros que llegan desde un timeline de quince años.
Cuarto del Ruido presenta una construcción de texturas que fue tan pensada como disfrutada. Su escucha se siente orgánica, es el joven Zapata en pleno flux de laboratorio, eligiendo su propia dirección, sin tener idea que la criatura pronto cobraría vida propia, tomando un rumbo activo gracias a cuatro voluntades.
Las canciones tienen la prestancia de un primer trabajo; una frescura descarada que hace del ímpetu novato una virtud. Entre tanto, el disco presenta tempos más lentos, guitarras dentadas, producción quebradiza que evita quedarse quieta. También hay un canto crudo, a veces un groove mecánico o distante, sintetizadores helados, contenido lírico oscuro. Es un juego que contagia mientras irradia musicalidad. No se trata de un artefacto de estilo ni un acto recreacionista, más bien es un emergente de lo que está sucediendo por La Plata, donde los antros hospedan tanto el ruido como el baile, amalgamando los cuerpos en un disfrute que puede tener tanto de groove como de distorsión 77. De ahí a un ritmo mecanizado e hipnótico hay un paso. No debería sorprender que, sin preámbulo alguno, la banda dispare una versión envolvente de «Nightclubbing» tan ideal para un slam narcótico como para una warehouse.
Ya avanzados algunos minutos de Cuarto del Ruido adquiere un tono bailable desde una rítmica sintética, ruidosa, sí, aunque no agresiva. Se siente como una incitación: una probabilidad hipnótica a desarrollar más adelante, algo de eso que sabe explotar Mueran Humanos con maestría. En el vivo eso cambia, mas no desaparece. Es un recurso disponible, una carta a disposición de las necesidades del cuarteto.
“Si no me apela corporalmente no me sirve. Si me quedo quieto no me gusta”, observa Góngora, coincidiendo con la observación. “Está muy laburado el ritmo”, aporta Zapata. “Hay una pulsión rítmica sin estar atados a nada en particular. Hay varios momentos dentro de eso. No está buscado con énfasis, medio que se da así”, desarrolla el cantante y guitarrista. “El otro día, luego del recital, nos dijeron que era un post-punk groovero. Me encanta eso. Ese flash es muy propio de donde venimos. En La Plata hay bocha de bandas que te llegan desde lugares impensados. Lo que hacemos pasa por el cuerpo”, concluye el batero.
Un elemento importante en Miedo Puro es la línea de bajo oscura y palpitante. ¿Es un enfoque concreto o parte del paisaje sonoro? En cualquier caso, es un puente que parece llevarlos desde el 78 hasta el 88 aunque también dejando en claro que el pulso en vivo pertenece a una banda que choca de frente, dejando de lado el laboratorio.
En directo la banda deja de lado lo mecanizado para transformarse en una textura que va cobrando cuerpo a medida que las canciones pasan. Ese cuerpo, es sencillamente, la entrega del grupo sonando compacto y sin ataduras. Mientras la banda toca queda en claro que el proyecto está en una etapa primigenia, evolucionando mes tras mes. Con una base potente y confiable, logran asomar dos variantes que marcan posibilidades a desarrollarse: -Ribotti, desde su sinte, canta para soltarse y desplegar un elemento desequilibrante, tanto en lo escénico como en lo tímbrico. Si se permite algo de espacio sobre el escenario, la dinámica del grupo cambia para mejor.
-Zapata ataca con su guitarra sin salirse de su rol estético: es preciso, sin redundancias, prefiere texturizar antes que redundar en onanismo de violero. Lo mejor, claro, es su voz de barítono. Zapata tiene capacidad vocal y parece ser consciente de eso: no se rompe detrás del ruido. En el disco se luce, haciendo de su canto un elemento magnético, pudiendo ser una carta de atracción tanto para cultores de Depeche Mode como Cabaret Voltaire, Neu! o Nine Inch Nails. Además, se corre de los resabios vocales post Pyrámides que abundan en la nueva ola.
En una era donde existen bandas que acumulan más sesiones de fotos que canciones o recitales, encontrarse con Miedo Puro es refrescante. Tienen un EP titulado Cuarto del Ruido que se anotó entre lo más destacado del último trimestre de la siempre fértil ciudad de La Plata. Un puñado de canciones parecen ser suficientes para generar un empujón necesario mientras, alrededor, una nueva ola crece. Con eso a favor, la banda salió a tocar sus canciones y afianzar una criatura que surgió de la confluencia de dos mundos diferentes: el laboratorio y la sala de ensayo.
Miedo Puro tiene cinco canciones dando vueltas y un tendal de recitales en su corta vida. Acumulan miles de horas de ensayo porque aman juntarse a tocar y, convenientemente, tres de sus cuatro integrantes viven juntos, teniendo una sala in situ.
Cinco canciones sólidas. Cuatro personas. Una sala. Muchos ensayos.
Decenas de recitales. Gente que descubre su música con cada nueva fecha. Parece poco, pero como dice reza el dicho popular, es un montón. En ese sentido, Miedo Puro parece avanzar a contramano de un circuito subterráneo que adoptó lo peor de una industria musical anteponiendo logros que no son musicales ni culturales, sino cuantificables: visitas, likes, reproducciones, visionados, seguidores. Miedo Puro no tiene siquiera una gacetilla escrita. Tampoco tiene remeras. Mucho menos cassettes o vinilos. Spotify da cuenta de pocos seguidores, casi todos en La Plata. Sin embargo, sin tener nada de eso que la industria, los mánagers o productoras creen necesario para trabajar en un proyecto, la banda se mueve cada vez más, logrando una llegada real ante un público atento y sediento de expresiones generacionales propias.
De La Plata a Capital Federal o a Rosario. Tocando en la sala de ensayo o agitando en Pura Vida, ante decenas de adolescentes necesitados de un ruido propio, Miedo Puro sostiene que una conexión que surge desde lo real. Mientras sobra la comunicación sin emoción, el cuarteto conecta desde el llano, logrando un contacto directo con la gente. Se trata de un proceder que puede llevar más tiempo, aunque, a la larga, termina generando un vínculo más genuino que rebasa los vaivenes caprichosos de las redes, las polémicas inventadas desde la prensa o las necesidades comerciales de una industria enceguecida por la novedad en esta fase asfixiante de capitalismo embrutecido.
Claro que el cuarteto se ríe de todo ese debe ser, todavía intacto de las necesidades de ser una banda profesional. “¿Mánager? No. Conseguinos uno vos”, bromeando. “¿Tenemos que pagar para hacer una gacetilla?”, agregan. “Ya fue eso. Vos poné que Miedo Puro es una banda de La Plata y que Mauro es buen baterista”, dice…Mauro.
Miedo -como le dicen informalmente sus seguidores en la ciudad de las diagonales-está en un momento de disfrute: creciendo y afirmándose en el circuito mientras artísticamente van descubriéndose. Se ríen aprovechando cada momento. La visita a Rosario es una alegría. La oportunidad de mostrarse fuera de su ciudad natal, conocer otras bandas, acercarse a otra gente. Los desafíos van surgiendo de a poco. Se presentan sin buscarlo tanto. En ese sentido, las cosas pasan sin pensarlo demasiado, pero es la constancia que lograron en el último año la que los hace estar listos para cualquier llamado a la acción.
“Cuando arrancamos a tocar, ninguno de nosotros veíamos futuro alguno en esto”, comparte Mauro. “Pensamos que no le iba a gustar a nadie, pero igual lo re hacíamos”, señala el baterista.
El futuro de Miedo es presente. Ahora hay fechas, hay gente. Están conectados los cuatro, buscando llevar adelante un proyecto que los sorprende. Si hay viento a favor, saben aprovecharlo. Más importante: lo disfrutan. Por eso las risas. Por eso la complicidad. También por eso cargan equipos, duermen donde pueden, viajan largas horas para aún probar sonido con disciplina y la mejor onda. ¿Hay resto? Claro. Pueden prestarse a hacer fotos, divertirse, ser receptivos para quien tenga algo que decir sobre la banda.
“Fue todo bastante auténtico y lo sigue siendo”, afirma Zapata. “Fue confiar en lo que estaba sucediendo en ese momento. No importaba si pasaba algo o no. Nos mandamos”.
“Ahora estamos poniendo mucha energía a ensayar y ensayar. Se nos vienen dando cosas porque estamos enfocados”, cuenta Ribotti. “Cosas tremendas están apareciendo. Hay fechas con bandas increíbles como Dum Chica”, comparte con una sonrisa incrédula de piba feliz. Esa noche, cuando Miedo está tocando, son Lucy y Rama de Dumchi, quienes están inmediatamente delante del escenario, apreciando la entrega, junto a Nineo Zoom de Bubis Vayins.
“Nos enfocamos en la música, tocando entre amigos, que no es poca cosa. De repente vamos compartiendo fecha, conociendo gente, aprendiendo a pleno de ese proceso” explica Sofía. “En principio venimos por ese camino. Mientras se pueda sumar, lo vamos a hacer. Estamos full autogestión: gráficas, ensayos, viajes, equipos”, concluye.
Texto de Lucas Canalda / Fotografía de Renzo Leonard
¿Querés más RAPTO? Chequéa nuestra plataforma de podcast con + 100 episodios