Luego de extenso silencio, Valle regresa al ruedo con Coyote, su segundo larga duración.
Jack London decía que prefería ser un magnífico meteorito antes que un planeta estático y aburrido. Las palabras del escritor norteamericano vienen a la mente cuando se piensa en Valle, una fuerza que algunos años atrás brilló con intensidad a partir de una aparición inesperada y luego se llamó al silencio, desapareciendo por un tiempo prolongado que ahora se termina con la publicación de Coyote. Valle entra en combustión cuando hay para trasmitir, cuando cree que es necesario salir al ruedo. Antes entrar en la inercia de la repetición, mejor desaparecer.
El dúo integrado por Pablo Giulietti (guitarra y voz) y Federico Toscano (batería) ahora vuelve del silencio en un extraño 2020 donde el frenesí del encierro y el aislamiento provocaron una sobredosis de información que bajó a toda hora desde cualquier pantalla. Entre tanto vértigo por estar presente sin ceder terreno en la precaria atención de las audiencias (una fijación agotadora que incluyó a los artistas independientes como a los nombres de productoras y discográficas) hubo algunas excepciones que supieron construirse desde otro lugar. Más precisamente, lo hicieron desde una velocidad personal a contracorriente del resto. Algunxs artistas entendieron su relación con su obra y su respectivo desarrollo desde una posición casi anacrónica.
Las nueve canciones de Coyote expanden el primer esfuerzo Valle de 2018 ahora teniendo una idea clara sobre la identidad del grupo y su dirección. Esa expansión es tanto continuación como desarrollo, procurando el necesario avance hacia otro capítulo. No parece haber nada seguro en este proyecto de la dupla excepto las ganas de seguir adelante y no reiterarse. Con una certeza sí podemos contar: en Valle late la inclaudicable pulsión superviviente del rock, que lejos de los titulares amarillistas y los clichés demagógicos que lo convirtieron en un juego de apariencias, sigue ahí, siempre que unx esté dispuestx a buscarlo.
Coyote contiene algunas diferencias notorias con su predecesor homónimo de 2018, cambios que lo hacen -a su forma- mejor cincelado. La identidad de la banda está establecida. En su segundo esfuerzo la dupla sabe lo que quiere y tiene un equipo de colaboradores cercanos que contribuyen a lograr las ideas. De esos aportes nacen arreglos de voces logrados, una delicadeza que se construye alrededor del fluir desatado de la dupla.
Las letras de Coyote quizás no contengan tanto desangrado existencial de Valle pero siguen siendo urgentes. En todo caso, por momentos, Giulietti pareciera ser más metafísico (“¿Dónde va lo que se va?”). Antes todo parecía más opresivo: las paredes se caían o había saltos masivos hacia el vacío. Las nuevas canciones están algo libradas a la búsqueda ambulatoria por el territorio lleno de huellas poco confiables. Algo no cambió: Valle sigue pateando desde el entripado.
Si con el primer LP Giulietti sacaba su voz desde bien adentro del entripado las canciones del nuevo disco lo encuentran resistiendo en el terreno ganado, firme y dándolo cuando las atmósferas se vuelven intensas (sobre todo en la segunda mitad). El previamente mencionado London reaparece en las letras de Giuletti quien traza un imaginario donde la supervivencia parece librada a cierta ley primitiva y una soledad nómade.
Acerca de sus letras Giulietti dispara dos afirmaciones desde el arranque: Primero, es que le gustan muchos los animales. Le cuesta muchísimo escribir letras, es lo segundo. Ampliando, remarca que escribirlas le resulta tedioso. El guitarrista, cantante y compositor decidió pensar una especie de relato de un coyote viejo, rabioso y moribundo. Lo que fue un punto de largada terminó siendo conceptual, con Giulietti logrando una introducción, un intermedio y un final. Giulietti procuró ser descriptivo, privilegiando lo visual. “Busqué una forma de hablar acerca de la pérdida, la soledad o la muerte usando este coyote como protagonista”.
El efectivo recurso funcionó de parabienes puesto que además le permitió ir alternando el relato entre primera, segunda y tercera persona. “De hecho la historia tiene cierta similitud con algunas situaciones del perro en El llamado de la selva de London. Un par de cuentos indios y un documental sobre coyotes que vi una vez ayudaron a darle forma al paisaje y demás”.
El grueso de Coyote se grabó durante un fin de semana. La idea era simple: reflejar lo que era la banda en vivo. Toscano y Giulietti querían un disco directo, crudo y grande. El segundo LP solamente está compuesto por guitarras, batería y voz. Pocos elementos, mayor contundencia y una seguridad sobre la identidad de la banda.
Para la realización del nuevo disco Valle se internó en el estudio El Salvador para trabajar con Martín Greco. La dupla llegó con la parte instrumental resuelta. Mientras que las canciones estaban armadas, faltaban las letras y las voces.
Guitarra y batería se grabaron en vivo. Giulietti regrabó algunas partes de viola más tarde mientras se ocupaba de cerrar las letras.
Valle fue desarrollando las canciones de acuerdo a cómo tenían que encajar en el disco, además teniendo un audio definido. “A Martin tratamos de transmitirle las ideas que teníamos en cuanto al audio y desarrollar esa parte con él, un trabajo más de post-producción. Aportó comentarios acerca de los temas y cosas así, que siempre es buena otra visión de las cosas”, explica Giulietti.
Así como en el LP debut contaron con el aporte en bajo y voz de Valentín Prieto o con la presencia de Federico Oti en algunas fechas en vivo, en Coyote el equipo de trabajo se completa con talentos de confianza. Germán Dutch Bertino (compañero de Los Castigos y Chimo e integrante de Perro Fantasma) estuvo a cargo de producir los arreglos de voces de “Manada”, además de cantar. “Nos regaló una melodía que cerró perfecta y terminó siendo para mi uno de los mejores temas del disco“, según Toscano.
El baterista Álvaro Manzanero también participó de la parte técnica de la grabación, haciendo de drum doctor y poniendo a punto el instrumento de acuerdo a las ideas que Toscano tenía en mente.
Finalmente, en Coyote interviene Cristóbal Briceño, otro reciente compinche musical de la dupla. El cantautor chileno grabó las voces graves de “Intermedio”. Sobre su aporte, el guitarrista recuerda que “era una especie de lamento negro y me imaginaba una voz extremadamente grave, así que Cristóbal grabó y mandó su voz para esa canción”. Giulietti, además detalla que “mandó su participación media hora después de que le pregunté si era posible”.
Toscano y Giulietti -así como los ya mencionados Prieto y Bertino- en la actualidad forman parte del universo creativo del astro chileno como integrantes de Los Castigos. El versátil talento integrante de Ases Falsos y Los Mil Jinetes está presente en la historia de Valle desde el vamos puesto presenció el momento en que todo empezaba con la furibunda presentación del dúo en el festival por el séptimo aniversario de Polvo Bureau. Aquella jornada en el Galpón de la Música, Briceño fue un invitado especial, tocando como solista. “Ahora tenemos una muy buena relación que comenzó ese día de 2017”, índica Toscano. “Dio la casualidad que en el line up nos tocó estar justo antes que él. Vió nuestro recital y le gustó mucho a pesar de haber sido un show muy caótico. A partir de ahí empezamos a intercambiar mensajes”
Volver sobre los pasos de Valle significa también observar en detalle un panorama del circuito musical que cuatro años atrás mostraba una saludable resistencia que, neoliberalismo mediante, fue entrando en un proceso de pauperización notorio. Golpea fuerte saber que muchos de esos espacios, festivales y ciclos que albergaron tanto a Valle como sus colegas ya no existan. Eso sin siquiera adentrarnos en el golpe directo del gran año de la pandemia.
Desde su aparición Valle tocó de manera asidua en Rosario, Córdoba, Buenos Aires, Rafaela y Santa Fe. El ida y vuelta entre panamericana y circunvalación, de hecho, se repitió varias veces. Había canciones que tocar, mucho por compartir y un show en vivo que domar. Mientras Giulietti y Toscano le encontraban el equilibrio justo al vivo, el público disfrutaba el proceso.
Con su LP homónimo la dupla tiró su magia por donde tuvo oportunidad y compartió escenarios con grupo como Riel, 107 Faunos, Mi Nave, Gladiolos, Camperas, Atrás Hay Truenos, Los Cristales, Chimo, Amazing Ruckus Trip, Rosedal, Puesto en Marte, Belarus, Los Fónez y Cesped.
La primera aparición del grupo data en el mencionado FestiPolvo de marzo de 2017, ocasión en la que el sello Polvo Bureau celebró sus seis años de vida. Allí, bajo el nombre de Yuliett -proyecto solista del guitarrista-, el dúo se hizo carne en veinte minutos de furia taciturna y un pulso dinámico que fluía con libertad entre miradas y gestos de sus integrantes.
Gran parte del encanto de Valle proviene de lo inesperado. El proceso de evolución fue sucediéndose frente a nuestros ojos (y oídos). Growing up in public diría el viejo Lou Reed, a quien el dúo sabe reimaginar en vivo. Esa banda inesperada que salió del riñón del Yuliett más angst, no se guardaba nada. De la combustión de rock libre, Valle hizo magnetismo. Y si bien ambos integrantes hoy comentan que la meta es encontrarle el punto justo al vivo, haciendo clara su disconformidad, las desprolijidades, la espontaneidad y el fluir libre son gran parte de la propuesta. Hasta -su hoy compañero- Briceño disfrutó ese primer encontronazo con el grupo en plena combustión y se los comunicó (“hubo algo de ese show caótico que le gustó” cuenta Toscano). Al lado de la apatía y pose refinada frente al espejo mil veces del contexto contemporáneo, Valle elude el securitismo. Es algo real manifestándose. No hay segundas vueltas, ni perfomance de la simulación, es real.
El arribo de Valle tuvo un buen feedback en el circuito recitalero, de allí los kilómetros de ruta que la dupla ganó en los primeros tiempos y Polvo Bureau supo potenciar. Luego de unos sencillos, llegó el LP homónimo que tuvo favorable recepción por parte de la prensa especializada (o lo que queda de ella) que se interesó en el disco.
Se dio entonces un fenómeno extraño y que es cada vez más difícil de percibir: Sin preámbulos de gestión o lobby, sin rosca de productoras o hype transmediático Valle había generado una buena estela sin mayores pretensiones que tocar y exorcizar en vivo esas canciones. Simplemente con concentrarse en su química musical Valle había generado algo y el contexto supo apreciarlo. Raro, sí. Imposible, no.
Giulietti es claro y directo: no le interesa “el like” ni la aprobación de nadie. “Disfruto esto de producir, grabar y subirlo a donde sea”, señala. “Es algo que de alguna forma me resulta necesario hacer en el momento en el cual sale, me interesa plasmar algo. Por eso es que siempre tengo cero expectativas en cuanto a todo esto”.
El baterista también coincide en ese desinterés por los comentarios positivos que llegan de algunos espacios especializados. Además, Toscano agrega que “la verdad no tenemos ningún plan ni objetivo, solo armamos esto para seguir tocando juntos y porque nos resultaba muy sencillo y veíamos que lo que salía de ahí estaba bueno”. “Creo que somos una banda que pasa bastante desapercibida, quizás somos bastante inconstantes”, confía. “El único reconocimiento por decirlo de alguna manera que nos reconforta ahora es el de nuestrxs amigxs y colegas, o gente con la que compartimos fechas y proyectos”, concluye.
En la primavera pandémica de 2020 Coyote llega con la frustración de no poder ser presentado en vivo. En un panorama regido por perillas, horas de estudio, clicks y big data que buscan perfeccionar fórmulas de consumo, el regreso de un grupo sanguíneo como Valle es gratificante, sin embargo, la imposibilidad de no poder disfrutarlos en vivo es frustración pura.
El dúo lo toma con calma, quizás ya masticando el panorama desde hace tiempo, o también manejando la certeza que su accionar en vivo está en estado de stand-by sin importar la pandemia. “Por supuesto que no tener la posibilidad de mostrarlo en vivo jode un poco, pero tampoco teníamos algo planeado al respecto”, señala Toscano. “Veníamos de un 2019 con poca actividad comparado a años anteriores, este año lo íbamos arrancar en marzo con una fecha confirmada (junto a Densha Gogo y Deformadores en el ya cerrado Club 1518) que se tuvo que suspender por la pandemia y quizás esa fecha hubiese servido de empuje para después salir a mostrar el disco”, recuerda el batero.
Del final nunca comunicado de Alucinaria salieron tres propuestas musicales muy diferentes: Camperas, Valle y el solista Pablo Comas. Camperas, el desprendimiento del bajista y vocalista Federico Oti, ya estaba en marcha en el tiempo final de Alucinaria, por ende el grupo arrancó antes que sus ex compañeros. Comas, por su lado, tuvo que contemplar seguir con Alucinaria bajo otra formación o encarar su camino solista. Giulietti y Toscano, siguieron adelante impulsados por un elemento imprescindible para cualquier aventura: química. En Valle no parecía haber ningún drama ni preocupaciones secundarias, había canciones, energía y un circuito listo para salir a tocar.
La primera etapa de Valle fue bastante intensa. La banda salió a partir de la tremenda química entre los dos, unas cuantas canciones que Giulietti tenía listas y manos a la obra. Grabaron, publicaron el disco y salieron al ruedo con un buenos toques gestionados por su sello Polvo Bureau. Luego de eso, excepto por unas presentaciones esporádicas, hubo silencio.
A la distancia, esos períodos contrastantes entre el ruido intenso y el mutismo total, dejan en claro que Valle es un animal que sale de su letargo cuando hay que decir, todo lo demás es secundario.
“La banda siempre fue un proyecto bastante libre de planificación, nació de una forma natural sin pensarlo mucho y sin ninguna pretensión” , detalla Giulietti. “Era juntarse en la sala a tocar, improvisar un poco y a partir de eso fueron saliendo temas y ganas de grabar. Con el disco empezaron a llegar las fechas, se dio todo así ese primer año, estuvimos muy activos pero no fue algo pensado”.
Valle hoy lleva publicados dos discos, tres simples, un maxi y un puñado de animaciones creadas por el pulso de Toscano. Nada mal para dos tipos silenciosos que aparecen unicamente cuando hay algo para decir. En tiempos de compulsión efectista y egos diletantes, la discreción de Valle es virtud.
“Creo que hicimos demasiadas cosas por el poco tiempo que tiene de existencia el proyecto”, reflexiona el guitarrista. “Quizás el proyecto merezca una mayor dedicación, pero tampoco queremos forzar nada”, añade.
Dejando constancia que la química prevalece por sobre todas las cosas, apunta que “ahora nos volvimos a juntar y ya salieron varios temas nuevos. Mientras no se puedan realizar shows la idea es seguir ensayando, armando temas y grabar, quizás aprovechemos este verano para terminar y grabar estas canciones nuevas”.
Más allá de sus vidas personales, tanto Giulietti como Toscano están enfocados en hacer música en todas sus formas. Ese deseo es superador a Valle. A la par del proyecto común, el guitarrista y baterista son parte de grupos como Sánchez, Degrade, Chimo y Los Castigos. Rastrear las horas-hombre-estudio-recitales de cada uno por separado arrojan resultados tupidos. Además de la química compartida, Giulietti y Toscano supieron integrarse (y multiplicarse) en otros proyectos, siempre brillando y aportando su magia.
Además de Alucinaria y Valle, desde 2018 ambos integran la aventura binacional de Briceño que devino en Los Castigos y este año publicaron el fundamental Polvareda.
Con tanta vida y proyectos compartidos es redundante pensar que ambos se entienden al dedillo y ya casi de manera telepática, sin embargo, esa complicidad también podría atentar contra la frescura o hacia cierta fricción que al final podría ayudar a crecer.
Toscano descree de ese riesgo. Ambos están probando cosas nuevas frecuentemente, dice. Tratan que la cosa sea natural. Con una comunicación sencilla y directa, todo fluye mejor. Se permiten cambiar, mantenerse frescos.
El guitarrista, por su parte, observa que “Al ser dos es complicado ponernos de acuerdo en algunas cosas. Se vuelve bastante corto el diálogo durante algunas tomas de decisiones, que tal vez, con un tercero no pasaría. La banda funciona 50/50 así que se supone que cada uno debe encargarse de la parte que le corresponde. Cuando estamos ensayando o armando canciones llega un punto en el cual de alguna forma estamos de acuerdo los dos y creo que eso es lo importante”.