Quiz > Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala
Emilia Erbetta es periodista y guionista.
Como periodista freelance, en años recientes publicó en Página 12, La Nación, Rolling Stone, Brando, Anfibia y Cosecha Roja.
Junto con Marina Yuszczuk y Tamara Tenenbaum creó la editorial Rosa Iceberg.
Como guionista trabajó y trabaja en Anfibia Podcast, Posta y Tecnopolis. Es pasante editorial en Radio Ambulante.
¿Cuál es tu humor por las mañanas?
Bastante bueno. En general, me levanto con bastante energía y las primeras horas de la mañana son las que mejor trabajo, trato de aprovecharlas para hacer las cosas para las que necesito más concentración y lucidez. Si hace un par de días que estoy luchando con un párrafo, por ejemplo, es posible que si me levanto bien temprano y me siento en la computadora con el mate y la casa en silencio, lo destrabe.
¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?
Fue en un call center, intentando vender paquetes de ADSL a España. Era bastante grande, tenía 21 o 22 años, y recién me había mudado a Buenos Aires desde Bahía Blanca. La condición para venirme había sido esa, conseguir laburo y bancarme algunos gastos, porque mis viejos no podían mantenerme acá. El laburo en sí era horrible, creo que nunca logré vender nada, y alguna vez me fui llorando porque no me gustaba molestar a la gente. Duré dos meses, ganaba 700 pesos (era 2007) y aprendí algunas pavadas: que allá dicen “coste” en lugar de “costo”, “güifi” en vez de “guaifai” y que no hay nada más horrible que un team leader.
¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte al periodismo?
Crecí acompañando a mi viejo al estudio de radio donde trabajaba. La condición para estar ahí era estar muy callada, porque nadie que escuchara del otro lado podía saber que yo estaba ahí. Me fascinaba el laburo de mi viejo, que sabía de todo y hasta había ido a la Antártida por laburo. Quería ser como él. Después, de más grande, me olvidé de todo eso y me puse a estudiar Letras, pero había algo que me faltaba, quería hacer otra cosa y no sabía qué. En mi cabeza era algo relacionado con escribir, pero no académico y vinculado a la realidad más próxima. Lo pensaba y lo pensaba como si fuera algo que no existía todavía. Y creo que fue él el que me dijo “pero Emilia, ¡entonces vos querés ser periodista!”.
¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?
Si, muchas. En Twitter me abruma un poco el nivel de violencia cotidiana que se maneja, seré un poco ñoña pero no entiendo cómo es posible que alguien que no te conoce te putee o te boludee sin mucho problema. En general me divierte mucho, pero a veces puede ser intoxicante.
Con Instagram pasa otra cosa, creo que es lo que nos pasa a todos: saber las 24 horas donde está todo el mundo puede ser medio enloquecedor. Cuando era chica me encantaba hacer zapping en la tele y bueno, mirar storis es parecido pero peor, porque en los noventa yo no andaba con el televisor en el bolsillo.
¿Qué tipo de placer culposo disfrutás a escondidas?
Ninguno, si algo me gusta no me da vergüenza.
¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?
Bastante importante. Intento no laburar los fines de semana, y en general lo logro, en esos días ni siquiera prendo la computadora, y cuando lo hago lo siento un poquito como una derrota. En cambio en la semana me cuesta bastante hacerme espacio para no hacer nada. Creo que tiene que ver también con la lógica del trabajo precarizado del periodismo freelance, de tener mil kioscos que hay que atender, del miedo a decir que no y de cómo eso te va ocupando casi todo el día que pasás laburando o pensando en que deberías estar laburando. Llevo años en esa rueda pero últimamente empiezo a sentir que me quiero bajar, que necesito dejar la cabeza quieta no solo porque me resulta imposible laburar bien y que los resultados me gusten cuando estoy quemada, sino porque además, no vine a este mundo solo a laburar.
¿En algún momento sentiste paranoia sobre los algoritmos?
Si, pero hice lo mismo que hacemos (casi) todos, me resigné.
¿Estás consciente del lector mientras escribís?
Creería que no. En general, para mí el lector toma siempre la forma del editor/a. Estoy consciente de esa primera lectura, las que vienen después siento que salen demasiado de mi control.
¿Qué representa el deadline para vos? ¿Genera ansiedad, presión o es una necesidad para ordenarte mejor?
Una necesidad. Lo he intentado, pero sin deadline no puedo laburar.
Las colaboraciones son una constante en tu camino profesional ¿Qué papel juegan en tu enfoque creativo?
Son un vehículo, pero también a veces pueden ser un obstáculo. El laburo freelance, por colaboraciones, puede ser muy disperso, sin demasiadas oportunidades para profundizar, porque uno está saltando de un tema a otro. Es cierto que el periodismo es un poco eso, y quizás en las redacciones pasa lo mismo, o peor, pero muchas veces tuve la sensación de estar saltando de nota en nota sin demasiado tiempo para digerir lo que había hecho. En ese sentido, yo siempre lo sufrí y disfruté a la vez, porque también es cierto que las colaboraciones sí te permiten explorar un poco más, darte algo más de tiempo para resolver un tema y elegir sobre qué querés laburar.
Y después está, de nuevo, lo material: las colaboraciones, al menos en Argentina, suelen pagarse bastante mal, salvo excepciones. Entonces muchas veces, las notas además de vehículos creativos son pendientes que uno va despachando para llegar a fin de mes.
¿Cómo te llevás con tu huella digital y tus primeros trabajos? ¿Te ponés detallista y crítica con ese pasado o sos más relajada?
Muy bien. Cuando empecé a publicar notas recién había salido de la escuela de periodismo, estaba aprendiendo y creo que dentro de todo esos primeros textos están bastante bien. Son un poco cursis, si, y usaba frases o imágenes que hoy no usaría, pero son notas que hice con un entusiasmo muy del comienzo y eso más que vergüenza me da ternura.
¿Cuáles son los hábitos contraproducentes que desarrolla el periodista freelance? ¿Se pueden quitar fácil o es un lento proceso de readaptación?
Acá voy a contradecir descaradamente lo que respondí en una de las preguntas anteriores. El peor vicio freelance en mi caso es tomarme a veces demasiado tiempo para resolver algunas cosas, hacer entrevistas de más y por momentos perder el foco. Nunca trabajé en una redacción, pero tengo amigos que sí y noto que tienen una lógica y un ritmo de trabajo que les permite resolver notas complejas en una tarde y es un talento del que, al menos por ahora, carezco totalmente.
¿Sos de bajar ideas u observaciones al papel sin una finalidad puntual o siempre que escribís algo tiene que tener un objetivo preciso, por ejemplo, una nota a publicarse?
Me encantaría decir que sí, que tengo proyectos, textos e ideas garabateadas por ahí, por puro impulso creativo, pero la verdad es que no. Si tengo una idea, en general la propongo a algún medio porque sé que ese es mi motor para laburar. Igual, eso también es algo que quisiera empezar a cambiar. Un poco lo pienso como el ocio, es medio una pena que cualquier idea que tenga la asocie si o si con trabajar.
¿Qué aprendizajes llegaron con la experiencia de ser editora de Rosa Iceberg?
Un montón, difíciles de resumir acá, así que me quedo con uno: escuchando a Marina y Tamara charlar, aprendí a leer de nuevo.
Desde hace un tiempo estás sumergida en el mundo del podcast. Al desarrollar los guiones para podcasts narrativos es importante encontrar el tono correcto.
¿En qué momento se encuentra el tono del guión? ¿Cómo lo vas buscando?
Creo que en eso los guiones funcionan como las notas, puedo tener el tono re pensado y procesado en mi cabeza, pero hasta que no me siento a escribir y a enlazar la narración con las entrevistas, no lo puedo terminar de definir. Desde mi laburo como guionista (porque en un podcast, igual, el tono no solo lo define el texto), lo voy buscando igual que en un texto, a prueba y error, escribiendo, escuchando y reescribiendo.
Para Joan Didion eran cruciales las primeras palabras de una nota. Todo dependía de esa primera oración.
¿Tenés alguna fijación particular con alguna parte del proceso de escritura?
Si, me fascina el momento post primera edición, cuando me devuelven el texto con comentarios y marcas y me siento con eso y empiezo a corregir, sacar, poner, pasar cambios sugeridos, pensar otros, etc. Siento que ese momento, cuando tengo una primera versión que está ok pero que la edición me sugiere que puede mejorar, es cuando más creativa me pongo y cuando mejor escribo. Nunca entrego una primera versión que no me conforme, pero el proceso de primera escritura siempre es un poco tembloroso, me cuesta embalarme. En cambio, después de esa primera edición, cuando sé que las bases están, me suelto y me divierto más y además los textos crecen un montón.
En tu caminar como periodista alguna vez sentiste que estabas en el lugar correcto en el momento justo?
No en el momento en sí, pero si en retrospectiva.
En 2015, en el cumple de un amigo, una madrugada de mil grados en San Telmo, conocí a una chica de mi edad que se estaba por ir a Siria. Charlamos un rato, a mi me interesó lo que estaba por hacer (¡a Siria! ¡a la guerra!) e intercambiamos mails, pero nunca le escribí. Unos años después, paveando en Twitter, me encontré con la noticia de una médica argentina muerta en Siria y tardé unos días en darme cuenta de que se trataba de la misma persona: esa chica, Alina Sánchez, no solo había viajado a Siria, sino que se había unido a la causa kurda y había muerto en un accidente, lo que la había convertido en una mártir para el pueblo kurdo. Publiqué un perfil de ella en Brando e incluí la escena de nosotras dos charlando en el bar. De alguna manera sentía que ese encuentro era importante para la nota pero también para mi.