QUIZ RAPTILIANO #62: KUNDO KRUNCH

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

 

Facundo Pérez Cejas, popularmente conocido como Kundo Krunch, nació en la ciudad de Mar Del Plata en 1988. Estudió dibujo, pintura e historieta con distintos artistas de su ciudad y en 2015 empezó a editar sus propios fanzines.
A partir de 2016 comenzó a colaborar con distintos guionistas y a publicar con distintas editoriales de Argentina tales como Mitomante, Holograma, Deriva, Libera La Bestia, Blackbird, Rabdomantes y Anexia Ediciones.
En 2019 publicó La extraña desaparición de Barnabas Jones (Editorial Deriva), con guion de Damián Connelly y El Último Recurso (Libera la Bestia), con guion de Lubrio.
Al año siguiente ganó el premio Carlos Trillo a mejor dibujante 2019 y a mejor libro público adulto de Argentina por El Último Recurso. Ese mismo año empezó a publicar en la web de la revista Fierro junto a Santiago Sánchez Kutika, además de editar la novela gráfica Tomb, escrita por Antonio Sachs para la editorial española Dolmen.
En 2021 ganó el premio Cinder a mejor dibujante 2020.
En 2022 publicó El sótano de los deseos (Szama Ediciones) novela gráfica con la que vuelve a mostrar su faceta de autor integral.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Muy bueno, me gusta madrugar.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Mi primer trabajo fue en una productora de televisión. Empecé barriendo, cebando mate y acomodando los rollos de cables. Luego pasé a hacer cámara y edición de video, sin duda aprendí muchísimo para la profesión que desarrollo hoy en día y también para la producción de historietas, sobre todo al momento de implementar la narrativa.

 ¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte a la historieta de forma?

Si bien siempre me gustaron las historietas y siempre me gustó dibujar, creo que lo que me hizo decidirme a hacer historietas fue la historieta europea. Cuando conocí las revista de antologías españolas (Totem, El Víbora, Cimoc, Zona 84) y los autores que aparecían en ellas fue un flechazo directo al corazón.

 Tu abuelo fue una figura fundamental en tu formación. ¿De qué forma perduran sus lecciones?

Mi abuelo nació en la década del 20 en Rauch, un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Fue el mayor de 14 hermanos y vivían en el medio del campo, en una situación muy precaria. A los 12 años tuvo que dejar la primaria para irse a vivir a Necochea a lo de unos tíos para trabajar y poder mandar dinero a su familia. Si bien nunca termino la primaria, eso no le impidió formarse y cultivarse como ser humano y profesional. Fue corrector de imprenta, vendedor de publicidad, pintor, carpintero y nunca dejó de instruirse y formarse.
Todo lo que hizo, inclusive como hobbie, lo hizo con absoluta pasión.
Creo que eso es la mayor enseñanza que me dejó, siempre intentar hacer todo lo mejor posible, pero nunca dejar de divertirse y disfrutarlo, con perseverancia y con ganas de seguir aprendiendo todos los días.

¿Cómo te sentiste la primera vez que publicaron algo de tu autoría? ¿Qué era?

Lo primero que publiqué fue un fanzine que se llamó Ciudad Mugre Borders, donde no sólo hice el guion y dibujo sino que también lo imprimí, lo maqueté y lo armé. Fue un sentimiento hermoso ver materializado algo de mi autoría desde cero, pero también lo recuerdo con mucha inseguridad porque carecía de experiencia y tenía muchas falencias. Pero ahí es donde se aprende, haciendo, equivocándose y escuchando consejos de quienes saben.

¿Cómo te llevás con tu rastro digital?

Supongo que bien, no le doy mucha importancia.

 ¿Qué tipo de placer culposo disfrutás a escondidas?

No lo voy a hacer público.

¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?

Totalmente, disfruto mucho mí tiempo libre conmigo mismo, inclusive de esos momentos surgen las mejor ideas y las mejores historias.

 ¿Qué recuerdos te quedan de aquello que se llamó “Primavera fanzinera” en Mar del Plata?

En esa época yo era muy chico y no tenía manera de tener contacto con el fanzine, pero muchos de esa primer camada de fanzineros como Gustavo Sala, Marcelo Borstelmann, Beto Miranda y HB Ruedas, fueron profesores míos y grandes amigos que me enseñaron y me siguen enseñando muchísimo. Obviamente su trabajo, al igual que el de muchos otros, allanó el camino para lo que hoy es la historieta argentina tal cual la conocemos.

¿Cuál es tu límite con el consumo irónico?

No tengo límite.

Para la mayoría de los artistas, desarrollar una voz propia va precedida primero de una fase de aprendizaje y, a menudo, de emular a otros. ¿Cómo fue esto para vos?

Supongo que fue un proceso natural como el que pasan la mayoría de lxs autorxs, pasé por muchos estilos de dibujo y tengo miles de influencias. Hubo una época donde me gustaba mucho el trabajo blanco y negro como el de Alberto Breccia y Frank Miller, y hubo otras épocas donde estaba a full con el mercado europeo y me gustaba trabajar con mucha trama al estilo Moebius o Serpieri. Uno como autor va buscando la forma donde se siente más cómodo, va tomando lo que le sirve de cada autor y va dejando lo que no, no solo en el dibujo sino en la narrativa y la construcción de la página. Yo siempre digo que soy una ensalada de frutas de todo lo que leí a lo largo de mi vida, de todas las películas que vi y de los autores que me gustan.

¿La perspectiva del tiempo te hizo descubrir algún punto recurrente en tu obra del que no eras consciente?

Sí, mucho del cine, sobre todo del cine de ciencia ficción de la década del 80. Siempre me gustó, pero hace un tiempo a esta parte me di cuenta que influye en mi trabajo más de lo que yo pensaba. Igual no reniego de eso, al contrario.

Mar del Plata tiene una tradición importante en la historieta independiente, especialmente para las generaciones que consideran a la autogestión como un camino real y perdurable.
Por un tiempo (creo) encontraron la forma de lograr una visibilidad como artistas, saliendo al encuentro del público local, pero también cortando con la necesidad imperante de siempre irse a CABA para encontrar trabajo o una visibilidad de la industria.
¿Ese logro se sostuvo en el tiempo?

Creo que sí, en los últimos años ha crecido la cantidad de artistas que buscan publicar su trabajo de manera independiente y autogestiva, lo que también ha llevado a que se generen nuevos espacios y eventos para mostrar lo que hacen, no sólo en verano sino que algunos encuentros se generan durante todo el año. Y por lo que tengo entendido lo mismo pasa en otras localidades más pequeñas del sudeste bonaerense.

¿Qué evalúas para sumarte a un proyecto cuando te llegan ofrecimientos de colaboraciones? ¿Cuáles son tus consideraciones para dar el OK?

Lo principal es que el proyecto me guste y estar en sintonía con quien me lo ofrece o con las personas que tendría que trabajar.

¿Cómo son tus procesos de trabajo? ¿Sos de mostrar el material mientras vas trabajando para buscar devoluciones o preferís guardarlo todo hasta que sea inevitable mostrarlo?

Me gusta mucho el ida y vuelta que se genera con los guionistas y editores, creo que eso enriquece mucho la obra, y en lo personal, me hace crecer muchísimo como autor porque me encanta aprender de las formas de trabajo de los demás.

El último recurso fue -es- una obra aplaudida por tus colegas y con gran recibimiento del público. Además, el año de su publicación fue premiada en Crack Bang Boom y siguió cosechando elogios. Tanto para Lubrio como para vos, fue una consagración.
¿Qué pasa cuando a un tipo que viene desde la autogestión y el underground como vos le caen esos laureles?

Una felicidad inmensa, sobre todo porque lo considero un reconocimiento a todo el trabajo que hay detrás del libro, no sólo por parte de nosotros los autores sino también de la editorial. El Último Recurso nace porque con Lubrio queríamos hacer algo juntos, no sabíamos siquiera si se iba a publicar algún día o no, y que eso sea reconocido por la gente y lo disfruten, está bueno.

“Sabía que para jugar el juego que quería jugar, su corazón solo le jugaría en contra”. Ese extracto de El Sótano de los deseos se me hace muy Arltiano, por una sencillez que es tan directa como contundente, pero también porque exprime el verbo “jugar” a más no poder, aunque de forma aguda.
¿Hay algo de Arlt en tu trabajo o estoy flasheando?

Si bien Arlt no es uno de mis autores favoritos, comparto mucho su visión de lo grotesco y lo fantástico saliendo del realismo tradicional. Me gusta esa idea de darle voz a los desplazados y, en el caso de El sótano de los deseos, muchos de los personajes también son marginales como en gran parte de las obras de Arlt, pero no marginales desde lo socio económico sino desde la perspectiva de que sus vidas son transitadas en los márgenes, como en el cuento El jorobadito.

El disparador de El Sótano de los deseos es un interrogante poderoso: “¿Cuánto vale el corazón de un hombre justo?” ¿Cuándo y cómo te llegó?

La idea de El sótano de los deseos nació hace un par de años, originalmente iba a ser una historia corta de un hombre que va a ver a una gitana vampira que regenteaba un prostíbulo infernal para que lo ayude a hacer un trato con el diablo a cambio de su alma.
El interrogante inicial sigue siendo el mismo, ¿Cuánto vale el alma, o en este caso el corazón, de un hombre justo y bondadoso para que al diablo le interese tanto?
De todas maneras, no deja de ser una metáfora sobre qué estamos dispuestos a sacrificar para conseguir algo y si traicionaríamos hasta nuestras propias convicciones para conseguirlo.

Siguiendo con el valor del corazón: en el libro, abrís interrogantes varios aunque (creo) evitás responderlo con bajadas de línea o explicaciones burdas.  ¿En algún momento sentiste el impulso de querer responder esa pregunta? ¿Cuánto tuviste que controlarte para NO hacerlo?

Continuamente me pregunté cosas a medida que iba desarrollando el libro, y esas preguntas están ahí para interpelar al lector también. Algunas me las contesté y otras no, pero la idea era que cada persona que lo lea pueda darle su propia interpretación a esas preguntas y a esas respuestas.

 ¿El fanzine es una etapa o una forma de vida? ¿Podrías dejarlo de lado?

Definitivamente es una forma de vida o por lo menos una manera de concebir la creación de historietas. Muchos empezamos en la autogestión porque fue la única manera que teníamos de dar a conocer lo que hacíamos, pero una vez que uno empieza a tener dominio sobre los medios de producción y a decidir sobre su propio trabajo, los papeles que quiere usar, contar a través de los formatos, las tintas, los colores, etc, es un camino de idea. Y por más que uno no haga siempre fanzines o también trabaje con imprentas tradicionales u otros editores, tener conocimiento sobre cómo se produce y con qué, es una herramienta fundamental.

 

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