Quiz > Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala
Redactor en Miradas de Cablevision. Cocreador de A Sala Llena, sitio especializado en cine y series. Publicó los libros Cuerpos fuera de control, dedicado al director David Cronenberg y Encerrados toda la noche, dedicado al director John Carpenter.
¿Cuál es tu humor por las mañanas?
Trato de que el mejor. La perspectiva de un día nuevo trae algo de optimismo. Pero depende del día, del momento de cada uno, de varios factores.
¿Quién es tu héroe/heroína? ¿Por qué?
Interesante pregunta. Estaba pensando en responder de una manera profunda y filosófica, yendo hacia mi infancia y volviendo al presente. Pero mejor no ponerme tan pesado de entrada. Así que, hoy por hoy, mi héroe o heroína es quien haya inventado las empanadas.
¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte al periodismo?
Mi llegada al periodismo se dio naturalmente. Escribía desde chico, peo sobre todo, dibujaba (hacía mamarrachos, bah). Lo más parecido a primeras incursiones en el periodismo puedo rastrearlo cuando, a eso de los 10 años, trataba de copiar las carátulas y las contratapas de las cajitas de VHS. También en esa época tuvimos un taller de periodismo en la escuela. Una bonita iniciativa que estuvo a cargo de Humberto, un periodista que era padre de mis compañeros. En el taller yo hacía algunos dibujitos (mamarrachos, como dije) graciosos. Sacamos un par de números. Estuvo bueno. Pero lo del periodismo no volvió a ocupar un lugar destacado hasta varios años después. De por sí, yo escribo ficción, hago ficción, y le dedicaba tiempo a eso. En 1996, a los 15 años ingresé a un taller literario y aprendí un montón. Marcelo di Marco, el coordinador del taller, creó unos años después El Boletín, un diario virtual donde los alumnos podían publicar notas sobre cine, libros y otras actividades culturales. Como también nos unía la pasión por el cine, me instaba a escribir sobre películas. Yo no estaba muy seguro. A los 18 años recién cumplidos traté de ingresar a la revista La Cosa, y sabía que me faltaba mucho por aprender, que no alcanzaba con saber algunas cosas. Pero en 2003, pude asistir al Festival de Mar del Plata, y disfruté de un montón de gemas. Fue un gran año. Marcelo volvió a convencerme para escribir y acepté sin dudarlo. Luego vinieron más notas, más medios (en 2006 volví a contactarme con La Cosa y pude ingresar), pero podríamos decir que todo empezó aquella vez en el festival.
¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?
¿Primer trabajo vinculado al periodismo? Es inevitable volver a mencionar a El Boletín. Aunque se trataba de un medio independiente, ahí empecé a profesionalizarme. Cubrí festivales, hice mi primera entrevista (a Mad Crampi, un capo). Y a medida que fui escribiendo y adentrándome en el ambiente y entrando en contacto con otros periodistas de cine, fui aprendiendo cada vez más. Uno nunca deja de aprender.
Si era por el primer trabajo no relacionado con el periodismo, fue hace mil años, vendiendo puerta a puerta unos aparatitos que ni me acuerdo.
¿Qué te preocupa acerca del futuro inmediato?
Inevitablemente, me preocupa la posición en la que quedamos, como humanidad, por el Covid-19. Estamos viviendo una historia de ciencia ficción. Hasta que no aparezca una vacuna, no vamos a estar 100% tranquilos. Eso pasó a ser la prioridad.
¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?
Internet de por sí puede ser abrumadora. Pero las redes sociales en particular pueden enloquecerte. Suelo pensar en este tema. Por mi lado, trato de encararlo como la vida: hacer la mía sin joder al prójimo. Yo tengo cuentas en Facebook, Twitter e Instagram, y cada una tiene sus particularidades. Yo suelo subir el mismo contenido a todos lados: difusión de mis trabajos, algunas citas, chistes horribles (dos veces al año hago el mismo, sobre Polino y Re-Animator). También comparto actividades o búsquedas de amigos y de gente que me cae bien. Pero es verdad que la mayoría sube algo distinto a cada red social. Twitter me resulta la más abrumadora, porque es como un espacio en el tirás la piedra y escondés la mano. Puede ser virulento, implacable. La verdad, ahí me hice mala sangre hace unos años, sobre todo por actitudes que involucraban a personas y lugares con los que tengo vínculo. Pero te das cuenta de que las redes sociales no son la vida real y se te pasa. Hago la mía y listo.
¿Qué tipo de placer culposo disfrutás a escondidas?
¿Placer culposo en general? Mis gustos en general pueden ser vistos desde afuera como placeres culpables, jaja, aunque para mí son placeres a secas. Pero sí podría encajar en esa denominación el bailar cuando estoy solo, generalmente para festejar algo o cuando suena algún hit irresistible. Con el tiempo aprendí a bailar a la vista de más gente -y sin ayuda etílica-, por lo que me estoy quedando sin placeres culposos.
¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?
Hace poco pensaba en esa cuestión, en el ocio, en la importancia del ocio, y en la diferencia entre ocio y vagancia. Como con los placeres culpables, desde afuera se puede pensar que gran parte de mi vida es ocio puro y duro, jaja (no faltó alguna vez un comentario del tipo: “vos sí que la pasás bien, eh”). Pero para mí es trabajo. Le dedico tiempo, y me pagan. De hecho, me relajo poco, lo que no es bueno. Aunque si lo pienso, me muevo en industrias que tienen que ver con el ocio, con el tiempo libre, así que hoy es fundamental. Buena parte de un modo de vida.
¿En algún momento sentiste paranoia sobre los algoritmos?
Es inevitable pensar que ya las máquinas pueden darte lo que buscás, o algo aproximado a eso. Puede ser inquietante. Pero nunca sentí paranoia, tal vez porque ya los tenemos incorporados. No sé si eso es peor, jaja.
Naciste en 1980, un mundo analógico. Fuiste creciendo en décadas donde el cine, el VHS, la revistas y los fanzines se complementaban, proveyendo información sobre curiosidades de subgéneros y artistas de culto. ¿Cómo era el proceso de investigación que hacías cuando eras un chico fan de Stephen King, George Romero o John Carpenter? ¿De dónde salía la data que complementaba a las películas?
Crecí en Remedios de Escalada, que parecía un lugar chato y lleno de fábricas, y pocas veces al año iba a Capital. De chico buscaba data de películas y series que me gustaban en la televisión, en programas como Contacto visual. También leía los afiches y cajitas de los VHS, para tener algo más de información. Y también los catálogos de los videoclubes. De chico me gustaba aprenderme los nombres de los que hacían las películas que me volvían loco. Eso sirvió para ir aprendiendo. A los 11 di con un número de la versión española de la revista Fangoria, y me voló la cabeza. También, por medio de mi mamá, que trabajaba en La Caja, terminaba ligando Prensario del video y revistas similares (alguien se las regalaba, o llegaban por medio del videoclub que había en un sector de aquel edificio de Congreso). Otra gran fuente de aprendizaje. A partir de los 15 empecé a viajar seguido a Capital, por lo que pude conseguir más películas, libros, revistas, fanzines… y cuando salió la revista La Cosa, fue espectacular. Me ofrecía lo que buscaba. Como Fangoria, pero con chistes que podía entender de una, jajajaa.
A propósito de cambios en el paradigma de la información: junto a José Luis De Lorenzo crearon el sitio especializado A Sala Llena. ¿De qué manera surge esa aventura?
A Sala Llena empezó a gestarse a fines de 2008, estando en el Festival de Mar del Plata. José tenía planeado una página sobre cine, con críticas de estrenos, cobertura de festivales y más. También se sumó Florencia Gasparini Rey y entre los tres le fuimos dando forma. A principios de 2009 nos juntamos para charlar más seriamente del tema, y al poco tiempo empezamos con el armado del sitio y la búsqueda de aliados. Si bien el sitio comenzó a estar online desde julio, lo presentamos oficialmente el 12 de agosto de ese año. Y desde ahí no paró de crecer. Se sumaron más secciones, más redactores (les estoy eternamente agradecido, a los que pasaron y a los que están), y también más coberturas de festivales, incluyendo internacionales, como Cannes, Venecia, Nueva York y Berlín.
A Sala Llena hoy tiene un tráfico de lectores muy importante. Es un espacio referente que congrega al fandom de diferentes ámbitos (ciencia ficción, comedia, acción, series, cine de autor, streaming, etc). ¿Cómo logran mantener un equilibrio, generando diversos contenidos de calidad, sin perder el perfil que desarrollaron y sin enloquecer ustedes?
La premisa original fue la pluralidad de voces. Incluso una película podía tener más de una crítica, y todas podían ser diferentes. Y dentro de esa pluralidad fue darle espacio tanto a lo mainstream como a lo independiente, de Argentina y de afuera. Y más recientemente, a las producciones de las plataformas de streaming. Pese a los cambios que hubo en el sitio, la premisa original se mantiene.
En los últimos 15 años, el espacio para la crítica de música, teatro y arte se fue reduciendo en diarios y revistas. En algunos casos, la crítica desapareció por completo. Sin embargo, el cine sigue resistiendo, logrando contenidos interesantes, sin dejar la crítica especializada de lado. ¿Por qué perdura la crítica de cine?
Gran tema de charlas, conferencias y otros espacios de discusión. La crítica y el periodismo cinematográfico en general persisten mayormente en medios digitales, donde es posible encontrar contenido para todos los gustos y todas las tribus. Como el cine mismo, la crítica va adaptándose, y los lectores están allí para saber más sobre las películas. A la gente todavía le interesa saber qué opinan determinadas personas sobre alguna película, serie o lo que sea. Mientras haya cine, habrá crítica.
Con frecuencia la ciencia ficción funciona como una antena transmisora del imaginario colectivo y de probabilidades geopolíticas -quizás llegan demasiado temprano como para ser comprendidas- generando la posibilidad de reflexión desde ideas (maravillosamente) camufladas. ¿Qué pasa hoy cuando la ciencia ficción está tan inserta en la maquinaría del streaming, actuando al mismo tiempo como entretenimiento y agente narcótico?
Esto conecta con la pregunta de los algoritmos. Sí, es ciencia ficción pura, pero todavía depende de cada quien. Hoy el streaming es una salvación, pero resulta inevitable seguir debatiendo estas cuestiones. Mucho de lo que planteaban autores como Orwell y Bradbury en sus distopías ya están entre nosotros, aunque espero que sigamos conservando la humanidad. Series como Black Mirror nos permiten reflexionar sobre eso.
Carpenter te acompaña desde muy temprano en tu vida. Escribiste Encerrados toda la noche, libro enfocado en su obra que, además, incluye una entrevista con él. Si bien está alejado de la actividad, ¿te parece que el contexto actual se presta para un comeback de Carpenter? La pandemia tiene dado vuelta al planeta y EEUU, especialmente, está en un contexto que grita carpenter por todos lados. ¿Es tiempo para un Snake Plissken o un John Nada?
En el final de Escape de Los Angeles, Snake corta la energía del mundo, se prende un cigarro, apaga el fuego del fósforo y dice “Welcome to the human race”. Algo de eso pasa ahora, con la salvedad de que todavía tenemos energía eléctrica. Justamente ahora estoy con la reescritura del libro. Como la primera edición está casi agotada, será reeditado, pero me estoy encargando de que quede aún mejor. Encarar la reescritura ahora es adecuado. Estamos en una situación de aislamiento, y ese es el eje del cine de Carpenter. Estamos aislados, y amenazados por un enemigo invisible, imparable, y las Autoridades apenas saben contenerlo, o directamente permiten que haga estragos. Como bien me dijo Mariano, el editor: “Estás con Encerrados… encerrado”, jajaja. Así que sí, el mundo está más carpentereano que nunca, y como en sus películas, aquí estamos nosotros para sobrevivir, para resistir ante la amenaza y recibirnos de antihéroes. No contamos con parches en el ojo, pero sí tapabocas.