De Boedo a Rosario, con escalas en Berlín y Barcelona, Ale Siniestro es una fuerza natural del Hazlo Tú Mismo. Artista polifacético, se mueve desde una impronta dadaísta dentro de la música y la plástica. Su intención es desacralizar para encontrar nuevas formas.
Gestionando el sello Jit Jot Records o encabezando Los Rayos siempre logra sorprender manteniendo un aura enigmático. Mientras tanto, lleva adelante la misión de visibilizar una corriente subterránea que cuenta con algunas de las mejores bandas rosarinas.
Tratamos de responder una pregunta simple: ¿quién vive en Ale Siniestro?
¿Quién es Ale Siniestro? ¿Acaso alguien puede definirlo en apenas unas líneas? Su figura transcurre en una nebulosa que carga con algo de mística y enigma. Es un tipo que genera una obra profusa desde hace quince años. Al mismo tiempo, se trata de alguien al que pocos pueden señalar porque no lo conocen. Hay consenso en un punto: anda por todos lados, como el Diablo.
Entre el anonimato y la omnipresencia de un hacer constante Ale Siniestro habita la ciudad de Rosario desde 2017, mientras que su rastro en la otrora Chicago argentina se extiende de forma considerable, estirándose hacia la década del 2000. No se trata de una presencia tangible, en todo caso, es un hilo artístico que se sostiene de forma invisible.
¿Ale Siniestro es rosarino? Debería serlo puesto que la mayoría de su producción musical tiene una pata en el 341. ¿Qué hace Ale Siniestro? Mucho más que música, eso es seguro.
¿Quién existe detrás de ese rastro inconcluso? Alguien que merece ser conocido, además de escuchado.
Siniestro vive casi sobre el final de la República de La Sexta. Se trata de una esquina que supo funcionar como farmacia y que con las décadas se transformó en una casa para ser habitada. Entre sótano, terraza y azotea, la propiedad ofrece recovecos donde abunda la calidez de la madera. Vive acompañado de su compañera y Satán, su perro.
Por los espacios del hogar se combina austeridad con discreción. Sobre muebles rústicos -esos que resisten por generaciones indiferentes al paso del tiempo- se exhiben objetos que se adentran en el camp: un Jesús colorido sosteniendo una sombrilla de cóctel, cuadros de gatos de los años 60, diablitos simpáticos. Hay cassettes por doquier, con un rango estético impredecible: desde Benny Goodman hasta Vangelis, pasando por una fina selección de bandas punk. Desde la colección de vinilos asoma el inefable Roberto Carlos.
En su estudio de trabajo, un reducto con forma de triángulo acutángulo con dos mesas pequeñas enfrentadas y rodeado de estanterías con hardware de las últimas cuatro décadas, hay un pequeño televisor de tubo, cassetteras, reproductores de VHS, instrumentos y herramientas.
La sala parece un micro emporio de lo analógico. La única prueba concreta que habitamos la era digital es una iMac. Otra medida de modernidad (o algo así) es un pequeño teclado Yamaha Pss-100 de 1989, que fue enchulado con un beneficioso circuit bending. El resto consiste en un festín para fetichistas de formatos vintage.
En la estantería más grande reposan decenas de cajitas musicales fabricadas por su propia mano. Se trata de su trabajo actual: vende por Internet cajas musicales con canciones modernas. Hay de Sailor Moon, Black Sabbath, Pantera, Game Of Thrones, John Lennon, Queen y Beatles.
Siniestro prepara té y café. La jarra de 250 ml le alcanza para una hora. Bebe a tragos largos, aunque pausados. Sabe respirar para responder con fruición. Hay mucho para repasar mientras afuera el invierno se hace sentir entre temperatura baja, humo y saturación de humedad.
Satán juega en el sillón sin molestar. Con la mesa servida, entre tazas y grabador, la nota comienza.
Ale Siniestro es hijo único. Con sus viejos siempre laburando, tenía una constante disponibilidad de tiempo libre para entretenerse en solitario. Para el pequeño Alejandro, eran momentos ideales para entregarse a su curiosidad. Agarraba cualquier cosa. Libros, películas, discos, revistas. El arte llegó por allí, siempre de una forma completamente desordenada.
Siniestro nunca terminó la escuela secundaria. Tampoco estudió arte. Su formación se fue armando a base de curiosidad. Con el paso de los años fue completando un gran rompecabezas del arte a base de descubrimientos e indagaciones voraces.
El punto de partida de todo eso fueron el dadaísmo y el surrealismo. Al ingresar a ese mundo occidental desestructurado ya nada fue igual. La irreverencia y la búsqueda del caos le resultaron fascinantes. El espíritu de protesta, esa predisposición por desacralizar y romper todo, repensando desde el caos y lo ilógico fueron a la par del amor por la cultura rock y especialmente del punk, un combustible que corre por sus venas hasta el día de hoy.
Probablemente no exista un CV que defina a Siniestro desde la formalidad que precisa el periodismo para presentarlo ante un público neófito. De preguntarle a él, seguramente preferiría evitar encasillarse. Músico, diseñador, artista plástico, artista visual, artista multidisciplinar, artista a secas, hacedor, agitador discreto. Va por ahí.
Fundamentalmente Ale Siniestro es un antropólogo ad hoc, buceando en corrientes artísticas de los últimos ochenta años. Utiliza las herramientas del presente para viajar en el tiempo y seguir indagando. Invirtiendo la operación, filtra la modernidad mediante manifestaciones artísticas de hace seis décadas. Busca. Invierte. Subvierte. Desarticula su propio equilibrio para encontrar otro. Romper con lo establecido es lo que mejor le sienta. Eso lo aplica con todo: música, collages, visuales, diseños.
Siniestro es un artista que maneja data de vanguardia que se escapa de la tendencia o la estética contemporánea para buscar un rompimiento constante. Sabe disfrutar traficando esa data de un lado a otro, haciendo injertos, probando combinaciones. Algunas son maravillosas, otras son aberraciones. Las segundas, generalmente, son un lugar preciado como punto de partida.
“Trato de encontrar siempre una especie de belleza”, explica desde el principio de la nota. Durante el arranque sienta gran parte de sus inquietudes fundacionales. “Soy platónico, en algún sentido: no me importa el estilo o género, trato de encontrar algo que me deje bien. Me gusta cruzar las cosas para intentar generar un nuevo lenguaje.”
Entrecruzando lenguajes (o estéticas) improbables espera encontrar algo nuevo que acerque mundos diferentes, generando personajes y sonoridades. Esos mundos tan distantes, en ocasiones, polarizados, lo estimulan. Seguramente desde su lado de investigador puede conectarlos a través de algún hilo histórico. En caso contrario, tendrá que tomarse la molestia de hacerlo él mismo, ya sea con música o con collage.
“En el hinduismo las historias son infinitas como las posibilidades que proponen las personas. Cada historia del hinduismo trata de buscarte a vos y buscar la esencia de diferentes maneras”, expone entre sorbos prolongados. “Mezclando la música, poniéndola toda en la batidora, podemos llegar a entender de qué trata cada cosita. En un nivel primigenio, digamos”.
Siniestro necesita llegar a ese estado primigenio de las manifestaciones artísticas. Además de hacer, le interesa develar qué hay detrás de todo. Al igual que los niños desarmando despertadores o juguetes, Ale necesita averiguar qué reside en lo minúsculo de los mecanismos, de las acciones, de las manifestaciones. ¿Cómo se sostiene cada cosa? La pregunta siempre ejerció fuerza dentro de su cabeza. Desde entonces está desarmando, armando y reimaginando a través de las herramientas propias del Hazlo Tú Mismo.
“En toda la vida hay una especie de masa oscura, digamos. Me importa esa masa. Esa es una búsqueda que me interesa. Los diferentes estilos que trabajo son lenguajes que, por ahí, me ayudan a entender esa masa oscura”.
Se trata de mezclar las cosas. De buscar lenguajes propios desentrañando los que ya fueron transitados y desguazados.
En 2004 con una Argentina en jirones, Siniestro se fue a Europa. Por entonces integraba un grupo llamado Los Díscolos. Tocaron bastante en Buenos Aires solo para terminar quemados. Junto a su compañero de banda decidieron probar con largarse un tiempo. El destino resultó Alemania por la clásica asociación de tengo un amigo.
Estuvo instalado 18 meses en Berlín viviendo en un Okupa. El Street art estaba por todos lados. Siniestro tenía 22 años, andaba perdido y con mínimo dinero en el bolsillo. De repente estaba habitando una especie de Disneylandia cultural. Le estalló la cabeza. Una puerta se había abierto. Tenía que probar más.
“Vivíamos en una calle llamada Ringstrasse en Friedrichshain. Allí había ocho Okupas, con sillones directamente en la calle, donde todo el tiempo estaba pasando algo. En una casa había un cine, en otra un cenador por un 1 euro, en otra un reci. Todo el tiempo estaba en una micro comunidad cultural”, recuerda mirando atrás.
Años más tarde vendrían otras experiencias en Roma, Múnich, Stuttgart y Barcelona. Algunas inolvidables, otras francamente decepcionantes.
Para Siniestro no hubo una despedida definitiva de Argentina. Tuvo que volver en varias ocasiones para organizarse y reagruparse. Con los papeles en orden regresó logrando una estabilidad laboral que le permitió acceder a otras tantas experiencias.
El quiebre más importante de su vida llegó cuando se incorporó a los Argies. Primero porque logró recorrer destinos jamás imaginados a través de lo que más quería hacer: tocar. Segundo porque funcionó como la confirmación que podía lograr un balance correcto entre oficio, creatividad y pasión.
Con la legendaria banda punk recorrió todo el continente europeo, tocando, durmiendo, tejiendo redes, tocando y volviendo a dormir.
Ale Chujman nació en Boedo hace cuarenta años. Se crió en un hogar con mucha música. El cassette, una constante en su vida que supo prevalecer por sobre cualquier paradigma, lo acompaña desde sus primeros años: su padre trabajaba en una disquería, su madre en una distribuidora de cassettes.
La primera guitarra llegó a los 11. Desde muy joven tocó en grupos de raigambre punk, teniendo el Hazlo Tú Mismo como norte imponderable. Su primera banda se formó en séptimo grado: Encuentro Cercano. Luego vendrían Mojarras, Alcalina y Los Disckolos.
La primera vez que vino a Rosario fue para tocar, ya entrados los 2000. Esa llegada sirvió para conocer y husmear una ciudad que, por entonces, estaba en ebullición, con una interacción de escenas y nuevas bandas que encontraba asidero en la conectividad, mientras que se veía respaldada por un país algo más saludable en lo económico.
Alrededor de 2006 Argies empezaba a prepararse para una nueva gira por el viejo continente. Esta vez había una novedad: un tal Ignacio Molinos, conocido como Nacho Espumado, se integraba a la banda como bajista en el inminente tour. Entre ambos la química fue inmediata.
Espumado era integrante de Los Daylight mientras que, al margen de la banda, empezaba a delinear Soy Mutante, una netlabel ideada con el corazón puesto en sonoridades experimentales que escapasen de la docilidad o de lo predecible. Por supuesto, Molinos ya era el 50% de Matilda.
“Nos hicimos super amigos”, recuerda Siniestro. “Nacho se interesó mucho en la música que yo hacía por fuera de la banda. Nunca compartimos mucho tiempo juntos, aunque siempre anduvimos conectados”, señala sobre aquellas épocas.
A pesar de las distancias Rosario-Buenos Aires o Rosario-Barcelona, ambos músicos dieron inicio a una relación unida que quedó plasmada en un crossover creativo que tomaba lugar en ese territorio maravilloso que era Soy Mutante.
Con el viento a favor que ofrecía una Internet todavía estimulante, la música de Ale Siniestro editada por el sello rosarino empezó a replicarse en blogs especializados y captar la atención de cierta prensa interesada en las expresiones minoritarias. Explorando los sentidos y atrapando la atención del público, la producción de Siniestro resultaba atrapante en tanto que siempre incómoda, buceando en arcones musicales olvidados, pero también proponiendo data fresca y atrevida. Haciéndose carne en el leitmotiv dadaísta, Siniestro tomaba por asalto casi todo: el punk directo, el darkwave, el ítalo disco y ciertos ambientes industriales. Sus canciones llegaban con una carga desfachatada de humor descendiente de Jean Cocteau, con una ternura cómplice, aunque cruda en canciones como «Gusanos que buscan amor» y «Te recorta si no pega». Dentro del cancionero siniestro, el terreno del yugo cotidiano se ve intervenido por la realidad de una mortalidad omnipresente: la parca está siempre apretando, pisando los talones de cualquiera, no obstante eso, los días están marcados por guiños absurdos y sin demasiado sentido. Siniestro logra postales cotidianas donde todo, generalmente, está en descomposición. Se trata, sin más, de belleza y horror, de sonrisa y padecimiento. Aunque quizás nunca haya sido premeditado, se intuye la dicotomía del bien y el mal en las canciones-no-tan-canciones de Siniestro. Allí parece querer borronear la frontera entre bien y mal. La fantasía entra como una opción. ¿Las canciones están hechas con sueños o con realidad? Siniestro toma un poco de ambas partes para lograr un collage propio.
Cada uno de los lanzamientos que llegaba se desmarcaba del anterior, casi como un empecinamiento por liquidar su propuesta anterior. En ese sentido, su apuesta dadaísta más fuerte parece haber sido consigo mismo: con cada nuevo disco Siniestro parecía dejar en evidencia que estaba aquí para desacralizar y destruir todo, incluso cualquier identidad o imagen de sí mismo a través de su propia obra.
Repasar el trayecto musical de Siniestro es complicado puesto que no se trata de una línea recta. Seguir sus pasos utilizando el buscador de Google es encontrarse con un revuelto rizomático de discos, recitales, sencillos y experimentos que se confunden con sus trabajos como diseñador o artista visual. Ante todo, paciencia. Hay un Ale Siniestro para cada paladar. Encontrar la medida justa o su perfil más abordable requiere tiempo.
Una porción sustancial del trabajo de Siniestro se encuentra en el catálogo de Soy Mutante: ¿Hay vida antes de la muerte? (2016), Retrofuturismo (2014), Vampiro polar VS Águilas boxeadoras (2013) y Colirios (2009). La estrecha colaboración con el sello de Molinos también se evidencia en el artwork para discos de Los Hermanos Karamazov, Transformador, Sistema de Sonido Descontrol y Compressor, entre otros.
Otra parte de su recorrido puede encontrarse en YouTube con material como Melancolía (2020) y Acorazado (2019). De forma complementaria, su Bandcamp personal arroja una cantidad considerable de sencillos y EP. Allí se destacan DIAZEPAM (2018), once improvisaciones capturadas en una sola toma, en un iPhone 4, Licuadora (2012) y Funeral de mi mente, EP en colaboración con Nacho Y El Robot de 2018.
A partir del 2019, con el arribo de Jit Jot Records empieza otra ramificación del camino de Siniestro. Hasta julio de 2022 el catálogo del sello está compuesto por 25 títulos, entre bandas del roster y coproducciones. Así aparecen títulos como EP 1 de La hija del Apocalipsis (2022), Supermercado de Las Cajeras (2021), La luna me quema de Andrés Ruiz (2022), Tach Felino de Invernaculus (2019) y Espionaje + Web de Jido (2019). Asimismo, Jit Jot Records acerca los debuts homónimos de Futuro Anterior y Feliz Oscuridad.
Las sonoridades que propone Jit Jot Records son abarcativas y siempre corridas de lo predecible. La identidad del sello elude encasillarse entre etiquetas constrictivas. De hecho, hasta la presentación formal de Jit Jot como editorial musical independiente deja la puerta abierta a las posibilidades que pueden presentarse. Mientras hacen, esperan lo que pueda surgir. Darle play al catálogo deviene en una experiencia sensorial que atraviesa el art-punk, la electrónica experimental, el noise, el country, la canción, el rockabilly, el crust y el black metal.
La mayoría de los títulos que integran el historial del sello tienen sus correspondientes cassettes, ediciones preciosistas que apelan directamente al corazón del coleccionista fetichista de la cinta. Si las ediciones vuelan rápido -generalmente vendidas directamente vía redes sociales y en ferias- significa que podrá seguir multiplicando las tiradas.
A un costado del hacer musical y el esfuerzo tangible de Jit Jot Records, Siniestro busca que la label funcione como impulsora de festivales y ciclos. Durante el transcurso de 2022 organizó el Festi Jit Jot en Galpón de la Música en mayo, para luego seguir adelante con un ciclo gratuito en Floyd, compuesto por tres noches con DJs más dos bandas. Mientras las semanas transcurren, con la primavera a la vuelta de la esquina, Siniestro prepara con debida discreción otras sorpresas en una esquina de Pichincha con más bandas invitadas, cassettes y encuentros.
Como si fuera poco, Siniestro ostenta las responsabilidades propias de cualquier mortal: un trabajo que paga el alquiler y los impuestos; una vida personal; ocio; ensayos. Además es feriante habitual en festivales musicales o ahí donde se preste la oportunidad. Otra faceta que debe apuntarse es cuando oficia de maestro de ceremonias, tomando el escenario, recibiendo al público presente y explicando de qué trata el ciclo o festival en cuestión.
Entre tanto, Siniestro sigue adelante, multiplicando proyectos y haciendo las veces de gestor, promotor, músico, diseñador y prensa. No parece descansar un segundo en su cruzada DIY. Sin ánimos de desacreditar a quienes se cuentan en su círculo más íntimo, hay una sensación que se vuelve innegable: Ale Siniestro es una criatura de mil brazos sosteniendo varios frentes en solitario.
La sumatoria de funciones y actividades tienen como resultado algunos interrogantes irrefrenables: ¿Cuánto puede avanzar un tipo sosteniendo -y empujando- todo por sí solo? ¿Cuándo se vuelve caótico ese casi todo? ¿Semejante exigencia no termina por atentar consigo mismo, rozando el auto sabotaje? Siniestro admite que, a veces, se vuelve imposible. El cuerpo dice basta, complotado con la cabeza. Quemado. Explotado. Detonado. Sencillamente hay que saber cuándo parar. Es necesario detenerse para respirar aunque, además, se vuelve imprescindible para tomar una perspectiva real.
“Quizás ocurra que quiera ir más allá de mis posibilidades”, confiesa. “Con el tiempo voy aprendiendo a domar ese monstruo para estar más cómodo en las cosas que emprendo. Cada vez tengo más claras las prioridades”.
Cuando Siniestro se involucra en un proyecto lo hace con una entrega completa, desconociendo las medias tintas. Es una de esas personas que va por la vida con un listado de cosas por hacer o resolver. En ese sentido, la idea de pre producción tiene muchas acepciones. Siniestro la aplica en varios frentes, logrando ordenarse para llegar a buen puerto. ¿Obsesivo? Puede que sí, puede que no. En todo caso se trata de un tipo que va a fondo: “cada vez que encaro un ensayo me preparo. ¿Qué vamos a ensayar? No se trata de solo ir a ensayar. ¿Qué vamos a hacer? Necesito ser preciso. Eso me ahorra un montón de tiempo. Termina el ensayo, chau, me voy a mi casa, paseo al perro. Ese orden me lo está dando la pre producción. Lo estoy disfrutando a pleno”.
Atareado con planes que se estiran hasta octubre, Siniestro disfruta. Hasta podría afirmarse que está contento. Ocuparse con cuestiones artísticas lo llena de energía. Es posible ponerlo en pocas palabras: se trata de lo que siempre deseó para su vida. “Quería esto hace años, cuando estaba trabajando ocho horas por día, mordiéndome los labios, pensando ´uh, ahora cuando llegue a casa voy a hacer esto y aquello´. Después llegaba y estaba hecho mierda porque me levantaba a las 5 AM”, cuenta, terminando de café.
“Hoy vivo una realidad que me permite respirar. Por ahora estoy flotando bien. A veces termino quemado, pero lo llevo bien”.
Es hora de servirse otra taza de café.
En 2017 llegó el final de su capítulo europeo más extenso hasta la fecha. Luego de vivir en diferentes ciudades, manejando una sucesión de idiomas que afloraban según la necesidad, hubo que plantearse otra cosa.
Hacer música, diseños y arte desde Barcelona para diferentes puntos del globo, mientras mantenía un oficio en hotelería, se había convertido en una dinámica agotadora.
“Me agoté de sobrevivir allá”, dispara. Ese sobrevivir tan preciso logra desarticular cualquier intento de idealización de esa fantasía de hacerse la Europa que en país nuestro siempre resuena como tentación.
Para 2016 estaba agotada la estructura que era su vida dentro de una Barcelona que no deja de ser un gran shopping alimentado por un imaginario comercial y a, su forma de verlo, pedorro.
Desde bien temprano Siniestro acudía a su day job, trabajando en grandes cadenas hoteleras y establecimientos gigantes que albergan a miles de turistas de todo el mundo. Mientras que en la fachada persiste el idilio turístico del confort y amabilidad, detrás hay un engranaje explotador. Las postales felices se engendran desde el padecimiento de cientos de trabajadores del sector.
Asimismo, la capital catalana padece otras imposibilidades que se volvieron demasiado para un Siniestro que, por sobre todo, valora los vínculos que hacen a una tierra algo así como un hogar. De acuerdo a sus palabras, “la calidad de las relaciones humanas disminuye: es todo muy de usar y tirar. Llega un momento en que todas tus vinculaciones cambian por temporada. Con cada verano el grupete de amigos se desprendía y uno quedaba ahí. Ese recicle se volvió agotador”.
Había tenido suficiente. ¿Cuántas veces más iba a llegarse a El Prado para ver El Bosco? Lo había apreciado en demasía, casi. Necesitando otra cosa, fue la hora de partir.
Si bien la idea de volver a Argentina prendió de inmediato, había una excepción mayúscula: Capital Federal no era una opción. “Buenos Aires me come crudo. Nunca estuve del todo cómodo ahí. El trajín que tiene siempre me impidió conectar con mis cosas. Siempre hay un filtro del filtro del filtro. Cuando llego a lo que quiero siempre termino con la lengua afuera, sin poder disfrutar nada”.
Un detalle no pasa desapercibido: para Siniestro la decisión de volver a Argentina significa continuar con su viaje, llegando a un rumbo conocido que maneja las reglas de juego bastante parecidas a las suyas. Rosario se convirtió en un interrogante repleto de curiosidad. Fue entregarse a un pensamiento sencillo: a ver qué pasa.
El regreso a nuestro país, instalándose en Rosario, significó el inicio de un periodo de fecundidad artística y de apertura afectiva, con nuevos vínculos, además de esas aventuras DIY con las que tanto había soñado en sus largas jornadas laborales en Barcelona. En ese sentido, para Siniestro, Rosario ofrece la posibilidad de articular ese deseo postergado de vivir activando y activar para vivir. Desde 2017 está estirando sus alas y, a pesar de las pálidas imposibles de evadir, su marcha es pareja.
“¿Por qué no Rosario? ¿Qué intercambio puede haber con la gente de acá? ¿Por qué irme a Berlín o a Londres?”, expone, gesticulando en un movimiento de manos delicado. “Acá puede pasar un abanico de posibilidades diferentes. Siempre que llegué a Rosario por distintas actividades, la pasé bien. Me cagué de risa, encontré un montón de gente piola haciendo cosas”.
Puede que en los últimos años no existan demasiados motivos para celebrar en Rosario, especialmente dentro del circuito subterráneo. Sin embargo, El Ale apuesta a construir. En ocasiones las fechas estallan de gente. A veces, lo contrario, con apenas un puñado de fieles acompañando. Más allá de esas variables tan caprichosas como azarosas para Siniestro tanto los resultados como los aprendizajes reales radican en otro lado: el esfuerzo del hacer.
Para el nativo de Boedo lo fundamental es cuestionarse lo que se está haciendo. Encontrar la razón detrás de todo. Se debe partir de una pregunta básica: ¿por qué hago esto? Hallar una respuesta precisa puede allanar mucho el camino. Con el paso del tiempo, especialmente durante los momentos más álgidos, esa respuesta probará ser invaluable.
“Siempre es difícil construir desde las bases”, explica. “Hay un riesgo de producción muy grande, especialmente por la necesidad de energía que se precisa”, añade. “Sucede acá, al igual que en otros lados, que nadie realmente se cuestiona lo que está haciendo. ¿Por qué lo estás haciendo? ¿Qué quieren lograr con lo que están haciendo? ¿Qué quieren lograr exponiendo lo que están haciendo? Uno puede hacer un millón de cosas a nivel creativo y guardarlas en un cajón. Otra cosa es cuando querés mostrarlo, saliendo a una superficie diciendo vengan a ver, acá estoy yo. Cuando eso no tiene un fundamento que el propio artista se está creyendo, la cosa se cae. Si es por ego, reconocimiento, atención o esos espejismos, todo cae fácil. Si no hay un verdadero sentido de lo que se está llevando adelante, se derrumba. De repente te va bien con un tema o un disco, vino gente, pero al otro día no te vino más nadie. OK, no importa, vos ya ganaste con el solo hecho de hacerlo. La brújula real es que haya una motivación concreta detrás, el disfrute. Que venga gente o no, es accesorio. Quien no esté preparado para entender eso, le va a doler un montón. Pero no va a ser al pedo, creo. Todo se recicla. Eso que hiciste seguramente lo escucha otra persona, la motiva, la inspira. Se trata de un ciclo que sigue adelante”.
Tras integrar un puñado de bandas a lo largo de una década, Siniestro emprendió un camino en solitario. Pasando de la formalidad de ser solista, sus trabajos parecían más propios de una entidad creativa que de una persona buscando flashes, reseñas y títulos de prensa.
Luego de tantos años en el paño, puede arreglárselas solito. No obstante, esa nunca fue la idea. Siempre hubo socios bien cercanos que ayudaron a sostener la misión de hacer música.
Una vez instalado en Rosario, sus discos en solitario siguieron llegando, pero con el advenimiento de Los Rayos, la ecuación se modificó. De repente, sin cálculo alguno, estaba compartiendo el proyecto con nuevos socios musicales en una empresa conjunta que crecía sintiéndose cada vez más afirmada.
El primer sorprendido al encontrarse siendo integrante de una banda fue el mismo Ale. Durante un tiempo considerable fue un descreído del formato amplio, lo admite sin vuelta alguna. Ahora se encuentra custodiado por cinco rayos hermanos.
“Todo surgió con espontaneidad”, comenta, repasando el camino del grupo. “También andaba aburrido de tocar solo. Le dimos forma a algo mucho más grande de lo que alguna vez imaginaba”, apunta acerca de la iniciativa que surgió desde una inquietud personal por el dark country.
Con el paso de los meses la banda evolucionó hacia un estadio de rock & roll de canciones elaboradas y un imaginario propio, algo construido de forma colectiva. Por estos días Los Rayos celebra su mejor forma, tanto en disco como en directo.
“En este formato mis canciones empezaron a tomar cuerpo y una dimensión más amplia. Empecé a redescubrirme como músico utilizando los faros de mis compañeros, quienes alumbran lugares que nunca me había atrevido a mirar”, señala con ganas.
Ante todo, Siniestro está agradecido a sus camaradas. Tiene un nuevo sentido musical, creciendo desde perspectivas antes algo esquivas. “Con Los Rayos yo aprendo lo que es la interpretación a nivel cantante, digamos. Cuando compongo solo, mis performances son espontáneas y sin práctica”, comparte. “Con Los Rayos empezamos a desarrollar una dimensión, ensanchamos la interpretación y yo empiezo a conectarme más con mis palabras. La banda en sí me genera ese montaje de realidad paralela que hacemos entre todos”.
Espacio interior de Los Rayos, también conocido como Agrupación Juvenil Los Rayos, llegó el mes pasado a través de Jit Jot Records. El disco fue grabado por Lucas Lorenzo en Estudios OZnerol y estuvo producido por Martín Capelli.
Compuesto por siete canciones que corren durante 18 minutos, Espacio interior representa aún otro desvío para quienes esperaban a un Ale Siniestro experimental. El disco ofrece lucidez compositiva desde el formato canción, sin renegar de género o instrumentaciones. La banda demuestra un esmerado trabajo en estribillos, quizás los más pulidos y cantables del rock rosarino desde Droga y Delincuencia de Gay Gay Guys.
Las canciones versan sobre un desprendimiento -social, poético y temporal- que no necesita indicaciones para encontrar rumbo. En ese sentido, Los Rayos parecen antihéroes que escapan del presente para encontrar su lugar habitando la tangente, cirujeando futuro y necesitando resignificar el pasado. Si hay algo en que creer, serán los faros del pasado que parecen más confiables que cualquier ofrecimiento fugaz que depara la actualidad.
Espacio interior deja en claro que para Siniestro el rock sigue ejerciendo un magnetismo poderoso. Atravesando aprendizajes incorporados en toda una vida, la cultura rock sigue ofreciendo la oportunidad de cruzar lenguajes, combinando elementos para lograr una identidad corrida de lo esperado. La fascinación no cesa simplemente porque el mismo Siniestro no lo hace. En su inquietud, los elementos básicos de la música rock siguen siendo ingredientes necesarios para cruzarlos hacia otras expresiones como el Street art, el dadaísmo, la electrónica experimental, el ítalo disco o el industrial.
“El rock es un prisma entre un lado y otro”, cuenta. “El rock tiene una mitología: es como ver el mito, identificarlo, es un lenguaje de símbolos. Es una especie de tarot, además. Uno encuentra la belleza y la conexión metafísica. Hablamos de un lenguaje”, analiza.
“Al rock, además, lo entiendo como algo super chungo y producto de un sistema: un ente separador del individuo y su esencia. Poetizar sobre eso me parece interesante. Utilizar ese paradigma tan pop y ponerlo en un teatro griego y analizarlo como lo que es, nutriéndose de lo bueno y lo malo que tiene”, afirma.
La charla con Siniestro va promediando mientras la jarra de café se termina. Casi sobre el final aparece un detalle que describe su espíritu intranquilo, ese mismo que va dejando rastros por puntos distantes. En su computadora tiene 18 discos inéditos. Se trata de horas de material nunca jamás mostrados a nadie.
Por ahora no hay necesidad de recurrir al archivo. Esa data puede descansar tranquila. La inercia de Siniestro tiene un vuelo asegurado gracias al impulso cotidiano. Sobran las movidas, no le hace falta convertirse en un reciclador de su pasado.
Siniestro entiende el underground como el lugar cómodo para generar su propio universo. Allí las reglas están claras, tiene la posibilidad de controlar sus formas, puede extenderse con comodidad sin darle explicaciones a nadie. Lo fundamental para él es seguir adelante. Toda su vida esperó este momento. Toda su vida se preparó para este momento. Crear y construir, viviendo.
Puede que Siniestro haya soñado toda su vida por este momento donde puede construir y disfrutar. Aun así, parece demasiado idealista ese Siniestro soñador. De alguna forma, está más cerca de aquella frase de Cocteau: “una de las características del sueño es que nada nos sorprende en él”. Siniestro se cansó de soñar. Ahora está despierto, concentrado en construir.
Por Lucas Canalda y Flor Carrera Ph
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