Algo agita el avispero porque Blizters está dando vueltas sin parar. ¿Qué onda? Están a punto de celebrar su cumpleaños número quince con una noche especial en el Galpón de la Música. Lo hacen con bandas amigas, que la picantean fuerte en vivo, al igual que ellos. Entre tanto agite, hay una certeza: la idea no fue taaaan de Blizters. Medio que los apretaron. ¿Quienes? Los músicos que crecieron escuchando sus discos y yendo a sus recitales. Ya lo cantó Ringo hace décadas: “Lo soluciono con una ayudita de mis amigos”.
En la semana previa al festejo los deberes de la banda se multiplican entre prensa, redes sociales, ensayos, preparativos técnicos y otras actividades necesarias. En la actualidad el grupo está integrado por Robinho Cassares en voz, Nahuel Reta en bajo y coros y Santiago Bravo en batería y coros. Entre los tres abrazan las tareas con entusiasmo, aun cuando se trate de salir a volantear, ocupación que se vuelve más amena cuando hay alguna banda tocando o alguna cerveza de por medio.
Con la cuenta regresiva corriendo y mucho sucediendo alrededor de sus vidas, los encuentros con RAPTO se dan de forma interrumpida. Entrevista, por un lado, fotos por el otro. La agenda se ocupa de acuerdo a las responsabilidades de la banda y las necesidades propias de una vida personal ocupada.
Cuando la banda está reunida para las fotos, inmediatamente resalta la buena química que mantienen entre los tres. Es una banda de compinches, donde el disfrute forma parte del encuentro en cualquier momento. Esas sonrisas de complicidad y boludeo deben contener algo del germen que los hace seguir adelante.
Cuando Cassares se sienta frente al grabador de RAPTO, se entrega a la charla con generosidad. Una tarde, ya salido del trabajo, Robinho recuerda, responde y reflexiona bajo su flequillo espeso que, por momentos, lo deja con la mirada escondida. Se trata de un look mod que degeneró en una especie de cabellera de Dee Dee Ramone y Fácil-K, aquel forajido amigo de Babasónicos que ilustra la cubierta de Pasto.
Aunque los tiempos marchen apretados en la semana previa al show, Robinho se dispone a recorrer una trayectoria llena de bifurcaciones y quiebres inesperados. El caminar de Blizters supo hacerse fuerte sublimando lo impredecible, por eso parece volver sobre lo sucedido con cierta prestancia, comprendiendo que está hecho tanto de los aciertos como de los errores.
En lo formal, Patricio Zapata alias Robinho Cassares habla de discos, bandas y recitales. Por debajo, hay otra cosa: habla de hacer canciones como método de supervivencia en una ciudad que regala poco y nada. La música es su ámbito natural desde que tenía 14 años, en 1994. Por entonces era tecladista y segunda voz. Unos años más tarde tuvo su propia banda de rock y no volvió nunca más.
Blizters comenzó su viaje en 2007 con un sonido que combinaba la urgencia del rock alternativo con ciertos interrogantes existenciales que permanecen hasta hoy. Había una necesidad de encontrar respuestas en la propuesta de la banda. Pero fundamentalmente precisaban vomitar música para encontrar algo de sentido. Desde entonces, Blizters eleva preguntas y propone catarsis eléctrica. Aquí una parte de ese viaje.
Tony Wilson solía decir que cada ciclo musical tenía una duración de trece años. Durante ese periodo preciso se sucedían nacimiento, formación, afianzamiento, experimentación, madurez, quiebre, pico de exposición y su eventual descenso. Luego de eso, era de esperarse que la banda cuestión estalle (en varios sentidos) y sobreviva gracias a los aprendizajes cosechados en ese tiempo. De ese modo, llegarían en buena forma al final del ciclo, listos para entrar en el siguiente, ya desde otra actitud y perspectiva. Por supuesto, se trata de una de las tantas teorías de Wilson que puede tomarse al pie de la letra para encontrarse que no fue científicamente comprobada. No obstante, el buenazo de Tony también supo acuñar una frase irresistible: “entre la leyenda y la verdad, siempre elegí la leyenda”. Tomando esa licencia, ahora elegimos creer en su teoría de los ciclos de trece años.
Blizters está cumpliendo quince años de trayectoria y lo hacen a su forma: celebrando con música, fechas y amigos de aquí y allá. Este viernes 2 de septiembre el festejo local tiene una fiesta asegurada con Blizters, Gay Gay Guys y Excursionistas, trío porteño que es dinamita en vivo.
“Fueron Iván, Tomi y Juan de Los Gays quienes me arrinconaron y me apuraron con que haga la fecha de cumpleaños”, cuenta Cassares entre risas. No es casualidad que la apurada por celebrar la trayectoria musical llegue por parte de los Gay Gay Guys: el cuarteto elevó el rock como nadie en su generación, al igual que Blizters entendiendo a la canción como el ariete definitivo para expresar el revoltijo de sensaciones que nos atraviesan. En 2021, durante uno de los recitales de Gay Gay Guys en el Galpón 11, Juan Robles, cantante y principal letrista, dijo ante el micrófono “Blizters, la banda en la que siempre quisimos tocar”. No fue ni la primera ni la última vez que Robles se refirió a la banda con cariño.
La admiración por la música de Blizters llegó desde varios puntos en los últimos cuatro años, confirmando que sus discos y recitales habían calado profundo en muchos espíritus atentos. Ahí la teoría de Wilson sirve para apuntar que, a sus quince años, los Blizters llegan con respeto y admiración de colegas y otros actores culturales. Allí se cuentan desde los integrantes de Cielo Razzo recomendando la banda -además de compartir escenario y canciones- hasta el escritor y periodista Marco Mizzi, quien citó la letra de «Será anécdota» en las entrevistas referidas a su libro Perversidad. En cuanto a las generaciones más jóvenes, el sticker de Blizters, con su clásico logo multicolor, se dejó ver en las guitarras de bandas renovadoras como Jimmy Club y Gladyson Panther. Finalmente, en los últimos veinte meses nació una hermandad con Pez basada en la admiración musical. Desde entonces, ambas bandas supieron compartir fechas tanto en Rosario como en Buenos Aires. En días recientes, el mismo Ariel Minimal AKA Ariel Sanzó realizó historias de Instagram recomendando la banda e invitando al cumpleaños en el Galpón 11.
Entre nuevas energías, organización interna, recomendaciones de sus colegas, influencia sobre otros artistas y admiración desde las nuevas bandas, es justo decir que Blizters transita el nuevo ciclo una renovación completa. Están en buen estadio, uno maravilloso que, quizás, no todas las bandas pueden darse el lujo de experimentar: respetados y queridos por sus pares mientras siguen adelante haciendo música en gran forma. En un ámbito tan complicado como el del rock independiente, son pocos quienes pueden disfrutar de algo así. Enhorabuena.
“¡Me encanta Gladyson Panther! Ese pibe la rompe en mil pedazos”, dispara Cassares. “Es tremendo ver al guitarrista de Gladyson Panther con la calco de Blizters. Total”, agrega con entusiasmo y las manos adelante.
Al momento de hablar de esa bola de energía revitalizante que llegó tiempo atrás, Cassares sonríe y habla pausado. Elige la calma puesto que hay muchas emociones rondando. Trata de exteriorizarlas con las palabras justas. Ante todo, quiere lograr una perspectiva saludable: “que Los Gay digan eso o que Marcos nos cite. Charlar con Nico de Bubis Vayins, ver que tenían interés en nuestra banda. Voy siempre a ver Bubis. A todo eso lo tomo como un cariño. Sí, seré un viejo choto, de una, pero está bueno que los pibes que llevan la bandera ahora me tengan como un loco que hizo canciones que le coparon en su momento. Me siento agradecido. Alucinante. Me hace sentir muy bien. Es algo maravilloso, una muestra de afecto. No sé si hablaría de respeto, yo diría que es amor. Está bueno pensarlo así. Estoy al ras de la tierra como cualquiera. Somos todos iguales, acá. Acá no hay ningún genio, ningún ídolo, ningún nada: hay canciones. Si te gustan las canciones, bárbaro. A mí me gustan las canciones de Far Caspian, un loco de Irlanda. Seguramente él nunca se entere que acá lo escuchamos. Que te caiga la ficha que alguien te estuvo escuchando es para agradecer. En ese caso, cuando me entero de esas cosas, agradezco, invito al show, hagamos alguna, toquemos, armemos una fecha o un tema. Creo que se debemos tirar para adelante, fomentar el compañerismo; siempre llevar adelante la bandera del arte sin comerse ninguna película. Estamos acá. Seguimos. No bajar los brazos cuesta mucho”.
La entrada de Blizters en un nuevo ciclo vital se concretó cuando apareció Luego amanece en marzo de 2021. La llegada del disco llegó como la afirmación definitiva de un proceso de ordenamiento que había comenzado algún tiempo antes, con la banda volviendo al ruedo luego de un tiempo de hibernación. El LP sellaba un nuevo capítulo donde Blizters se mostraba bien atento a las tareas de comunicación, logrando una regularidad de toques, poniendo énfasis en ciertas cuestiones de gestión que ya manejaban, pero ahora tomando las cuerdas con otra decisión. ¿Madurez? ¿Pilas nuevas? Probablemente algo de ambas opciones, aunque principalmente el nuevo ciclo se vio vigorizado por volver a encontrarse con ese deseo que, en Blizters, es hacer música.
Si 2019 fue un año de malaria que parecía infinita y el 2020 pandémico fue un jab impiadoso, Blizters se encontró pilotando la tormenta con una cintura ágil, probando salir airosos con un disco estupendo y gran forma para presentarse ante cualquier oportunidad que surgiera. Leyendo ese tiempo a la distancia, podría afirmarse que la banda, al igual que el 97% de la humanidad, tuvo que rearmarlo todo, sin embargo, tuvieron un resto que los hizo rebotar de inmediato, contrarrestando el bajón con oficio artístico. Es ahí cuando deseo y experiencia se complementaron, logrando ordenar prioridades y manteniendo un camino claro. Supieron encontrar cierta fortaleza para remontar y salir para delante mientras alrededor era todo confusión.
“Creo que sí hay una cosa de pensarnos de otra forma”, acuerda Cassares. “Loco, ya tenemos muchos años en esto, vamos a ponernos un poquito en vereda, acomodemos las cosas”, cuenta. “Saquemos lindas fotos. Tratemos de tocar más, invitemos gente. Vamos a darle la rosca necesaria a cada show, hagamos producción como se debe. Le metimos desde ahí”, detalla.
El proceso que comenzó y los trajo hasta el presente denota una humildad de la banda. Ni demasiado arrogantes para darle la bienvenida a ciertos cambios, ni demasiado viejos para seguir aprendiendo. Blizters apostó por continuar su crecimiento. Con esa decisión, en 2020 buscaron comprometerse para sostener los cambios. Hubo nuevas ideas, planes diferentes. Con probar no se pierde nada. En ese sentido, mientras el resto de las bandas todavía estaban recuperando del KO pandémico o relamiendo las heridas de los planes que terminaron destrozados, Blizters estaba con las ideas claras.
“La intención siempre fue hacer recis, mantener una comunicación activa, data dando vueltas. Pasa que después, por una cuestión u otra de la vida, no se dio eso”, confía el cantante. “Con Enciéndase el ser (2014) nos quedó la sensación que no hubo tanta difusión. Le faltó algo…una pena. El disco creo que fue ganando con el tiempo y las redes sociales. Ahí hay temas que siempre nos piden que toquemos”, explica con franqueza.
Los sinsabores no fueron en vano. Aprendieron a manejar ciertas cosas, entre ellas, poder diagnosticar las cosas que no funcionan. Tomando nota de sus procesos, buscaron cambiar el rumbo. Se trató, sencillamente, de experimentar otros caminos.
“Después de la pandemia hubo un emparejamiento. Salimos con ganas de trabajar de forma ordenada. También nos pusimos a trabajar con Producciones de Acá. Pensamos en acompañar nuestro laburo de otra forma, ver si podemos enganchar por otros lados. La autogestión te lleva a trabajar todo a pulmón, llegando sobre la hora. Nos ordenamos, pero se trató más de una necesidad que una decisión consciente. Lo que realmente fue una decisión estipulada fue empezar a trabajar con una productora. Nunca habíamos hecho eso. Nos dispusimos a experimentar, a ver qué pasaba. Puede ir bien, mal o regular. Nos mandamos”.
Hagamos un ejercicio de imaginación en esta ciudad que cada día se parece más a un viaje resacoso de Rick Sánchez. Si una tarde, de repente, los cielos invadidos de humo tóxico vieran aparecer una gigante cabeza dorada que, haciendo uso de un tono imperativo, exigiera escuchar EL disco que define a Blizters, probablemente nuestro acto reflejo sería presentarle Enciéndase el ser o Temor, Terror y Apariencias (disponibles en Bandcamp). Ambos lanzamientos, que llegaron con apenas 13 meses de diferencia, son las piezas más representativas de la metafísica, los estribillos, el vuelo, la crudeza rocker y la sed urgente de más electricidad que definen a Blizters. Además, tanto el EP como su LP sucesor logran capturar la naturaleza cambiante del grupo, en todo el sentido de la palabra: de un año para otro el cuarteto presentaba otra formación, aunque manteniendo una vitalidad contagiosa capaz de hechizar cualquier recinto donde hicieran tronar sus canciones, fuera un teatro como Lavardén o un antro nunca en condiciones como Club 1518. A esa cabeza flotante exigente y necesitada de su dosis de Blizters, podríamos entregarle una compilación titulada como The Essential Blitzters con la sumatoria de esas 16 canciones y un simple irresistible como Francolores. Sería una buena ofrenda para ese visitante totémico deseoso de conocer la banda, sin dudas.
Por supuesto, si esa visita inesperada tomase lugar después de marzo de 2021, todo sería más complicado. Luego amanece llegó de forma discreta para sentenciar algo: la historia de la banda todavía se estaba escribiendo y había mucho más para decir.
Se trata del trabajo más minucioso de la discografía de Blizters. Un disco con once canciones trabajadas parte por parte, estudiadas con meses de anticipación y pensadas en varias ocasiones. Se trató de una decisión consciente que llegó tras sentarse a charlar a medida que iban apareciendo los temas.
Luego amanece hace méritos suficientes para ubicarse entre lo mejor de la banda porque mantiene un estado de tensión constante desde la primera canción hasta el último segundo. Se trata de una postal perfecta de una banda en control de sus virtudes, pero más importante aún, es una banda consciente de esas virtudes. El LP parece condensar los aprendizajes artísticos y humanos de los últimos (complicados) años con un equilibrio en el hacer de la banda. En ese sentido, la placa funciona tanto como puerta de acceso mientras que también hace las veces de disco definitivo, acumulando experimentación, soltura, potencia y sensibilidad.
El disco tiene una gran densidad de arreglos instrumentales y vocales que se cuentan entre lo mejor del grupo. De alguna forma, se trata de un disco único en toda su carrera. Un álbum pensado paso a paso, armado con corazón y cabeza, con una banda atenta a las devoluciones de afuera. Ahí aparece la figura de Sebastián Bosch, productor-camarada-conocedor del paño.
«Será anécdota», «¿Tu magia? Intacta, seguro» y «Sin rencores» revelan la verdadera naturaleza de Blizters: canciones hechas con una criolla, una voz y una letra atenta. El ropaje puede mutar, trastornarse o subvertirse mientras la canción sigue airosa, ante todo.
La preproducción fue extensa, entre prueba y error, ensayos e intercambio del equipo responsable: la banda y Seba Bosch.
Con un cúmulo de 18 canciones, fueron probando posibilidades y descartando. Las que quedaron fueron trabajadas en la casa de Nahuel con un mini set algo despojado. “Ni siquiera era una sala de ensayo, ponele que andábamos 10 DB más abajo”, recuerda el guitarrista sobre aquellos meses. De esa forma lograron aprenderse las canciones desde un detalle inédito para los parámetros del grupo.
El proceso de producción y grabación también se caracterizó por una comunicación fluida entre integrantes. Cada Blizter se sumergió por completo en las partes de su compañero. Fue mucho más que aceitarse para sincronizar: se trató de comprender cada arreglo, cada quiebre, cada impulso del otro.
Con la preproducción comenzando bien temprano, la banda todavía recuerda las reuniones compartidas con Seba sentado a su lado, tomando nota con una birome en una pequeña libreta roja. Más tarde, cuando el trabajo se encaminó, la libreta dio paso a un pizarrón con apuntes del productor.
La banda armó cada canción para inmediatamente proceder a desarmarla. Las fueron midiendo, una por una. Buscaron procesar esas medidas: qué falta, qué sobra, cómo se equilibra. Una vez que tuvieron todo listo entraron al estudio manejando un nivel de precisión jamás experimentado en las experiencias previas.
“Hicimos un disco como se tiene que laburar un disco. Por eso es lo que es. Le dimos el amor que precisa un disco. El trabajo anterior fue componer, ensayar, grabar, mezclar, masterizar y salir. Acá fue un laburo de sentarnos a escuchar. Permitirse el tiempo”, destaca Cassares.
Luego amanece fue un regreso en gran forma para Blizters. La banda se siente orgánica y consciente de su tiempo y lugar. Se trata de un disco de rock visceral e inteligente; una especie de animal experimentado que sale de caza nocturna sopesando años de supervivencia y energía vital.
A priori, las canciones del disco se sienten sanguíneas como las que componen sus trabajos previos, pero se trata de un juego de apariencias: hay una tensión metafísica en las letras, una urgencia propia del hombre prosaico, agotado entre el adormecimiento tecnológico y la necesidad de algo más que puede pensarse como trascendencia. Alrededor, claro, la mortalidad lo impregna todo.
Si siete años atrás Robinho cantaba “No somos nada” con la banda estallando a su alrededor, ahora dispara “La vida no espera/El tiempo tiene fin”, con una vulnerabilidad ensangrentada. No se trata de la misma ecuación. El viaje trajo aprendizajes. El cambio es palpable. La tensión, también.
Desde sus primeros días conformados como Blizters hubo una idea clara: tocar y tocar. Más que un metejón caprichoso se trató de una apuesta por la experiencia, por contar mil postales desordenadas que estaban esperando en el azar de un circuito desdibujado y siempre maltrecho. En esos recovecos de supervivencia y acción Blizters encontraba matices de disfrute. Además, allí supo encontrar amigos. De esos vínculos perdurables surgieron toques, abrazos y muchas emociones. No siempre salieron bien las cosas, sin embargo, eso fue secundario. Se trataba de salir a compartir su música ante otro público. Abrir el juego fue una prioridad que no olvidaron nunca. Entre buenos y malos periodos, esa meta se cumplió, aun cuando se hizo de manera discreta. La idea se mantiene hasta la actualidad, marcando una agenda de intercambios recitaleros que contrasta fuertemente con una Rosario que se olvidó de las bondades que llegan con mantener un ida-vuelta constante.
Cassares tiene un sueño: salir de gira de federal. Es el primero en bajar a la realidad, casi tachando el sueño, al calificarlo de utópico. No será ni el primero ni el último que se entregue a la fantasía de recorrer el territorio nacional de punta a punta. Se trata de un sueño que durante décadas supo capturar a antropólogos, escritores, fotógrafos, músicos, científicos y otros tantos oficios: darse a las rutas argentinas hasta el fin. La idea de Cassares es simple. Él simplemente quiere llevar sus canciones hacia diferentes pueblos y ciudades; encontrarse con la gente de localidades desconocidas; vincularse con colegas, escucharlos, descubrirlos. Se trata de un sueño con una idea fija que lo muerde desde siempre: descentralizar la cultura. Robinho entiende que cuando hablamos de descentralizar es mejor comenzar por casa: “quiero salir a girar por Rosario. La zona sur es gigante, igual que la zona norte. Hay un montón de lugares para tocar. Están ahí dormidos. Qué bueno sería llegar a esos lugares con nuestra música, igual que llegan la cumbia y el trap”.
El historial de quince años de Blizters arroja resultados de recitales en Berlín, Capitán, Stop in Brasil, The Wall, McNamara, La Macarena, García, La Chamuyera, Búho, Bon Scott, Floyd, Club 1518, Puerto de Ideas, Pugliese, Café de la Flor, La Isla, Sala Mitre, Hazte Fama, entre otros. De los espacios recién mencionados, el 80% ya no existe. Más de la mitad de ese porcentaje fue transformado en edificios o en torres. Otros, en camino a serlo. La Macarena es un spa. Stop in Brasil una tienda naturista. Podría observarse que junto a la gentrificación del centro llegó un periodo histórico más saludable para la ciudad. Sin embargo, las estadísticas apuntan exactamente lo contrario, pero ese es otro tema.
Entre tanto, la banda siguió adelante, al igual que el resto de las expresiones culturales de la ciudad. Allí donde existió un espacio, el arte supo ocuparlo hasta pasar a otra historia: patios, pasillos, plazas, parques, clubes de barrio y bibliotecas populares funcionaron como sede ocasional. En ese sentido, a través de sus múltiples formaciones y desfile de integrantes, Blizters supo adaptarse en formatos acústicos o reducidos.
El poder de adaptación de la banda apuntaló un aspecto fundamental: mantener la llama encendida, logrando visibilidad, pero fundamentalmente manteniendo el contacto con el público. En esas diferentes propuestas de adaptación, la convocatoria fue impredecible. A veces lleno, otras bien tranqui, sin embargo, la banda siempre propuso desde lo artístico, con una cosa llevando a la otra. De esa forma, cada paso siempre contó como lección aprendida.
Mientras que en el último lustro, signado por el descalabro macrista y la pandemia, quedó expuesta como nunca antes la fragilidad del circuito independiente rosarino, el padecimiento del sector tuvo inicios varios años antes. Si bien desde 2009 la Municipalidad emprendió una ola de controles exhaustivos para con los espacios culturales independientes y bares con música en vivo, la verdadera embestida llegó sobre finales de 2013 con la designación de Pablo Seghezzo como titular de una nueva secretaría que tuvo a cargo las áreas de control municipales, como la Guardia Urbana (GUM), Control Urbano, Inspección, Tránsito, el monitoreo del transporte y las cámaras de seguridad. Allí comenzaron meses de controles exhaustivos, hastío y frustración por parte de todo el sector. Luego de los primeros cierres la escalada se intensificaría.
La postal de aquellos días que quedó grabada en la memoria de la gente fue la franja roja en carteles, persianas, puertas o paredes de locales, advirtiendo “PUBLICIDAD ILEGAL” o “CLAUSURADO”. El súmmum del súper secretario llegó cuando salió a multar a locales céntricos por tener afiches A4 de recitales colgados en sus vidrieras.
Por entonces comenzó el desbande de espacios culturales, que, entre multas, clausuras, hostigamiento semanal terminaron cerrando porque las cuentas no cerraban o porque el agotamiento mental era demasiado.
En ese contexto, las bandas con un sonido poderoso se llevaron la peor parte: tener batería se convirtió en un problema grave (de ahí la proliferación de shows en formato pocket o valiéndose de cajas de ritmo). Los lugares no estaban preparados acústicamente para el raid de controles que exigía el municipio, entre normativas antiguas y que se aplicaban según la ocasión. Los locales que se encontraban en condiciones óptimas estaban fuera del alcance, exigiendo números estrafalarios.
Tanto apriete municipalidad tuvo sus consecuencias: cerraron los lugares, mucha gente perdió su trabajo y el Estado se convirtió en protagonista absoluto. Lo artístico, claro, empezó una mutación que lentamente devino en evolución. Mientras que pueden escribirse miles de palabras sobre aquella época (que lejos de ser una postal olvidada todavía sigue un devenir de persianas que se bajan y falta de soluciones con un Concejo ausente y un Municipio desinteresado) es justo decir que las propuestas cultoras del ruido (entiéndase como elemento unificador) se llevaron la peor parte. Bandas por entonces bien direccionadas (o en su apogeo) como Ponzonia, Nubemadre, Amazing Ruckus Trip, Innova, Té de Indio, Cepillo, Blizters, Aguas Tónicas, Jellyhead, entre otras, acusaron el golpe.
“Pasaron muchas cosas horribles por aquel tiempo, entre ellas lo sucedido en el Café de la Flor”, recuerda Robinho, señalando la muerte del bajista Adrián Rodríguez de Raras Bestias, tras sufrir una descarga eléctrica en medio de un recital. “Ese lugar era alucinante para tocar. Nosotros pasamos por ese escenario un montón de veces. García, lo mismo, que sigue sobreviviendo. Los lugares empezaron a cerrar. Las exigencias cada vez eran mayores. La batería fue todo un tema, especialmente si tenés un sonido fuerte como nosotros. Eso hizo mella en todo”.
Cassares mira hacia atrás sin caer en la nostalgia. Asimismo, evita la romantización de varios de los lugares que cerraron. Mira hacia adelante con la certeza que transita otro círculo vital. Mantiene una visión que no debe confundirse con optimismo, en todo caso, se trata de la aceptación experimentada de un sobreviviente que comprende, ante todo, que el arte prevalece. “A la larga, esas cosas también nos prepararon para acomodarnos de otra manera”, cuenta. “Terminamos armando dos formatos: la banda completa tradicional, como siempre, y también el mini acústico. ¿No hay lugares para tocar? OK, te los fabrico. Entonces te tomo la misma canción, pero con otra ropa. La hago acústica para poder tocar. La paso bien con mis amigos, temprano, a buen volumen, sin aturdirme y sin romperme”.
Tocar afuera siempre fue una apuesta de Blizters. De la posibilidad hicieron realidad con un trabajo afectivo donde gestión y encuentro fueron pilares fundamentales. Años atrás la banda fue trazando un camino que encontró bifurcaciones. Con el ímpetu propio de la juventud, supieron lanzarse a la ruta una y otra vez. Con el paso del tiempo las responsabilidades también se multiplicaron: familia, trabajo, estudio, tiempos personales. Entonces hubo que lograr un equilibrio preciso para seguir en camino. Desde otra velocidad, pudieron hacerlo.
En la apuesta por encontrar escenarios en otras ciudades la banda no estuvo sola. Los años de Júbilo Discos fueron esenciales para sumar otros focos. Allí se fortalecieron.
Cassares se refiere a Seba Montes (impulsor del sello) con admiración, cariño y gratitud. La figura de Montes se anota reconocimiento tanto como músico como gestor en la época de Júbilo. Cuando esa aventura concluyó, la banda siguió, aunque nunca olvidó a quienes fueron fundamentales en su continuidad.
Blizters sonó fuerte en Ramos Mejía, Villaguay, San Pedro, Carcarañá, Colón, Paraná, Rafaela, Martín Coronado, Concepción de Uruguay, entre otras ciudades. En Capital Federal pasaron por Morrison, Ultra Bar, Salón Pueyrredón, la Oreja Negra y Strummer, entre otros locales (y antros).
Robinho abraza cualquier posibilidad de tocar. Especialmente le gusta salir a las provincias, disfrutando la experiencia de conocer siempre algo nuevo. Sobre la buena frecuencia que lograron con el público de Capital Federal, se muestra entusiasmado. Mientras que agradece el aprecio sincero del público, prefiere no alabar la idea de que lograrlo en Capital se asemeja a conquistar la meca. Señala que “hay una mayor predisposición a escuchar debido a la concentración de gente. Esa atención está, sin dudas, pero también está re bueno ir a La Pocilga de Firmat. Llegarse a Salto u otras ciudades”.
La relación de Blizters con la ciudad de Buenos Aires viene de larga data, casi desde el comienzo de la banda. Luego fue apuntalada por gestiones de Júbilo. Desde entonces dicen presente con una regularidad que pocos grupos rosarinos pueden ostentar. “Allá tocamos seguido. Vamos a sostener eso. Sin ser locales ni llevar mucha gente se puede lograr un buen feedback con las bandas de allá”, comparte Cassares. “El aguante ahí se da de otra manera. La gente está más predispuesta a ir a ver shows. En Strummer, el local de los Attaque77, está el Punk Rock Lunch, donde los sábados tocás al mediodía. La gente llena el lugar, se pone recontra bueno”, detalla.
Para Cassares se trata de salir a generar vínculos entre personas, de salir a charlar. Va más allá de la música. No lo expresa en palabras puntuales porque no le hace falta: habla de ocupar espacios, de llenarlos con vínculos que en los últimos años se corrieron hacia a Internet, las redes sociales, el celular, el streaming en pos de una comodidad que llegó aparejada de apatía y facilismos. Salir a encontrarse es ocupar el espacio. Entablar un diálogo horizontal, por encima de las diferencias estéticas, es generar un rebote constructivo para el presente y el futuro.
La ruta siempre deparó momentos inolvidables para Blizters. Cassares lo remarca de forma concreta: “irte de viaje con tus amigos. ¿Qué más puedo pedir?”.
Entre trenes, autos y algún micro con el apoyo del INAMU, siguen engrosando el cuentakilómetros.
La sorpresa siempre se hizo presente en varias localidades. Entre tanto por repasar, apunta casos puntuales de cómo su música se percibe por encima de las clasificaciones, géneros y prejuicios: “Nos hablan siempre de las melodías, de la importancia de las letras. Comentan sobre el fundamento de las canciones. Nos hablan de los riffs. Una vez hubo comparaciones con Vox Dei. ¿Qué? Hace poco en Salto, nos dijeron `Che, estuvo re bueno, re metal el show´. No, ni ahí, pero gracias. Lo importante es que la gente se enganche”.
Mientras recorre verbalmente los años de idas y vueltas con decenas de bandas, Robinho marca una pausa. Evitando las vueltas, elige afirmar sin demasiados preámbulos: “Salirse de acá es vital”. En ese instante el tono de Cassares cambia. La velocidad de su voz se aplaca. De nuevo entra el tipo experimentado, el sobreviviente que habla de forma precisa, sin necesidad de desperdiciar las palabras. Es un microsegundo que denota una consciencia diferente, aparecen los aprendizajes que llegaron con ciertas frustraciones. Hablar de la ciudad que lo formó amerita ese cambio de tono: “nunca hablaría de irme, simplemente de salirme, ojo. El paso del tiempo pega fuerte en Rosario. En ese sentido, la ciudad se vuelve difícil para lograr una constancia real. Me refiero que lograr una regularidad de toques, prensa, difusión…es cuesta arriba. Con la Muni tirando abajo los locales, la gente que va creciendo al lado tuyo mientras se va alejando un poco del circuito nocturno por la vida misma. Eso te tira un poco abajo. Nosotros seguimos adelante. Hay mucha voluntad de seguir, pero no por cabezas duras, tengo una necesidad de hacer canciones. Hay muchos factores dando vueltas que te tiran para atrás como los costos de grabación, la falta de políticas culturales, la inexistencia de un circuito real, sostener una técnica, etc. Las bandas de nuestra generación padecieron eso. Fueron bajando y bajando hasta que quedamos muy pocos. Aun así, son caminos que seguimos transitando mientras probamos otras cosas. Le damos hasta que haya cuerda”.
En agosto de 2015 Blizters presentó Temor, Terror y Apariencias a través de Júbilo. Luego de su presentación oficial en Sala Lavardén, el por entonces cuarteto entró en una fase silenciosa. Según Cassares, se tiraron a dormir. Lo cierto es que se produjo un bache donde se notó la ausencia de la banda, especialmente luego del rugido magistral que fue el doble cross «Siesta al ombú» y «Hermano solar». La electricidad de ese doblete inaugural y el resto de las canciones merecían más, pero la realidad era otra. “Cuando se va Seba Montes quedamos a la deriva”, revela el cantante y compositor.
La salida del bache se logró tocando, una y otra vez. La banda armó fechas fuera de la ciudad. Las energías regresaron de a poco. Con constancia volvieron a encaminarse.
En quince años de ruta, fueron varios los músicos que pasaron por Blizters: Joel Guidi, Facundo Torres, Seba Montes, Rodrigo Lagar y Seba Bosch. Algunos fueron y volvieron. Otros pasaron dejando un legado de canciones y aprendizajes compartidos con sus compañeros de banda. Fue Cassares quien se mantuvo detrás del timón todo ese tiempo. En todo caso, nunca estuvo solo. Entre sus diversas etapas y más allá de los cambios en su formación, Blizters siempre fue un combo compacto de combustión musical. Una gran banda para disfrutar en vivo; una correntada eléctrica que siempre depara emociones irrepetibles, logrando que cada recital tenga un sello único. Fundamentalmente, Blizters se caracterizó como una unidad gestáltica donde el todo es más que la suma de las partes.
De las once canciones que componen Luego amanece, ocho pertenecen a Cassares, mientras que «Sesos» y «Porno» son de autoría de Nahuel y «Gotero» lleva la firma de Facu Torres y Robinho. Se trata de algo que el grupo buscaba hace rato: cobrar una identidad grupal en todos los frentes, con composiciones de todos.
“Queríamos algo en conjunto. Es alucinante. Cierra el concepto de una banda. Es una oreja más nutrida de esta forma”, comenta Cassares. “Escuchás el disco completo y todo es Blizters. Es fantástico eso. Amo que haya pasado”.
Acerca de ese tramo que anduvieron dormidos, Cassares argumenta que fue porque anduvieron fuera de sincro. En ese sentido, acepta las sorpresas irremediables de lo cotidiano, aunque prefiere desdramatizar: “La vida te sorprende con mucho, no vamos a negarlo. A veces, simplemente, no coincidimos en los tiempos. En ese sentido, creo que la vida es como la escalera de la Hogwarts, donde cada una te lleva hacia lugares diferentes. Es muy complicado que siempre las escaleras coincidan siempre para ir al mismo lugar. La vida misma te tira abajo, pero yo soy geminiano: lo puedo transformar al bajón porque a los cinco minutos ya me olvido. Yo tengo cinco inquilinos en el mate. Uno se enoja y se va a dormir, otro prende la compu y se pone a laburar, otro va para delante. Celebro las bandas que permanecen. Supieron cómo llevar a cabo todo, aprendiendo, bancándosela. Eso es muy difícil. En Blizters eso lo entendimos. Pasamos ciertos momentos significativos donde nos guardamos. Luego se vuelve al ensayo y a meterle. Ahora estamos en sincro, vamos para delante”.
Por Lucas Canalda y Flor Carrera Ph
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