El trío de garage rock regresó a Rosario para presentarse en el ciclo Noches Lunáticas. Compartiendo fecha con Dekadencia + DJ Iva Rough, la apuesta resultó en una ocasión de intensidad musical y construcción afectiva.
San Luis 818. Sábado. Apenas pasadas las diez de la noche. Puerto de Ideas. Centro cultural. Sala de recitales. Biblioteca popular. Espacio de resistencia. Recinto amigable para las expresiones minoritarias. Uno de los pocos lugares libres que se sostienen en el centro rosarino. La misma cueva que habitamos mil noches, entre ruido y humo. Mientras que para las gestiones municipales ese espacio, en los papeles, no existe, para nos es un segundo hogar. Conocemos cada recoveco porque a PDI lo hicimos nuestros en esas mil noches. Esta noche, no obstante, hay algo diferente. El lugar late en otra vibra. Será la gente que dice presente, predominantemente una onda Queercore, que se apropia del territorio, proponiendo otras formas de vinculación, un acercamiento afectivo que se percibe como un disfrute amigable y unión constructiva. Puede que haya otra razón por la que algo se siente diferente. Hay glitter, luces, ánimo colorido. Principalmente, en la pista, nos encontramos con un cuadro extraño: tiras de confeti colorido colgadas y enmarcadas por globos rosados donde se lee “Feliz Bautismo” que contrasta con las paredes intervenidas y el piso trasheado. Podría ser el set de filmación de una película de John Waters. Una combinación preciosamente trash donde lo cutre de las cañerías oxidadas y el baño artesanalmente intervenido con amor serían aposentos irresistibles para que Divine retoce haciendo de las suyas. Incluso algunas canciones de DJ Iva Rough refuerzan esa sensación, entre sonidos de surf rock, golden soul y gemas del bubblegum pop. Pero nada más alejado de la realidad. El Rey está descansando en EEUU, Divine is dead y los pink flamingos seguramente serían arrasados por el ecocidio que toma lugar desde hace tres años. Pero no todas son malas noticias: hay un cartel que promete.
La noche tiene ocho protagonistas que se dividen las responsabilidades ante el público desde las diez de la noche hasta las tres, cuando Puerto de Ideas se despide hasta el finde siguiente. En primer lugar, DJ Ivana Rough, dedicada seleccionadora musical desde un catálogo digital. Dekadencia, el combo local, está conformado por Lola Sinasco en voz, Carla Contreras en guitarra y coros, María Soledad Gutiérrez en bajo y María Florencia Gutiérrez en batería. Finalmente, la banda visitante, Elefante De Piedra integrada por Jesica Anabel en las cuatro cuerdas, Marietta Pelliza tras los parches y Maru Mora en viola y voz. Ocho para una noche lunática. Ocho para cinco horas.
Con las Elefante De Piedra (EDP) viajando desde la provincia de Buenos Aires, los horarios se ponen al límite, pero llegan bien. A las 22 horas el ingreso de Puerto de Ideas ya está habilitado.
Pueden probar sonido para luego tocar relajadas. Apenas se cuelga el bajo, entre tanto acelere, Jesi rompe una cuerda. Se empieza a reír de la frustración. No tiene ningún repuesto a mano. Afortunadamente, Sole guarda unas cuerdas para su bajo. La situación se resuelve en camaradería inmediata, abrazos de por medio.
Las Dekadencia, como buenas anfitrionas, están listas para arrancar la velada. Juegan de local. Puerto de Ideas es una segunda casa. Están contentas por la noche. En septiembre cumplen 17 años de actividad constante. Tienen disco nuevo por delante y meses de festejos con diversas fechas. Algunas Deka brindan por la noche que está por arrancar mientras hacen buenas migas con sus colegas de Buenos Aires. Otras inauguran la pista desde temprano.
En la calle, las EDP se entregan al juego fotográfico de manera completa. Se divierten, ante todo, entre ellas. Saltan una y otra vez. Posan. Se tientan. Se cuelgan una de la otra. Se patinan, pero antes de caerse se sostienen en el brazo de la otra.
Mientras tiran facha en los escalones oscuros del Ministerio de Salud, posando full make up y pelucas, una taxista pasa y les toca bocina, en complicidad celebratoria. Las tres la saludan, brazos en alto, gritándole que gracias. Minutos después, una señora gira por Rioja hacia Laprida, quedando sorprendida con la postal que encuentra. “Ay, chicas, qué divinas están”, dice, sonriendo. Se llama Rita, tiene 83 años. Inmediatamente bajan para abrazarla entre todas y la suman a las fotos. Tita se acopla feliz. Antes de irse, feliz, les regala un “Que Dios las bendiga. Sigan así”. Las EDP emanan algo…parecen tener ángel, duende, onda…¿existe algo así como el carisma colectivo? Algo trasciende desde la química que manejan entre ellas mismas.
La conjunción de Dekadencia + Elefante De Piedra + DJ Iva Rough conforma la tercera edición de Noche Lunática, ciclo itinerante que desde 2021 viene armando movida en distintos escenarios rosarinos como Galpón 11, Floyd o García. La propuesta del tercer volumen se complementa de forma orgánica, sin necesidad de aditivos. Hablamos de música, esfuerzo DIY y ganas de pasarla bien.
Con el público llegando a un horario razonable la propuesta se disfruta de forma completa: la selección de DJ Rough suena desde temprano, permitiendo que la pista se active de forma integral tanto en la previa de los recitales, al igual que entre bandas y luego, para el despliegue definitivo hasta el final de la noche. De esa forma, la curaduría musical en la pista es un atractivo en sí mismo, recibiendo el protagonismo justo, y no un agregado de segundo orden como suele pasar en muchas ocasiones en el centro cultural de calle San Luis entre horarios desfasados y desinterés de los presentes.
La fecha disiente del circuito punk más ortodoxo. Podemos referirnos a un encuentro donde algunos de los principios más relevantes del punk son rescatados y reclamados, al menos por una noche: diversión, construcción, oxigenación del claustro conservador y el gatekeeping que seca la espontaneidad y cierra su mente a lo diferente. Con tanto, hay algo más que interesante: ni el ciclo, ni las bandas o ni siquiera la DJ buscan usufructuar con el género punk o agitar la noche desde allí. Entienden que parten desde allí para presentar una invitación abierta a todas las mentes con deseo de acercarse. Desde el guiño estético no se cierran filas ni se exigen pergaminos de pertenencia. Eso se refleja directamente en la concurrencia, con un ambiente distendido y amigable.
La adrenalina se dispara rondando la medianoche, apenas Dekadencia arranca con su repertorio. El cuarteto entrega un KO inmediato en canciones que desgarran. Son himnos que jamás superan los tres minutos sobre igualdad, autoflagelación, desamor, sexismo, revulsión, angustia y sangre.
La apuesta es tensa y cruda. Desde que Contreras tomó el control de la guitarra hace tres años el grupo afiló su perfil más HC punk, potenciando su ataque, aunque siempre evadiendo la clasificación fácil. No se quedan cómodas en ninguna.
Su música es fortalecedora. Pasa volando a un ritmo vertiginoso. Hacen «Jungla», «7AM», ¡«NO!», «Once», «La & Do» y «Tierra» desde Gorgona, su último disco hasta la fecha. Además, meten canciones que vienen sonando en sus recitales y que forman parte del material que está por venir. Finalmente, hay una versión «Rebel girl» de Bikini Kill.
Dekadencia no pretende ser nada más que ellas mismas, hacen sonar su entripado y logran resultados que siempre son impredecibles. La voz de Lola es una que se queda grabada en tu subconsciente. Nace desde lo más profundo del diafragma para lanzarse, inabarcable, mientras bajo y batería arremeten sin piedad. Los cambios de acordes son primitivos mientras que los ritmos son rápidos y los rellenos son raros y venenosos. El presente de Las Deka es pura vitalidad. Esperamos el nuevo disco.
Elefante De Piedra logra un equilibrio perfecto entre atractivo musical y solidez para entregar un mensaje con la sutileza de humor directo y una ironía necesaria para los temas más escabrosos. Evitan la necesidad de ponerse protocolares. De esa forma, pasan por encima de cualquier solemnidad, atacando desde la velocidad y estribillos contundentes cerrados. Un, dos, tres, cuatro. Tocan. Suman cada golpe. Próxima canción. Cuentan otra vez. Saltan. Tocan. Se ríen. Disfrutan. Así durante unos treinta minutos.
El trío se enfoca en la pasión y la energía. De ahí derraman mucho más. Dentro de EDP hay un motor que transmite la misma convicción enérgica que Ramones o los primerísimos Damned. No hablamos de su sonoridad, se trata del impulso y sentido del humor, el impacto directo que desdramatiza todo, incluso a ellas mismas: “Ahora viene un tema bajón. Uhh, aguante la depresión”. Simples y gancheras disparan canciones como «Incierto», «Da igual», «Artilugios», «Desertora», «Punkita», «Depredador», «Penumbras», entre otras.
Al experimentar EDP en vivo hay una sensación clara: lo mejor está por venir. El material que tienen editado es sólido, con canciones gancheras y espumantes. En vivo, sin embargo, la banda toma otro tenor, ganando radicalmente, ofreciendo firmeza y una musicalidad que se sostiene desde una base aplanadora y Mora oficiando de conductora de energía. La formación actual parece lograr una química perfecta que todavía está por capturarse en el estudio.
Las canciones son pura velocidad. Oscilan entre el garage, el punk pop y guitarrazos mod que son bien acompañados por su corporalidad, saltando con sus instrumentos al mejor estilo The Jam.
El outfit del grupo -catsuit de textura caleidoscópica + pelucas sixties- refuerza la sensación lúdica de la propuesta. Buscan un elemento de fantasía, quieren jugar trazando un rastro de décadas, conectando con bandas trascendentales de la historia del pop universal como The Ronettes y The Shangri-Las hasta The Go-Go’s. Recurriendo a ese girl group aesthetic por un lado, metiendo power chords por el otro, las EDP se toman el atrevimiento de salirse de la norma cotidiana que cada persona habita en el yugo rutinario. Buscan escaparse de lo predecible, al menos un rato, para respirar algo más: fantasía. En ese punto surge algo interesante: parecen conectar con la etapa de Babasónicos compuesta por Miami–Vedette–Groncho–Jessico, aquella donde la fantasía era el horizonte predilecto de cada fin de semana suburbano, siempre buscando escaparle a la carga proletaria valiéndose de desparpajo, vestimentas de feria americana y canciones de acceso popular.
“Lo que hacemos lo disfrutamos”, indica Mora con seguridad. “Tomar colectivos y subte, ir de un barrio a otro, para llegar al ensayo un jueves a las seis de la tarde es un trabajo enorme, pero sé que llegamos y nos vamos a reír”, agrega. “La apuesta estética de la banda se liga a eso mismo. Un delirio se puede volver parte de la puesta artística” , explica.
En cualquier biografía de EDP se repite la misma fórmula: Exaltadas. Autogestivas. Independientes. Se le suma una oración que orienta el rumbo: Banda de garage punk del conurbano. Finalmente, acusan la edad de su trayecto: Permanentes since 2015.
Tienen dos discos editados y algunas sesiones en vivo, grabadas en óptima calidad. Elefante De Piedra de 2017 es su ópera prima. Desertora llegó en abril de 2020, temporada alta de COVID global.
Desde hace ocho años tocan por el conurbano y en Capital Federal, también saliendo a donde se presente la oportunidad. Es la segunda visita que hacen a Rosario, luego de tocar en García algunos años atrás. A principios de marzo tocaron en Ramos Mejía. Luego en la otrora Chicago argentina. En diez días se van para Merlo. Paso a paso, avanzan.
Siempre transitando el camino autogestivo, las EDP hacen todo por sí mismas, habiéndose convertido en mucho más que sólo músicas. Entendiendo las reglas del juego, abrazaron el under desde su juventud. Hoy lo habitan con la perspectiva de la experiencia y sabiendo que, con todo, están curtidas y fuertes, disfrutando un camino que van construyendo con esfuerzo genuino y propio. En la obra cotidiana que es el Hazlo Tú Mismo, están orgullosas de algo: nadie les regaló nada.
Laburando con entrega apasionada, cuando miran hacia atrás entienden que las lecciones siguen llegando, sin tener nada cerrado. En la música independiente hay enseñanzas todos los días. Carecen de la arrogancia de saberlo todo. Prefieren, con los pies en la tierra, seguir creyendo en el día a día.
“Todo cuesta un montón al ser independientes, pero es un poco el sueño del pibe estar tocando”, afirma Jesi acerca de la realidad exigente del circuito underground argentino.
“El esfuerzo es enorme. Es poner cuerpo y cabeza. Todo eso sucede, real. Pasa que todo queda en segundo plano al momento de tocar”, observa Marieta. “Cuando me siento tras la batería y toco, eso desaparece. Valió toda la pena. Ojalá todo fuese todo más fácil: gestionar, armar fechas, convocar gente, tener que andar corriendo detrás de horarios”.
“Uno crece escuchando, conociendo bandas, curtiendo una escena, hasta que entendés que vos también podés hacer música. Van pasando los años y estás haciendo lo que veías de chica”, comparte la bajista. “Ahora estamos tocando y nosotros vendríamos a ser como un intermedio: vivimos una adolescencia tardía, digamos, somos minas grandes, pero también tenemos esa parte que mantiene el espíritu. Más allá del camino tedioso nosotras ya encontramos lo que nos gusta hacer. Es gratificante, acá en el corazón, seguir eligiendo la música. Obviamente queremos vivir de la gira, que las cosas lleguen fáciles y disfrutar, pero estamos desfasados de lo que es ideal. No importa eso porque encontramos lo que nos gusta. Trabajamos en el sueño. La fortuna más grande es encontrar aquello que te hace vivir. El ideal queda a un costado, como un accesorio, cuando te realizás en esa búsqueda”.
Cuando ambos recitales concluyen y la gente baila en la pista, calle San Luis espera en silencio. Apenas pasan autos. Algunos taxis transitan por Laprida, iluminando la esquina. Las tres EDP se sientan en la entrada de un edificio. La adrenalina todavía corre por el organismo mientras van bajando, lentamente. Ahora están relajadas. Llenas. Todo el operativo salir del laburo-recoger los bolsos y equipos-trasladarse para encontrarse-viajar-llegar-armar-probar sonido-desarmar-tocar finalmente se terminó. Valió la pena. Como dijo Marieta, todo lo demás se borra. Queda el disfrute. Gozar del deseo. Es tan solo un momento, quizás un instante, pero lo están viviendo. Hacen lo que quieren. No le deben nada a nadie. La gente bailó y cantó. Se agitó. Conocieron personas copadas. Hay suficiente energía para seguir adelante. Piensan en volver. Misión cumplida.
“Ahora mismo siento mucha emoción”, se sincera Mora, mientras fuma. “La gente te recibe sin conocerte y es capaz de conectarse con lo que estamos sintiendo nosotras. Estamos conectando con gente desconocida, atravesando todo, dejando de lado cualquier mambo que tengamos. Es re loco eso. Me siento agradecida”.
Por Lucas Canalda y Flor Carrera Ph
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