LUCY PATANÉ DETRÁS DEL DESEO

Ausente de los escenarios rosarinos desde 2019, Lucy Patané se reencontró con su público en una noche de emociones donde demostró su maestría musical.
Un vistazo intimista y no lineal a una de las artistas más versátiles de la música argentina contemporánea.

1 – ¿Podrán?

Pasados dos minutos de las 21hs, Lucy Patané toma el escenario de la terraza de Plataforma Lavardén mientras «Harvest moon» de Neil Young se va extinguiendo. Se sienta sola frente a un centenar de personas ubicadas en sus sillas. 
Saludando tímidamente, toma su guitarra y mira al público de manera indirecta, tildando su mirada, evitando un contacto directo. Sin demasiado preámbulo, toma la delantera revelando que está muy nerviosa. Se trata de su primer recital sola en 25 meses. Con esa confesión se vuelve fuerte. Está lista para comenzar.
La primera canción de la noche es «Ya no quedan», seguida por «Hoteles de fuego», «La osa en la laguna» y «Ustedes».
Los temas se suceden entre salidas divertidas de Patané que tienen respuesta inmediata de la gente. Le gritan que se quede a vivir en Rosario. Ella responde que puede considerar la idea siempre que haya wifi disponible. Eso y buenos cafés.
Para «Clavícula» toma su guitarra de 12 cuerdas desatando la primera dosis de intensidad. El enganche en clave Lambada/Spaghetti western invita a algo más. De repente las sillas y la solemnidad de la ambientación están de sobra.
Antes de seguir, otra confesión: “Esta canción que sigue es muy difícil. Tengo que prepararme psicológicamente”. Arremete con «Cinturón» y la noche destraba otro nivel de potencia. “Ay, nena / un amor abandonado” canta Patané en su tono más fuerte. Cuando termina la canción, respirando profundo, sale como si nada con una observación: “Nena, nena, nena. ¿Ustedes piensan que únicamente Calamaro puede usar esos Nena, Nena?”.
Cambiando guitarra otra vez, se adentra en las canciones del reciente vinilo 7”: «Nevada» y «La del Avión».
A medida que la lista avanza acercándose al cierre, hay una sensación de travesía emocional, donde Patané es una conductora que no ofrece garantía alguna sobre el destino. Impulsa el viaje de manera sutil, entre fragilidad y paisajes sonoros, con una narrativa donde lo íntimo se vuelve filoso.
Cuando el show llega a su final, entre aplausos y gritos saludatorios del público, Patané se despide sonriendo, pero todavía con cierta timidez. Las emociones, tanto de la gente como de la artista, se sienten permeables. Todo recuerda a Brian Eno, cuando sugería que la música debería usarse como disparador de emociones de algo que está sucediendo dentro de uno, pero yace todavía sin nombre. Patané logra eso mismo. ¿Cuántos artistas están a la altura? 

2 – Estrada

A las 19 hs, con la tarde todavía resistiendo fuerte, la cúpula de Plataforma Lavardén está bañada por los rayos del sol. Con la técnica lista para la prueba de sonido Lucy toca frente al auditorio vacío, ultimando los detalles para el show.
Íntegramente vestida de negro, con gafas oscuras de montura naranja y una gorra rosa, está munida únicamente con dos guitaras: una de seis cuerdas de firma Estrada, un luthier de Haedo en zona Oeste de la ciudad de Buenos Aires, y una Yamaha de doce.
Paciente, se toma el tiempo necesario para el micrófono de su voz y para sus instrumentos. La Yamaha suena atronadora, una descarga de poderío inmediata. “Ésta la toco fuerte”, le aclara por el micrófono al sonidista Charly Cavagna cuando prueba «En toneles». Si en vivo sus dedos vuelan produciendo intensidad, la prueba no significa una entrega menor. Con sus manos las cuerdas entran directo en la descarga, probando tanto los matices melódicos como los power chords.
La Estrada requiere un poco más de atención. Se la nota más dedicada a esa guitarra en particular. Prueba algunas canciones y también tocando algo que se insinúa desconocido pero que, quizás, pronto sea alguna canción. Patané siente las cuerdas, las tensa, las acaricia. Cada uno de esos gestos termina con un mismo procedimiento: mete el dedo índice dentro de la boca de la guitarra. Se trata de las primeras instancias de una relación que apenas está comenzando. La Estrada acaba de llegar a su vida. Todavía es muy nueva, explica Lucy. Dentro de la boca de la guitarra están el volumen y el tono. Está investigando cada centímetro porque recién ayer, miércoles, le puso el sistema de sonido.
El soundcheck arroja una joyita que suena por primera vez en Rosario: «Nevada» suena intrigante a medida que avanza la prueba.
“Armé la lista de acuerdo a las guitarras”, cuenta la otrora integrante de La Cosa Mostra. Durante la primera parte del repertorio utiliza la Estrada para las canciones que mejor le salen. Con la Yamaha aparece la energía irrefrenable. Según dice, la de doce la empodera. Luego retoma la de seis para los temas más difíciles porque para entonces ya se siente más confiada.
A los veinte minutos la prueba se termina. “Regio. Estamos”. Patané agradece al equipo y se mete en el camarín sin soltar la Estrada. Tienen mucho para decirse.

3 – Recambio

El regreso de Patané a Rosario tuvo una respuesta contundente. Ese recibimiento tras un largo periodo de ausencia recitalera de 29 meses debe leerse más allá de la afluencia de gente. Entre las casi cien personas que llenaron la terraza de Plataforma Lavardén había una heterogeneidad generacional notable lo que evidencia que, por encima de las distancias, las modas cambiantes a la orden del día y los caprichos musicales de los medios influyentes, su música sigue abriendo canales de llegada.
Patané tiene una relación extensa con la ciudad de Rosario. Sus visitas a través de los años fueron asiduas, siempre integrando diferentes propuestas: Panda Tweak en el underground más feroz, integrando la banda de Diego Frenkel, rockeando junto a Paula Maffia y, por supuesto, como solista. Mención especial para el romance de Las Taradas y la Chicago argentina, un vínculo amoroso que se prolongó durante la existencia de ese colectivo imposible de clasificar.
Debido a esa relación de larga data, a priori, podría asumirse que Patané tiene público cautivo que la sigue desde la primera hora, llenando cada lugar. Sin embargo, nada es tan sencillo en una plaza tan impredecible como Rosario. En lo más alto de Lavardén hay una mayoría considerable de gente joven que apenas alcanza los 27 años. Se trata de una renovación de público para quien supo transformarse en una figura transversal del circuito musical argentino. Mirar hacia atrás nos deja saber que Patané habitó decenas de espacios con soltura, pero sin anclarse en lo seguro. Patané supo atravesar underground y mainstream con autoridad, sin comerse ninguna curva. Al riesgo de cambiar, reiniciarse, desbandarse o saltar sin redes de seguridad, lo abraza, entendiendo que su curiosidad es más saludable que lo predecible. 
“La llegada de la gente joven me resulta grata. Muchas veces sucede que únicamente te sigue la gente de tu propia generación. Es muy lindo encontrarse con esa sorpresa en Rosario”, observa. “Una banda se mueve en una dirección mucho más lineal. El rumbo de un grupo siempre es directo. Como solista fui aprendiendo que podés meterte en varias cosas. Eso permite una apertura a otros públicos”, comparte. 

4 – Lucy San

El 25 de noviembre de 2021 Patané se presentó en el Teatro Coliseo ante mil personas. Originalmente, esperaban un show con la mitad de la capacidad por razones sanitarias. Con el transcurso de las semanas llegó la noticia que el teatro abría al ciento por ciento. La noticia, inesperada, generó algo de escozor. Finalmente, el público acompañó llenando la tradicional sala ubicada frente a la Plaza Libertad.
Esa noche Lucy estuvo acompañada por Carola Zelaschi en batería, Mene Savasta en sintetizador, Melina Xilas en saxo tenor, Tomás Campione en guitarra y Pedro Bulgakov en percusión. 
Hubo vientos, un cuarteto de cuerdas, dos pianos Steinway de cola, invitadas especiales, la invocación de Rosario Bléfari y Federico Moura, dos almas imprescindibles de la educación sentimental de tres generaciones. 
Fueron 18 personas en escena para 20 canciones que recorrieron su camino solista y entregaron versiones sorpresa. ¿Algo más? Sí, recitado de poesía a cargo de Marico Carmona.
Del silencio del confinamiento Patané emergió con una celebración de rock, arreglos elegantes, combustión, catarsis y una apuesta riesgosa de perspectiva invaluable.
Probablemente el detalle más exquisito de semejante empresa resida en que no se grabó ni se filmó: el concierto del teatro Coliseo quedó como experiencia imponderable para las personas que dijeron presente. De esa manera, la apuesta queda marcada en la memoria de protagonistas y público, destinada a convertirse, paulatinamente, en una leyenda a recordar y ser replicada de forma oral.
Pero mientras ese hito se va fortaleciendo con la distancia, una pregunta queda pendiente mirando atrás: ¿Por dónde empezar a planificar semejante épica sin sentirse abrumada por meses de frenéticos preparativos?
Lucy respira profundo y abre las manos en un gesto didáctico que insinúa paciencia. Tiene mucho para contar. “En mi caso, no hay chance que no me abrume”, dispara con sinceridad mientras sonríe. “A mí me toca vivir las cosas de esa forma. Me abrumo, me enrosco, me da mucha duda: sin embargo, hago las cosas. Cuando era chiquita, me daba mucha vergüenza tocar. Quería que se cancelen los shows, pero al final iba y tocaba”.
“Siempre digo que me guío por el deseo y cuando el deseo tiene un buen título, tiene mucho poder y se pueden realizar porque la gente se suma. Años atrás fue el FestiLucy, con todas mis bandas. La gente se sumó había deseo detrás del concepto. Para el teatro fue igual. Eso hace posible semejante locura. Así como yo te digo que me subo cuando anuncio un deseo, la gente se subió: la banda, la técnica, el management, los productores, el mismo teatro. A la gente del Coliseo le re gustó la propuesta. Se subieron a pleno porque es algo nuevo que artistas under se atrevan a generar semejante movida en el teatro. Supieron confiar. Se cebaron. ¿Meter dos pianos en el medio del show? ¿Con tapa o sin la tapa? El proyecto se hizo. La idea era genuina. En una apuesta así de grande todos la fueron a romper. Se entregaron. Se subieron al deseo”.


La aventura del Coliseo demandó meses de trabajo. La decisión era repasar el disco, los EPs y algunas sorpresas más. Conseguir el lugar no fue fácil.
Sobre mediados de 2021 el péndulo del COVID todavía oscilaba acechaba, imposibilitando una perspectiva clara para todo el circuito de música en vivo. En ese terreno amenazado por lo imprevisible, Patané y su mánager Carlos Sidoni empezaron a trabajar de manera constante. Lucy destaca el trabajo de su equipo, que por semanas enteras se abocó a una apuesta que no ofrecía garantía alguna. No obstante, la entrega fue total. Lucy se permite resaltar dos puntos durante todo el proceso de producción del Coliseo:

-En primer lugar, el Excel como herramienta definitiva. Para el teatro trabajaron con cinco planillas, desde gastos totales hasta horarios y sonido. Ella, en particular, compartió uno con todos los sonidistas implicados, detallando instrumentos, entradas precisas e invitades.
-La otra pata fundamental llegó en un encuentro de mística cinematográfica. Un mes antes de la fecha pactada, con las localidades a la venta, Patané quiso cancelar todo. Era demasiado enorme la idea. ¿Por qué no algo más sencillo? Según recuerda, la calma llegó desde un lado impensado: “El iluminador fue la persona que me salvó. Me vio muy mal y me dijo algo muy claro ´no te adaptes vos a la técnica, adaptate a tu fantasía´”. Ese consejo significó el punto de partida real para Patané. “Me lo planteó como un espectáculo. Eso hizo que el Coliseo funcione”, recuerda. “Me abrió la cabeza hacia otro lado. Fue todo re Karate Kid, una sabiduría del Señor Miyagi”. 

5 – Otra pasión

Patané activó fuerte en marzo de 2022. Pasaron fechas en Capital Federal, Rosario y Santa Fe, un primer tramo que en las próximas semanas se completa con incursiones a San Antonio de Areco, Junín, Rawson, Puerto Madryn y La Plata, ya en abril.
Tanta agitación por las rutas no debería sorprender a nadie: a Lucy siempre le tiró la geografía argentina, interesada en vincularse con público de todo el país, esperando sorprenderse con salas y teatros que todavía están por descubrirse. 
Caminando por las calles de Pichincha, una mañana fresca pre otoñal, pregunta curiosa por los espacios de Rosario. Le interesa saber qué lugares hay para tocar. Especialmente le gusta escuchar sobre teatritos algo corridos de la centralidad. ¿Qué pasa en las salas olvidadas de los barrios? ¿Qué onda los teatros de los pueblos santafesinos? Se trata de una curiosidad ñoña. Es fácil imaginarla yendo maravillada a probar la acústica de salas históricas de Firmat, Venado Tuerto o Rafaela. 
Además de la actividad en directo, tiene por delante varios proyectos. Su proyecto solista y la producción musical siguen latiendo fuerte junto a otras ramificaciones de su hacer discreto pero constante. Ella misma describe otra d esas aristas de manera contundente: “El cine, otra pasión”.
Desde el 2010 compone música para películas, series y documentales. Se trata de una pasión que la mantiene encendida, al igual que su predilección por la música instrumental.
Recientemente confirmó su participación en Lejos de los Hombres, documental de Mathieu Orcel realizado en Tucumán.  La colaboración estrecha con Orcel data desde el primer largometraje documental del director, Para los pobres piedras, de 2011.
Lejos de los Hombres es el cuarto trabajo de Orcel y relata la vida de Pedro, quien a sus 85 años vive en una cueva aislado del resto de la sociedad. Allí Patané estará encargada de registrar los sonidos de una cueva y de todo lo que suceda alrededor para luego componer “con y en base” a esos registros.  

Líder de banda, compositora, multi-instrumentista, cantante, productora artística, técnica en grabación; humorista ad hoc egresada de la escuela de La Cosa Mostra y Las Taradas; viajera. Todas esas Lucys es una sola.
Lucy siempre anda componiendo, tocando y planificando. Hace bajo una certeza: los tiempos post pandémicos la encuentran marchando a una velocidad más calma, lejos de la inercia que manejaba en 2019, cuando tenía una agenda repleta con fechas por diferentes ciudades y una visibilidad considerable en los medios alternativos y nacionales.
Entiende que hoy respira de otra forma. No parece preocupada por modificar esa velocidad personal. Tiempo al tiempo. Los últimos años fueron exigentes en más de un sentido. 
Patané hizo mucho. Lo que está por hacer, piensa hacerlo a ritmo natural, sin apuro alguno. Allí una pregunta se torna irrefrenable: ¿Cuál es el estadio natural de Lucy Patané? ¿El estudio? ¿La sala de ensayo? ¿La entrega del vivo? 
“Es complejo de contestar. Pre pandemia te podía decir que era el vivo. Hoy disfruto más del estudio que de tocar. La sala, no. Soy un poco vaga, no me gusta ensayar. Me pasa con mi banda, que es lo más del mundo y somos familia, que como sé todas las líneas de los instrumentos, estoy bastante atenta a lo que tocan todos y todavía no termino de conectar con lo que toco yo. Por eso el show de anoche me pareció una locura. Hacía mucho tiempo que no tocaba sola mis canciones. Ayer fue algo muy directo. Las canciones pasaron por mí y nada más. Eso me puso muy nerviosa porque la perfección con la guitarra me pone de la cabeza”. 
“La pandemia me dejó algo de pánico de tocar. De hecho, intentamos un par de shows y medio que no pude. Terminé convertida en un bicho de estudio. Ahora que vamos a retomando, le agarré el impulso, igual. Sí me estresan mucho más las cosas como las pruebas de sonido con la banda. Antes podía soportarlo, ahora me cuesta bastante. El vivo lo hago, pero si puedo meterme en la cueva, me meto. Creo que fue la pandemia lo que definió eso”.
“Antes salía mucho a tocar, ahora lo pienso más. Previo a esta locura estábamos tocando una cantidad de shows que no sé cuán sano era. Salir a ver qué onda me encanta. Me gusta ese tipo de aventura, aunque observo que ahora me pongo nerviosa. La pandemia partió eso a la mitad”. 

6 – Underground 

Como se mencionó previamente, Patané transita la ciudad de Rosario desde hace mucho. No debería sorprender a nadie que, desde su transversalidad de artista polifacética, recuerde detalles puntuales de lo que fue la presentación de Panda Tweak en El Sótano, en una fecha compartida junto a All The Hats y Loquero. Además de mencionar la buena onda de la banda de local aquella noche, apunta la inolvidable baranda que separaba el escenario del público.
Al momento de conversar sobre el underground Lucy se entusiasma. Habitante de los canales subterráneos de Capital Federal y del Gran Buenos Aires deja algo en claro: el underground sigue siendo el espacio donde pertenece. “Yo me vinculo ahí hasta el día de hoy”, confirma. 
En la movida under sigue encontrando la más plena libertad. Se trata de la palabra de la artista como de la espectadora curiosa que se mantiene en contacto con las nuevas generaciones de diversos ámbitos.
Patané reniega de las etiquetas de venta que propone la industria. En la era de la información y la diversidad no existe un solo mainstream ni tampoco una única vanguardia. En ese sentido, en los espacios emergentes de Buenos Aires, está sucediendo mucho en diferentes corredores. Ella está allí, disfrutando. Habita ese espacio de forma orgánica. No es un deber, es su cotidiano.
“Hoy al referirse de las nuevas generaciones se habla de trap y otros géneros allegados a eso, cuando en Buenos Aires hay mucha música experimental de pibes de 20 que te vuela la cabeza”, afirma. “Todo está sucediendo en un sucucho para cien personas”. 

Patané es una caminante del circuito que está interesada en la libertad y la horizontalidad. A medida que su carrera fue evolucionando, siempre supo mantener una perspectiva saludable que permita experimentar, crecer, animarse a más, conectar con gente diferente. La representación política, además, sigue siendo fundamental. Lo principal, entre tanto, fue saber que siempre podía volver a su lugar.
“Si lo pienso ahora, creo que es el subterráneo que siempre me tomé. Allí encuentro las herramientas para hacer las cosas. Sigo eligiendo eso mismo”, señala
Hace poco me preguntaron por qué no salía del nicho.  ¿Lucy no quiere algo más? Pero me pregunto: ¿Más de qué? ¿Qué sería ese afuera? A veces, asomar la cabeza hacia eso más visible significa aprender algunas cuantas cosas que hay que saber manejar”, comparte.
“Yo soy de procesos lentos. Eso puede ser tanto en la parte creativa como en elegir direcciones hacia donde ir. Tengo una libertad artística absoluta y no tengo que responder a nadie, no tengo que encajar con nada. Siempre voy mejorando la apuesta. Eso implica sonar mejor, pero también generar mejores condiciones para mis músicos y equipo de trabajo. El underground puede ser algo poderoso. Desde allí es posible elevar la vara en todos los aspectos. El underground también es conductor del profesionalismo”, reflexiona. 

Lucy entiende que puede ser ella misma sin forzar absolutamente nada. Esa seguridad la tiene desde hace bastante. Aprecia sentirse tanto cómoda como estimulada.
“No me sale deformarme para encajar. Me muevo por el deseo y por lo que me sale hacer. No creo ser estratégica, podría serlo más y generar tejes con ciertas personas, pero no, siempre prefiero que todo se dé de forma natural. No intento ser otra cosa”. 

Por Lucas Canalda y Flor Carrera Ph

 

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