Antes de viajar a Europa para presentar su nuevo libro, Nacha Vollenweider comparte con RAPTO aprendizajes y principios de su vida en la historieta.
El mundo ha vivido equivocado respecto a Nacha Vollenweider. Su currículum vitae o sus propios libros la definen como historietista y artista plástica, pero se olvidan de algo: Nacha Vollenweider es la última flâneur argentina.
Según rezan las páginas culturales, la flânerie consiste en moverse por las calles de forma discreta pero consciente, explorando los rincones de una ciudad que se siente como una entidad viva con una respiración propia y un pulso único. Observando desde el silencio, casi camuflándose con el movimiento, la mirada sobre el transcurrir de la multitud logra anotaciones poéticas-antropológicas para el flaneurista.
Las décadas fueron resignificando la observación de esa flânerie: la curiosidad y el disfrute vagabundo les hicieron lugar a otros abordajes, especialmente cuando la academia reclamó su espacio a partir del rescate de Walter Benjamin de la figura del flâneur, basándose en Charles Baudelaire.
Cuando el francés escribe -define- al flâneur en 1860 afirma que “La multitud es su elemento…Su pasión y su profesión le llevan a hacerse una sola carne con la multitud. Para el perfecto flâneur, para el observador apasionado, es una alegría inmensa establecer su morada en el corazón de la multitud, entre el flujo y reflujo del movimiento, en medio de lo fugitivo y lo infinito…”.
Finalmente, las líneas del poeta parisino nos acercan la clave para comprender a Vollenweider y su obra: “podríamos verlo como un espejo tan grande como la propia multitud, un caleidoscopio dotado de conciencia, que en cada uno de sus movimientos reproduce la multiplicidad de la vida, la gracia intermitente de todos los fragmentos de la vida”.
Entender ese rol es fundamental para disfrutar las virtudes de Vollenweider, un espíritu casi único dentro del circuito argentino de la historieta. La gracia de esta historietista cordobesa es su capacidad de brillar desde el movimiento constante. De salir a transitar la vida cotidiana para encontrarle un encanto que, sin ponerse solemne ni romantizar, termina en postales catalizadoras de narrativas profundas.
Nacha se hace una con su tiempo y lugar. Sus observaciones trazan líneas por los diferentes puntos cardinales, logrando una perspectiva cuasi sociológica. Lo hace porque lo lleva dentro suyo. Puede que su virtud definitiva sea posibilitar interrogantes existenciales que parten desde la simple la curiosidad.
Dice Daniel Melero que no hay ninguna conquista en un mundo sin curiosidad. En ese sentido, Vollenweider parece consagrada a explorar la posibilidad de la curiosidad para lograr una conquista esencial: deconstruir los procesos históricos de un presente que se devora a sí mismo.
Cultora de esa mística del paseante, sobre la tarde del sábado 23 de abril, Vollenweider está parada en la puerta del Museo Emilio Caraffa, habitando la calle. Portando sus característicos lentes minimalistas, saluda con amabilidad al contingente completo de Tren Moebia, la aventura producida por Espacio Moebius, que trasladó a dos puñados de artistas de Buenos Aires y Rosario a una experiencia de residencia sobre rieles y con diversas escalas. En Córdoba, una de las propuestas del itinerario fue visitar Divagues.typo.gráficos, bajo la guía de su propia autora, hecho que suscitó una alegría entre varixs de sus colegas.
Divagues.typo.gráficos es la primera muestra individual que la artista riocuartense realiza en esa institución de la capital cordobesa. Se trata de cuarenta afiches de 0,70 x 1,10mts en blanco y negro. Según explica, “los hice todos en dos semanas porque tenía Covid”.
Apostando a la austeridad del blanco y el negro, Vollenweider logra capturar la alienación del periodo de aislamiento, entre artefactos que sirven como antenas de un exterior que se presenta poco confiable. ¿Qué está sucediendo allá afuera? ¿Qué está pasando dentro mío?, se pregunta de forma concreta. En ese aislamiento, las únicas bajadas a tierra parecen caer de la música o de un humanismo que no se resigna a quedar relegado detrás de los artefactos.
La muestra dialoga con Ley de Murphy, publicación que llegó en 2021 mediante editorial Maten al Mensajero, donde la autora retrata el estadio de abrumadora incertidumbre que llegó con el golpe pandémico inicial. Se trata de un breve diario de viaje de una Nacha varada fuera de Argentina, boyando entre Alemania y Suiza en los primeros meses del lockdown más estricto.
Si la muestra representa la alienación individual, el libro es la etapa inicial de la marea covidiana arrasando globalmente, sumiendo a todos en el asombro abrumador de una pesadilla de ciencia ficción. El existencialismo ya clásico de Vollenweider busca respuestas inmediatas que están lejos de llegar: ¿Volverá a ser como antes? ¿Cuánto cambiamos por dentro?
Contemplar Divagues.typo.gráficos habiendo leído Ley de Murphy deja un resabio particular. Como posible conclusión vienen a la mente unas palabras de Deleuze: “Toda sensación es una pregunta, aun cuando sólo el silencio responda”.
Como guía de su propia muestra Nacha se muestra generosa y relajada. Comparte en detalle las instancias detrás de su proceso de trabajo.
Mientras charla con el grupo, integrado mayoritariamente por colegas suyos, Nacha camina en pasos flotantes que nunca llegan a despegarse del pulido piso de madera. A medida que avanza, dedica la atención debida a cada cuadro, comentando con una verborragia medida, pero certera, complementada con una gesticulación de manos. Vollenweider gira sobre sus pies, observando su obra sobre la pared, para luego volver a enfrentar a la gente, explicando con generosidad. Lejos de los lugares comunes de artista misteriosa o alma atormentada que prefieren jugar tantxs otrxs, expone de manera didáctica y con franqueza. “Estaba enferma, pero la pasé bien, dentro de todo”, señala, divertida. “Ahh, no me voy a quejar tanto. Lo hice todo mientras estaba enferma”.
Hacia el final del pasillo, sobre una vitrina, se exponen varios de sus títulos de los últimos años. Específicamente se trata de ediciones extranjeras de sus trabajos. Allí observa detalles ante la curiosidad de sus colegas. Más que referirse a sus procesos creativos, apunta cómo fueron llegando las oportunidades de publicar en Francia y Alemania o de participar en varios números de la revista suiza Strapazin.
De principio a final del piso-galería, Vollenweider se mueve con cierta inercia docente. Podría tratarse de un auditorio. Un aula, quizá. Atiende las dudas con amabilidad, repasando ciertos aspectos a pedido de quienes estaban distraídos en la primera pasada. Nacha expone, le sale bien. Sus colegas saben apreciarlo.
Cuando concluye la muestra guiada, el contingente de Tren Moebia aprovecha la oportunidad para visitar el resto de la exposición permanente del Museo. Vollenweider se une al grupo, acompañando con cierta curiosidad distante.
Un rato después la comitiva completa está de vuelta en la calle. Rodeando plaza España, se dirigen a un almuerzo tardío en algún restaurante random de calle Estrada.
Paseando sin rumbo preciso, pero bien acompañada, la flâneur entra en pausa. Nacha descibe a la apertura postpandemia como un momento de disfrute que viene acompañando con responsabilidades aquí y allá. Habla de volver a viajar, de la burocracia protocolar que llega con cada movimiento. Tiene ganas de volver a Buenos Aires; sabe que Rosario es una parada obligada; quiere presentarse a algunos concursos. ¿Puede con todo? No sabe. Por lo pronto, disfruta de una cerveza helada.
Caminando las extensas cuadras de la zona, hace malabares mentales con sus horarios, calculando cómo llegar a un cumpleaños que promete locro y aún así compartir la tarde en lo propuesto por Tren Moebia. La próxima escala es la galería Satélite, en Güemes. Para eso todavía falta. Hay tiempo para relajarse poniéndose al día con sus colegas.
Vollenweider nació en Río Cuarto en 1983. Es licenciada en Pintura por la Universidad Nacional de Córdoba y Maestra en Arte, especializada en Ilustración y Diseño, por la Universidad de Ciencias Aplicadas de Hamburgo.
En su vida cotidiana Vollenweider se mueve en bicicleta a través de las calles de Río Cuarto. Cuando tiene que acercarse a la ciudad de Córdoba, sale pasaje. Eso ocurre de forma frecuente, por eso resulta habitual calcular horarios de llegada y regreso, planificando para poder disfrutar de los instantes que componen al día.
El sábado que Vollenweider comparte con el contingente de Tren Moebia, su jornada empieza desde temprano, entre llegar a Córdoba, acercarse al museo para atender la visita guiada, reencontrarse con amigxs, hacer buenas migas con lxs desconocidxs y cumplir la reunión que sirve locro. La bicicleta, por supuesto, quedó en Río Cuarto.
Mientras que en la vida real existe una sola Nacha, las múltiples aproximaciones e interpretaciones de sus libros y muestras nos dejan saber que hay una diversidad de Nachas dando vueltas por el mundo.
Sus obras ya pueden leerse en tres idiomas y encontrarse en una variedad de librerías y centros culturales de Argentina, Uruguay, Alemania, Suiza, Finlandia, Francia y España. Mientras sus libros siguen viajando, las lecturas se multiplican, al igual que las devoluciones que le llegan vía redes sociales, mails, o en persona, cuando participa de presentaciones, ferias o convenciones.
Una pregunta se vuelve irresistible: ¿qué tipo de interpretaciones llegan desde idiosincrasias diferentes y contrastantes? ¿Se sorprende de las diferentes Nachas que puede encontrar el público desde un mismo libro? “Lo interesante de esas publicaciones en otros países, en culturas tan distantes, es cómo se las mira”, señala, respirando con profundidad, antes de adentrarse en los detalles de una experiencia robusta. “En Europa el foco siempre estuvo puesto en la cuestión migratoria. Despierta interés la historia de una persona que emigra, que se instala en un lugar diferente, que tiene que insertarse en una sociedad desconocida”, afirma. “Creo que las formas de inserción llaman la atención porque se trata de un trabajo de abajo hacia arriba. Tiene que ver con una curiosidad social”, reflexiona. “Por otro lado, el tema de la dictadura, genera mucho interés. En Argentina, más que nada, es el tema de género”.
Afirmar que Vollenweider hace historietas sería reduccionista. Decir que Vollenweider vive en la historia sería más atinado. A medida que los años pasan y las lecciones se acumulan, Nacha sigue prefiriendo ese medio por sobre cualquier otra forma de expresión. La historieta es su elección definitiva porque combina un equilibrio saludable entre escritura e imagen donde Nacha se siente cómoda; un territorio ideal para avanzar con las cuestiones que la desvelan.
Su logro como autora es generar una armonía para lograr una reflexión conjunta, una forma de abordar al elefante en la habitación desde un lado más oxigenado. Más que bajar línea, Nacha acompaña desde la sensibilidad y cierta pedagogía que fue ganando a medida que pulía su estilo.
El ejercicio de la memoria es un hacer constante para Vollenweider; un esfuerzo imprescindible para la construcción de presente y futuro. “Te lo digo así: si yo hubiera estudiado otra cosa, esa otra cosa hubiera sido historia”, sentencia. “Me sale natural. Es una inquietud personal. Siempre me gustó trabajar temas de historia o sociología, si se quiere”.
Geopolítica, antropología, historicismo. Todo eso le va, cuenta. “En general, los temas que me interesan tienen mucho que ver con las cosas que escribo. Creo que, sobre todo, se trata de una pregunta filosófica. Se trata de saber dónde está paradx unx”.
En sus viñetas se perciben trazos veloces que se deciden por un dinamismo narrativo que haga foco en los detalles sin anclar al lector en una sobrecarga de virtuosismo onanista.
Tras haber depurado los aprendizajes del arte plástico, y habiendo explorado el expresionismo alemán, en sus historietas hay una influencia de ilustradores como Milton Caniff y José Muñoz.
Cuando el material de Nacha empezó a circular algunos años atrás había una sensación de poderío en cada lectura: sus libros eran tan catárticos como movilizantes. Sin embargo, en el último tiempo, con un capitalismo empecinado en reivindicar su loop autodestructivo, sus trabajos alcanzaron otro nivel: se volvieron necesarios.
Siempre rebasando lo autobiográfico, su mirada trasciende hacia la esfera de lo urgente. Nacha reflexiona sobre estructuras históricas como el racismo, la identidad y la migración. Detrás de cada postal que la flâneur encuentra y retrata en sus viñetas hay un proceso histórico tan rico como apabullantemente actual. Vollenweider no escatima recursos narrativos ni emocionales: se sumerge como lo considere preciso.
Con cada nueva publicación llega un ejercicio de catarsis. Cuando se edita, eso se transforma, permitiendo algo enriquecedor: “la carga emocional va pasando. Lo lindo es la apertura de lecturas que van llegando”.
“Todo mantiene una actualidad. La relevancia de esos procesos no pasa. Notas al Pie (Maten al Mensajero, 2017) es una historia autobiográfica la cual sirve de excusa para tratar muchos otros temas. Hay temas humanos, históricos, migratorios, historia argentina, dictadura. Mi vida personal”, comparte. “Eso es satisfactorio de publicar el libro: me libero de la carga emocional, pero sigue disparando temas para conversar. Lo importante reside allí”, concluye.
En los últimos años la figura discreta pero constante de Nacha supo trascender del ámbito de la historieta hacia rincones a priori impensados: simplemente guglear su nombre arroja una cantidad de resultados abocados a su actividad como autora, artista y tallerista, pero también como oradora o participante de conversatorios que toman las viñetas como punto de partida para enfocar sobre problemáticas como la identidad de género, migración, herencia cultural, colonialismo, entre otros tópicos.
Escuchar, leer o ver a Vollenweider nos deja saber que tiene una capacidad natural para transmitir. Entrando en mayor detalle, podríamos afirmar que se le da muy bien enseñar gracias a una veta pedagógica adquirida con el paso de los años.
“Me interesa enseñar porque es una herramienta política”, declara. ”Encontré en la historieta lo que no se me daba en las artes plásticas. Con eso me refiero a la narración larga, a poder explicar cosas”, confía. “En el arte visual sí desarrollás alguna obra con concepto, pero no llega al público lo que vos querés decir, al menos no tan directamente. La historieta me da ese espacio, me permite trabajar otras inquietudes que me interesa desarrollar para llegar a los demás”.
Para Vollenweider es prioritario entablar un diálogo tanto con sus lectorxs como con el afuera, por eso apuesta a saltear las limitaciones del gueto, sabe que la construcción de una consciencia mayor necesita interpelar a varios sectores de la sociedad. De la misma forma, permitir un espacio oxigenado para la reflexión es una tarea que requiere paciencia, por lo que la nativa de Río Cuarto siempre se muestra dispuesta a acompañar, aportando desde su experiencia.
Vollenweider parece tener algo bien claro: con su trabajo quiere contribuir a la reflexión, partiendo desde lo intimista de la lectura hacia una escala mayor, interpelando con interrogantes colectivos. Los libros son su herramienta más eficaz. Sin embargo, hay mucho más. Observar de cerca sus movimientos, contemplando tanto su obra como su participación en actividades varias, nos deja saber que se trata de una artista comprometida con su tiempo y lugar, manejando elementos de la retórica clásica, así como también una auténtica retórica de la imagen, donde ilustraciones e intervenciones se emplean para elevar la mera transmisión de información a hacia sentimientos y emociones además de argumentos y matices.
De acuerdo a su estilo, Nacha sigue cultivando proyectos desde una discreción absoluta. Cuenta, pero no se puede publicar. Comparte contenta, pero sin deseo de generar revuelto. Está entusiasmada. Luego del parate pandémico las aventuras parecen asomar. Eso significa más trabajo, al igual que la oportunidad de reunir más historias.
Mientras vuelve a asomar la cabeza en esta etapa de relativa nueva normalidad, está cargada de ideas. No obstante, admite: “no puedo todo”. Parece una advertencia que, ante todo, funciona para sí misma.
En algunas semanas salen pasajes. De Río Cuarto a Córdoba, desde allí despegando hacia el viejo continente, otra vez.
En Francia y Alemania la esperan una serie de presentaciones formales de Zurück in die Heimat (avant-verlag, 2022), la segunda parte de Notas al Pie. A Nacha le gusta bromear a partir del título en castellano del nuevo trabajo, que todavía sigue inédito en nuestro país. “Se llama Volver, sería algo así como La vuelta de Martín Fierro”.
Además, en ambos países tiene preparada una serie de conferencias y talleres que la van a mantener ocupada. ¿La agenda apretada le permitirá alguna escapada en tren? ¿Podrá salir a perderse en las calles de Berlín? Todavía no sabe. No obstante, cuenta con ello.
Anda con muchas cosas dando vueltas en su cabeza. Se refiere a esos proyectos como volátiles: pueden cambiar en apenas un segundo. Están, pero no están. Salen, pero no salen. Sí tiene una idea concreta. Más que idea, una decisión: desea abandonar el relato autobiográfico en la novela gráfica. “Cumplió su ciclo”, dice. “Ya está”, sentencia, confirmando.“Quiero meterme en otros géneros de la historieta. Ciencia Ficción. Ahí hay un mundo para transitar”.
Por Lucas Canalda + Renzo Leonard