LA BALADA GRIS DE PERRO FANTASMA

La banda normando-santafesina publicó Cuando llega la noche, su tercer disco, que ratifica su manifiesto artístico y amplifica su imaginario.

 

Decía Jean-Luc Godard que lo importante no es de dónde sacás las cosas, sino adónde las llevás. Es decir, lo importante es lo que hacés con tus influencias.
La primera vez que escuché a Perro Fantasma fue en 2016, creo. Pudo haber sido en 2015. No sabía nada del proyecto. Escuché sus canciones iniciáticas en un CD-R. Fue hace apenas diez años, pero ese artefacto ya parece de otra era.
Aquel CD grabado, sin detalles, era parte del encanto misterioso.
¿Qué dicen? ¿Qué onda esa instrumentación minimalista y repetitiva? Embriagadora por su falta de pretensión. Atrapante por sus letras.
Escuché. Mejor aún: me detuve a escuchar.
Estaba trabajando como jurado del Programa de Coproducciones Discográficas, una misión anual que encabezó el imprescindible Diego Giordano en la Editorial Municipal de Rosario, entre 2005 y 2019.
Aquel día tenía una caja archivadora de cartón, repleta de CD-Rs, junto a gacetillas informativas y algunas imágenes fotocopiadas. El piso del living estaba cubierto de música de bandas ignotas y no tanto.
Escuchaba los discos, escribía anotaciones de lo que me parecía relevante, también de lo que me gustaba, que no siempre son lo mismo.
En aquel encuentro casual con Perro Fantasma, las primeras impresiones en mi anotador fueron:
Bedroom pop litoraleño.
Alguien que escribe bien.
Una estela donostiana en Rosario.
Pop galo 60s.
Música que te hace flotar hacia abajo.
Esto es algo.
Quise saber más, pero no había nada para descubrir. La gacetilla no estaba por ningún lado. Revisé las páginas abrochadas, las sueltas, las impresas, las fotocopiadas. Vacío total. Únicamente el sobre blanco del CD-R, con el nombre del grupo escrito en microfibra.
Afortunadamente, la Internet es una aliada directa de la ansiedad.
Perro Fantasma Rosario banda. Buscar.
Apenas un perfil de Facebook con información escasa. Pauline Fondevila y Fede Colombo. Era suficiente. Sabía quiénes eran.
Al final, la banda no editó su disco en aquel concurso. No recuerdo quiénes fueron seleccionados en el llamado de ese año.
Eventualmente, ese trabajo, simplemente titulado como la banda, fue editado por el sello Polvo Bureau en 2017.
En aquel primer encuentro casual, enlacé de inmediato con la reflexión de Godard que inicia este texto. La autenticidad invaluable de hacer algo propio, algo único, sin renegar de tus bases.
Con un concepto minimalista y un carácter narrativo, Perro Fantasma toma elementos culturales de décadas pasadas, aunque desde coordenadas geográficas atípicas.
Los resabios del post-punk se amalgaman con la libertad de la nueva ola francesa y la ciencia ficción rayana en la fantasía. La canción pop francesa se funde con el vértigo horizontal de un litoral agroquímico. Las asperezas portuarias del Sena y del Paraná convergen en un río común, poblado de pequeños barcos donde navegan historias. La estética indie ochentera choca con las huellas de Ennio Morricone, derivando en aventuras existencialistas de series matutinas de animé.
El imaginario de Perro Fantasma está poblado de personajes que hacen de la deriva una aventura; de bandidos y bandidas entregados al cotidiano de imaginar para sobrevivir; eternos forajidos románticos corridos de un sistema que anestesia los sentidos y el espíritu.
No la tienen fácil en su búsqueda. Podrán lograr algo de sosiego, en algún momento, pero mayormente se esfuerzan por encontrar sus pequeñas formas de disfrute.
Las canciones de la banda se ubican en una cartografía política afectiva que se triangula con la urgencia existencial del Tensión, que canta “Seamos realistas, seamos imposibles”, y del Matilda, que propone otras formas de inventar nuestro destino.
Esos tres ejercicios de sublimación redundan en canciones que perduran, siendo el ejemplo de proyectos que exploran su madurez, fundamentalmente porque tienen en claro cuál es el camino que eligieron.
2025 encuentra a Perro Fantasma reivindicando su camino. Están listos para extenderlo.

Pauline Fondevila piensa. Esboza una sonrisa nerviosa. Responde. Tiene una medida de whisky sobre la mesa.
La publicación de Cuando llega la noche la encuentra otra vez en el ruedo de las entrevistas. ¿Le cuesta hacer prensa? Es relativo. Una conversación estimulante siempre es bienvenida. Por lo demás, sabe que hay demasiado ruido dando vueltas. No hace falta sumarse. Por eso, cada palabra es justa.
Para Fondevila, tener una banda tiene muchos significados. Primero, el olvido de uno mismo. Segundo, un gesto colectivo que salva.
“Una banda es la mini utopía de una pequeña sociedad. Más nosotros, que somos muy independientes. Mezclamos, hacemos las tapas, gestionamos”.
Ese nosotros se compone de Carla Colombo en teclados, Germán Bertino en guitarra, Federico Colombo en bajo, y ella, cantante y compositora.
Cada vez embarcamos más gente en esta aventura”, dice, sonriente aunque incrédula. Perro Fantasma logró armar un equipo de trabajo fiel que reafirma la propuesta. Le cuesta creerlo, pero el proyecto iniciado junto a Fede tiene otro nivel.
Como artista y escritora, viaja bastante. Pasa meses en el extranjero, entre visitas a su familia en su Le Havre natal, además de trabajar en distintas ciudades europeas.
Pero la música es su historia. La de la adolescente con las paredes de su habitación cubiertas de afiches de Depeche Mode y Madonna. La que tocaba la batería. La que después se animó a más.
La música le dio amigos que conserva hasta hoy, allá y acá.
Perro Fantasma le permite seguir viajando, estrechando vínculos, llegando a la gente.
“Nada es comparable a presentar tu música en público. Ni sacar un libro o hacer una muestra”, confía. “Tocar es una experiencia que te llena”.
Cuando llega la noche es otra excusa perfecta para seguir haciendo lo que más disfruta.

En su tercer disco, Perro Fantasma vuelve sobre el rastro inicial de sus comienzos, con un pop suave y melancólico que se sostiene, por momentos, con ritmos aletargados y reverberantes.
A priori, parece que los temas se construyen alrededor de las palabras de Fondevila, cantante y narradora. Sin embargo, cada elemento camina por sí mismo hacia la pista central, que es la canción.
Las teclas son fundamentales, posibilitando texturas y matices, logrando que el carácter minimalista escape a la monotonía.
Al igual que la guitarra, cada elemento cuenta, construyendo un minimalismo que no es tal, rebasando un bajo que se caracteriza por estar siempre presente.
Cuando llega la noche es el primer disco de trabajo de un Perro Fantasma plenamente formado como banda. Sus integrantes hacen contar su aporte, dejando claro que aún resta mucho por recorrer, a medida que el nervio creativo toma otro espesor.
Se puede decir que hay una dinámica adquirida”, explica Federico acerca de la composición y desarrollo en la banda.
“Los temas surgen, o de una melodía de voz de Pauline, o desde una base de bajo o guitarra mía. Pero en este último disco, en particular, se trabajaron varias de las maquetas en los ensayos con Carla y Germán”, detalla Colombo desde Venado Tuerto.
Acerca de la resolución –a priori– minimalista de la banda, el bajista afirma que “me gusta trabajar sobre limitaciones. Al tener ya resueltos los elementos de producción, me permite enfocarme en la composición. Aunque siempre me gusta agregar algunos detalles menores, como puede ser en lo percusivo”.
«Extranjera» comienza como un post-punk platense que alcanza un ánimo dreampopero a medida que el estribillo crece, con la guitarra de Bertino, siendo clave.
La percusión se vuelve cadenciosa en «Mañana espectacular», una canción con tonalidades naïf que luego se proclama como un desvío de No cuenten conmigo para esto. Primero esbozando que la siesta –o el soñar– es un acto de renuncia a una contemporaneidad obsesionada con producir en clave continuista. Por otro lado, la narradora fantasea con escaparse de este sistema capitaneado por estúpidos hombres blancos.
Los primeros ochenta segundos de «La explicación oculta» son ascendentes, con los sintetizadores de Carla Colombo en clave onírica sentando el ambiente para lo que viene: la aventura de lo impredecible.
La guitarra de Bertino engancha en un tercer plano, con una delicadeza exquisita. Luego aparecen unos coros subterráneos hipnóticos.
Sin dudas, es una de las mejores canciones del LP, pero principalmente el ejemplo de cómo la banda encontró su forma ideal como cuarteto, con los protagonistas justos.
Cuando llega la noche se corresponde con el presente construido por la banda en los últimos tres años, entre periodos sostenidos de actividad que contrastan con un silencio de claustro. En ambas opciones, sin embargo, algo siempre se está cociendo.
En la discreción se desarrollaron las canciones nuevas, entre composición, maquetas, producción y grabación. En el vivo, la banda probó el material, fortaleció su formación y, sobre todo, fue encontrando una presencia más decidida sobre el escenario. En el caso particular de Fondevila, la cantante se fue soltando físicamente, habitando el escenario entre saltos, cabellera al viento y micro-caminata, pandereta en mano. Supo ocupar el tablado con una presencia personal, algo que se fue desatando gracias a un proceso de disfrute.
El disco abre con la canción que le imprime su título. Se trata del tema más rápido en la historia de la banda, con una guitarra que serpentea por todos lados, casi de forma oceánica. La primera canción, paradójicamente, es la última: la más reciente, la novedad del LP.
Sin dudas, una canción como «Cuando cae la noche» es presente y futuro. Pero fundamentalmente, es la prueba de la seguridad que Pauline ganó, como si la electricidad de su movimiento fuera una extensión sonora que se sacude, contagiosa e irremediable.
Fondevila, quien se percibe como “una ex tímida enfermiza”, reconoce que hay algo de eso. La experiencia fortalece mientras que estimula aristas desconocidas o poco exploradas. En ese sentido, afirma que “seguramente aprendí. Fue largo para mí”.
Primero toqué la batería a los 20, y recién después de los 40 tuve una banda donde asumí el papel de cantar. Tuve un aprendizaje largo. Toqué la batería, luego toqué y canté. Me siento mucho más cómoda. Entiendo mejor cómo se habita el escenario, y también cómo puedo dosificar mi energía”.
La evolución escénica de Perro Fantasma tomó sus años debido a que el grupo se fue transformando. Primero como dúo, luego como cuarteto que se estabilizó con su formación actual. En el medio, por supuesto, épocas de cuarentena y restricciones.
La banda hizo un recorrido recitalero que pasó de la intimidad hogareña a bares, luego hacia salas de tamaño pequeño y algo más. Más tarde vinieron participaciones en festivales o apariciones en lugares improbables como museos.
De todas las experiencias, la banda se llevó algo, creciendo lentamente. Cuando visitaron otras ciudades, ya tenían la cintura para adaptarse, tanto a los lugares como al público.
La soltura también fue justa para lograr conectar con la gente, tanto el público propio como el ajeno, sabiendo resolver distancias y la aparición de problemas técnicos. Hoy en día están seguros y hasta disfrutan de las salas desconocidas, esperando con curiosidad ver qué depara el futuro. En todo caso, quien tendrá desafíos intentando resolver será Martín Greco, sonidista oficial y fiel ladero de la banda, que, con solo pensar en ciertas fechas, seguramente se agarra la cabeza.
En 2025, con el disco recién salido, Perro Fantasma tiene programada una gira para presentarlo en La Plata, Córdoba, Santa Fe y Capital Federal. Por supuesto, la fecha en Rosario también está cerrada: sábado 24 de mayo en Majo.

Corazón y Alma cierra con palabras elocuentes: “hay mucho para muy pocos”.
La línea se repite. Fondevila la canta con su tono característico. La reverberación no tiene un tratamiento sonoro particular, solo el ruido que uno le imprime, cuando esas cinco palabras caen en la cabeza.
Cuando el cuarteto está de gira, tiene por costumbre comenzar con «Santa Fe Ending», representando a La Invencible. Durante la primera etapa de la banda, la canción llegó como un pergamino resonante sobre la omnipresencia del monocultivo y las consecuencias ambientales, políticas, físicas y sociales de la arrogancia sojera, en una provincia de marcados contrastes económicos que aparenta no tener salida ni solución.
De principio a fin, Corazón y Alma parece retratar el zeitgeist pandémico con anticipación, gracias a unas canciones que capturan el hastío de un modelo global de capitalismo tardío embrutecedor.
En Cuando llega la noche flota una desazón que no termina de identificarse como resignación. Perro Fantasma, como nosotros, precisa de una ilusión. Abraza una idea: encontrarse e identificarse en la acción.
Comprender a Perro Fantasma como una banda política en términos tradicionales sería un error. En un tiempo sin consensos sobre el sentido común, que fue arrasado por el vértigo de las redes sociales y el reduccionismo de los recortes, la sutileza toma la relevancia de la virtud.
En Perro Fantasma lo poético funciona como una estrategia textual que echa por tierra la literalidad.
La banda propone un ejercicio de lectura o desciframiento, en un plano tanto simbólico como práctico. Para el oyente hay algo lúdico en esa danza, entre desciframiento e interpretación.
Gracias a las 24 canciones que conforman el cuerpo de obra musical de la banda, tenemos la certeza de que hay un manifiesto implícito. La imaginación como una trinchera de resistencia y un bastión de posibilidad. El ocio como acto revolucionario. El tiempo fuera del tiempo. Nuestro tiempo fuera del tiempo de ellos.
Dentro de lo posible, cada decisión cuenta. El escape —una constante en el imaginario fondevilesco— puede ser por los caminos, pero también dentro de un lienzo, en una hoja, en una canción que está por escribirse.
La narrativa evita la bajada obvia, proponiendo un manifiesto cotidiano donde la imaginación y la fantasía son herramientas de supervivencia ahí donde el escape parece imposible.
“Me encantaría si se puede recibir eso de la banda”, afirma Pauline.
En nuestras letras se pueden filtrar cosas. Pero también va más allá: tocar en Un Mundo Feliz, en Córdoba, es un gesto político. Podríamos estar haciendo otra cosa a nuestra edad, pero estamos ahí. Creo que se percibe lo político si conocés la banda”.
“Por ejemplo, en «La hora del corchazo» del segundo disco, ocupar tus domingos con tocar y no ir al shopping, es algo positivo. Cada forma de habitar tu domingo es un gesto político. Lo podés dedicar a la familia, lo podés dedicar a hacer deporte, a ir a misa. En la semana es relativo, pero el domingo podemos elegir cómo habitarlo. Entendiendo esa lección entre comillas. Cómo encarar el tiempo libre es un gesto político. Al pasar cierta edad, ocupar tus domingos tocando, cuando no te da plata, sí, es súper político.”

Con Corazón y Alma, el cuarteto logró un LP que superó su circuito lógico local.
Canciones como «La hora del corchazo», «Diego y Karina» y «Sola y solitaria» fueron pequeños sucesos expansivos que se compartieron de boca en boca, probando su valía en una época de saturación digital.
Aún cuando la coyuntura pandémica se volvió impredecible, la banda sostuvo una visibilidad relevante que creció más allá de Rosario. Esa modesta creciente de oyentes se convirtió en una nueva ola de fieles seguidores en Capital Federal, que incluyó a periodistas especializadas y artistas. De esa manera, cada recomendación puntual logró la atención de un público que llegó para quedarse.
No hubo disparadores virales, ni cubiertas de playlists editoriales masivas. Tampoco titulares rutilantes en diarios o secciones culturales. Sin embargo, cada gesto fue suficiente para lograr un estatus tan enigmático como magnético.
En simultáneo, con mucha paciencia, el grupo supo articular la inercia pandémica con determinación en la gestión. Además de demostrar gran forma musical sobre el escenario, en cada una de sus fechas ofrecieron propuestas distintas, combinando esfuerzos en maridajes estéticos junto a artistas locales, así como también de otras ciudades.
El envión saludable de Corazón y Alma permitió trabajar sin apuros de cara a un tercer disco. De hecho, el cuarteto se concentró en su núcleo creativo, desarrollando las canciones con paciencia, incluso recurriendo al silencio.
Ante el interrogante recurrente sobre el paradero del grupo, se recurrió a la discreción. Luego, de repente, apareció el sencillo La Bruja.
En 2024 llegó Extranjera, sencillo que fue acompañado por un video dirigido por Catalina Crocci y Gerónimo Gassmann.
Lentamente la ecuación de silencio se fue despejando.
Cuando llega la noche apareció el 14 de marzo. Cada semana que pasa, el cuarteto está más preparado para estrechar el vínculo con su comunidad, entre rutas, autopistas y recitales.
Mientras tanto, la mención de la palabra expectativa genera algo particular en la cantante.
Fondevila circula el concepto de expectativa hasta volverlo maleable. En ese rodeo, la expectativa se atraviesa con la experiencia, la realidad y el deseo. De alguna u otra forma, Pauline tuvo esta conversación decenas de veces, consigo misma. Dentro de su mente, paseando por las calles, sin rumbo fijo, detrás de sus gafas oscuras, o con la cabeza apoyada en la almohada, o quizás dibujando en su taller, hora tras hora.
Nuestra expectativa siempre es estar contentos con el disco. Dado nuestro perfil, no hay una expectativa de ganar dinero. Sí de ver crecer el proyecto, que haya más gente, que nos escuchen más con este disco. Pero la primera expectativa siempre es estar contentos nosotros”.
“Logramos la sustentabilidad del proyecto. Vamos a presentar el disco en un montón de ciudades, que lo estamos haciendo porque ya armamos una gira. Vamos hacia donde nos escuchan. Nos siguen escuchando, nos eligen”.
No se trata solo del momento del disco, es todo: tener una banda, tener canciones y hacerlas, ensayar todos los putos domingos teniendo un grupo humano que elegís”.
“Te imaginás que a mi edad y todo, esto es más una manera de vivir que otra cosa. La expectativa es seguir viviendo con esta cosa muy loca de tener una banda en tu rutina de madre y trabajar. No sé si vivir de la música fue la idea”.
“La expectativa es que no nos cansemos con esto para que sigamos, llegar a un cuarto disco. Estamos en un momento que solo sienten los viejos: como que ya la pasaste, estás más agradecido que amargo, porque todo lo que viene es bonus track. La gente muere a tu alrededor… ¡las bandas mueren a tu alrededor! Seguir viviendo, tener una banda que ensaya cada semana y sigue teniendo ganas de salir a la ruta para tocar. Es muchísimo. Es momento para estar súper agradecidos”.

 

Por Lucas Canalda y Flor Carrera Ph

 

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