El grupo de Coghlan debutó en Rosario en el marco del Festival Nuevo Día. Evitando el claustro estético, el cuarteto afirma que mantiene los pies sobre la tierra, sin subirse a las olas mediáticas del nuevo under.
I
El Goth surgió en Inglaterra a finales de los 70 como una evolución del Post-Punk. Lo que diferencia, a priori, al Goth del Post-Punk es un estilo más teatral, que nunca renegó de las bien aprendidas lecciones de maestros transversales como David Bowie o Marc Bolan. Además, podría afirmarse que el Goth supo abrazar las canciones más elaboradas, valiéndose de herramientas varias, entre ellas los sintetizadores y los teclados. Aquella faceta teatral, que para muchos fundamentalistas tenía connotaciones de artificialidad, devino en una situación en la que la mayoría de las bandas estrechamente identificadas con dicha subcultura negaron con vehemencia su pertenencia. Todos querían ser “legítimos”, sostener la credibilidad del viejo escenario punk, enarbolar pergaminos de ethos 77. Sin embargo, a pesar de renegar, la situación no cambió demasiado: la teatralidad, afortunadamente, se quedó para hacer escuela y generar diferentes escenarios donde la música encendió micro mundos.
En 2023, el cuarteto Sakatumba retoma un diálogo con aquella estética, pero abrazando de lleno la teatralidad, entendiendo que nuestra contemporaneidad está signada por la proyección de roles, la proliferación de avatares, la impostación de deseos frustrados.
Tomando la mueca desfasada de ese escenario global, hacen canciones que retratan padecimientos y angustias. Se toman en serio todo para dramatizar desde su rol de artistas, generando un juego de seducción propio donde la fantasía se extiende en escala de grises.
Las letras de Sakatumba pueden ser melancólicas, encontrando referencias en la literatura y la poesía argentina, jugando a la tragedia hasta el punto exacto de estallar en una desarticulación.
El grupo está conformado por Renata Bade (guitarra, bajo y voz), Octavio Báez (teclados y voz), Valentín Herman (batería) y Marcos Medina Bellotti (bajo, guitarra y voz). Tienen 21 y 22 años. Sus caminos se cruzaron en 2019, cuando se conocieron en el último año del secundario.
“Lo performático viene a comentar de lo que se ha convertido el ser vivo en este planeta”, explica Bade. “Todos estamos estamos haciendo una perfo de lo que queremos ser o pretendemos ser”, agrega. “Desde la banda creo que es ponerse un disfraz también para el rol sobre el escenario. Eso va más allá de la exposición. Jugamos”.
“Siempre disfrutamos del flash del teatro”, señala Bellotti. “En Buenos Aires hicimos varias movidas junto a performers. Elegimos una estética que tiene que ver con eso. Los microclimas que presentamos son para poder interpretar. Lo visual viene a complementar”.
II
Sakatumba comienza con una línea de bajo. Rítmico y melódico, te adentra en un ánimo que, a medida que transcurren los minutos, se manifiesta canción. Hay algo de melodía, respetando discreción, lejos de la estridencia efectista. El delay y el reverb se conjugan con teclados que tienen texturas, pero parecen seguir una lógica más cercana a la canción de rock argentino de los ochenta.
La banda de Coghlan se erige desde dos pilotes: el mood y la seguridad musical de quienes conocen cada recoveco de sus temas. La mayoría de sus canciones involucran elementos mórbidos e imágenes oscuras aunque afectivas, que ejercen el ánimo New Romantic, construyendo desde una musicalidad fluida que todavía parece algo dispersa, pero que decididamente está ahí, aflorando en el vivo. Su imaginario, todavía en construcción, se explaya paulatinamente con otro aspecto fundamental: un dramatismo teatral que les sienta perfecto y parece el ropaje ideal para su evolución.
La teatralidad de Sakatumba es una expresividad esquiva que atrae hacia la curiosidad: evitan la estridencia de la obviedad, priorizando la curiosidad del público. No venden un paquete rebajado para una masticación inmediata. No se comunican con el público, tampoco entre ellos. La escena, a priori, parece algo desapegada y fría, pero se trata de otra cosa. Quieren enganchar con los elementos que tiene a su alcance. Hay una economía de recursos que no intenta maximizarse.
Al cuarteto le toca una parada difícil: abrir un festival debutante en una ciudad nueva frente a un público desconocido. Es parte del tiempo de cambios que están atravesando: con la visibilidad creciente del grupo, visitar ciudades, conociendo audiencias nuevas. Están en un envión. Seguramente no será la última vez que experimenten situaciones similares.
En Rosario, ante miradas curiosas, van de menor a mayor. En las primeras canciones, mientras el público ingresa a la sala, lucen algo dubitativos. A medida que transcurren los minutos, ya para la tercera canción, dejan de lado el afuera, enganchando entre ellos. Entonces fluyen mejor.
La atmósfera se aletarga mientras se meten en su química. Suenan «Chica gótika», «Ropa equivocada», «Trepan los esclavos», «No te vuelvas a sentir mal» y «Me estoy olvidando de vos». Se trata de una exhibición creciente de pop oscuro, pero fundamentalmente, de canciones. Eso debe subrayarse: Sakatumba tiene la canción como punto de partida. Desde ahí se relaciona de forma directa con el rock argentino de diferentes épocas. No sorprende que, mientras la banda evita las etiquetas definitivas, en sus redes sociales se orienten hacia el “neo rock nacional”.
Acá hay dosis desparejas de desesperación, alegría, humor y esperanza, la misma que empapa a la vida real. La melancolía cambiante de cada tema aporta matices que, entre baile energético y erotismo arrullado sugerente, se torna enigmático. Es un viaje sonoro que abarca décadas.
El suyo es un set construido alrededor de canciones de terreno y paisaje, aventuras sonoras y destellos de nuevas voces. Cuando la banda se suelta al disfrute, con Bade cantando a ojos cerrados, la banda no tiene tanto que ver con la escena de Post Punkdemia en la que fueron clasificados por los medios masivos (porteños) sino que están más cerca del Silver Place de Dez Moabit, otro centennial que canalizó aprendizajes del Post-Punk en clave New Romantic con sofisticación propia, sin necesidad de mirar al costado para encajar.
Se trata de jóvenes ungidos por la desesperación adormecida de un capitalismo tardío, marcados por la pandemia y una cotidianidad que no ofrece mayor proyección que la 24 horas. Ahora están fuera de la madriguera, mirando hacia los costados, buscando una certeza, un lugar propio donde respirar con calma. ¿Lo encontrarán alguna vez? No sabemos. De todas formas, según nos advierten, es innecesario ponerse tan serio: “no te vuelvas tan sentimental”.
III
Una sensación de fluidez caracteriza a Sakatumba. Desde su aparición en 2019 sostienen un rumbo donde, principalmente, saben manejar lo climático. Su sonoridad, sin embargo, no es dispersa. No es un grupo que intenta ser abarcativo. En todo caso, abrevan de cada vertiente: jazz, blues, rock argentino de los 60 y 80, new wave. Toman elementos, intentan descifrarlos.
Nada está garantizado porque algo siempre está cambiando. Es una banda sin restricciones, quizás la que mayor soltura ostenta de esa camada donde fueron encajados sin que ellos lo pidieran. En dicha soltura reside un futuro que intriga. Parece una banda con capacidad de disparar hacia cualquier lado.
“En lo referido a las canciones, siempre va a cambiar. Siempre”, destaca el bajista. “Siempre hicimos rock, eso sí. Sobre el escenario mutamos hacia el rock más que a otra cosa”.
En el vivo, demuestran que tienen capacidad para crecer porque manejan sus herramientas y disfrutan explorando. Bade y Bellotti intercambian sus instrumentos, turnándose en sus roles, sosteniendo un cambio de perspectiva. Bade canta entre susurros. Bellotti con firmeza. Ella flota, resguardada en su melena de medusa, sin atarse al micrófono. Bellotti, dejando de lado el bajo, toma la voz con decisión mientras entrega su cuerpo a un baile que ocupa todo el escenario. Contorsiona todo su cuerpo, desdoblando extremidades, dándose al Voguing.
El baterista, en clave minimalista, demuestra que tiene influencias jazzeras. Sakatumba tiene mucho de eso. Ese sonido quedó atrás, pero el toque de Herman se sostiene. Báez, con teclados y sinte, hace algo de García, aunque también parecería que maneja a Ryūichi Sakamoto. ¿Demasiado? La banda avanza hacia otro estadio, está claro. El tiempo dirá el resto.
IV
En 2019 publicaron de forma independiente su EP debut titulado Sakatumba. Se trata de cinco canciones que fueron producidas por la banda. El material fue grabado, mezclado y masterizado por Ciervo en Morse Estudios.
Por entonces un quinteto, junto al trompetista Tobías Bracco Arance, hay una vertiente de rock argentino en clave blusera. El mood introspectivo está, aunque en otra frecuencia. La soltura, sin embargo, es la misma que lucen en vivo.
Puro Teatro, aparecido hace algunos meses, retoma la canción «Trepan los esclavos», mientras presenta una sonoridad predominantemente goth (o Dark, como dicta la tradición nacional) que, sin embargo, está lejos de definirlos. La banda tiene más para ofrecer. Están en etapa formativa. El compromiso es con la apertura. Los claustros no le interesan.
“No creo que hayamos definido mucho. Seguimos aprendiendo. Por ejemplo, estamos aprendiendo a divertirnos en el escenario. Recién, quizás, no se notó tanto. Estuvimos medio nerviosos”, comparte Báez. “Estamos aprendiendo a ser músicos, pero también el oficio de ser artistas. Es algo más grande. En todo eso andamos. Definir nuestro género no es prioridad. Eso no quiere decir que estemos en la nebulosa. Es una búsqueda que evita la definición exacta. Hay mucho juego”, considera el tecladista.
El formato LP le sentó bien a Sakatumba. Puro Teatro se siente orgánico. No redunda en aditivos, ni en la pretensión de ser algo más de lo que es. De nuevo, optaron por encarar la tarea ellos mismos, abrazando el DIY. Compusieron, arreglaron, produjeron. Vivieron para contarla. Ahora lo están tocando a donde tengan la oportunidad.
“El disco lo hicimos nosotros por nuestra cuenta porque no había nadie más alrededor”, afirma Báez. “No es que alguien nos iba a sacar el disco. Es todo laburo nuestro. Hay algo de ignorancia en el resultado, eso se debe a haber producido todo nosotros mismos. Pero, así como te digo eso, te digo que hay mucho de orgullo, también”.
V
Todo sucedió en Coghlan. Afuera, la clausura sanitaria decretaba silencio en las calles. Adentro, Sakatumba pulía su música, mientras afianzaba una hermandad definitiva. Los cuatro vivieron en una misma casa, encerrados, haciendo música y flasheando otras actividades.
La etapa creativa se encendió, componiendo canciones nuevas, reversionando, imaginando algo más. Sin presiones, ni pensar demasiado en el afuera, se fueron perfeccionando.
“Estuvimos tocando los temas del disco por un año y medio. Llegado el momento, dijimos de grabar como las veníamos tocando”, recuerda el tecladista. “Obviamente que cuando llegás al estudio, hay un montón de cosas que son distintas, que resultan nuevas porque estábamos re verdes. El disco es el resultado de todo”.
Puro Teatro llegó en marzo de 2023. Editado de forma independiente, otra vez abrazando el DIY, se tomaron el tiempo suficiente, sin corridas de agenda o deadline externo.
Según Báez, “el disco fue libertad total. El proceso fue lo que tuvo que ser. No podríamos pretender otra cosa”. Por su parte, Renata agrega que “fue un laburo muy grande. Un esfuerzo con un aprendizaje mayúsculo. Principalmente, el disco nos educó respecto a tomar decisiones. Convivir con decisiones. Respetarlas”.
Con el final de la pandemia, los titulares estallaron, a la par de la polémica sobre el nuevo under porteño. Sakatumba, como otras bandas, suele ser apuntada entre las olas renovadoras del circuito. La banda agradece, prefiriendo pasar de las olas mediáticas, manteniendo su propio rumbo, como vienen haciendo desde que se conocieron.
“Nosotros somos bastante exigentes con nosotros mismos. Estamos con los pies en la tierra. No sé si podemos hacernos cargo de lo que pasa”, cree Bellotti.
“Con todo lo que está pasando estamos tratando de ser más estratégicos porque estamos en un contexto con viento a favor, eso nos demanda ser más asertivos”, apunta Bade. “El primer disco tiene algo de inocencia, de probar errores, ver aciertos, no pensar tanto. Hay que ser vivos, saber aprovechar los tiempos a favor. Laburar a full. Esperando lo mejor mientras lo entregamos. Al mismo tiempo, estás medio rebelde a que te digan qué hacer desde afuera. Está pasando mucho alrededor”.
Texto de Lucas Canalda / Fotografía de Renzo Leonard
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