Marina Fages y Fernando Samalea llegaron a Rosario en el tramo final del Mototour que los llevó por las rutas de cuatro países
En la noche del martes el otoño se hace fuerte valiéndose de lluvia y frío. Bordeando el río Paraná el viento se pone bravo cuando la noche ya está bien instalada. Aún con esas condiciones climáticas en el ingreso del Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC) unas cuarenta personas esperan que las puertas se abran para dar comienzo al recital: 25/04 Mototour: Fages-Samalea en Rosario.
Pasadas las 20hs, en un Café Vinilo cubierto en todas sus mesas, se aprecia un público que, en su mayoría, va de los 20 a 30 años y unos cuantos +40. Sobre el escenario reposan una guitarra blanca, un clarinete y un bandoneón que se destaca, imponente.Cuando Marina Fages y Fernando Samalea suben al tablado la gente los saluda con un cálido aplauso y la música da inicio al viaje dentro del viaje. La apuesta de la dupla propone intimidad y un acercamiento personal hacia la música. Ambos tienen a la emoción como finalidad y su abordaje intenta ser sincero y heterogéneo; buscan un camino diferente con la plenitud de su curiosidad natural. El set logra climas y matices, alternando entre el protagonismo de los instrumentos y los momentos de pequeña épica en las palabras de la cantautora. Suenan canciones de los trabajos discos solistas de Fages, Madera Metal (2012) y Dibujo de Rayo (2015), y de los once discos de bandoneón que Samalea lleva editados.Entre tema y tema los artistas interactúan con el público, compartiendo algunas de las vivencias del tour. “Saliendo de Córdoba nos agarró una lluvia tremenda pero acá estamos con el temple bien alto” relata Marina. “Es parte de la mística” remata el otrora baterista de Fricción, Charly García, Illya Kuryaki and the Valderramas y Gustavo Cerati. Acto seguido, cuando Samalea se propone interpretar una de sus canciones en el bandoneón, luce algo desorientado y sus ojos se tornan inquisitivos. Por algunos segundos busca a su alrededor, mirando el piso, hasta que se acerca al micrófono y comenta: “Me falta una tecla. !El Mi! ¡El Mi que tantas satisfacciones le ha dado al rock nacional! ¡Se me perdió el Mi! En la prueba de sonido estaba, ¿me permiten buscarlo?”. Cuando el misterio llega a su fin, los viajeros vuelven a su música.
“¿Ustedes lo vieron alguna vez a Sama tocar punk rock”?, inquiere Fages antes de arremeter con una despedida de guitarras furibundas.
Diarios de motocicleta
Fages y Samalea acaban de llegar a Rosario desde Córdoba, provincia que atravesaron luego de la fecha mendocina del tour. El vehículo que los transporta, una motocicleta BMW GS 650, es la nave de aventuras de Samalea conocida como “La Idílica”. A esta altura de la gira, cuando restan sólo tres fechas, la dupla lleva más de 11.000 kilómetros recorridos. En los videos que semanalmente comparten por las redes se los puede ver atravesando desiertos, ríos, lagos, montañas áridas o plenas de verde, cielos de azules infinitos o nubes cargadas de agua. Por la generosa geografía de cuatro países -Argentina, Chile, Perú y Bolivia- Fages y Samalea saben disfrutar las oportunidades de descansar en las orillas oceánicas con sol pleno o la verde abundancia de las alturas del Machu Picchu. La parada de hoy se cuenta entre las últimas de la primera primera etapa del mototour. El ajustado itinerario los conduce, luego de Rosario, a Paraná, Cañada de Gómez y la fecha de cierre en el teatro Margarita Xirgu de Capital Federal.
Minutos antes que la dupla tome el escenario del Café Vinilo se preparan de manera relajada en un camarín del CEC. Allí, acompañados de unas copas de vino, los viajeros se predisponen a charlar. El espacio es un salón amplío, con sillas, sillones, una mesa y artilugios fuera de uso que parecen condenados a la trastienda. Un pared está cubierta de un pesado cortinado bordó que hace pensar en un impecable telón ya jubilado. Cerrando la escena se encuentra, estoico, un espejo de pie que parece sobrevivir desde los 50. “Todo esto es re Twin Peaks…bueno, una especie de Twin Peaks” dice Salamea mientras observa en detalle, copa en mano.
“Más que lluvia no hubo. No nos agarró ninguna inundación que en Perú estaba heavy” explica Fages. “Tuvimos mucha suerte” agrega mientras se prepara para las fotos de Rapto. Tomando el relato del viaje, Samalea, detalla que “Es un flash encontrarte con todas las idiosincrasias y atravesarlas. Es hermoso encontrarse con toda esa cultura, la boliviana, la peruana, llegamos al Machu Picchu, cruzamos el (lago) Titicaca en balsa. Hubo cosas de tinte inolvidable, de película.”
– El itinerario que llevan es bastante apretado. Una pequeña eventualidad puede llegar a retrasarlos de manera importante. Tener los tiempos tan ajustado es el verdadero riesgo más que el clima.
Fernando: Y sí. Mañana sabemos que tenemos que estar en Paraná, pasado en Cañada de Gómez y el sábado en el Xirgu allá en Buenos Aires, cerrando la primera etapa Mototour. En realidad, confiamos en los días, nunca pensamos que pueda llegar a pasar algo malo, simplemente nos ponemos los cascos y salimos a la ruta, sabemos que va a haber algo nos acompañe y nos va a llevar al lugar para hacer lo que deseamos hacer. Nunca pensamos desde la problemática y nunca tuvimos situaciones realmente serias.
– Y más allá de la agenda ajustada, las pruebas de sonido y los recis, ¿fue realmente posible aprovechar cada lugar visitado?
Marina: ¿Es posible? ¡Ya lo fue! Podés verlo en los videos. Hicimos todo y está documentado. Hay pruebas. Creo que vamos a hacer un video largo para YouTube para que quede un registro único. Vamos a incluir el show de hoy en el registro final.
– Al Samalea aventurero, ese que hizo millones de kilómetros por sí solo, le pregunto: ¿Ir acompañado tiene sus pro o sus contras?
Fernando: ¡Sus pro! Obviamente, desde ya – Fages lo mira desde el espejo riéndose mientras se maquilla-. Yo no hubiese podido hacer un tour musical con otra persona que no fuera Marina, eso desde ya. El tour musical nace, justamente, por ella y por una idea de nosotros. Tienen que ser dos caracteres muy particulares que se banquen ese tipo de vicisitudes climáticas de toda clase. La cosa venía un poco por ahí, por esa cosa que también tiene que ver con humor. Es una cosa poco pretenciosa también, no es que estamos pensándolo como una hazaña o algo así. Sabemos, sí, que es algo que no a cualquier persona la interesaría exponerse a una disciplina así. Hemos tocado todos los días, hemos cambiado de hotel todos los días, desarmado y armado la moto, cruzado todo tipo de climas.
– Ustedes comparten una aproximación similar al mundo de la música, es un abordaje que no se limita a un instrumento, llegan desde una apertura de variadas disciplinas.
Fernando: Sí, en lo personal, cuando empecé con la batería, no es que escuchaba discos de baterías, nunca tuve una proyección real al instrumento sino a la música en general. De hecho, escucho un montón de música que no tiene batería, incluso antes de empezar a estudiar bandoneón. Marina también escucha la música desde otro lugar más allá de la guitarra y el clarinete, es una forma especial de recibir las cosas. Es gracioso porque los dos tenemos, hemos tenido, una información muy distintas, más allá de lo generacional, me refiero al punto de vista artístico que nos ha cautivado en su momento, hay algo que une, que emparenta, eso seguro. Tenemos formaciones bien distintas pero como nos conocimos de manera media onírica, en el estudio, casi sin haber tocado nunca y sin conocer el perfil musical del otro, más allá de la referencia de (Fernando) Kabusacki, nuestro amigo rosarino. Inevitablemente nos une esa cosa, un poquito medieval, épica, fantasiosa, el anime japonés, algo si se quiere medio infantil, hay un lado por ahí. Cuando nos conocimos tampoco sabíamos tanto del otro. Ella tiene mucha información celta, no solamente en lo músical, también en lo literario, en las películas. Nos gusta esa cosa heroica de las batallas. También ese espíritu aventurero serial de salir y generar lo que sea en base de un desafío a uno mismo. Lo pensamos desde ese lado. Por eso cuando dijimos de salir a tocar en la moto no hubo ningún reparo aún sabiendo que iba a ser agotador en muchos aspectos, que íbamos a cruzar las montañas y los desiertos. Venía esa idea.
Barrio infinito
Marina Fages se presenta como una de las artistas más singulares de la escena porteña de la última década. Desde temprano en su vida las latitudes se fueron sumando para formar una joven inquieta y andariega. Buenos Aires, Mendoza y Tierra del Fuego primero en su vida personal. Más tarde su propia música sería el principal motor de su viajes por el resto del mundo, tocando por Latinoamérica, Europa y recibiendo un contundente feedback en Japón, país donde realizó una gira con casi quince fechas.
Su música puede ser tan delicada como cruda y de proyecto en proyecto prueba ser desafiante, impredecible, siempre cambiante. El imaginario de Fages que se complementa con su faceta de artista plástica, pasión que lleva en la piel desde hace años. A sus esfuerzos solistas se suman varios proyectos junto a socixs tan efervescentes como ella: “Viento, Fuerza, Tronador” (2011) de El Tronador; su etapa junto a Las Chicas de Humo, grupo compuesto por Lucy Patané, Lu Martínez y Sasha Sathya; su participación en “Presión Social” de Varias Artistas de Lucas Martí.
Su voz, distinta y personal, la convierte en una cantante especial, logrando siempre destacarse dentro de la escena porteña. “Sé que mi timbre es insoportable y lo trabajé un montón para que me guste” comenta Fages entre risas. “Sí, desde chica, te juro” añade. “En comparación a otros timbres, no sé si es distinto, pero es lo que me tocó”, dispara riéndose frente al mayúsculo espejo.
En los últimos años Fages viajó por Europa y Asia con sus canciones mientras en Buenos Aires un pequeño grupo de seguidores esperaba cada una de sus presentaciones. Con el paso del tiempo y en cada nuevo disco, varias ciudades del extranjero respondieron a su música manteniéndose siempre activa pero no siempre posibilitada de recorrer su propio país. “Hasta ahora había venido a Rosario y a Córdoba” apunta Fages y puntualiza que “ya había viajado algo pero el año pasado me propuso viajar más por Argentina porque ya había girado más por Europa que por acá, algo ridículo”. Asimismo, la joven del cabello turqueza explica que “Lo que pasa es que acá tocar es más difícil si no sos tan conocido y en Europa hay un circuito trazado donde podés ser no muy conocido y tocar igual. Hay lugares donde hay música en vivo todos los días y por eso están siempre buscando gente para tocar”. “Este tipo de movidas sirve para seguir construyendo”, concluye.
Una vida iluminada
Además de las aventuras en la ruta atravesando el territorio nacional y los países limítrofes, el Mototour 2017 es una oportunidad para conversar informalmente sobre “¿Qué es un long play?” en varias ciudades donde no hubo presentación formal. Cada recital es acompañado, en la mayoría de las ocasiones, con una charla sobre el libro y una oportunidad para que los seguidores del baterista acerquen su ejemplar para firmar. Tras algunos amagues infructuosos no hubo presentación en Rosario, por lo tanto, hoy es la chance de comentar el libro con su autor. En la puerta del CEC, antes de que las puertas se abran, el voluminoso libro aparece en mano o bajo el brazo de varias personas. Tal vez sea por eso que cuando Fernando vuelve al camarín luego de salir a investigar entre el público lo primero que dice sonriente es “Uy, cómo están los chicos de mi generación”. No caben dudas que el público siente un gran aprecio por las más de tres décadas de trabajo del multiinstrumentista y hace tiempo que aguardaban la chance de conversar sobre su publicación. “¿Quieren que les firmes el libro?” le pregunto a Samalea quien contento me responde,“Unos cuantos”. Apenas escucho sus palabras me viene a la mente un comentario que me hicieron minutos antes mientras la dupla rutera probaba sonido: “El libro tiene algo generacional muy preciso. Los que somos de esa generación reconocemos un detalle perfecto en lo que Samalea escribió”.
“Mirá que pronto vas a tener que entrevistarlo por el nuevo” comenta Marina. El baterista sonríe en silencio confirmando las palabras de su compañera y luego de beber de su copa de vino lo expresa en palabras, “Justo ayer me confirmaron que sale en septiembre. Me llamaron ayer de la editorial”. El inminente nuevo volumen autobiográfico se llama “Mientras otros duermen” y continúa con lo narrado en “Qué es un Long Play”, prometiendo explorar las vivencias musicales entre 1997 y 2010, cuando Samalea fue compañero de experiencias de Joaquín Sabina, Jorge Drexler, Andrés Calamaro, Rosal, Kabusacki, A- Tirador Láser y por supuesto, Charly García.
Sus experiencias junto a El Artista son el punto de partida para charlar sobre el libro.
– Es sorprendente como pasaste de ser un adolescente que escuchaba rock argentino en su pieza a estar protagonizando lo que soñaste y hasta cosas nunca imaginadas. Te metiste a pleno con la música, te dejaste llevar y con sacrificio todo se convirtió en realidad. Fuiste de escuchar a Charly en la casa de tu viejos a estar en Nueva York grabando con él.
Fue el momento clave. Charly me dio esa chance aún cuando podría haber contratado al mejor sesionista del mundo. Además, como cuento en el libro, se dio una situación sentimental que me hizo quedarme en esa ciudad maravillosa durante cuatro meses. Yo que venía de los monoblocks de Saavedra, de las calles de tierra, de una infancia y una adolescencia muy limitada de golpe lograba ver la fantasía del hemisferio norte, ese mundo tan increíble, que en épocas sin internet, básicamente, no quedaba otra que estar ahí. Una de las cosas que más me gustaba del libro era eso, situarme en el momento presente para que quien vaya leyéndolo se vaya sorprendiendo al igual que yo a medida que se dan los hechos. Además de hacerle un guiño a ese pasado tan lindo y privilegiado que me tocó y me sigue tocando vivir, quería que todo sirviese como estímulo para los chicos, dejarles en claro que muchas cosas pueden suceder en base a la suerte y al destino pero también por el propio estímulo que uno le ponga a la cosa. Ahí estuvo el secreto, un poco, cómo salir de un lugar y de golpe encontrarte en el mundo con Charly y Spinetta treintañeros, con sus discos más emblemáticos; con ese momento del rock nacional, de cuando hicimos Fricción o Clap, en medio de la carrera de Virus, Los Abuelos de la Nada, el despegue de Soda Stereo, tantas cosas que me estoy olvidando en este momento. Fue un momento clave en mi vida y me tocó estar ahí, soy un agradecido.
– Durante el primer periodo con García la prensa de Chile, u otros países en los que tocaban, hacían hincapié en que la banda de Charly eran un “punkitos” o unos chicos re “modernos” y que él se aprovechaba eso. Sin embargo, quien era re moderno y manejaba sonidos bien de vanguardia, era García. En el libro lo dejás bien claro.
Claro pero es gracioso porque Charly siempre dictó cátedra de modernidad. En Clics Modernos, cuando vuelve de Nueva York en el 83 se plegó perfectamente a la nueva generación y a las nuevas tendencias mundiales. Él mismo nos había dado muchas lecciones de modernidad a nosotros. No era solamente que nosotros éramos jóvenes y él se estaba nutriendo de nuestros supuestos conocimientos, ni mucho menos. Fue muy importante esa comunión de la chance que tenía él de mostrarse a grandes escalas en los estadios del mundo, en las giras, conocer las idiosincrasias tan increíbles del caribe, en toda sudamérica, centroamérica, México, ir a Estados Unidos, y también en esa escala, que nosotros tuviéramos la chance de desarrollarnos como músicos, aún teniendo muy en claro que el público lo iba a ver a él, el fenómeno convocante era él. Fue algo verdaderamente inolvidable, yo quería escribirlo asi como muy novelado para intentar transmitirlo a los chicos de ahora o a los que vengan en treinta años, para que tengan una idea lo que era el tipo de lenguaje que usabamos, los códigos, por eso me preocupé tanto en hacer las descripciones de los estudios, las ropas, los olores, intentar dentro de lo posible, no una literatura pero sí una descripción, con entretenimiento y humor, que refleje todo lo que iba pasando ahí.
– Cuando estás en la batería sos un tipo hiperkinético, siempre en movimiento, hasta hiciste percusión con maniquís. Sin embargo, abajo del escenario sos re tranquilo, te gusta conversar con mucha paz y relax. ¿Cómo funcionaba la química entre el García frenético y el Samalea calmo?
Él siempre le decía a la gente que yo era muy zen, “Fernandito es muy zen” (risas) En realidad, lo más increíble, es que nuestra relación continúa hasta el día de hoy. Estuvimos grabando con él para Random. Nuestra relación, mientras estemos en el planeta, va a continuar. Con Charly nunca hablo en pasado, fue algo que fue mutando con el tiempo pero siempre se vive en presente. Yo crecí escuchando su música, mi primer concierto fue uno de La Máquina de hacer Pájaros, escuchaba esos discos. Cuando él mostró ese mundo fantástico con las puestas de Renata Schussheim para mi fue un sueño. ¡Lo que fueron las presencias de Yendo de la cama al living o Clics Modernos! Obviamente que uno soñaba alguna vez poder tener la oportunidad de estar en esos escenarios. Yo tenía muy en claro que quería tocar con él, incluso, me tentaba más lo oportunidad de tocar con Charly que tener un grupo exitoso. Eso porque había entendido muy bien el concepto de él con sus bandas; primero con la banda que tuvo con Calamaro, Willy Iturri, Basterrica y Cachorro López; más tarde con la otra, con los GIT y Fito Paez, ellos dictaron cátedra de lo que eran dar un concierto, la puesta en escena, todo. Los jóvenes de esa época tuvimos muchos estímulos. A todos nos agarró con menos de veinte años. A mi a los dieciséis me tocó ver a Spinetta Jade, tuvimos muchos estímulos. Yo pude ver toda la carrera de Serú Girán también. Muchos, muchos estímulos, mucha información, y también, a la vez, esa avidez, aunque parezca un chiste, la falta de celulares, le daba a las salidas por la ciudad una concentración mucho mayor en el momento presente. Los chicos de ese momento disfrutamos de mucha información, al margen, de toda la que interiormente puedas fomentar a través de la lectura, de los clásicos y hasta la deportiva. El mundo de Charly fue clave en mi vida y evidentemente lo sigue siendo.
– ¿Cómo fue el momento en que conocés a Richard Coleman y se van metiendo en ese universo que luego fue Fricción?
Yo a Richard lo conocí de sorpresa. Me llamó Ulises Butrón, a quien no conocía así como tampoco a Metrópoli. En mi confusión, como me llamaban por referencias del mundo del jazz, yo pensaba que era algo ligado a ese tipo de música, algo de jazz o fusión. En esas épocas se hablaba por teléfono y siempre la línea hacía mucho ruido, eran tiempos la empresa ENTEL (risas). Era increíble poder llegar a hablar por teléfono. Entonces fui a la cita pero no sabía con quién me iba a encontrar, pensaba que iba a encontrarme con gente mucho más normal (risas) y de golpe abre la puerta Richard y estaba Ulises. Después conocí a Isabel De Sebastian. Fue la primera vez en mi vida que tomé contacto con el mundo moderno de una forma tan directa. Por supuesto que fue importantísimo conocerlo a Richard porque, a la vez, fuimos socios hermanos en todas las cosas que nos fueron sucediendo. Primero formamos Fricción junto a Gustavo, luego tocamos con Calamaro que nos dio la chance de grabar en Vida Cruel y través de eso vino Charly y Las Ligas. Una de las cosas más difíciles para mí fue decidir no seguir siendo parte del proyecto Fricción, ya estaba muy encaminado con lo de Charly y, honestamente, en ese momento yo entendí que tenía que seguir con lo que yo más sentía. Pero con Richard seguimos haciendo cosas a través de la vida.
– La riqueza de los detalles en el libro habla de un trabajo muy meticuloso que también debe haber sido muy emotivo.
Lo más difícil de escribir fue sobre los amigos, las personas que uno ha querido y que ya no están. Al haber escrito el libro como novelado, con diálogos y todo eso, una de las cosas más tristes fue abordar casos como el de María Gabriela Epumer, Horacio Ferrer, el propio Gustavo, el Negro García López, gente que lamentablemente ya no está. Gente muy querida. Fue la chance de armar una especie de obra teatro imaginaria, de ponerles voz, de ponerles humor, palabras, fue para mí muy emocionante estar ante el papel en blanco y poder recordar conversaciones y tratar de transcribirlas. Eso, lógicamente, fue lo más movilizante de escribir sobre el pasado. Escribir sobre el pasado no me pesa en lo más mínimo, yo siempre tuve una mentalidad muy futurista y siempre me siento en el mejor momento, no cambiaría nada de lo que tuve antes por lo que tengo en este mismo instante. Tengo la suerte de seguir desarrollándome a través del tiempo de una forma muy reconfortante y en un momento se acabará. Será algo muy poético irse en el momento que fuese, ya está.