KILL FLORA EN ROSARIO: RUIDOS ANIMADOS DE AYER & HOY

Kill Flora llegó a Rosario por primera vez para integrar una nueva edición del ciclo Electric Monkeys. De manera consciente, el cuarteto se desmarca de las etiquetas restrictivas y generalizadoras. Afirman sus primeros pasos entre ruido y humor.

Divertirse es importante. Especialmente cuando se puede contagiar a los demás. Kill Flora logra hacerlo a través de una química eléctrica que inyecta energía positiva para mantener el espíritu con humor, aun cuando la realidad tira para abajo, entre turbulencia política y desapego afectivo.
Sus integrantes tienen entre 19 y 20 años. A priori, podría afirmarse que ese ímpetu contagioso es propio de su energía adolescente, sin embargo, el cuarteto tiene una musicalidad pegadiza natural, cortesía de una crianza al calor del lenguaje universal del pop.
El cuarteto está compuesto por Ana Julia González (guitarra y voz) y Lucía Szellner (guitarra y voz), fundadoras y compositoras, junto a Nacho Domínguez (bajo) y Andi Bussola (batería). Cuando combinan sus voces, las creadoras de Kill Flora armonizan como dignas herederas de Abba, elevando la llama popera por encima de la distorsión alternativa de sus guitarras. Con ese rasgo característico, la banda se distingue desde el vamos. Pero hay más, puesto que sus cuatro integrantes tocan con prestancia como una unidad musical contundente. Loopeando con el principio: química contagiosa para energía positiva.
Se mueven entre los límites del noise-rock-alternativo-vintage-noventa y algunos paisajes sonoros poperos con texturas. Desde ahí exploran las estructuras de las canciones, la melodía y los ganchos dentro de su sonido que bombea energía adolescente y curiosidad por desandar su visión de la cultura pop centennial, con una yuxtaposición de elementos constantes, algo que caracteriza a su generación al igual que la era de la información que habitamos. 
Están en Rosario por primera vez para participar en Electric Monkeys, ciclo que hace base en Casa Mona. En esta edición dominical el cartel está integrado por el crédito local Mica del Pasado y  Señorita Miel que, como Kilflo, llegan desde la enormidad del AMBA.
Para las bandas visitantes, la noche anterior hubo una fecha en Córdoba, llegando a Rosario por la tarde, con expectativa por tocar ante un público nuevo.
En Casa Mona, el cuarteto toca canciones como «Pussy pancake», «Tanto viento», «Lejana», «Juan» y «Estaba tan segura». Algunas son recientes, otras son de Entrada Triunfal, su EP del 2022, el resto son inéditas de un material que está por venir. 
El primer tema es «La casa de tu mamá». Es un arranque en el que no se guardan nada. Meten una canción detrás de la hora, sin perder un segundo. Puede que las primeras canciones parezcan básicas cuando se la compara con las que están por venir, pero todas comparten una cualidad: son pegadizas, como intencionalmente pergeñadas para viajar en el tiempo hacia la frecuencia de las FM rockeras de los noventa, cuando el ruido garagero de la patria alternativa tenía esqueleto de canción pop, pero pasaba de la solemnidad discursiva y los tonos ocres de una industria necesitada del marketing grunge.
Sobre el escenario estirado de Casa Mona la banda forma, de cara al público, con batería, bajo, guitarra y guitarra. A medida que la lista avanza se evidencia una dinámica curiosa en la banda: en los extremos, Nacho y Lucía funcionan como pilotes de equilibrio para que, en el medio, Andi y Ana desborden, con sus respectivos mástiles, hacia afuera del escenario, sobre las cabezas del público. Al mismo tiempo, el bajista gira hacia la batería, sin mirarse, mientras que Szellner y González, se reclinan apoyándose en la espalda de la otra o se enreden, entre sonrisas, cantando sin desequilibrar su desempeño armónico. Lo sostienen aun cuando, por momentos, el sonido del lugar se empañe. 
En el plano general la banda está ajustada, sin fisuras. Con todo, en el torrente acelerado, el grupo resigna ciertos matices y sutilezas de sus estribillos. Es cuestión de canalizar toda esa musculación hormonal, direccionarla hacia sus aspectos más atractivos, sin por eso recargarlos. Cuando las melodías fluyen, a lo largo de los riffs que entran y salen de la distorsión y la armonía, se trata de pop maravillosamente ruidoso. 

2024 tiene un tono especial para Kill Flora. Sin apuro alguno, producen nuevo material, una de cara al futuro. Su presente es saludable, pero miran hacia adelante, optimistas de aventuras por venir.  “Estamos preparando un álbum. Creo que, en un sentido, es como una carta presentación”, avisa Lucía. “Es un trabajo hecho por y para Kill Flora y su comunidad”.
“Le estamos poniendo mucho trabajo y dedicación. Todo lo mejor”, sostiene Ana.
“Vamos pensando los conceptos. La idea es que haya algo que una línea. No queremos que sea simplemente una recopilación de canciones”, adelanta.
Para ambas fundadoras, grabar Entrada Triunfal fue un evento. Comprendieron que era el principio de algo. El primer paso. Un movimiento fundamental y necesario.
Ahora es tiempo de otra cosa. Llega otro paso. 
“Lo estamos componiendo”, cuenta Lucía, contenta, mostrando una sonrisa tímida que se atreve a más. “Creo que recién estamos pasando la puerta a lo que es la obligación: un álbum”, dice, priorizando esa última palabra. 
El nuevo capítulo se está escribiendo por estos días. Mientras tanto, intentan concentrarse, sin ansiedades. “Recién en unos menos vamos a poder preguntarnos sobre todo esto”, reflexiona Szellner.  “Hoy en día no estamos en ese lugar. Son todas cosas re serias”, concluye. 

Kill Flora no pretende ser nada más que Kill Flora. Sus videos rebalsan de colores, entre situaciones de acting gracioso y espontaneidad sólo porque sí: baila, comen pizza, toman mate, te clavan la sombrilla. Son gente divertida. Se hacen cargo. No abrazan ningún deber ser ajeno. Tampoco toman prestadas muecas de turno. Hay comodidad en ser naturales, sin necesidad de impostar personajes ni construcciones. 
De la misma manera que se divierten sobre el escenario, se desentienden de cualquier etiqueta constrictiva. Lo hacen, claro, entre risas.Cuando vimos el término Postpunkdemia nos cagamos de risa, dijimos, ¿qué es esta boludez?”, comenta Nacho, ante la mirada incrédula de sus compañeras. “Post-punk es una parte muy pequeña de todo lo que están haciendo todas las bandas”, considera el bajista.
Más allá de las risas, Ana reflexiona que “igual está bueno que tenga un nombre porque eso le da más visibilidad. Eso sirve, no vamos a negarlo. Pasa que un montón de cosas terminan con el mismo nombre. Cuando se nombre un movimiento va a haber cosas que solo tienen ese nombre por la época. Blondie, por ejemplo, estuvo atado a etiquetas debido a su época o por su género. Entonces era rock o new wave. No tiene nada de malo, tampoco”.
La cantante y guitarrista también precisa que “fue ese momento que todas las bandas salimos a tocar. Nunca nos preguntamos qué etiquetas teníamos cada grupo. En ese sentido, como que siempre nos sentíamos re juntos, en movimiento juntos, y después cuando empezó a saltar esto de Post-punkdemia, todos nos empezaron a preguntar al respecto, y es como que es raro formar parte de algo en general, como de una cosa generacional, porque todo el mundo pone etiquetas, y es como que automáticamente estás en esa”.
Lucía, por su parte, sonríe, como si esta discusión ya hubiese existido en su cabeza o en el propio seno del grupo. “Una cosa es que te etiqueten como banda que surgió en esa movida. Pero si es una etiqueta justamente de género es un problema”, explica.
“Nosotros claramente no somos post-punk, aunque igual sí estuvo la tentación, no voy a mentir, pero siempre intentamos ser como lo más fieles, por así decirlo, lo que nos gustaba en serio, que es un poco más tirando el pop, indie, a princesas de Disney”, concluye, entre risas.
Sobre esa ya superada tentación indica que “veíamos a las bandas amigas que hacían eso y las escuchabas y tipo, uy, ¡eso está muy bueno! Pero logramos resistir la tentación para no hacer lo mismo también. Tampoco es que estemos muy diferenciados, ojo, siempre hay un montón de cosas que se comparten”.
“Nosotras dos, que somos las que componemos, crecimos escuchando más que nada pop. Somos eso”, profundiza Lucía. “Presiento que si me siento para hacer una canción de punk jamás va a ser tan genuina como esas canciones gancheras que vos mismo destacás sobre nuestra banda. Eso lo tenemos internalizado”. 

La incursión a Córdoba y Rosario representa la primera salida federal de Kill Flora. Meses atrás tuvieron la posibilidad de tocar en Montevideo, en el marco del Festival Nuevo Día. Si bien manejan una química extra musical, algo esencial para que cualquier proyecto artístico perdure en el tiempo, es justo decir que estas experiencias de viaje, tomando la ruta y conviviendo durante días enteros representa una estrechez mayor en sus vínculos. En ese sentido, ya lo saben, todo es aprendizaje. 
Cada nueva experiencia la encaran de forma conjunta. Aprenden como grupo y como individuos. Por supuesto, además, se conocen cada vez más, profundizando en sus amistades. Todavía con margen para descubrirse, el encuentro con RAPTO permite algunas revelaciones sorprendentes. 
“Tenés razón cuando decís que los temas son re gancheros”, comenta Nacho, en confianza, ante el grabador. Se queda pensando luego de las preguntas sobre Post-Punkdemia y, cuando ve la oportunidad, revela: “o sea, esta cosa de que las chicas son una fábrica de hitazos…tenés razón. Cuando las conocí re pensé eso. Fue una de las cosas que me gustó antes de unirme a la banda. Es algo que no se ve tan seguido”.
Lucía y Ana se miran, compartiendo una mirada cómplice y estallan de ternura: “¡Fábrica de hitazos! ¡KE! ¡Tiraba esa, tiraba esa!”.
Todavía falta un rato para tocar y se divierten, pasándola en grande. Más tarde vendrán algunos partidos al metegol versus Señorita Miel. 
Están preparando material nuevo. Su primer álbum. Eso llega con desafíos. Otros. Pero ahora, domingo, en el litoral argentino, con temperatura de mangas cortas, las risas relajadas fluyen en la charla amena. 
La palabra responsabilidad surge, una y otra vez. Es una parte considerable de este periodo fructífero en lecciones y crecimiento decisivo. 
La llegada a Uruguay, las fechas en ciudades importantes de Argentina, el larga duración: balizas de un camino breve pero sólido. Lo que surgió como un proyecto de dos mejores amigas ahora tiene un espesor concreto, entre responsabilidades, metas, sorpresas y un horizonte por descubrir. 
La otra palabra que aparece, reiterativa, es cambio. En el intercambio, de manera inconsciente, Ana y Lucía la utilizan. Atraviesan una etapa de cambios. En la velocidad de la agenda pasa desapercibido, casi. Desde afuera, esos cambios, ese progreso del proyecto, es notorio. 
“Creo que no notás tanto cambio, porque capaz decís, el finde que viene vamos a Córdoba, y lo tomás como viaje escolar”, verbaliza Lucía, gesticulando con sus manos. “Nunca terminás de caer y decir, uy, estoy haciendo una gira con la banda”, agrega.
Organizar fechas; ordenar la agenda de la banda y de la vida real; hacer remeras; desarrollar un disco nuevo; ensayar; viajar. Andan en esa.
“Son un montón de cosas, pero en el día a día las hacés. Ya está. Muy difícilmente te pones a pensar en eso. No lo llevamos como algo tan es una carga, ¿viste?”, concluye.
Para Nacho, el cambio trajo mucho. Todo positivo. Es ponerse. Entender que uno está buscando esto. “Todo esto ha traído bastantes momentos para compartir que nunca se me ocurrió que yo iba a vivir. Ha traído su desafío de organización, convivencia, etc. Como mucho lo que pasa en estas ocasiones es el estrés de toda la organización, pero es para mejor”, afirma. 

El próximo toque de Kill Flora llega en pocos días: junto a Posguerra, Las Tussi y Ryan en Sonido Konex, el jueves 20 de junio.
Szellner y González miran alrededor para agradecer tanta movida. Cuando piensan en los días formativos de su banda, afirman que no pasaba demasiado.
“No había tanto para nosotras en ese momento”, recuerda Ana. “Sí estaba el indie, pero no era como de nuestra generación. El trap, ponele, pero no lo sentimos”.  
Ahora están en una ola que sigue creciendo, con la oportunidad de ser protagonistas. De nuevo, van sin apuro. Tienen mucho para hacer. 
“Somos las más chicas de la movida. Es rarísimo eso”, piensa Lucía.
Lo que más me interesa, entre las chicas de nuestra edad, es generar una especie de iniciativa”, explica. “Si ves que estoy tocando, seguramente vos también puedas hacerlo. Ojalá vengan muchas más”. 

 

Texto de Lucas Canalda / Fotografía por Kiki Valentini

 

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