¿Cobertura de recis o cronología de instantes? Desde 2018 La movida de la movida fotografía la escena under de Buenos Aires, entre claroscuros, blancos incandescentes y cuerpos fantasmales.
Siluetas movidas, como corridas de su eje por sus gritos, tanto que parecen fantasmales. Sudor en rostros desdibujados por sus bocas enormes, abiertas hasta el límite. Gente planeando sobre gente, en una perspectiva que se entiende como micro estadio de felicidad, al menos por un rato. Bandas ignotas vistiendo remeras de otras bandas ignotas, como una sucesión de reflejos loopeados. Negros, grises y blancos incadescentes. Conurbano y Capital se confunden en una geografía imprecisa donde únicamente guía el ruido. Texturas ásperas por la humedad edilicia y el sudor humano. Trapos, tatuajes y micrófonos castigados. Bienvenidxs a La movida de la movida.
La fotografía musical es una forma de arte sobre la que rara vez nos detenemos a considerar en el infinito scrolling cotidiano, pero que disfrutamos como una constante inherente a nuestras vidas recitaleras.
La imagen es extremadamente poderosa dentro de cualquier ámbito del circuito musical. Lo más destacado de un festival o la reseña de un concierto, parte de la fotografía, ya sea en una revista, un periodico, un fanzine avanzado, una cuenta de Instagram o TikTok u otra red social. Mientras que los videos de efímera duración se multiplicaron por billones en la última década, la ecuación romántica de la fotografía no se vio alterada, gracias al poder del instante eternizado.
La fotografía de conciertos es una forma de arte en sí misma. Una forma de autoexpresión, sin dudas. Pero hay algo más: se trata de una acción que desencadena los sentimientos de los demás; afectando mediante la emoción.
La cultura musical underground y la fotografía, ahí donde paredes y techo se confunden en su decrepitud, siempre han sido un paraíso combinado para la expresión y la experimentación.
Lxs artistas que se encuentran en un margen del espectro tienen mucho más espacio para probar cosas que quizás no sean aceptadas de inmediato por la corriente principal. Estas culturas también tienen un fuerte sentido de comunidad, donde todos se unen, ya sea a través de una causa común, sonoridades, valores éticos o estéticos, o simplemente apoyándose y cuidándose unxs a otrxs.
La magia de las noches infinitas en cuevas de ruido es fotografiar instantes únicos que únicamente la mirada atenta logra eternizar. Nos referimos a la interacción entre la banda y el público, donde ambos se unen; o algún cuerpx flotante, haciendo stage dive, subiendo o bajando, entre una pequeña marea de brazos enardecidos. Caos, adrenalina, disfrute y sublimación se suceden en lo que dura una canción ruidosa y abrasiva.
En épocas de dispersión digital y de feeds reducidos a su mínima expresión, como si únicamente importase el ahora más rotundo, eliminando todo rastro del camino que nos formó y nos trajo hasta acá, La movida de la movida hace del Instagram un territorio de vivencias urgentes, entre claroscuros, distorsiones e hilos de luz.
Cronología de fotografías, zine digital o enciclopedia de instantes: La movida de la movida es todo eso y algo más.
Desde 2018 la cuenta hace un registro personal del circuito punk y sus diversas vertientes, apostando a visibilizar la constancia de un movimiento con una comunidad de raíces profundas que hermana a varias generaciones.
La persona responsable de La movida de la movida es Chuli, AKA Chuli Miseria, AKA Carlos Martín Córdoba, músico, fotógrafo y, por supuesto, militante de la escena under de Buenos Aires desde hace décadas.
Hardcore, indie, emo, trap, garage, post rock, etc. La lista podría seguir, ya que la presencia discreta de Chuli se siente atenta, con la cámara lista para disparar y capturar a una escena under que en los últimos años cobró relevancia, cuando la gente volvió de lleno a las fechas con bandas haciendo música tocada en vivo.
“Desde 2016 venía sacando fotos en fechas de la movida hardcore de Buenos Aires, que luego subía a mis redes”, explica Chuli.
El proyecto tomó otro espesor después de la pandemia, cuando la agenda volvió a una aparente normalidad. Sin embargo, ese regresó escondía un plot twist: las cuevas estallaban de gente, con el público de siempre, que ahora se combinaba con nuevas generaciones. Lo mismo sucedía sobre el escenario, con bandas recién nacidas se entremezclaban con nombres conocidos, clásicos y hasta leyendas vivas.
En ese cruce de intensidades, La movida de la movida logra un envión, con ojos atentos a la fotografía, además de una constancia necesaria que demostró que ahí había algo.
“Después de la pandemia, hablando con Joa de Los Caídos, me dio el nombre y la idea de plasmarlo. Hice un Instagram y empecé a subir todo lo que tenía archivado en la compu. También un poco de la gente que me insistía en armar un fanzine con las fotos que postergué muchos años”, recuerda Chuli.
Desde la urgencia democratizante del DIY, las fotografías de La movida de la movida, en un principio, fueron hechas con la cámara de un celular. Tiempo después llegó una cámara digital que estabilizó el pulso, pero no las mañas: “la idea es que las fotos salgan como cualquier persona que va a un reci y quiere sacar una foto con lo que tiene a mano”.
“La mayoría de las fotos son sacadas desde mi celular, es lo que le da eso de que estén movidas. La cámara digital, si bien tiene mucha mejor calidad de imagen, le encuentro la vuelta para que sean movidas”, cuenta Chuli.
El registro es crudo, honesto y espontáneo. La imperfección fugaz de las fotografías de La movida de la movida plasman las rispideces que caracterizan al punk y toda su subcultura. Se trata de algo más que la sonoridad de un gueto: la cámara captura la entrega y el sentimiento urgente.
Repasar con paciencia el feed de La movida de la movida arroja una realidad: Chuli logra la paciencia justa para el instante ideal, nutrido por una comprensión de la música y un sentido de veracidad. Detrás de cada disparo se encuentra un tipo paciente que, ante todo conoce cada curva de las canciones que suenan. Antes que nada, comprende la verdadera naturaleza del encuentro. Estamos aquí por la música.
La fotografía de recitales sigue funcionando como faro para los espíritus curiosos. ¿Qué está pasando allá afuera? De todo. Una ventana ideal para descubrir información puede ser La movida de la movida.
Quienes transitan la escena, encuentran postales de sus propias vivencias, reconociendo y reviviendo instancias; para el público externo -entiéndase como gente o público de otras ciudades o de otras movidas, o simplemente aficionados de la fotografía- cada cuadro resulta en curiosidad por saber qué está pasando ahí, instigando la necesidad de conocer, tanto a las bandas como a su música y hasta los lugares donde todo transcurre.
El arte está en constante evolución. Las bandas cambian. La transformación, fecha por fecha, puede que parezca imperceptible, sin embargo, a la distancia del tiempo, los cambios se manifiestan patentes. Es ahí donde el registro toma valor de archivo histórico con tintes de antropología inconsciente del momento, tan espontánea como salvaje.
En el caso de la música underground, esa mirada testigo se vuelve significativa y vital para la posteridad. La apuesta, entonces, logra otra densidad: una voz que dice estuvimos acá, existimos, sucedimos.
Hay muchas cosas sucediendo en el under de todo el país, lo cual es una especie de señal muy esperanzadora. La movida de la movida es apenas un recorte de una ciudad que gesta, cobija y recibe. Podemos encontrar fotos de bandas de Buenos Aires, aunque también de otras provincias, y hasta de visitas extranjeras.
Están las bandas. Está el público. Gente. Transitan calles y callejones. Viajan en colectivo, en trenes, en flete llevando los instrumentos. Están ahí, acechando, buscando el lugar para expresarse o sentirse reflejado. Quien una noche es público mañana puede estar sobre el escenario, o viceversa. O puede que esté haciendo fotos, o videos, o escribiendo o dibujando.
Más allá de los nombres propios, la escena genuina se compone de una cantidad importante de personas en diferentes partes que son genuinamente creativas.
“La movida actual me parece increíble”, opina el músico y fotógrafo sobre el presente del circuito.
“Cada día salen nuevas bandas. Trato de conocer todas, más allá del hardcore”, explica. “Volvieron a salir festivales con bandas emergentes, a la par de eso, aparecen chicxs que disfrutan como yo de registrar todo el mambo”, agrega, con entusiasmo.
Con la constancia de los años Chuli supo condensar un archivo robusto. La totalidad del material, por supuesto, permanece inédito.
En La movida de la movida hay una regla que se cumple casi a rajatabla: una foto por banda. El resto del material está guardado en la computadora de Chuli, esperando la oportunidad de ver la luz.
Mientras la carpeta digital de fotos sigue creciendo, las fotografías fueron abriéndose paso por otros medios. Por fuera de Instagram, La movida de la movida publicó un foto zine, además postales navideñas.
Con las publicaciones impresas, el sentido comunitario se manifiesta otra vez. Chuli no está solo, por eso destaca que “no hubiera hecho mi primer foto zine si no hubiera contado con la ayuda de Shis, cantante de Fuun. Ella armó todo, desde los zine hasta las postales”. Asimismo, Chuli indica que Agus del fanzine 1992 fue esencial, ayudando a diagramar.
A propósito de fotógrafos o proyectos que antecedieron a La movida de la movida, Chuli apunta que “la única referencia que tenía era un fanzine que me regalaron de Get Shot – A Visual Diary 1985-2012 de Martín Sorrondeguy, de Los Crudos y Limp Wrist”.
“Hay muchos buenos fotógrafos en la escena”, comenta Chuli.
“Ojalá haya más proyectos como La movida de la movida cuando yo no esté. Lo mismo que las personas que filman los shows. La fotografía es necesaria para que la escena no quede en anécdotas. Es buenísimo lo que está pasando”.
Texto por Lucas Canalda
Fotos por Chuli AKA La movida de la movida
¿QUERÉS MÁS RAPTO? CHEQUEÁ NUESTRA NOTA CON EL FOTÓGRAFO NACHO ABSTRACT