Con las presentaciones de Dekadencia, Pastachuli, Lalalas y Dalia Desamor, el Festichiks propuso una noche de diversidad estética y el capítulo cero de una nueva serie de colaboraciones afectivas entre músicas rosarinas.
Es un tiempo estimulante el que se vive en el circuito musical independiente rosarino. Un sentimiento de conciencia colectiva está atravesando a las microescenas que semana tras semana reverberan en diferentes cuevas de resistencia autogestiva o espacios públicos que escuchan propuestas e inquietudes externas.
Por esos estos días, cualquiera que quiera salirse de la agenda pautada desde el discurso homogéneo de provincia y municipio, se encontrará siendo testigo privilegiado de una camada de artistas que buscan ser hacedorxs de su tiempo, protagonistas entusiastas de todo lo que está por construirse en un contexto institucional donde los paradigmas rancios son rechazados a medida que consciencia, herramientas y deseo de se alinean en un mismo latido.
Pasearse por lugares como Puerto de Ideas, Bon Scott, Club 1518, La Toma, Sala Alfred Jarry, La casa de Gogo o algunos clubes barriales es presenciar la etapa que marca la aparición de un deseo: una juventud que busca representarse por sí misma; una juventud que no responde al rol que otros le endilgan (centennials abstraídos por las redes o Netflix y otras bajadas prejuiciosas que se leen en editoriales culturales de La Capital, por citar un ejemplo); la que concurre a festivales, lecturas de poesía, ferias de fanzines, es una juventud que se vuelve sujeto en voz propia; es un juventud politizada que, más allá de lo partidario, hoy desea tomar el control de sus destinos.
Un sentimiento de aquí y ahora se hace carne en el accionar de cientos de jóvenes hacedores de las expresiones que circulan por el corazón subterráneo de la ciudad. Comprendiendo el poder verdadero que emana del “entre todos”, esos canales underground se vuelven cada vez más chicos, mientras la unión se muestra en números y salta a terrenos mayores ocupándolos bajos sus propios códigos. Algunas semanas atrás el Festi MUG llenó dos noches de pleno groove en el Galpón de la Música. Mientras tanto, otras semillas van creciendo del poder del encuentro generacional y del diálogo empático.
Hoy el circuito empieza a dialogar, a conocerse, a aunar fuerzas en pos de una apuesta colectiva; se trazan interrogantes sobre el ahora y la dirección de todo lo que está por venir.
Conscientes de sus diferencias generacionales con sus padres o hermanos mayores, se camina abrazando esa diversidad que los une a sus pares y familias elegidas, se organizan en pos de nuevos espacios, de nuevas voces, de nuevas formas de vincularse. Se construye futuro, otro futuro, uno que precisa comprenderse, conocerse y apoyarse como pares de una misma obra.
La historia les pertenece, son protagonistas que aceptan el rol, aprendiendo y creciendo juntos; discutiendo y desarticulando lo que otros impusieron como doctrina de crianza. Ladrillo por ladrillo, con la pasión del otrx potenciando e inspirando a ir por más, una ciudad parece estar germinando en franca resistencia al macrismo o a políticas culturales locales que apuestan fuerte al golpe de efecto y a los títulos rutilantes más que a una genuina confianza en la cantera local.
El pasado sábado 18 de mayo tuvo el Festichiks en el siempre presente (y sobreviviente) Puerto de Ideas, espacio cultural independiente que alberga emociones desde hace ya más de cinco años. Allí hubo una pólvora que explotó en el calor de la diversidad con muestra fotográficas, editoriales y música en vivo a cargo de Dekadencia, Lalalas y Pastachuli. La intervención poética estuvo a cargo de Dalia Desamor que en los últimos veinte meses viene eliminando todo tipo de divisiones entre poesía y canciones en vivo.
Un primer indicio a la génesis del festival puede reducirse al encuentro casual entre fumadoras que despuntaban el vicio una lluviosa tarde de otoño. Sin embargo, llegar a ese momento, inducirlo, es causalidad devenida de un proceso de decisiones determinadas.
Un mes atrás, el bar Casa Brava fue escenario de una charla abierta de las músicas y gestoras Barbi Recanati, Patricia Pietrafesa (She Devils, Kumbia Queers) y Ani Books (Alto Guiso) auspiciada por el sello Goza Records y la radio Futurock. La premisa de esa serie de encuentros es poder hablar, aprender, intercambiar experiencias y conectarse entre mujeres y disidencias sexuales en la escena musical actual. El fin es lograr un espacio para mujeres artistas, productoras y trabajadoras del sonido donde poder hablar sobre cómo aportar a la construcción de un nuevo camino para las mujeres en la industria musical.
Esa tarde unas cincuentas personas se dieron cita e intercambiaron ideas a micrófono abierto. Entre esas asistentes había muchas bandas y solistas pero, fue en la puerta fumando, cuando los destinos de Dekadencia y Lalalas se encontraron. “Nos encontramos en la puerta, fumando”, explica Florencia, baterista del cuarteto punk rock. “La idea del reci surgió cuando la tarde de la charla de Barbi y Patricia. Justo habíamos pedido una fecha y esa tarde ahí mismo con Cata y Flor de Lalalas. Después fuimos conectando con Pastachuli y Sabri de Puerto de Ideas se re copó”.
La fecha ya estaba marcada en el calendario de Dekadencia. El objetivo era poder generar un ingreso para engrosar el presupuesto dedicado a la grabación de su próximo disco. “La fecha se armó en la charla de Goza Discos. Estábamos re cebadas y se dio cuando salimos a fumar un pucho. Ahí mismo salió armar una fecha para que las pibas puedan grabar el disco”, recuerda Catalina, una mitad de Lalalas. “Ni lo dudamos, fue un re que sí en el momento”, agrega.
Desde temprano la convocatoria reunió a todas las protagonistas en el patio de PDI. Allí, entre preparativos y detalles previos a la apertura, músicas, fotógrafas, maquilladoras (glitter a colaboración) fanzineras y poetas iban ensanchando el vínculo, venciendo la timidez inicial pero también descubriendo la cantidad de vivencias que las unen. Empanadas, cerveza, vino y alguna delicia vegana fueron matizando el trabajo final hasta el arranque sobre las once de la noche. Mientras tanto, Pipo Pantro, el felino anfitrión del centro cultural, pululaba entre las piernas de las presentes buscando alguna caricia simpática.
“¡Gemelas! ¡Gigi! Vamos, vengan para el baño, vamos a hacer la nota” grita amistosamente Lola Sinasco, cantante y frontwoman de Dekadencia. Pronto las Deka están en la puerta del baño grande de Puerto de Ideas. Siendo una casa de pasillo de esas pocas que sobreviven al planeamiento sojero de edificación céntrica, el baño principal del centro cultural tiene una amplia bañera que no dejan dudas, las fotos tienen que ser ahí, con toda la banda metida adentro. Pero Sinasco eleva la apuesta: las fotos son en el baño, pero la entrevista, todxs juntxs metidxs en el baño, a puertas cerradas. Así, cada una encuentra su lugar para sentarse y enfrentando el grabador, la nota comienza.
“La unión de esto se da a partir de gente copada que está luchando por lo mismo. Siempre contamos con gente que sabemos va a responder, que acompaña. Nosotras hoy tenemos una meta que es juntar dinero para grabar nuestro próximo disco. La fecha de hoy se arma bajo esa causa. Todas las chicas se coparon a sumar”, detalla entusiasmada la cantante. “Se sabe que es autogestivo, que somos pibas que tenemos trabajos comunes que nos gusta hacer música, siempre teniendo un objetivo común que es seguir adelante con nuestra música. Contamos con gente buena onda, que suma. Por eso sale algo como lo de hoy”.
Según Gigi, guitarrista de la banda, la unión es vital para la escena. Cada paso significativo puede lograrse con una conexión genuina entre todos los factores que forman la movida: bandas, sellos, bares, centros culturales, público y estudios . “La idea es siempre crecer desde los lugares que nos apoyan y están en la misma que nosotras, por ejemplo este mismo lugar que es Puerto de Ideas”. La también cantante y violera de Chicle remarca que el sentimiento de hermandad es el impulso decisivo para pensar un futuro más amable, inclusivo y sensible con la producción cultural desde abajo: “Nos unimos para disfrutar y crear cosas nuevas. Con cosas siempre saliendo de la autogestión y del encuentro, del bancarse entre todas, bandas, fotógrafas, poetas, pintoras, expositoras, escritoras, cualquiera sea la rama del arte”.
Sentada sobre el borde de la bañera, Sinasco destaca como algo tan sencillo como una charla relajada y desde la franqueza puede ser el punto de partida para una construcción de gran escala. “Todo esto se da porque empezamos a conversar. No hay tanta vuelta, al final. Nos vemos las caras en recitales, nos damos un like en Instagram, compartimos fechas, llevemos todo a un estado más allá. Hagamos cosas. Ahora Flor de Lalalas dice que tiene una casa linda para armar movidas. OK, ¿entonces qué se puede generar ahí? La idea es seguir. Ganas, esfuerzo, buena onda, encuentro”.
Dekadencia ya tiene más de una década de vida en los escenarios rosarinos. Muy temprano en su carrera compartieron un bautismo de fuego compartiendo fecha en el debut local de She Devils en diciembre de 2008, ocurrido en el ya legendario El Sótano.
Desde entonces están sacudiendo sus canciones donde se presente oportunidad. Arrancando como adolescentes, hoy mujeres jóvenes ya formadas, mantienen un sentido de unidad y un mensaje de igualdad. Hasta la fecha editaron tres trabajos: Liberando nuestro interior, Vestidos de negro y Le Voyage.
“La banda nació en un campamento, cuando éramos muy chicas con la Juli (guitarrista original). Decíamos que nuestro sueño era tocar en una banda de rock. Ahí fue nuestra primera vez de imaginar tocar”, apunta Flor, baterista e integrante original del grupo junto a su hermana gemela, Sole, bajista.
“Los cambios se fueron dando de acuerdo a las circunstancias. Yo vi toda la mutación desde afuera como amiga y la viví desde adentro como integrante” aporta Gigi . “La banda siempre fue sólida. Si bien fue variando siempre mantuvo lo que fue desde el principio. El hecho de elegirnos como familia todos los días le da un plus, la banda es un disfrute además de mantener los estándares éticos”.
“En Dekadencia nada fue planeado. Siempre cada integrante fue libre de hacer lo que quiera. Siempre buscamos pasarla bien, tocar, seguir adelante”, comenta Sole, sentada sobre el bidet y rápidamente saltando del pasado al futuro: “Ya tenemos canciones nuevas, estamos listas para grabarlas. Tuvimos oportunidad de grabar en Buenos Aires. Estamos re queriendo arrancar.”
Entre olores de solventes de limpieza, un chiflete frío se cuela desde algún recoveco indefinido. Todavía a puertas cerradas, se preguntan por dónde puede venir, recorriendo a ochos ojos las paredes plagadas de stickers hasta llegar al techo bien alto. Nadie parece encontrar la solución. Pero Gigi rompe la curiosidad para arrojar una última reflexión sobre el presente y los años que vienen tocando: “Siempre hubo un montón de bandas de mujeres tocando. Ahora la exposición lo hace más visible. Que surja una fecha así nos reafirma y nos sigue comprometiendo a nosotras como mujeres. La lucha es del género. Es una lucha por igualdad, en los escenarios, en la paga por el laburo, por derechos sobre nuestros cuerpos y más cuestiones. Siento que ahora llegó una notoriedad, mayor visibilidad al laburo de muchas bandas. Antes estaba todo más oculto o realmente no te dejaban pisar tantos escenarios. El cupo femenino empieza a darnos una oportunidad para ocupar espacios establecidos, pero también para ir creando nuevos espacios. En eso estamos”.
Lalalas, Dalia Desamor y Pastachuli conversan en el patio de Puerto de Ideas. Bien abrigadas, están apoyadas contra la pared, compartiendo latas de cervezas. Florencia y Cata forman Lalalas. Dalia y Pastachuli operan bajo sus respectivos alias que se respetan a rajatabla.
Mientras pasan una Santa Fe, proponen hacer la nota todas juntas en Bolten, la sala de ensayo que funciona en PDI. Allí, otra vez a puertas cerradas, se forma un círculo que se olvida del grabador, desestimando inhibiciones y catalizando un ida y vuelta fructífero. “Si te cambiamos los planes vas a tener que improvisar”, tira Flor, la primera en sentarse sobre la alfombra aislante.
Pastachuli, Lalalas y Dalia Desamor tienen varios puntos en común. Abordan su producción artística desde un ángulo desprejuiciado y aventurero. Su trabajo en la música y en la poesía se desata de las definiciones sencillas. No están ceñidas a dogmas o a las tendencias estéticas de otros. Las cuatro están convencidas de generar dinámicas de construcción en un trazado colectivo y horizontal donde conocerse y desarrollarse entre pares.
Ambient, chill, lofi, trap, vaporwave y un montón de referencias pop (Kubrick, Auto fantástico, Family game) podrían ser una aproximación hacia la música que propone Pastachuli desde hace un par de años. Sus creaciones pueden encontrarse desperdigadas principalmente en Bandcamp y YouTube. Mientras que una búsqueda de su música en Spotify arroja solamente un EP. Ideal oportunidad para tirar por tierra uno de los grandes mitos contemporáneos: “en Spotify está todo”.
Desde sus primeras apariciones en 2018 estaba claro que la propuesta del dúo Lalalas era compartir un proceso de curiosidad creativa con su público. Amigas de las texturas, el humor y los beats irregulares, Flor y Cata van de sus guitarras a sus maquinitas y proponen un viaje diferente cada fecha. Son un trip irrepetible, siempre. En abril publicaron Burbuja un EP cuatro canciones.
Entre ilustraciones, poemas y fanzines, Dalia Desamor viene agitando el submundo cultural rosarino con una voz que advierte que todo pronto va a colapsar. Mientras que la poesía coloquial y realista se multiplica creando un canon de zetas interminables, Dalia Desamor prende fuego los micrófonos escupiendo verdades tan catárticas como sanadoras. Sensible, amable y laburante, comparte sus zines en ferias y recitales sin desperdiciar un segundo para crear oportunidades de tirar abajo un mundo hostil y desigual. Desde hace algo más de un año los recis se convirtieron en una segunda casa para Dalia, donde lee su poesía acompañada de bandas amigas como Bubis Vayins o Lalalas.
“Nuestro lugar es el feminismo. Desde ahí decidimos qué lugares ocupar y emprendemos una construcción paralela a lo ya establecido. Una noche así es el principio de algo”, expone Catalina acerca del festival al que se sumaron apenas escucharon la propuesta de Dekadencia. Inmediatamente, las compañeras de fecha coinciden en la importancia de sentirse pares pero, más precisamente, hermanas que se atreven a erigir otra realidad. “Construir es mucho más fácil cuando te reconocés en pibas que están en la misma que vos. Las experiencias, que pueden parecer diferentes, son las mismas. Nuestras experiencias pelean más o menos igual”, opina Dalia.
“Hay cosas que uno, aunque quisiera, no podría dejar de hacer. Si estás organizada es más sencillo y fácil llevarlo. Aunque quisiera, te juro que no podría dejar de dibujar. Si estamos más organizadas es más fácil seguir”, confía la poeta.
Según Pastachuli, “es muy importante ver cómo acompaña lo artístico al movimiento feminista que viene gestándose muy zarpadamente. Es muy emocionante, muy conmovedor, ver que se dan estos momentos en los que te contactás con pibas que por ahí ni conocés pero por el solo hecho de ser pibas te entendés en un montón de cosas. Al toque se da todo, la organización, la buena onda, surge todo genial.
– Tanto las Dekadencia como ustedes coinciden en que la noche de hoy es significativa porque se armó entre todas con solidaridad mientras fueron fortaleciendo vínculos.
Cata: la importancia es buscar un espacio donde te sientas cómoda. Justamente, lo tenés que generar porque todo está armado desde una lógica que no te gusta. Pero también ese espacio hay que ocuparlo. Con eso salimos cebadas de la charla. OK, hay que armar cosas nuevas. Por ahí ni te conocés, pero ya sabés que te vas a sentir cómoda. Es algo inédito sentir eso.
Pastachuli: más aún en el ámbito musical. Siendo músique siempre hay que estar viendo donde te tenés que presentar. Una situación así es buenísima.
– ¿Cuáles son los espacios a ocupar?
Flor: todos. Todos los que se puedan sin dejar de seguir construyendo este tipo de cosas. Siempre de manera colectiva.
Pastachuli: ocuparlos y no dejar de crearlos. Sobre todo en esta situación política también. Hay que tratar de encontrar espacios. Si no los hay, crearlos.
Dalia: por eso está copado organizarse. Sumando el esfuerzo de todos no dependés del Estado o del reconocimiento de alguien que tenga más poder. Desde el esfuerzo colectivo te estás construyendo con tus pares.
Cata: aprendés a gestionar, sobre sonido, lo que sea. Son dos cosas diferentes las que tenemos que tener en claro: ocupar y qué espacios ocupar. Cada persona, cada artista o artiste tiene su criterio. Vas a ocupar todos los espacios pero tampoco vas a ser parte de algo que no te va. En mi caso, no voy a compartir con alguien que está denunciado. Esas son discusiones a dar. Construir desde la autogestión y lo colectivo entre pibas es terreno nuevo, espacios nuevos desde otra lógica. Hay que hacer las dos cosas.
– ¿Pasaron de alguna invitación por no sentirse cómodas?
Flor: nos han invitado a muchas fechas y siempre antes de cada invitación vemos con quiénes vamos a compartir. Nos pasó de rechazar invitaciones por pura intuición y el tiempo nos dejó en claro que habíamos tomado la decisión correcta porque terminaron escrachados o denunciados.
Pastachuli: también más allá de denuncias o escraches, hay una actitud de los hombres, el trato que tienen. No importa el ámbito, trabajo, oficio, profesión. ‘¿El sonido? Mmmm, no, más o menos, piba. ¿Querés que te ayude? Te doy una mano, seguramente no sabés muy bien qué estás haciendo’. Tranqui, flaco, yo puedo.
Cata: siempre hay que ver porque el hecho de que seas mujer tampoco te garantiza nada. Hay que ver con qué masculinidades nos encontramos.
– Marilina Bertoldi acaba de ganar el Gardel de Oro. Más allá de la relevancia que le demos desde lo individual al premio, es llamativo observar que esa distinción dispara miles de comentarios donde le dicen cómo tiene actuar, hablar, tocar o formar su banda. ¿Cómo lo vieron ustedes?
Flor: veo dos cosas ahí. Una es que hace veinte años que una mujer no ganaba ese premio. Por ese lado me parece increíble. Hay hechos concretos allí. Veinte años que una mujer no gana ese premio en esa escena. La otra cuestión es lo que se utiliza para correrte. O que es una cuestión marketinera o sobre la corrección política o el aprovechamiento individual.
Cata: la discusión es la misma que nos junta hoy acá. Es ocupar un espacio. Tal vez a mí no me importa un premio así, pero es un reconocimiento. La verdad es que Marilina la rompe. Ella le dará la importancia que sea. Si lo quiere tirar a la basura porque es Gardel y no otra figura, que lo haga.
Flor: claro. ¿Por qué Gardel y no Mercedes Sosa? Que vengan los premios Juana Molina.
Dalia: Marilina se planta y dice las cosas. Está re bueno eso. Hoy, más allá del contexto, sigue siendo re difícil ser feminista.
Pastachuli: ya el premio se habilita por el contexto en este momento del movimiento feminista y la zarpada expansión. Ni hablar que sigue siendo difícil. Hagas lo que hagas, te van a criticar. Si sos feminista o por ser lesbiana, por cualquier cosa.
– Dalia, cuando tomás el micrófono en lecturas o subís a un escenario junto a alguna banda, te encendés en una catarsis que se va expandiendo de vos a todas las mujeres presentes. Esa comunión se nota al observar cómo el lenguaje corporal va cambiando, es una entrega enardecida. ¿Esa empatía in crescendo la podés sentir mientras estás recitando?
Dalia: la poesía que hoy voy a recitar está compuesta por frases tomadas de tipos muy diferentes en contextos muy diferentes. Yo no puedo creer lo básico de ciertos patrones de conducta que los tipos repiten exactamente lo mismo, sin pensar. Hay un montón de lemas feministas que repetimos y me parecen sarpados y sumamente importantes por la propaganda y porque es importante que se masivice y se pueda entender desde otro lugar más profundo. Todavía se cuestiona si porque no puedo pagar la cena, no soy lo suficientemente feminista porque no soy autosuficiente. Eso está intrínsecamente relacionado con el patriarcado porque es el patriarcado el que no me permite justamente solvencia más estable como la que podría tener un blanco heterosexual de mediana edad. Todo es bastante catártico como también los dibujos. Pero siento que no es mío, cuando uso las palabras estoy todo el tiempo pensando en cómo puede ser que se siga repitiendo esto. En nuestra propia cotidianidad la machiruleada está presente. ¿Cómo puede ser que pienses así? Todo el tiempo estás entrando en la paradoja de la tolerancia. Hay cosas y límites que no debería soportar. Es todo una catarsis que tiene que ver con la cuarta ola feminista. Por ahí hace diez años no te hacía semejante catarsis, pero porque tampoco había pasado ciertas experiencias. Pero sí hay otras minas que pasaron por esas mismas experiencias y que no pudieron reaccionar de la manera en que lo estamos haciendo todas ahora. Creo que es una marea, no es mi individualidad ahí frente al micrófono, le pertenece a todas. Al final, me pasa, la presencia constante de esa machiruleada me hace pensar en si estoy todo el día quemándome la cabeza a mí misma y también a otros.
Pastachuli: yo arranqué con la música por otro lado completamente diferente. De por sí soy bastante densa en mi vida personal con respecto a la militancia y a la política. Soy muy densa, muy. Me peleé con mi familia por confrontar tanto con la gente. La música surgió como para ablandarme un poco. Tampoco lo tomé político en ese sentido. No canto o digo nada. Sí me pregunto si debería debe darle un trasfondo. Pensaría en darle un rap político, algo bien denunciante. Si no es que me mantengo así, tranqui, trato de desaturar de mi vida personal.
– Tanto Lalalas como Pastachuli producen una música que desconfía de las estructuras como también de los dogmas de estilo y género. En un mundo que tiene sobredosis de tags, ¿ustedes cómo se sienten en esa libertad?
Flor: no hay techo y eso, particularmente, me excita de una manera tremenda. Es un espacio de libertad, demasiada. Te obliga a aprender, a tomar responsabilidad. Cada uno con su militancia puede ir completando.
Cata: es un desafío de mezclar. Ir buscando cosas orgánicas que tenés desde siempre. Te sale como una cosa punk pero la base de repente es medio tecno. Por ahí sentís que no se mezcla todo, pero está bien eso, ya fue.
Pastachuli: yo soy re estructurada y perfeccionista en muchas cosas. Con la música también. A veces preguntan qué género hago y no podría definirlo. No hay que volársela si no encaja en la definición que el otro espera. Uno arranca y en el medio del proceso se pregunta qué está pasando. Eso pasa a la mitad del camino de construcción. ¿Qué hago? No sé qué hago, pero sale.
Cata: es muy jodido encasillar lo que producimos. Es tan libre, tan amplío, no tiene techo. Es uno mismo y el otro metidos en una licuadora.
Pastachuli: hay que permitirse ser. Si no lo somos en el ámbito artístico, no lo vamos a hacer en nuestras rutinas corta cabezas. Son todos mundos diferentes entre sí. A veces digo si debería cambiarme el nombre según cada proyecto porque es todo re diferente.
Dekadencia es un ensamble de punk rock visceral con una vocalista capaz de varios matices. Puede gritar pelando sus cuerdas vocales o si lo quiere, puede atreverse a un growling. Pero Sinasco también puede ser melódica si le pinta la ocasión. Todo es cuestión de segundos mientras va ganando terreno en el lugar, primero entre pasos de baile iggypopesco, luego deshaciéndose del micrófono para enredarse entre el público. Cuando vuelve a su lugar se enreda su voz en efectos de reverb y echo, alternando el canto entre tragos de cerveza y la invitación a ponerse glitter. Entre canciones, se reitera la invitación. “Ya conseguí que las gemelas se pongan, ahora me faltan ustedes”. Al que no quiera, no importa, ella usa las yemas de sus dedos para improvisar una llovizna con la purpurina de su propio rostro.
La acción del cuarteto es furibunda, sin embargo, se diferencia de otros exponentes del sendero punk. Su furia busca generar cómplices, sumar al público al mismo ataque que ellas están planeando. Donde otros buscan hostilidad y brusquedad, ellas proponen alianzas.
Minutos antes de la 1a.m., Dekadencia termina su recital. Siendo las anfitrionas principales, sorprende que hayan sido las primeras. De acuerdo a su baterista, “la idea era terminar temprano para dejar que las chicas armen más bailable”.
Acertado cálculo el de las organizadoras porque a continuación Lalalas pone al PDI a bailar. A su modo.
Pareciera que para Lalalas los ensayos no logran una experiencia completa y real, por eso estar acompañadas de un público las libera más, las suelta. La experiencia total parece llegar con una audiencia de por medio, un salto sin red que las impulsa a ir por más. El dúo parece alimentarse de la atención total del espectador para en cada ocasión ir un poco más allá.
Con una pseudo voz robótica, Catalina invita a Dalia Desamor al micrófono. La poetisa toma el control sin desperdiciar un segundo. En su garganta, las palabras salen urgentes, necesarias, cortantes. “¡No me interesa empatizar! ¡Porque la erótica la tengo puesta en la sumisión femenina! ¿Sabés como se me pone cuando veo a una piba temblar de miedo por tan solo unas palabras firmes, bien puestas? ¡Un fierro! Mi objeto de deseo me reconoce como único sujeto deseante y me da placer, cuando quiero, como quiero y lo hace en el nombre del amor carajo. Y si no le cabe mi violencia, nadie la obliga a quedarse, pero se lo merece, por puta, por inepta, si al fin y al cabo yo soy el que sabe lo que más le conviene; si yo soy su dueño”.
Si una semana atrás, en el Galpón de la Música, siguieron al recitado de Desamor con unos minutos de ritmos cuasi bailables, en el Festichiks la continuación está conformada por unos doce minutos de noise y beats que plasman un ruidismo embriagador.
Cuando Pastachuli arranca su set el baile está declarado. Suenan canciones de Uróboros, su último EP y otras pistas anteriores. Los cuerpos sueltos se dinamizan bajo las luces azules de la sala.
Entre sonidos envolventes un semicírculo se forma frente a la encargada de cerrar la noche. Es una danza de entrega a la madrugada donde perdura el intercambio amigable; un sistema de sesenta personas se sacude imaginando una revolución afectiva que resista a todos los males que se riegan desde arriba.
Mientras Pastachuli reduce la intensidad, un primer capítulo se va cerrando, pero la historia está recién comenzando.