Richard Coleman sobre su prolífico presente y la eterna apuesta por la canción
Se ha dicho mucho sobre la leyenda de Richard Coleman. Desde su negativa a formar parte de la banda más importante del rock latinoamericano hasta ser la encarnación del dark argentino. Desde los múltiples proyectos en los que participó en su temprana juventud que luego fueron pequeños mojones estéticos de la década del 80 hasta su condición de guitarrista codiciado y parte integral de la etapa dorada de El Artista. Tanto se ha dicho de Richard Coleman que su leyenda permite varias aproximaciones. Una de las tantas posibles es que Coleman se divierte con espontaneidad de su leyenda. Sabe apreciarla entre sus fans y en los periodistas que escriben sobre su obra. Es un tipo agradecido y su correspondencia para con su culto de seguidores son las canciones. El contacto con el público es un diálogo que ya viene desde hace tres décadas. Su nombre está en lugares, en corazones y espíritus. En antros vanguardistas que ya no existen más que en memorias, discos, libros y revistas. Su nombre está generaciones que aprendieron a caminar los laberintos de sus letras y la urgencia de su música. Asimismo hay mucho de lo que todavía no se dijo nada. Se puede hablar del niño que con dos años partió de Buenos aires a Caracas hasta los seis para volver ignorando lo que era un invierno porteño y cómo esos fríos lo tuvieron a maltraer hasta que se habituó al clima de su ciudad natal. Afortunadamente un tío folklorista pronto lo adentraría al fascinante universo de la guitarra para conllevar las complicaciones invernales.
Más tarde, el amor por la música no sólo estaba declarado, la vida entera pertenecía al rock y sus tintes oscuros. Si en 1988 el Coleman de Fricción cantaba “Como siempre aquí lluvia negra/como siempre aquí bajo la tormenta” un salto en el tiempo a veinticinco años después presenta al solista que escribe “cae del cielo un líquido de color/Corre la voz, no estamos lejos, todo terminó”. La azulada distancia catódica de los 80 hoy en día alcanza su paroxismo en cada uno de nuestros bolsillos, con la posibilidad de mil mundos fríos al alcance de una caricia dactilar. Un gesto identitario para buscar intimidad satelital. Burroughs y Ballard son pura vigencia y Coleman parece ser el embajador de ese orden distópico. Tanto eterno retorno prueba que, como diría Snake Plisken -para seguir con el sci fi- que “cuanto más cambian las cosas más siguen igual”.
Pero como ya dijimos, hay siempre mucho más de lo que se dice. Coleman siempre supo mirar a su alrededor y hacia arriba. Con el tiempo pudo apreciar los instantes de cielo que a veces se vuelcan negros o rojos pero también contagian celestes, blancos y gozan de la plenitud dorada del sol. El tiempo dejó en claro que Coleman es un sobreviviente. Un navegante que siempre encontró el horizonte en sus canciones. Un sobreviviente siempre avanzando con su velocidad personal. Trabajando en su carrera solista y afirmándola a puro laburo, va creciendo con cada nuevo lanzamiento a medida que encuentra siempre una vuelta para que las canciones sigan siendo el principal estímulo de sus días. Esquivo por naturaleza a las salidas fáciles, Coleman siempre fue fiel a su música, a lo que sus propias criaturas le exigían, sin importar tampoco lo que podría pensar el culto de adeptos que supo conseguir. La oscuridad quedó atrás, al menos en la estética, y el Coleman del presente puede describirse rápidamente como una cruza entre “Dandy in the underworld” de T.Rex y el “Street Life” de Roxy Music. Coleman es tan espontáneo como elegante en su humor, capaz de reír sobre su pasado, su presente o sobre las ideas que se construyeron alrededor de su mito de murciélago blanco del rock argentino.
Luciendo un look rockabilly que despunta con un jopo made in memphis, el autor de canciones como “Nada Memorable”, “Durante la demolición”, y “En el borde” está en Rosario para coronar con su música la apertura de la muestra “Siempre es tiempo de ser emergentes” en el Centro de Expresiones Contemporáneas. El encuentro promete una instancia intimista entre el público y el solista que llega munido de su guitarra acústica y unos pocos pero potentes pedales. A priori reacio a las entrevistas, Coleman mide a su interlocutor para luego elevar barreras y responder con naturalidad. Es un tipo reflexivo con capacidad de derribar todo en un segundo en pos de la espontaneidad, riendo en grandes carcajadas. Todo lo dispara con su inconfundible voz.
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Sobre las 18hs Coleman prueba sonido vistiendo jeans, una remera de Willie Nelson y una gorra roja. Teniendo el Café Vinilo por completo para él solo toca clásicos de la época delfinera como “Sádica” además de canciones más cercanas como “Incandescente” y “Hamacándote”. Cuando termina de probar sonido guarda todos su equipo y saluda amablemente. Propone lugares para charlar y otros para hacer las fotos. Decidimos ir afuera, a los bancos que miran al río, y mientras nos calzamos las mochilas le muestro lo que tengo mi mano, un LP de Para Terminar de Fricción. “Ese disco es mío, me los tienen que devolver a todos” bromea al instante. “Vos sabés que yo no tengo ninguno”, agrega.
Mientras caminamos hacia el balcón del Paraná cuenta que está preparando el disco nuevo y que mañana tiene estudio. Por eso la visita de hoy es una incursión fugaz de ida y vuelta. Mañana promete ser la última jornada de grabación. “La idea es dejarlo listo para mezclar en quince días”.
Cinco días antes, el sábado 1° de abril, Coleman cumplió cincuenta y cuatro años. Desde las 00hs los grupos, foros, fan pages de facebook, dedicados a su obra se fueron llenando de fotos de todas las épocas junto a deseos de felicidades propias de su natalicio. Por la tarde, desde sus cuentas oficiales apareció un cálido saludo de Coleman para sus seguidores. “Estábamos tomando el té con mi señora y vimos como iban apareciendo saludos en las redes. Así que subimos una foto agradeciendo”, explica.
Nos sentamos a charlar en un banco y pronto se congregan unos fans que esperan el recital desde horas antes. Los seguidores se quedan a unos quince metros, observando respetuosamente y grabando con sus celulares.
– Igual que en los últimos años hiciste tu ciclo de verano, esta vez en el BeBop Club. Ya es un clásico el Coleman intimista en verano. Ahora estás grabando un nuevo disco, para eso también agarraste regularidad en los últimos años. ¿Con cincuenta y cuatro años podemos decir que te convertiste en un tipo de hábitos?
Siempre he sido un tipo de hábitos, en realidad, lo que pasa es que los de antes no eran tan saludables como éstos (risas). Hay un método, hay ganas de hacer cosas. El hábito es estar haciendo y llevando para delante el carro. Solas no se hacen las cosas, hay que estarle encima. Voy rescatando, año tras año, las cosas que son valiosas, las cosas que me hacen bien a mí, las que le hacen bien al público. A veces uno se ríe de las frases hechas del tipo “me debo a mi público”, viste, pero en realidad hay una cantidad de cosas que hay que hacerlas en función de mantener la relación. Es una relación que se establece a través de los años. Los ciclos de verano los vengo haciendo desde cinco años, de alguna u otra manera, es donde me permito hacer algo distinto, algo nuevo, algo más cerca de la gente que sigue mi carrera. El ciclo de este verano estuvo buenísimo, hicimos tres jueves en el BeBop Club que es una sala de jazz, un club chiquito pero muy adecuado y lindo, cómodo, donde ya estás habituado, yo me siento muy cómodo, entonces es algo distendido. Pruebo canciones. Veo de tocarlas en ese formato. Saco canciones de la galera, digamos, canciones que está bueno tocarlas y ver qué pasa. Eso está bárbaro.
– A propósito de hábitos, vos siempre compartiste mucha música con tu público: Grabando tus propias versiones, escribiendo sobre distintos artistas en tu blog, tocando covers en vivo. Ahora lo estás haciendo semanalmente en la radio con tu programa “Un lugar con parlantes” en Nacional Rock.
Claro, yo estoy re contento con el programa de radio. Es, justamente, lo que vos decis, a mi siempre me gustó compartir y difundir la música, de alguna manera. Yo soy de la época en que uno cuando tenía un disco copado se lo prestaba su amigo para que lo escuche (risas) “Tomá, escuchalo, grabatelo y damelo. Te lo presto hasta el jueves” (risas) Por eso uno al buscar y encontrar cosas, sólo buscar compartirlas. Hacerlo de una manera un poquito más estructurada como es la radio, me encanta. Me encanta hacer el programa en vivo. Me ofrecieron hacerlo grabado desde mi casa y les dije que no, si me ofrecen el programa voy en vivo a la radio.
– También sumaste compinches que manejan muy buen material, como Gustavo del sello Ultrapop.
Gustavo me ayuda mucho porque por su trabajo tiene acceso a los últimos lanzamientos europeos y americanos que están buenos. Todos lunes hay tres canciones que son estrenos. Eso está bueno, a mi me gustaba eso de la radio. Cuando era pendejo la única manera de acceder a la música, fuera de las disquerías, era la radio. Entonces estaba bueno saber que por ahí había temas que uno todavía no había escuchando. La radio está bien.
– Creciste escuchando todo tipo de discos. Algunos fáciles de conseguir pero también teniendo cierta data que no todos manejaban y que, a veces, era complicada encontrar. ¿Te sigue sorprendiendo la inmediatez con la que accedemos a la información hoy en día? Por ejemplo, hace unos días nada más, salió nuevo disco de The Jesus & Mary Chain y a los minutos ya estaba filtrado y disponible en todo el mundo.
Esa información había que rastrearla de algún disquero amigo que te recomendara, que te avisara, “Che, mirá que la semana que viene me llega tal y tal cosa”. No es que me sorprenda o no me sorprenda. Por otro lado, ahora, hay que rastrear la música, hay que bucearla, hay que pescarla entre la cantidad de cosas que hay. Esa es la diferencia. Por ahí antes era difícil conseguir algo que sabía que estaba, ahora hay que encontrar algo entre todo lo que hay. Es un moño, también. Es así, uno se adapta. No es mejor ni peor. Ayer estaba mirando mi pared, la pared de mi discoteca, y por ahí decía “Claro, en realidad son re pocos” (risas) En el celular tengo todos los discos, ¡todos! Pero bueno, también me pasa que por ahí estoy escuchando un tema nuevo o alguna banda online y no está toda la data, tenés que ir a buscarla a otro lado. A mi todavía me gusta agarrar el librito del CD y mirar adentro qué información trae, qué caretean, las letras, qué toca quién en cada tema. No me llega a sorprender, digamos. Ya me pasó por arriba el tren del siglo XXI (risas).
El presente (es lo que hay)
7 Delfines editó en 2008 el formidable Carnaval de Fantasmas, un canto de cisne que los tuvo activos tocando en distintos puntos de Buenos Aires así como también participando en festivales y grabando especiales televisivos. Tiempo después el grupo anunciaba un parate sin fecha de caducidad. En 2010 Coleman da inicio a su camino como solista, lanzando Siberia Country Club al año siguiente. Por entonces la constancia empieza a ser virtud para el guitarrista. Las apariciones siempre preparadas pero esporádicas eran cosa del pasado. En bares íntimos, con propuestas acústicas o con banda completa sobre los escenarios, viajes regulares al interior del país y también cruzando a Uruguay, Richard Coleman estaba presente con una regularidad que abarcaba todas las temporadas. De la misma manera en que su música en directo logró un constancia, los proyectos de estudio cobraron fuerza. Un concepto a seguir, un método a desarrollar y nuevos lanzamientos de Coleman. Bien atrás quedaron las esperas irresolubles que llegaban luego de cada nuevo disco de 7D. Sus seguidorxs reciben nuevo material en 2012, cuando llega A Song is a Song. Vol I , diez versiones de clásicos de artistas como PJ Harvey, Nick Drake, Allman Brothers, entre otros. De este proyecto se desprenden, también, dos simples que los fans agotaron. Con estos últimos dos discos, más algunas selecciones de sus proyectos en los 80 y 90, Coleman sale a tocar conciertos por varios puntos de la Argentina, acompañado por su banda que ya tiene nombre: Trans- Siberian Express. Al año siguiente se edita Incandescente, último álbum de estudio hasta la fecha. Las once canciones de este tercer esfuerzo solista tienen una aproximación más directa desde la composición y hasta la entrega definitiva. Un Coleman que parece obsesionado con mostrarse sin aditamentos.
Con Incandescente el proyecto solista va cobrando más vuelo y las presentaciones en vivo aumentan, siempre renovadas y frescas. Es un tiempo de trabajo fructífero, con un repertorio de grandes canciones y contundentes recitales. El Transiberian Express, integrado por Gonzalo Córdoba en guitarra, Bodie Datino en sintetizador, guitarras y percusión, Daniel Castro en el bajo, y Diego Cariola en batería. “La verdad que la banda se ha conformado de manera excepcional. Yo estoy sumamente feliz de haberme encontrado con semejantes talentos y todos tirar para el mismo lado. Tenemos con la música una necesidad de expresar algo. Parece obvio decirlo pero es lograrlo no es tan fácil. Lo que tratamos de hacer, desde el escenario, es compartir nuestra intensidad con la gente y de hacer de eso algo mucho más grande” explica Coleman sobre lo que genera el grupo. Mientras la banda y las canciones gozan de excelente estado, en los conciertos se visibiliza una renovación del público. Entre los presentes en cada presentación se nota un fuerte contraste. Muchxs adolescentes que llegan a la música de Coleman ya en su etapa solista, jóvenes que no llegaron a experimentar a 7 Delfines en vivo, contrastan con quienes pintan canas y cuentan anécdotas de las madrugadas en el Stu Free Pub de Fricción o Soda Stereo. El gran momento tiene dos postales: el concierto en el teatro Ópera en septiembre de 2014 y la grabación del concierto de noviembre de 2015 en Vorterix, que sería presentado en CD/DVD con el nombre de Actual. “Actual se trataba de mostrar eso que logra la banda hoy” apunta el fan de Willie Nelson mientras se hidrata con su botella de agua mineral y dobla su bandana roja para acomodarla en el bolsillo trasero de sus jeans. “La decisión de registrar todo lo que pasaba en este tiempo fue un poco para decir “Bueno, basta de ver tanto show en vivo grabado en el celular”. Lo que tomás ahí es un fragmento completamente fugaz de lo que es la energía, el sonido, lo que transmite el músico en vivo. En realidad cuando vi un par de shows, todo lo que estaba pasando con la banda, me dije “hay que registrar todo esto como corresponde. Registrarlo con ocho o nueve cámaras, editarlo como debe ser y con el sonido que corresponde. Uno tratar de utilizar las herramientas que hay y los medios que hay contemporáneamente. Como siempre fue, uno siempre se las arregló con lo que hay. Yo tomo el desafío y hago Actual. Es una obra bastante importante. Es un disco que tiene veintisiete temas, que recorre bastante toda mi historia registrando lo que hicimos durante los últimos cuatro años”.
– La intención de capturar el gran momento de la banda en vivo me hace pensar en Regio (1999) , ese disco toma a 7 Delfines en plena combustión.
Mirá, tiene mucho que ver con lo que pasó con Regio en su momento. Con Regio fue una necesidad de registrar el sonido de la banda. Fue más o menos lo que pasó con lo de Actual.
Con otra tecnología, de otras maneras, y otros repertorios, claro. Realmente el repertorio de Actual fue más complicado de elegir y mucho más rico.
– Desde 2010 se notan muchos jóvenes en tus recitales. Hubo un recambio que se dio de forma natural. Se acercaron chicos que no llegaron a ver a 7 Delfines en vivo. Eso se marca mucho en tus recitales de Buenos Aires.
Eso es super importante para mi. Que haya una situación transgeneracional. Está buenísimo lo que pasa con la gente que me sigue desde el principio, la del famoso “Te sigo desde Fricción” (risas) .Realmente tratar de pasar esas barreras, lo que tiene que superar todo es la música, la música en sí misma, las canciones. El asunto, lo importante del hecho artístico es que sea transgeneracional. Además yo sé que a los pibes le cuesta algo más salir, ir a ver shows de rock, no es algo tan interesante hoy en dia. Lo digo con honestidad, yo creo que los chicos entre gastarse la guita entre un show de rock y salir a un bar a tomar algo, eligen salir a tomar algo. Yo si tuviera 18 años también lo dudaría. Pero la verdad que hay algo que está pasando y es que estoy atravesando esa barrera y la verdad que me enorgullece.
– Desde que tomaste el camino solista hay una constancia para grabar y tocar en vivo. Tocás con regularidad en Capital y también podés llegarte a otros puntos del país. En los últimos cinco años a Rosario viniste tres veces con banda y contando la visita de hoy, tres veces vos con tu guitarra.
La onda de ir con la viola, solo, es llegar a lugares a los que de otra manera sería imposible llegar junto a la banda por temas de infraestructura y de producción. Desde que arranqué con la historia solista tengo la opción, puedo tomar la decisión de agarrar la viola e ir a tocar a lugares más chicos, sin perder el contacto con la gente. Yo estoy muy agradecido de todos estos años, la gente sigue escuchando mis canciones, mi carrera me sostiene. De alguna manera voy tratando de hacer una devolución. Trato de no perder el contacto personal. Más allá de lo maravilloso de las redes y los medios electrónicos, yo creo más en el cara a cara, soy un fundamentalista de eso, prefiero tener a cincuenta monos adelante y tocarles una canción y explicarles qué es lo estoy haciendo antes que mandar noticias irrelevantes de mi paso por el mundo.
– También me parece que siempre estás cambiando de concierto en concierto. Eso es una constante, como solista o con banda.
El cambio es fundamental. El agua no pasa dos veces igual por el puente, no me acuerdo cómo era el dicho. El agua sigue corriendo entonces, cada vez que uno toca, siempre hace una versión distinta. Cada vez que hago una canción, la canción es distinta, la canción cobra vida en ese instante. Eso sigue sucediendo, si bien estoy con la misma banda desde hace tiempo, estoy super contento con el Transiberiano. Las canciones tienen un carácter de banda porque hay un trabajo en equipo re lindo. Siempre le buscamos el desafío para que cambien de show a show. Las listas cambian constantemente, nunca repito lista.
– En Incandescente hay un trabajo diferente en las canciones. De alguna manera son las más sencillas de tu carrera. Si bien mantienen ciertos recovecos, son letras bien despojadas para el Coleman letrista. Y esa sencillez Colemaniana puede ser bien filosa todavía.
Bueno, eso fue lo más difícil de lograr. Los recovecos están pero no están tan ornamentados, ponele. La meta fue escribir canciones más directas. Sencillas en cuanto la apariencia, sencillas en cuanto a que entren de manera más fácil. Lubricadas te diría (risas) casi. De alguna manera fue lo más difícil, fue algo que me propuse abiertamente. Ese fue el objetivo, hacer canciones con estructuras, por ahí, más tradicionales.
-¿Esa búsqueda se da de forma natural o es algo que se propone uno antes de encarar el proceso creativo?
Con cada nuevo proyecto me invento un método de trabajo. Es parte de la creatividad que está envuelta en todo proyecto. Parte de esa creatividad se va en el método que hace que uno, si no está muy creativo, por lo menos se la pasa organizando (risas) entonces cuando tenés todo más o menos organizado y funcionando por ahí pinta alguna situación creativa y está todo listo para hacerlo.
– ¿Y lo nuevo cómo viene?
Está buenísimo lo que se viene. Entramos al estudio casi cuatro años después de Incandescente con este proyecto nuevo. Está produciendo Juan Blas Caballero, que es de Rosario. Antes de venir me dijo “cualquier cosa avisá, te recomiendo dónde ir a comer”. Es un gran productor. La verdad que hemos establecido un muy buen rapport trabajando en el estudio, poniendo las manos en las canciones, viendo qué es lo mejor para cada tema, qué sonidos, buscando formas y estructuras. Yo te diría que en quince días ya lo dejamos listo para mezclar. Ya está. Estamos trabajado con Juan desde el año pasado entonces es bastante tiempo. Por eso te decía que son casi cuatro años. Entramos a grabar en febrero pero empezamos la preproducción en junio del año pasado. Estamos con la banda que me acompaña, el Transiberian Express, que por ahí no tocan todos juntos en cada canción del disco pero a lo largo del disco son ellos los músicos. Leandro Fresco y Roly Ureta tocan como músicos invitados. Voy a estar presentando dos canciones nuevas a fin de mes en La Trastienda. El disco sale en agosto. Supongo que antes de agosto ya habrá algún video oficial para distribuir. Y, por suerte, ya salen esas dos canciones. Honestamente te digo “por suerte” porque hace tiempo que tengo ganas de innovar el repertorio. Para mi Actual cerró toda una etapa pero tuvimos que seguir tocándolo un tiempo más porque hasta que no sale lo nuevo no se puede tocar.
– Saltando de la actualidad de tus cincuenta y cuatro hacia tus veinte años, quisiera hablar sobre Fricción, acá presente en formato de vinilo. Desde un tiempo largo Melero sostiene que Fricción es la banda que mejor comprendió a los 80.
Ah, si lo dijo Daniel ¡ya está! (risas) Aunque Daniel dice cosas como Calamaro hace canciones (risas).
– Melero te las tira así nomás para que vos después hagas la tarea de comprender porqué lo dijo.
No, claro, palabra santa. Es divino Daniel, lo quiero mucho. Ayer, justamente, estaba hablando sobre él no sé con quién. El lunes pasé una canción suya en la radio. “Quiero estar entre tus cosas”, canción que me encanta, me parece un TE MA ZO, de esas canciones que hace él que están tremendas.
– Y que parecen salirle de manera tan sencilla.
Sí, sí, aparentemente. No sé si Fricción fue la única banda que comprendió los 80. Sé que Fricción no fue comprendida por los 80. Y eso sería darle una vuelta, un poquito, a la sentencia de Daniel. Yo realmente no estaba cómodo – se ríe -, en los 80 tocando con Fricción. Había algo que no me entendían lo que quería hacer y eso, de alguna manera, llevó a un desgaste prematuro y a que termináramos así . Fue hastío, la verdad que estaba harto. Cuando para hacer el último disco me ofrecieron un productor que no era para nada adecuado y me decían a qué público teníamos que apuntar ,yo pensaba “No, no está todo mal”. Pero bueno, acá estamos (risas)
– Quienes fueron parte de la banda quedaron con un broche de distinción para siempre.
Hemos generado un culto bastante peligroso. Me alegro que haya quedado algo. Quedó algo lindo e importante de todos esos años de trabajo. Además son la base de mi carrera.
– ¿Cuál es el secreto de Fricción para sonar tan vigente luego de tres décadas? ¿Te parece que se debe a que duró tan poco?
No sé cuál es el secreto. Fricción es un gran periodo creativo e iniciático en mi vida. Estuvimos entre el 84 y el 88, fueron cuatro años. Sin embargo, se han plantado ahí un montón de situaciones artísticas que más o menos me han guiado en el transcurso de mi vida. Especialmente el segundo disco. El primero tiene unos manierismos de época, algunos efectos que son muy contemporáneos de ese momento, del año 86. Para Terminar me parece que tiene las características de un disco clásico por el audio, por la estructura del disco y las canciones. Lo bueno que tienen es que, periódicamente, puedo seleccionar algunas y tocarlas hoy sin tener que remozarlas y sin tener que pensar en que estamos recordando viejos tiempos, se adecuan perfectamente a lo contemporáneo. Es una gran fuente de donde abrevar.