Manu Hattom conversa sobre su música y traza un recorrido por la intensa movida del oeste bonaerense
Manu Hattom llegó a Rosario sobre el atardecer del viernes 13 para tocar teclados junto a Sole Napal y los Porristas en una veraniega noche de Bon Scott. Pablo Comas de Alucinaria estuvo abriendo la ocasión que invitaba con cerveza fría, pizza casera y una entrada libre y gratuita para conocer una nueva propuesta llegada de la provincia de Buenos Aires. Probando ser confiable a sus típicos resquemores, el viernes 13 dejó al auto de Hattom y sus compañeros de viaje fuera de servicio: tres llantas dañadas a resolver en la mañana del sábado antes de tomar la ruta 9 y completar la mini gira que concluye en La Docta. Las ciudades, las rutas y los viajes parecen ser una constante en la vida de Hattom, un hombre que todavía no alcanzó los treinta años de edad pero ya carga cientos de miles de kilómetros recorridos y posee un pasaporte con poco espacio para sellados. Londres, Berlín, Madrid, Valencia, Rosario, Morón, CABA, Córdoba Capital, un tendal de ciudades por diversos territorios del planeta conocen a esta especie de trovador cuasi errante. Rosario es una parada diferente para el cantautor ya que con los años la ciudad ha sabido hacerle un lugar a su música y a sus gestiones de intercambio cultural. Amigxs, compañerxs, una ex novia, su amor por estas calles, imanes que ejercen su magnetismo para devolver una y otra vez a este relajado personaje a la otrora Chicago argentina.
Este pequeño joven de barba descuidada es un embajador de la Gran Región del Oeste, más precisamente de Haedo, territorio de operaciones de una escena agitada, proactiva y efervescente, tanto que hasta uno podría preguntarse si hay algo en el agua que nutre de inquietudes musicales a varias generaciones, aunque también podría investigarse si un gigantesco hormiguero invadió a su población obligándola a moverse sin nunca lograr la tranquilidad. Manu actúa inquieto también en Rosario mientras, descalzo, va por sus cigarrillos o intenta encontrar una solución a las tres gomas que pincharon anoche cuando llegaban a la ciudad. Entre encendedores, un sol matutino que pega como Bonavena pero no tanto como el presupuesto de diez lucas que piden las gomerías para poner el bólido de vuelta en circulación, Hattom detalla la movida de su querido Haedo: Con mis amigos del barrio, tipo 2012, 2013, armamos un sello que se llama Magdalena Records. Simplemente éramos nosotros juntándonos para compartir información, de tal lugar, de tal prensa, lo que fuera, compartíamos esa info. Fuimos armando unos ciclos y nos fuimos volviendo gestores culturales porque abrimos espacios y empezamos a armar fechas. Trajimos a Bestia Bebé cuando no existían en el oeste, a Mi Amigo Invencible, Los Truenos, hicimos fechas con Bautista Viajando cuando todavía estaban en La Plata. De repente nos empezaron a escribir bandas y nos dimos cuenta que algo se estaba formando en el oeste y éramos nosotros los que estábamos armando la movida. Todo esto antes que abra Pompeya, un bar que cada mes lleva bandas y les paga, está buenísimo, la mejor. Si no podés ir o no querés ir a Capital para ver una banda esperás a que vengan a Pompeya que es gratis, un bar re lindo. Vas a ver Santiago Motorizado, Coiffeur, cosas copadas. De repente las bandas nos escribían preguntando qué onda ahí, queremos para allá, queremos ir a ese bar. Eso se fue expandiendo porque el oeste es grande, cada vez más pibes empezaron a armar cosas, se generó algo tipo La Plata pero en el oeste. Lo que despertó La Plata fue decirnos “Allá se está armando una movida que no tiene nada que ver con Capital Federal, ¿por qué no armamos nuestra movida acá?”. ¿Para qué vamos a ir a Capital si acá hay un montón de gente para tocar? Además es medio paja ir para allá. Tenés hora y cuarto de viaje a la noche con mil borrachos arriba de un bondi, no da. Armamos nuestra movida allá en el oeste y se dio una cosa muy hermosa que yo quise generar acá en Rosario, cuando empecé a venir, era como un club. Hacíamos el ciclo cada viernes y todos venían, ya se sabía que nos encontrábamos ahí. Si sos músico empezás a hablar con uno y con otro y de repente conocés a todos. Eso se va expandiendo. Eso fue un poco lo que pasó en el oeste de 2011 a esta parte. Ahora cada uno tiene su proyecto, crecimos. El sello está activo pero más relajado. Igual siempre compartimos información con los pibes. Lo copado es que ahora luego de algunos años estamos viendo que hay pibes que cuando arrancamos tenían catorce y ahora están más grandes y tienen proyectos muy buenos, por ejemplo, Mansibal que son de Castelar. Me parece que está bueno ver ahora cómo ayudamos a esos pibes, de contarles esa información, la experiencia, para que ellos empiecen a desarrollar los próximos diez años. Toda la información que uno construye tiene que ir para abajo, hay un legado para los que vienen, para los jóvenes. De novio con una rosarina (relación ya concluida) y pasando mucho tiempo en la cuna de la bandera, Hattom se lanzó a entrelazar vínculos entre su terruño y ciudad adoptiva, experiencia de la que el cantante detalla “en Rosario quise armar algo así pero cuando llegué era muy difícil que alguien te preste un equipo para tocar. Nadie me daba una mano ni con un equipo de guitarra. Me pareció medio, no sé, -frunce la cara-, me dije “bueno, acá es así”. Cuando empecé conocer a algunos grupos arranqué a hacer una cosa medio Haedo para ver qué pasaba, creo que lo logré, haciendo el Ciclo Circular. Yo estaba en pareja con una rosarina y el fin de semana estaba todo bien pero necesitaba hacer algo. Si iba a estar en esta ciudad hermosa con tantas bandas buenas y yo con mi grupo, pudiendo traer bandas y que las bandas de acá vayan para allá, me largué a hacerlo. Salió el ciclo y conocí a Muñecas Rusas, Firenze, Pablo Comas, Giuliano Romagnoli, Martín Rougier y muchas más bandas.
Emanuel Quevedo también conocido como Manu Hattom tiene veintinueve años y desde su adolescencia es un participante activo en las esferas de las canciones. Según sus recuerdos “A los dieciséis o diecisiete años arranqué. Mi hermano tenía un grupo y yo era más chico, no estudiaba música. Él tocaba, tenía su grupo en Haedo y una vez me dijo “tocá esto en una tecla”, un yeite muy sencillo. Desde ese día toco el teclado. Medio que me lo impuso él. Empecé a tocar y después empecé a estudiar. Empecé en mi primer grupo, con mi hermano y mis amigos del barrio”. Antes de esa primera incursión en los instrumentos por el decreto de su hermano mayor, el hogar familiar estaba sumido en la música ya que la madre de los hermanos, Elisa Marcela Pachon, dedicó parte de su vida al folklore. “Mi vieja se dedica al folklore. Ya en casa cantábamos canciones de folklore. Le fue muy bien a mi mamá. Igual tuvo una carrera medio fugaz, tres o cuatro años y algunos festivales. En casa siempre hubo música. Me acuerdo de escuchar mucho Baglietto, Sui Generis, Beatles, Mercedes Sosa, Serrat, mucha música en castellano” detalla el cantautor. Una crianza nutrida de palabras, guitarras y canto tal vez sirvan como la explicación lógica por las que las composiciones de Hattom exudan un núcleo de canción popular bajo ciertos atavíos estéticos del momento. “Yo creo que sí, hay una raíz de canciones populares en mí. Tiene que ver con la música en castellano” comenta mientras especifica que “hace como cuatro años que sólo escucho música en castellano. Obvio que escucho música en inglés y los discos que salen pero no es que voy al laburo escuchando un disco de los Strokes. Yo me levanto a las 8 de la mañana y pongo discos de Serrat (risas). Es algo que me quedó del pasado y que trascendió a través del tiempo. Cantar en castellano es algo que me gusta hacer; conozco el idioma para moldearlo a la hora de componer . Voy tomando algunas de las cosas que escucho, son artistas que tienen cosas que te llevan hacia un lugar. Obviamente más desde la palabra que desde la música. El castellano es hermoso, mientras más conocés el idioma mejor hacés las canciones, tenés muchas más herramientas al momento de hacer una canción: ¿Qué escribo? ¿Qué palabra? ¿Qué consonante? ¿De dónde vienen las vocales? Por lo menos yo lo veo así a la hora de construir en papel una canción.
– Con los cambios de paradigma pudimos acceder a todo lo que siempre quisimos y nunca imaginamos pero también dejamos de lado mucha de nuestra música popular.
Yo no soy de esas personas que escucha los grupos de moda. Los escucho, sí, después de un tiempo. En general me gusta escuchar mucha música en castellano, música que están haciendo mis amigos, mis colegas, mis compañeros de ruta, lo que está saliendo ahora. Hay algo muy interesante en Mi Amigo Invencible, un poco trae la cuestión folklórica latinoamericana que me gusta mucho. El otro grupo que me gusta es Mejor Actor de Reparto que tiene una cosa de canción tanguera, medio tango de los suburbios de Charly García cuando quería reformular el tango. Hay algunos grupos que no están copiando fórmulas, más bien están siendo fieles a lo que ellos les parece que está bien serlo. No están copiando ningún beat ni tampoco a ninguna banda.
Tras algunos años en compañía de una banda Hattom debutó en 2013 con Benalmadena Despierta. A finales de ese año publica Manu Hattom Live Berlín un concierto de 44 minutos en la capital germana. Siguiendo con las escalas internacionales el EP Paraguay llega en septiembre de 2014 ya contando con la participación de La Joven Pandilla del Oeste. En 2016 edita Autopistas acompañado otra vez por sus actuales cómplices. En todos sus pasos dentro del estudio se reconoce en Hattom un esfuerzo colectivo más allá del encabezado de solista; sus trabajos tienen una impronta de grupo que atestiguan su espíritu colaborativo sin importar nombres propios o de bandas, así como tampoco parecieran importar latitudes y longitudes. “Cuando yo tenía mi grupo Los Raccoons, tocábamos bastante bien pero necesité hacer otra cosa” recuerda el nativo del partido de Morón mientras agrega que “para mí lo más fácil fue hacerme solista, dije “bueno, voy a hacer algo mío” y le puse mi nombre. Luego, como todo proyecto, empezás a construir cosas que después van cambiando. De repente armé una banda con otros amigos músicos salvo Tulio Viera, bajista de La Joven Pandilla del Oeste, que no era bajista, era mi amigo del barrio al que le dije “Tulio, vení a tocar el bajo”. Ahora la rompe, es alto bajista, es un chabón que siempre escuchó música, no es que salió de la nada. Se da algo muy lindo en el oeste, o al menos se da en mi barrio que es Haedo: el 80% de los chicos son músicos, tienen todos proyectos paralelos, Mejor Actor de Reparto, Los Nuevos Monstruos, Folie, Campeoncito, tenemos bandas de cumbia, hay de todo lo que te imagines. Haedo es medio la cuna del Oeste. Ahí nos vamos encontrando, vamos pasando. Así como yo tengo proyecto solista, toco para otros proyectos, siempre vamos cumpliendo el rol que se precisa. Cualquiera de mis compañeros de banda me dice “Che voy a armar tal proyecto” mi respuesta es “Dale, yo toco. Contá conmigo”. Se da esa suerte, cero ego siempre para sumar al proyecto”. Acerca de los músicos y cambiantes bandas que lo acompañan con fidelidad en los últimos años el cantante relata que “el grupo se fue afianzando. Al primer disco lo grabamos por separado, canal por canal, vinieron un montón de mis amigos a grabar al estudio. Después armé una banda para salir a tocar el disco. Ya con autopistas fuimos armando la agrupación. Vimos que relativamente todo iba bien, tocamos en lugares que nos gustan, tocamos seguido, nos vamos de gira, nos invitan. Le metimos una entidad un poco más importante, solista con banda, el solista tiene peso, la banda tiene peso, la banda puede tocar con otro solista. Además es itinerante la banda, La Joven Pandilla del Oeste son diez personas que se van moviendo, ahora viene a tocar el baterista de Mi Amigo Invencible, Arturo Martín. De repente ante fechas tan apocalípticas como las fiestas o el verano nos preguntamos “Che, ¿quién puede tocar?”. La Joven Pandilla del Oeste es así, amigos tocando música”.
Autopistas fue producido por Mauro Duek de Mejor Actor de Reparto conocido por su pasión en los detalles y la búsqueda de cierta perfección lo que generó un contraste significativo con la actitud más laxa de Hattom: Yo soy amigo de Mauro los cinco años, fuimos al jardín, a la primaria, y la vida hasta ahora. Compartimos una primera banda con él, luego cada uno hizo su camino, hasta que nos reencontramos. Nos volvimos a encontrar hace cuatro años, él tenía una banda llamada Sobretodo en Invierno y después armó Mejor Actor de Reparto. Mauro es muy obsesivo, yo al contrario soy más relajado. Cuando entro a un proyecto voy a confiar y a delegar todo en las personas que involucradas pero eso las elegí. Mauri laburo re bien, es re obse, casi que se vino a todos los ensayos con un cuadernito y anotaba. Yo nunca había trabajado con él desde ese lado. Creo que nunca lo vi trabajar tan bien como esa vez. Confié mucho en su trabajo, el tipo sacó partes de canciones, sacó estribillos, cambió partes, siempre proponiendo cosas con fundamentos. Con Lechuga, Ale Alves, también trabajamos a pleno, es un capo. Es la única persona que conozco que grabó dos discos en Abbey Road en tan poco tiempo. Creo que hicimos todo bien en cada uno de los pasos, desde los ensayos hasta la grabación en Ion y luego que nos restó grabar en otros lados.
– Algo que vengo observando sobre grupos que están llegando a los 30 años y que arrancaron siendo adolescentes es que hay un deseo de expandir la experiencia dentro del estudio. Hay una comodidad y disfrute tras la consola que permite estirar los horizontes sonoros de las propuestas.
Veamos los últimos diez, quince años. Acceder a un estudio siempre fue caro. Armar un home studio en tu propia casa era para los que estudiaban, no lo hacíamos nosotros que tocábamos, no existía eso para nosotros. Algún que otro loco tenía una placa, ponele. Me acuerdo de grabar un demo hace diez años con un flaco que se había comprado una placa así que fuimos y grabamos ahí, todo muy lo-fi. A través del tiempo nos fuimos dando cuenta que las discográficas empezaron a bajar, a desmembrarse, y entonces desde hace tiempo que no tenías que acceder a una compañía para grabar. De repente ibas vos al estudio y pagabas como fuera, porque los músicos nunca tuvimos plata. Pero de repente todos los estudios estuvieron re caros y no teníamos guita, uno siempre tiene su laburo y aparte la música. Nos dimos que nos juntamos unos cuantos compramos entre todos una buena placa, una pc y grabamos en casa. Eso se empezó a ver bien a través del tiempo. Con respecto a que “aquello suena más fuerte” o que “le falta volumen” siempre me pareció una boludez completa, mientras las canciones y los arreglos sean lindos, si suena más bajo que otro o más arriba, me chupa un huevo. Como eso dejó de estar mal, dijimos, “vamos a grabar en casa”. Ahí tenés mucho más espacio creativo, no tenés que estar pensando “Vamos al estudio, ¿cuánto tenemos?¿Qué grabamos? ¿Hay tiempo?” Estás ahí pensando cuánto nos van a cobrar, cómo vamos a hacer para pagarlo. Yo soy parte de esa generación, tal vez no este proyecto en especial, pero sí con los anteriores. Estuve con eso de “No hay guita, lo grabamos así”. Ahora somos más grandes y aprendimos cómo grabar baterías, micrófonos, cómo mezclar. Por suerte también abundan las herramientas para aprender y llevarlas a la canción y al disco.
– En las diez canciones de Autopistas encontramos movimiento, inquietudes por arrancar de cero, destierro, pertenencia. El disco está atravesado por el nomadismo algo que vos experimentaste con el paso de los años. ¿Se puede uno habituar al nomadismo? ¿Puede llegar a ser algo natural cuando uno no creció en esa dinámica?
Nunca pensé todas las cosas que fueron pasando. Nunca pensé en lo que pasó desde los veintitrés hasta los treinta. Jamás supe lo que iba a pasar, ponele tener una vida en Rosario, desarrollar una movida en Rosario, sucedió y lo llevé adelante. Me gusta viajar, me gusta tocar en donde sea, en el barrio o en cualquier lugar. Mientras esté con mis amigos y haya birra, como ayer en Bon Scott. Para mí eso es el éxito, no existe otra forma. El éxito personal es: tus amigos, tocar, si te pagan mejor, después llevarlo a un plano más profesional, obviamente. Yo hago fechas en Niceto y también en cualquier lado que aparezca. Que haya una guitarra, un piano, yo me siento ahí, toco, yo realmente lo disfruto. He viajado tanto en este tiempo que ya estoy acostumbrado a hacer seis horas de micro. Durante el día viajo mucho. Para el laburo hago un viaje de hora y media, tanto para ir como para volver. Venís a Rosario es como ir un día al laburo. Estoy habituado a viajar. Me gusta la oportunidad de tocar en otros lados, me gusta conocer gente, eso disfruto.